Carta 17.
Querida profesora,
Que te consumes,
eres cigarro en boca de un adicto
que fuma una vida en cada calada.
Eres cerilla en manos de un pirómano
que lo a hecho más veces de las que desearía.
Un,
dos,
tres,
te vas ha apagar
pero antes llegará la explosión,
tú sólo espera.
Eres como el último suspiro
y tu vida esos 21 gramos
de aire o alma
que se disipan
en algo que nadie ve.
Pero no importa, a veces
es mejor todas esas cosas que flotan en el aire
que lo que puedes ver.
Eres barco intentando flotar
pero estás tocado y hundido,
hace mucho que eres náufrago aún en mar buscando una orilla que se parezca a casa.
Siempre tan perdido,
que encontrarse ya no tenía sentido.
Y ahora dime,
dime que no estas corriendo al escuchar la alarma cada mañana,
corres porque llegas tarde a la vida
y la vida es lo que te pierdes
entre un viejo reloj
que te marca como un metrónomo
los pasos que da tu vida.
Y es que nadie se da cuenta.
Todo nuestro existencialismo se pierde
en el tiempo en que un ave emprende su vuelo
y un cazador la mata.
La vida es la primera
que te tratará
sin piedad.
Pero tú vuela.
Con miedo,
pero valiente.
Y muerde.
Muerde bien fuerte la vida,
Y aferrate a ella como te aferrarías a los labios de quien has pensado al leer muerde.
Y oye, como si haces sangre,
no importa,
que vida sin cicatrices no es vida.
Y que bonitas me las dejas,
sobretodo en la espalda.
Y las del corazón...
de esas ya hablaremos otro día.
PD: No encontré tu poema, pero lo intenté crear a mi manera. Espero que no lo leas nunca, así de alguna manera mi subconsciente pensará que te gusta en cierta forma... como todo eso que me enseñas y yo te intento enseñar.
...
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