Carta 11.
Querida recaída;
Hoy me noto solo las costillas,
y entre ellas
solo consigo hacer diana.
Que todos mis errores
están dejándome seca.
Flaca,
estas rodillas tiemblan
y vas a volver a caer.
Te lo aseguro.
Lo haces todo por ti,
sin saber,
que también te destruyes,
pequeño precipicio.
Que tu miedo
ya no significa debilidad,
aunque nunca te acostumbres a él.
Que ya no sabes si esperar
que los párpados
por fin consigan cerrarse en las noches
o seguir luchando en la oscuridad.
Que las palabras que más hieren
a veces son verdades
que no ves
porque estabas demasiado ocupada
intentando que todo fuera bien.
No eres suficiente,
porque la gente que se supone que debería quererte
solo te busca los defectos.
Y te los crees,
porque en el fondo
los tienes.
Y nunca entienden
que yo me mato cada noche en silencio
mientras todos ellos duermen,
por la misma causa
que ellos me apuntan con el dedo.
Y eso si duele suficiente,
no te miento.
Soy.
Mi propio.
Revólver.
Apunta.
Dispara.
Diana.
Recaída.
Y mañana en pie,
con una bala menos
y una herida más.
PD: Porque vuelves? Siempre.
...
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