Carta 10.

Querido café;

Huele a ti. Un lunes cualquiera huele a café desde mi cama de siempre, mis sabanas coloridas, el amanecer en la ventana y yo con mi mal despertar de toda la vida. Pero huele a ti y nada más importa. Porque ya no soy la misma y lo sé. Y algún día todo absolutamente todo cambiará. Y se que nunca tomo café y me ha entrado ese miedo de no olerte cada mañana de mi vida. Llevo lamentando y sufriendo cada error hasta ahora sin pensar que a pesar de todo cada mañana estabas tu aquí. Y esta mañana me ha dado por pensar la suerte que tengo de que aún me quedan dos minutos más para escribir todo esto antes de que mi madre me diga desde la puerta, con toda su ternura, que se me hará tarde. Pero no me importa llegar tarde porque huele a ti y ahora mismo la pequeña empezará a ver sus dibujos, que yo veía no hace tanto, y mi madre hablara con mi padre de los problemas existenciales de las personas humanas de este mundo, que escuchan desde el telediario que aparece nada más encender la televisión, y que por ahí estarás tú en la taza preferida de mi madre, esa que le regalamos por su cumpleaños, y llegas a la otra punta de la casa, donde me encuentro yo, solo para advertirme de que es lunes, llego tarde, pero huele a ti. Huele a hogar. Huele a familia.

PD: Hoy, excepcionalmente, es un buen despertar para ser yo.
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