Capítulo 30
30
Claris
Comencé a abrir los ojos sintiéndome desorientada. La luz molestaba mis ojos. Con mucha pereza logré abrirlos completamente. Tardando un poco en acostumbrarme a la luz.
El techo blanco fue lo primero que observé. Solté un sonido de cansancio y lentamente recorrí la habitación.
Paredes blancas y un olor característico.
Pip, pip, pip.
Ese sonidito era lo único que escuchaba.
Recalcándome que no estaba en mi habitación.
Mi corazón se comenzó a acelerar.
En un instante aquel sonido tranquilo y continuo fue remplazado por uno ruidoso y eso me estreso más.
Bajé la mirada a mis manos sintiendo una incomodidad en una de ellas. Encontrándome una intravenosa.
¿Qué?
Encima de mi cuerpo una manta blanca que me cubría desde los pies hasta mi cintura.
Ese olor característico en el ambiente me disgustaba.
Algo cubría mi nariz y boca. Acelerada y temblorosa me llevé la mano a esto para intentar quitarlo a la par que la sábana, para levantarme.
Necesitaba salir.
Apunto de lograrlo, unas manos y un cuerpo lo impidieron. Una joven mujer con pelo recogido en una cebolla apareció ante mí con una sonrisa.
—Tranquila, tranquila, debemos dejar esto para que estes bien hasta que el doctor lo diga y debes recostarte.
Me hizo recostarme y alejar las manos del respirador.
—¿Qué...? —mi voz se sintió rasposa. Seguro la enfermera notaba mis ojos curiosos y confusos.
Desorientada, esa palabra describía bien el cómo me sentía.
—Sé que debes estar confundida, pero tienes que estar tranquila ¿ok? Todo está bien, estás bien solo intenta no hablar mucho. Iré por el doctor.
¿Por el doctor?
Se dio la vuelta y salió de la habitación.
¿Esto era un sueño?
Debía serlo.
Cerré mis ojos, fuerte.
Vamos, despierta.
Despierta.
Despierta, Claris.
Abrí mis ojos encontrándome con lo mismo.
Era real, pero ¿Como llegué aquí?
No recordaba nada, solo que me fui a dormir tranquila como siempre luego de regresar a casa con Will.
Quité mi mirada del techo y la dirigí a la puerta cuando esta se abrió.
—Oh, cariño —entró mamá con los ojos llorosos y con unas ojeras de que llevaba tiempo sin dormir. Alcance a ver al doctor detrás de ella.
—Mamá —mi voz se escuchaba apagada.
Llegó hasta mí y no pudo retener más las lágrimas y comenzó a llorar, acariciando mi pelo.
Vi al doctor y él solo me dio una leve sonrisa.
Seguía sin comprender.
Luego de diez minutos donde el doctor me checó y descartó cualquier peligro, se retiró dejándonos a solas a mamá y a mí.
—Despertaste —parecía no creerlo. Tenía entre sus manos mi mano izquierda. Y dio un beso en ella para después pegarla a su mejilla.
—Mamá ¿Qué...? —casi no podía hablar. Aun se me dificultaba.
Negó despacio con la cabeza, pero yo esperaba ansiosa por la respuesta.
—Recuerda que no tienes que esforzarte de más.
—Tuviste una recaída, apenas logramos llegar. Tu corazón se detuvo —paró un segundo—. He rezado todas estas noches porque despertarás, y dios ha escuchado mis plegarias.
Mi corazón se detuvo.
¿Cuanto? No lo sabía.
Ni por cuanto dormí, pero supe que más de tres días si, por sus ojeras.
Una lágrima corrió por la mejilla de mamá.
—No llores, sigo aquí —sonreí un poco, pero no supe si pudo verla a causa del respirador.
—Si, sigues aquí —acarició suavemente mi pelo.
Nos quedamos así unos segundos. En silencio, sin embargo, quería saber dónde estaba.
—¿Will está...?
No terminé mi frase esperando a que mamá la terminara, pero solo se quedó callada, acariciando mi cabello.
—Mamá, ¿dónde está Will?
Reaccionó.
—Está afuera, todos están afuera.
Todos.
Mis amigos.
Marco.
Will.
Todos.
—¿Quiero verlo?
Will
Sentí como el aire volvía a mi cuerpo luego de que el doctor dijera que había despertado.
No había podido dormir y seguro mi cara me delataba, pero aun así corrí y entre lo más rápido posible a la habitación una vez que su madre dijo que quería verme.
Y aquí estaba.
No esperé nada y la apretujé a mi cuerpo con cuidado de no lastimarla.
Aspiré su aroma recostando mi mejilla en su cabeza.
No quería quebrarme. Necesitaba estar fuerte para ella. Necesitaba llenarme de valor y soportar.
Sin embargo, esos pensamientos se fueron por la borda en cuanto sentí sus pequeñas manos en mi cuerpo, acariciando mi espalda.
Las lágrimas brotaron de mis ojos y mi quijada comenzó a temblar al intentar retenerme.
Me hizo verla.
Aquí estaba.
Subió su mano derecha a mi mejilla.
—Estás bien, estás aquí —logré susurrar.
Junté mi frente a la suya y así me quedé, respirando despacio al mismo tiempo que ella.
El respirador separada parte de nuestros rostros pero que más daba, estábamos juntos.
Abrí mis ojos encontrándome a los segundos con los suyos.
—Lo siento —logró decir muy bajo. Percibí la dificultad que tenía para hablar.
—Shhh.
Me partía el corazón escucharla disculparse por algo de lo que ella no tenía control.
Ahora si podía quedarme acariciando su pelo mientras ella se quedaba dormida, porque ya todo estaba en orden.
Claris
Will hablaba y hablaba. Mamá seguía aquí y los chicos también. Sin embargo, Marco nunca apareció.
Día 3
Toc, toc, toc...toc
Alejé la mirada del televisor para guiarla a la puerta al escuchar aquel patrón de toquidos que se me hacía conocido.
—¿Quien?
La puerta se abrió un poco y un rostro se asomó por aquel espacio.
—Yop —contestó.
Y sonreí a la par que Will.
Día 4
Veía la intravenosa en mi mano izquierda. Dolía un poco, durante la noche se movió llegando a lastimarme.
Toc, toc, toc...toc.
Ese patrón en la puerta me hizo levantar la mirada.
—¿Quien?
La puerta se abrió un poco y una mano se dejó ver junto a una rosa.
—Oh, que bella ¿Quién la manda?
Y como respuesta asomó su rostro.
—Una flor para otra flor.
Día 5
Toc, toc, toc...toc.
—¿Quién?
Y ya saben que paso ¿no?
Sonrió viéndome sin soltar la puerta, segundos después se adentró en la habitación.
—Yo —dijo.
Dia 6
Abrí los ojos.
Me sentía un poco más cansada de lo normal.
Parecía que el tiempo pasaba más lento conforme los días, como si lo hiciera a propósito.
Voltee hacia mi lado izquierdo en dirección al sofá para ver a mamá. Sin embargo, no fue a ella a la que vi sentada ahí.
—Marco —mi voz salió en un tono de ilusión.
Luego de tantos días lo volvía a ver sin saber porque se fue ese día.
Levantó su mirada de inmediato. Nuestros ojos se encontraron y sonrió. Y luego de tantos días volví a escuchar su voz:
—Despertaste.
(ღ)
—¿Por qué te fuiste?
Tomó un largo suspiro y se acercó más a mí. Lo seguí con la mirada esperando sus palabras.
—Cuando llegaste, tu corazón se había detenido, y pareció como que el mundo se movía desesperado y lento a la vez, igual que mi corazón y mis sentidos. Sentía que mi alrededor se iba comprimiendo poco a poco, encerrándome. Cuando despertaste creí que ahora todo estaba bien, pero esa sensación seguía obligándome a huir y terminé haciéndolo. Lamento no haber estado aquí, sé que debía, pero si entraba en ese momento...—se detuvo y negó con la cabeza.
Asentí despacio.
—Y lamento no haber venido antes. Creí que era mejor que tu madre y él estuvieran contigo. Estabas en buenas manos.
Alejé mi mirada de él y la centré en mi regazo.
—Cuando Mari pudo entrar, lloró como una niña en mi regazo —sonreí leve—. Fredi hizo un chiste para aliviar el ambiente, pero pude notar como sus ojos se ponían brillos por las lágrimas. Alex me abrazó tan fuerte diciendo que agradecía a dios porque su hermana pequeña estaba bien —se me entrecorto la voz y una lágrima resbaló por mi mejilla—. Entiendo lo que quieres decir, Marco. Porque eso mismo sentí cuando papá murió.
Lo miré y noté como no pudo detener más sus lágrimas y aquel Marco fuerte que siempre me dejaba ver, en ese momento se desmoronaba frente a mí.
—Sentí que te perdía —logró decir entre lágrimas sin mirarme—, y que ya no iba a poder volverte a decir el cuanto te quiero y el cuanto deseo que sigas sonriendo.
Estiré una mano hasta él y tomar la suya.
Por primera vez veía a ese ser fuerte y duro dejar salir la parte frágil que todos tenemos. Sentí el calor de sus manos y jalé despacio esta, haciéndolo mirarme para que se acercara. Cerré mis ojos al sentir el abrazo. Esparcí unas caricias en su espalda.
Respiró hondo y se relajó.
Varios minutos después se separó de mí y limpió sus mejillas. Trago saliva y separó levemente sus labios.
—Traje un libro —se estiró hacia el sofá y regreso a mí, pero ahora con un libro entre sus manos—. Fue el primero que pude comprar con mi propio dinero, —me miró—, y quiero dártelo.
Vi como estiraba el libro hacia mí, con lentitud lo recibí.
—Gracias.
Sonreí y él hizo lo mismo.
—Perdón, por haber llorado —cerró sus ojos, y bajó la cabeza—. No quería que me vieras así.
—Está bien, no siempre tienes que parecer fuerte.
Sus ojos conectaron con los míos. Ladeo su cabeza y sonrió rendido.
Dia 7
—Cierra los ojos —obedecí su petición dejando que colocara la sombra de maquillaje en ellos.
Mari me ayudaba a maquillarme y prepararme con cuidado de no mover los tubitos para respirar de mi nariz.
Me sentía ansiosa. Will tenía algo preparado para esa noche y solo dijo que estuviera lista a las 8 p.m. y que no me preocupara por nada más.
Mari pasó el labial rosadito por mis labios y acomodo mi cabello.
Parecía como si estuviera en un salón de belleza.
Una vez terminó con el pelo, la vi ir hacia su mochila y sacar de ella un vestido rosa largo, ajustado de la cintura para arriba con un corte cuadrado en el cuello.
Lo toma de los hombros y lo sacude de un lado a otro.
—El toque final.
Sentí como terminaba de subir el cierre.
Me di cuenta como mis converse blancos se lograban ver, pero no era muy buena con los tacones así que no tenia pensado cambiarme.
—¿Lista para verte? —susurró en mi oído izquierdo.
Respiré hondo.
—Si.
Caminamos despacio hacia el baño del cuarto. Y nos detuvimos frente al espejo que había ahí. Mantenía mis ojos en el lavabo.
—Puedes verte, Claris.
Alcé la mirada despacio. El aire salió de mis labios al detallar el bello y sutil maquillaje. Como mi pelo peinado en hondas caía por mi espalda y por primera vez no estaba mi flequillo.
Sonreí feliz.
—Estás hermosa —mi amiga alagó. La miré y mis ojos se nublaron.
—Si, gracias.
—Oh, no llores —fue rápido por un pedazo de papel y me lo pasó—. No queremos arruinar el maquillaje, ¿verdad?
Solté una risa y limpié con delicadeza y cuidado mis ojos.
—Vamos, ya es la hora.
(ღ)
Nos dirigíamos hacia unas escaleras y con ayuda de unos enfermeros, logramos subir mi suero. Las paredes blancas, el suelo y la luz me hacían sentir tranquila. Llegamos al final.
Los enfermeros se hicieron a un lado colocándose detrás de nosotras.
Una puerta frente a mí, que con solo un empujé podría ver lo que había del otro lado.
Le di un vistazo a Mari. Y ella me guiño el ojo, alentándome a abrirla.
Nerviosa, lo hice y al instante el aire golpeó suavemente mi rostro y cuerpo. Seguí despacio, viendo todo el espacio.
Era la azotea del hospital.
Tomé mi suero y avance.
La barda no era tan alta y podía ver la ciudad.
Bellísima.
No encontraba una mejor palabra que esa. Sonreí cerrando mis ojos sintiendo la brisa. Al mismo tiempo sentí su presencia a mi lado.
—Es hermoso —dije—. No sabía que podíamos estar aquí.
—No se puede —sus palabras me hicieron verlo—. No sabes cuanto me costó para que pudiéramos estar aquí. Y por eso mismo, —se llevó una mano detrás de su espalda—, necesito vendarte los ojos.
La tela se colocó en mis ojos, impidiendo que viera. Las manos de Will en mis hombros, me guiaron en todo momento. Susurraba debes en cuando "Lento" "Gira un poco" o "Alto" sin quitar ni un segundo sus manos de su lugar.
Esta vez no sentía miedo a caerme, me sentía segura.
Me sentía segura a su lado.
—Listo, bonita —susurró en mi oído al detenernos. Lentamente desamarró la tela y esta cayó, por un lado.
No esperé mucho y al tiempo que la tela se fue, abrí los ojos.
Golpeándome como primera imagen, una mesa con un mantel rojo en medio de todo el espacio, varias velas encima de ella, dos sillas y platos junto a cubiertos.
El aire abandonó mi cuerpo. Estaba impresionada. Las palabras simplemente se quedaron en mi garganta.
—Bienvenida a nuestra cita —enredó sus brazos por mis hombros y recostó su cabeza a un costado de la mía—. Quería que tuviéramos una cena romántica, solo tú y yo. Así que busqué la forma de que pudiéramos tenerla.
—¿Tú preparaste todo esto? —giré mi cabeza hacia la derecha encontrándome con sus ojos.
Sonrió y las comisuras de sus labios dieron hacia abajo en un acto rápido.
—Los chicos me ayudaron, pero fue mi idea así que me puedo quedar el crédito —soltó una risita. Tomó distancia para ponerse a mi lado. Agarró mis manos entre las suyas, logrando que quedáramos frente a frente. Su rostro se relajó y le dio paso a una mirada curiosa y tímida—. ¿Qué opinas? ¿Te gusta?
—¿Qué si me gusta? ¡Me encanta, cariño! ¡Lo amo! ¡Te amo!
Esa sonrisa que tanto me gustaba, volvió a iluminar su rostro. Llevé una mano a su mejilla y la acaricié.
—Todo tú me gusta. Todo lo que tenga que ver contigo lo hace.
Junté sus labios a los míos en un casto beso. Recargué mi frente a la suya, aun sin creer todo esto. Mordí mi labio inferior y sonreí.
—Siento que todo es un sueño —dije.
—Es real, todo es real —se separó un poco y jaló de mi inventándome a caminar hacia la mesa.
Recorrió la silla para mí y acomodó mi suero. Tomó lugar frente a mí.
Sentí a alguien venir caminando hacia nosotros. Ambos miramos hacia esa dirección y no pude evitar soltar una risa ligera.
—Buenas noches, ¿me permiten ofrecerles jugo de naranja mientras está lista su comida? —un Alex vestido de mesero, habló. Traía una jarrita de vidrio.
—Por favor —respondió Will.
Alex llenó nuestras copas y se retiró en cuanto terminó no sin antes sonreírme. Miré a Willy de manera incrédula.
—No puedo creerlo.
Me guiñó un ojo a modo de respuesta. Rodeo mi mano con la suya encima de la mesa, y junto con aquel aire agradable que movía nuestra cabellera, dijo:
—No habíamos tenido una cena juntos. Fue difícil convencer al Doctor Harrison, pero no importa no me iba a dar por vencido.
Sonreí.
—Salud, señorita Claris, por haberme llamado —levantó su copa.
Alcé la mía y correspondí su movimiento.
—Salud, joven Will, por haber chocado ese día.
Nuestra cena romántica pasó lenta y divertida. Riendo y disfrutando de nuestra compañía, no había nada mejor que ese instante.
Día 8
Mis ojos se sentían cansados.
Ese día había despertado sin la misma energía y el cuerpo un tanto débil. Ver a la enfermera ir y venir cada cierto tiempo me estaba hostigando, pero no podía hacer nada, era su trabajo.
Con algo de dificultad me estire a tomar mi libreta. Pasé mis manos por las letras en la portada y enseguida la abrí.
Me dediqué a escribir mi día a día desde el día uno en que desperté. Me ayudaba a tranquilizar mi mente.
Mamá había ido a casa a tomar un baño rápido. La abuela y el abuelo habían vendido hace unas horas y se fue con ellos. Aunque me reí con el abuelo, seguía con los efectos del medicamento.
Unos toques a la puerta me hicieron detener mi escritura y mirar hacia ella.
Toc, toc, toc...toc.
Repitieron la secuencia que ya reconocía enseguida.
Cerré la libreta con una sonrisa en mi rostro y la dejé en el mueble a un lado.
—¿Quién? —pregunté.
La manecilla de la puerta se giró despacio y se abrió muy poco la puerta.
—Yop —contestó, asomando su rostro como siempre. Recosté mi espalda y suspiré.
(ღ)
Lo seguí con la mirada.
—¿Como estás? —preguntó, acariciando mi cabello. Cerré mis ojos y pasé saliva.
—Un poco cansada —respondí, abriendo los ojos.
—¿Mucho?
—No, creo que el efecto del medicamento que me hace estar así, ya está pasando. ¿Tú cómo estás? ¿Qué tal tu día? ¿Dónde has dejado tu mochila?
—Me ha ido muy bien, bastante. Los entrenamientos se están haciendo duros, pronto habrá un nuevo juego.
—Me alegro mucho, todo irá bien.
Sonrió, sin detener sus caricias en mi pelo.
—Saliendo de la universidad fui a casa y dejamos las mochilas allá.
—¿Dejamos?
—Si —exhaló—, iba a ser una sorpresa, pero los chicos están afuera, quisieron venir, no me dejaban en paz con ello.
—¿Están aquí? —me acomodé como pude en la cama con ayuda de Will.
—Si, cuidado, si te sientes muy cansada puedo decirles que vengan mañana.
—No —hablé, rápido—. Diles que pasen, me harán sentir mejor.
—¿Segura?
—Completamente.
—Ok.
(ღ)
Rei leve al escuchar a los chicos bromear. No me había equivocado en que me harían sentir mejor.
—No fue mi culpa —se defendió Fredi.
—Claro que si —alegaron los chicos.
—No.
—Si.
—¿Quién tiene la razón? —Preguntó Will. Y no tardamos en tener la mirada de los chicos sobre nosotras dos. Miré a Mari parada a mi izquierda.
—Por supuesto que yo —dijo Fredi.
—Claro que no —contrataco, Will.
—No es así —lo apoyó Alex.
—Yo.
—Yo.
—¿Bonita? / ¿Amor? —volvieron a nosotras.
Alex los vio confundidos y dijo:
—¿Chicas? —reímos las dos y él solo se encogió de hombros y sonrió.
Antes de que continuaran, tocaron la puerta. Alex abrió y observé a Marco parado justo afuera con unas flores en sus manos. Levantó la mirada enseguida que escuchó la puerta abrirse. Miró a Alex y luego al interior de la habitación. Sus ojos se toparon con los míos al final.
—Lo siento, pensé que estaba sola —habló.
—Está bien, puedes pasar —Alex lo invitó a entrar, pero noté la duda en sus ojos. Al final, accedió.
Saludó a los chicos y a Mari.
—Hola, Mari.
—Marco.
Me miró y yo sonreí.
—Eh, traje unas flores —dijo y echó una mirada alrededor. Los chicos veían todo con detenimiento. Volvió a mi—. Para ti.
—Gracias, están muy lindas —les di una olida.
Recosté mi cabeza en la almohada y me sentí completa al tenerlos a todos aquí. Recordando como esta misma habitación estaba vacía al inicio pero que ahora se encontraba llena, diciéndome que ya no estaba sola y que nunca más lo volvería a estar.
(ღ)
Will se sentó justo a mi lado derecho. Mari pasó su brazo por mis hombros por mi otro lado, abrazándome muy feliz. Alex y Fredi se colocaron del lado de Will y por último Marco a un lado de Mari.
—Ok, 1, 2, 3 —cuenta la enfermera antes de tomar la foto con mi cámara.
—Chisss —gritaron los chicos, solo sentí como un peso ligero me empuja de mi lado derecho, sacándome una gran sonrisa.
(ღ)
—Te quiero, amiga —Mari se despidió dándome un último abrazo y dejando un beso en mi mejilla. Pasé mis brazos por su espalda y ella me apretó más hacia ella moviéndonos de un lado a otro.
Una vez se separó, Fredi me sonrió y estiró su brazo derecho hacia mí. Bajé la mirada a este y noté que me ofrecía su mano en un puño.
Sonreí y choqué mi puño con el de él.
Fue el turno de Alex quien también me dio un abrazo y acarició mi pelo.
—Gracias, por estar aquí —susurré en su oído, sin separarnos aún.
—Fue un placer, hermanita.
Antes de que salieran los tres se despidieron moviendo su mano. Willy los acompañó. Me quedé mirando la puerta. Extrañamente, sentí nostalgia.
No sé, solo apareció de la nada dejándome pensativa.
Desvié mi mirada de enfrente al sentir movimiento a mi lado.
Marco me sonrió.
—Esos chicos son agotadores ¿ah?
—Mucho, —correspondí su sonrisa y me recosté—, pero así los quiero.
Tomé una de sus manos.
—A ti también. Te quiero, Marco —levanté mi mirada a él.
—Yo más, Claris —finalizó—. Mucho—y se acercó hasta dejar sus labios en mi mejilla—. ¿Te veo luego? —preguntó, sonriendo.
Asentí leve y feliz.
—Si, nos vemos luego —respondí.
Dio un último apretón a mi mano y se despidió.
(ღ)
Miraba detenidamente la foto.
Como Fredi estaba con una enorme sonrisa y casi casi encima de Alex y Will que tenían una sonrisa muy parecida. Mari mirando a los chicos, riendo. Y luego a su lado Marco, el cual hacia un amor y paz con su mano derecha y la izquierda la mantenía dentro de la bolsa de su suéter. Su sonrisa era un poco más sutil, pero se veía feliz.
Todos.
—Nunca creí que un día vería esta foto —dijo, Will mi lado.
Yo tampoco creí que tendría en algún momento esta foto en mis manos.
—Casi te aplastan.
Escuché su risa y no pude evitar reír junto a él.
—¿Te imaginabas todo esto? ¿Qué tendrías muy buenos amigos y al novio más guapo?
—Jamás —respondí—. La vida suele sorprendernos mucho.
Me giré a mirarlo a los ojos.
Esos ojos grises azulados que jamás me cansaría de ver.
Esos ojos que decidieron ver aquel día.
Esos ojos que, en cada mirada, podía notar el cuanto me amaba.
Subí mi mano derecha a su mejilla. Mis ojos comenzaron a nublarse sin razón alguna.
—Te amo, Will. No sabes cuanto lo hago —la primera lagrima recorrió mi mejilla izquierda—. Y el cuanto agradezco a la vida por haberte conocido, por haberme dado la dicha de tenerte a mi lado.
Él sonrió, colocó su mano derecha en mi rostro y lo acarició en un gesto lleno de amor y ternura.
—Te amo, bonita. Y soy yo el que debe agradecer a la vida por tenerte —acomodó mi flequillo.
Junto su frente a la mía provocando que ambos cerráramos nuestros ojos. Bajé despacio mi mano de su rostro. Una lágrima más recorrió mi otra mejilla y en un susurro le pedí:
—Bésame.
No hubo movimiento ni palabras de su parte, solo silencio. Abrí mis ojos al mismo tiempo que él, mientras separaba nuestras frentes.
—Bésame, Will —volví a repetir.
Y él hizo caso a mi petición, junto sus labios a los míos. Ladee mi cabeza. Disfruté del sabor de sus labios y la suavidad de ellos. Su respiración mezclarse a la mía. Tomó mi rostro con ambas manos y beso con más furor mis labios. Enredé su camisa en mis manos.
El chasquido de nuestros labios al separarse se escuchó. Miré sus labios húmedos.
Las lágrimas no se detuvieron.
—Te amo, hoy y siempre —dijo.
Sonreí feliz y acaricié mi nariz junto a la suya.
—Escuchemos música, en lo que me quedo dormida.
Se alejó dando un beso a mi mano para después sacar su celular. Se sentó en el banquito a un lado de la camilla y se acercó dándome un audífono en lo que él se colocaba el otro. Recosté mi cabeza en la almohada sin quitar mi mirada de Willy ni un segundo.
Sentía ese calorcito agradable en el pecho haciéndome sentir feliz y amada.
Will
Abrí los ojos despacio, sintiendo la suavidad del colchón en mi mejilla, giré despacio mi cabeza y apreté los ojos al sentir un pequeño dolor en mi cuello. Me llevé la mano a este y masajeé.
Aclaré bien la vista dándome de que me había quedado dormido en la orilla de la camilla.
No era el mejor lugar. Mi hermoso cuello podía darles la respuesta de ello.
Levanté la cabeza con lentitud. Una pequeña presión y peso había en mi mano. Miré hacia ella percatándome de que sostenía la mano de Claris. Ahí recordé que nos habíamos quedado dormidos tomados de las manos.
La vi a ella. Observé el audífono caído en su hombro.
Se veía hermosa, como una princesa.
Me acerqué. Y acaricié su flequillo, sonriendo.
—Despierte, bella durmiente, ya amaneció, es hora de empezar el día —dije, repitiendo aquellas palabras que alguna vez me dijo, sin embargo, ella no reaccionó.
Fruncí un poco mis cejas y bajé mi mano a su mejilla.
—Claris, es hora de levantarse. Tu madre no debe tardar en llegar y el doctor a checarte —esparcí a penas una caricia en su piel—. ¿Claris? —moví un poco su cabeza y esta cayó sin fuerza a su lado-—. ¿Claris?
Y luego de pronunciar por tercera vez su nombre, mi infierno comenzó.
El aparato que marcaba sus latidos de un momento a otro se comenzó a poner en una línea y hacer aquel sonido que paralizó mis sentidos.
Moví mis ojos del aparato a ella y rápido reaccioné.
Salí corriendo del cuarto y comencé a llamar/gritar con desesperación al doctor.
El tiempo se me hizo lento.
La ayuda, lejana.
Y la vida, corta.
El doctor y varias enfermeras llegaron corriendo. Apenas me hice a un lado para que pasaran. El señor Harris me vio mientras le señalaba a Claris y le suplicaba que hiciera algo.
El sonido del aparato seguía siendo el mismo.
Seguía repitiéndose sin fin.
Mi Claris se me estaba yendo.
Y no sabía qué hacer.
No escuchaba nada solo veía como el doctor pedía algo desesperado. Mi mundo se estaba derrumbando. Parecía pasar todo tan lento y rápido a la vez. No podía escuchar. Mis ojos veían aterrorizado el cómo intentaban reanimarla, sin éxito. Sus signos vitales no volvían.
1 intento
2 intento
Nada
3 intento
4 intento
Por favor
5 intento
6 intento
7 intentos
y ella no volvía.
El doctor bajó la cabeza y observó su reloj.
Su mirada cayó en mí y no tuvo que decir nada porque sus ojos lo decían todo.
Lo tomé por los hombros.
—¡Has algo! ¡Ella te necesita!
Me negaba a escuchar lo que estaba a punto de decir.
Él solo negó con la cabeza.
—Will, ella...
—¡Noo! —mi grito sonó desgarrador, mientras veía a todos—. ¡Noo! ¡No puedes!
Me acerqué a ella y sujeté su rostro entre mis manos. Las lágrimas salían sin parar de mis ojos.
—Por favor despierta, por favor —mi vista estaba nublada.
Debía ser una pesadilla. Tenía que serlo. Junté mi frente a la suya cerrando mis ojos y los volví a abrir, esperando que ella hiciera lo mismo.
—No, por favor, tú no —repetí mil veces acariciando su rostro.
Sin embargo, ella no despertó. Cerró sus ojos, llevándose mi corazón.
(ღ)
Permanecía sentado en la banca del jardín del hospital. En aquella banca en donde la miré luego de nuestro primer encuentro.
El frío congelaba mis mejillas y mis manos y, hubiera deseado que también me hubiera congelado el corazón para no sentir más dolor.
Deseaba que los sentimientos no existieran.
Mi mente estaba y a la vez no.
Tenía la mirada puesta en el pasto cuando alguien se sentó a mi lado, pero, no tuve las fuerzas para mirarlo o mirarla. No tenía fuerzas para nada.
—¿Will?
Reconocí la voz de Marco.
—¿Su madre llegó? —pregunté, débil, sin mirarlo.
—Si, sus abuelos igual, hace una hora —ya no podía más—. Tuvieron que ponerle un calmante, está destrozada—lo miré y él hizo lo mismo.
Me imaginaba.
Mi labio inferior comenzó a temblar y mis ojos nublarse por las lágrimas.
Asintió, despacio.
—Se ha ido —apenas pude decir por el nudo en la garganta. Y decirlo en voz alta, se sintió como un golpe en el corazón—. Ella se ha ido.
Solté el primer sollozo, me llevé una mano a la boca en un intento de callarlo y bajé la cabeza.
—Tranquilo, amigo —me atrajo a él en un abrazo—. Todo está bien, todo...—su voz se entrecorto.
Apreté mis manos en su espalda y lo dejé ir.
Estaba igual de destrozado que yo.
Marco
Ya no podía fingir, ya no podía aparentar que estaba bien.
Se sentía como un limbo.
Como un lugar sin salida.
Como si todo hubiera desaparecido.
Como si tu cuerpo flotara en el vacío.
Como si solo quedara el cascaron del alma.
Las lágrimas recorrieron mis mejillas mientras lo sostenía para que no callera.
Al final, nunca fuimos rivales, solo fuimos dos chicos que amaron con toda su alma a la misma mujer.
Will
Lo más duro, fue ver como bajaban el cajón cada vez más y saber que ella estaba dentro.
Durmiendo.
Y parecía que no tenía percepción del mundo, como si hubiera silenciado todo y solo pidiera ver hacia ese lugar.
Hacia aquella lapida donde estaba su nombre.
Estaba solo y no quería irme.
¿Como podía? Si estaba dejando al amor de mi vida ahí.
Si estaba dejando una parte de mi alma con ella.
Realmente perdí la noción del tiempo y el alrededor hasta que sentí un mano en mi hombro.
—¿Will? —Alex habló—. Tenemos que irnos.
—Un rato más.
—Has estado aquí más de una hora, va a llover. Anda, vamos.
Respiré hondo y alejé la mirada.
Con gran dificultada me giré, topándome con Alex. Sonrió apenas y paso su brazo por mis hombros alentándome a caminar.
Cuando salimos, su madre estaba ahí. Se reincorporo de manera recta cuando nos vio salir. Parpadee un par de veces antes de reanudar mi paso hacia ella. Alex pasó de nosotros dejándonos solos.
—Señora Keith, creí que ya se había ido.
—Si, en eso estaba. Solo que antes tenía que darte algo.
La vi estirar algo hacia mí. Bajé la mirada y noté aquel sobre blanco y el IPod de Claris en su mano.
—Mi Claris dejó esto para ti, me pidió que le concediera este último deseo.
Su madre miró confundida los sobres que su hija estiraba hacia ella. Había subido a llevarle la cena luego de que Will se fuera.
—¿Que...
—Son unas cartas, en la parte externa del sobre dice para quien es cada una.
—Hija —el rostro de la señora Keith decayó luego de que su voz saliera en un hilo.
Claris bajo la mirada.
—No sé cuándo va a pasar, pero... no puedo arriesgarme no después de esta última vez —miró una vez más a su madre—. Sé que cuando llegue el momento, tú te encargaras de que llegue a quien corresponda.
Lo recibí despacio.
La miré y sus ojos estaban brillosos.
—Cuídate mucho, Will, espero la vida te recompense muy bien —dio una caricia maternal en mi mejilla antes de alejarse y caminar lejos de aquí.
Y justo cuando estuve solo sentí el peso del dolor en mi corazón volver.
Apreté la orilla de la carta en mi puño, cerré mis ojos y recosté mi cabeza en la pared, en dirección al cielo.
Su sonrisa.
Su pelo.
Si voz.
Su risa.
Su todo invadieron mi mente.
—Te amo —susurré a la nada con una lágrima recorriendo mi mejilla.
Y a los segundos una brisa ligera golpeó mi rostro en una caricia, como si ella hubiera respondido con un:
"Yo también"
(ღ)
Caminé despacio por aquel pasillo solitario, teniendo las manos dentro de las bolsas de mi sudadera. Sin levantar la mirada toqué tres veces y una, aquella puerta.
Su puerta.
Sin embargo, no escuché su voz del otro lado.
Su no escuche su típico "¿Quién?"
Bajé la cabeza. Dándome cuenta que ella ya no estaba, y que de verdad se había ido.
1 semana después
Apenas me balanceaba en aquel columpio.
No pensaba nada en realidad, solo pasaba el tiempo. Los días se habían vuelto monótonos. Y daba todo por seguir y seguir.
Unos zapatos aparecieron frente a los míos, que me hicieron levantar la mirada.
—¿Puedo? —Marco me dio apenas una sonrisa señalando el columpio a mi lado.
(ღ)
Ahí estábamos, cada uno en un columpio apenas balanceándonos.
—Nunca te lo pregunte —rompí el silencio. Su mirada dio a mí.
—¿Qué cosa?
—El por qué renunciaste a ella, por qué no luchaste.
Soltó una risilla y una media sonrisa.
—No renuncié a ella, Will. Tú más que nadie lo sabes —suspiró y bajó la mirada—. No luché porque no tenía caso hacerlo. Es una historia donde sabía que ella nunca me iba amar, no de la forma que yo quería. No quería meterla en un dilema donde solo sufriera. Ella te amaba, yo la amaba ella y ella era feliz contigo.
—También contigo.
—Lo sé, pero era una felicidad distinta. Ninguna que se compara a la que se comparte entre enamorados, ¿no?
No dije nada más, me quedé callado analizando.
(ღ)
Tomé el IPod y recorrí la lista de música que hice para ella. Mis ojos se detuvieron en la última canción, aquella que yo no había colocado.
Claris los miró sentada desde el sillón, a Mari a su lado y a Fredi parado a su lado.
—¿Saben algo sobre poner canciones en un IPod? —les preguntó. Había escuchado una canción en la calle y quería ponerla para alguien.
Mari compartió una mirada cómplice con su novio antes de girarse hacia ella y sonreír.
Con lentitud presioné en ella y las notas comenzaron.
Enchanted — Taylor Swift
Dejé el IPod sobre mi pecho y tumbé mis brazos en la cama, mirando hacia el techo cerré mis ojos.
"As i was leaving too soon"
(Ya que me fui demasiado pronto)
Demasiado pronto.
"I was enchanted to meet you "
(Me encantó conocerte)
Las lágrimas cayeron por mi mejilla.
"Yo también estoy encantado de conocerte, bonita"
Repetí en mi cabeza como si ella pudiera escucharme.
Y escuché una y otra vez la canción hasta que la batería se agotará y el corazón dejará de doler. Pero no estaba seguro de si eso último pasaría, tal vez tendrían que pasar muchos años para saber la respuesta.
Por el momento quedaría la duda.
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