Capítulo 29
29
Will
—La besó.
Alex alejó su mano de mi hombro, atónito. Y miró hacia donde estaban ellos.
Inhalé ruidosamente.
—Fue apenas un roce y menos de un segundo, antes de separarse. Creo que él esperaba alguno movimiento por parte de ella, y no lo hubo. Eso me dio la respuesta que necesitaba ¿sabes?, pero aun así no quita el hecho de que él sintió sus labios sobre los de ella.
—¿Que? No, Will seguro viste mal o...
—No, no vi mal. Vi lo suficiente para saber lo necesario.
—¿Cuándo?, yo...—el pobre no sabía que decir. Se quedó sin palabras.
Y contestando a su pregunta, fue esa misma tarde antes de partir a la casa de sus abuelos. Llegué minutos antes de lo previsto. Y no sé si para bien o para mal.
Detuve el coche un poco atrás de que quedara enfrente de su casa, lo suficiente para que ellos no pudieran verme, pero yo sí a ellos. Platicaban normal, y no sentí la necesidad de interrumpir, al fin y al cabo, él era su amigo y no se verían en días. Mantenía mi mano izquierda en el volante y la derecha en la palanca de velocidad. Así permanecí varios minutos, viendo sin mucho interés.
Hasta que sucedió.
Mis ojos ardieron en fuego y rabia, mi mandíbula se tensó y apreté el volante casi queriendo romperlo cuando él acercó su asquerosa boca a mi chica.
¿Quién demonios se creía?
Tuve tantas ganas de bajarme del coche alejarlo de ella y romperle la cara en ese preciso momento, pero me contuve.
Ella no tuvo expresión alguna en su rostro. Nada. Ni siquiera había cerrado sus ojos y se quedó quieta.
Alejé mi vista de ellos y encendí el auto, dándome revesa para irme.
No temía por lo que Claris sintiera por mí, jamás lo dudaría.
Ni por lo que Marco sintiera por ella.
—¿Por qué tuvo que fijarse en ella también? —giré mi rostro a Alex, rendido. Luego de terminar de contarle lo que pasó.
A veces me sentía egoísta y no sabía por qué.
—No tengo respuesta a ello, Will —bajó un poco el tono de su voz inclinando su cabeza adelante.
—Siento que pareciera que...
—No, escúchame —me interrumpió, tomándome por el brazo—. Se que lo que vas a decir, así ni pienses terminar esa frase. No tienes por qué sentirte culpable. No sabias que Marco la conocía ni que podía enamorarse de ella.
Enamorarse era una palabra muy fuerte.
—Pero cuando lo supe pude alejarme y no lo hice.
—¿Y lo ibas a hacer así? ¿Sin más? ¿Qué le hubieras dicho a ella? ¿Que siempre no y que ibas a mudarte al otro lado del mundo sin importarte el cuanto iba a sufrir? No te enamoraste solo, Will. ¿Dónde queda ella?
Tenia razón.
No era el único en esto.
—No tienes por qué dudar, y menos después de tantos meses en los que ella te ha demostrado la intensidad con la que te ama o, ¿acaso no lo ha hecho?
Junté mis cejas y sonreí conmovido.
—Si, lo ha hecho.
Claris
—Ya no estabas —comencé.
—Solo fui a platicar un rato con un conocido —respondió.
—¿Fue divertido?
—Fue chistoso verlos, sí.
—Me alegro que la hayas pasado bien.
Sentí como hizo un gim que provocó que la parte superior de su cuerpo se moviera.
Esa noche era linda.
Tranquila.
E inolvidable para mí.
Hace unos meses deseaba sentirme acompañada, tener amigos y salir a fiestas. Y esa misma noche podía decir a los cuatro vientos que era feliz. Y lo seguiría siendo teniéndolos a ellos.
—¿Marco?
—¿Mm?
—¿Eres feliz?
—Si, teniéndote aquí lo soy.
No me esperaba esa respuesta.
—Y teniendo a los chicos también —completó. Reímos los dos, calme mi risa poco a poco hasta volver a quedar en silencio, pero no por mucho. Llevé mi vista en el suelo y lo dejé ir.
—Voy a mudarme —confesé.
Yo también era feliz ahí, pero quería un cambio.
Quite mi cabeza de su hombro sintiendo su mirada.
—¿Que? —percibí el shock en sus palabras—. ¿A dónde?
—Con mis abuelos —inhalé y gira mi rostro. Su mirada intentaba encontrar algo que le hiciera entender mis palabras—. El viaje a navidad me hizo ver que talvez lo mío no está aquí en la ciudad. Y quiero intentarlo.
—¿No eres feliz aquí?
—Lo soy, no tengo duda de eso.
—¿Tu madre...?
Pasé saliva y me encogí de hombros.
—Está de acuerdo.
Lo había platicado con ella y ella decía que me apoyaba, que chance trabajaría unos meses más acá y luego me seguiría.
—No lo entiendo —sus ojos inquietos me apretujaron el corazón.
—No hay nada que entender, Marco —Sonreí leve.
—¿Cuándo te mudaras? —negué con mi cabeza en son de "No lo sé"—. Pero regresaras, ¿no? Más adelante.
Apreté mis labios e hice una mueca.
—Vendré de visita.
No estaba segura si iba a ser definitivo o solo algo temporal. Y aunque mis palabras sonaron seguras, sus ojos parecieron no creerme. Me apresuré a envolver una de sus manos y darle un suave apretón a esta.
—Lo prometo.
Sentí el apretón de regreso.
Iba a cumplirlo.
Yo siempre cumplía mis promesas.
Marco miró hacia abajo y parpadeo varias veces:
—Es extraño. Imaginar que te vas a ir, y ya no te voy a ver me genera, una sensación que no puedo explicar —negó con la cabeza, intentando encontrar las palabras correctas—. Es diferente.
—Sé a lo que te refieres. Lo que pasa es que es del concepto "Diferente, diferente" ¿no?
Frunció un poco su seño y me miró confundido.
—Es cuando experimentas algo que nunca lo has hecho y no encuentras palabras para describirlo, entonces te preguntan "¿Y cómo es?" Tu respuesta será "Diferente, diferente" —expliqué—. Puedes darle el significado que quieras.
Gracias a Will lo comprendí y puede darle un nombre a aquello que muchas veces no podía describir.
Podía ser un Genial.
O un Diablos.
Podía ser lo que quisiéramos que fuera.
Sonrió leve y sin pedir permiso me jaló a hacia él envolviéndome en un abrazo. Mi cabeza quedó en su hombro derecho. Dejando mi cabeza en dirección a la puerta de la casa donde divisé a Will parado.
Marco me apretó a él y despacio subí mis manos a su espalda.
Will sonrió apenas y yo hice lo mismo.
Sabia en el fondo que él lo había visto aquella vez y que aun así no se alejó, lo amaba y eso me hacía sentir tranquila.
(ღ)
Los días de enero pasaron en un abrir y cerrar de ojos.
Días en los que Will vino a comer a casa y en las cenas junto con mamá no faltaron las risas.
Días en los que salí cada jueves a una cafetería con Marco para hablar sobre libros o nuestros días.
Días en los que ayudé Mari a estudiar para su examen de biología y Fredi traía comida al final de ello.
Días en los que también ayudé a Will a repasar para sus exámenes. Ahí juntos en la sala de su casa. Mirándolo sentada mientras el caminaba de un lado a otro contestando la preguntaba que le había hecho.
Días en los que Alex me ayudó con unas compras en línea para mamá y a mí a conseguir una consola pequeña para discos. También lo acompañé a comprar materiales para sus clases de arte y me enseñó varias cosas.
Días en los que Marco y yo escuchamos juntos a través de una videollamada, aquel disco de música que me regaló en Navidad.
Días en los que Will y yo escuchamos música, acostados en el jardín de su casa con los brazos estirados y compartiendo los audífonos sin importarnos nada mientras le dábamos formas a las nubes. Para él ya era más fácil dárselas y me hacía sentir orgullosa.
Solo éramos nosotros dos.
¿Qué más se podía pedir?
Así era hoy.
Con unas cuantas diferencias.
Número uno: estábamos sentados en la esquina de mi casa y no en su jardín, pero igual era lindo.
Y número dos: no le dábamos formas a las nubes, solo disfrutábamos de la música y de nuestra compañía.
Will tenía la mirada entre sus piernas dobladas y sus brazos encima de sus rodillas.
Yo detallaba su perfil como si nunca lo hubiera hecho.
Podía hacerlo durante horas, creo que ahora era mi pasatiempo favorito.
—Me desgastare si continúas viéndome así —habló sin levantar la mirada.
—No te estaba viendo.
Me miró y alzó una ceja.
—¿Qué?
—Que no sabes mentir. Cualquier persona podría sentir tremenda mirada, parecía que querías atravesarme con ella.
Sentí mis mejillas calientes.
Respire hondo y volteé mi rostro hacia enfrente para evitar que se diera cuenta.
—Claro que no —dije al final.
Will
Sonreí dándome cuenta de que le estaba dando pena.
—No tienes por qué sentir pena, todos quieren verme.
Me miró y rodeo los ojos divertida.
—En tus sueños será.
—También.
—¿Cómo esta Pequis?
—Muy bien, he hecho un trabajo extraordinario.
—Me alegro mucho, Mevak también está muy bien.
He cuidado ese cactus mas que cualquier cosa en mi vida, y todo por ella.
Tomé su barbilla entre mis dedos índice y pulgar y acerqué mis labios a los suyos. Dejé un beso casto y sonreí mirándola a los ojos.
Volví a dejar otro y otro sin cansarme.
Besos entre risas.
—¿Sabes algo? —dijo luego de uno, recostando mi frente a la suya.
—¿Qué?
—Cuando te conocí solo pensé que eras un chico al que no volvería a ver. Jamás creí que te volverías una pieza importante en mi vida.
Lamí mis labios.
—Y jamás creí que iba a cumplir aquella lista de deseos que hice desde los 12. Aunque solo me falte uno para acabarla.
—¿Cuál?
Se quedó callada y tomó distancia.
Tomó una gran inhalación y sonrió:
—Ir a la playa.
Fruncí mi entrecejo, confundido.
—¿La playa? —pregunté.
—Aja —asintió sin borrar su sonrisa—Es mi último deseo. Sé que es algo tonto ya que todo el mundo ha visto el mar, pero...
Bajó la cabeza un tanto apenada por admitir en pocas palabras que nunca había ido a la playa, pero yo no lo encontré tonto.
Sino especial, único como ella.
—Vamos —la interrumpí.
—¿Qué? —alzó su mirada, dejándome ver sus ojos curiosos.
—Vayamos, si es lo que quieres, hagámoslo —tomé una de sus manos para después levantarme obligándola hacerlo también—. Andando.
Claris
Me jaló sin esperar respuesta de mi parte.
—¿Ahora? —lo detuve.
Estaba sorprendida. Había dicho que quería ir a la playa, pero no me refería a que fuera en ese preciso momento.
—Si, ¿por qué? —se giró a mirarme.
—Bueno...es que yo no me refería ahora mismo.
—Es tú deseo, así que ¿por qué no cumplirlo ahora? —sonrió al mirar mi cara pasmada talvez, alzó sus llaves—. Tengo un auto y si quisieras ir a la tienda de la esquina de tu casa, si es que hubiera —bromeo sacándome una sonrisa—. O ir al otro lado del mundo, e incluso a Júpiter sin importar la hora, créeme que estaría dispuesto a llevarte. Encontraría la forma de hacerlo.
Mi expresión cambio de sorprendida a emoción pura al sentir latir mi corazón por él.
(ღ)
El cielo era hermoso.
Ese calorcito que se sentía por el mar y la arena era agradable.
No podía dejar de ver aquellos colores que iluminaban el cielo. El viento nos acompañaba moviendo con continuidad mi pelo.
En cuanto llegamos, quedé pasmada al ver tremenda belleza. Caminar descalza sintiendo la arena tocar mis pies junto a Will.
Se sentía hermoso, como caminar sobre las nubes.
—¿He cumplido todos tus deseos? —Willy preguntó solo para nosotros dos mientras veíamos el mar.
—Cada uno de ellos, cariño —respondí.
—¿Sabes? Yo tengo un deseo.
—¿Enserió?
—Si —miró hacia el atardecer y sonrío—. Amarte para siempre.
Creo que teníamos en común el mismo.
Ahí parados en la arena, dejé caer mi cabeza sobre su hombro. Hasta que fuera hora de regresar a casa.
(ღ)
Caminamos tomados de las manos hasta donde estaba el coche.
Al llegar ahí. No estaba su auto, en su lugar había dos bicicletas.
Una negra y una azul cielo con las llantas blancas, idéntica a la que usaba de niña.
—Tu madre me dijo que cuando eras niña solías salir a pasear con tu mejor amigo en sus Bicicletas. Que era algo que te gustaba hacer todos los días sin falta y, me di a la tarea de conseguir una idéntica para adulto, porque pequeña sigues siendo —se detuvo un segundo, alejando su mano de la mía, caminando de espaldas a las bicicletas—. Así que hoy volveremos a sentirnos niños, regresando a casa para comer.
Sonrió y se subió a la bicicleta negra.
¿Quién era este hombre que no dejaba de enamorarme cada día más?
William Brethan, recuérdelo.
Se giró a verme y alzó una ceja.
—¿No vienes?
Solté una risa y caminé feliz a la otra bicicleta.
Esperaba que no se me haya olvidado como se usaban.
(ღ)
Íbamos por las calles de mi vecindario. El cielo se había nublado un poco en el transcurso del camino.
No había carros así que podíamos sentirnos los dueños de las calles.
Me sentía a como cuando niña, no podía para de reír y sonreír.
El viento golpeaba mi rostro mientras seguía pedaleando. Miré a Will y él me correspondió. Sonriendo gritó un:
—Woooo.
Haciendo un poco de eco en la calle.
Reímos.
Parecíamos dos chiquillos a los que sus madres habían dejado salir a jugar.
Me sentía feliz.
Me sentía plena.
Me sentía libre.
Me sentía viva.
NOTA
Holaaaaa, ¿Como están?
A nada de terminar esta hermosa historia.
Dejen muchos comentarios lindos.
Los quiero, nos leemos pronto.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top