Capítulo 20

20




Claris


Martes


Toc, toc, toc... toc.

Bajé el libro luego de escuchar los toques a la puerta.

—¿Quién?

Y luego de mi pregunta la puerta se abrió y un rostro sonriente se asomó.

—Yop —respondió.

Sonreí y solté una ligera risa que movió un poco mis hombros al darme cuenta que estaba poniendo en práctica lo de tocar antes de entrar.

Abrió totalmente la puerta.

—Traje fruta —alzo una loncherita.

Miércoles

Toc, toc, toc... toc.

La característica secuencia de toques en la puerta volvió. Incliné mi cabeza y pregunté:

—¿Quién?

Y obtuve la misma respuesta que el día anterior:

—Yop —respondió, Willy, asomando su cara. Terminó de entrar y así pude ver aquellas flores lindísimas que traía en sus manos.

Jueves


Toc, toc, toc... toc.

Claramente sabía de quien se trataba.

—¿Quién?

Y solo esperé a que se asomara.

—Yop —contestó con una sonrisa.

Will


Viernes


Cerré mi casillero y me di la vuelta hacia la salida.

Los pasillos de la universidad se encontraban ya casi vacíos. Y agradecía que no tenía entrenamiento porque me sentía fatal luego del examen sorpresa del día.

Solo quería ir con Claris y pasar la tarde charlando o escuchando música. Que más daba con tan solo estar con ella. Ella con tan solo su presencia me hacia olvidar lo malo. Necesitaba sobrevivir a las dos semanas de clases que quedaban antes de las vacaciones decembrinas y lo maestros estaban volviéndose locos con las calificaciones y a nosotros con ellos.

Los chicos aún más.

Me detuve para colocarme mis audífonos, le di play a la música y volví a avanzar.

A veces si me arrepiento de no haber comenzado la carrera al mismo tiempo que los demás. Porque mientras yo iba a mitad de segundo año de carrera, ellos iban a la mitad de su tercer año.

No era algo que dijera o le contara a los demás porque no iba con mi imagen, pero a veces tenía medio por el futuro.

Miedo a que, si no podía brillar en el fútbol, no lo haría en nada más.

Me daba miedo no poder estar a la altura de las perspectivas que tenían mis padres y mis abuelos con la empresa.

Sin embargo, ese arrepentimiento se iba al recordar que gracias a ello mi destino ya escrito se encontraba todavía lejos de mí.

Aquella angustia por el futuro había disminuido desde que aquel ser con pecas se había instalado en mi mente y mi corazón.

Sentí una mano jalarme por mi brazo derecho, logrando que me detuviera y volteara hacia ahí de inmediato.

Mis ojos se encontraron con Lu.

Observé como sus labios se movían, pero no lograba escuchar nada.

Quite mi audífono izquierdo.

—¿Perdón?

Ella sonrió.

—Te venía gritando desde hace unos minutos, pero no te detenías, ahora sé porque —miró el audífono en mi mano.

—Oh, lo siento —me quité el otro y los guardé en mi bolsa de la sudadera—. ¿Qué me decías?

—Nada, solo quería saludarte —alejó su mano de mi brazo del cual no me había percatado que seguía sosteniendo—. Uhm, ¿Cómo está Claris?

—Mucho mejor, gracias a dios.

—Me alegro, ¿ibas para allá?

—Si, voy con ella todas las tardes y vuelvo a casa cuando su madre llega.

Lu me dio un si despacio con su cabeza y alejó su mirada de mi al piso y moviéndola de vez en cuando.

—¿Quieres ir? —le propuse—. Seguro que a ella le encantaría verte. Le vendría bien otra visita femenina. Te puedo llevar a casa luego de ahí o podrías cenar con mis padres y conmigo como otras veces.

Sus cejas se alzaron un poco y sus labios se entreabrieron. Espere su respuesta, sin embargo, parecía dudar. Paseaba su mirada de aquí para allá.

—Si estás ocupada, entiendo.

Detuvo sus ojos en mí.

—La realidad es que tengo pendientes, pero talvez en otro momento podríamos salir —propuso con rapidez, tomando una de mis manos—. Juntos. Si no hay problema, claro.

La miré, sonreí y terminé asintiendo a la par que le daba un suave apretón a su mano.

—Seguro.

Alejé su mano de la mía y agarré la correa de su mochila.

—Bueno, solo quería saber que estabas bien y saludarte rápido, tengo que ir a mi última clase.

—De acuerdo.

—Adiós —se puso de puntas y plantó un pequeño beso en mi mejilla. No me dio tiempo a fruncir las cejas en disgusto o reclamar cuando ya caminaba en sentido contrario.

Miré el suelo un segundo, antes de gritarle:

—¡Lu!

Detuvo su paso y giro su cuerpo.

—¡Cuídate, mejor amiga!

Sonrió mostrado su dentadura.

—¡Tu igual, fortachón!

Correspondí su sonrisa y alcé mi mano. Para después verla alejarse.

Claris


Mantenía los ojos cerrados disfrutando de la ligera brisa que había.
La música me acompañaba.

Los últimos días Will se encargó de mostrarme más canciones.

Le pedí que colocara algunas de ellas en el IPod, pero se negó, la pregunta ¿Por qué? Salió de mis labios y con una sonrisa, respondió:

"Porque esas canciones que elegí y que están ahí son para ti, de alguna forma expresan lo que siento por ti y no quiero que lo olvides"

Cuando creía que ya no habría algo más con lo que él pudiera acelerar mi corazón, llegaba con algo nuevo que lo hacía latir más que la vez pasada.

Dijo que si quería las otras las podía reproducir en su celular cuando quisiera, así que no insistí. Y si, tenia razón. Esas canciones no solo expresaban lo bonito de su sentir, si no que cuando cerraba mis ojos podía sentirlo junto a mí.

Unos pasos me hicieron abrir los ojos y mirar atrás de mí. Mamá se acercaba con una sonrisa. Puse pausa a las canciones y sonríe.

—Hola, mi amor.

—Mamá.

Se poso a un lado mío, la mire desde mi altura sentada.

—El doctor tiene que checarte—exclamó, acomodando un mechón tras mi oreja—. Si quieres luego podemos volver.

Asentí y me levanté de la banca del jardín del hospital y regresamos adentro.

(ღ)


—Bueno—comenzó el doctor alejando el estetoscopio de mi espalda. Me coloque recta y espere a que continuará—. Estas mejor que la última vez, mucho mejor.

—¿Enserio?

Miro a mamá y asintió con una sonrisa.

—Es un poco extraño, pero sí. Tus análisis se mostraron mejor, lo cual me sorprende y, puedo decirte, que, si todo sigue igual durante el día, mañana mismo puedes regresar a tu casa.

Sonreí y mordí mi labio inferior.

—Y como siempre, ultimo chequeo y listo.

—Muchas gracias, doctor —mamá me abrazó tomándome por los costados de mis brazos y acercándome a ella.

El día transcurrió como siempre, sin embargo, me sentía más feliz.
Más feliz porque pronto iría a casa y a mi cama.

Mamá regresó al trabajo y Will llegó quince minutos después. Se quedaba hasta que Mamá regresaba, a veces lo veía hacer su tarea y otras tantas solo nos la pasábamos platicando justo como en ese instante.

Me mostraba lo que quería comprarse. Eran unos discos de música.

Pase mi vista del celular a él.

—Te gusta mucho la música ¿no?

—Es la tercera cosa que más amo.

Dejé pasar un segundo antes de preguntar:

—¿Cuáles son las otras dos?

Quitó su mirada de la pantalla y se centró en mí.

—Mis padres —confesó—. Y tú.

Provocó una sonrisa y baje mi rostro sintiendo mis mejillas calientes. Peine mi flequillo ligeramente.

—¿Y dónde queda el fútbol?

—Oh, esa es la cuarta.

Reí ante su respuesta.

Volvió a su celular y continuó hablando, pero yo solo recorría sus facciones y observaba sus labios moverse.

Realmente me gustaba, más de lo que pudiera haberme imaginado. Alzo su mirada y me cacho viéndolo. Llevé mi mano derecha a su mejilla y esparcí unas cuantas caricias en ella.

Al día siguiente el doctor realizó mi chequeo y fue hasta casi las seis de la tarde que una vez estuvo seguro de todo me dio de alta.

Mamá me trajo un cambio de ropa. Consistía en un conjunto deportivo blanco.

Le pedí a Will que si podíamos ir al pequeño jardín del hospital y sentarnos ahí mientras mamá entregaba unos papeles.

El sol estaba bajando.

Las manos me sudaban, me sentía inquieta y no podía verlo porque sabía que si lo hacía desistiría de mi decisión. Inhalé largo y hablé:

—Antes de irnos, quisiera contarte algo.

Compartimos mirada, pero no duro mucho tal acto cuando alejé mi vista de él centrándome hacía enfrente, llegó el momento de contarle.

—Había una vez una niña que era feliz con sus compañeritos de clase, que corría durante el recreo y siempre llegaba a casa con un raspón en las rodillas, pero que eso no la detenía para salir a jugar con su pequeño vecino y compañero de escuela, su mejor amigo —sonreí recordándolo—. Jugaban todo el tiempo sin descanso porque pensaban que no tendrían más tiempo para hacerlo. Todo iba bien, era perfecto, su mundo lo era.

Mi vista decayó y mi sonrisa igual.

—Pero un día él y su familia se mudaron, la niña comenzó a presentar dificultades para respirar, cada vez eran más frecuentes y fuertes, una presión en el pecho que no soportaba. Y todo estallo aquel día que la niña terminó en el hospital porque estaba muriendo a causa de eso.

Tomé aire y continué:

—Le hicieron análisis y resultó que sus pulmones no estaban bien—miré a Will—. Y que nunca lo estarían, creyendo que nada más podría empeorar tiempo después su padre murió, su madre quedó destrozada y la niña solo pensaba por qué dios estaba alejando a todos los que quería —una lagrima cayo por mi mejilla—. Fueron momentos duros para ambas y, aunque la chica creyó que todo iba bien no fue hasta que a los 12 cuando escuchó a su madre y al doctor hablar sobre aquel pequeño defecto en el corazón de ella del cual no sabía de su existencia. Y así sus esperanzas desaparecieron.

Baje la mirada.

—Creyó que jamás volvería a sentirse viva, hasta que unos ojos grises azulados se encontraron con los suyos, ¿Conoces a esa niña, Will?

Parpadeó despacio y de sus labios exclamó:

—Eres tú.

Lamí mi labio inferior y tomé sus manos.

—Si, soy yo—afirme su no pregunta.

—Dijiste que estabas bien, ¿era mentira?

—Estoy bien —recalque que lo estaba en ese momento.

—¿Tu corazón...?

Dejo la frase al aire y yo exhale hondo.

—Está bien, solo es un poco más delicado y por eso me hago análisis cada cierto tiempo. El detalle es que estoy enferma Will, y.... es algo que no podre cambiar.

Miré nuestras manos.

Esperaba que con lo siguiente que iba a decir comprendiera todo. No quería decirle de forma clara lo que pasaría.

Él era astuto e inteligente, lo comprendería.

—Todo tiene un límite y cuando se llega a ese límite, se apaga, cariño—levanté mi mirada y fueron segundos que vi su cara antes de que él me acercara a su cuerpo, en volviéndome con sus brazos.

Subí mis brazos a la mitad de su espalda y escondí la mitad de mi rostro entre su hombro.

—¿Cuánto? —susurró. Su voz entrecortada rompió mi corazón.

—No lo sé —respondí y sentí sus brazos apretarme—. Solo no te alejes —susurre—. No te vayas.

—No me voy a ir, bonita —susurró de vuelta—. Me quedaré a tu lado hoy y siempre.

Y con esas últimas palabras exhalé y lo apreté más contra mí.

Por fin me sentía tranquila.

(ღ)


Will estacionó el carro una vez llegamos a casa.

—Gracias por traernos, Will —agradeció mamá desde el asiento de atrás.

—Un gusto. Las ayudo—dijo, desabrochándose el cinturón.

Mamá baja y yo de igual manera. Will toma la bolsa donde traía mi ropa y otra más pequeña con papeles.

Caminé hacia la casa y ahogué un pequeño grito luego de que sentí como me alzaban como princesa. Inconscientemente pasé mi brazo izquierdo tras su cuello y lo miré sorprendida.

—¿Qué haces?

—Te llevo a tu habitación —sonrió.

—Puedo hacerlo sola.

—Lo sé, pero yo quiero hacerlo.

Mamá abrió la puerta y entramos. Comenzó a subir las escaleras a mi habitación y no pude resistirme a recostar mi cabeza en la parte de su hombro y pecho.

(ღ)


Will me acomodó la cobija y por último me trajo la cena.
Cuando probé el primer bocado casi soltaba con gemido de felicidad. Cuanto había extrañado la comida de mamá aun así haya sido solo una semana.

Will no quiso cenar, dijo que su madre lo esperaba en casa para cenar.

Se recostó en mi cama. Se puso de lado derecho y pasó su mano derecha bajo su cabeza usándola como "almohada". Yo también me gire de lado para quedar frente a él.

—¿Tienes que ir ya?

Asintió despacio. Subió su mano izquierda y con sus dedos acomodó mi flequillo.

—Tengo que terminar también un trabajo de la universidad y si no llego a cenar pronto Mamá me cuelga.

Su madre era lo más importante para él.
Agarré su mano izquierda e intenté envolverla entre mi mano izquierda mientras que la derecha la colocaba en su mejilla.

Bajé mi mirada de sus ojos a sus labios y comencé a acercarme a ellos. Sentí mis labios rozar los suyos.

—No me tortures.

Una media sonrisa se formó en mi cara.

—Bésame —su aliento chocó con mi rostro ante la cercanía.

—No —respondí.

Me gustaba llevarle la contraria con mis palabras.

Antes de que dijera algo, pegué mis labios a los suyos en un beso un poco menos delicado que las veces anteriores.

No era experta, pero necesitaba algo distinto.
Me atreví a dar un pequeño tirón a su labio y alargar más el beso.

Will


—Quisiera quedarme así —logré decir entre el beso.

—Entonces quédate —pidió rozando nuestras narices.
Pase saliva y abrí los ojos. Ella aun los mantenía cerrados sin alejar su mano derecha de mi mejilla.

—Me encantaría, pero tengo que ir casa.

Abrió sus ojos y se encontraron con los míos.

—Dijiste que te quedarías a mi lado.

Solté una media sonrisa.

—Bueno, iré a cenar con mamá y regresaré, entraré por la puerta trasera.

—No tenemos puerta trasera —recalcó.

—Entonces por la chimenea —me regaló una sonrisa—. Descansa, ¿ok? —acaricié su pelo.

—Mgim.

—Volveré mañana —me incliné a darle un beso en la frente antes de levantarme y salir.

(ღ)


Estacioné el auto.

Apreté el volante y miré hacia afuera. Solté un pequeño suspiro y bajé.

Sin detener mi paso camine directo al consultorio del señor Harrison. Quien al abrir la puerta y verme, se sorprendió.

—Necesito preguntarle algo —hablé.

Ella me lo había contado, sin embargo, necesitaba que me lo dijeran de forma clara y con todas sus letras. Porque solo de esa forma lo aceptaría.

—¿Qué es lo que realmente tiene? —fui claro una vez estuve sentado frente a su escritorio.

—William —expresó en un tono de que no debería decirme, pero yo necesitaba saberlo.

Puse mis manos encima de su escritorio acercándome un poco más.

—Por favor, dímelo.

Exhalo y comenzó a contar todo. Lo mismo que Claris dijo, pero más específico.

—Ella dijo que su corazón era delicado —comenté mirando el escritorio—, y que tenía un pequeño defecto.

Alcé mi vista y doctor Harrison asintió frunciendo sus labios.

—Nunca se pudo hacer operación por lo tarde que se lo diagnosticaron y de ser haber sido posible no era lo mejor en su caso —se detuvo y alzó su hombro rendido moviendo su cabeza de un lado a otro—. Will, sé a dónde quieres llegar y lo que estas pensando, pero quiero que sepas que esta mejor así.

—¿Esta diciendo que es mejor que este muriendo? ¿Qué este perdiendo a la mujer que amo?

Parpadee despacio y pase saliva sintiendo un nudo en mi garganta.

—Lo que estoy diciendo es que es mejor que disfrute, experimente y sea feliz, a que este en una cama sufriendo. Llegado el momento una u otra cosa fallará obligándola a que vuelva a esa cama de hospital —continuo—, y me pedirás que te de soluciones y créeme que las he buscado, sin embargo, ninguno asegura nada.

—Entonces...

Mi mente lo estaba comprendiendo y con temor lo miré.

Tomo una bocada de aire y bajo la mirada, con las manos entrelazadas, se inclinó hacia delante.

—Cunado el momento y sus pulmones no soporten más o su corazón —levantó la mirada, y sus palabras fueron un golpe directo a mi corazón—, provocaran que entre en un estado de coma dejándola dormida.

Un balde de agua fría fue lo que sentí al escucharlo.

Sentí como si me hubiera aventado a un hoyo profundo de donde jamás podría salir.

Me quede ido sin poder aceptar que algún día dejaría de verla sonreír y que en su lugar la miraría dormir para nunca más volver a despertar.

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