Capítulo 19




19





Will


Sentía que el corazón estaba a punto de salirse de mi pecho.

Aparqué el carro los más rápido que pude casi mal. Y entré corriendo al hospital, sintiendo el tiempo encima.

Parecía que no sentía el mundo y todo se hubiera tornado lento entre más rápido quería ir.

Sentía como si mi espacio se estuviera reduciendo, necesitaba verla.

Apenas colgué aquella llamada, me puse un abrigo y salí, sin importar como venía vestido.

Sin tocar la puerta de aquella habitación, entré.

Varios pares de ojos se detuvieron en mi enseguida. Y yo solo la busqué a ella. Quien me miró de inmediato, alejando su mirada de su brazo donde al parecer le estaban colocando algo.

Sin importarme nada me acerqué hasta ella y la abracé. Cerré mis ojos y logré sentir la tranquilidad volviendo a mi cuerpo, pero no al cien por ciento.

Sentir su calor.

Percibir su aroma.

Saber que estaba aquí. Que seguía aquí.

Me hizo volver a respirar.

—Claris —susurré.

Me separé y puse mi mano en su rostro mientras con la otra tomé una de las suyas.

—¿Estás bien? —le cuestioné, con el corazón acelerado aún por la corrida, mis ojos inquietos intentando encontrar algo mal en ella—. No sabes cuanto me asuste al... al, recibir la llamada de tu madre, y yo solo...

—Will —me interrumpió, colocando una de sus manos encima de mi mano izquierda, la cual aún tenía en su rostro—. Todo está bien, yo estoy bien.

—¿De verdad?

Ella bajo un instante su mirada y luego la subió a la mía de nuevo, y asintió despacio.

Junte nuestras frentes. Nuestras respiraciones se coordinaron.

Si, estaba bien.

—Joven —una voz femenina nos hizo alejarnos y mirarla. Era una enfermera—. Perdón por interrumpir, pero —señaló el brazo de Claris y miré hacia ahí cayendo en cuenta que interrumpí su labor.

Me levanté enseguida.

—Lo siento.

—No se preocupe —me regalo una sonrisa amable—. Será rápido.

Volvió a su labor. Claris recostó bien su cara y me sonrío.

Y sonreí de vuelta al verla bien.


(ღ)


—Estoy bien, enserió —trató por milésima vez de convencerme para que fuera a casa—. Puedes ir casa, mamá estará aquí conmigo, aparte tus padres podrían preocuparse.

Dijo que se había desmayado y su madre llamo a una ambulancia porque no despertaba. Ahora estaba bien, pero algo que hacía no sentirme tranquilo ni a gusto yéndome y dejándola aquí.

No quería irme.

Y no lo haría.

Jamás.

Que me obliguen.

—Ya les mandé mensaje —contesté, no me iba a ganar—. Y no me iré de aquí hasta escuchar con mis propios oídos que el doctor diga que estás totalmente bien, así que le haré compañía a tu madre.

—Pero...

—Shhh —acaricié suavemente su pelo—. Ya no insistas —me incliné hacia ella y dejé un pequeño beso en sus labios.

Y me quedé así, contemplándola, admirándola, pasando mi mano por mi pelo para sentir la suavidad de este. Luego por su pómulo, por su mandíbula, y luego subí a sus labios y acaricié con mi pulgar su labio inferior.

Era hermosa, ¿cómo podía existir alguien como ella?

Realmente era el mas afortunado por tenerla.

—¿Como esta mi paciente? —exclamaron, en la puerta.

A la par que entraba.

Esa voz la conocía.

Pare en seco y giré mi cabeza sin tomar distancia con Claris. Miré al doctor y él me miró de vuelta.

—¿Will?

—¿Señor Harrison?

Claris alternó su mirada curiosa entre ambos.

—¿Qué haces aquí? —continuó el señor Harrison acercándose. Observó la posición en la que estaba y me coloqué recto.

—Es mi novio —intervino, Claris. Aclarándole el pequeño e importante detalle.

El doctor Harrison alternó su vista de ella a mí, y abrió su boca en una sonrisa moviendo su cabeza de arriba abajo.

—Pero que pequeño es el mundo —finalizó.


(ღ)


—Nunca me imaginé que tú fueras novio de Claris.

Si, y quien iba a decir que el padrastro de Alex era el doctor de mi novia.

Caminábamos por uno de los pasillos del hospital.

—Y yo que usted fuera su doctor, estoy tranquilo de que lo sea, porque sé que está en buenas manos.

Soltó un sonido como de obviedad.

Metí mis manos a los bolsillos de mi suéter.

—¿Ella está bien? —mi pregunta hizo que sus ojos dieran en mí. Talvez no se la esperaba. Frunció sus cejas, escuchándome—. Ella dijo que se había desmayado y como no despertaba su madre llamó a la ambulancia. Solo quiero saber si todo está en orden.

Alejó su mirada hacia enfrente y tardo unos segundos.

—¿Señor Harrison?

—Ella está bien, Will—me miró de vuelta y sonrió muy ligeramente—. Todo está en orden.

Volví a respirar. Moví levemente mi cabeza arriba, abajo.

—Gracias.

—No hay de que, por cierto, lindo atuendo —concluyó, sin verme y caminando delante de mí dejándome atrás.

Miré mi ropa y volví a darme en cuenta de que venía en pijama.

—Mm, como sea me veo guapo —dije, retomando mi paso para alcanzar al doctor.


Claris


Cerré los ojos e inhalé.

Una vez más estaba aquí.

Lo mismo de siempre.

Ahora solo tenía estos tubitos pequeños en mi nariz. No eran nada incómodos, lo único incomodo era la intravenosa en mi mano izquierda por donde pasaba el suero y los medicamentos que me ponían.

No podía hacer nada más, solo esperar a que el doctor diera foquito verde y que me diera de alta o no.

Ya no sabía.

La puerta de la habitación fue abierta logrando que alejara mi vista de la aguja en mi mano.

William se seguía viendo guapo aun en pijama. Quien pudiera ser él, ¿no?

—Hola, cariño —saludé, viéndolo llegar a mi lado.

Sonrió enseguida al escuchar el apodo.

—Hola, otra vez, ¿cómo te sientes, bonita?

—Bien, mucho mejor.

Asiento despacio y después miro al rededor.

Era el mismo cuarto en el habíamos tenido aquella noche de películas, la misma donde inició parte de nuestra historia.

—Bonito cuarto —repitió aquello mismo que dijo, sonriendo.

Sonreí de la misma forma, recordándolo.

—No puedes entrar así sin más a los cuartos —"reclamé", siguiendo el recuerdo.

—Puedo hacerlo.

—No, no puedes, tienes que preguntar o avisar primero.

Negó divertido

—Es enserió —afirmé saliéndome del camino—. Podría estar en una situación comprometedora.

—Si es conmigo no tengo problema —dio una sonrisa de lado y levantó sus cejas.

—Tienes que tocar y preguntar ¿ok? —ignoré su comentario anterior, no quería sonrojarme.

—Lo voy a pensar.

Me moví dejándole un espacio en la cama para que se sentara.

—Iré a casa en cuanto tu madre regrese —continuó, subiendo su pierna derecha a la cama—. Solo iré a cambiarme, será rápido.

Bajé la mirada y tomé una de sus manos. Sus manos eran grandes y suaves. Eran lindas, así como todo él lo era.
Hice una de las comisuras de mis labios hacia un lado rápido y fruncí mis labios.

—¿Qué pasa? —su voz me hizo mirarlo—. ¿Te sientes mal? ¿Quieres que llame al doctor?

—No, no me siento mal —aclaré rápido—. Me siento apenada, hoy sería la cena con tus padres y por mi culpa no podrá ser.

Sonrió dulcemente y ladeo un poco su cabeza.

—No tienes por qué sentirte así, los imprevistos pasan. Podemos tener la cena luego estoy seguro que mis padres entenderán la situación.

Deje caer mi cabeza hacia mi lado derecho.

Acerco su otra mano a mí y acomodo mi flequillo. Cerré mis ojos, disfrutando de sus caricias.


(ღ)


Will se había ido ya hacia unas horas. Mamá me había traído unos libros para que el tiempo pasara más rápido para mí y también trajo el IPod.

Entre los libros trajo el que Marco me prestó, estaba por terminarlo.

Mamá salió de la habitación justo después de que le entrara una llamada. Unos cinco minutos.

Le di vuelta a la siguiente página del libro al mismo tiempo que empezaba otra canción. Alce la vista de él, cuando la puerta se abrió. Y mamá me miraba con una sonrisa.

—¿Todo bien?

—Todo bien, amor. Solo que alguien quiere verte —se hizo a un lado y detrás de ella venía el invitado especial.

—Me dijeron que aquí era ¿el club de lectura? —exclamó Marco, alzando el libro que yo le presté. Y sonriendo al final.

Sonreí también.


(ღ)


Marco tomó un banquito que había en la habitación y lo colocó a un lado de mi camilla para ahí sentarse y leer juntos.

Permanecimos así unos 45 minutos. Luego dejamos los libros de lado y platicamos como si nada pasara, como si estuviéramos en un parque y no en la habitación de un hospital.

—Llegando a casa tendré que organizar mi pequeño estudio.

—¿Es aquel en que estabas con tu guitarra? —pregunté.

—Si, es más que nada un cuarto que no usamos en casa, y el mío está a punto de reventar por tanta cosa así que lo aprovecharé.

—No te va la organización, ¿mm?

—Noup.

—¿Y qué tal tu hermana? Dijiste que te había llamado y que la notaste desanimada, ¿ya está mejor?

—Si, ya. Creo que son cosas que pasan ¿no? —alzó sus hombros.

—Creo que siempre será difícil vivir en otro lado sin las personas que quieres a pesar del tiempo que lleves ahí.

—Lo es.

Se paro del banquito y me miro desde su altura.

No dijo nada, solo me veía.

Parecía que estuviera apreciándome, detallándome. Intentando memorizar cada una de mis facciones.

No era que me sintiera incomoda o rara que lo hiciera, solo que era algo nuevo de su parte.

Nunca lo había hecho.

Me centré en sus ojos, aquellos que, aunque su rostro pudiera intimidarte cuando estaba serio, solo era necesario verlos para sentirte tranquilo.

—¿Qué pasa? —pregunté, en voz baja.


Marco


Como podía decirle que estaba aterrado, que cuando su madre me marco mi mundo se desmoronó y sentí un miedo que nunca antes había sentido. Y que aun sentía.

Si, tenía miedo.

Miedo a que se fuera.

Miedo a no volver a verla.

Miedo a perderla.

Sin embargo, ella necesitaba fuerza para seguir, fuerza no dejarse vencer y eso estaba dispuesto a darle.

Acaricié con mi mirada su rostro y por un segundo quise pasar mis labios por cada rincón de él dejando un beso.

Pero no podía decirle aquello. Así que le dije algo que siempre he pensado desde el día uno.

—Nada, es que...—miré un segundo hacia otro lado y regresé—. Eres hermosa.


Claris


Separé mis labios ante sus palabras, tomándome por sorpresa su halago.

Talvez tenía unas horribles ojeras, los labios secos, el pelo despeinado y aun así él decía que era hermosa.

—Gracias, pero seguro ¿que estos cabellos me hacen ver bien? —señalé mi pelo, riendo.

—No lo había pensado, creo que no —Bromeó—. Es broma, por supuesto que te hacen ver bien.

—Tú también te ves bien.

Iba a decir algo más pero justo entró una enfermera a checarme y todo. No tardo casi nada y así como entró, salió, dejándonos otra vez solos.

Cerré un momento los ojos y moví mi cabeza en su dirección. No se movió ni un segundo de su lugar.

Me sentía un poco cansada. Siempre que volvía aquí las primeras horas no dormía nada, pero también era a causa del medicamento.

Me percaté de su mirada.

Ya no era la mirada divertida, feliz y espontánea de hace segundos atrás. Ahora era una mirada que expresaba preocupación y que intentaba camuflar con una sonrisa.

Sabía cómo se sentía. Hacía tan solo unas horas atrás que le platiqué lo que tenía y que ahora me viera aquí, deducía que pasaba por su mente.

El tiempo.

—Estoy bien, torpe —le dije.

Inhaló sin borrar su sonrisa y colocó su mano izquierda en mi cabeza, acariciándola. Después bajo un poco sus dedos a un lado de mi mejilla.

—Si, lo estás, ya no cabe duda.

Reímos y justo la puerta fue abierta.


Will


No me moví, solo podía observa su mano en la cabeza de ella, tal vez una pose en que si alguien que no nos conocía entraba podría pensar que son pareja. Llámenme exagerado si quieren, pero así yo lo veía.

La sonrisa de él se relajó un poco, al verme.

Obvio me gané sus miradas al abrir la puerta sin llamar antes. Y aunque no me gustó lo que veía, no era ni el momento ni el lugar para montar una tonta escena de celos.

Así que respiré, actué normal y entré, sin cerrar la puerta.

—Hola —saludé por cortesía—. Pensé que estabas sola.

Ella en ningún momento dejó de sonreír.

Fijé mi mirada en él, esperando a que dijera algo. Porque parecía que no tenia intenciones de hacer nada.

—Yo... ya me iba, solo quería comprobar que estuvieras bien y ya lo hice —Marco se dirigió a ella alejando la mano de su cabeza—. Vendré después, ¿ok?

—Ok, cuídate, torpe.

—Sip, tú igual.

Dio unos pasos atrás, metió sus manos a los bolsillos de su pantalón. Sus ojos se encontraron con los míos y pasó por mi lado, lo seguí con la mirada hasta que ya no pudiera. Escuché la puerta cerrarse detrás de mí y regresé a Pequitas.

—Creo que a partir de ahora si tocaré la puerta —dije con una sonrisa.

—Ven —me ofreció su mano.

Me acerqué a ella.

—Mamá te manda esto —coloqué en su mano una caja de regalo.

—¿Qué es?

—Ábrelo para que lo descubras.

La abrió y sacó de ella un suéter café con cuello de tortuga.

—Wow, es hermoso.

—Dice que espera que te recuperes pronto y que te espera con los brazos abiertos al igual que papá.

Me dedicó una mirada enternecida, bajando el suéter hasta su regazo.

—Así que, recupérate pronto —pinche su nariz con mi dedo índice.

Sonrió leve y bajo la mirada, concentrándose en guardar nuevamente el suéter en la caja.

Me senté en el banquito que había. Noté un libro en el pequeño mueble a lado de su cama. Lo tomé y leí el título.

—¿Es tuyo? —le pregunté dirigiendo mi vista del libro a ella. Claris detuvo su labor y me miró.

—Oh, si, solo que se lo presté a Marco y se le ha olvidado.

Parpadeé un par de veces y moví mi cabeza, comprendiendo. Dejé el libro donde lo encontré y entrelacé mis manos.

—¿Como lo conociste? —pregunté, refiriéndome a Marco. No podía evitar más ese tema. Y menos cuando el susodicho al parecer era muy buen amigo de mi novia.

—Fue un día en el supermercado, estaba intentando tomar una caja de cereal de la parte de arriba y él me ayudo —explicó sencillamente—. Luego nos encontramos varias veces y terminamos intercambiando números.

—Se llevan muy bien.

Movió frenéticamente su cabeza dándome un sí.

—Es mi mejor amigo.

Creí que yo era.

—Y yo tu primer novio.

Noté que intento reprimir una sonrisa. Me pasé una mano por mi cabello y exhalé, sintiéndome ya mejor.

Terminó de cerrar la caja y poso sus manos encima de ella.

—¿Puedo preguntar algo?

—Ya lo hiciste.

—Me refiero a otra, tonto.

—Astuto, más bien —guiñe un ojo—. Pero si, adelante, sabes que puedes preguntar lo que sea.

Centró su mirada hacia otra parte pensando en cómo formular la pregunta.

—¿Estás pensando como pedirme matrimonio y crees que te voy a decir que no? —interrumpí en sus pensamientos.

—No.

—Ou, ¿cómo qué no?

Soltó una risita y recostó su espalda en la cama.

—Sé que me dirías que si —dijo, y alcé mis cejas luego de escucharla.

Tomamos unos minutos de silencio hasta que volvió a hablar:

—Sé que tu relación con Marco no es la mejor, ¿Por qué?

Directa, justo a lo que quería saber.

—¿Por qué quieres saberlo?

—Quiero saber porque mi novio y mi mejor amigo no se llevan bien.

Fruncí mis labios y me acerqué más ella.

—Es un tema largo.

—Creo que tenemos bastante tiempo, ¿no lo crees?

Inspiré y me tomé unos segundos para saber por dónde comenzar.

—En la universidad se comenzó a crear una especie de rivalidad entre ambos por lo del fútbol—comencé, pero, así como lo hice pare y humedecí mis labios—. Y como sabes somos los mejores, y la gente cuando ve a dos personas buenas en un mismo ámbito, les da por crear esta barrera entre ambos por ver quien es mejor, como si no pudieran ser amigos y tuvieran que ser si o si rivales ¿sabes? Las veces que intentamos "ser amigos" o por lo menos llevarnos bien, comenzaban esos comentarios que, no sé, ¿nos alejaban?

Me escuchaba atenta y no quitó ni un segundo sus ojos de mí.

—Y desde entonces inconscientemente adoptamos esa rivalidad, que pareciera que donde esta uno no puede estar el otro, lo peor es que arrastramos a nuestros amigos a todo esto y, por eso se nos es difícil, se me es difícil —me corregí, porque hablaba por mi—, entablar una mínima relación con él. Es como si no pudiera, como si algo dentro de mí se reusara a dejar esta rivalidad. Por costumbre ¿talvez? No lo sé.

Creo que me explique fatal.

Exhaló y movió sus manos prosiguiendo a hablar.

—Yo creo que, si se dieran la oportunidad de conocerse bien, ambos —recalcó la última palabra—. Más allá de lo que escuchan por otras personas, lograrían ser muy buenos amigos. Nunca es tarde, cariño.

Las comisuras de mis labios dieron hacia abajo y después sonreí.

—Claro.

Metió su mano debajo de su almohada y saco el IPod.

—¿Quieres escuchar música conmigo? —preguntó en un tono tímido.

Mmm, ahora quería arreglar mi ánimo.


¿Qué haría yo sin ella?

Me "acosté" a su lado y escuchamos música mientras platicábamos durante el resto de las horas.


Claris


El fin de semana se fue rápido y la semana iba comenzando.

Sabia todo el proceso que llevaría, pero era fastidioso y más cuando dormías con la cama casi sentada.

Los chicos se enteraron sobre que estaba en el hospital y Mari vino tan rápido como pudo el domingo, la tuve pegada a mi hombro en un abrazo casi toda su estadía, mientras que yo le daba unos pequeños golpecitos en su espalda calmándola.

Fredi no puedo asistir por asuntos personales, pero me hizo llegar su mensaje de que vendría lo más pronto a visitarme y Alex acompañó a Will durante la visita.

Todo había estado normal y la habitación estuvo tranquila, hasta que tuve a los 4 al mismo tiempo en mi habitación.

—Te dije que esas no —Fredi le reclamaba a Alex cuando este sacó unas velas aromáticas que me habían traído de regalo.

—Mari estuvo de acuerdo y fue dos contra uno —informó simple y sencillamente.

Intercalaba la mirada entre ambos.

—Injusto, porque aquel imbécil —apuntó a Will quien estaba inclinado junto a mí con su mano izquierda en el respaldo de la cama con una sonrisa—, no voto.

—Si voté, pero no me hicieron caso —respondió, acomodando mi flequillo y sin dedicarle ni una mirada a su amigo.

Como si mi fleco fuera más importante que su amigo.

—¡Mentira!

—No fue mentira.

—Claro que sí, la mentira viene de la palabra...

Deje de ponerles atención cuando otra personita se acercó a mí y habló:

—Yo traje una cosita más —dijo, Mari con una sonrisa, pasando de Fredi y Alex quienes seguían alegando—. Está casi abajo.

Metí mi mano otra vez a la bolsa y sentí algo firme, lo saqué y quité la envoltura. Admiré su regalo.

—Una agenda personalizada.

Pasé mis dedos por las letras rosas brillantes que tenía la portada.

"Querida Claris"

Estaba hermosa.

Echa con mis colores favoritos: Blanco y rosa.

—Will me dijo cuáles eran tus colores favoritos, y creí que estaría bien que le agenda fuera de esos colores.

—Es lindísima, gracias.

La miré y ella correspondió con una sonrisa tímida alzando sus hombros.

La portada no era dura, era tipo acolchonada.

—Es para que escribas cuanto te gusto y lo guapo que estoy —añadió Will.

Mari lo miró de arriba abajo, disgustada.

No pude evitar soltar una risa.

—Oigan, ¿verdad que la nieve se puede comer? —intervino de la nada Fredi, logrando que nosotros lo miráramos.

Alex solo se agarró el tabique de su nariz, negando.

¿En qué momento pasaron de velas a nieve?

Si que me habían hecho el día.


Will


Cerré detrás de mí la puerta de la habitación mientras salíamos su madre y yo, con cuidado para no despertar a Claris. Los chicos tenían veinte minutos de que se fueron y la dejaron agotada. Pero me reconfortaba que estuvo feliz y riendo.

Los chicos tenían algo que te podían poner de buen humor.

Regresando a lo anterior, su madre tenía que regresar a su trabajo y yo iría por un café rápido y volvería.

Antes de yo desviarme por otro pasillo me despedí de la señora Keith deseándole que le fuera bien en su trabajo y ella dándome un abrazo rápido.

La señora Keith solía quedarse durante la noche y parte del día, y yo en la tarde.

Coloque la tapa negra al vaso luego de que la maquina terminara de sacar el café. Y caminé de regreso a la habitación.

Habían pasado ya casi una hora. Y según no tardaría.

La realidad es que no tenía tanta hambre ya que antes de venir me comí una dona que me dio Lu de imprevisto.

El hospital se sentía más tranquilo, pero aun así había movimiento y ruido.

Tomé un sorbo al café y detuve mi paso a unos metros de la habitación al ver a una persona afuera de ella.

Traía un ramo de flores. Era algo que no se podía pasar por desapercibido.

Lo vi con intenciones de entrar, así que me apresuré a hablar:

—Está dormida.

Se quedo quieto y me miró.

Pude observar un poco mejor las flores que traía en sus manos. Alejo su mano derecha de la puerta y la dejo caer a uno de sus costados.

Escondí mi labio inferior entre mis dientes y desvié la mirada a mi café, dudando en si decir o no lo que pensaba.

Tenía que aprovechar el momento.

No sé si habría otra chance después.

—¿Por qué no...—aclaré mi garganta—... nos sentamos aquí y esperamos a que despierte? —alcé la vista, me miraba con las cejas fruncidas, confundido—. Así admira cuando le des las flores que le trajiste.

Dudoso caminó a sentarse en los asientos que estaban afuera de la habitación. Lo seguí enseguida.

—Los chicos vinieron —comencé un intento de platica. Esto era raro—. Estuvo riendo bastante y platicando, quedo agotada.

—Me alegro que haya estado feliz, es lo que necesita en estos momentos.

—Si, lleva una hora dormida, seguro dormirá más.

—No importa el tiempo que sea, voy a esperar.

Escuche su tono de defensa y lo entendía. Yo tampoco estaría tranquilo si de la nada el novio de la chica que me gusta y con el que no tenía la mejor de las amistades me hablaba como si nada.

—Ahora que estamos aquí —llame su atención.

Voy a ser directo.

—¿No crees que deberíamos intentar llevarnos bien? ¿Por ella? —lo miré, me veía inexpresivo—. No te pido que seamos los mejores amigos porque no y menos porque se lo que sientes hacia ella —no se vio alertado o sorprendido solo serio—. Pero ella quiere que nos llevemos bien, así que creo que deberíamos lograr que no se sienta un extraño ambiente cuando estemos los dos.

Me ignoró.

Literalmente eso hizo. Solo giró su cabeza para observar nuevamente la pared de enfrente.

—Tsss —solté y pasé mi mano por el cabello, girando también mi rostro—. El que contestaras con un no era mejor.

No respondió.

Uno intentado ser amable y se ganaba esto.

—Podemos intentarlo —habló, nuestros ojos se toparon—. Pero no cambiare ni si quiera intentare olvidar lo siento por ella, y quiero que lo sepas.

—Decir eso no es la mejor forma para que comencemos a llevarnos bien.

—Lo sé, pero no podemos tapar con un dedo lo que es evidente.

No continuamos hablando porque justo llegó una enfermera.

—Iré al baño —informe, parándome y sin esperar respuesta.


Claris


Abrí mis ojos sintiéndolos pesados luego de percibir movimiento a mi alrededor.

Lo primero que capté fue la enfermera de siempre checar mi suero y todo eso. Se percato de mi mirada y me regalo una sonrisa amable.

—Tiene visita —susurró, inclinándose un poco hacia mí.

Adormecida miré la puerta y me percaté de un Marco parado justo ahí con unas flores en sus manos.

Camino hasta mí y se paró en el otro lado de la cama.

—Volviste —dije.

—Siempre —contestó, les echo una miradita rápida a las flores y luego las estiro hacia mi—. Para ti.

Sonreí y con lentitud las recibí. Les di una olida y el aroma impregnó mi nariz.

Olían muy bien. Demasiado.

—¿Qué tal el día? —pregunté, luego de que la enfermera saliera.

—Normal, pero mejor que otros días.

—Entonces, no fue normal.

—Algo así, ¿Qué tal tú?

—Yo sí puedo decir que mucho mejor que otros días.

Sonrió y entrecerró un poco sus ojos. Apunto con su pulgar derecha hacia atrás suyo sin voltear.

—Algo así dijo tu novio.

Primera vez que se refiera a él así.

—Los chicos vinieron, me trajeron unas cosas y estuvimos charlando un rato, fue lindo.


Marco


Durante media hora me estuvo platicando con una sonrisa sobre su vista de hoy. Su sonrisa me contagiaba y no podía evitar sonreí mientras la escuchaba. Me mostró la agenda que Mari le dio. Cuando la tuve en mis manos sentí la suavidad de la pasta de esta.

—Tus colores favoritos, ¿no? —dije al notar los colores de la agenda.

Pase mis manos por las palabras que venían en la pasta.

—Si, y lo mejor es que las hojas no vienen con la fecha determinada, y se puede usar más como una libreta.

—Odio cuando las agendas tienen las hojas ya con la fecha —confesé. Le regresé su regalo—. Las velas aromáticas ayudarán a relajarte y a escribir más cómoda —seguí—. Sin dejar de lado que disfrutaras más cuando leas.

—Oh —Alzo sus cejas, acordándose de algo—. Por cierto, dejaste el libro la otra vez, está ahí —apunto el sofá, donde estaba el libro. Fui por él y regresé a mi asiento.

Se acomodo en su cama y cerré sus ojos.

Se veía como una muñequita.

—A veces sueño en que soy una mariposa —habló y abrió sus ojos encontrándose con los míos. Pero aun así los suyos eran aún más lindos.

—¿Por qué?

—No lo sé, quisiera poder volar y sentirme libre en el aire.

—Eres libre hoy y siempre —le recordé y ella movió su cabeza afirmativamente—. ¿Qué ocurre, Claris? —tomé una de sus manos acercándome más a ella.

—No sé, es que hoy me sentí plena y —tomo una breve pausa—, tenía la esperanza de que aparecieras cuando los demás estaban aquí. Sin embargo, estoy feliz de que hayas venido aun así tiempo después, gracias.

—¿De verdad es eso?

—Y, me siento ansiosa, la hora de contarles lo que tengo a los chicos y a.... Will, me está consumiendo, no sé cómo hacerlo.

—Shhh, tranquila —comencé a dar unas caricias con mi pulgar en el dorso de su mano—. No pienses en ello, el momento llegará solo, solo deja que pase.

—Gracias, mamá dice lo mismo.

—Bueno, no está tan equivocada ella —sonreí y ella hizo lo mismo.


Claris


—Vendré el fin de semana —se despide Marco. Estaría ocupado en la semana con algo de su carrera.

—Está bien, ve con cuidado.

Revolvió con delicadeza mi pelo y le dio una mirada rápida a Will quien estaba a mi otro lado. Había llegado hace diez minutos.

—Adiós —le dijo y se dio media vuelta.


Will


Asentí breve correspondiendo su despedida.

Volví mi atención a Claris.

—Deberías acompañarlo —propuso ella justo después de que él salió de la habitación.

Metí mis manos en mis bolsillos delanteros del pantalón.

—Sabe el camino a la salida —me encogí de hombros.

Inclinó su cabeza y me miró reprochándome.

—Will...

Entre abrí mis labios y me di la vuelta.

—Ok, mami.

Caminé a la puerta para alcanzar a Marco.

Cuando estuvimos a fuera del lugar, el clima me golpeo de una.
Inicios de diciembre y el frío de la tarde/noche te lo recordaba. El sol estaba ya acostándose. Sin sacar las manos de mis bolsillos, pegué mis brazos a mis costados.

—Deberías abrigarte, el clima ya está volviéndose fresco —le dije, mientras se montaba en su moto.

Él no respondió nada solo plasmo una media sonrisa en su rostro a la par que arreglaba su casco.

Al parecer le gustaba eso de ignorarme.

—Y cuidado, las motos son peligrosas.

Se puso su casco y por fin me miró.

—¿Ahora qué? ¿Te llamo papi? —cuestionó, no podía ver de su nariz para abajo, pero por sus ojos me percaté que se estaba burlando el desgraciado.

Sonreí sin gracia y rodé los ojos.

—Solo... vete.

Bajo su careta y puso en marcha su moto alejándose. Al igual que yo para el interior del hospital.





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