Capítulo 15
Canción: Flightless Bird, American Mouth
Pueden escucharla desde aquí o justo donde se mencione la canción, seria una linda experiencia. Lo prometo.
15
Claris
—Me alegra que tengas más amigos, hija —mamá estaba muy feliz—. ¿Tu amiga vendrá hoy? —se limpió las manos alejándose de la estufa.
—Si, me comentó que tenía que hacer un proyecto de su carrera y necesitaba fotografiar algo lindo, creí que nuestras flores serian lo ideal—coloque mi mano derecha en la mesa.
—Me parece bien. Y hablando cosas sobre universidad ¿No has pensado ya nada de aplicar en una?
Negué.
Intente no centrarme tanto en ello durante los últimos días.
—Bueno, ya habrá tiempo para eso—me regalo una ultima sonrisa antes de girarse para buscar algo.
Y si, eso esperaba.
(ღ)
—Guau, es bellísimo este lugar —exclamó con una sonrisa gigante, Mari, al entrar a nuestro pequeño "garaje" de plantas.
—A mamá le gustan mucho —cerré la puerta.
Veía como Mari fotografiaba con tanta emoción que me era difícil no sonreír. Así se veía una persona haciendo lo que le gustaba.
Bajo su cámara y se giró a verme.
—¿Pasa algo? ¿Necesitas que mueva algo? —entrelace mis manos enfrente.
—¿Te gustaría también ser mi modelo?
—¿Qué? —entreabrí un poco mis labios y lamí despacio estos mismos. Me llevé mi mano derecha al flequillo, acomodándolo—. Oh, bueno, yo no sé...
—Anda, me gustaría tomarte una foto.
Lamí mis labios y con una sonrisa tímida caminé despacio hasta estar frente a ella. Volvió subir la cámara, durante el proceso repitió cosas como "Relájate" "Sonríe" "Oh, yes" "Yeahhh Girl"
Me relajé, hice poses, sonreí más y Mari no dejaba de soltar comentarios chistosos.
Mi cabello agarrado en una coleta baja no permitió en ningún momento esconderme con él. Una vez terminamos, fuimos a mi cuarto. Era la primera vez que una amiga venía a casa. O más bien la única.
—Tu cuarto es lindo —dejó el libro que agarró en el librero—. Como tú.
—Gracias.
—No sabía que te gustaba leer tanto, yo soy muy floja para ello, prefiero ver películas —se sentó en la orilla de la cama y yo a su lado.—. Y ¿que me cuentas, Claris? ¿Hay algún chico en tu vida?
Will me vino a la cabeza, pero moví mi cabeza deshaciendo su imagen. Respiré hondo y contesté:
—No, no hay nadie.
Mentirosa.
Miró sus pies exclamando un sonido de comprensión.
—Y... ¿Marco no te gusta?
Mari y yo intercambiamos números y habíamos estado platicado bastante y, entre la conversación salió el tema de Marco y Will. Le había dicho que el jugador número 38 había resultado ser mi amigo. Eso la sorprendió y terminé contándole como lo conocí.
—¿Qué? No —sonreí—. Solo somos amigos.
—Si, pero él es guapo y el hecho de que sean amigos no te impide poder sentir algo por él o que él sienta algo por ti —me miró.
¿Qué Marco sienta algo por mí?
Seria raro e imposible.
—Lo sé, pero solo veo como un amigo, siento que es mi yo versión hombre. Y siento que el piensa lo mismo.
Soltó una risilla que movió sus hombros.
—¿No andarías contigo misma?
—Creo que me ignoraría por estar leyendo.
Reímos.
—Claro —dice.
—¿Y qué quieres hacer?
—No sé, podemos ir al centro comercial, quedarnos aquí o lo que quieras.
—De hecho, me gustaría ir a comprar un libro, ¿te gustaría acompañarme?
—Por supuesto que sí.
Al segundo mi celular vibró y se iluminó por un mensaje. Notamos de quien era, porque al tener el celular en la cama ambas volteamos a verlo.
—¿Es Marco?
—Si, dice que si puede venir a traer algo—dije, leyendo su mensaje.
—Oh.
Contesté rápido y me levanté.
—Voy a tomar un suéter y nos vamos.
Mientras esperábamos a Marco, mamá platicaba muy animada con Mari sentadas en uno de los sillones de la sala. Participaba de vez en cuando, pero prefería escuchar.
Capté el sonido de una moto, corrí la cortina de la ventana de la sala para ver hacia afuera.
—Ha llegado Marco —exclamé llamando la atención de ambas—. No tardo.
Salí de prisa.
Miro en mi dirección luego de escuchar la puerta cerrarse. Le mostré la palma de mi mano izquierda cuando se quitó el casco.
—Hi.
—Hey, has llegado, eh.
—Si, estaba apunto de mandarte mensaje.
Lo vi, él me vio. Le regresé la mirada e hizo lo mismo.
—Ya —moví su hombro con mi dedo índice y rio—. ¿Qué era eso que ibas a traer?
—Oh, cierto —se bajó de la moto y abrió el asiento. Miré curiosa cada uno de sus movimientos hasta que estiro hacia mí un libro—. Toma, lo he traído para ti.
Lo acepté.
—Gracias.
—Creí que estaría bien que lo leyeras y después, no sé —elevó sus hombros—, hablar de él.
—Claro, cuando regrese buscaré uno interesante también y te lo prestaré.
Se recargo en su moto y metió sus manos a su suéter.
—¿Ibas de salida?
—Si, Mari y yo vamos al centro comercial, sabes quién es Mari, ¿no?
—Lo hago.
La puerta de la casa fue abierta y ambos miramos hacia allá. Mari venia saliendo.
—Claris.
—¿Sí?
—Perdón, pero no podre acompañarte al centro comercial, mi padre me llamó y necesita ayuda en algo —explicó.
—Oh, está bien, puedo ir sola no te preocupes.
—Enserio lo siento.
—De verdad no tienes que preocuparte.
Sus ojos dieron hacia Marco quien veía nuestros zapatos.
—Marco puede acompañarte —espetó.
—Talvez tenga cosas que hacer —dije viéndolo.
—No tengo nada que hacer —informó él, alzando la mirada.
—Genial, Podrías acompañar a Claris, ¿no? No quiero que vaya sola.
—Seguro —le dio una mirada rápida y regresó a mí, provocando que nuestros ojos se miraran—. Si es que quieres.
Sonreí.
—Bueno, me tengo que ir —Mari me dio un beso rápido en mi mejilla—. Nos vemos luego.
Se echó a correr alejándose de nosotros. Miré una vez más a Marco.
—Te ves bien —alague.
Su sudadera oversize color café y su pantalón blanco lo hacían ver un chico tranquilo/bueno, pero una vez veías su moto, toda esa onda se iba y te cuestionabas si era un chico malo fingiendo ser bueno.
—Gracias, tú igual.
—Yo siempre.
—No lo niego.
Detalle el libro. Regresando a casa lo comenzaría a leer sin dudarlo.
—Entonces, ¿nos vamos? —cuestionó.
Levanté la mirada, y recorrí con ella su moto. Me coloqué recta de nuevo y ladeé mi cabeza.
Él estiro su mano izquierda frente a mí, e inconscientemente mire hacia ella. Me estaba dando un casco, solté una risilla y terminé tomándolo.
Cambio de planes al parecer.
(ღ)
Caminábamos a la par por el centro comercial, directo a mi librería favorita.
Me sentía a gusto con Marco.
Esperaba que él se sintiera igual.
Cuando llegamos a la librería, a fuera, justo en el centro del pasillo mirando en dirección a la Liberia, un chico casi de nuestra edad, tocaba la guitarra mientras cantaba. La gente pasaba por su lado sin prestarle mucha atención.
—Tú gemelo —le dije a Marco y él me miró—. Toca la guitarra como tú.
Fue lo último que dije y pasé por su lado, entrando a la librería.
(ღ)
Sali de la Liberia echándole un ultimo vistazo a la bolsa donde traía mi libro. Quité la mirada de ella y busqué a Marco. Había esperado a que me siguiera, pero nunca entro.
Detuve mi labor cuando escuché las notas de una guitarra y una voz dulce.
—I was a quick, wet boy. Diving too Deep for coins...
Fue cuando noté que justo donde estaba minutos antes el muchacho tocando la guitarra, ahora había una gran cantidad de gente rodeándolo. Caminé despacio hacia ahí.
—Then when the cops closed the fair, I cut my long baby hair...
Me integré al circulo y me quede quieta viendo al muchacho sentando en aquella silla, cantando mientras mantenía sus ojos cerrados.
Anonadada. Esa la palabra que describía el cómo lo veía.
Había estado aquí todo el tiempo.
Marco abrió sus ojos y como si supiera que lo estaba viendo y exactamente dónde estaba, conecto su mirada a la mía.
—Have I found you, glightless bird?—parecía como si el enamorado le cantara a su enamorada—. Or lost you, American mouth?
Él parecía enamorado.
Y una corriente invadió mi cuerpo, erizando la piel.
Lo vi darme una sonrisa. Y sonreí sin mostrar mis dientes. Acomodándome mejor para seguir escuchándolo.
(ღ)
—Enseguida traigo su pedido —le regresamos las cartas al chico de la cafetería.
—No sabía que cantabas muy bien.
Sonrió tímido.
—Gracias.
—Fue un gesto muy lindo ayudar al chico.
Se encogió de hombros.
—No hice nada.
—Bueno, le dejaste todo el dinero que te dieron las personas. Eso es hacer mucho.
Se peino el pelo.
—Y ¿Qué harás luego de terminar la universidad? —cambie de tema. Entrelace mis manos, pasándolas encima de regazo.
—Tengo varias cosas mente, pero no estoy seguro. Es difícil.
—¿Tú carrera es difícil?
—Todo tiene su dificultad en algún momento, ninguna carrera o cosa en esta vida se libra de serlo.
El mesero llegó y dejo frente a mí, un té. Y a él un chocolate caliente junto con una rebanada de panque.
—¿Siempre supiste que estudiar? —pregunté, luego de que el mesero se marchara.
—Tenía mis dudas, pero al final hice una balanza y ella ganó.
Tomé la aza de la taza de té y miré la mesa.
—¿Crees que todas las personas tenemos que estudiar para ser algo en la vida? —levanté mi mirada hacia él.
Se inclinó hacia delante y poso sus manos en su taza.
—No todas las personas están hechas para el estudio, aparte estudiar no te asegura nada en esta vida. La gente puede decirte que sí, pero es una mentira —me mira y sonríe—. Todos somos alguien desde que nacemos, Claris, si me preguntas como saber a qué dedicarnos la respuesta es: No lo sé. Solo debes seguir tu corazón, hacer y dedicarte a aquello que te gusta, porque entonces cuál sería el chiste de vivir, ¿no lo crees?
—Wow —exclamé y él rio mostrándome su dentadura—. No enserio, Wow, eso fue... puff—hice un gesto de explosión con mis manos a cada lado de mi cabeza.
—Si —contestó sin quitar su sonrisa—. Las palabras se me dan, cuando quieren—alzo sus cejas e inclino su cabeza un microsegundo—. Solo me fallan cuando son exposiciones.
Solté una risa ante el comentario de Marco.
Me preguntaba si era el mismo Marco que acababa de decir algo tan reflexivo.
Will
Respiré hondo.
Mi paso se detuvo al mismo tiempo que mi alrededor. Que mi todo.
Y solo...
Los miré.
Los miré por el cristal de la cafetería, estaba a metros de ellos. No pude evitar sentir como apretujaban mi corazón al verla reír con él.
Y por primera vez, sentí miedo.
Miedo a que ella no me eligiera a mí.
Miedo a que ella se enamorara de alguien más.
Miedo a que ella se sintiera más cómoda en otro lugar, con otra compañía.
Miedo a perderla.
Porque no había sido necesario preguntarle nada a Marco, si su mirada al verla lo decía todo.
Quité la mirada de ellos y lentamente me alejé de ahí.
Claris
Detuve mi risa.
Cuando estuve más tranquila, una extraña sensación me hizo mirar hacia afuera del lugar.
No había nada.
—¿Todo bien? —cuestiono Marco, mirando hacia donde yo.
—Si, todo bien, solo se me hizo ver algo —tome un sorbo de mi té.
Y el tiempo continuó.
Deje la taza en la mesa y volví a mirar hacia afuera.
(ღ)
Se había hecho ya de noche.
La noche era fresca más no fría.
Me detuve justo delante de la puerta de mi casa y me giré hacia él.
—Gracias por acompáñame y por traerme a casa —le di una pequeña sonrisa.
—De nada, fue un placer —me devolvió el gesto.
—Y gracias, por acompañarme a comprar el libro, te prometo que leeré el tuyo.
Dio un leve asentimiento de cabeza y se lo regresé.
—Y cómo te dije, también te prestaré uno de los míos.
—Tal vez ese —señaló con sus ojos el que traía en mis manos.
—Mmm, talvez luego, mejor amigo —piqué suave su brazo.
Me miró.
Pareció pasar varios segundos para que volviera a hablar.
—Eso esperó —se detuvo y lamio sus labios—. Mejor amiga—finalizó.
Me acomodé el flequillo y me puse de puntitas para darle un pequeño beso en su mejilla. Y antes de alejarme le susurré:
—Me divertí mucho hoy, vuelve bien a casa, ¿ok?
Me alejé y antes de cerrar la puerta me despedí con mi mano y él saco una de su bolsillo y correspondió.
Marco
Me quedé parado justo ahí, mirado por unos instantes más la puerta. Y luego me di la vuelta para ir a mi moto.
Una vez montado en ella, respiré y bajé la careta de mi casco y me marché.
Talvez cuando alguien te rechaza con su "Eres un gran amigo" o en mi caso "Talvez luego, mejor amigo", querrán y sienten la necesidad de borrar todo lo que siente en ese preciso instante. Pero como no pueden optan por tomar distancia con la persona.
Sin embargo, yo no me tomé ninguna distancia, porque por más difícil y doloroso que fuera, no quería cambiar lo que sentía por ella.
Will
No había logrado dormir, esa escena de ella y Marco se repetía una y mil veces en mi cabeza.
Ni siquiera podía ponerle atención a nada de mi alrededor, mucho menos a la clase. Mi pie izquierdo se movía con inquietud y mi mano derecha mi lápiz continuamente.
Y continué así de distraído incluso durante el entrenamiento, el doctor ya me había dado foquito verde para poder regresar, sin embargo, ahora ya no era mi brazo el problema, sino mi mente que me jugaba chueco en estos momentos y no me dejaba concentrar.
El entrenador suspiró, cerrando los ojos y viendo hacía el cielo.
—¿Saben qué? Andan muy distraídos, seguro por la victoria de hace días—abrió sus ojos y nos vio—. Descansen una semana y después vemos.
Una semana.
En una semana podía pasar de todo.
Una semana que tenía que aprovechar.
—Pueden irse.
Todos sin reclamar, caminamos a los vestidores.
Parecía ido, o eso decían mis compañeros luego de que me estuvieran hablando mil veces y no respondiera.
—Te veo ahorita —Fredi se abrocho las agujetas de su zapato y cerró su casillero—. Mari quiere darme algo.
—De acuerdo.
Y salió corriendo.
Ordené mis cosas, tomé mi mochila y cerré mi loquer. Era el último en salir.
A veces la mente es mala y puede ser tu peor enemiga.
Detuve mi paso al ver a Marco y él hizo lo mismo. Mis ojos bajaron a lo que traía en su mano derecha.
Un libro.
Y justo ahí, recordé un dato de él.
Le gustaba leer, al igual que a ella.
Bendito momento para recordarlo, ¿no?
Reanudó su paso y cuando pasó por mi lado no esperé a que diera más de tres pasos y susurré:
—Por favor no.
Se detuvo un segundo, sin embargo, no dijo nada y continuó su camino.
Marco
Ni siquiera respondí nada.
No porque fuera malo.
No porque no quisiera hablar.
Sino porque simplemente no le quise dejar en claro que una vez más él había ganado.
Cualquier error, una disculpita.
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