Capítulo 12

12


Will

—Estaba demasiado nervioso, ¿sabes? Sentía como si el corazón estuviera apunto salirse de mi pecho —parecía un loco "hablando" con Pequis—. Pero fue como algo nuevo, un atrevimiento que nunca antes sentí, ¿crees que ella se sintió igual?

Decirle a Claris que si me dejaba decirle todos los cumplidos que tenía para ella fue extremo. Fue diferente, diferente.

Aunque creía que no se sintió igual que yo. No, porque un día estaba actuando diferente y luego al otro le decía esas cosas.

—Yo creo que fue demasi...

Un ruido en la puerta hizo que no continuara con lo que iba a decir, miré hacía ella y mi madre estaba con la mano en la manija de esta, mirándome extrañada.

¿Cuánto llevaba ahí? ¿Cuánto había escuchado?

—Venía a que me contaras sobre tu cita y encuentro que, ¿Le estás hablando a....—miró a Pequis—... un cactus?

—Hola, mamá —dije, moviendo mi mirada hacia la izquierda.

—Ay, dios, ¿Qué ingieren estos jóvenes de ahora? —cerró la puerta.

—Adiós, mamá.

Genial.

Dejé caer mi cabeza hacía adelante.

Claris

Habían transcurrido dos semanas luego del picnic.

Dos semanas donde no pude dejar de pensar en todo lo que Will dijo ese día.

Dos semanas en donde no falto ni un solo día que no hablara con Will.

Dos semanas en las que mi corazón no paro de emocionarse por él.

Dos semanas en donde Marco se había sumado a mi vida como un amigo al que podía contarle sobre libros y sobre cualquier cosa.

Dos semanas en las que supe que le gustaba la música, leer, el fútbol americano, que prefería las motos que los carros, que se le daban bien algunos instrumentos, su edad (21 años) y que odiaba el calor.

Dos semanas donde por fin, saldríamos.

Mamá estaba en el trabajo así que pasaría a llevarle comida, y Marco aprovecho para sumarse a ello. Pero eso sí, le dije que ni en mil años me subiría a su moto, ni aun que me rogaran.

Por lo que tuvo que buscar otra alternativa para desplazarnos.

Y hela aquí.

Mirándome hizo sonar la campanita de la bici.

—¿A dónde, madame?

Una bicicleta para dos.

—Bueno, es mejor que tu moto —me subí—. Esto lo suelen hacer los abuelitos.

Me miró por encima de su hombro y con una sonrisa exclamó:

—Entonces seamos una pareja de abuelitos —y le correspondí igual con una sonrisa emocionada—. Vámonos.

Will

Estaba nervioso.

Al fin me quitarían el yeso.

Mi pierna izquierda se movía inquieta, mientras permanecía sentado en el consultorio del doctor. Mis ojos tampoco podían quedarse quietos, miraba todo y a la vez nada.

Mamá estaba a mi lado. Igual de hermosa que siempre, vestida a su estilo muy elegante y sutil.

Solo sentí su mano en mi pierna deteniendo el revoloteo de esta. Mis ojos chocaron con los de ella y con una sonrisa logré leer un "Tranquilo" de sus labios.

No estaría tranquilo hasta que ya no tuviera esto en el brazo.

Alcé la cabeza hacía la puerta al escuchar que esta se abría.

—Hola, ¿cómo está mi paciente? —dijo el doctor cerrando la puerta detrás de él y caminando a su silla.

—Impaciente —respondí.

—Lo entiendo, entonces, voy a quitarte el yeso y de ahí checaremos el estado del antebrazo para darte un diagnóstico, ¿va?

Respiré hondo y moví despacio mi cabeza en un sí.

—Pero tranquilo que lo más seguro es que salgas de aquí sin el yeso y con tu brazo sanito —espetó con una sonrisa.

Eso era lo que yo esperaba. Y eso esperaba que sucediera.

—A menos que saliendo de aquí te caigas encima de tu brazo y se vuelva a fracturar.

Ay, pero que ánimos, gracias.

Claris

Regresé a donde dejé estacionado a Marco. No pude ver a mamá, solo dejé la comida con su compañera y ella se encargaría de dársela.

—¿Listo? —me preguntó, Marco, una vez que llegué hasta él.

—Listo.

Me subí a la bicicleta.

—Vamos a dar un paseo.

—¿Un paseo? —espeté mirándolo por su hombro. Creo que, si alguien nos miraba caminando hacia nosotros, solo vería mis ojos asomarse por su hombro.

—No caminaremos, pero es casi lo mismo —se giró a verme—. Te llevaré a un mirador.

Un mirador, me gusta la idea.

—¿Te agrada la idea?

—Me encanta.

—Entonces andando, que se nos hace tarde y, prepara tus piernas porque vamos a pedalear bastante.

Uf, malísima me decían para el ejercicio.

Will

Observaba con demasiada determinación como el doctor iba cortando el yeso.

Terminó de cortar y con cuidado fue quitándolo.

—Muy bien —espetó.

Y en cuanto el yeso quedó fuera mi brazo, la frescura del aire impactó rápido en él.

Extrañaba esto.

—Listo, ahora despacio mueve tu brazo así —me indicó como y lo hice—. ¿Molesta?

—No.

—Ok, ahora así.

Y así duramos poco tiempo hasta que aplaudió feliz y yo sonreí sabiendo lo que eso quería decir.

—Al parecer ya está sanado —exclamó.

Miré a mamá y ella solo acarició mi barbilla antes de volver a concentrarme en el doctor.

—¿Ya estoy dado de alta entonces?

—Si, ya solo te recomendaré los ejercicios que tendrás que hacer para que vuelvas a acostumbrarte al movimiento del brazo —respondió, recogiendo todo el material y miró a mamá—. Los ejercicios los debe hacer en agua tibia durante diez días y evitar sobrecargar el brazo mientras volvemos a la movilización normal.

—De acuerdo doctor.

—Recuerda, Will —sus ojos se centraron en mí una vez más—. Aún no puedes volver a practicar fútbol.

—Ok —respondí, alargando la palabra tal cual a un niño que no le queda de otra más que hacer caso.

—No sé preocupe, yo me encargo de que este chamaco haga caso, si es necesario voy a cuidarlo como a un bebé —mamá me apretujo a ella mientras yo intentaba apartarme.

(ღ)

No podía dejar de sonreír.

—¿Por qué estás feliz y emocionado exactamente? —me cuestionó mamá, sin despegar su mirada del camino mientras manejaba. La miré—. ¿Por qué ya puedes mover tu brazo? O ¿Por qué quieres llegar a casa para hacer videollamada con la chica que se ha estado robando tu corazón, hijo?

Me eché hacia atrás en mi asiento y en ningún momento quité mi sonrisa.

—Las dos.

Ella movió su cabeza de arriba abajo, ocultando su labio inferior con sus dientes y sonriendo.

—Claro.

No supe lo que realmente pasaba por su cabeza, pero decidí que una de las cosas que más me encantaba en esta vida debía estar presente.

Encendí la radio y le subí al volumen.

"My Universe – Coldplay"

—Me siento estafada —volvió a hablar mamá.

—¿Por qué?

—Porque no la conozco, ni siquiera me has enseñado una foto de ella, desgraciado.

Saqué mi celular y busque la foto que le tome distraída en nuestro picnic.

—Tengo una foto de ella...

—Me voy a estacionar —no me dejó terminar, para cuando volvió a hablar—. Bien, ¿quién es? —cuestionó al estacionarse y centrarse en mí.

Y giré el celular hacia ella.

—¿Es ella? —me miró entre emocionada e impresionada. Y asentí como respuesta a su pregunta—. Wow, es muy tierna, es la primera chica que... pues...no se —sonrió.

—Lo sé, yo también sentí lo mismo.

Miré la foto.

—Ella es diferente, mamá. De verdad, es pequeña pero no le importa llevarme la contraria, le gusta leer y cuando te digo que le gusta leer es porque le gusta leer y mucho, tiene una mirada hermosa que te conquista, una sonrisa que te paraliza, una risa que te estremece y, su pelo castaño pelirrojo que —suspiré, no tenía palabras para explicarlo.

Parecería extremo e inusual que me sintiera así, pero era real. Todo lo que sentía y pensaba de ella.

—Ella es única, es especial, mamá. ¿Entiendes algo de lo que digo? —la mire. Movió su cabeza de arriba abajo.

—Si, porque eso mismo sentí yo con tu padre.

Y suponía que papá con ella.

Claris

—Llegamos.

Informó Marco, deteniéndonos.

Levanté la vista hacía el inicio de las escaleras que nos llevarían al mirador. Me sentía un poco agitada, pero no como para preocuparme.

—¿Todo bien? —su pregunta vino una vez bajamos de la bici.

—Si, solo un poco agitada y emocionada.

—¿Segura? Si no te sientes bien podemos irnos, podríamos regresar luego...

—No —lo detuve—. Quiero quedarme.

Sonrió sin mostrar sus dientes.

—De acuerdo.

Caminamos hacia las escaleras y fuimos subiendo poco a poco. Varias personas iban delante de nosotros. Respiré hondo.

Los miradores son hermosos, te regalan una de las mejores vistas que puedes encontrar, ese es su objetivo, que sea un buen recuerdo para ti.

Sentí de la nada la mano de Marco tomar la mía. Lo miré sorprendida. Él sosteniendo mis dedos con los suyos, analizaba el accesorio de mi muñeca.

—Oh, es linda —dijo, levantando su mirada a la mía.

Dejé pasar a otra pareja que venía detrás de nosotros y luego lo miré.

—Gracias. Me la dio un gran amigo.

—Que gran detalle de su parte —soltó despacio mi mano y continuamos subiendo—. Si hubiera sido yo, la hubiera hecho yo para ponerle un baloncito de fútbol americano, y así me recordaras siempre que la miraras.

Levanté mis cejas y él me guiño un ojo.

—Porque no es por presumir, pero —se inclinó de lado hacía mí y susurró—: Soy de los mejores jugadores de mi equipo, así que...—alzó sus hombros.

—No lo dudo —susurré de vuelta, compartiendo mirada cómplice, me sonrió y se volvió a poner recto—. ¿Sabes? Es curioso que a mi amigo también le gusta el fútbol —hablé normal.

—Mm, ¿coincidencias de la vida? o ¿es que te interesan los futbolistas?

Fue lo último que dijo, cuando terminamos de subir. Al ser casi mediados de octubre, había bastante aire, y aquí arriba se sentía más. Pase mis brazos alrededor mi estómago, mi suéter de borreguito café, me cubría bien. Mi pelo se movía con más frecuencia a consecuencia del aire.

Nos acercamos al barandal y...

—Wow, Marco, es lindísimo —le di una mirada rápida.

Marco

Llegué a su lado y la miré.

Su pelo se movía con delicadeza, logrando que ese pelo café rojizo se mirara más bello de lo que era.

—Si, la vista es hermosa —respondí.

Giró su cabeza hacía mí, y con rapidez, quité mis ojos de ella tratando de parecer que veía la ciudad.

Claris

—Gracias —susurré—. Por traerme aquí.

—Si, bueno —chasqueó su lengua, cruzándose de brazos—. A la próxima te traeré corriendo si no me dejas traerte en mi moto —me miró divertido—. O si no, te traeré en burro para más comodidad.

Puse los ojos en blanco.

—Mataste mi momento lindo —le reclamé y de su parte escuché su risa.

Risa que me hizo reír de igual forma.

Si era cierto eso de que me traería corriendo o en burro, mejor que ni me invitara a ningún lado.

Broma, broma.

Que te lleve en limusina *guiño*

Marco

No es que fuera muy bueno para los chistes o que fuera muy gracioso. Sin embargo, esa faceta de serlo, solo se presentaba cuando estaba con ella.

Porque quería escuchar su risa, porque quería verla sonreír y saber que yo fui el causante de ello.

Y cuando se volvió hacía enfrente y la brisa siguió moviendo su pelo, pero esta vez con más fuerza, ocasionando que su flequillo dejara al descubierto su pequeña frente. Mi corazón se aceleró, y no como si estuvieras agitado, tampoco como si estuvieras asustado, sino más bien como cuando algo te gusta y la emoción palpita desde tu interior, así mismo se sentía.

Justo ahí comprendí que esto que estaba sintiendo desde hace días, iba más allá que un simple cariño de amigos por Claris. Y que no estaba seguro de recibir lo mismo de la otra parte.

Will

Que bien se sentía bañarse sin ponerte una bolsa de plástico en el brazo para no mojar el yeso.

Me sentía extraño, pero al mismo tiempo cómodo.

Dejé la toalla con la que me secaba el pelo a un lado, y me senté en el ordenador, esperando a que llamará.

Impaciente me llamaban.

Así me mantuve durante dos horas, esta vez había tardado más y no tenía idea del porqué.

Tomé el celular y le mandé mensaje.

Will:
¿Todo bien?

Esperé a que contestara y cinco minutos después obtuve su respuesta.

Pequitas <3:
Si, perdón, me quedé dormida.

Oh, así que eso había sido.

Casi al instante, la solicitud de una videollamada por parte suya se presentó en la pantalla.

Sin pensarlo, conteste.

—Hola —saludó.

Estaba en su lugar de siempre, dejando a la vida una chica en pijama blanca.

Definitivamente el blanco era su color.

—Hola —correspondí su saludo, regresando el celular al lugar donde lo tenía. La vi bostezar y sonreí—. ¿Dormiste bien, pequitas?

Y esta vez no recibí su mirada de fastidio que solía darme cada que le decía su apodo, sino más bien, sonrió "tímida", mirando a otro lado. Eso era nuevo.

—Si, gracias, gigante.

—Me alegro, ¿Qué tal tu día?

—Pues un poco fuera de lo normal pero bien.

Moví con delicadeza mi cabeza de arriba a abajo, prendí la calefacción, tenía un poco de frío.

—¿Te gusta el invierno? —le pregunté, tomándola por sorpresa.

—Mmm, sí, pero me gusta más el otoño, hace menos frio —se encogió en su asiento—. Y a ti, ¿te gusta el invierno?

—Me encanta, casi igual que el fútbol —respondí y chasqueé mi lengua—. Que, por cierto, quiero mostrarte algo.

La vi ladear su cabeza, curiosa.

—¿Me va a gustar?

—No lo dudo, porque tiene que ver conmigo, y todo lo que tiene que ver conmigo te gusta —bromee, deseando que no lo fuera.

—Cierto, se me olvidaba.

Negué con la cabeza, riendo y ella sonrió.

Claris

En ese momento me di cuenta que no me disgusta para nada verlo reír. Diría que le gustaba a mi corazón casi igual que la comodidad que sentía a su lado.

Curioso.

Doshpesocho diría yo.

—Bueno ¿Lista?

—Nací lista, cariño.

Miró a un lado, sonriendo luego de escuchar lo último que le dije, y un segundo después volvió a mirarme.

—Ok, a la cuenta de tres. Un, dos y.... tres.

Me mostró su brazo derecho, me llevé las manos a la boca, sorprendida. Su brazo estaba normal, no tenía esa cosa blanca y dura llamada yeso.

—Taran —canturreo.

Quité mis manos de mi boca y me acerqué a la pantalla.

—¿Es enserio?

—Si.

—Pero, ¿cuándo...? —me quedé a medias.

—Hoy, el doctor tenía disponible así que aproveche para ir.

Me hice para atrás, recargándome en la silla.

—¿Y qué tal te sientes?

—Genial, o sea, ya no aguantaba la cosa esa.

Le di un si con la cabeza, comprendiendo.

—¿Y cómo vamos a celebrarlo, amigo?

—Mmm, bueno —se rascó el cuello—. No te lo había contado, pero, dentro de una semana abra un partido de fútbol aquí en mi universidad, será de mi equipo contra los Wolves, son el equipo de otra universidad, entonces, quería saber si, ¿te gustaría venir?

No sé porque, pero la idea de pasar tiempo con él me gustaba y aceleraba mi pobre corazón.

—Me gustaría celebrarlo, así, —continuo—. ¿Qué dices?

—Que sí, que me encantaría.

Me sorprendió la rapidez con la que contesté.

—Uf, creí por un segundo que dirías que no.

Entrelacé mis manos y las puse entre mis piernas.

—Entonces, ¿te voy a ver jugar?

La curiosidad a topé, faltaba más.

—Emm, no —mi sonrisa se quitó al escucharlo—. Lamentablemente no esta vez, la recuperación al cien por ciento de mi brazo todavía no está completada, tengo que hacer unos ejercicios que me mandó el doctor durante diez días más y después poder regresar poco a poco a mis rutinas donde hago esfuerzo con el brazo.

Comprendía, no hacer caso podría retrasar todo por más pequeño que fuera el dolor o lo que sea.

—Pero —prosiguió—. Mirarás a Fredi, él también juega fútbol y es muy bueno.

—Oh, no lo sabía, aunque debí suponerlo cuando dijiste que solían decirse en el equipo aquel peculiar apodo por el que te llamó —entrecerré mis ojos y sonreí, viendo cómo se avergonzaba.

—Je, je, si, ¿por qué mejor no olvidamos eso?

—No.

Me gustaba llevarle la contraria. Se pasó su mano derecha por el pelo. Ya dándole uso a ella.

—Genial —exclamó mirando hacia otro lado para después darme una mirada.

Suspiré y me acomodé mejor en el asiento. Él hizo lo mismo. Bajo la mirada, comenzado a hacer algo.

Se veía muy concentrado.

Podía notar sus pestañas largas y risadas, al igual que como caían algunos cabellos en su frente, su nariz perfecta, sus labios rosaditos y finos iluminados por la luz de su lámpara. Y como si fuera en cámara lenta, levanto la mirada. Dejándome ver esos ojos grises azulados que nunca antes había visto, esos que cuando los mirabas te provocan una curiosidad por el dueño.

Sus labios se separaron un poco.

Sus colmillos que eran un poco más largos que los demás dientes.

Su piel blanca pero no pálida, casi perfecta como su sonrisa. Sus brazos que se llegaban a marcar un poco en su camisa.

Al parecer solía hacer ejercic...

—¿Claris? —su voz me hizo salir de mis pensamientos y dejar de detallarlo de inmediato.

Parpadee un par de veces.

—¿Mm?

Fue lo único que salió de mí, esperando que no se diera cuenta de que lo estaba mirando más de lo que se consideraba normal.

—Llevo hablándote varias veces, pero estabas muy centrada en algo —sonrió, dios, por favor no sonrías—. ¿En qué pensabas?

—¿Eh?, ah si —piensa rápido, me dije—. Bueno quería preguntarte si para el día del partido ¿podría llevar alguien? —sus cejas se juntaron y su sonrisa se borró—. Tengo un amigo que también le gusta el fútbol americano y pensaba que estaría padre llevarlo.

Seguro a Marco le encantaría.

—¿Un amigo? —exclamó, sin que esas dos pequeñas líneas entre sus cejas desaparecieran.

—Si, lo conocí hace ya unos días, es cercano a mi—expliqué con una pequeña sonrisa—. Entonces, ¿puedo invitarlo?

Esperé unos segundos y solo respondió:

—Claro, si es de tu confianza.

—Super, si puede ir te lo presentaré, estoy segura que se llevarán muy bien.

Porque, ¿por qué no lo harían?

A ambos le gustaba el fútbol, la música, solían ser divertidos y eran mis amigos.

Estaba segura que se llevarían genial.






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