Capítulo 02

02


Will

El ruido de la cafetería me estaba dando jaqueca. Habían transcurrido tres días desde que me fracture el brazo. Tres días en donde tuve que batallar el cómo ponerme la ropa sin ayuda y que aun sigo batallando. Tres días en los que no pude limpiarme a gusto el trasero. Tres días en el que el pequeño minion del hospital ni siquiera se dignó a llamarme.

O sea ¿quién no me llamaría?

—Entonces, ella me dijo "rápido escóndete en el closet" —relataba Fredi.

Nos contaba sobre una pequeña aventura con su noviecilla Mari y la vergüenza que pasó con su querido suegro.

—Y no me digas, su padre te descubrió —espeté con obviedad.

—Bueno, no tan así, espera a que te cuente, ok prosigo, después de que su padre le dio tremendo discurso, él salió, y pensé que era momento para que yo saliera del closet, pero...

—Su padre volvió a entrar encontrándote con tu parte masculina al aire —terminó Alex por él—. En pocas palabras te descubrió —añadió.

—Le quitan lo bueno a la historia cerdos —se quejó mientras nos daba una mirada de aburrimiento.

—Era algo obvio el cómo terminaba la historia, no es nuestra culpa —alcé los hombros—. Esperábamos algo más candente, algo más...interesante.

Alex tomó mi brazo logrando que girara mi cabeza hacia él.

—Will ¿A quién su suegro encontró en pelotas? —me miró inocente—. A si, a Fredi—reímos y chocamos los cinco.

Era algo que hacíamos entre nosotros cuando sabíamos de algo vergonzoso de alguno. Lo molestábamos con lo mismo por varios días, a menos que pasara algo que nos hiciera dejarlo de lado.

—Ja, Ja, recuérdenme ¿por qué sigo siendo su amigo?

—Porque por nosotros ahora andas con tu maravillosa novia.

—Cierto —colocó sus brazos en la mesa.

Y literalmente si fue gracias a nosotros, antes de que ocurriera la magia del amor entre ellos dos, Mari lo ignoraba hasta más no poder, y vamos, que con ese 1.64 de altura lograba evitarlo. Era demasiado fría con él.

Pero no sé porque eso es lo que más nos llama la atención a los humanos, lo que no nos da ni una pisca de su atención.

Y Fredi es el claro ejemplo de ello.

El chiste es que un día le dijimos a Mari que le pagaríamos la entrada a un concierto de Taylor Swift—su cantante favorita—a cambio de que tuviera una cita con Fredi y ya saben la respuesta ¿no?

Pero eso sí, Mari no comenzó a andar con Fredi por lastima o por qué se sintiera obligada, si no que quedó realmente flechada con mi gran y apreciado amigo. Bueno eso es según lo que demuestran sus ojos al quedarse viéndolo embobada.

Tal vez le hizo un amarre él muy idiota y nosotros pensando que estaba enamorada de verdad.

—Hablando de tu "princesita" —le dijo Alex—. Te habla—señaló hacia una parte de la cafetería.

Fredi sonrió y mordió su labio inferior por unos instantes.

—Nos vemos pequeñas mentes del mal, este guapetón tiene que ir con su jefa —se levantó tomando su mochila y acomodándose el pelo de su frente.

—Ándale ve a que te manden —lo molesté viéndolo desde mi lugar.

—Querido Will, ahorita te burlas, pero ya llegara la que te mande y créeme, de verdad créeme que te lo restregaré en la cara como su fuera caca de vaca —advierto yéndose.

A mí nadie me iba a mandar aparte de mi madre, porque de ahí en más, hasta creen que me dejaría.

—Adiós, Alex —lo saludó una chica que pasaba de forma coqueta por donde estábamos sentados.

La miré un segundo, antes de regresar mi vista al lugar donde la tenía.

—¿Qué piensas hacer en la tarde? —le pregunté mientras este terminaba de sonreír tímido.

—Tengo que ir al hospital de mamá —me miró.

—¿A qué?

—No lo sé solo me dijo que fuera hoy.

La madre de Alex trabaja en el mismo hospital en el que me habían atendido. El mismo en el que estaba aquel ser diminuto que no me llamó. Ese que inevitablemente no pude y no podía sacar de mi cabeza.

Parecía que mi cabeza se negaba a sacarla de mi mente por más que lo intentara. Debía terminar con esto lo antes posible para volver a mi vida cotidiana.

—Voy contigo —le dije, para enseguida ganarme una mirada desconcertada de su parte.

—¿Por qué?

—Solo quiero hacer algo, no quiero ir directamente a casa a hacer nada.

—Como quieras —le restó importancia. Bien, no quería preguntas.

Cuando iba a decir algo más, unas manos se encerraron en mi cuello y sentí una respiración en mi oído derecho.

—Hola, príncipe —exclamó aquella voz femenina.

Me iba a girar para mirarla, pero a los segundos ya estaba sentada a mi lado con una sonrisa en su rostro.

—Sí, Hola Lu —saludó Alex.

Mi apreciada mejor amiga de toda la vida, Lu viene de Lucía, pero a nosotros se nos hace extraño llamarla por su nombre completo en lugar de su mote/apodo.

Éramos mejores amigos desde niños. ¿Lo extraño? Éramos mejores amigos, pero no solíamos juntarnos a comer o a pasar todo el tiempo libre juntos, no, ella tenía sus amigos y yo los míos y se podría decir que ella si era amiga de los míos, pero yo no de los suyos.

Solíamos saludarnos si nos veíamos de lejos, mensajeábamos y nos solíamos ver en las fiestas de negocios de mis padres. Sus padres y los míos son mejores amigos, aparte de que los suyos eran abogados y trabajaban con mi padre.

Era parlanchina a mi lado, me abraza y solía apretujarme las mejillas cada que podía. Una de las mejores amistades que podría tener.

—Alex —sonrió en su dirección y después me miró nuevamente—. ¿Cómo está tu brazo?

—Bien, nada del otro mundo —miré este.

—¿Necesitas ayuda en algo? Podría ayudarte, lo sabes —acomodó mi pelo.

—Estoy bien por ahora, gracias.

—Sabes que estoy para ti, mejor amigo —besó mi mejilla ganándose una mirada que expresaba descontento.

Me irritaba que hicieran eso, me incomodaba que besaran mis mejillas. Solo mamá podía.

—Bien, ya basta, dejen de ignorarme —dijo Alex moviendo su mano.

Lu lo miró un instante y negó, divertida. Luego volvió a mí.

—¿Harás algo después de clases? —lo ignoró.

Pobre. Ven Alex yo no te ignoro.

—Si, ya tengo planes con Alex.

—Mmm, tenía pensado que saliéramos, pero creo será para otro momento. Te veo después, Willy —se levantó.

—A ok, si vete, y después solo míralo a él —dijo de forma indignada Alex mientras Lu se alejaba—. ¡Cuando quieras que te pase la tarea ni creas que lo haré, piraña! —gritó.

Ella solo se giró por un segundo y le aventó un beso.

Ambos estudiaban artes, pero ella se centraba mas en las Artes escénicas y Alex en la pintura y escultura, solían tener un maestro en común.

—No me quiere —se "limpiaba" las lágrimas imaginarias.

—No, solo a mí, ¿Por qué es que acaso nos has visto mi belleza?

—¿Cuál belleza? Si eres un sapo —arrugó su nariz.

Prendí mi celular esperando cierta llamada pero no recibí nada.


(ღ)

Por fin se terminaba el martirio que se hacía llamar estudio. Tenía pensado que después de ir al hospital tomaría un gran y excelente baño de burbujas.

—Tendrás que esperarme afuera del consultorio de mi madre, si quieres —Alex abrió la puerta del piloto.

—No tengo problema con ello, puedes tardarte lo que quieras —respondí, montándome en su auto en el lado del copiloto.

—Aun se me es extraño que quieras ir —encendió el auto para luego salir del estacionamiento—. Colócate el cinturón no quiero que después salgas volando por la ventana y termines con más que un simple brazo fracturado.

Hice caso porque lo último que necesitaba era una pierna rota u otra cosa.

—Detesto no poder traer mi auto, lo único bueno de esto es que convencí a mamá de que Pablo no me trajera—pasé mi mano izquierda por mis labios.

Pablo era uno de nuestros choferes.

—Deberías dejar que lo haga, solo es en lo que te recuperas de tu brazo no es como si fuera para siempre.

—Eso dices porque no eres tú el mal herido.

—Ya exagerado, solo son pocos días.

Claro como si dos meses fuera poco, esperaba un milagro para recuperarme antes y estar en la competencia.

Pero con la suerte que me cargaba dudaba mucho que eso sucediera.

Manifestemos.

—¿Que tal Kennedy? —cambié de tema no quería ponerme de mal humor.

—¿Me preguntas por mi hermana? —sonrió, frunciendo sus cejas.

—¿Conoces otra Kennedy? —exclamé entrecerrando mis ojos—. No verdad, así que si, te pregunto por tu hermana.

Chasqueó su lengua.

—Pues está bien, últimamente anda ocupada con sus estudios, pero dentro de unos meses podrá pasar unos días con nosotros.

—Tal vez pase a saludarla cuando regrese —sonreí de lado.

—Ni si quieras lo pienses —advirtió.

—¿Qué? —me hice el que no sabía para molestarlo.

—Sabes a lo que me refiero, así que mantente alejado de ella —me dio una mirada rápida.

La hermana de Alex era extremadamente sexy, era mayor, alta, y muy pero muy guapa. Irradiaba sensualidad por cada uno de sus poros. Pero al parecer su hermano no tiene planes de que yo sea su cuñado.

—Solo decía —coloque mi mano izquierda en signo de paz.

—Pues no digas.

Después de unos minutos llegamos al hospital. Había pocos autos por lo que no fue difícil encontrar lugar en donde estacionarnos.

Entramos al hospital percibiendo el olor característico de estos. Se sentía más tranquilo que otros días, pero aun así no quitaba el hecho de que me disgustaran. Me hacían sentir ansioso.

—¿Te quedaras afuera del consultorio? —preguntó colocando sus manos dentro de sus bolsillos mientras avanzábamos.

Hice un sonido de negación.

—Prefiero dar una vuelta a estar sentado aburrido.

—Como quieras, te llamaré una vez salga de platicar con mi madre —me detuvo—. No te metas en problemas.

—¿Yo en problemas? ¿Cuándo? —dije inocentemente.

—La última vez casi te acuestas con una pasante —reclamó y no evite sonreír divertido—. Hablo enserió, ve a ver folletos que hay por ahí sobre los métodos anticonceptivos, sobre las vacunas o yo que se.

—Okey, papi —exclamé alejándome de él.

Ahora sí, a encontrar a la hormiga con pecas.

Claris

El doctor Harris retiro de mi brazo el pequeño artefacto con el que te miden la presión.

Estaba un poco nerviosa, a pesar de que era algo a lo que estaba acostumbrada no podía evitar sentirme así.

—Muy bien ahora checaré tus latidos y tus pulmones ¿OK? —asentí.

Miré a mamá que estaba a mi lado. El doctor Harris colocó el estetoscopio en mi pecho primero.

—Muy bien respira —indicó-, exhala.

Hice lo ordenado. Después colocó el aparato en mi espalda.

—Una vez más, inhala...exhala, de nuevo por favor —escuchaba atentamente—. Una última vez.

Y repetí el proceso. Miré curiosa al doctor cuando se alejó.

—Muy bien, al parecer estás mucho mejor —tomó su tabla donde registraba mi progreso—. Tus estudios salieron muy bien, por lo que —sonrió en dirección a mi madre—, podrá irse a su casa en una semana.

—Gracias a dios, no sabe la felicidad que tengo al escuchar eso -me abrazó mi madre.

—Entonces ya no tendré que regresar ¿verdad? —pregunté esperanzada.

—Será como siempre, no te preocupes —aclaró.

Asentí lentamente.

—Ahora regáleme esa sonrisa que siempre adorna su rostro —me pido el doctor y fue inevitable no sonreír—. Así esta mejor, Muy bien, Ammm...señora Keith ¿podría hablar con usted un momento?

—Claro ¿sobre qué?

—Solo será sobre cuándo podría sería el primer chequeo después de dar a Claris de alta.

—Muy bien —me miró—. Ahora regreso cariño—besó mi sien.

—Puedes salir a tomar aire Claris, te hará bien —sugirió el doctor saliendo con mamá de la habitación.

Me levanté de la camilla minutos después, necesitaba mover las piernas. Caminé despacio por los pasillos, no había mucha gente como en otras ocasiones. Se podía escuchar varios murmullos de las personas que estaban platicando.

Mi mente se sentía un tanto perdida, preguntándose que es lo primero que haría al salir del hospital.

Mi atención se plantó en la doctora Jess que venía caminando en dirección contraria a donde yo me dirigía, ella al percatarse de mi presencia me regaló de inmediato una sonrisa.

—Señorita Claris.

—Doctora Jess.

—Te veo mucho mejor.

—Si, lo estoy, dentro de una semana podre irme a casa.

—Me alegro por ti, después de tanto podrás volver a comer comida rica —susurró.

—Al fin, ya no quería más sopa aguada y gelatina.

—Solo sigue las instrucciones del doctor Harrison —sobo mi hombro—. Sabes dónde encontrarme en caso de que quieras platicar.

Cabe aclarar que el doctor Harrison y la doctora Jess son pareja.

—Si, Gracias.

—Me tengo que ir tengo una cita esperándome, cuídate.

Seguimos nuestros caminos, ella a atender miles de personas y yo a sentarme en una de las bancas del jardín.

Este se encontraba completamente solo, el poco viento que había meneaba lentamente mi cabello dándome una sensación de tranquilidad y mi bata de paciente al ser totalmente cerrada como un vestido me hacía sentir más cómoda, me senté mirando hacia el cielo. Me dediqué a darle formas a las nubes para matar el tiempo, era divertido cuando lo hacía junto con alguien, pero hacerlo sola era un tanto aburrido y sin chiste.

A los segundos sentí la presencia de alguien a mi lado. Por lo que decidí regalarle por un instante algo de mi atención. Giré mi cabeza encontrándome a un chico con un brazo enyesado.

—Hola —saludó.

¿Quién era? ¿Habíamos hablado ya antes? ¿Era un paciente también?

Will

Me miraba como tonta sin decir nada. Ni siquiera se dignó a saludarme de vuelta.

—Perdón, pero ¿nos conocemos? —preguntó educadamente.

Mire a mi alrededor para verificar si de verdad se estaba dirigiendo a mí. Y si, se estaba dirigiendo a mí.

¿Acaso no es la misma chica?

Metro y medio, pecas en la cara, pelo castaño casi rojizo, inocente en todos los aspectos. Si, Tenia las mismas características que recordaba. Según yo era la misma.

—Muy graciosa —me senté a su lado.

Pero ella seguía con su mirada confusa, lo que me hizo comenzar a dudar. Creo que no es la misma.

—Eres Claris ¿no? —me decidí a preguntarle.

—¿Ah? —parpadeo varias veces y pasó saliva—. ¿Cómo sabes mi nombre?

Debe ser una maldita broma.

—Tsss, ¿No te acuerdas de mí?

No podía estar pasando esto. Porque mientras yo había pasado todos estos días sin poder sacarla de mi cabeza, ella se había olvidado de mí.

—Tú cara se me hace conocida, pero he visto varias igual de comunes y simples, así que no estoy segura.

Esta chica de verdad que debería ser comediante, mira que atreverse a decir que mi cara era común y simple, por favor si dios se tardó en hacer a esta belleza, dejando a los demás con la pobre y poca gracia que tienen por habérmela dado toda a mí.

La miré, divertido.

—Bien, según tú no te acuerdas de mi veamos si con esto sí.

Me acomodé en mi lado derecho para verla mejor y ella no separo su mirada ni un segundo de mí. Analizaba cada uno de mis movimientos.

Lamí mis labios.

—Escribí mi número en tu aburrido libro —solté.

Y creo que con eso tuvo suficiente para acordarse de tremenda preciosura.

—Oh, William —exclamó.

Mi nombre se sintió diferente al venir de su boca. Mi sonrisa se ensancho más.

—Will —corregí a mi apodo, me gustaba más—. Ves que, si te acordabas, ahora —ladee mi cabeza—. Estoy preparado para tus disculpas.

—¿Mis disculpas? ¿Por qué?

—¿Cómo qué por qué? Dijiste que mi cara era simple y común.

Miró hacia abajo e inclinó un poco su cabeza llevándose una mano a su mejilla derecha.

—Bueno es que no era mentira.

—Bromeas ¿cierto?

—No.

—Mi cara no es simple ni común.

—Lo es.

—Mira quien lo dice —alcé mis cejas—. Doña glamour, mi cara es hermosa, todo yo lo soy, necesitas lentes por si no lo has notado.

—¿Quién te dijo semejante mentira?

—Muy graciosa, muy graciosa, pero se terminó el tiempo para ello —la miré, pero no se movía—. Estoy esperando.

—No voy a disculparme por nada.

—Pff, perfecto.

Nos giramos los dos mirando hacia el frente. Su fragancia era ligera podía percibirla al estar a tan solo un metro de distancia.

La duda me estaba carcomiendo, quería saber porque no me había llamado. No sé qué me ocurría, se supone que yo no me mortificaba por estas cosas.

Suspiré.

—¿Por qué no me llamaste? —las palabras salieron de mi boca.

Estúpido.

Pegué mi mano en mi frente mentalmente.

De reojo observé como ella se giraba un poco hacia mí.

—¿Quieres saber?

Regresé a ella.

—Don me siento muy guapo ¿quiere saber por qué no lo llame? —continuó.

Se notaba a leguas que disfrutaba esto, no le iba a dar el gusto de hacerle saber que estaba en lo correcto.

—Claro que no, solo preguntaba para no estar en silencio —me excusé con lo primero que vino a mi mente.

—Claro, entonces ¿no quieres saber?

—No —me coloqué nuevamente hacia el frente.

No hacía tanto sol, de echo el cielo se veía un tanto despejado.

—No tengo celular —la escuché decir.

¿Había escuchado bien? ¡La hormiga no tenía celular!

—¿Cómo qué no tienes celular? Acaso vives bajo una roca.

Rio por mi comentario.

—No vivo bajo una roca, y no, no tengo celular, ¿tiene algo de malo eso?

—Todavía preguntas, pero por supuesto que eso tiene algo de malo, actualmente es super necesario.

Alzó sus hombros como si no le diera importancia.

Estaba sorprendido, nunca en mi vida había conocido a alguien que no tuviera celular y que estuviera tan campante. Yo no sé qué haría sin él.

—¿Cómo estás? —cuestionó enseguida.

Levanté mis cejas en son de ¿qué? Y ella señaló mi brazo. Comprendí a lo que se refería.

—Bien, no puedo hacer mucho, batallo para hacer unas cosas —expliqué—, pero otras puedo hacerlas perfectamente-sonreí juguetonamente.

Frunció sus labios y metió sus manos juntas entre sus piernas balanceándolas un poco viéndose más pequeña de lo que era.

—¿Has venido a revisión?

—Si —contesté rápido.

Pero la realidad era que había vuelto al hospital a descubrir del porque no me había llamado, aunque en el fondo sabía que eso era solo una excusa para ocultar que realmente había regresado solo para verla.

—¿Tú que tal estás? —regresé la pregunta.

—Mmm bien, si las cosas siguen como hasta ahora podre irme a casa dentro de una semana-me regaló una sonrisa.

—Me alegro —espeté sincero—. ¿Estás feliz verdad?

—Aja, al fin podre librarme de la comida de hospital.

Sonreí, porque sabía cómo era la comida aquí, y no era nada rica. Entendía su felicidad. Sin embargo, no sabía el porqué estaba aquí.

—¿Puedo saber por...? —el sonido de una llamada interrumpió mis palabras.

Saqué mi celular para observar que Alex era el que me estaba marcando. Al parecer ya había terminado su platica motivadora con su madre. Bastante rápido.

—¿Qué?

—¿Dónde estás zopenco?

Claris logró escuchar eso porque rio ante el apodo.

—No te interesa, ¿acaso ya terminaste tu plática con tu madre?

—Noo como crees solo te llamaba para saber si su majestad necesitaba una botella de agua o...

—Ya entendí, ahora te veo en la salida.

Colgué antes de que se le ocurriera decir otra cosa.

—Me voy —informe levantándome.

—Claro —me miró desde su lugar—. Zopenco.

Rodee los ojos y me largué.

Claris

Lo miré alejarse dejando su perfume en todo el aire hasta salir del jardín. Regresé mi vista al cielo.

Esperando a que el tiempo pasara. No tenía mucho que hacer y no quería regresar al cuarto solo para estar acostada.

—Sabía que te encontraría aquí —exclamaron detrás de mí. Voltee, encontrándome a mamá sonriendo—. Estás feliz ¿cierto? —acarició mi barbilla y sonreí.

—Si, mucho.

—¿Estabas sola?

Su pregunta me tomó por sorpresa. Me debatí en si contarle o no de Will. Y decidí contarle y obviamente omitiendo ciertas cosas. Mamá solo me escuchaba atentamente y asintiendo en algunas ocasiones.

No era algo común que le contará sobre alguien más. Siempre estaba sola y al parecer disfrutaba más que yo el que le estuviera platicado sobre Will.

(ღ)

—Buen día ¿cómo está mi paciente? —el doctor Harris colocó sus manos delante de él, luego de pregunta exactamente lo mismo de todos los días.

Podía decir "Bien", pero si me dolía algo se lo tenía que decir, si sentía algo extraño también.

—Mejor que otros días-contesté.

—Me parece excelente.

Mamá entró al cuarto con un vaso de café junto con un pan en sus manos, y saludó.

—¿Te parece si comenzamos con la revisión? —el doctor Harris me miró de vuelta y asentí.

Me acomodé en la cama iniciando el proceso de todos los días.

(ღ)

Después de terminar mi chequeo el doctor dijo que todo estaba bien, por lo que regresaría mañana. Platiqué un rato con mamá sobre su trabajo, me dijo que estaba dando lo mejor de sí y aguantando los más que pudiera.

Su jefe no era muy comprensivo y la regañaba por todo. Apenas pudo convencerlo de que le diera un día más de descanso aun cuando eso significaba que le pagaran menos y usaba su hora de comida para venir aquí conmigo.

Una rutina de trabajo a la que tuvo que acoplarse desde hace años.

Antes de papá muriera, mamá solo era ama de casa y después tuvo que enfrentar todo sola al ser yo solo una niña.

Volviendo a la situación, mamá no pudo quedarse mucho ya que tenía que llegar al trabajo puntual o su jefe tomaría eso como excusa para descontarle más de su salario y estarle reclamando todo el día. Miré la televisión un rato, pero terminé apagándola a los diez minutos.

Me dediqué a leer, era un libro sobre romance entre dos herederos, era bastante interesante, no podía parar de leerlo, siempre era así con todos los que leía, terminaba un capítulo o un tema y decía "solo un más" y así me la llevaba hasta que terminaba leyendo todo el libro en una noche.

Extremo para unos, normal para mí.

Mi lectura fue interrumpida por la entrada de una persona a mi cuarto. Bajé mi libro hasta mis piernas y miré al andante frente a mí.

—Tú nuevamente —dije.

—¿Me extrañaste?

Que le iba extrañar, estaba tan a gusto leyendo y todo eso se fue por un tubo ante su entrada.

—¿Cómo supiste cuál era mi habitación? No recuerdo haberte dicho —cerré mi libro.

Will centró su mirada en el libro que tenía en mis piernas cubiertas por la cobija.

—¿Te gusta leer? —ignoró mi pregunta y caminó despacio a mí.

—Si.

—¿Mucho?

—Si.

Asiente lentamente y yo señalo el sofá que había en el cuarto. Will mira en esa dirección y las comisuras de sus labios dan hacia bajo mientras levantaba sus cejas.

Tenía unos seis libros que aún no leía.

—Lo note cuando chocamos y...

—¿Qué haces aquí? —me miró con la boca entreabierta sin expresión en su rostro luego de interrumpirlo, ok eso se escuchó muy brusco y grosero de mi parte así que intenté arreglarlo—. Me refiero a que si no deberías estar estudiando.

—Mis clases ya terminaron —explicó sin mucho interés.

Claro, él si va a la universidad.

—Y ¿No deberías estar descansando por tu brazo? —indagué.

—Eso mismo digo yo, pero en la universidad me dijeron que no era necesario mandarme casa —colocó su mochila en la cama—. Malditos, yo que ya me estaba saboreando mis pequeñas vacaciones.

Sonreí ante su comentario.

En realidad, yo me refería a que, si no debería ir a descansar a su casa luego de clases, pero él lo entendió diferente

Mientras él no quería ir, yo si quería, aunque fuera solo un día. Había estudiado la mayor parte de mi vida desde casa por medio de un tutor contratado por mamá y a veces solía tornarse ya un poco aburrido.

—Por cierto, bonito cuarto —dijo sonriendo de forma irónica abriendo su mochila.

—No puedes entrar así sin más a los cuartos —reclamé haciendo a un lado mi libro. Recordando su acción anterior.

—Puedo hacerlo —afirmó levantando nuevamente su cabeza hacia mí.

—No, no puedes, tienes que preguntar o avisar primero.

Negó divertido.

—Toma —aventó despacio sin intención de lastimarme, una pequeña caja a la cama. Esta cayó delante de mis piernas dobladas.

—¿Qué es?

No contestó, por lo que tomé el pequeño objeto. Lo analicé por todos lados, pero no sabía ciertamente que era.

Lo miré preguntando si podía destaparla y él asintió despacio.
Quité la tapa de esta para mirar su contenido.

¿Ah?

—¿Un celular?

—No, un zapato.

Rodee los ojos.

—Te has comprado un teléfono nuevo ¿y lo andas presumiendo?

Se acercó a paso lento.

—Me pregunto si el leer tanto te ha quitado la capacidad de captar las cosas.

—¿Disculpa?

—Disculpada —sonrió—. Es para ti—colocó su brazo izquierdo abajo de su brazo derecho dando la apariencia de que cruzaba los brazos.

—¿Qué? Pero no necesito uno —cerré la caja dejándola a como estaba. La estiro hacia él con intención de regresársela.

—Todo mundo lo necesita, aparte nunca se rechaza un regalo así que quédatelo, no seas terca.

—Pero...

—Shhh —levantó su dedo índice para callarme y empujar la caja hacía mí—. Me gustaría quedarme, pero no puedo, tengo que irme. Sin embargo, ahora si puedo decirte con todas las letras "llámame" y esperar tranquilo tu llamada —me guiño un ojo antes de darse la vuelta y abandonar el cuarto. Dejándome sorprendida.

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