Capítulo 01
01
Will miró con el ceño un tanto fruncido a la chica.
—¿La playa? —le preguntó.
—Aja —asintió con una breve sonrisa en su rostro—. Es mi último deseo, tal vez es algo tonto ya que todo el mundo ha visto el mar, pero...
Claris bajó la cabeza un tanto apenada por admitir en pocas palabras que nunca había ido a la playa. Por algo de lo que nadie debe sentirse apenado.
—Vamos —Will la interrumpió, haciéndole volver a alzar la cabeza.
—¿Qué?
Ella no se esperaba esa respuesta, más bien algo más ordinario como "¿Cómo que nunca has ido a la playa?"
Pero en su lugar obtuvo una respuesta simple a ello "si nunca has ido, entonces vayamos" lógico.
—Que vayamos, si quieres ir, pues hagámoslo —tomó una de las manos de Claris para después levantarse—. Andando.
La jaló sin esperar respuesta de su parte. Porque ¿para qué darle más vueltas?
Claris se sentía confundida, pasar de estar sentada contándole a alguien que quiere ir a la playa, a ir detrás de esa persona porque va a llevarla a la playa sin esperar, en tan solo segundos no es algo que se vive todos los días.
—Pero ¿Ahora? —posó su otra mano encima de la de él, deteniéndolo.
Estaba sorprendida, porque si, había dicho que quería ir a la playa, pero no se refería a ese preciso momento.
—Si, ¿por qué? —Will se giró a mirarla, para él no era extraño cumplir algo que deseara. No después de estarlo haciendo desde meses.
Quería verla feliz.
—Bueno...es que yo no me refería ahora mismo —ella intentó explicarle.
—Es tú deseo, así que ¿por qué no cumplirlo ahora? Tengo un carro —le mostró sus llaves y sonrió al mirar la cara pasmada de ella ante sus palabras.
Pero antes de este momento pasaron muchas cosas, así que ¿por qué no empezamos mejor por el principio?
El momento en el que Claris y Will se conocieron.
Texas, E.U.
6 meses antes
Will
El balón cayó en mis manos, así que corrí con él en brazos para lograr anotar. Varios compañeros contrincantes intentaron quitármelo, tlaquearme e impedir mi objetivo. Pero mis compañeros de equipo me protegían.
No era fácil de vencer, nunca antes me habían derrotado y no se lo dejaba hacer a nadie. Por algo soy el Mariscal del equipo.
—Touchdown.
Marqué.
—¡Eh! —gritaron con emoción mis compañeros.
—¡Eso Will! —exclamó, Sebastián.
—¡Muy bien, perrilla! —gritó, Fredi. Uno de mis mejores amigos.
Un silbato interrumpió nuestro festejo.
—¡Continuemos, incompetentes! —ordenó el entrenador para después volver a silbar.
Un, dos, tres touchdowns.
Dieciocho puntotes.
Somos más que buenos.
Pero no todo es alegría y, cuando crees que todo va bien, la vida te sorprende con un pequeño detalle, con algo que no te veías venir.
Esta vez me toco a mí, porque para cuando iba por el cuarto touchdown, un empujón demasiado fuerte logro desestabilizarme y mandarme al piso de una, cayendo sobre mi brazo derecho y sintiendo un dolor inmenso de inmediato.
—Aggg —me queje sujetándome el brazo boca arriba, mirando hacia el cielo.
—¡Will! —gritó Fredi mientras corría hacia mí.
Miré las nubes.
Tontas nubes.
Y puto dolor, respira Will, respira Will, tal vez así se iría el dolor. Pero a quien engaño, así nunca se iba a ir.
Fredi llegó a mi lado y procedió a agacharse.
—¿Estás bien? —se quitó su casco y después me quitó el mío.
—Por supuesto, solo me quejo por gusto —apreté los ojos.
—¿Estás bien? —una segunda voz preguntó, abrí mis ojos y miré a Marco quien se había quitado su casco y, me miraba inclinado con las manos en sus rodillas. Él había sido el que me tlaqueo—. Perdón, no fue mi intención.
Fredi se levantó y tomó a Marco del cuello de la camisa.
—A que lo has hecho con otras intenciones, ¿ah?
Marco no se movió, solo dejó que Fredi hiciera lo que quisiera hacer.
—Claro que no, pero no importa lo que diga no me van a creer —le contestó.
—¿Debería romperte la cara? —lo sacudió.
—Basta Fredi —ordenó el entrenador acercándose—. ¿Qué demonios ocurrió? —se agacho hasta mí.
—Este imbécil —Fredi soltó bruscamente al chico—. Aventó a Will con otras intenciones.
El hombre nos miró a ambos alternando su vista de Marco a mí, y comprendió la situación en segundos.
—¿Qué pasó Marco?
Obvio no iba a dejarse llevar por los comentarios de otras personas, que no fueran los involucrados.
—Fue sin querer, señor, lo juro —expresó el chico, calmado y sin expresión en su rostro—. No fue mi intención lastimarlo ni nada.
El entrenador agarró mi brazo lastimado, y que sin poder evitarlo ya varias lagrimas caían por mis ojos ante el dolor que sentía.
—¿Te duele?
Pregunta más estúpida, ¿a qué no está viendo que estaba llorando? Y eso que para que yo llore está difícil.
Movió tan solo un poco mi brazo y recibió enseguida como respuesta un gemido de dolor.
—Te llevare a enfermería-me ayudo a levantarme—. Todos, ¡se terminó el entrenamiento, pueden irse! —gritó—. ¿Puedes caminar, cierto?
Asentí aun sin poder ignorar el dolor del brazo.
—¿Qué paso en realidad? —me cuestionó en el camino, ahora a mí.
—Cuando Marco logró tlaquearme, terminé cayendo sobre mi brazo derecho.
Supongo que no lo hizo con otras intenciones.
—Siempre sucede esto, o si no es una dislocación, es una fractura, o es un golpe más grave, acaso no pueden controlar su temperatura de gorilas —me riñó y yo así de "¿por qué me dice eso a mí? si yo soy el lastimado."
Aparte él siempre decía "Saquen a la bestia que llevan dentro, muchachos" y ahora decía que no nos controlábamos, quien lo entiende.
Pero bueno, de eso se trata el fútbol americano, es inevitable que no salgas herido, aunque sea una vez.
Llegamos a la enfermería, la señorita Lee se encontraba acomodando unos medicamentos cuando se giró con una sonrisa para vernos.
—Señorita Lee —saludó el entrenador—. Traemos trabajo para usted.
Me recosté en la camilla que había en el lugar. Viendo como la señorita Lee se acercaba.
—Hola Will —saludó sin quitar su sonrisa. Ya no le era extraño verme aquí.
Creo que ya no le era sorpresa que estuviera aquí.
—Señorita Lee —saludé de vuelta.
—Otra vez aquí, es la segunda vez en la semana.
—Si, bueno, creo que esta vez no es un simple y estúpido raspón —sonreí apenas.
—Déjame revisarte.
Observé tratando de no quejarme para dejar que la señorita Lee hiciera su trabajo.
—¿Cómo está? ¿es grave? —el entrenador se hizo notar no mucho después de que ella terminara su trabajo.
—Al parecer se ha fracturado el antebrazo —miró al entrenador y regresó nuevamente a mi—. Tendremos que llamar a tus padres para que te lleven al hospital.
—Bien —se acercó a mí el experto.
—En un momento regreso, procura no mover tu brazo o te va doler —y justo después de eso la señorita Lee salió del cuarto.
—Una maldita fractura, no puede estar pasando esto, ¿acaso no he sido lo suficientemente bueno como para que dios me termine castigando así? —dejé caer mi cabeza en la almohada que tenía atrás.
—Tranquilo religioso, lo importante es que no fue algo más grave.
—La competencia con los Wolves, es en dos meses —le recordé.
El entrenador chasqueo su lengua recordando ese dato.
—Talvez para ese entonces ya estés bien —intentó animarme.
Pero de mi boca salió una risilla burlona.
Si, claro.
¿A quién quería engañar?
—Llamaré a tus padres
Salió dejándome solo.
—¿Por qué en este momento? —pasé la mano sana por mi cabello, viendo el techo.
Toc, toc.
Se escucharon unos toques en la puerta para después ser abierta y dejarme ver a Fredi y a Alex, mis mejores amigos.
—¿Cómo está nuestra perrilla? —habló Fredi.
—Mal.
—Ay no me digas, ¿quieres a tu mami? —hizo una voz como si le hablara a un bebé. Rodee los ojos con fastidio.
—Déjalo en paz -habló esta vez Alex—. No vez que está prácticamente zurrado, digo malherido —rieron los dos. Les gustaba el sufrimiento ajeno.
—Cállense que aún tengo una mano buena para hacerlos llorar, idiotas.
—Uy, que miedo—exclamó Fredi.
—Ya hablando enserió ¿qué tal tu brazo? —habló de vuelta el otro zopenco.
—Echo caca.
—¿Tan grave es? —preguntó, Alex, metiendo sus manos en los bolsillos de su pantalón.
—Al parecer me lo he fracturado—respondí.
—Uf, entonces sí que es tema serio.
—Dios no me quiere, o sea he sido un buen hijo, y ya no coqueteo tanto, entonces ¿por qué me hace esto?
—Bueno te doy razón en ser un buen hijo, pero venga, si lo de que ya no coqueteas tanto quiere decir que de darle tu teléfono a siete chicas al día bajaste a seis lo es, entonces tendrás que trabajar más duro —espetó Alex.
—Pero vamos iras al hospital—Fredi palmeo mi pierna izquierda emocionado—. Hay doctoras y enfermeras que ulala.
—No le des ideas—regañó, Alex—. ¿Aparte qué cosas andas diciendo?, respeta a tu novia —le dio un zape.
Fredi sonrió juguetón, sobándose.
—Tengo el brazo echo mierda ¿cómo les voy a dar mi número? —mordí mi labio.
—Solo pásales el lapicero y que ellas te den su número—sacó uno de su mochila y lo metió en uno de mis bolsillos.
Alex movió su cabeza en forma de negación mientras se acercaba a mí.
—Ustedes nunca van a aprender.
Alex era el más calmado y centrado de nosotros tres a sus 20 años, Fredi a pesar de que tenía la misma edad que Alex era el más extrovertido y yo el de en medio, ni tan calmado ni tan extrovertido, solo en un punto medio.
—Nos vemos después Willy, avísame cuando salgas del hospital —Alex me dio una palmada cariñosa en mi mejilla.
—Que dios te ilumine, perrilla—Fredi me dio otra palmada como Alex, pero más fuerte, haciendo que frunciera los ojos.
Alex fue el primero en salir y antes de que Fredi lo hiciera, se volteó a verme, me sonrió e hizo como si escribiera para luego señalarme.
Mensaje secreto de Fredi: Asegúrate de que lo anoten bien.
Asentí, correspondiendo su sonrisa, levantó su pulgar izquierdo y después salió detrás de Alex, cerrando la puerta.
Transcurrieron quince minutos para que mis padres se dignaran a llegar.
Se pasan uno se podría estar muriendo y ellos tardando en llegar.
—¿Qué te ocurrió, mi amor? —mamá me tomó de las mejillas en cuanto estuve frente al auto.
—Una simple fractura, pero nada más —dije, sarcásticamente. Ella me dio una mirada desaprobadora así que exhalé, listo para explicar—: Durante el entrenamiento un compañero me empujó y sin querer caí sobre mi brazo.
—Dios mío, pero te digo que el fútbol es muy agresivo—exclamó mirándome preocupada.
—Vamos mujer, la vida es un riesgo de por si-mi padre acarició mi nuca—. Total, si él quiere seguir practicándolo lo hará, vamos te tenemos que llevar al hospital.
—¿No te gustaría practicar otra cosa? —me cuestionó mi madre ganándose una negativa de mi parte, no le quedo de otra que rendirse.
Subimos al auto y me dedique a mirar por la ventana mientras llegábamos al hospital. Una vez ahí casi de inmediato me atendieron, pasándome a una habitación.
—Muy bien jovencito —entró el doctor al cuarto—. Explíqueme ¿qué le paso y por qué lo tenemos aquí?
—Estaba en un entrenamiento de futbol americano, uno de mis compañeros me empujó, caí sobre el brazo y ahora me duele horrible —expliqué por tercera vez en el día.
—Muy bien, vamos hacer una radiografía para ver la gravedad del asunto —me miró y después a mis padres.
Fui llevado una sala especial donde me hicieron varias radiografías. Para después regresar al cuarto donde estaba.
—Muy bien ya las tengo —entró nuevamente el doctor—. Les explicare un poco.
Este colocó las radiografías en un aparato especial donde iluminaba bien estas.
—Les explico, el antebrazo se compone por dos huesos: el radio y el cubito o ulna, y como pueden ver la anomalía de la imagen, está claro que se ha ocasionado una ruptura en uno de estos huesos, que es en la ulna —señaló—. Al caer sobre el brazo se produjo esta...ligera fractura que se ve aquí —terminó de explicar y se giró hacia nosotros—. La buena noticia, es que no fueron los dos huesos los que se fracturaron ni fue tan grave el daño por lo que no se requiere cirugía, así que solo tendremos que colocar un yeso para ayudar a la recuperación y podrás irte casa —me miró con una sonrisa.
¿Tenía que sentirme feliz?
—¿Durante cuánto tiempo tendré ese yeso? —pregunté.
—Por lo que veo, no es mucho la, la fractura no sé cómo explicarlo, por lo que sí puedo decirte que serán durante unas ocho semanas y, ya se ha donde quieres llegar y no, no puedes regresar a jugar de inmediato, antes de eso tendrás que hacer ciertos ejercicios por unos días más e incluso semanas para recuperarte al cien, tendrás que ser paciente.
—Genial —dije mirando a un lado.
El doctor trajo todo lo que necesitaba y comenzó a colocar el yeso en mi brazo derecho, me sentía pésimo, en tan solo dos meses tendría una de las competencias más importantes para mí en el futbol americano y esto me tenía que pasar justo ahora.
—Ya volvemos cariño, iremos a firmar y todo eso —mi madre dejo un beso en mi coronilla siguiendo al doctor luego de que terminara de ponerme el yeso.
Miré hacia el techo, recorrí la habitación intentando encontrar algo interesante, prendí la televisión que había ahí, pero todo eran canales aburridos y más aburridos, ni uno de música había.
Pasaron unos minutos y mis padres no regresaban, así que no me quedo de otra que levantarme de la camilla para salir del cuarto. Tampoco es como que estuviera invalido.
Caminé por los pasillos viendo a gente sentada en algunas bancas, madres sosteniendo a sus bebés que lloraban, enfermeras gritando el nombre de algún paciente, etc.
Me detuve frente a una máquina de golosinas. Presioné mi número favorito-el número seis-y la maquina arrojo un paquete de galletas de chocolate.
Lo agarré y procedí a abrirlo con dificultad, para después llevarme una galleta a la boca. Reanudé mi camino hasta llegar al jardín que había en el hospital. Se sentía fresco el clima.
Caminé hasta sentarme en una de las bancas, exhalé tomando asiento.
Pasé mi vista por mi alrededor sin mucho interés mientras comía las galletas una tras otra. Era algo que no podía evitar, cuando comía una, quería comer otra, y luego otra, y otra, hasta terminarme el paquete entero yo solo.
Saqué mi iPod y me coloqué los audífonos, dándole play a la música.
Comencé a menear la cabeza, esto tenía que recompensar el día pésimo que había tenido.
Me levanté para volver a dentro, y sin tener vergüenza comencé hacer unos pasitos de baile, nada exagerado. Teniendo cuidado con mi brazo herido.
No era un experto en ello, solo me dejaba llevar.
Dicen que la vergüenza está presente en todos, pero creo que yo nunca la he tenido.
—Señoritas—salude a unas chicas que estaban en el pasillo recibiendo de su parte risitas tímidas.
El don de los Brethan.
Todas caen ante nuestros encantos.
Caminé de espaldas haciendo el pasito de Michael Jackson para después darme vuelta nuevamente y...
Pum.
Choque contra algo, más bien un alguien. Una chica, para ser específicos, sin querer terminé tirando los libros que traía.
—Lo lamento —dije agachándome, a la par que ella para ayudarla a recoger sus libros.
Tsss, libros.
—Está bien —pronunció, bajo.
Que chistoso esto solía suceder en las escuelas cuando todos anda apresurados y los pasillos están repletos de gente, pero ¿en un hospital? ¿Quién trae libros a un hospital? Eso es en las bibliotecas no en un lugar donde había mal heridos entrando todo el tiempo.
Me reincorpore junto a ella.
—Toma —le estiré el libro que tenía en mi mano izquierda.
—Gracias —lo recibió, alzando su cabeza hacia mí.
Y justo ahí, mi vista captó un pequeño rostro con varias pecas en él, cachetes un tanto llenitos y un flequillo que la hacía ver tierna. Fue extraño, no podría explicarlo solo sentí como si hubiera olvidado como se respiraba y solo pudiera concentrarme en detallarla.
Nunca en mi vida había visto un ser que reflejara tanta...inocencia y ternura a la vez.
Con perversión había visto un millón, todos los días.
Era tan pequeña que me llegaba arriba del pecho, parecía como un duende a mi lado, casi podría aplastarla, pero era linda, tenía que admitirlo.
¿Cómo podría existir un ser tan pequeño?, no era broma hablaba en serio, durante toda mi vida había conocido gente pequeña como de 1.72m, pero ella era más como 1.60m, ¿nunca jugó baloncesto o no tomó los suficientes suplementos de niña? No digo de pequeña porque pequeña aun lo seguía siendo, me refiero a...
—Disculpa, ¿necesitas algo? —su voz me sacó de mis pensamientos.
Su pregunta me impresionó porque ¿Qué podría necesitar yo de ella?
—¿Perdón? —musité—. Mas bien la pregunta debería ser ¿necesitas tú algo de mí? —sonreí coquetamente esperando la misma reacción de su parte o por lo menos una sonrisa tímida.
Pero lo que recibí de ella fue un gesto de confusión.
—¿Yo? —exclamó para luego mirar al suelo—. Hum...bueno en realidad yo no necesito nada, por el momento estoy bien, gracias por preguntar.
¿Es comediante o qué?
Se supone que tenía que contestar "Tu número, guapo" no un "Estoy bien gracias por preguntar".
Hasta que lo capté, claro ¿cómo no me di cuenta?, ella pensaba que por tener mi brazo derecho herido no podría escribir mi número en uno de sus libros.
—No tienes que tener pena, puedes decir lo que realmente quieres —sonreí de lado.
—Pero de verdad no necesito nada, ya me han atendido desde el día uno que llegué, gracias.
¿Atendido?
La recorrí con la mirada de arriba para abajo y fue cuando me percaté que traía puesta una bata de paciente.
—¿Eres paciente?
Brillante pregunta Brethan.
Se queja de las preguntas de su entrenador y está igual el muchacho.
Miró a los lados.
—Si, ¿tú no eres enfermero?
—Ja, deja de bromear y dame acá —le quité uno de sus libros tomándola por sorpresa.
Saqué el lapicero que Fredi metió en mi bolsillo.
Escribí con bastante dificultad en la primera hoja mi número y un "llámame nena".
Se lo regresé y ella parpadeó perpleja leyendo este.
—Me tengo que ir, pero ya tienes mi número, que era lo que querías.
Caminé pasando por su lado, pero me decidí a voltear. Seguía ahí parada, dándome la espalda.
—Ey —la llamé logrando que girara su cabeza-. ¿Cómo te llamas?
Esperé unos segundos, pero ella no dijo nada ni siquiera se movió.
Así que no esperé más y me di la vuelta con intención de seguir mi camino.
—Soy Claris —la escuché decir.
Sonreí y la miré por encima de mi hombro.
—William —contesté, al final.
Nota de la autora
¿Que tal el primer capitulo?
Espero les haya gustado, no olviden dejar su votito y su comentario.
Nos leemos pronto.
La historia no está corregida, puede que haya faltas de ortografía y/o incoherencias en la trama. Una disculpa de antemano.
Por favor ser amable en todo momento.
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