𝒗𝒆𝒊𝒏𝒕𝒊𝒖𝒏𝒐

-Es mi último ciclo de quimios y sueros -confesó, acomodándose con las piernas sobre el sofá y atrayendo la mano de Muriel hacia sí. La chica no soltó su agarre, más bien enredó sus dedos a los de él y apretó levemente-. El tumor ha reducido bastante su tamaño y el doctor intentará operarme.

Muriel se mordisqueó las comisuras con aire ansioso, como si tuviera muchas cosas en la cabeza y pocas cosas al alcance de su lengua.

-Tengo buenas posibilidades -dijo él, alzando sus ojos hacia los grises-. Es decir, como setenta por ciento de posibilidades de salir bien y con mis pulmones limpios.

-Esas son buenas posibilidades.

Hugo torció una sonrisa, como una línea cuarteada en la pared.

-Aún hay un treinta por ciento que... -su voz se cortó en seco y respiró hondo al sentir el peso en su pecho. Sintió un tirón en su mano y los dedos de seda arrastraron el agarre hacia Muriel. La muchacha cubrió ambas manos con su diestra y su pulgar repasó el dorso de la de Hugo.

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