𝒗𝒆𝒊𝒏𝒕𝒊𝒄𝒊𝒏𝒄𝒐
Hugo la vio acercarse y pensó que se inclinaría e incluso le besaría. No importaba si no era en sus labios secos, con que le rozara la mejilla era feliz. Pero ella se detuvo a varios pasos, sin saber cómo proceder, apoyándose en la cama y mirándolo con el rostro ladeado.
-¿Tan feo? -preguntó él, arrugando una sonrisa que nada tenía de verdadera diversión.
-Como un esqueleto -respondió ella, asintiendo y luego sonriendo de verdad.
Su sonrisa, había tantas cosas que pensar de esa sonrisa. La había visto frecuente desde que sus labios se encontraron por primera y única vez. Era una curva alargada, de labios sonrosados, sin pintalabios y sin mostrar los dientes. Aparecía lentamente, empujando perezosamente sus mejillas y marcando un hoyuelo a la derecha. A Hugo le gustaba.
-Te lo dije -murmuró él y ella se encogió de hombros.
-No me importa.
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