𝒖𝒏𝒐
Hugo era un chico común, sin hábitos extraños, sin familia extravagante. Su comida favorita era la pizza, especialmente si llevaba piña, porque le encantaba mezclar ingredientes e inventar; se jactaba de escuchar rock, y la buena música disco de la época de sus padres, guardaba discos de vinil y la máquina para tocarlos, pero tenía un amor no tan oculto por los románticos de su época, los cursis y los que no tanto; su película favorita era Luces de la ciudad, pero podía repetir de memoria el guion de Star Wars. Iba a la escuela cómo todos los chicos de su edad, su color favorito era el azul y su forma de vestir era bastante clásica. No leía poesía, aunque le gustaba oír a su hermana recitarla; no le gustaba la lluvia, pero se había bañado en ella innumerables tardes; no le gustaban los gatos, pero les dejaba comida junto al basurero.
Era como la mayoría de la gente, uno más en el montón. Hugo tenía cáncer, como muchas personas en el mundo lo tienen. Él no se sentía especialmente maldito por ello, nunca lo hizo, nunca lo haría. Era solo una persona más entre los millones del planeta cuya muerte estaba fechada para antes que las del resto. ¿Cuántas personas no habrían sido así durante todos los siglos del planeta? Muchas. Él lo sabía y por eso no hacía gran revuelo de ello.
Él era un muchacho normal, común y corriente, de esos que no miras dos veces si te cruzas con ellos en la calle.
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