𝒕𝒓𝒆𝒔
Si bien era Hugo la única persona a la que Muriel podía plantarle discusión, la única que la escuchaba hablar de vuelta, no era la única persona que le hablaba. Al principio había habido muchas voces, tantas que Muriel no salió del armario en un buen rato. Se abrazó a sí misma, intentando no temblar, apretando los ojos y fingiendo que no los oía llorar, que no los oía llamarla.
Ella no quería responder y, cuando lo hacía, ellos no la escuchaban.
A ella nadie la escuchaba. Su madre no la escuchaba. Su amiga no la escuchaba. Su hermana mucho menos. Su padre no estaba para escucharla. Las enfermeras tampoco. Solo Hugo, solo él.
Por eso odiaba discutir con él.
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