𝒕𝒓𝒆𝒊𝒏𝒕𝒂 𝒚 𝒔𝒆𝒊𝒔
» Pensé que podía controlarlo, Hugo. Pensé que podía evitar que me mirara como lo hacía, que dejara de buscar tocarme como lo hacía. Pensé qué si mi madre no me creía, nadie en el mundo lo haría. ¿Cómo me creerían si la persona que se suponía más me quería y debía protegerme no lo hacía? Pensé que si ella me había dado la espalda todo el mundo lo haría. Pero más que nada pensé que yo sola podía.
» Entiéndeme, por favor, antes de juzgarme. Preferí llorar en silencio y cargarlo todo yo, porque la única persona que debía estar siempre para mí no estaba. Por eso lo callé todo, cerré los ojos, presioné mis dientes, apreté los puños, dejé que mi alma se tiñera de tristeza y endurecí mi corazón tanto que se volvió de cristal y se rompió con un solo golpecillo que yo misma di.
» No tenía nadie que quisiera compartirlo conmigo. Por eso lo cargué todo yo. Pensé que podía yo sola, que podía huir en el silencio. Hasta que no pude.
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