𝒕𝒓𝒆𝒊𝒏𝒕𝒂 𝒚 𝒏𝒖𝒆𝒗𝒆

Sintió que una fuerza enorme se aferraba a su cuerpo, dedos que lo rodeaban, como una mano gigante que lo tiraba hacia el fondo con fuerza. No, no, eso no. Era un peso, un peso sobre su cuerpo, que lo empujaba hacia abajo. Hugo consiguió mover sus brazos, sus piernas recuperaron movimiento poco después y abrió ligeramente sus ojos.

Poco se podía ver, con sus pulmones inundados de llamas dolorosas y sus ojos picando por la sal del mar, Hugo movió sus manos y piernas para luchar con la fuerza que lo empujaba y tiraba al fondo. No quería mirar hacia abajo, solo hacia arriba, a donde la luz de la Luna se filtraba entre la bruma y descubría pequeños peces con formas de nubes. O quizás eran nubes con formas de peces.

Hugo solo sabía que no quería tocar el fondo, él necesitaba ir hacia la Luna, sacar su cabeza del agua y tomar una profunda bocanada de aire.

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