𝒕𝒓𝒆𝒊𝒏𝒕𝒂 𝒚 𝒏𝒖𝒆𝒗𝒆

» No importaba cuántas veces me restregara con la esponja o cuantas esponjas usara, o si usaba mis propias uñas. Me sentía sucia, mi piel estaba sucia y quería sacármela entera. Allí, en cada rincón, sobre cada lunar, sobre cada trozo de mí, estaba Miguel. 

» Las marcas de sus dientes se quedaron en mis hombros; los moretones, en mi cuello; los dedos, en la cara interna de mi muslo; su aliento, en mis pechos; los rasguños de su barba, en mis mejillas. Incluso cuando los moretones se fueron podía sentirlos. Cada vez que me tumbaba en mi cama, cada vez que me miraba desnuda en el espejo del baño, cada vez que Miguel me lanzaba una mirada. Podía ver el mar de acuarela bamboleándose conmigo, podía sentir a Miguel marcando de nuevo cada trozo de mí.

» Tenía tanto asco de mí misma, que sentí que ya no era yo, no eran mis muñecas las cortadas, no era yo la chica en la bañadera, no era mi sangre la que tenía el agua. Era alguien a quién yo odiaba. La odio, Hugo, la odio y desearía que se hubiese muerto aquel día. Habría sido más fácil. 

» Pero, al parecer, hay una parte de mí que no la odia suficiente. Hay una parte de mí que tiene miedo de que el corazón de esa chica deje de latir, de que desista. Y si esa parte no existiera, quizás yo nunca habría sacado la cabeza del agua. 

» Creo, Hugo, que hay una parte de mí que todavía quiere vivir.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top