𝒔𝒆𝒊𝒔
Hugo estaba enojado. No sabía con quién, porque él no creía en Dios para echarle las culpas de marcarlo de esa forma. Tampoco creía en el karma, en ningún santo o en el universo. Su madre había sido criada como católica y su abuela siempre llevaba un crucifijo consigo, pero él no creía en nada de eso. Así que no podía estar enojado con ningún ser que hipotéticamente lo supiera y dirigiera todo desde arriba. Sin embargo, estaba enojado.
No pudo correr más, el profesor de educación física lo relegó a caminar mientras los demás daban vueltas y vueltas a la pista. Rafa y La Japonesa pasaban a su lado y le saludaban con la mano, una y otra vez. Él los veía alejarse, los veía irse con el resto.
Se estaba quedando atrás, la vida aferrándole los tobillos al suelo, drenándole las ganas de correr.
Entonces tuvo su primer tratamiento de sueros.
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