𝒅𝒊𝒆𝒄𝒊𝒐𝒄𝒉𝒐

¿Hugo habría construido alguna vez un castillo de arena? ¿Habría, siendo niño, jugado a cavar un foso y ver como el agua se lo llevaba? ¿Habría sentido los granos bajo sus pies y el sol quemándole la piel salada? No lo sabía, no había tenido tiempo de preguntarle. O más bien, nunca se había atrevido, quizás por el mismo miedo que le impedía hablar de sus moretones. Aquellas cosas le pertenecían únicamente a ella, al cajón más remoto de su memoria, al espacio dedicado a todo lo que odiaba.

Ella no sabía él, pero ella nunca había construido un castillo de arena. Nunca había estado en la playa. Nunca había respirado el aire salado. Quizás esperaba, aún esperaba, que su padre cumpliera su última promesa.

Cerró los ojos, el aire de lluvia trayéndole el olor de las olas con un sonido feroz. 

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