𝒅𝒊𝒆𝒄𝒊𝒏𝒖𝒆𝒗𝒆
-Nunca tuve la oportunidad -había confesado ella después de que él dijera no creer haberse enamorado. Fue como si el tiempo se estirara, como si alguien lo tomara con sus dedos y lo tirara, tensando el aire entre sus cuerpos, como si hubiese una corriente cosquilleando en sus labios.
Apartó la mirada de sus ojos, porque tenía miedo de que aquellos nubarrones lo vieran. Hugo tuvo miedo de nunca enamorarse. Más, tuvo miedo de si Muriel alguna vez se atrevería a confiarle a alguien su corazón. No temía que lo hiciera, temía lo contrario.
-Hugo -llamó ella y el muchacho sintió una tímida mano rozar sus dedos-. Tu hermana me dijo que te ingresan dentro de poco.
El muchacho asintió.
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