𝒄𝒖𝒂𝒓𝒆𝒏𝒕𝒂 𝒚 𝒕𝒓𝒆𝒔
Bajar era tan fácil, el agua más que dejarlo hundirse con facilidad, lo guiaba. Sus ojos se sentían cada vez menos pesados, sus pulmones más ligeros. Era como si el aire estuviera abajo. ¿Por qué nadar? ¿Por qué intentar ir hacia la Luna? No había nada allí, hacia arriba todo era difícil, pesado sobre su cabeza y ácido en sus pulmones.
Al fondo, al fondo todo olía cálido, como los garbanzos de su madre o las croquetas de la abuela. La música era dulce, invitaba a bailar. Era tan fácil dejarse llevar que regresar arriba o siquiera luchar por hacerlo parecía incorrecto y hasta estúpido.
¿Por qué volver a donde el aire no alcanzaba y solo burbujas entraban en sus pulmones? ¿Por qué?
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