𝒄𝒆𝒓𝒐
— ¿Alguna vez te has enamorado? –preguntó Muriel.
Hugo volteó la cabeza para poder verla. La oscuridad perfilaba su rostro, el resplandor de la televisión centelleó en sus ojos cuando ella volteó a verlo. No parecía avergonzada de haber preguntado, parecía estar pacientemente esperando una respuesta. Él, por otra parte, se pasó una mano por los ojos, cansado de un largo día y porque él siempre estaba cansando.
—No creo –respondió bajito—. Digo, he tenido novias, pero no estoy seguro de haberme enamorado de ninguna de ellas –confesó y luego la miró ladeando la cabeza.
Muriel apretó los labios en una mueca pensativa, su ceño levemente hundido. Pero Hugo solo fijó su vista en los ojos contrarios, porque era lo único nuevo que se había añadido a la imagen y lo fascinaban.
— ¿Y tú? –preguntó de pronto, sin saber de dónde vino el impulso, se acomodó para verla de frente, apoyando el brazo en el respaldo del sillón. Ella se enderezó ante aquella cuestión, adoptando una posición similar a la de él—. ¿Alguna vez te has enamorado, Muriel?
La muchacha se mordió el interior de la mejilla y Hugo la vio apretar sus manos en puños. Quiso abrazarla o decirle algo o retirar su pregunta, pero ella no lo dejó. Nunca apartó su vista de los ojos oscuros del muchacho y su mirada parecía pedirle que esperara, su mirada parecía prometerle muchas cosas, su mirada de humo parecía decirle algo que él no entendía del todo.
—No –confesó, finalmente apartando la vista por un instante, dirigiéndola a la televisión encendida antes de volverla a poner en él—. Nunca tuve la oportunidad.
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