𝒄𝒆𝒓𝒐
Hugo siempre le decía lo mismo cada vez que hablaban. Al principio no, quizás por vergüenza o porque aún no tenían suficiente confianza. Pero ya le tenía confianza suficiente para reprocharle, para regañarla y exigirle.
A Muriel la molestaba que el muchacho consiguiera sacarla de quicio con sus argumentos ingeniosos. La volvía loca con cada giro en la conversación, como si sus palabras no pudieran ir hacia otro camino, como si no pudieran hablar de otra cosa.
Él quería que ella dejara aquel lugar, su lugar, y ella se negaba a escucharlo.
Era por eso que sus conversaciones tomaban senderos temblorosos, donde la tierra se desmoronaba y a menudo caían en discusiones. Él nunca alzaba la voz, ella siempre era la primera en ponerse de los nervios. Eran los ojos de Muriel los que centelleaban, furiosos, en busca de los de Hugo, para nunca encontrarlos. Y nunca los encontraría, no si, como él decía, no dejaba aquel lugar. Porque en aquel lugar, solo ella tenía cabida. Y era exactamente por eso, porque nadie podía alcanzarla, que Muriel nunca dejaría aquel lugar.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top