CAPÍTULO 6: BAJO CERO
Madison
Me desperté por mañana recordando los exámenes que tendría a lo largo de toda la semana. Opinaba que iba bastante preparada por lo que no debía preocuparme. Me había pasado estudiando toda la semana anterior y las cosas en casa se habían relajado desde que Ashton y yo no hablábamos.
No había vuelto a ver a Lena entristecida o con la mirada perdida lo que me hacía preguntarme si yo era lo que realmente lo provocaba. Al estar tan liada los últimos días apenas hablaba con nadie en casa y eso llevaba a no discutir con Stephen ni con Ashton. La situación por las mañanas seguía siendo la misma. Ashton ya se había ido cuando yo me levantaba y Stephen estaba a punto de irse por la puerta.
Me senté en la cocina y me puse a desayunar con algo de prisa. No llegaba tarde, pero quería llegar pronto para repasar un poco más antes del primer examen.
— Oye Madison... — Lena se acercó a mi y se sentó en la silla vacía frente a mí — ¿Sabes si le ha ocurrido algo a Ashton? Apenas le hemos visto por casa los últimos días y come a distintas horas que nosotros. Es como si quisiera evitarnos. Si no le conociera lo suficiente diría que ha estado muy ocupado estudiando, pero sé que no ha sido así.
— No lo sé, no me ha contado nada — reconocí — ¿Por qué no intentas hablar con él? — me parecía la opción más lógica que podía escoger Lena, pero por alguna razón aún no lo había hecho.
¿Por qué me daba la sensación de que todos se pensaban que le conocía mejor que nadie?
Lena no se quedó conforme con mi respuesta, pero yo no sabía más que ella. Me negaba a creer que la actitud tan distante de Ashton con todos fuera por lo que ocurrió entre nosotros la semana anterior. Él había sido el que decidió apartarse de mí y no lo culpaba de ello, pero no entendía ese cambio tan repentino hacia todos a raíz de ese día.
— No me diría nada, hace tiempo que no lo hace... — reconoció.
Al parecer Lena y Ashton eran iguales en cuanto a ocultar sus secretos, pero su relación parecía diferente. Seguramente nos habría mentido a todos en un momento u otro por que el misterio del lago Covell seguía sin resolverse en mi cabeza.
— Supongo que con el tiempo lo hará, al fin y al cabo, eres su madre — traté de animarla al verla tan desilusionada por no saber manejar la situación.
Lena trató de mostrar una sonrisa, pero sabía que hasta que no pudiera hablar con Ashton no estaría bien. No había mucho más que yo pudiera hacer y tampoco quería meterme.
— Suerte esta semana, seguro que te salen muy bien los exámenes — me animó antes de irme.
— Gracias — solté un suspiro al recordar la que tendría encima a lo largo de la semana.
El frío iba empeorando y tenía que utilizar más prendas de ropa de las que quisiera, pero era lo que me tocaba. Tenía bastante resistencia al frío, pero seguía sin gustarme la sensación e intentaba huir de ella todo lo posible. Quedé en la puerta del instituto a las ocho con Nancy como de costumbre. Me había estado ayudando toda la semana pasada con algunas asignaturas y la verdad que lo agradecía.
«Eso hacen las amigas, lo sabes, ¿no?». Esa vocecilla dentro de mi cabeza no me daba tregua cada vez que estaba con Nancy.
Estábamos haciéndonos amigas.
No podía permitirlo y aun así seguía viéndola y riéndome con ella. Hacia tanto tiempo que no me reía de verdad que lo echaba de menos.
¿Me gustaba la compañía de Nancy o como me sentía yo al estar con ella?
— ¿Preparada para la batalla? — dijo Nancy en tono divertido al verme llegar.
«Me he enfrentado a cosas peores». Me dije a mi misma.
— Claro — respondí con una pequeña risa por mi pensamiento sarcástico.
Nos dirigimos al primer examen de la mañana. Química. Contra antes me lo quitara de encima mejor asique que fuera el primero era lo mejor. La clase ya estaba llena con todos los estudiantes. Todos menos Ashton. Su silla estaba vacía.
«¿Dónde está?».
Se había ido antes de casa como todas las mañanas y la Sra. Kelly podía convertirse en un obelisco si alguien osaba llegar tarde a sus clases. Era de las profesoras que más tiempo llevaban en el instituto y en la docencia por lo que se hacía respetar, aunque fuera a base de suspensos y castigos como amenazas.
— Ahora os voy a repartir el examen y no quiero que le deis la vuelta hasta que yo os lo indique — avisó mientras repartía las hojas en cada mesa.
Si Ashton no llegaba en pocos segundos, la Sra. Kelly no le permitiría hacer el examen. Alcé la mirada unas mesas más delante de mí y Harper estaba ya sentada.
Entonces, ¿con quién estaba Ashton?
Al instante la puerta se abrió haciendo que todos miraran y una cabeza se asomó por el marco de la puerta.
Era él.
Tenía sus gafas de sol puestas como de costumbre haciendo que algunos chicos mirasen por la ventana y se preguntaran que hacía llevando gafas estando el cielo totalmente nublado. En cuanto se las quitó lo entendí. Tenía la mirada desgastada y unas ojeras azules y profundas. Intenté recordar cuando fue la última vez que le vi y ese no era aspecto que tenía. Siempre mostraba una apariencia cansada, pero no como esa vez.
La Sra. Kelly dirigió su mirada a la puerta y después a su reloj de pulsera.
— ¿Sabe usted qué hora es? — preguntó dejando de repartir los exámenes.
Ashton carraspeó la garganta.
— Siento llegar tarde — se limitó a decir con voz débil.
La Sra. Kelly pareció dudosa sobre que responder. Se colocó su cabello rubio capeado apartándolo de su frente y finalmente habló.
— Vaya a su sitio — le ordenó dejando el examen en su mesa.
Ashton atravesó la clase y se sentó en su mesa. Harper le miró con lo que me pareció una expresión de preocupación, pero Ashton ni si quiera la miró. La Sra. Kelly comentó como iba a ser el examen y las pautas que debíamos seguir, pero me quedé sumergida en mis pensamientos.
Tenía nuevas preguntas en mi cabeza y no podía ignorar el hecho de que Ashton tenía un aspecto enfermizo. Bajé mi mirada hacia el suelo y me paré en su mochila. Tenía algo extraño en la parte baja que brillaba, parecía escarcha. Fruncí el ceño manteniendo la mirada en la mochila y la Sra. Kelly se puso enfrente de mí.
— ¿Ha entendido como va a ser el examen Srta. Allen? — preguntó en un tono claro de enfado.
Tragué saliva y asentí volviendo mi mirada al examen. No se le escapaba una. La Sra. Kelly dio permiso para comenzar el examen y le dimos la vuelta. Estaba desconcentrada pero no podía echarlo todo a perder justo en el examen. Mientras la Sra. Kelly se dirigía a su mesa levanté mi vista de nuevo y miré a Ashton para después volver a bajar la mirada a la mochila.
«¿De dónde viene para traer la mochila así?».
El examen duró una hora. En cuanto sonó el timbre las sillas comenzaron a vaciarse. Ashton se levantó de los primeros y al entregar su examen se marchó. Harper salió segundos después dispuesta a seguirle.
Terminé el examen poco después y lo entregué para poder salir de la clase y esperar a Nancy fuera. Me hice a un lado en el pasillo y vi como Harper se acercaba a Ashton por la espalda. Parecía preocupada pero la expresión de él no cambiaba. Seguía estando impasible.
Harper gesticulaba mientras Ashton parecía estar inmerso en sus pensamientos. Ella no estaba cabreada si no decepcionada por la reacción nula de Ashton y se acabó marchando, resignada.
Él se giró para abrir su taquilla y se percató de que estaba ahí parada en el pasillo. Le sostuve la mirada unos segundos hasta que Nancy salió del aula.
— ¿Estás bien? — preguntó al ver que Ashton y yo nos mirábamos.
¿Lo estaba?
— No lo sé — confesé.
Ashton se apresuró en dejar sus libros en la taquilla y se marchó dando un portazo haciendo retumbar la puerta metálica de la taquilla.
— Parece estar... — dijo Nancy observándole marcharse por el pasillo.
— Enfermo — dije acabando su frase.
— Enfadado — me corrigió — ¿Le ha pasado algo?
Me limité a encogerme de hombros en un suspiro. No tenía ni idea de que podría estar pasándole. Si que era cierto que en los últimos días había tenido un comportamiento extraño al alejarse de todos, pero no al nivel de ese día. El siguiente en salir del aula fue Alex y le frené rápidamente.
— Alex, espera — dije agarrando su brazo al ver que se iba corriendo -, ¿sabes que le ocurre a Ashton?
— Es complicado — se limitó a decir.
— Entonces sí que sabes algo — dije clavando mi mirada en sus pupilas viendo como los nervios se apoderaban de él.
— No es tan fácil Madison — apartó la mirada y bajó la mirada a su brazo, dónde le estaba agarrando —. Tengo que irme, lo siento.
Le solté de inmediato al darme cuenta y se marchó a paso ligero por el pasillo. Nancy y yo intercambiamos una mirada.
«¿Qué está ocurriendo?».
— Se que no debería meterme... — comenzó a decir —, pero tal vez deberías hablar con Ashton.
Si lo hacia significaría que me importaba. Que después de decirle que no se metiera en mi vida, iba a ir yo a meterme en la suya.
— Tal vez debería — reconocí frotándome los ojos.
Sentía que la situación volvía a superarme, estaba exhausta con todo lo que se me venía encima. Continuaron las clases y el resto de exámenes, pero Ashton no se presentó a ninguno más. En el almuerzo tampoco estuvo en la cafetería, pero los demás si se encontraban en la mesa de siempre. Era una situación un poco extraña, pero si Ashton no estaba de buen humor era más que entendible que se hubiera apartado de ellos.
El día de clases terminó con otro examen que nos llevó más de la hora normal de clase por lo que cuando la gente terminaba el examen, salían casi corriendo del aula. Nancy terminó antes que yo, pero la hice un gesto con la cabeza para que no me esperara. En verdad yo ya había terminado el examen también, pero quería volver sola a casa. Tenía demasiadas cosas en las que pensar.
Entregué el examen unos minutos después y me marché. El instituto estaba casi vacío cuando salí del aula. Pasé por enfrente de la taquilla de Ashton y habría pasado de largo si algo no me hubiera llamado la atención. Había algo que brillaba sobre el metal. Me aproximé a ella y acerqué mi mano para tocarlo. Parecía ser lo que había visto en la mochila de Ashton, una especie de escarcha cubriendo parte de la superficie de la puerta. Como si estuviera congelada. Algo raro estaba pasando y no podía ignorarlo por más tiempo.
Debía hablar con él.
Salí a paso rápido de instituto y mantuve el mismo ritmo de camino a casa para llegar lo antes posible. El rostro de Ashton vino de nuevo a mi mente y recordé la mirada de desesperación que tenía cuando le vi frente a las taquillas. Eso me hizo recordar lo que le dije la semana anterior y cómo la mirada fue la misma.
Me sentí como una mierda al pensarlo. Hasta ese momento no lo había recordado de nuevo y puede que me pasara con mis palabras. No me hizo nada realmente, o al menos en ese momento no me parecía tan importante lo que hubiera pasado hacia una semana como para hablarle como lo hice. Él parecía llevar un peso sobre los hombros que yo no entendía y quizá esa vez él necesitara mi ayuda. Por cómo me había mirado en el instituto, sus ojos pedían ayuda a gritos.
Entre por la puerta de casa y a la primera que vi fue a Lena. Se acercó a mí y presentí que era para preguntarme que tal me había ido el día, pero la interrumpí.
— ¿Has visto a Ashton?
— ¿Ha pasado algo? — ella tampoco sabía que ocurría con Ashton y mi pregunta solo sonaba alarmante.
— No, es por una cosa de clase — mentí.
— Me ha mandado un mensaje antes diciéndome que hoy no comía en casa.
Otra respuesta extraña, pero era obvio que no estaba en casa. Siempre dejaba su mochila y sus llaves en la entrada y esta vez no estaban ninguna de las dos.
— Esperaré a que vuelva entonces — dije en tono despreocupado.
No se me ocurría ningún sitio al que pudiera haber ido sabiendo como estaba por lo que solo me quedaba esperar a que volviera. Supuse que llegaría por la tarde, pero con el paso de las horas no lo hizo. Una parte de mi se empezaba a preocupar porque sabía que probablemente estaba solo. Repasé en mi cabeza la conversación con Lena y tuve una idea. Se me había olvidado por completo que tenía el teléfono de Ashton. Tal vez si le llamaba respondería.
Busqué su contacto en la agenda del teléfono y le llamé. Los pitidos me indicaron que no iba a cogerlo y lo confirmé cuando saltó el buzón de voz. Estaba empezando a anochecer y aún no había vuelto. Cada vez estaba más impaciente al ver que no llegaba a casa.
Me acosté en la cama y acabé quedándome traspuesta hasta que el chirrido de la puerta principal me despertó. Salí de mi habitación y bajé las escaleras encontrándole en mitad de la entrada con la mirada en el suelo. Lena lo abordó antes de que pudiera acercarme.
— ¿Qué te ha pasado Ashton? — preguntó agitada al ver su aspecto — ¿Estás bien?, ¡estás helado!
La reacción de Lena me parecía exagerada, pero me sobresalté al ver bajo la luz del fluorescente que su piel estaba aún más pálida y sus ojeras de un color azul mucho más intenso, pero Ashton no se alteró con sus palabras. Lena era enfermera por lo que su tono de preocupación no podía ser a la ligera. Era muy sensible a las sensaciones térmicas del frío y pude notar el suyo de forma drástica por lo que Lena estaba en lo cierto. Algo malo le ocurría.
— Estoy bien... — mascullo Ashton apartándose de ella.
Stephen apareció y no dudó en meterse en la conversación.
— ¿Te has drogado? - preguntó sin vergüenza alguna.
Su aspecto concordaba perfectamente con esa conclusión. Puede que eso explicará su palidez y su delgadez y esas ojeras que siempre llevaba encima. Incluso el cabreo que llevaba arrastrando desde hacía días.
¿Podría tener un problema con las drogas?
Si fuera así, se tendría que haber puesto hasta las cejas durante todo el fin de semana para tener ese aspecto.
— ¡Stephen! ¡lárgate de aquí! — le ordenó Lena gritándole a la cara.
Era la primera vez que veía a Lena gritarle a Stephen pero eso no pareció alterarle.
— Solo necesito acostarme, estoy cansado — pidió Ashton en un hilo de voz.
— Ashton estás helado, tenemos que ir a urgencias — le ordenó Lena.
— ¡No!
Se escapó de ellos y huyó hacía la planta de arriba. Pasó por mi lado y sentí el frío más intenso aún. No era cosa de mi imaginación.
— ¡Ashton!, ¿quieres hacer caso por una vez en tu vida? - exclamó cabreado Stephen siguiéndole hasta la escalera.
Ashton hizo caso omiso a las palabras de Stephen y se metió en su habitación de un portazo.
— Tengo que hablar con él — dijo Lena dirigiéndose a la escalera.
— Déjale, si está enfermo es problema suyo — masculló entre dientes Stephen —. Deberías de irte a dormir Madison, mañana tienes que madrugar — terminó de decir mientras se marchaba cabreado hacia el salón.
Le eché una mirada a Lena y avancé hacia la escalera.
— No te preocupes por él, solo necesita un poco de espacio — susurré intentando que se calmara.
Lena asintió y soltó un suspiro acariciando mi brazo.
— Será mejor que te acuestes — dijo respaldando la decisión de Stephen.
Asentí sin más. Ahora que iban a estar ellos dos en la planta baja era mi oportunidad de hablar con Ashton. Subí la escalera y una vez arriba comprobé que Lena ya no estaba observándome desde abajo. Me paré en la puerta de Ashton y di dos golpes suaves con mis nudillos sobre la madera.
— Ashton, soy yo — susurré lo más bajo que pude.
No respondió. Apoyé mi cabeza sobre la puerta para escuchar si había algún ruido en el interior, pero no escuche nada. Decidí abrir la puerta y entré lo más sigilosamente que pude. Su cama estaba vacía al igual que el resto de la habitación. Más adelante vi la ventana abierta de par en par. Cerré la puerta despacio y asomé la cabeza por la ventana viendo que daba al patio de atrás.
«¿Ha salido por la ventana?». Me pregunté sabiendo que era la única opción.
En la parte baja de la ventana volví a encontrar ese hielo. Era lógico que algo le estaba pasando. Algo en mi me decía que debía ir a buscarle, pero no podía bajar y salir por la puerta sin más. Tendría que bajar por donde lo había hecho él si no quería ser vista. Dudaba que Lena o Stephen subieran para ver como estábamos por lo que no descubrirían que me había ido.
Me agarré al marco de la ventana y me impulsé para sacar mi cuerpo. La cornisa era casi horizontal y medianamente estable por lo que vi seguro apoyarme en ella. La única opción plausible que vi desde la cornisa para poder bajar era una planta enredadera sujeta en un panel de madera en el lateral de la pared.
Caminé a hurtadillas por la cornisa hasta alcanzar la enredadera y comencé a bajar intentando no hacer ruido. Llegué abajo y rodeé el jardín pasando al lado de la ventana del salón. Lena y Stephen estaban discutiendo. Salí del jardín de la casa y comencé a andar por la acera de la calle sin dirección ninguna.
Debía pensar, «¿a dónde puede haber ido?».
Realmente podría estar en cualquier lugar y yo apenas conocía la ciudad. Podría haber ido a ver a Harper e intentar arreglar las cosas con ella después de haber discutido ese día o tal vez estuviera en casa de Alex ya que era su mejor amigo y seguramente supiera que le pasaba. Esas opciones se desvanecieron al darme cuenta de que no sabía dónde vivía ninguno de ellos.
Una idea totalmente loca vino a mi mente instantes después. Era el único sitio que yo conocía y sabía cómo llegar.
El lago Covell.
Puede que fuera posible que sí que pasara allí la mayor parte de su tiempo. Eso explicaría la escarcha de su mochila. No había mucha nieve acumulada en la calle, pero sí en el recinto del lago. Nadie podía entrar y la nieve allí estaba intacta aún asique no tenía nada que perder por intentar buscarle allí. Recordé mentalmente el camino y comencé a correr por las calles todo lo rápido que pude.
Con el frío que hacía tenía que tener cuidado con cuanto tiempo pasaba fuera. Además, era lo suficientemente tarde como para que no hubiera nadie en la calle y no tendría la suerte de que alguien me encontrara.
Llegué a la valla del parque con el aliento entrecortado por el frío y haberme recorrido varias calles en apenas unos minutos. Eso al menos me dio un poco de calor alejándome de una posible hipotermia. Observé dentro del parque a través de la valla. Estaba bastante oscuro, pero tuve un presentimiento. Si estaba en lo cierto Ashton estaría dentro el recinto del parque.
La puerta de la valla estaba cerrada como dijo Nancy por lo que no me quedo otra opción que escalarla. El alambre estaba helado dándome esa sensación fría que odiaba. Comencé a trepar introduciendo mis dedos entre los agujeros que dibujaba el alambre y colocando mis pies en los de más abajo.
Conseguí llegar a la parte alta y solo me quedaba pasar al otro lado y bajar, pero una de mis zapatillas se quedó atascada en un agujero haciéndome caer dentro del parque. La altura no era de más de dos metros, pero caí a plomo de espaldas quedándome unos segundos sin respiración.
Trate de toser haciendo que mis pulmones reaccionaran, pero me llevó unos minutos recuperar el aliento. Intenté levantarme, pero un fuerte dolor en un tobillo me hizo caer de nuevo. No era capaz de apoyarlo en el suelo. Lo más seguro es que me hubiera hecho un esguince al caer, pero no podía quedarme ahí tirada toda la noche. Conseguí levantarme torpemente y toqué mi tobillo emitiendo un quejido. No estaba roto pero me lo había torcido.
Suspiré, cabreada por haber sido tan torpe y molesta por el frio que se me estaba metiendo bajo la ropa, pero no podía parar. Atravesé los pinos que rodeaban el interior de la valla dando paso al lago. La extensión parecía ser kilométrica. No alcanzaba a ver ni el inicio ni el final. Empezaba a notar mi nariz helada al igual que mis manos, estaba empezando a perder calor. La temperatura a esas horas de la noche no llegaría a más de cero grados y más teniendo en cuenta que estaba en mitad de un lago congelado.
Me acerqué a la orilla del lago, pero seguía sin ver nada. Dudé unos segundos en si debía adentrarme en el lago porque la voz de Nancy vino a mi mente cuando me habló por primera vez del lago helado.
"La gente solía ponerse a patinar y hubo más de un problema".
Esperé que no fuera por la rotura del hielo porque ya estaba comenzando a andar sobre su superficie congelada antes de realmente decidir si era una buena o mala idea.
Di pasos precavidos intentando no aplicar mucho peso en el tobillo hasta quedarme a varios metros de la orilla.
Eché un vistazo a mi alrededor. Tuve que agudizar mi vista para poder ver en mitad del lago una figura oscura y distinguir que se trataba de una persona.
— ¡Ashton! — grité convencida al saber que solo se podía tratar de él.
Se giró hacia mí, pero aún estaba a bastantes metros por lo que no podía distinguir la expresión de su cara.
— ¡Madison, tienes que irte! — gritó desde el centro del lago.
— ¡Tenemos que irnos los dos! — grité avanzando unos pasos más — ¡No es seguro estar aquí!
El hielo comenzó a crujir a mi alrededor retumbando por todo el lago junto con mí voz y sentí un vuelco en el corazón que me paralizó.
— ¡Quieta! — exclamó exasperado al oír los crujidos — ¡No andes más! — me pidió mientras acercaba sus pasos a mí.
Por una vez hice caso ya que acaba de comprender que el hielo si podría romperse y sumergirme bajo el agua helada. Su figura era más visible con cada paso que daba para acercarse a mí, pero a la vez me hacía estremecerme porque se producían más crujidos a mi alrededor. Se paró a pocos metros de mí y yo seguía petrificada por el miedo que me estaba embargando. Mi fuego interno podía jugarme una mala pasada por que, si lo dejaba salir, derretiría el hielo sobre el que estaba.
No tenía opciones para escapar.
Ashton me miró a los ojos rogándome con la mirada que no me moviera mientras daba pasos lentamente en mi dirección. Su piel parecía ser azulada bajo la luz de la Luna que se reflejaba sobre el hielo. Solo era capaz de fijar mi mirada en él y temblar con cada parte de mi cuerpo haciendo que la superficie no dejara de resonar. El ruido me ponía cada vez más nerviosa y unas lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos. Estaba totalmente horrorizada y él lo sabía.
— Madison — susurró apenas a un par de metros de mí —. Necesito que des pasos muy despacio hacia mí.
Ni si quiera asentí por temor a terminar de romper el hielo. Su voz estaba totalmente quebrada como el suelo que pisábamos. Me armé del poco valor que me quedaba y levanté mi pie derecho todo lo despacio que pude dando un paso hacia delante. Su expresión cambió por un segundo dándome esperanzas ya que ese movimiento no me enterró en el agua.
Tragué saliva y respiré hondo para ser capaz de dar otro paso, pero eso solo me heló por dentro. Moví mi pie izquierdo creando un estruendo al levantarlo del suelo. Era el que me dolía asique no me creía capaz de volver a apoyarlo de nuevo. Miré a Ashton y no me dio tiempo a reaccionar cuando el hielo se rompió bajo mis pies.
— ¡No!
Ashton gritó viendo mi inminente caída y se lanzó hacia mí. Atrapó una de mis manos rápidamente y tiró de mí con fuerza haciendo que ambos cayésemos sobre el hielo.
La superficie dio un último estruendo con nuestra caída y cesó su atronador sonido. No pude hacer otra cosa que comenzar a llorar. Sentía que me estaba ahogando. No podía respirar y esa era la oportunidad perfecta del fuego para salir, pero no podía dejarle mientras estuviera sobre el hielo. No mientras estuviera en peligro.
Ashton me abrazó con fuerza y pude notar su respiración totalmente acelerada seguir el ritmo de la mía.
— Tranquila, ya está, ya está — repetía con la voz entrecortada mientras yo sollozaba, aún presa del pánico —. Tenemos que marcharnos, el hielo no aguantará mucho más — susurró como si su voz fuera capaz de romper el hielo si subía el volumen.
Seguía paralizada. Sentía pavor por hacer un movimiento demasiado fuerte que nos ahogara a ambos en el agua. Intenté incorporarme con su ayuda y dirige mi mirada a donde había estado parada apenas unos segundos antes. El agua brotaba por un gran orificio que había aparecido al desquebrajarse el hielo.
Mis piernas seguían temblando y ya no sabía si era por el frío, el miedo o por ambos. Nos alejamos de la superficie del lago y cuando tocamos la orilla, sentí un gran alivio en el pecho. Estaba fuera de peligro. Ashton me miró y caminó hasta mi, pero le empujé cuando estuvo a un paso de tocarme.
— ¡¿Se puedes saber qué hacías?!
Se quedó aún más blanco al oírme, pero tenía que darme una explicación. Una explicación que valiera más que el hecho de que podría haber muerto si hubiera caído en ese agujero bajo el hielo.
— Esto no tenía que haber pasado Madison — negó con la cabeza frunciendo el ceño.
— ¿Si? ¡No me digas! ¡Casi morimos bajo en hielo!
Se acercó de nuevo a mi, intentando calmarme inútilmente.
— Creí que estaba solo. No habría venido aquí si hubiera creído que podrías encontrarme.
Me quedé pensativa unos segundos. No podía creerme lo que iba a decir.
— ¿Querías ahogarte en el lago? ¿Es eso?
Por primera vez tuve ganas de llorar solo de imaginarme algo así. ¿Había ido allí para ahogarse bajo el hielo y acabar con todo?
— ¿Qué? — frunció el ceño y negó varias veces con la cabeza —. No, no Madison no iba a ahogarme en el lago.
— ¿Entonces?
¿Había otro motivo para estar sobre una capa de hielo inestable a las tantas de la noche?
— Solo quería estar solo, esto no debería haber pasado — repitió, y se llevó la mano bajo la nariz quitando la humedad que le salía de ella.
Por raro que pareciera no era por el frío. Tenía los ojos vidriosos y aún respiraba de forma entrecortada.
Estaba llorando.
No me di cuenta de que yo también lo hacía hasta que noté las lágrimas enfriarme la piel de las mejillas. Había pasado miedo. Había estado totalmente horrorizada por creer que iba a morir. No debía estar metida en eso.
Ashton seguía mirándome, tratando de detener sus lágrimas para mantener su rostro serio, pero no pudo. Yo tampoco podía hacerme más la fuerte.
— Ashton...deberías... — rectifiqué —. Necesitas ayuda.
— No iba a suicidarme — dijo al entender que había pensado en esa opción.
— ¿Entonces que hacías aquí? — le rogué por una respuesta —. Necesito una respuesta... una de verdad Ashton.
— No te estoy mintiendo Madison — suspiró con las lágrimas brillando sobre sus ojos—. De verdad que solo necesitaba pensar. Vengo aquí todas las mañanas, te lo dije. Una parte de mi esperaba que no lo recordaras para que no me encontraras, pero supongo que si lo hacías— suspiró de nuevo para coger una bocanada de aire —. Nadie sabe que vengo, solo tú.
Entonces sí que era verdad que venía, no me había mentido. Eso cambió muchas cosas en mi cabeza, pero ¿por qué era yo la única persona a la que se lo había contado?
— ¿Y qué hay de tu aspecto? — no podía seguir ignorando el aspecto tan insano que tenía — Tienes pinta de no haber dormido en días — dije refiriéndome a sus profundas y cada vez más azules ojeras.
— Porque no lo he hecho — reconoció secando sus lágrimas una vez más —. Me ha afectado más de lo que creía que no habláramos y no sabía cómo arreglarlo. Asique supongo que... me fue consumiendo poco a poco.
Eso parecía ser en el sentido literal de la palabra. Realmente si parecía estar consumido tanto física como mentalmente.
— ¿Por mí? — pregunté sin creérmelo.
Empecé a sentirme culpable de toda esa situación.
«¿Yo le he provocado que esté así?».
Asintió con la cabeza.
— No quiero dejar de hablar contigo Madison. Nunca he sentido esas ganas de contarle hasta mis secretos más oscuros a alguien — soltó una pequeña risa en mitad de todas sus lágrimas —. Me siento bien cuando estoy contigo... Soy como otra persona completamente diferente.
Estaba diciendo la verdad, lo podía ver en sus ojos. Había llegado al limité de la situación y se había sincerado por completo.
Sus palabras quisieron hacer una brecha en mi. No sabía cómo sentirme por esa confesión. No quería sentir nada. Ni alivio ni felicidad.
Nada.
— Siento haberme portado como una imbécil — reconocí.
— ¿Podemos empezar de nuevo? — me propuso sacando al fin una pequeña sonrisa.
Empezar de cero parecía la manera más fácil que teníamos de llegar a la paz. Borrón y cuenta nueva.
— Sí — asentí soltando también una sonrisa.
Ashton soltó un suspiro de alivio y tras observar a su alrededor unos segundos, habló.
— Deberíamos irnos, hace demasiado frío — me hizo un gesto con su cabeza y comenzó a andar pero yo no me veía capaz.
— No puedo andar, al menos no rápido — bajé la vista a mí tobillo, abochornada de nuevo por haber sido tan estúpida —. Me he caído de lo alto de la valla.
La señalé con la cabeza y Ashton miró en mi dirección.
— ¿Te lo has roto? — se acercó a mí de nuevo y por alguna razón no me aparté.
— Creo que solo me lo he torcido.
Se agachó frente a mí y llevo su mano a mí tobillo. Solté un gruñido por el dolor que me provocó su tacto y apartó la mano.
— Ven, te ayudo — estiró su mano hacia mí y me agarró del costado.
Siempre me había negado a pedir ayuda a nadie y estuve apunto de hacerlo en ese momento. Pero siendo realistas no podía dar un paso más sin que no me doliera.
Pasé mi brazo por encima de sus hombros y caminé con él con una sola pierna hasta la valla.
Al llegar y ver la altura que tenía recordé el problema que teníamos. No iba a poder salir del parque si tenía que escalar la valla para hacerlo.
— Joder y ahora, ¿cómo salimos?
No supe si lo aluciné por que el frío me estaba calando o porque aún seguía cagada de miedo, pero juraría que le oí soltar una risa.
— Se que igual te cabrea oírlo pero hay un agujero en la valla.
Señaló un hueco tras unos matorrales y quise gritar del cabreo que me entró por no haberlo visto antes.
— Bueno, da igual. Que podamos salir es lo que importa.
Me tragué la rabia y me agaché para pasar por aquel agujero. Ashton ensanchó el hueco con sus manos para que pudiera salir y después salió él.
Una vez fuera, comencé a andar a pasos cortos y Ashton me detuvo poniéndose frente a mí.
— ¿Qué haces? — pregunté al ver que no me dejaba andar.
— No puedes andar, súbete. Yo te llevo — se giró dándome la espalda y estiró los brazos hacia atrás.
«¿Va enserio?»
— ¿Qué?
— Lo mejor será que no apoyes el tobillo — giró su cabeza para mirarme —. No te preocupes apenas son unas manzanas.
«¿Enserio hemos pasado de no hablarlos a que me quiera llevar a caballito hasta casa?»
No podía andar hasta casa por muchas ganas que le pusiera pero a cabezona no me ganaba nadie. Que hubiéramos arreglado nuestros problemas no significaba que fuéramos a ser amigos, ni nada por encima de esa farsa de ser hermanos.
— De verdad, no hace falta — insistí.
Di un par de pasos más para demostrárselo y tropecé al no tener fuerza para andar. Estiró el brazo y me agarró antes de que me cayera. Casi fue como si le oyera decirme: "te lo dije".
Había perdido la cuenta de las veces que había estado ahí para sostenerme y no dejarme caer en esa noche.
— ¿Ves? — dijo preocupado esa vez —, por favor deja que te lleve.
No podía montar una discusión por algo así. Iba a seguir insistiendo asiqué me agarré a sus hombros con un suspiro y me subí a su espalda.
Puse mis brazos alrededor de su cuello y él puso los suyos bajo mis piernas para aguantar mi peso. Espere que hiciera un chiste sobre mi caída o que me sacara un "gracias", pero no lo hizo. Comenzó a andar hasta que decidió romper el silencio.
— No podemos tardar en llegar. Contra más tarde sea peor será la charla de Stephen — dijo en un suspiro.
— No saben que te has ido — le aseguré —. Creen que estamos dormidos.
Giró su rostro hacia mí, asombrado.
— Entonces ¿cómo has llegado hasta aquí? Se habrían enterado si salias de casa — preguntó extrañado.
— Por el mismo sitio que tú — dije de manera obvia si el no había usado la puerta principal tampoco.
— ¿Has saltado por la ventana? — preguntó perplejo.
— ¿Qué? ¡No! — exclamé — ¿Tu saltaste por la ventana?
— Claro, ¿cómo si no?
— Ashton, hay una enredadera al lado de la cornisa que llega hasta el suelo.
Se quedó callado un segundo y ahogo una risa.
— Esa es la manera fácil.
Abrí los ojos como platos al imaginarle atravesando la ventana de un salto.
— Me estas queriendo decir que yo me he caído de una valla y me he hecho un esguince y tú has saltado por la ventana y ¿no te has hecho nada? — no podía ocultar el asombro en mi tono de voz.
— La práctica — respondió encogiéndose de hombros —. Cuando saltes más vallas acabarás haciéndolo sin hacerte daño.
— No puedo esperar a la próxima — respondí rodando los ojos.
En pocos minutos llegamos a casa. Todas las luces parecían estar apagadas lo que significaba que Lena y Stephen estaban ya dormidos.
Pensar en ellos me hizo recordar la discusión que habían tenido cuando me fui y me pregunté de qué manera habría acabado.
Rodeamos la casa y nos dirigimos a la parte trasera del jardín. Venía la parte más difícil para no ser pillados. Como subir por la enredadera con un esguince.
— Vamos a tener que entrar por la puerta — acabó diciendo Ashton.
— No podemos. La puerta chirria al abrirse, se enterarían — analicé la parte baja con la mirada y me fijé en la puerta trasera que daba a la sala de estar — ¿por esta puerta?
— Está cerrada. La llave está en el cajetín de la entrada — respondió exasperado —. Vamos a tener que subir por ahí — dijo mirando la enredadera.
Era la única manera que quedaba asique al menos había que intentarlo. No iba a quedarme en el jardín toda la noche.
Realmente no era mucha altura, pero iba a necesitar ambos pies para subir y solo podía usar uno.
— Subo yo primero y te ayudo desde arriba.
Se acercó a la enredadera y comenzó a trepar agarrándose a la madera hasta llegar a la cornisa.
Lo hizo rápidamente y de forma habilidosa. Todo lo opuesto a lo que iba a hacer yo. Lo único que tenía que tener en cuenta era no hacer ruido para no despertar a Lena y Stephen.
Me agarré a la enredadera con ambas manos y puse el pie bueno en unos de los primeros agujeros de la madera. Ashton extendió su mano hacía mí y me agarró con fuerza. No me hizo falta usar el otro pie para subir un poco más porque tiró de mí haciendo que alcanzara la cornisa con las manos y solo tuve que impulsarme.
Nos dirigimos hasta la ventana de su habitación y él entro primero.
La puerta seguía cerrada por lo que no nadie había entrado desde que nos habíamos ido. Me acerqué a la ventana, calculando de qué manera podía entrar sin caerme de cabeza al suelo. Antes de decidir cómo hacerlo Ashton me agarró de los costados para ayudarme a entrar y yo me apoyé en sus hombros.
Nos quedamos muy cerca el uno del otro y por un segundo me quedé ida mirando sus labios, dándome cuenta de lo cerca que estaban de los míos. No fue mucho, pero ese instante había sido lo suficientemente largo como para que él se diera cuenta.
Subí mi mirada a sus ojos. Se veían como zafiros, intensos y oscuros por la falta de luz. Sus pupilas estaban clavadas en las mías. Entreabrió los labios como si fuera a hablar, pero no lo hizo. Bajé la vista de nuevo a ellos y los tenía rosados por el frio.
Mis manos bajaron despacio de sus hombros a sus brazos. Podía notar el frio de su cuerpo sobre la tela de la sudadera y la piel de su rostro estaba pálida, casi tanto como la superficie del lago.
— Voy a por una venda — dijo finalmente rompiendo el silencio y se alejó despacio de mí.
Respiré hondo dándome cuenta de que no lo había estado haciendo en el último minuto. Se me secó la boca y hasta él pareció notarlo. Retrocedió unos pasos más para después abrir la puerta y salir de la habitación.
Me quedé con una sensación rara en el pecho. Me había gustado esa cercanía y por un segundo, había querido más.
«¿Por qué?».
Me acerqué a su cama y me senté para dejar descansar la pierna. Tenía las manos sudorosas y me temblaban ligeramente.
«¿Qué narices me pasa?».
Ashton entró a la habitación de nuevo con un par de cosas en las manos, entre ellas la venda. Noté la tensión en el ambiente. No me miró al entrar. Cerró la puerta despacio y se acercó a mí de nuevo.
— Con esto valdrá para que mañana te duela menos — dijo sentándose en el suelo frente a mí y dejando todo lo que había traído a su lado.
— ¿Vas a operarme o algo por el estilo?
Un chiste demasiado malo para romper la tensión, pero pareció funcionar. El ambiente ya no estaba tan cargado o eso quise creer.
Soltó una risa manteniendo su tono de voz bajo y negó.
— Ser el hijo de una enfermera te da ventajas para estos casos.
El era realmente el único de los dos que sabía qué hacer. Necesitaba algo que me quitara el dolor y que me permitiera poder andar al día siguiente lo suficientemente bien para que nadie notara que me dolía.
Comencé a remangarme el pantalón desde la parte de abajo, pero tuve que parar por el dolor. Contra más subía el vaquero más se apretaba y me hacía presión en el tobillo.
— No puedo, me duele mucho — dije con una mueca de dolor.
Ashton se quedó pensativo unos segundos.
— Quítatelo — dijo decidido —. Así solo te vas a hacer daño. Me daré la vuelta — no me dio tiempo a decidir lo que iba a hacer porque se giró quedándose mirando a la pared.
Dudé por un momento, pero se había girado por completo. Desabroché el botón del pantalón y bajé la cremallera. No me veía capaz de levantarme asiqué me lo quité sentada en la cama. Me dolía, pero la sensación era menos molesta y sentí alivio al quitarme el pantalón y no sentir como me apretaba. Después me tapé con parte de sus sábanas y le avisé.
— Lista — dije tras colocarme de nuevo en la orilla de la cama con ambas piernas extendidas fuera.
Se giró y comenzó a desenrollar la venda.
— Ahora no puedes mirar — dijo levantando su mirada hacia mí —. Es un truco que me enseñó Lena asique es secreto.
«¿Habla enserio?».
Le miré confusa, pero por su expresión parecía ir totalmente en serio.
— ¿Lo dices de verdad? — tuve que preguntarle.
Asintió con la cabeza.
— Tal vez más delante te lo cuente, pero esta noche no — dijo con media sonrisa.
Podría haberle dicho que era una estupidez pero no lo hice.
Estaba cansada de pelear por cualquier tontería.
Accedí y cerré los ojos recostando mi cuerpo hacia atrás en la cama. Comencé a sentir frio sobre el tobillo y me estremecí al no esperarlo.
— ¿Es hielo? — me atreví a preguntar.
— Mas o menos — respondió —. Con esto mañana estarás como nueva.
El frio permanecía sobre mi piel dándome una sensación de alivio, realmente estaba funcionando.
— No había visto tu habitación antes — dije manteniendo mis ojos cerrados.
— No suelo dejar que la gente entre.
— ¿Entonces soy una excepción? — dije a modo de broma.
— Lo eres — respondió en lo que pareció un susurro —. Ya está, ya puedes mirar.
Me incorporé en la cama y abrí los ojos. Mi tobillo estaba envuelto en la venda y apenas parecía hinchado. Ya no sentía casi dolor.
— Vaya — dije sorprendida —. Ese secreto de medicina es bueno — reconocí con una pequeña sonrisa —. Gracias.
— Nunca nadie se había torcido un tobillo por mí, es lo menos que puedo hacer — dijo dedicándome una sonrisa. Estuvimos en silencio uno segundos en los que ninguno de los dos supo que más añadir —. ¿Puedo preguntarte algo? es algo personal, pero... No tienes que responder si no quieres.
— No pasa nada, dime — me atreví a decir sin saber aún ni si quiera que pregunta era.
— ¿Qué ocurrió con tus padres? — dijo casi en un murmuro.
Tal vez era el momento de comenzar a ser sincera, pero no podía contar la verdad al cien por cien si ni si quiera yo era capaz de afrontarla.
— Murieron hace unos años... en un incendio en nuestra casa — las palabras me salieron mejor de lo que esperaba. Nunca había llegado a decirlo en voz alta y menos a otra persona.
— Lo siento... — dijo en un tono apenado.
Negué con la cabeza y le miré. No tenía que sentirse mal.
— Pero después siempre vienen cosas mejores. Entre todas las adopciones que he tenido hubo una persona que se preocupó de mi todo el tiempo y que incluso ahora lo sigue haciendo.
— ¿Quién?
¿Iba a hablarle de ella?
— Es la dueña del orfanato. La Sra. White, aunque yo la llamo Helen. Supongo que después de tantos años hay confianza para llamarla por su nombre.
Ashton mostró una pequeña sonrisa al oírme hablar de ella, como si de verdad creyera que después de la perdida de unos padres había esperanza.
— No la conozco, ¿verdad?
Negué con la cabeza.
— El día que vine con ella no estabas, te hubiera caído bien.
— En ese caso me encantaría conocerla algún día.
— Ella te gustaría, en cierto sentido se parece a Lena. Ninguna de las dos ha necesitado ser madres biológicas para querernos de verdad — dije sin poder ocultar una sonrisa.
Helen había formado parte de mi vida desde hacía muchos años y siempre estaba ahí para mi cuando las cosas salían tanto bien como mal, aunque se diera más la segunda opción. Era desinteresada en todos los actos que realizaba. La llenaba más ver a los demás felices que a ella misma.
— ¿Qué hay de ti? — pregunté intentando descifrar la expresión de su rostro.
Cogió aire como si así las palabras le fueran a fluir con mayor facilidad.
— Siguen vivos — respondió con lo que parecía ser enfado —, pero me dieron en adopción cuando era pequeño, por ser diferente supongo...
Le miré de arriba a abajo, para encontrar eso que le hacía tan diferente que unos padres decidieran darle en adopción.
— Yo no veo nada malo en ti — me atreví a decir.
— No todo lo diferente es malo — me corrigió —. Simplemente era un hijo que ellos no querían tener — dijo escondiendo su cabeza entre sus brazos.
Parecía que estaba contando mi propia historia. No me quedaban dedos para contar las veces que había sentido un rechazo así por parte de gente que creía que verdaderamente les importaba.
Bajé con cuidado de la cama y me senté frente a él en el suelo.
— Habría que estar loco para hacer algo así — dije intentando levantar su mirada —. Tienes razón, ser diferente no es malo. Son los demás los que tienen algo malo en ellos por no aceptar a alguien por como es.
Levantó su cabeza mostrando sus ojos vidriosos y trató de sacar una sonrisa.
— Gracias Madison — dijo en un susurro y acarició mi mano que estaba más cerca de la suya.
Su tacto era suave y algo frio, pero no me incomodaba, era reconfortante. Ese roce despertó demasiadas cosas en mí que no supe explicar.
Me quedé callada unos segundos mirando sus iris al darme cuenta de que había pasado un detalle por alto.
— Tus ojos... — dije pensativa sin terminar la frase.
La mirada de Ashton temblaba clavándose en mis pupilas.
— ¿Mis ojos? — preguntó confuso tratando tirar de mis palabras.
— No me había fijado en que no solo son azules... también son verdes.
Parecía un detalle insignificante, pero con apenas la poca luz que entraba en la habitación por la Luna, se apreciaba que el borde de su iris era de un color verdoso que se mezclaba con el azul a medida que se adentraban en sus ojos. Eran unos ojos maravillosos y no me había fijado hasta ese momento.
— Hay que estar bastante cerca para verlo — dijo asomando una sonrisa sin separar su mirada de la mía.
Le regalé una sonrisa de vuelta. Se quedó tan cerca de mi que nuestras respiraciones se mezclaron y ya notaba como me temblaba la mano bajo la suya. Desvíe mi mirada de él, nerviosa y vi el reloj de pared que estaba colgado detrás suya.
— Ashton, son las tres de la mañana — dije sin creérmelo.
Abrió sus ojos, sorprendido y giró su cabeza para ver el reloj.
— Joder... — se frotó los ojos y pasó su mano por los rizos de su pelo peinándolos hacia atrás —. No sabía que era tan tarde.
— Ni yo. No voy a ser capaz de levantarme para clase — dije en un suspiro.
— Pues será mejor que nos acostemos ya — respondió levantándose del suelo y ayudándome a mi después a levantarme —. Cada uno en su cama me refiero — dijo a modo de aclaración.
— Lo he pillado a la primera — solté una risa por que tuviera la necesidad de aclararlo.
Me acerqué a la puerta y tras abrirla salí intentando no hacer crujir la madera con mis pasos. Ashton chistó en mitad del pasillo haciendo que me girara.
— ¿Qué pasa? — dije casi en un murmuro.
— Los pantalones — susurró mostrándomelos en su mano.
Olvidé que no los llevaba puestos y sentí como la sangre subía a mi rostro a toda velocidad.
— Gracias — susurré casi quitándoselos de su mano.
Ashton soltó una pequeña risa al ver mi cara y agarró la puerta para cerrarla.
— Buenas noches Madison — dijo con una sonrisa metiéndose en su habitación.
— Buenas noches Ashton — respondí rápido y cerré también la puerta.
La noche podría haber ido peor siendo realistas. Podía haber acabado en el hospital de nuevo con otra hipotermia lo que ya hubiera parecido un chiste.
Ashton y yo habíamos hecho las paces, aunque eso me hubiera costado estar al borde de la muerte.
Comprendí que me había estado diciendo la verdad en todo momento. Quería negarlo pero también algo nuevo se había despertado dentro de mí. Había conocido a otro Ashton, a la parte vulnerable de él y me había gustado. Me había gustado tanto que por un instante habría sido capaz de mandar todo a la mierda y besarle.
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