CAPÍTULO 42: LA ÚLTIMA PARADA
Madison
Estábamos de nuevo en la carretera. Pasaban las cuatro de la mañana y todos estábamos reventados, pero me negué a dormirme. Cuando estuviéramos en un lugar que mínimamente pudiéramos llamar seguro, dormiría de nuevo. Apenas había bajado la guardia unas horas atrás y había tenido que incendiar un coche y hacerlo rodar por una pendiente.
Lo que estaba dando vueltas en mi cabeza eran esos hombres. ¿Habían aparecido de la nada o llevaban siguiéndonos desde Sioux falls?
Un escalofrió me recorrió la espalda, seguía sintiendo unos ojos encima de nosotros como si en pocos kilómetros nos fuéramos a encontrar con otra sorpresa. Lo que no quería tener que hacer era matar a nadie más para poder salir con vida nosotros.
Ashton cayó dormido, el efecto del fármaco duraría aún un par de horas hasta liberar su cuerpo del todo. Necesitaba descansar. Alissa también se durmió. Llevaba media hora con la cabeza sobre el cristal y la boca medio abierta.
Nancy tenía los ojos cerrados, pero sabía que estaba despierta. Sus ojos se movían bajo sus párpados, inquietos. O estaba intentando dormirse o intentando olvidar.
Casi podía sentir su dolor. Esa sensación amarga, de pérdida. Alex podría haber venido. Podría haber estado con nosotros, pero no nos eligió. No la eligió a ella. Posiblemente no había palabras que yo le pudiera decir a Nancy para que dejara de doler.
Mis ojos se encontraron con los de Garret en el retrovisor. Estaba mirándome y no supe por cuanto tiempo lo había estado haciendo.
Quise sonreírle, como si eso arreglara algo, pero no lo hice. Los dos nos observamos, en silencio casi con la misma expresión en nuestros rostros.
Sus labios estaban rectos, fruncidos en una línea guardándose las palabras y sus ojos fijos en mí.
Las espesas nubes que amenazaban desde hacía horas con hacer llover comenzaron a descargar su agua sobre nosotros. Empezó suave, chochando contra el metal del coche y en pocos minutos caía con fuerza impidiéndonos ver la carretera con claridad.
El camino dejo de ser tan oscuro. Unas luces de neón, rojas y potentes se veían al fondo, pero seguían siendo demasiado borrosas a causa de la lluvia como para saber de qué se trataba.
En un instante el coche empezó a reducir su velocidad y después a temblar.
- Mierda... - maldijo Garret.
- ¿Qué ocurre?
- Algo ha pinchado una rueda.
- ¿No podemos continuar?
Estaba claro que con una rueda pinchada no íbamos a poder seguir mucho más, pero estar en mitad de la nada y con esa lluvia no nos ayudaba. No íbamos a poder llegar muy lejos.
- No, además tampoco queda mucha gasolina. Tendríamos que parar en poco igualmente.
Suspiré. No había más opciones.
Garret llevó el coche unos metros más adelante hasta que la rueda pinchada no nos dejó avanzar más. Lo consiguió llevar hasta unos matorrales siendo capaz de ocultarlo tras ellos. Nos habíamos acercado a ese letrero de neón y ya podía distinguir las letras. Era una cafetería de carretera, pero ese cartel parecía más de un club nocturno. Tras él había un conjunto de edificios de apenas tres plantas. Parecía un motel, pero de los que peor pinta tenían.
Apreté el hombro de Ashton suavemente, intentando que se despertara y Garret hizo lo mismo con Nancy. Parecía que después de todo si había conseguido dormirse un poco.
Ashton abrió los ojos despacio y al verme sonrió.
- Hay un pequeño problema - le susurré -. Vamos a tener que bajar del coche.
Ashton no sabía qué clase de problema era, pero la calma en mi voz no le alarmó. Una rueda pinchaba no entraba en mis planes, pero no era lo peor que nos podía pasar.
Zarandeé un poco a Alissa, una caricia no iba a servir para despertarla porque estaba a punto de babear. Se levantó más sobresaltada que el resto y miró a todos lados intentando saber dónde estaba.
- ¿Ya hemos llegado a florida?
"Florida".
Eso no se parecía en nada a Florida. No había estado, pero lo llamaban el estado del sol. Siempre con buenas temperaturas, sol permanente y paz. Más de la que podíamos soñar. Todo lo contrario, a ese lugar. Puede que Florida ni pudiese ser nuestro destino final.
- De momento tendremos que conformarnos con Atlanta - dijo Garret girándose hacia nosotros.
"Atlanta".
Sentí que mi estómago dio un giro, pero no tenía nada en el estómago que pudiera echar.
Todos se dieron cuenta, era imposible no verlo en mi cara.
- Tu... naciste aquí, ¿verdad Madison? - preguntó Nancy, casi con tanto miedo como tenía yo de dar mi respuesta.
Asentí, intentando que ya no cayeran más lágrimas. Ya no tenía sentido que quisiera llorar. Todo mi pasado siempre fue una farsa. La muerte de mis padres y mi vida al completo.
La lluvia seguía cayendo con fuerza, pero no podíamos quedarnos en el coche eternamente.
- Tenemos que conseguir gasolina y una rueda nueva - avisó Garret en un suspiro.
- ¿No tienes una de repuesto? - el tono de Ashton fue normal, pero Garret le miró con los ojos entrecerrados.
- Con el paquete que llevo en el maletero no entraban más cosas.
- ¿Qué? - preguntó Nancy.
- Joder... es verdad - Alissa se llevó la mano a la frente -. Yo he sacado la rueda para meter a... ya sabéis.
- ¿Sigue ahí? - Nancy intentaba entender como Stephen podía seguir ahí. Todos habíamos visto el maletero vacío.
Nancy nos miró en busca de una respuesta y la única que fue capaz de darla fue Alissa.
- Antes de irnos... Alex hizo invisible el cuerpo de Stephen. Así si nos pillaban, no lo encontrarían.
Nancy se quedó callada pero lo que la desconcertó no fue saber que aun teníamos el cuerpo sin vida y desangrado de Stephen en el maletero, si no que hubiera sido Alex el que nos había ayudado a hacerlo.
- No deberíamos de pasearnos mucho más con él en el maletero. Hay que deshacerse de él ya - terminó de decir Alissa mirándome.
Yo había sido la que le había matado, la que había decidido que deberíamos llevárnoslo y ahora tenía que tomar una decisión sobre qué hacer con él.
- Lo enterraremos - decidí.
Sería un asesino pero que fuera el padre de Nancy me ablandaba. Ya lo había matado a tiros. Lo menos que podía hacer por Nancy era enterrarlo de forma digna, puede que así si algún día se enteraba de la verdad, no me odiaría tanto, aunque eso solo era el consuelo que yo misma quería darme.
Todos asintieron, no porque no tuvieran una idea mejor si no porque probablemente era la más rápida.
- Todo se está llenando de agua, si encontramos un sitio para enterrarlo antes de que pare la lluvia, no quedaran huellas - coincidió Garret.
- Solo nos falta una pala - añadió Alissa -. Y así enterrar de una maldita vez nuestra vida en Sioux falls.
Creí que ya había pasado lo peor esa noche, pero aún me quedaba enterrar a Stephen y no sabía cómo sentirme al respecto. Enterraba nuestro último problema, el hombre que me había hecho vivir un calvario desde el momento en el que eligió matar a Ashton, pero también, estaba sepultando bajo tierra al padre de Nancy.
Intenté que lo segundo no me consumiera porque Alissa tenía razón. Con Stephen enterraría mi vida en Sioux falls y no la dejaría salir a la luz jamás.
Bajamos del coche. El agua caía cada vez con más fuerza, pero eso nos venía bien. Fuimos rápido hasta el techado trasero de aquella cafetería. Tenía una ventana pequeña en la que se veía el interior y había algo de gente sentada sobre la barra, pidiendo café y otros comiendo algo. Todos llevaban su ropa de fiesta, seguramente la lluvia les había pillado en el peor momento y a nosotros, en el mejor posible.
Nancy rozó mi brazo con el suyo y lo sentí como un témpano, seguramente solo la piel de Ashton había llegado a estar así de fría. La observé y entonces me fijé en cómo había quedado su brazo después del forcejeo con ese hombre. Estaba helada, malherida y seguramente hambrienta.
- Deberíamos entrar y conseguir algo caliente de comer - Nancy notó enseguida que lo dije por ella, pero no dijo nada. No iba a llevarme la contraria.
- No pueden vernos Madison, es muy arriesgado - dijo Alissa.
- Necesitamos algo de comer - le recordé. La última comida de todos había sido hacia horas y no sabía cuándo tendríamos la oportunidad de comer de nuevo.
- No me gusta darle la razón... pero la tiene Madison - respondió Ashton -. Debemos ser como fantasmas.
- Si Alex estuviera aquí sería más fácil - se le escapó a Alissa y en seguida se dio cuenta de ello, pero ya era tarde.
- Pero no está - soltó Nancy -. Asique será mejor que nos valgamos por nosotros mismos porque no está ni estará.
Lo dijo cabreada, casi machacando las palabras según salían de su boca. Era cierto que el poder de Alex nos hubiera ayudado. Hubiéramos podido entrar en esa cafetería y haber cogido algo de comer y también encontrar un sitio en el que quedarnos sin dar explicaciones, pero no estaba. Nancy tenía razón. Depender de él no nos ayudaba en ese momento.
- Entraré yo - me ofrecí -. Llevó capucha y algo de dinero. Puedo pedir comida y salir en poco tiempo.
Tanto Alissa como Nancy seguían con sus vestidos de nochevieja al igual que Garret con su traje y corbata. Ashton llevaba ropa cómoda como yo, pero no le iba a dejar meterse en eso. Necesitaba descansar mucho más.
- ¿Y si te reconocen? - preguntó Garret, realmente preocupado de ello.
- No nos darán por desaparecidos hasta mañana, cuando mi madre llame - respondió Nancy y era imposible no notar la pena en su voz.
Seguramente en los próximos días nuestras caras saldrían por todos los telediarios sumado a la madre de Nancy, rogando por que quien la hubiera secuestrado la devolviera sin saber que habíamos sido nosotros. Si la hubiera dejado seguir con su vida como me prometí no estaría metida en aquello. Estaría feliz viviendo con su padre, aunque no fuera nada real. Él no era su padre, pero a veces la felicidad está en la mentira. La había arrebatado esa posibilidad. Una felicidad falsa era mejor que una verdad amarga.
La lluvia estaba cambiando de dirección por el viento y estaba comenzando a empaparnos. Teníamos que tomar una decisión ya.
- Vosotros ir al motel - Ashton se dirigió a ellos -. Yo iré con Madison.
- Ashton...
- No - dijo antes de que añadiera nada más -. Si no quisiera involucrarme no habría venido. Ninguno habríamos venido asique voy a acompañarte y ellos pueden buscar una habitación. Después veremos cómo lo hacemos con Stephen.
Por primera vez me quedé sin respuesta por las palabras de Ashton, no era una petición. Había decidido acompañarme y así lo iba a hacer. No iba a dejarme sola y no me veía capaz de decirle lo contrario.
Agarró mi mano echándole una mirada a Alissa para que fueran al motel. Sería complicado, pero tenían que conseguir colarse en una de esas habitaciones. Con la pinta que tenía el hotel no dudaba que no habría ni un alma hospedada ahí.
Fuimos rápidamente hacia la entrada de la cafetería intentando mojarnos lo menos posible pero la lluvia parecía caer de todas direcciones. Entramos mantenido la capucha sobre nuestras cabezas y las manos en los bolsillos, aunque igualmente estábamos empapados.
En esa cafetería, los sillones dispuestos con las mesas de madera eran de cuero marrón. El techo estaba cubierto por vigas de madera del mismo color vainilla que el suelo. Y los taburetes a los que nos dirigíamos tenían una capa de cuero marrón igual a la de los sillones. En su momento puede que el Crawford's se hubiera visto de igual manera. Pero ya no importaba. No iba a volver a pisar el Crawford's, no iba a volver a pisar Sioux falls.
Allí dentro parecía una noche normal si no fuera por la ropa tan elaborada que todos llevaban, la misma que habíamos usado nosotros esa noche. Estaban hablando entre risas con tantas copas encima que seguramente no nos prestarían atención. Mientras unos bebían copas otros elegían mejor el café. Yo tampoco sabía si necesitaba Whiskey o café.
Antes de llegar a los taburetes una camarera nos paró, pensé que igual nos diría algo por nuestro aspecto. Íbamos con sudadera con la cara cubierta casi al completo y toda la ropa empapada pero no nos dijo nada al respecto.
- Hola, ¿tenéis algún pedido para recoger?
Intenté responder, sonando aparentemente normal, pero hasta eso me costaba. Si esa camarera supiera lo que habíamos hecho horas atrás estaría llamando a la policía y no ofreciéndonos su amabilidad.
- No, no... veníamos para pedir.
Ashton estrechó mi mano al notar como me temblaba la voz.
- Genial, ¿qué querías?
Toqué las monedas y los billetes que tenía en el bolsillo y tampoco había mucho que pudiera pedir.
- Un par de menús de hamburguesas y sándwiches, para llevar - respondió Ashton por mí. Apenas enseñó la cara, pero su tono de voz no hizo desconfiar a la camarera -. Y si tuvierais algo de sopa también estaría genial.
- Marchando - respondió ella -. Podéis recogerlo en la barra cuando esté listo. Unos diez o quince minutos.
Lo apuntó en una libreta y se marchó dirección a la cocina.
- Voy un momento al baño - me avisó Ashton soltando mi mano despacio.
Le escuché, pero no me sentía presente del todo allí. Algo en mi cabeza no me dejaba centrarme y tenía mil razones para ello.
- Madison - susurró, tan bajo que no supe si realmente había hablado él o mi cabeza. Metió su mano por mi capucha y cuando tocó mi mejilla reaccioné. Le miré y al encontrarme con sus ojos me beso. Fue un beso tan suave que dude sobre si estaba realmente despierta o aún seguía bajo los efectos de ese fármaco -. Estamos cerca, cada vez más cerca.
Sabía a que se refería, pero la libertad cada vez parecía estar más lejos, alejándose a medida que nos acercábamos. Pero quien no iba a creerle a él. En la manera en la que lo decía, cualquiera creería lo que saliera de su boca.
Acaricié su mano y asentí. Si lo creía, parecería más fácil. Pasaba de ser algo ficticio a algo que podía tocar, tan real como él.
Ashton desapareció en dirección al baño y fui a una de las banquetas esperando a que nuestro pedido estuviera listo. No hice contacto visual con nadie, mantuve la cabeza agachada mirando a la mesa hasta que aquella camarera se paró de nuevo frente a mí.
- ¿Quieres un café mientras esperas? - me ofreció con la cafetera ya en la mano.
Negué con la cabeza.
- No gracias.
- Invita la casa - fruncí el ceño, pero ella ya me lo estaba sirviendo en una taza -. Nunca viene mal un café en una noche así.
La casa no pagaba nada. Quería darme el café porque creía que podría estar al borde de una hipotermia, pero ni si quiera sentía mi cuerpo. Era como estar ocupando uno ajeno y nada me afectaba.
Le mostré una pequeña sonrisa cuando me acercó la taza porque era la única manera que tenia de agradecérselo. No quería mirarla más de lo necesario, pero supe que vio mi sonrisa. Se fue satisfecha a atender a otro cliente y cogí la taza entre mis manos.
Estaba ardiendo, justo lo que necesitaba. Le di un trago largo y apoyé la taza de nuevo sobre la mesa. No sabía si estaba pasando del todo desapercibida, pero todos a mi alrededor estaban a sus asuntos. En poco sacarían nuestro pedido y nos iríamos.
- Perdona, ¿me pasas el azúcar?
Me giré a la izquierda al darme cuenta de que me lo decían a mí. Mantuve mi capucha puesta, que en parte me impedía ver, pero no iba a quitármela. Tenía a un chico al lado, con el cabello rubio empapado haciéndolo ver como cenizas. Llevaba una cazadora de cuero y unos pantalones vaqueros igual de mojados.
Le miré a los ojos y vi que eran azules. Tan claros como un cielo que no recordaba haber visto nunca sobre Sioux falls, tal vez en ningún lugar que hubiera vivido.
Señaló algo a mi derecha y me giré encontrando el azucarero que me había pedido. Lo agarré y se lo pasé sin levantar de nuevo la mirada. Cuando lo cogió vi una pequeña mancha rojiza sobre el dorso de mi mano y la aparté rápidamente.
Mierda, era sangre.
No supe si lo notó porque solo dijo una palabra.
- Gracias.
Asentí despacio, solo para que no creyera que me había muerto o algo. Con el aspecto que tenía que tener no me extrañaba que lo sospechara.
Sujete el café de nuevo, notando como ya se estaba enfriando. Eché un vistazo a mi reloj. Habían pasado apenas cinco minutos, pero quería salir ya de allí.
Miré hacia las ventanas que tenía detrás y la lluvia seguía cayendo con la misma fuerza por lo que podríamos seguir adelante con nuestro plan, aunque se me estuviera revolviendo el poco café que tenía en el estómago solo de pensarlo.
Cuando volví mi mirada al café, aquel chico estaba mirándome, sin intención de que no se notara que lo hacía.
- ¿Has venido andando? - preguntó de repente.
Le miré. No sabía si le estaba mirando con enfado o con incomprensión por esa pregunta. Él estaba relajado, moviendo su café.
- No creo que sea de tu incumbencia - no tenía por qué ser borde, pero no estaba allí para hacer amigos. No debía ver mi cara, casi si quiera escuchar mi voz.
- Tiene pinta de que has venido a pie - dijo refiriéndose a mi ropa.
Claramente le había dado igual que le hubiera respondido de forma cortante.
- Parece que no soy la única - dije refiriéndome también a la suya. Estaba empapado, puede que incluso más que yo.
- No, pero casi como si lo hubiera hecho. Una moto fue mal regalo para los dieciocho.
Levanté la mirada fijándome en su chaqueta, era más gruesa que las chaquetas de cuero normales, encajaba que fuera por una moto. Me pilló desprevenida al mirarle y echó una mano al frente acercándola a mí.
- Dave.
¿Se estaba presentando?
- Harper - dije de forma automática.
De todos los nombres que se me podían haber ocurrido, me vino a la mente el peor de todos.
- Ese nombre es falso - casi le oí reírse.
Me encogí de hombros.
- Seguro que el tuyo también.
Negó.
- Dave D'angelo. Parece sacado de una película mala italiana, pero así es.
Levanté más la cabeza, haciendo que uno de mis rizos resbalara por la capucha haciéndose ver. Mis ojos se encontraron con los de él y había algo extraño en ellos. Me fijé en que tenía un pendiente plateado colgando de la oreja. Era una figura de un pequeño ángel con alas.
Me di cuenta de que estaba viendo mi cara casi al completo y me giré para delante de nuevo y no añadí nada más. Se movió y por el rabillo del ojo vi como sacaba un par de billetes de su cartera y los dejaba en la barra. Se levantó y cogí aire. No quería que se acercara más.
Pasó por detrás de mí y habló por última vez.
- Encantado de conocerte Harper.
Me giré ligeramente y de nuevo me estaba mirando. Esa extrañeza en sus ojos me recordó a Esther. Ella también me miraba de esa manera como si quisiera ver a través de mí y ella realmente podía.
Continuó caminando hacia la puerta y cuando oí el toque de la campana sobre la puerta me giré comprobando que se había marchado y perdido bajo la lluvia.
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