CAPÍTULO 40: DEJAR IR
Madison
Cargué con Ashton a mi hombro hasta el piso de arriba, aún sin ser consciente plenamente de lo que había ocurrido. Era como una pesadilla en la que no puedes despertar por mucho que lo intentes y esa parecía no terminar jamás.
Había empezado el día que me mudé a Sioux falls. Nunca acabaría. Daba igual que nosotros los matáramos o ellos a nosotros, mientras quedara uno en pie, la guerra seguiría.
No sabía que me dolía más, si la traición de Stephen o el hecho de haber sido tan estúpida como para no haberlo visto venir. Me había tomado por idiota, había jugado conmigo, con todos nosotros. Todo por... Todo por Nancy.
Se me revolvía el estómago de pensarlo. ¿Quién era yo para decidir si su padre vivía o moría? ¿Podría haberlo evitado? ¿Podría haber convencido a Stephen? ¿Y para qué? ¿Para salvar a un asesino?
Esas preguntas ya no importaban, ya no tenían valor porque la respuesta era la misma que todas las demás.
"¿Qué crees que pasará cuando se entere de que me mataste?"
Puede que hubiera odiado a Stephen para el resto de su vida, puede que le hubiera gritado recriminándole los años que pasó sola con un padre falso y ausente mientras todos se guardaban la verdad.
Y en cambio yo había sido capaz de levantar esa arma, apuntar a Stephen y disparar hasta que dejó de respirar. Lo peor era que algo en mi interior me empujaba a querer sentirme mal.
No, no debía sentirme mal.
Había acabado con un mal para todos, él no hubiera sido un buen padre para Nancy. Era un monstruo y seguiría siéndolo. Llevaba tantos años infiltrado en los asesinos que ya no importaba de qué lado estuviera. Mató para mantener su tapadera y se convirtió en el mejor. El mejor en sus engaños, en sus tácticas y sus maniobras y yo, me lo había creído todo.
Desde que me puso la primera sonrisa cuando el coche del orfanato aparcó en la puerta, desde la primera cena que me preparó, desde el momento que decoró mi habitación con una sarta de mentiras.
Nunca supe el motivo real por el que acabé en esa casa. Se suponía que era mi madre, pero la única manera que tenía de encontrarla era a través de Stephen. Esa opción había quedado destruida.
Stephen trató de mantener a una bomba como yo a buen recaudo, bajo llave. Pero yo explotaba, no había jaula que me contuviera.
Entramos al baño y Ashton casi se dejó caer sobre la tapa del váter, aun cogiendo aire para poder respirar con normalidad, luchando contra ese calmante. Estaba más pálido de lo normal y su piel fría y casi transparente como el hielo marcando sus venas azules bajo ella.
Me agaché poniéndome frente a él, llegando a la altura de sus ojos al elevar ligeramente el rostro. Él tampoco había procesado lo que había pasado, había estado inconsciente la mayor parte del tiempo y por decirlo de alguna manera, había vuelto de entre los muertos. Su corazón se paró por un par de minutos y eso aún me asustaba. Estaba débil y no sabía si su corazón podría seguir luchando para continuar latiendo y mantenerle con vida.
Nuestros ojos se encontraron, cansados y abatidos como los soldados que han visto lo peor de la guerra y tienen que volver a casa aparentando que nada había ocurrido porque era la única manera de tal vez conseguir seguir con sus vidas. Nosotros no podríamos, eso no nos iba a abandonar jamás, la rabia y el dolor permanecerían en nuestra memoria.
Elevó su mano derecha lentamente, como si le doliera cada hueso de su cuerpo por hacerlo y me acarició la mejilla. Solté unas lágrimas aferrándome a su mano presionándola contra mi piel. Sentía su pulso que por muy débil que fuera me indicaba que eso era por lo que había luchado.
Por él, siempre por él.
Ante mis lágrimas trató de sonreír, pero solo se quedó en un intento, apretó los ojos con fuerza y en un tirón de su mano me hizo elevarme hasta que me quedé más pegada a él, a la altura de su rostro.
Apoyó su frente sobre la mía y susurró tan suave y tan bajó que fue como una ligera brisa acariciando mi rostro.
— Shh... tranquila... estoy aquí... no me voy a ir.... nunca me iré.
Necesitaba creérmelo, pero habían estado a un paso de quitarnos la oportunidad tantas veces que tenía verdadero miedo.
— No puedo más Ashton — me sinceré, cayendo de rodillas frente a él —. Ya no puedo ser fuerte y aparentar que puedo con todo. Da igual lo que haga... siempre nos traicionan los que están más cerca de nosotros. Esto no acaba... no parará nunca.
Me noté mareada de nuevo y un intenso ardor en la parte de atrás de la cabeza no me dejaba concentrarme. Me llevé la mano a esa zona y la sangre la tiñó de rojo, haciendo que resbalara por mi muñeca.
Me tambaleé y la mano de Ashton me sostuvo, haciendo fuerza para que no me cayera. Aún estaba débil, pero si no estuviera poniéndose mejor no hubiera sido capaz de poder con mi peso.
— ¡Alissa! — gritó, con una voz grave y áspera que ni si quiera parecía de él.
Oí los escalones, alguien estaba subiendo a toda velocidad y Alissa apareció tras la puerta con Alex. Estaba a punto de caer al suelo y ella me agarró, casi levantándome del todo por la fuerza que hizo.
— Estoy bien — le dije para que dejara de sostenerme, aunque seguramente me hubiera ido de cabeza al lavabo si me hubiera soltado —. Estoy bien.
¿Lo estaba? Mentalmente no y físicamente, aunque quisiera creer que sí, seguía sangrando. Notaba como la sangre me resbalaba entre el pelo y caía por mi nuca. Alissa cogió una toalla que duró tres segundos blanca hasta que la presionó contra mi cabeza, tratando de controlar el flujo de sangre.
— No podemos llevárnoslos así — dijo Alex, comenzando a desvestir a Ashton.
— ¿Los dejamos? — dijo Alissa, en forma de burla mostrándose irritada.
— No pueden dar ni dos pasos — contratacó él —. Nos estamos precipitando, no tenemos que salir huyendo, no ahora. Stephen estará desaparecido en las próximas horas y si nos vamos, todos somos sospechosos.
— ¿Ahora te asusta la policía? — dijo Alissa, a punto de querer soltar una risa.
Alex la miró, dejándole claro por la seriedad que tomó su rostro de que no hablaba de eso.
— Los Saith. Da igual como de lejos nos vayamos, nos encontrarán.
— Habrá alguna manera.
— Quien la supiera ya está muerto. Cualquiera que conocíamos que tuviera el mínimo trato con los Saith está muerto, ¡por que los hemos matado a todos!
Alissa apretó la mandíbula, ella solía ser la de las pegas y no Alex, pero tenía razón. ¿Dónde nos esconderíamos? Ni debajo de las piedras. Siempre habría alguien observando, alguien esperando a dar el paso y atraparnos como había pasado esa noche.
— Entonces eso haremos — dijo ella de repente —. La única manera de que dejen de buscarnos es estando muertos.
Y la única manera de que Nancy viva, me dije a mi misma.
Stephen había planeado un retorcido trueque con los Saith para mantener a Nancy con vida y si alguien veía a Ashton, ella moriría. Ashton era la prueba de que Stephen había fallado en su misión. ¿Puede que realmente la solución fuera desaparecer todos del mapa? ¿Qué creyeran que habíamos caído a manos de Stephen? Parecía ser que sí.
Otra pregunta me surco la mente, tentando por salir. ¿Debía decirles lo que me había contado Stephen? Era arriesgado, mucho. No supe que podría decir Alissa, pero seguramente Alex no se lo hubiera guardado y se lo hubiera dicho al segundo a Nancy. Otra vez... otra vez estaba mintiendo, guardándome secretos con las únicas personas con las que no quería tenerlos. Estaba mal pero no tenía fuerzas para enfrentarme a eso, al menos en ese momento.
¿Me echarían la culpa? ¿Nancy me odiaría? ¿Entendería por qué lo hice? No lo supe, porque enterré esa idea en el fondo de mi mente, con la intención de que jamás saliera de ahí.
— Nos iremos —. Dije apoyando la decisión de Alissa —. Es la noche perfecta para hacerlo. Todo el mundo está borracho y de celebración. Será más fácil para nosotros desaparecer, contamos con tu poder.
Alex me miró, como si quisiera que mis palabras no le hubieran sonado tan bien como mostró. Lo pensó y estuvo a punto de darme la razón, pero continuó ayudando a Ashton a quitarse la ropa evitando responder a esa idea.
— Llenos de sangre no iréis a ningún lado, ducharos y después veremos. Aún hay mucho que limpiar — tiró la ropa de Ashton al suelo, dejándole solo en su ropa interior.
Alex se levantó para salir del baño. Estaba agobiado y agitado, era obvio. Por desgracia no esperaba menos después de lo que había tenido que ver.
— Espera — le agarré del brazo, casi usando ese agarre para apoyarme por que perdí el equilibrio —. ¿Dónde está Nancy?
Alex me observó y tras mantenerme la mirada dos segundos, bajó los ojos.
— Está en el sofá de abajo. Le he dicho que no tocara nada y estuviera tranquila.
Nancy había tenido que ver todo aquello y el dolor se agarraba a mi pecho solo de pensarlo. Ella ni si quiera sabía que aun sin quererlo, había sido el motivo de toda esa sangre derramada.
Asentí y dejé a Alex ir. Tras cerrar la puerta el sonido de los escalones nos avisó de que Alex estaba bajando a toda velocidad. El sótano seguía lleno de sangre, no supe ni con qué conseguirían limpiar eso. Garret también estaba y haberle metido en eso me dejaba un sabor de boca aún peor del que ya tenía.
No me debía nada y aun así ahí estaba.
¿Por qué?
Me respondí yo sola.
"Ojalá ese beso hubiera durado más".
Sus palabras aparecieron en mi mente de nuevo. Pronunciadas con su voz de la misma manera en la que las dijo. Ese era el motivo. Garret no quería olvidar esa noche ni esos escasos segundos en los que nos besamos y no era justo. No era justo para él. Ni si quiera me había parado a pensar cuanto le había afectado y por lo que vi, fue mucho.
— Ve a ayudarles — Ashton se dirigió a Alissa, sacándome de mis pensamientos —. Podemos solos.
Alissa soltó un suspiro por lo bajo, casi como si se le hubiera escapado, indicando que estaba a un paso de rendirse.
Llegados a ese punto, ¿quién no lo estaría?
— Daros prisa — nos pidió, sin dejar que sus palabras sonaran como una orden —. En media hora tenemos que irnos, convenceré a Alex.
— No va a dejar a Nancy aquí — respondió Ashton.
— Créeme, vendrá. No podrían quedarse aquí sabiendo que el otro se ha tenido que ir.
Sucedería. El problema era que Alex debía dejar a sus padres, así sin más y Nancy abandonar a su madre la cual tendría demasiadas preguntas al saber que Stephen y Nancy habían desaparecido en la misma noche.
Si nos íbamos, tendríamos que aparentar un secuestro, un ataque, algo que significara nuestra muerte. Solo así, nos dejarían ir, sin tratar de buscarnos. Tanto los que se preguntarían que ocurrió con nosotros como los que querrían haber sido los responsables de hacernos sangrar una vez más hasta matarnos.
Me toqué la parte de atrás de la cabeza de nuevo y el flujo de sangre pareció detenerse, al menos por el momento. Ashton se levantó y por un segundo se observó en el espejo. Tenía un aspecto terrorífico, pero seguro que no más que yo. Ojeras profundas bajo sus ojos azulados, el rostro salpicado de sangre y el pelo azabache revuelto. Bajo la luz de los alójenos, su rostro y su pecho descubierto parecían aún más pálidos, como si realmente siguiera muerto. Pasó por mi lado hasta llegar a la ducha y encender el agua. Pensé que la graduaría para mantenerla fría, pero inclinó la llave hacia el agua caliente y casi como si me leyera la mente contestó.
— Mejor que sea caliente por esta vez.
Se quitó la ropa interior y entró a la ducha dejando la puerta corredera entornada. Entonces me atreví a mirarme al espejo también. El espejo me devolvió un reflejo que no reconocí. La mirada que tenía sobre esa superficie no parecía ni mía, reflejaba dolor y desesperación. Aparté lo vista, horrorizada por ese reflejo y observé mi ropa. Tenía que quemar ese vestido y deshacerme de esa sangre seca sobre mi piel.
Me quité el vestido y después la ropa interior viendo como las salpicaduras de sangre habían dibujado el contorno de la ropa casi de forma perfecta. Abrí la puerta de la ducha lo justo para poder entrar y la cerré después. El suelo de la ducha estaba teñido de un rojo débil y tenue que se volvió más intenso en el momento que el agua me tocó y comenzó a arrastrar la sangre de mi piel.
Ashton estaba de espaldas a mí, con la cabeza agachada y el agua cayendo sobre su nuca. Tenía los brazos extendidos hacia delante, apoyando las palmas sobre la pared y los músculos de su espalda respondían a su respiración y a la temperatura del agua.
Me acerqué a él y apoyé mi frente sobre su espalda, envolviendo con mis brazos el contorno de su torso. Él seguía frio, como si a su cuerpo le diera igual que el agua cayendo a treinta grados estuviera tocando su piel. Las gotas resbalaron por mi cabeza hasta caer por cada rincón de mi cuerpo, pero ni aun así me sentía limpia de nuevo, esa sensación, esa sangre, lo que había hecho, no se iría con el agua, se iba a quedar grabado como cada herida que había tenido.
Ashton bajó una de sus manos de la pared y agarró las mías que estaban sobre su cintura. Apretó mis manos con fuerza como si así nos asegurábamos de que nunca nos iríamos del lado del otro, pero nunca era tan fácil.
Se giró, mostrándome su rostro empapado en agua y no me di cuenta de que eran lágrimas hasta que las vi resbalar desde sus ojos.
— Nunca fue un padre para mi — dijo de repente, en un susurro que se mezcló con la fuerza del agua que caía sobre nosotros —. Esta noche no me ha demostrado algo diferente a lo que ya esperaba.
Humedecí mis labios, saboreando algo salado al hacerlo. No era el agua de la ducha, también era lágrimas cayendo por mis mejillas, camuflándose bajo el agua.
— ¿Qué ocurrió? — me atreví a preguntarle. Antes de que yo llegara habían estado solos por un rato y algo en mi cabeza me decía que Stephen tuvo que alardear de su plan, lo que quería conseguir.
Levantó los ojos, analizando mi rostro. Con las lágrimas, el azul de sus ojos se cristalizó aún más, casi volviéndose transparentes.
— Siempre supe que se quedaba aquí por alguien que no éramos ni Lena, ni tu ni yo.
Estaba claro que él también lo había escuchado de la boca de Stephen apenas unos minutos antes que yo. Me quedé callada, viendo como sus ojos se fijaban en los míos esperando a que dijera la respuesta, un nombre, pero no pude.
Ante mi silencio, Ashton se acercó a mí y agachó su cabeza para apoyar su frente sobre la mía, nuestras manos se rozaron y las lágrimas empujaban con más fuerza tras mis ojos. La culpa me estaba empezando a comer.
— Debo decírselo — dije en un susurro —. Merece saberlo.
Ni si quiera sabía cómo sería capaz de decirlo, en qué momento, de qué manera, pero no podía hacerle eso a Nancy, en algún momento tendría que dejar que la verdad saliera a la luz y me vieran como la asesina que era.
Ashton negó de inmediato, sin separarse de mí.
— No vas a echarte la culpa de esto.
— La tengo.
— Nadie sabe que ha ocurrido ahí abajo hasta que no lo digamos nosotros mismos — sus pupilas se clavaron en las mías una vez más, asegurándose de que había entendido sus palabras —. Stephen había escrito su propio destino, no es culpa de ninguno lo que ha ocurrido. Estamos juntos en esto y no voy a dejarte caer, ante nadie. Da igual que los Saith vengan a por nosotros de nuevo, que nunca dejen de intentarlo, siempre estaré contigo Madison — Le presión de mi pecho seguía presente. La opción que teníamos sobre la mesa era seguir mintiendo a Nancy y al resto. Habíamos oído la verdad de la boca de Stephen, pero nadie más llegaría a oírla —. Prométeme que no lo dirás, no podemos dejar que hasta muerto Stephen nos arruine la vida — llevó la mano hasta mi barbilla y elevo mi rostro para que mis ojos se encontraran de nuevo con los suyos —. Será nuestro secreto — terminó por susurrar.
Asentí, sin saber muy bien si mi cerebro había comprendido al completo esas palabras y no acabaría soltando a gritos la verdad: "Yo maté a tu padre Nancy".
No abrí la boca, no fui capaz y entonces, los labios de Ashton sellaron esa promesa sobre los míos.
"Sera nuestro secreto" me repetí mentalmente.
Uno más que añadir al cajón, pero esa vez era diferente. Era la primera vez que iba a mantener un secreto así con alguien. Sabía que, si yo no decidía lo contrario, él lo guardaría hasta la tumba.
Ashton detuvo el beso lentamente, pero la necesidad que crecía en mi cada vez que estaba cerca, afloró de nuevo. Enredé mi mano en la parte de atrás de su pelo atrayéndole de nuevo a mí y no se apartó, jamás lo hacía. Daba igual que estuviéramos cubiertos en sangre, que hubiera tenido la sangre fría de matar a Stephen a balazos o que fuera una mentirosa patológica, él siempre estaba ahí y esa vez, para mentir conmigo, sin importar las consecuencias.
— Será nuestro secreto — repetí en un leve susurro.
Nos quedamos el uno frente al otro. Yo apoyada sobre su pecho y él con una de sus manos sobre mi cabeza y la otra alrededor de mi cuerpo. Salimos de la ducha una vez no quedó nada sobre nuestra piel y los restos se fueron por el desagüe como me hubiera gustado que se hubiera ido la culpa.
Al salir me puse rápidamente un albornoz. Mi cuerpo ni si quiera soportaba la bajada de temperatura tan leve fuera de la ducha. Ashton a mi lado se cubrió con otro albornoz de color blanco como el mío que nos avisarían de si nos habíamos dejado algo que limpiar. Vi la papelera de metal bajo el lavabo y la coloqué en el centro de baño. Me agaché a por la ropa y la arrojé dentro de ella.
El fuego surgió rápido sobre la yema de mis dedos iluminando con más fuerza el baño. Apenas sentía la calidez de esas llamas. Lo único cálido que percibí fue el tacto de Ashton sobre mi hombro. Su temperatura no había cambiado, pero para mí, su tacto siempre era reconfortante. Ese apoyo que uno siempre necesita en los momentos oscuros. Siempre era él.
Rocé la ropa y rápidamente sucumbió en el fuego, ahogando los tejillos en llamas. Observé las llamas, envolviéndome yo en ellas como si fuésemos uno. Siempre lo odié, apostaba por que siempre lo haría, pero esa noche nos iba a dar la salida. Todo lo que consumía el fuego, no volvía y eso era exactamente lo que necesitábamos.
Fuera del baño, esa pequeña atmosfera que nos envolvía, en la que parecía que el peligro estaba a kilómetros, nos abofeteo. El aire estaba helado. Todas las ventanas estaban abiertas. Me pregunté por qué hasta que el olor a lejía y a químicos me entró por la nariz. Estaban intentando que se notara lo menos posible toda esa mezcla de productos que darían lugar a demasiadas preguntas si alguien entraba en casa. Todo estaba apagado, como si nadie estuviera en casa y apenas oía los pasos de ellos en la planta baja.
Aún se veían algunos restos de los fuegos artificiales que se habían quedado atrasados. Todos ahí fuera estaban distraídos, pasándolo en grande y si seguía así, menos se notaria nuestra escena del crimen.
Ashton y yo nos vestimos todo lo rápido que pudimos. El dolor en la cabeza no me dejaba concentrarme y no era buen momento para ello. Observé el armario que tenía frente a mi mientras me ponía las zapatillas, con la cabeza totalmente ida mientras me ataba los cordones. Ashton me observó, sabiendo al segundo lo que pasó por mi mente.
— Volveremos a por nuestras cosas — me aseguró —. Cuanto todo se calme podremos hacerlo.
No me preocupaban nuestras pertenencias, al menos no las que entraran en una caja de mudanzas, ya no.
— Todo esto... —dije observando la habitación — nos ata aquí, al pasado. No me voy a llevar nada que me arrastré de nuevo a este punto, a este lugar — levanté la vista hasta él —. Empezamos de cero, sin ataduras.
El asintió, entendiendo mis palabras, aunque la mayor atadura que teníamos entre manos estaba aún en el sótano sin contar con el secreto que sí que iba a tener que arrastrar y me tendría que acabar tragando si no quería escupirlo en cualquier momento.
Ashton me ofreció su mano para levantarme. Ya tocaba enfrentarnos a lo que teníamos ahí fuera. Al salir por la puerta tuve la leve sensación de que los oídos me estaban pitando, pero traté de ignorarlo. La casa estaba aún más fría y ese olor a químicos parecía irse poco a poco. Bajamos las escaleras y a la primera que vi fue a Nancy. Seguía en el sofá como Alex había dicho, observando la tele y cuando me acerqué más a ella fue cuando vi que estaba apagada.
Sentí unos ojos en mi nuca, me giré y la advertencia en los ojos de Ashton era clara "no le cuentes nada". Me tendría que tragar mis palabras una vez más. Tragué saliva como si así lo consiguiera y me acerqué más a ella, pero parecía que, aun así, no notaba mi presencia.
— Nancy — susurré, intentando no romper más de lo necesario el silencio que nos rodeaba. Esa paz no continuaría por mucho tiempo así.
Elevó la vista en mi dirección. El miedo rebosaba por sus ojos y su corazón iba mil por hora, su pecho se seguía moviendo con fuerza como el mío veinte minutos atrás. Su vestido estaba intacto, su maquillaje, su pelo, todo en ella. Como si no hubiese puesto un pie en esa casa, pero, aun así, la máscara de pestañas empezaba a borrarse en el final de sus ojos como si hubiera llorado.
— Hola — pronunció y después miró detrás de mí para ver a Ashton — ¿Estáis... estáis bien?
Yo debería de haber preguntado eso. Estaba claro que ella no lo estaba.
— Lo estamos no te preocupes — contestó Ashton por mí, aún preocupado de que dijera más de lo que debía.
Me agaché delante de ella y asentí, respaldando la respuesta de Ashton. Puse mi mano sobre sus rodillas denudas. Su piel estaba fría y tiritaba ligeramente. Quise creer que era por tener todas las ventanas abiertas, pero me engañaba a mí misma.
— Lo siento... lo siento Nancy — ella entendería un motivo que no era el mismo que el mío, pero lo sentía. Lo sentía por todo en realidad —. Por arrastrarte a esto... por no haber tenido el valor de dejarte atrás y haberte metido en esto todas y cada una de las veces... lo siento.
Una lágrima me estaba ardiendo tras los ojos y tuve que dejarla salir. Recorría mi mejilla ardiendo sobre cada centímetro de mi piel liberando el fuego de esa manera. Preferiría mil veces soltarlo en lágrimas que en llamaradas.
Ella cogió mi mano y negó con la cabeza. Algo comenzó a gotear sobre nuestras manos unidas. Al cruzar la mirada con ella de nuevo vi que la fuente de ese goteo eran sus ojos.
— Lo elegí yo — repitió, como una y tantas veces había hecho —. Os he elegido desde el primer día y no lo cambio — apretó mi mano —. No lo cambio Madison, a ninguno de vosotros.
Asentí notando la nariz húmeda. Me llevé la otra mano bajo la nariz y arrastré la humedad que salía de ella. Nancy nos seguía eligiendo y deseé que en ese momento no siguiera haciéndolo, no lo merecía. Era como cuando elegí confiar en Stephen. Estaba confiando a ciegas y caí. Nancy estaba haciendo lo mismo.
Se agachó para abrazarme y recibí su abrazo con fuerza. La apreté contra mi soltando más lágrimas, esas lágrimas eran lo único que me separaban de contar la verdad.
— Ya está todo — oí decir a una voz a mis espaldas —. Tenemos que irnos.
Alissa llevaba cogida una bolsa de basura negra que era casi igual de grande que ella, tras ella aparecieron Alex y Garret con otra bolsa cada uno de igual tamaño. Los miré y no pude evitar repasar con la mirada esas bolsas.
— ¿Habéis...? —. Cerré la boca. Temía preguntar por el contenido de esas bolsas, pero no podía ser peor que algo que yo ya hubiera hecho.
— ¿Crees que lo he cortado en pedacitos y lo he metido en bolsas? — contestó Alissa.
Oí como a mis espaldas a Nancy le subía una nausea por la boca y antes de que vomitara, Alissa habló.
— No lo he hecho — aclaró levantando la palma de su mano libre en dirección a Nancy —. Es todo lo que se ha manchado de sangre y todo lo que hemos usado para limpiar, pero sigue faltando... él.
Nancy se tragó esa bilis o posiblemente era la cena que habíamos tenido antes, pero hasta yo tenía un sabor amargo en la garganta y apenas había cenado. Se me estaban revolviendo las mentiras en la boca.
— ¿Qué vamos a hacer con él? — preguntó Garret.
Dije que lo quemaría, pero sabiendo que era el padre de Nancy esa idea se encogía en mi estómago terminando por desvanecerse. Mi ira se había deshecho como papel mojado, pero los pedazos seguían dentro de mí. Quería deshacerme de Stephen y no tener que verlo jamás.
— Nos lo llevamos — respondí —. Tenemos que pensar con cabeza que hacer con él. Lo que sea que hagamos no puede ser aquí, no podemos dejar más pruebas de su muerte —. Todos asintieron. Ashton seguía mirándome por el rabillo del ojo, preocupado — ¿Quiénes... venís?
Puede que fuera una pregunta estúpida, pero quien viniera, quien saliera de esa casa y se marchara de Sioux falls con nosotros, tendría que cargar con esa muerte. Todos éramos cómplices y si alguien llegaba a descubrir lo que había ocurrido esa noche, nada nos protegería de los Saith.
Los ojos de todos cayeron al suelo, reflexionando. Incluso Alissa que había estado segura minutos atrás, estaba planteándose las opciones en su cabeza. A los pocos segundos sentí una mano al hombro que presionó con suavidad. Nancy se puso a mi lado sin soltar mi hombro y tiró su teléfono dentro de una de las bolsas de basura. Ella venía y convencerla de convencerla de lo contrario era una batalla perdida.
Alissa levantó la cabeza y asintió mordiéndose el labio inferior con fuerza como si así se contuviera de dar otra respuesta. Acercó la mano a la misma bolsa de basura y tiró también su teléfono a la oscuridad del interior. Sus ojos seguían sin estar fijos en ninguna parte, también se había dado cuenta de todo lo que se nos venía encima.
Ashton mantuvo sus ojos en mí, casi diciéndome "Sabes que siempre estaré a tu lado".
Garret dio un paso al frente, dejando a Alex detrás para ponerse al lado de Alissa y tocar su hombro como había hecho Nancy conmigo. Hizo amago de sacar su teléfono y Alissa le detuvo.
— No tienes por qué venir — contestó de repente Alissa —. Nadie sabe que has estado aquí esta noche. Nadie podría relacionarte con esto.
— Lo sé, pero yo también me he cansado de agachar la cabeza. No quiero esperar a los Saith tras la barra del Crawford's — Levantó los ojos hacia mí —. Si hacemos esto bien, podemos escribir nuestras historias de nuevo. Lejos de aquí sin asesinatos ni mentiras.
Dichas sus palabras, arrojó su teléfono al interior de la misma bolsa.
Bajé la vista, eso nos iba a costar conseguirlo. Dolía oírlo sabiendo lo lejos que estábamos de ese punto. Garret hablaba de esa idea con tanta certeza que parecía que se pudiera hacer realidad. Vivir en un lugar en el que nadie nos conociera, en el que nadie de nuestro pasado nos pudiera encontrar, sin mentiras... no había nada que deseara más, nada de mentiras.
Alissa se rindió, no iba a insistirle a Garret. Esa era de las pocas batallas que seguramente no podría ganar. Los motivos de Garret eran convincentes pero la manera en la que seguía buscando mis ojos en busca de mi aprobación, me hacía recordar que había más motivos de los que había dicho para venirse a esa huida suicida con nosotros.
Quedaba Alex. No había levantado la cabeza del suelo y yo no tenía voz para poder exigirle una respuesta. A diferencia del resto, tenía una familia al completo, estable, que iba a necesitar que volviera a casa esa noche. Sabía perfectamente que eso era en lo que estaba pensando.
Estaba Nancy. No supe si eso haría peso en su elección. Era elegir a su familia o a ella, cada segundo que pasaba en silencio era como un latigazo para Nancy. El agarre sobre mi hombro se fue debilitando hasta que Nancy pasó por mi lado, poniéndose un poco más delante de mí. Con las manos echas un ovillo fue ella la que al fin se decidió a hablar.
— No puedo ir — interrumpió Alex levantando los ojos del suelo. No le tembló la voz al dar esa respuesta —. Nunca quise que esta fuera mi lucha, ya no puedo seguir aparentando que sí lo es. Lo siento.
Alex no dudó, sus palabras fueron firmes y una vez dichas se giró hacia la puerta. Fue como una puñalada directa al corazón, pero si a Nancy le dolió tanto como creía, no dijo nada. Cerró la boca después de su respuesta y hasta a mí me ardían los ojos.
— No te atrevas entonces a buscarnos — respondió Nancy cuando Alex estaba a un paso de coger el picaporte de la puerta —. A ninguno. Si sales por esa puerta nos pierdes a todos.
El aire pareció helarse a nuestro alrededor. La puerta se había abierto apenas unos centímetros y Alex seguía con la mano sobre el picaporte, apretándolo con fuerza.
¿Se quedaría?
Si no lo hacía iba a ser como una perdida más. Alex no estaría muerto, pero algo dentro de nosotros si lo estaría. ¿Iba a renunciar a todo? ¿A Ashton? ¿A Nancy?
Ni si quiera levantó la vista de la puerta, su pecho se movía con dureza en cada respiración casi podía escuchar cada uno de sus latidos desde la distancia que nos separaba. Solo me repetía en mi cabeza "No lo hagas Alex, no lo hagas".
Yo había tomado demasiadas decisiones estúpidas durante mi vida y la mayor de todas fue abandonarles y marcharme de vuelta al orfanato. Los destrocé al hacer como si nunca hubieran existido. Quería que me olvidaran y siguieran sin mí, eso era lo que estaba intentando Alex y por experiencia sabía que no saldría bien.
¿Quería irse por sí mismo o por nosotros? ¿Por creer de verdad que no debíamos huir o para conseguir que así nos quedábamos si él decidía hacerlo? Demasiadas preguntas y solo uno nos podía dar la respuesta.
Teníamos un código que Alex respetaba pero que para mí nunca había significado nada. Ni si quiera por eso parecía dudar.
"Cuando conoces a alguien como tú lo último que haces es abandonarlo".
No tenía que venirse con nosotros si realmente no lo deseaba y eso dolía como una puñalada en el estómago. No nos iba a elegir.
— Lo siento — volvió a repetir. Esta vez su voz parecía rota, como mil pedazos de cristal atascados en su garganta —. No puedo irme y dejarlo todo.
— Si lo haces. Nos dejas a nosotros — las palabras salieron de mi boca antes de si quiera pensar en si era buena idea hablar o no. Ya no podía retirarlas.
Hubo una pausa, probablemente nadie se esperaba que le insistiera a Alex, tampoco sabía si debía. Era obligar a alguien a hacer algo que no quería, a quedarse con personas que no quería.
— Vosotros sois los que decidís marcharos, no yo.
La dureza de sus palabras nos estaba partiendo, casi podía sentir las lágrimas de Nancy arder con la misma intensidad que lo hacia mi fuego cuando me descontrolaba.
— No hay opción y lo sabes.
— La tuvimos, antes de que todo se descontrolara. Ahora lo que os espera es una vida de huida y mentiras, eso no es libertad — levantó los ojos hacia Nancy por primera vez en hacía rato. Fue a dar un paso al frente, pero pareció arrepentirse y se quedó en el sitio —. Tenéis que dejar de jugar a esto, a creeros invencibles. Todos hemos estado a punto de morir más de una vez y esta noche esas predicciones podrían haberse cumplido. No quiero matar, no quiero tener que hacerlo por que ese sea nuestro día a día para poder sobrevivir. Mi única opción es quedarme y que mañana al despertar todo esto haya sido una pesadilla que poco a poco iré olvidando. No más asesinos con máscaras, no más Saith, no más sedantes ni pistolas. Solo pido eso y huyendo, no lo voy a tener.
Miró a Nancy, esperando que sus palabras hubieran tenido efecto en ella, pero no lo hicieron. Nancy no se movió, y esta vez él sí lo hizo. Se acercó a ella y estiró su mano.
— Nancy por favor, vámonos a casa.
Nancy respiró con dificultad aún por las lágrimas, apenas creía que pudiera ver con lo cristalinos que tenía los ojos.
— No lo has entendido — dijo ella, dolida —. Nuestra casa no está en Sioux falls. Está donde estemos todos.
— No si nos acaban matando por ello.
Alex mantuvo su mano frente a Nancy, ofreciéndola ir con él. Nancy observó su mano y como los dedos de Alex temblaban ligeramente. Después levantó la mirada, con sus ojos derramando lágrimas una vez más y dio un paso atrás.
Esa era su respuesta.
Nancy agachó la mirada abrazándose a sí misma, como si no quisiera ver lo que había hecho o la respuesta que iba a dar Alex a eso.
Alex se alejó también y volvió a posar la mano sobre el picaporte de la puerta. Agarró las bolsas de basura posándose una de ellas sobre el hombro. Nos miró a todos por última vez, con lágrimas en los ojos y se detuvo en Nancy. Cerró los ojos con fuerza e instantes después, desapareció ante nuestros ojos.
El frio llenó al completo el salón y heló nuestros huesos, pero apenas lo noté. Esa sensación no era el frío, era la pérdida. No habíamos podido decir nada que lo convenciera y él no había podido decir nada para convencernos al resto.
Respiré una bocanada de aire sin querer romper ese silencio no por que fuera agradable. Cortaba como el cristal, pero también lo harían las palabras del siguiente que tuviera que hablar porque nos devolverían a la realidad. Pareció que nos quedamos así por una eternidad, pero seguramente fueron apenas unos minutos.
Nadie habló.
Nancy se acercó hasta Garret lentamente y con la mano en un puño que después abrió frente a él le pidió las llaves del coche con apenas ese gesto. Garret se las dio, tampoco sin ser capaz de hablar y Nancy salió por la puerta.
Alissa me miró, por encima de sus pestañas y su maquillaje de ojos todo corrido por las lágrimas. El maquillaje ya estaba seco, pero una lagrima amenazó con resbalar de su ojo izquierdo y lo consiguió. Solo llegó hasta la mitad de su mejilla cuando ella la retiró con brusquedad, emborronando su mejilla con más maquillaje negro.
Cargó con su bolsa de basura y con la de Alex y salió por la puerta como un fantasma, sin ni si quiera hacer ruido con los tacones que aún llevaba. Fue directa al coche y Garret la siguió.
La puerta se quedó entornada está vez. Caminé hacia ella, como si estuviera sonámbula. Mis pies me llevaban hacia la puerta sin que mi cabeza lo procesara.
Nos íbamos y no íbamos todos.
Una mano me agarró de la muñeca deteniéndome. Mis ojos encontraron los de Ashton. Estaban tristes y poco a poco empezaron a iluminarse en un destello como si fueran diamantes. Las lágrimas luchaban por salir. Era la pena lo que estaba haciendo que sus ojos brillaran, una emoción poderosa y peligrosa. Era demasiado dolorosa como para que nuestros poderes no se mostraran.
Mis ojos se incendiaron de igual manera. La gente suele decir que la felicidad de unos a otros se pega, las risas son muy contagiosas pero la pena también lo era. No hizo falta que Ashton hablara, nunca hacía falta. Casi podía sentir el peso de su pecho, esa presión al respirar como si tuviera piedras sobre las costillas.
Se acercó a mí, a la vez que lo hice yo y nos fundimos en un abrazo. Ashton abrazó mi cintura, enterrando su cabeza en mi cuello. Supe que retenía sus lágrimas con cada apretón que me daba. Esta vez era él el que más necesitaba ese abrazo. Le pegué a mi todo lo que pude, como si pudiéramos ser uno. Apoyé mi mejilla sobre su cabello, seguía algo húmedo y un olor fresco salía de él.
Hacia una hora podría haberle perdido, no creí que pudiera tenerle entre mis brazos de esa manera de nuevo. Ese era el motivo por el que teníamos que irnos. Alex estaba equivocado, fuera de esas cuatro paredes, fuera de esa ciudad teníamos una oportunidad de al fin vivir y no sobrevivir.
Había llegado el momento.
Nuestra vida comenzaba.
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