CAPÍTULO 38: TE QUIERO

Madison

El tiempo ahí abajado parecía transcurrir diferente, como si fuéramos capaces de aprovechar cada segundo y extenderlo cuanto quisiéramos. Como si nada pudiera afectarnos. Con el paso de las horas Alissa subía de nivel con las copas, pero aun así sabía que podría tumbar a cualquiera de un calambrazo si se lo proponía. Alex y Nancy no se despegaron el uno del otro, y no sabría explicar cómo me llenaba de alegría verlos. Se merecían poder estar así.

En ese momento eché en falta a Ashton. Había estado con él apenas unos minutos atrás o eso me había parecido. Le había visto sentado en uno de los sofás al fondo, pero cuando volví a mirar, ya no estaba.

— Alissa, espera aquí un momento, voy a buscar a Ashton.

— ¿Sabes qué Madison? Eres una gran amiga — comenzó a decir como resultado del alcohol.

— Y tú vas muy borracha — le recordé sin poder evitar reírme —. Ahora vuelvo.

— No, no. Lo digo enserio — me agarró de los brazos para detenerme y se puso frente a mi —. Sobria también lo pienso, pero nunca te lo he dicho, siempre me he sentido desbancada por... — hizo un mohín con los labios y por un segundo me pareció que iba a vomitar.

— ¿Estás bien? — dije agarrándola esa vez yo y quitándole la copa de la mano.

Ella asintió y no insistió en coger la copa de nuevo. Sabía que había estado a punto de decir.

— Luego hablamos, no importa.

Solté un suspiro y me detuve. Dejé su copa sobre la barra y me dirige a ella de nuevo.

— Tú y Nancy no tenéis nada que ver.

— Ese es el problema, ¿no? — dijo algo triste como si hubiera llegado al punto en el que el alcohol la iba a hacer caer de la montaña rusa en la que estaba.

Negué.

— No quiero que seas como ella — le aclaré.

— Siempre has confiado más en ella... lo sé... es como si para ti fuera una hermana... como tu hermana pequeña que necesitas proteger.

Me quedé pensativa por un momento por el término que utilizó para explicarlo. Siempre había tenido esa necesidad de proteger a Nancy. No era como nosotros y no podía defenderse de igual manera, pero entonces di con la clave de lo que era la relación entre Alissa y yo.

— Puede que tengas razón — coincidí —. Siempre la he visto como mi hermana pequeña, desde que la conocí posiblemente — Alissa arrugó los labios sin saber que más decir —, pero yo también he necesitado una hermana mayor y esa siempre has sido tú. Tú me sacaste del orfanato, a pesar de casi morir para llegar allí. Cuando Marcus intentó matarnos, fuiste la primera en levantarte con la intención de entregarte para que nos dejara marchar a los demás y a la hora de enfrentarme a él ... yo no fui capaz y tu hiciste lo que cualquier hermana mayor habría hecho, no dejar que yo apretase el gatillo — hice una pausa viendo su reacción y aquello pareció hacer clic en su cabeza —. Siempre has estado ahí y sé que estarás. Siempre te necesitaré.

Los ojos de Alissa se elevaron de nuevo y marcó una sonrisa suave.

— Espero que no tengamos que necesitarnos de esa manera de nuevo, pero siempre apretaría el gatillo por ti.

Era cierto, ojalá no nos hiciera falta, pero si el día llegaba, estaríamos la una con la otra. Alissa se quedó tranquila después de haber hablado. Ya sabía desde hacía tiempo que tenía esa duda en la cabeza de que no significaba lo mismo para mí que Nancy y eso era lo bueno, que ambas eran completamente diferentes.

Me alejé de la barra y comencé a buscar entre las cabezas de la gente a Ashton. Al dar apenas tres pasos me choqué con alguien que llevaba varias copas medio vacías en una bandeja y se las tiré por encima.

Alguien con una bandeja llena de copas... solo podía ser una persona. Había estado intentando evitarle durante toda la noche a pesar de que notaba sus ojos todo el rato sobre mí.

— Dios, lo siendo Garret. No te había visto.

Ninguna copa se había llegado a romper, pero el líquido si le calló sobre la camisa blanca haciéndola transparente y pegándosela a la piel.

— No te preocupes, suele pasar.

No supe si lo dijo porque le había tirado las copas o por el comentario de "no te había visto" como si estuviera acostumbrado a ello. Algo me decía que era lo segundo.

Dejó la bandeja en la barra y se separó la tela de la camisa de la piel en un intento de que no se extendiera la mancha.

— ¿Ya te vas?

Negué.

— No, solo estaba buscando a alguien.

— ¿Ashton? — por la manera en la que lo preguntó note que le ardía en la garganta pronunciar su nombre —. Se ha ido. Hace unos diez minutos.

¿Ashton se había ido? ¿Sin avisarnos? Debía irme a ver dónde estaba, pero todavía había una conversación pendiente entre Garret y yo. Me miraba con aflicción como si le doliera verme ahí y no por el hecho de estar en el Crawford's si no por estar allí con Ashton.

— Oye Garret, yo...

— No hace falta — me cortó, como si supiera que iba a decir —. Te deseo lo mejor Madison.

¿Se había enterado de que me iba?

Agaché la cabeza un segundo, probablemente de las pocas personas de las que me iba a costar despedirme era de él.

— Gracias — dije en lo que me pareció un susurro en comparación con el ruido de la música.

— Supongo que ya nos veremos. Algo bueno, pero también malo que tiene Sioux falls es que todos acabamos volviendo.

Fruncí una sonrisa.

— Ya nos veremos — coincidí.

Estaba dispuesta a irme cuando oí la voz de Garret de nuevo a mis espaldas.

— ¿Puedo darte un abrazo? — me pidió.

Me detuve y giré sobre mis pies. Estaba de pie con los brazos extendidos a sus costados esperando a que respondiera. Dudé por un momento. Aunque solo fuera un abrazo... ¿debía hacerlo? Me iba a ir, era lo menos que podía darle después de haberle besado semanas atrás y haber huido como una cobarde sin haberme atrevido a hablar con él de nuevo.

Me acerqué a él y le rodeé con mis brazos dejando mi cabeza descansar sobre su pecho. Noté sus manos rodear mi cintura y con delicadeza me acercó a él. No pensaba que volvería a estar tan cerca de él y eso me generaba una sensación extraña. Era algo amargo, al fin y al cabo, era una despedida.

Sentí como apoyaba su barbilla sobre mi cabeza y después se inclinó ligeramente hacía mi oído.

— Se que fue un error... me lo he repetido millones de veces para poder creérmelo, pero... si no te lo dijera sabiendo que te vas, no me lo perdonaría — hizo una pausa, apretándome ligeramente como el que no es capaz de dejar ir a un ser querido —. Ojalá ese beso hubiera durado más.

Nos separamos lentamente y no pude evitar mirarle a los ojos después de que dijera aquello. Esa amargura de la despedida me pillo desprevenida y me dejó sin respuesta.

Garret pareció entender mi reacción con solo mirarle a los ojos, posiblemente no había respuesta para ello. Le dediqué una última sonrisa y me marché perdiéndome entre la gente. Las despedidas nunca se me habían dado bien y más tratándose de alguien como Garret que solo quiso ser bueno conmigo y por mi culpa, se llevó todo lo contrario.

En cuanto salí del Crawford's, la densidad del aire se deshizo. Fuera se podía respirar mejor y mi mente se aclaró. Ahí fue cuando realmente medité las palabras de Garret y me di cuenta de que atravesaban como cuchillos. Fuera de esa atmosfera del Crawford's, todo parecía afectar el doble. El frio de fuera era como una bofetada de nuevo a la realidad.

Ashton no estaba en la calle, me parecía demasiado raro. ¿A cuarenta y cinco minutos de las doce se había ido? Saqué mi teléfono y le llamé, pero al segundo pitido, colgó. Fui a llamar de nuevo cuando un mensaje suyo me llegó.

He salido a despejarme un poco, no te preocupes.

¿Despejarse? Repetí en mi cabeza para darle sentido. Esa respuesta no era propia de Ashton. Estábamos pasándolo bien, los dos juntos, a menos de una hora de irnos y ¿había salido a despejarse? ¿Sin avisar? Ese sexto sentido que a veces odiaba tener se despertó y me dijo: Algo está pasando.

¿Dónde has ido?

Estoy cerca, no te preocupes.

Parecía un mensaje para mantenerme a raya. Lo único que quería era que no me preocupara y consiguió el efecto contrario. Todos estábamos ahí en el Crawford's asique había pocos sitios a los que podría haber ido. Caminé a paso ligero, atravesando el pueblo sin rastro de él hasta que llegué al lago del parque Covell. Puede que por alguna razón estuviera allí. Siempre fue su sitio de comfort. Sin entrar, activé mis ojos. Todas las figuras heladas que vi eran de grandes árboles y arbustos, ninguna como la suya.

No estaba allí.

No recibí ningún mensaje más de él y algo me decía que, aunque le llamara no me lo cogería. ¿Puede que estuviera con otra persona?

Solo me quedaba ir a casa.

En cinco minutos llegué a la puerta, saqué las llaves de mi bolso y entré. Todo estaba totalmente apagado, ni rastro de nadie y ninguno de los coches estaban fuera. Suspiré, sin entender que estaba pasando.

Dejé las llaves sobre la mesa y fui a por un vaso de agua. Llevaba sin beber nada toda la noche ya que el alcohol no había sido una de mis opciones. Entonces caí en la cuenta de que Ashton si había estado bebiendo, ¿Puede que por eso hubiera salido del Crawford's a despejarse? Igual le había sentado mal y no había querido decírmelo y simplemente salió a tomar el aire.

Me había emparanoiado por nada, una vez más. Dejé el vaso en el fregadero y decidí volver. Seguramente Ashton ya estaría allí esperándome y preguntándose donde estaba.

Me acerqué a la mesa para coger las llaves de nuevo y al tenerlas en la mano se me cayeron al escuchar un estruendo dentro de casa. Fue como si un mueble se hubiera caído a plomo al suelo.

— ¿Hay alguien? — fue la primera estupidez que se me ocurrió preguntar. Estaba claro que había alguien dentro — ¿Ashton?

Volví a oír el mismo ruido, con más fuerza como si alguien me estuviera avisando de algo. Venía de más adelante pero no era en esa planta ni... en la de arriba venia del... ¿sótano?

Nunca había llegado a bajar, ni si quiera recordaba tener llave de ese sitio. Fui al cajetín de llaves al lado de la puerta y busqué entre todas ellas. Había copias de la llave de la puerta principal, de la trasera y del garaje. Al lado de estas, un hueco vació que ponía "sótano".

Faltaba esa llave.

Con suerte, no me haría falta para bajar. Bajé los escalones hasta situarme frente a la puerta. Pegué mi oreja a ella, tratando de oír algo más pero el ruido no se volvió a escuchar de nuevo. Puse mi mano en el manillar y empujé.

Cerrada.

— ¿Qué haces aquí?

Me sobresalté, estando a punto de sacar mi poder y calcinar a quien estuviera ahí, pero el fuego se desvaneció al ver que era Stephen.

— Joder que susto — dije en mi defensa —. ¿Y tú? ¿Qué haces aquí?

Me fijé en él y vi que, aunque estaba oscuro se distinguía que tenía el pelo revuelto y la ropa arrugada, algo que no era normal en él.

No respondió y se quedó arriba de las escaleras, mantenido la distancia conmigo. En la poca claridad que entraba por la ventana, no conseguía verle bien, pero algo raro le pasada.

— ¿Qué haces aquí? — pregunté de nuevo más seria.

— No tendrías que estar aquí — se limitó a decir, en un tono seco y duro.

— ¿Qué hay detrás de la puerta Stephen? — apreté le manillar de nuevo, presionando más fuerte, pero seguía sin abrirse.

Oí un ruido dentro de nuevo, no tan fuerte como el primero, pero seguía siendo como un golpe, algo golpeando contra el suelo. Tenía que haber alguien dentro. Entonces hice una conexión en mi cabeza. Una conexión que no quise creerme.

— Dame la llave Stephen — le ordené mostrándole mis ojos —. O te la quito yo misma.

Se acercó más, haciendo que pudiera verle con más claridad. Estaba empapado en sudor, pálido y temblando. Tenía un aspecto propio de un enfermo y no habían pasado ni dos horas desde que le había visto. Eso apoyó más mi teoría y solo quería equivocarme. Esa puerta... daría a un lugar oscuro... frío y sin iluminación. Paredes grises... herramientas oxidadas y olvidadas en un cajón y muebles... muebles que pesarían y sonarían como plomo al caer al suelo.

Para cuando quise darme cuenta le tenía encima de mí con una jeringuilla sobre mi cuello, vaciándose en mi torrente sanguíneo en un ardor que no podía soportar. Le alejé de mí de un empujón y en un segundo, mis piernas comenzaron a flaquear. Caí contra la pared y me deslicé hacia el suelo al no ser capaz de mantenerme en pie. No podía mantener los ojos casi ni abiertos y mi visión se volvió borrosa.

Mi poder me abandonó una vez más.

Mi respiración se iba ralentizando al igual que mi ritmo cardíaco a pesar de que estaba entrando en pánico. No controlaba mi cuerpo.

Terminé de caer al suelo viendo a Stephen acercándose a mí. Sentía que podía morir en ese momento, pero aun así mi corazón no se aceleró ni lo más mínimo. Ese sedante me estaba dejando fuera de combate. Me quedé tendida sobre el suelo viendo como Stephen me colocaba boca arriba y su desdibujada figura fue lo último que alcancé a ver.

11:30pm

Traté de abrir los ojos. Sentía que no podía. Como si tuviera mis párpados completamente pegados. Una tenue luz estaba sobre mí en el techo. Moviéndose y titilando con dificultad. Estaba totalmente desorientada.

¿Dónde estaba?

Conseguí abrir los ojos del todo. Estaba sentada sobre un suelo frio y lleno de polvo. Mis brazos estaban sobre mi cabeza, atados a la pared por las muñecas con una cadena. Cuando vi la escena por completo entré en pánico, pero el efecto de esa droga no me lo permitía del todo.

Un armario de por lo menos dos metros estaba tirado en el suelo, destrozado. Como si se hubiera descolgado de la pared. Eso fue lo que oí. Tenía que ser eso. Una mesa de madera y una silla frente a mí. Ya había estado allí y solo quise llorar al ver quien estaba. Ashton estaba al otro extremo de esa habitación tirado sobre el suelo boca bajo.

Esa visión... esa maldita visión era lo que estaba ocurriendo. No podía ser que el lugar que había estado buscando hubiera estado todo el rato bajo mis pies y el monstruo que creí haber matado, seguía sentándose conmigo a la hora de la cena.

— ¡Ashton! — comencé a llamarle, como si se fuera a levantar al segundo de oírme — ¡Ashton! — volví a gritar tirando con fuerza de las cadenas.

Tiré con todas mis fuerzas para soltarme e ir hacia él. Intenté activar mi fuego inútilmente y la furia que surgió en mi por no poder conseguirlo me hizo gritar a pleno pulmón. Estaba acorralada, atrapada y totalmente indefensa si no era capaz de sacar mi poder. Continué tirando de esas cadenas como un león enjaulado haciendo fuerza para soltarse de su collar y salir de su jaula. Necesitaba el fuego, solo él podía sacarme de aquí.

Me giré de nuevo viendo que Ashton seguía sin moverse, apenas podía asegurar si respiraba o no y las lágrimas comenzaron a crearse en mis ojos. Me giré hacia la pared. Agarré las cadenas entre mis manos y respiré con fuerza, llenando mis pulmones al máximo. Lo repetí varias veces intentando concentrarme. Tenía que conseguirlo.

Activé mis ojos y después traté de sentir el fuego por todo mi cuerpo. Siguiendo el recorrido que hacía bajo mi piel hasta llegar a mis manos. Necesitaba mucho calor si quería derretir esas cadenas.

Apreté las cadenas entre mis manos viendo cómo se ponían al rojo vivo y el metal se acabó deformando. Tiré de ellas y se rompieron con facilidad. Ni yo misma sabía que podía conseguir aquello, pero si los milagros existían, iba a necesitar unos cuantos esa noche.

Corrí hacia el lado de Ashton y le puse boca arriba rápidamente sin poder contener ya las lágrimas. Estaba intacto o eso parecía. Nada magullado, nada de cortes ni de sangre, pero eso era peor. No se despertaba por lo que Stephen le habría inyectado como a mí. La marca hinchada de un pinchazo en el lateral de su cuello me lo confirmó. Era como vivir una pesadilla. Ya había estado avisada de ella y la había visto tres veces, siempre con el mismo final y estaba a punto de convertirse en una cuarta vez.

— ¡¿Ashton, me oyes?! — intenté tomarle el pulso. Era débil, muy débil y si no conseguía sacarle de ahí moriría —. Saldremos de aquí — dije con la voz temblorosa acariciando su cabello sin si quiera saber si era capaz de oírme —. Te pondrás bien te lo prometo.

Fui a cargarle sobre mi hombro cuando la puerta se abrió de nuevo y Stephen se hizo paso por ella. Me observó desde la escalera miró mis muñecas totalmente libres y después la pared en la que estaban los restos de esa cadena.

Se enfureció y con ese aspecto enfermizo en su expresión daba más miedo aún. Ese Stephen no era uno que se hubiera mostrado antes. El que yo conocía no tenía escrúpulos, pero ese era peor.

No tenía piedad.

Bajó los escalones rápidamente y me separó de Ashton agarrándome como si fuera un saco de basura. Puse mis manos alrededor de sus muñecas y las quemé apretando con tanta fuerza que si hubiera seguido unos segundos más habría llegado al hueso. Stephen soltó un grito desgarrador y me soltó de nuevo con tanta fuerza que partió la mesa de madera con mi cuerpo.

— Tendría que haberte puesto una dosis más grande, aunque hubieras muerto— dijo rompiéndose de dolor y abrazándose las muñecas.

Me giré sobre el suelo con dificultad, intentando levantarme entre los trozos de madera sin clavármelos.

— Desearías que estuviera muerta ahora porque eres tú el que no vas a salir de aquí con vida.

Stephen no tenía protecciones, no tenía poderes. No tenía nada. Solo tenía que acabar con él y no dejar que eso continuara. No sabía cuál era el motivo, pero no iba a esperar a descubrirlo. Iba a matarle. Contra más tiempo él estuviera vivo más tiempo perdía para Ashton. Me levanté del suelo y fui directa a por él con todas mis fuerzas para descargar mi ira en él.

Se llevó las manos a la espalda antes de que llegara a él y sacó una pistola. No cualquier pistola. Ya la había visto bien de cerca, la reconocí al segundo. Ya la tuve entre mis manos una vez.

Era el arma de Marcus.

La cargó y me miró directamente a los ojos, retándome a dar un paso más y así matarme de un solo disparo. Mantuvo el cañón apuntando a mi cabeza a medida que caminaba hacia mí, obligándome a retroceder.

Aquello no duraría mucho más. Stephen empeoraba a cada segundo. Su sudor le había puesto la piel amarilla y sus muñecas sangraban sin cesar mientras sostenía de forma temblorosa el arma. Por la forma en la que me miraba, con desprecio y rabia mezclados en sus ojos negros estaba segura de que apretaría el gatillo. Solo estaba esperando al momento indicado.

Estaba retrocediendo, acercándome más a Ashton cuando vi cómo se movía sobre el suelo. Me agaché rápidamente y Stephen bajó el cañón de la pistola para seguir apuntándome.

— No le toques — me advirtió —. Levántate.

Ya no podía contener de nuevo las lágrimas. Esa pistola no me iba a frenar, no le tenía miedo a ese disparo.

— ¿Por qué haces esto? — acabé escupiendo, apenas a unos centímetros de tocar a Ashton mientras continuaba moviéndose, tratando de despertar.

Stephen soltó una risa amarga, casi como si fuera obvio su motivo de hacer eso. ¿Hacerme daño? ¿Quería verme sufrir? Estaba claro que sí pero que fuera él no tenía sentido alguno. No después de todo lo que había pasado.

— ¡Levántate! — ordenó de nuevo, a punto de perder la paciencia.

Vio que el arma apuntándome no surgía efecto asique movió el cañón hacia la izquierda, apuntando a Ashton. Puse la palma de mi mano frente a él, temblando de solo pensar que fuera capaz de apretar el gatillo y al segundo me levanté. Me hizo un gesto con su cabeza para que me separara de él. Sentía mis pies clavados en el suelo y tenía una voz dentro de mí que me decía: "no te separes de Ashton, no puedes abandonarle ahora."

Si no obedecía le haría daño a él, no iba a jugar con eso. A medida que yo me alejaba, Stephen se acercaba. Avanzó por la izquierda obligándome a mí a ir por el lado contrario hasta casi situarme donde había estado él en un principio. La mano de Stephen tembló perdiendo su fuerza y se cambió el arma de mano. Sus párpados se cerraban y el sudor de su frente se le estaba metiendo en los ojos. Pestañeó un par de veces bajando ligeramente el cañón de su posición y entonces vi mi oportunidad.

Me lancé hacia él quitándole el arma. Se cayó al suelo y la aparté hacia atrás con mi pie. Stephen forcejeo conmigo intentando evitar el contacto de su piel con la mía, pero no lo consiguió. Le agarré de la camisa y se la rasgué para poner meter mis manos dentro. Debía controlar el fuego y no dejar que me envolviera por completo porque Ashton estaba muy cerca y podía salir herido.

Llegué al pecho de Stephen, quemando su piel con rapidez hasta que mis manos se quedaron grabaras a fuego sobre él. Me empujó una última vez con el resto de fuerza que le quedaba. Estaba acabado. Apenas se mantenía en pie. Agarré el arma del suelo y le apunté con ella rápidamente.

Hasta en ese momento, casi en su último aliento Stephen fue miserable. No se iba a dejar vencer sin hacerme más daño. Agarró a Ashton de un hombro y tiró de él poniéndole frente a su cuerpo, usándole de escudo contra mí. Solo así se aseguraba de que no le haría nada.

Hubo un silencio por un momento en el que solo oía nuestras respiraciones. Al mirar a Ashton me fije en que abrió los ojos lentamente. Stephen seguía sujetándole y apretándole contra si mismo para cubrirse todo lo que pudiera.

— ¡Para ya Stephen! ¡Suéltale! — rugí manteniendo la pistola levantada, con el dedo ya sobre el gatillo.

— ¡No tengo otra alternativa! — gritó con los ojos inyectados en sangre —. Te lo avisé Madison, tenías que haberte ido. Tuviste tiempo de haberlo hecho, pero ahora todo se ha torcido... ¡todo se ha torcido por tu culpa!

De su bolsillo izquierdo, sacó una jeringuilla. Estaba cubierta en la sangre que le salía de las muñecas, pero se podía ver con claridad que tenía un líquido transparente dentro. La acercó al cuello de Ashton y la ira de su mirada me indicó que lo haría. No tenía nada que perder. Iba a matar a Ashton.

— Matándole no cambiará nada, pero si me matas a mí sí — dije intentando convencerle de aquello. Mi vida por la de Ashton —. Siempre me has odiado a mi Stephen, no a él.

— Si te quisiera muerta, ya lo estarías. Sabes que los Saith no actúan así — dijo negando con la cabeza, apenas haciendo contacto visual conmigo como si estuviera dándole mil vueltas a su plan.

— Se que no les obedeces a ellos.

— Cuando te ponen entre la espada y la pared no hay otra solución. Le harán daño a ella... le harán daño — la voz le temblaba como si eso fuera lo único que podía ponerle los pelos de punta.

— ¿Ella? — pregunté intentando encontrar la respuesta por mí misma — ¿Lena? — dije sin poder creérmelo.

Stephen negó, apretando los labios como si estuviera a punto de llorar ¿Qué clase de actuación era esa?

— ¿¡Quién, entonces quién?! — grité con mis ojos apunto de escupir fuego entre las lágrimas.

— Ella... no debió estar involucrada en esto... ¡tú eres la culpable!

Intenté hablar, pero no me vi capaz. Stephen estaba seguro de sus palabras. Estaba dolido como si él fuera la víctima en esa historia.

— ¡¿De quién me hablas?! — le exigí saber — ¿Sharon? ¿Es eso?

Apretó los dientes cabreado porque no dijera el nombre correcto y eso solo hizo que acercara la jeringuilla aún más al cuello de Ashton.

— Mi pequeña... ¡van a matarla por todo lo que has hecho porque no he podido detenerte y ya han descubierto que yo lo encubrí! — Las lágrimas le caían a cataratas de los ojos, enrojeciéndoselos y cuando creía que no me diría el nombre lo soltó —. Van a matar a mi pequeña Nancy por tu culpa.

¿Su pequeña Nancy? Tuve que repetirme para darle sentido.

¿Qué quería decir?

— ¡Solo me estás mintiendo para que no te mate! ¡Todos aquí te importamos una mierda!

Él negó frunciendo sus labios, impidiéndose llorar.

— Solo... solo me ha importado ella, solo ella... ¡Por eso la quería fuera de la ciudad, aunque fuera con el ex marido de Sharon! ¡Él nunca fue su padre! — se detuvo, a un paso de clavarle la jeringuilla a Ashton —. Yo soy su padre ¡Yo! — gritó haciendo que el olor a alcohol saliera de su boca me entrara por las fosas nasales como si hubiera sido yo la que se lo había bebido —. Sharon decidió que yo no debía formar parte su vida por haberle sido infiel a su marido conmigo — arrugó el rostro como si recordar aquello le retorciera el intestino —. Solo me quedaba mudarme a Sioux falls, formar una familia y anhelar la que Sharon tenía. ¡Era la única manera de estar junto a Nancy, pero tú... tú tuviste que hacerte su amiga... contarle lo de los poderes, enseñarla los informes... y que descubriera que era un asesino ¡Solo me convertí en asesino por ella! ¡Para protegerla de gente como tú!

En ese momento a la que le temblaba la mano sujetando el arma era a mí, pero no podía dejar de apuntarle. Busqué en su expresión si aquello era verdad y el dolor que mostraba en cada parte de su rostro solo podía significar que así era.

Sentí hasta nauseas por lo que me estaba contando y no por pena hacia Stephen si no por Nancy. Siempre había soñado con tener a su padre cerca y al igual que al asesino que yo buscaba, estaba más cerca de lo que ambas creíamos. Quise apiadarme de Stephen, pero mientras que tuviera esa jeringuilla sobre el cuello de Ashton yo no iba a bajar el arma.

— Escúchame Stephen — dije intentando mediar con él —. No van a hacerle nada a Nancy. Yo no dejaré que sea así, puedes estar seguro.

Stephen río de forma amarga apretando la jeringuilla entre sus dedos y acabó frunciendo la boca de nuevo por las lágrimas.

— No puedes protegernos a ninguno Madison. Alguien va siempre tres pasos por delante de ti, aunque creas que no.

— ¿Qué tenemos nosotros que ver con esto? — dije refiriéndome a Ashton y a mí —. Nos importa Nancy, no queremos que le pase nada.

— Él es el precio a pagar por la vida de Nancy — tragó saliva con fuerza sin arrepentirse de lo que estaba diciendo —. Tu dolor y tu sufrimiento es lo que quieren. Quieren destrozarte.

Me negué. Me negué a que ese fuera el precio.

— Matar a Ashton no va a cambiar nada de eso.

— ¿Qué podría dolerte más que matar a Ashton delante de tus ojos? Siendo incapaz de protegerle.

La que tragó saliva en ese momento fui yo, intentando borrar las últimas palabras que había dicho. La muerte de Ashton lo cambiaba todo. Podían matarme de otra manera que no era la física. Me flaqueaban las piernas solo de pensarlo. Ashton era la moneda de cambio para mantener a Nancy viva.

— ¿Quién te asegura que matando a Ashton dejaran a Nancy en paz? — intenté razonar con él, necesitaba entenderlo —. No puedes saberlo.

— Me han dado su palabra — por como su boca intentaba mostrar una sonrisa, supe que él les creía y lo peor era que estaba tan seguro de eso como yo lo estaba de que apretaría ese gatillo si se atrevía a acercar más esa jeringuilla al cuello de Ashton.

Una promesa así, solo podía estar vacía. Nadie nos podía prometer que, si Stephen mataba a Ashton, dejarían a Nancy vivir sabiendo de la existencia de los poderes. No era cierto pero él lo creía fielmente y eso reducía mis opciones.

— Sabes que ocurrirá después si lo haces — apreté el arma entre mis manos repitiéndome "no puedes tener piedad, es él o Ashton. Él o Ashton."

— ¿Dejarías a Nancy sin padre? — se atrevió a decir, provocándome — ¿Qué crees que pasará cuando se entere de que me mataste?

Quería haber cogido aire y haberle gritado: para Nancy no eres nada y nunca lo serás.

Por desgracia eso podría cabrearle y no quería ver el resultado de un Stephen mucho más inestable que el que tenía delante de mis ojos.

Aunque así era. Nancy le vería como un monstruo y más aún cuando supiera que él había sido el que había querido matar a Ashton desde el principio. Nancy no le aceptaría, no le querría. Preferiría quedarse con su padre actual, aunque apenas le viera una vez al año antes que a Stephen, un asesino.

— No lo vas a hacer — aseguré intentando creérmelo hasta yo —. No dejarías a Nancy sola, sé que no. Si lo que me has contado es cierto, tu mayor deseo es estar con ella, contarle la verdad y ser su padre, su padre de verdad.

Stephen pareció no escuchar ni una sola palabra que dije. Un segundo después habló, seguro de sus palabras.

— Pero Nancy vivirá. Es lo único que deseo para ella.

Estaba convencido de que, si mataba a Ashton, los Saith dejarían vivir a Nancy. El movimiento de sus ojos no era de duda si no de decisión. Estaba listo para clavar esa jeringuilla dejando libre a Nancy a cambio de Ashton.

Quería caer de rodillas y suplicarle por la vida de Ashton, llorarle hasta que le dejara libre y me tomara a mí por él, pero eso no iba por nosotros. Tenía un propósito, siempre lo había tenido y seguíamos siendo peones en esa jugada. Los Saith seguían decidiendo nuestro destino y para Stephen la vida de Nancy valía más que la suya propia y la de cualquiera de nosotros.

— Sabes que voy a matarte si lo haces — acabé diciendo con la voz totalmente rota como si se hubiera desquebrajado en trocitos de cristal cortando mi garganta —. No lo hagas por favor — supliqué con la mirada borrosa a rebosar de lágrimas.

Stephen seguía impasible y sabía que solo Nancy daba vueltas en su cabeza. Mis ojos ardían en lágrimas porque si apretaba ese gatillo, significaría que Stephen ya habría vaciado esa jeringuilla sobre el cuello de Ashton y yo tendría que vaciar el cargador con él para no envolver todo en llamas y no dejar nada del cuerpo de Ashton.

¿Lo peor? Que cualquier cosa que podría haberle dicho a Stephen no iba a haber cambiado nada. Él estaba decidido a hacerlo desde el primer momento que supo que Nancy estaba en peligro. Él era su verdadero padre y no sabía cómo sentirme al respecto. Y si no lo sabía yo no podía ni pensar que haría Nancy porque para cuando lo supiera... Stephen ya estaría muerto. Esa era la manera en la que iba a acabar todo y Stephen tenía razón. Yo iba a ser el motivo por el que Nancy se iba a quedar sin padre.

De repente Ashton abrió los ojos. Lentamente hasta encontrarse con los míos. Había estado medio inconsciente todo el rato, pero supo que estaba ocurriendo. Me miró con los ojos entrecerrados a medida que una lágrima salía de sus ojos y vi como abría los labios para hablar.

— Hazlo... hazlo Madison — carraspeó su garganta a punto de caerse y Stephen lo agarró con más dureza, como si fuera un saco y eso solo me hizo apretar con más fuerza el arma entre mis manos a pesar de que ya casi no veía nada por las lágrimas —. Está bien... todo está bien.

Oírle hablar de esa manera, tan roto y tan acabado como si se estuviera rindiendo, me estaba atravesando de una manera que no creía posible. Dolía, realmente dolía como no había sentido el dolor antes.

— Dile a Nancy que lo hice por ella. Todo siempre fue por ella.

Negué con la cabeza, negándome a que esas fueran sus últimas palabras porque sabía que venía después. Stephen apretó la jeringuilla contra la piel de Ashton y el líquido desapareció en poco segundos.

Grité, grité hasta destrozar mis pulmones como si aquello fuera a servir de algo, pero ya no, era tarde. Stephen dejó caer a Ashton al suelo, como si no fuera nada, como si ya no importara.

No era dueña de mis acciones, ya no. La rabia me nubló más que las lágrimas de mis ojos y apreté el gatillo. No una, ni dos. Apunté a su pecho y apreté el gatillo hasta que acabé con las balas del cartucho. Él retrocedió con cada disparo hasta tocar la pared y deslizarse por ella con una sonrisa asquerosa en su rostro.

Sus ojos se quedaron mirando en un punto fijo, sin vida, pero esa sonrisa se quedó en su rostro como si fuera imborrable.

Después del sonido de los disparos todo se sumió en un silencio. Un silencio duro de los que se forman en los entierros y todos quieren llorar, pero es hasta irrespetuoso romper el silencio de esa manera.

Observé mi vestido, totalmente teñido de rojo al igual que mi rostro, podía notar las gotas de sangre caliente resbalándome por la piel. Me tembló tanto la mano al ver aquello que tiré la pistola. Ese temblor subió por mi brazo hasta apoderarse de mí y extenderse a todo mi cuerpo.

No podía andar, hablar, ni si quiera soltar más lágrimas. Había entrado en shock. Apenas sabía si había respirado en el último minuto. La cabeza me dolía y me daba vueltas y ya no sabía por cuál de los miles de razones que tenía era.

Bajé la mirada hacia Ashton, estaba tirado boca arriba en el suelo. Sus ojos estaban completamente cerrados y entonces me di cuenta de que posiblemente segundos atrás había sido la última vez que iba a ver sus ojos. Esos iris que tanto adoraba con una mezcla de colores verdes y azules en su interior.

Me tiré al suelo para llegar a él y le llevé hacia mi pecho abrazándole con fuerza mientras algo en mi cabeza me llamaba a gritos, pero lo ignoré. Era una voz, una pequeña voz que ni si quiera reconocía como mía que decía: "Ya es tarde".

No sabía qué hacer, estaba totalmente bloqueada y ya no le sentía el pulso. No sabía cuanta cantidad le había inyectado ni que podría hacer aun sabiéndolo. Cada pregunta que me surgía en la cabeza daba lugar a cinco más y eso me restaba más tiempo. Solo era capaz de seguir llorando mientras intentaba despertarlo.

— Ashton, Ashton por favor despierta — le rogué como si esa decisión dependiera de él —. No puedes hacerme esto... no te vayas por favor — mis lágrimas empezaron a caer sobre él al igual que la sangre que tenia de Stephen —. Te quiero... no me dejes Ashton, no así... no puede ser así — susurré dándome cuenta de que era la primera vez que le decía que le quería y nunca iba a saber que se lo había dicho.

Nunca iba a llegar a oírlo.

Me acerqué hasta el cuerpo de Stephen, queriendo ignorar aun lo que había hecho y le quité el teléfono del interior de sus pantalones. Lo agarré entre mis manos, resbalándose a causa de la sangre. Marqué el número de Alissa equivocándome varias veces y maldiciéndome por ello.

El teléfono soltó apenas un pitido después y Alissa cogió la llamada.

"¿Sí?"

— Alissa — no supe si mi voz llegó a salir de mis labios, pero Alissa contestó al reconocer mi voz.

"¿Dónde estáis Madison?"

Solo oía el bullicio de la gente de fondo y con dificultad, la voz de Alissa.

"¡Ya son casi las doce!" gritó llena de emoción.

Me mordí el labio inferior intentando retener un sollozo para que Alissa pudiera entenderme.

— Alissa... — intento fallido por que comencé a llorar con más fuerza —. Te necesito — supliqué en un hilo de voz —. Estoy en casa, corre por favor... Ash-Ashton no respira Alissa, no respira — solté sollozando casi haciendo imposible de entender lo que decía.

Alissa ni si quiera preguntó qué, ni cómo. Colgó la llamada y supe que ya estaba corriendo hacia casa.

La presión en mi pecho seguía ahí estrangulándome más a cada segundo que pasaba y seguía sin saber que hacer por Ashton. El tiempo se ralentizó convirtiéndose una tortura y, aun así, seguía en mi contra.

¿Quedaba algo que hacer? No sabía cuánto llevaba sin respirar y yo ya notaba la falta de aire, mis pulmones no estaban funcionando correctamente. El fuego me estaba rompiendo y yo me estaba conteniendo a ello haciendo que doliera más. No podía dejarle salir, no ocurriría lo mismo que con Helen. No dejaría que el fuego se llevará a Ashton.

Por un momento me tambaleé sobre el suelo al notar el dolor de mi cabeza crecer. Me llevé la mano a la parte de atrás de la cabeza. Estaba sangrando y no sabría decir si toda aquella sangre era mía o también de Stephen. Me había golpeado cuando Stephen me arrojó contra el suelo y ese había sido el resultado.

No pude si quiera levantarme, al contrario, terminé cayendo al suelo al no sentir más fuerzas. Ya no las tenía. El fuego me oprimía para salir y me estaba matando por dentro para conseguirlo, pero la tristeza, el dolor y la perdida lo estaban apaciguando.

Ya había visto esa escena desde ese ángulo demasiadas veces como para no recordarla. Desde donde estaba tumbada no llegaba a ver a Stephen que estaba tirado al otro lado de la habitación, pero si su charco de sangre agrandándose y llegando hasta Ashton. La sangre nunca fue de Ashton, siempre fue de Stephen y la muerte no fue solo de Ashton, también la de Stephen. Hasta ese momento ni si quiera me había planteado que también podría ser la mía.

Los párpados se me cerraban y entonces llegó lo peor. Esa sensación de estar tan cerca, pero a la vez tan lejos de Ashton. Estiré mi mano en un último intento de llegar hasta él, pero no lo logré. Todo se volvió negro antes de que pasara.

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