CAPÍTULO 32: TE QUIERO
Ashton
Ni si quiera recordaba haber cruzado palabra alguna vez con esa chica de pelo negro, flequillo frondoso y gafas, pero ahí estaba ayudándola a subir las escaleras para salir del Crawford's. Quería entender la importancia que tenía ella para Madison. Se había interpuesto entre ella y una bala y puede que no hubiera una explicación razonable para eso.
Madison era así, nunca dejaba a nadie atrás.
Fuera el aire frio trató de helar mi piel, pero no fue posible. Ya estaba más helado de lo normal. La imagen de esa pistola apuntándome se me había quedado grabada pero solo había sido un juego. Había tratado de ser fuerte, que mi mente no me delatara, pero eso ni si quiera le hizo falta a ese psicópata de Marcus. Yo solo la había fastidiado exponiéndonos a Madison y a mí.
¿Qué otra opción tenía? ¿Dejarla morir?
No era capaz de dejar que le pasara nada a pesar de que se podía defender mejor que nadie. Mejor que Alissa si me atrevía a decirlo.
Ayudé a la chica a sentarse en el bordillo de la calle y me senté junto a ella, intentando averiguar por qué la habían apaleado hasta ese extremo en el que casi no podía ni andar por sí sola.
A pesar de que no me conocía, me miraba de manera extraña. Como si quisiera decir algo, pero no encontrara las palabras para ello. Por la manera en la que me estaba mirando no era un simple "gracias".
Antes de que pudiera preguntarla, vi a Madison acercarse a nosotros. Verla solo hacía que pensara en una cosa.
Garret besándola.
Ni si quiera había estado presente pero mi mente se encargó de hacerlo parecer así. Imaginé como debería de haberla tocado, que le habría dicho para llegar a besarla y si ella había querido que fuera así.
Tampoco podía evitar pensar que Garret era mi polo apuesto. Alguien con quien ella no tendría que vivir esa situación.
Llegó a nosotros y se agachó frente a ella, poniendo sus manos sobre sus rodillas con suavidad.
— ¿Cómo estás Esther?
Ella levantó ligeramente la mirada del suelo y se llevó la mano a la mejilla.
— Viva gracias a ti.
Madison suspiró como si para ella no fuera suficiente que estuviera viva. Quería evitar esas situaciones a toda costa, pero era cierto que estaba viva gracias a ella.
— ¿Cómo te encontraron?
— Venia de clase... me cogieron y me retuvieron hasta la noche... hasta que les dije dónde estabais... lo siento....
— ¿Cómo sabias que nosotros...? — Madison cerró los ojos por un instante, dándose cuenta de algo —. Nada olvídalo, viste que vendríamos aquí, ¿verdad?
Asique era cierto que su poder era la percepción extrasensorial. Esa chica que a penas parecía controlar su propia vida, veía el futuro de las de los demás.
Ella asintió, sintiéndose culpable seguramente por como agachó la mirada de nuevo al suelo.
— ¿Sabes por qué querían saber dónde estábamos?
— Porque conté cosas... cosas que no debí y se enteraron de ello.
— ¿Qué cosas Esther? — pregunté.
Ella no respondió, actuó como si no me hubiera oído. Como si realmente prefiriera no haber oído esa pregunta. Justo cuando pareció que iba a abrir los labios, Alissa apareció por detrás de Madison rompiendo esa oportunidad.
— Perdóname, no tenía que haberte hablado así.
Madison se puso de pie de nuevo mirándola. Era una disculpa muy pobre por parte de Alissa, pero no era algo nuevo. Ambas se alejaron de nosotros y por como Madison cruzo los brazos supe que estaba a la defensiva con ella.
— Esther — dije de nuevo llamando su atención —. ¿Qué es lo que contaste para haber acabado así?
Ni si quiera me miró, movía sus ojos de un lado a otro sobre el asfalto, no pensando en que responder si no tratando de controlar sus nervios.
— Ya se lo conté a una persona. Si se lo cuento a alguien más puede que vuelva a mi casa en una caja de madera.
— Han podido matarte por ello y seguramente lo vuelvan a intentar Esther. Que se lo cuentes a alguien más no va a cambiar nada a peor, solo a mejor si entendemos que es lo que ocurre.
Esa vez levantó la mirada, estaba triste como si estuviera a punto de llorar.
— No puedo — susurró volviendo a apartar la mirada de mí.
Era inútil. Estaba asustada y no iba a contarme nada. Si veía el futuro seguramente sabría qué ocurriría si abría la boca.
Al otro lado de la acera, Alex comenzó a maldecir al aire con el teléfono pegado a la oreja sin parar de moverse de un lado a otro de la carretera.
— Joder... no lo cogen. No cogen el teléfono ninguno de los dos.
Siguió marcando el número de teléfono una y otra vez, pero no había respuesta y se notaba que comenzaba a estar desesperado.
— Alex, estarán bien. No venían a por ellos, nadie venía a por Nancy — dije intentando calmarle.
La verdad era que ninguno sabía lo que habría ocurrido una vez hubieran salido del Crawford's por esas galerías. Si Connor había cumplido su parte, tendría que haberla protegido, pero junto con Madison, yo era el único que no se fiaba al cien por cien de él.
— Como Connor le haya hecho algo... — dijo lamentándose —. No tenía que haber dejado que se fuera con él.
— Pues como no la llevemos a casa en veinte minutos su madre nos va estrangular — advirtió Alissa —. No queda mucho para las doce.
Se empezaron a escuchar pasos sobre el asfalto y al fondo de la calle, divisé dos figuras que venían caminando hacia nosotros.
— ¡Alex! — era la voz de Nancy a lo lejos.
Comenzó a correr hacia nosotros mientras Connor se quedaba rezagado atrás. Llegó hasta Alex y sin pensárselo dos veces se abalanzó sobre él.
— Menos mal que estás bien — oí como le susurraba a Nancy.
Connor llegó a nosotros y vimos que venía tan lento porque cojeaba a cada paso. Si era por esa herida del cuchillo no podía decir que no se lo merecía. Por todo lo que nos había hecho a Madison y a mí.
— No teníais que haber vuelto aquí. Te dije que te llamaría — le recordó Alex a Connor.
— La patada que me ha metido en la entrepierna me ha hecho cambiar de opinión y por eso hemos vuelto.
— No voy a decir que no te lo merezcas — respondió Alissa.
Connor le puso una sonrisa falsa y se llevó la mano de nuevo a su entrepierna y yo intenté contener la sonrisa que quería ponerle. Se merecía eso y más.
— Tenemos que llevar a Nancy — insistió Alissa —. No me voy a pelear con su madre.
— Espera — Madison se giró hacia Esther — ¿A dónde vas a ir?
— Tengo que volver a casa. Mi madre ha intentado contactar conmigo todo el día. Esta histérica... La he visto.
— ¿Qué hay de los asesinos? Van a volver a por ti Esther.
— Ya tienen lo que querían, lo he visto. No van a volver a hacerme daño.
— ¿Qué querían exactamente?
— Saber quién te importa, y ya lo han descubierto — desvió su mirada hacia mi —. Le van a usar en tu contra.
Madison se pasó las manos por el pelo, superada. Yo no dejaba de ser un blanco constante para los asesinos.
— Ha tenido que ser la Sra. Kelly... Quería quitarse a Ashton de en medio mientras estaba en el hospital y como no lo consiguió han venido esta noche.
— Lo de esta noche ha sido un aviso — aclaró Alex —. Si quisieran matarnos lo hubieran hecho. Solo querían dejar un mensaje claro. Van a por nosotros y no hay ningún tipo de tregua. No hay nadie que pueda escapar.
— Hay que empezar a cazar entonces y ya se quién será el primero en mi lista — concluyó Alissa y después se dirigió a Madison—. Vuelve tu con Nancy, yo tengo que irme.
Madison la agarró del brazo para detenerla, pero no sirvió de nada.
— No insistas — Alissa miró su mano sobre su brazo y ella la soltó a regañadientes —. Nos vemos mañana si los asesinos nos dejan dormir tranquilos — dijo con cierta gracia, pero poca nos hacía al resto —. Y tú ponte hielo — le dio un ligero golpe a Connor en la entrepierna con su puño y se marchó.
Connor la maldijo por lo bajo, pero yo no podía ocultar que me satisfacía ver como Connor y Madison ya no compartían el mismo dolor y Alissa se aprovechaba de ello.
— Yo me voy también — dijo Esther levantándose del suelo con dificultad —. Suficiente por hoy.
Noté como Madison intentaba hacer contacto visual conmigo, pero yo no era capaz. Me dolía demasiado mirarla sabiendo que yo ya no tenía el espacio que creía en su vida. Ella tenía que irse con Nancy y yo debía volver a casa.
— Te llevamos Alex y yo — me ofrecí y después me giré hacia Madison tratando de que no se notaran las ganas de llorar en mi voz —. Nos vemos mañana en clase.
— Pero... — se acercó a mí y comenzó a susurrar —. Tenemos que hablar Ashton, quiero explicártelo...
Negué con la cabeza, quitándole importancia.
— No te preocupes.
Frunció el ceño por mi respuesta. Sabía que no era bueno dejarlo ahí pero no estaba preparado para hablar de ello. Tenía miedo de lo que tuviera que decirme y la respuesta que yo tendría que dar.
Quería darla un beso para despedirme, pero eso podría dificultar más las cosas asique me contuve. Connor se marchó por su lado. No me hizo falta decirle que no quería que viniera a mi casa a hacer de guardaespaldas.
Yo me marché con Alex y Esther para llevarla a su casa. Me di la vuelta segundos después viendo como Madison y Nancy iban en la dirección contraria hasta desaparecer en la oscuridad de la noche.
De camino se hizo el silencio. Sabía que Esther no iba a decir nada, pero Alex tampoco abrió la boca hasta que la dejamos en su casa.
— Tener cuidado — nos pidió ella.
— ¿Deberíamos tenerlo? — insinuó Alex.
— No es por una visión — aclaro ella —. Hasta a mí se me escapan cosas. Solo... tener cuidado.
Me miró y puso una sonrisa suave haciendo que yo hiciera lo mismo.
— Descansa Esther.
Ella cerró la puerta lentamente y oímos sus pasos avanzar dentro de su casa hasta desaparecer.
— Siempre me han parecido algo extraños los de precognición... ¿no crees? — susurró Alex.
— Ven el futuro... tú también estarías tocado si vieras lo que va a ocurrir y no pudieras decirlo.
— ¿Por eso la han hecho esto?
Asentí.
— Vio algo en una visión y se lo contó a alguien.
— ¿Valia tanto la pena desvelar eso como para acabar así?
— Debe de ser que sí... sería importante, pero a mí no me lo ha querido decir.
Caminamos hasta casa, aunque esa noche sería de todo menos un hogar para mí. Había dejado de serlo hacía mucho tiempo y solo Madison hacía que todo fuera mejor.
— No hace falta que te quedes esta noche. Estaré bien.
— Sabes que la Sra. Kelly sigue detrás de todos. De ti específicamente. Deberíamos estar juntos.
— Necesito estar a solas Alex... solo eso — él se lo pensó al ver la súplica en mi rostro —. Solo esta noche, estaré bien.
Seguramente ni dormiría asique estaría alerta. Madison no dejaba de dar vueltas en mi cabeza y tenía que darle un sentido a lo que había pasado esa noche. Me negaba a asumir que la había perdido por completo.
— Mañana a las ocho en la puerta del instituto. No llegues tarde.
Asentí y le rodeé con un brazo para darle una palmada a la espalda a modo de gracias. Entré en casa encontrándome la luz de la cocina encendida y no me dio ni tiempo a quitarme la chaqueta cuando ya tenía a Stephen delante de mí como una furia.
— ¿Se puede saber que ha sido eso? ¡Nos has buscado la ruina a todos!
Me agarró del cuello de la camiseta y me pego a la puerta de un golpe. Podría haberme peleado con él, pero era lo último que quería esa noche, más problemas.
— Lo sé y lo siento — dije tratando de calmarle levantando mis manos al aire.
— ¿Lo sé? ¿Lo siento? — repitió incrédulo — ¡¿Qué hago yo con eso?! ¡¿Frenar a los asesinos con esa mierda de excusa?!
— Nosotros seremos capaces de frenarles como hemos hecho siempre.
— Les pondrán precio a vuestras cabezas. ¿En qué narices estabas pensando? Ponerte delante de una maldita pistola, ¿enserio?
Aparté la vista de él, notando como el aire de mis pulmones se congelaba.
— ¡Respóndeme!
— ¡No iba a dejarla morir! ¡No... — apreté los puños, notando como me bajaba la temperatura del cuerpo —. No puedo perderla Stephen.
Stephen analizó la expresión de mi rostro. Que hubiera hecho eso por Madison le dio sentido a todo.
— No me jodas Ashton...
— La quiero — confesé — y sé que no tenía que haber pasado, pero ya no puedo cambiarlo. Estoy enamorado de ella — Stephen se llevó las manos a la nuca frotándosela mientras oía como me maldecía por lo bajo —. Se lo que conlleva, lo entendí desde el primer momento — me acerqué a él siguiéndole hasta la cocina.
— ¡No, no lo sabes! ¡Tú no entiendes nada!
— Sabes... sí es cierto hay algo que no entiendo... ¡Lo que no entiendo es porque sigues aquí! — al fin estallé en mi ira, pero Stephen no se inmutó —. Podrías marcharte lejos y que nada de esto te salpicara y sin embargo aquí estás, exponiéndote todos los días viviendo en esta casa. Alguien te importa, pero no somos ni Madison ni yo y mucho menos Lena. ¿A quién tienes miedo de que hagan daño? ¿Puedes responder tu a eso?
— Tienes razón. Hace tiempo me dejasteis de importar, pero sigo aquí por un objetivo común no por alguien. Yo también quiero acabar con los asesinos.
— ¡Y una mierda! Eso podrías hacerlo desde cualquier parte, sin tener ni que implicarte físicamente — caminé hacia él haciendo que retrocediera sobre sus pasos.
Su espalda se pegó a la pared, estaba acorralado y aun así levantó su mentón por encima de mí, bufando.
— Sigues sin tener una respuesta asique te lo preguntaré una última vez Stephen — iluminé mis ojos con fuerza viendo la luz azulada reflejada en sus iris — ¿Por quién narices sigues aquí?
— No me calientes Ashton.
— Lo que sea que estés ocultando va a hacer que Madison te acabe matando — puse mi dedo índice contra su pecho —. Solo hay algo que Madison no tolera, a los traidores y tu rezumas traición por todas partes.
Me aparté de él, si seguía en esa situación seria capaz de hacerle daño y no quería que ocurriera, aunque en el fondo lo estuviera deseando. Salí de la cocina y subí a mi habitación. La de Stephen y Lena estaba vacía, pero sabía que no sería por mucho tiempo. Todos abandonábamos la casa de noche para hacer cosas a espaldas del resto y Lena la primera.
Me metí en la cama, con el cabreo de Stephen manteniéndome despierto y con la mente en blanco. Cuando esa sensación se fue, Madison vino de nuevo a mi mente. Y no como la solía recordar, no como quería pensar en ella. No veía nuestros buenos momentos si no los malos y me di cuentas de las incontables razones por las que habría decidido besar a Garret.
Él no podía hacerle daño, ni ella a él. Si cogía su poder eran uno y eso me estrujaba las entrañas hasta dejarme sin respiración. Tenía un malestar en el cuerpo que no me dejaba ni pensar con claridad.
No tenía nada que sacar en claro y el principal motivo era porque no había hablado con ella. Me había negado a ello dejando que se fuera con Nancy ¿En que estaría pensando? Había cometido muchas estupideces esa noche y la más grande no fue proteger a Madison de esa bala, si no dejarla marchar.
Apenas había pasado una hora desde que salimos del Crawford's, desde que la vi por última vez, pero no podía dejarlo así. Puede que estuviera despierta, pensando en mí de la misma manera que yo en ella.
Ni si quiera había llegado a ponerme el pijama ni a quitarme las zapatillas. Abrí mi ventana y salí por ella. Me agarré al final de la cornisa y me colgué de ella para dejarme caer hasta el suelo. Todo estaba apagado. Con suerte Stephen y Lena ya estarían en su habitación, tal vez matándose el uno al otro y así arreglando un problema más de mi lista.
Caminé por la calle acompañado del frio. Las temperaturas habían bajado más la última hora y esos pocos grados me tranquilizaban, pero no eran comparables al calor de Madison. Por mucho que fuera todo lo contrario a mí, su tacto era diferente. El roce de su piel sobre la mía siempre era algo que necesitaba y lo más seguro era que no ocurriera de nuevo.
Tendría que aprender a odiar el calor de nuevo, pero no podía después de haber estado con ella. Era adictiva como la droga y aunque no conocía esa sensación en mi propia piel sabía que era la misma por como la describían. La necesidad de volver a sentirla me carcomía y puede que nuestra última vez ya hubiera pasado sin ni si quiera ser consciente de ello.
Llegué a casa de Alex. Si quería que Madison saliera a hablar conmigo, Nancy debía estar vigilada. No había pasado más de una hora desde que Alex me dejó en mi puerta y ya estaba yo en la suya. Me acerqué a la entrada y cogí un puñado de pequeñas piedras de las macetas de alrededor y comencé a tirárselas a la ventana. No llegué a tirar la tercera y se asomó.
Estaba todo despeinado, con su pijama grueso de invierno puesto y la peor cara de amabilidad que hubiera visto que decía "¿enserio?".
Bufó y se metió dentro. En menos de dos minutos ya estaba saliendo por la puerta.
— Antes de que digas nada gracias — le paré al ver la cara traía —. Tengo que ver a Madison.
— ¿No podías haberlo pensado hace una hora cuando estaba contigo?
— Oíste lo que dijo Garret. Sé que lo oíste — él suspiró, relajando su enfado —. Tenía miedo de lo que tuviera que decirme, pero... no podía pegar ojo...
— No sé qué pasaría, pero Madison no te haría algo así.
— Si él hubiera mentido esa no hubiera sido su reacción. No lo desmintió.
— La respuesta solo te la puede dar ella...
— Estaba cabreado... no con ella si no... con todo no sé. Siempre lo hemos tenido más difícil que nadie y cada paso es un callejón sin salida. Siempre algo o alguien intenta separarnos...
— ¿Más difícil que nadie? ¿Eso crees? — dijo con claro sarcasmo. Su relación con Nancy no era lo más fácil que existía —. Aquí no lo tiene fácil nadie Ashton. La diferencia está en luchar contra quienes intentan hacerte daño, no dejar de lado a Madison.
— ¿Y si ella no quiere? ¿Y si no quiere que esté con ella?
Alex agachó la mirada por un momento, pensando su respuesta.
— Entonces te lo dirá.
Era la verdad y no me quedaba más tranquilo sabiéndolo. ¿Y si esa era su respuesta? Con Garret sería más fácil, hasta tal punto que no tendría que preocuparse de que la vieran con él. Hasta que no la viera, la duda seguiría comiéndome por dentro.
Llegamos a la casa de Nancy y Alex me indicó donde estaba su ventana, en la parte trasera de la casa. Iluminé mis ojos y ahí estaba. Una figura térmica completamente normal y a su lado, puro fuego.
Madison.
— Comprobaré que no haya nadie por aquí.
Alex se hizo invisible y vi como sus pisadas por el césped doblaban la esquina de la casa.
Cogí un puñado de piedras de entre las plantas como había hecho en casa de Alex. Esa era la manera más fácil de despertarla. Comencé a tirarlas contra la ventana con suavidad y tras la segunda, su silueta apareció tras el cristal.
Corrió las cortinas y agachó la mirada hasta dar conmigo. Mi reacción fue sonreírla y ella agrandó los ojos, como si de alguna manera se estuviera asegurando de que estaba despierta y que yo estaba ahí. Era la una y media de la mañana por lo que no se esperaría que estuviera ahí y menos después de haberme largado como un cobarde para no hablar con ella.
Abrió la ventana despacio y se asomó apoyándose en la parte baja. Su pelo estaba revuelto, moviéndose suavemente por la corriente de aire. Vi como escondía sus manos dentro de los puños de su sudadera por el aire haciéndome recordar una vez más lo mucho que ella odiaba el frio.
— ¿Qué haces aquí? — preguntó en un ligero susurro.
— ¿Vienes a casa?
Echó un vistazo dentro, seguramente para mirar a Nancy. Era lo único que la detenía para poder irse.
— No puedo dejar a Nancy sola.
Al apenas pronunciar esas palabras Alex apareció a mi lado.
— Me ha sacado de la cama para venir a por ti asique será mejor que bajes. Yo me quedaré con ella.
Me metí las manos en los bolsillos, coincidiendo con la confesión de Alex.
Madison dudó, pero no se negó. Me miró fugazmente y pasó la mirada a Alex.
— ¿Sabéis algo de Alissa?
— No han saltado las luces de la ciudad asique eso es bueno — respondió Alex.
Madison no pareció convencida de la respuesta, pero sabia mejor que nadie que Alissa era imposible de frenar tanto para nosotros como para los asesinos.
Alex iba a necesitar ayuda para subir asique me coloqué bajo la ventana ahuecando las manos y Madison estiró su mano para agarrarle cuando subiera. Cogió carrerilla y se impulsó en mis manos hasta llegar a arriba y entrar.
Esperé hasta que Madison se asomó y me puse debajo de la ventana. Ahí no había cornisa como en nuestra casa asique tenía que agarrarla para que no cayera al suelo. Cuando sacó sus piernas fuera estiré mis brazos hacia ella y vi como cerraba los ojos. Saltó al vació y cuando frené su caída los abrió de nuevo.
No era capaz de soltarla, la mantuve entre mis brazos pasando mi vista de sus ojos a sus labios. Estaban completamente rosados por el frio y sus pupilas dilatadas buscándome en la oscuridad. Me estaba precipitando. Ella no quería eso y no sabría que pensaba hasta que habláramos.
Comprobé que tocó el suelo con ambos pies y la solté, echándome un paso hacia atrás después. Su aliento se quedó entrecortado y yo trague saliva, conteniéndome a no desear el sabor de sus labios.
— Quería hablar contigo — conseguí pronunciar.
Ella asintió tomando aire y yo me preparé para lo peor, la cruda realidad.
— Lo que pasó... no tenía que haber sido así. Me gustaría poder echarle la culpa a la botella que me bebí, pero... eso no es excusa.
Tomé una bocana de aire hasta llenar mis pulmones intentando que el frio me tranquilizara, pero solo me hacía más daño. Era afilado como cuchillos, casi tanto como las palabras que iba a tener que escuchar de su boca.
— Lo entiendo.
— Fue un...
— Tú y yo nunca fuimos nada Madison.
Al decirlo en voz alta se me hizo un nudo en la garganta.
Sus ojos se volvieron vidriosos y al instante noté las lágrimas queriendo escaparse de los míos como si la verdad de esas palabras me hubiera hecho añicos.
— Nunca fuimos nada — repetí —. Es lo único que necesitas para ser libre — me pillé el labio inferior con los dientes impidiéndome así llorar —. Con Garret no tendrías que vivir esto. Nunca te haría daño y no tendrías que esconderte.
— No, para. No hagas esto.
— Sabes que es lo mejor.
Sus lágrimas comenzaron a caer.
— No ocurrió por eso, en ningún momento pensé de esa manera que con él pudiera ser más fácil, no quiero que sea más fácil — se secó las lágrimas de los ojos —. Lo hice... sé que lo hice, y te imaginé a ti. Te echaba de menos y por un segundo en mi cabeza te vi a ti en vez de a él.
Se acercó a mí y no tuve más fuerzas para alejarme de ella. Tocó mis manos y al contacto con su piel, mis ojos se iluminaron y los suyos lo hicieron de la misma manera.
— Somos tú y yo... siempre tú y yo — susurró llevando su mano a mis mejillas, arrastrando las lágrimas —. Nunca lo he querido fácil Ashton. Si no te tengo a ti no vale la pena. Nada vale la pena.
Levanté la mirada respirando con dificultad. Subí mis manos a su rostro notando la calidez de su piel bajo la humedad de las lágrimas. Posé su frente sobre la mía, sin soltarla ni un segundo. No volvería a soltarla de nuevo.
— Necesitaba que dijeras eso.
Junté sus labios con los míos, besándola con fuerza. Ella me respondió de la misma manera, rodeándome el cuello con los brazos.
No recordaba la última vez que había podido besarla, notar su calor y la respuesta de su cuerpo a mi tacto. No me había dado cuenta de cuanto la necesitaba hasta ese momento. Era como si me devolviera una parte de mí. Con ella estaba completo.
El peso de mis hombros se había ido, arrastrado por las lágrimas mientras la besaba. La tenía a ella y no necesitaba nada más.
— Volvamos a casa — susurré sobre sus labios.
Ella agarró mis manos con fuerza y asintió.
Ni si quiera nos preocupamos por escondernos entre las calles. El secreto ya se sabía y cuando las presas saben que van a ser cazadas ya no esconden la cabeza. No de nuevo.
Empujé la puerta de casa intentando no abrirla del todo para que no chirriara. Todo estaba a oscuras e iluminé mis ojos para poder ver. En el dormitorio de Lena y Stephen había dos figuras tendidas sobre la cama. Subimos las escaleras y ya se había hecho costumbre que durmiéramos juntos, esa noche lo necesitaba más que nunca.
— Tengo que entrar un momento al baño — susurró soltando mi agarre.
Asentí y entré a la habitación. Estaba nervioso. Todo estaba bien entre nosotros, pero tenerla cerca siempre me ponía así. Quería sincerarme con ella y decirla lo que en verdad sentía antes de que fuera tarde.
Esperé varios minutos sentado en la cama, pero no volvía. Abrí la puerta y me asomé en dirección al baño y justo estaba saliendo.
— ¿Todo bien?
— Si — buscó mi mano en la oscuridad y la agarré para indicarla el camino a la habitación y cerré la puerta después —. Un día un poco largo... pero últimamente son todos así.
Me senté en la cama y ella se sentó a mi lado para desatarse las zapatillas.
— Dejará de ser así Madison. Sabes que todo cambiará, ¿verdad?
— Solo cuando nosotros lo hagamos. Ya me he dado cuenta de que nada cambia si no queremos que así sea — susurró.
— Tienes razón — saqué una pequeña sonrisa —. Por eso deberíamos hacerlo oficial.
Ella frunció el ceño. La verdad es que no estaba siendo muy claro.
— ¿Oficial?
— Me he dado cuenta de lo fácil que es que nos puedan quitar de en medio con una simple inyección o una pistola... No quiero perder más tiempo estando alejado de ti... y en ningún momento te he pedido... si querías estar conmigo. Supongo que lo di por echo cuando nos besamos por primera vez.
— Supuse que tú y yo... bueno me había hecho a la idea de que éramos algo así como novios — terminó de decir casi en un susurro mostrando algo de tristeza, creyendo que no lo pensaba igual.
— Quiero que seas más que eso — cogí sus manos sobre las sábanas —. Quiero que lo seas todo Madison — acerqué mi rostro al suyo hasta que rocé la punta de su nariz con la mía, y susurré —. Todo.
— ¿Todo? — había una emoción en su voz que me hizo sonreír.
Asentí de nuevo.
— Soy todo tuyo Madison — susurré, dándome cuenta de lo real que eran esas palabras —. Y quiero que lo sepas porque no creo que pueda sentir algo así por alguien jamás. Solo te necesito a ti.
Se humedeció los labios y al hacerlo tocó los míos. Su lengua me rozó por unos instantes, pero no hizo falta más para que no hubiera vuelta atrás. Ese ardor, ese deseo, todo ese calor estaba en la punta de mis dedos de nuevo y no iba a dejarla escapar.
Antes de que decidiera besarla, ella se adelantó. Me besó con necesidad. Con la desesperación que se nos escapaba por cada poro del cuerpo cada vez que estábamos separados. Aquel beso era mucho más. Era un sí, un sí claro y firme.
Quería que ella lo fuera todo.
El choque con sus labios se hacía adictivo y no podía detener esa reacción en cadena. Estar juntos siempre desembocaba en el fuego y esa noche quería arder junto a ella. Aún recordaba la primera noche que pasamos juntos. Como me besaba, como gemía sobre mis labios, la manera en la que me tocaba y me apretaba a cada movimiento que hacía y lo necesitaba de nuevo.
Sentía que aquello había ocurrido hacia años, pero la sensación de su piel era la misma, esa calidez única, como respuesta de su cuerpo cuando estaba con ella. La manera en la que sus pupilas me comían con más rapidez que su boca, era todo lo que necesitaba esa noche.
Noto mi necesidad de tenerla junto a mí y se pegó aún más a mi cuerpo saboreando cada parte de mi boca de una forma tan suave pero intensa que me hacía desear que aquello no tuviera un final.
Se tumbó sobre mi tomando todo el control y yo solo podía dejarme a su merced. Casi me arrancó la ropa del cuerpo y yo no era capaz de dejar de besarla. Me quito la camiseta y me abalancé sobre ella tumbándola en la cama. Comencé a desvestirla, dejando un camino de besos por donde pasaban mis manos.
El vello de su piel se erizó a cada paso de mis dedos y eso me llevaba al límite al saber que ella me deseaba en ese momento tanto como yo a ella. Bajé la cremallera de sus pantalones descubriendo la marca que había dejado la pelea con Connor y pasé los dedos lentamente sobre ella.
— ¿Duele?
Negó con la respiración entrecortada mientras su pecho subía y bajaba y sus ojos me suplicaban que continuara.
Comencé a dejar besos en esa zona notando como su piel respondía a mi boca haciendo que ella arqueara la espalda y se revolviera sobre las sábanas. Su mano entró dentro de mi cabello, guiándome por donde quería que pasaran mis labios.
Bajé lentamente, deleitándome en cada centímetro de su vientre mientras ella trataba de contenerse hasta llegar a sus muslos donde tenía el vendaje del cuchillo. Connor solo se merecía lo peor por haberle hecho todo eso.
Acaricié su muslo y mantuve mi mano ahí para acercarme a sus labios y besarla otra vez. Recorrí la piel de sus piernas con mi mano, subiendo hasta situarme entre ellas. Puse mi otra mano sobre sus labios y continúe subiendo la otra mano por sus muslos hasta que la oí gemir bajo la palma de mi mano.
Sonreí complacido por esa respuesta y no la di tiempo a procesarlo. Besé el lateral de su cuello sin poder evitar que mis dientes rozaran también su piel en pequeños mordiscos. Su piel quemaba sobre mis labios como leña ardiendo y seguí bajando por su torso sin detenerme.
Quería seguir hasta llevarla al extremo, pero no podía soportarlo más. Bajé la cremallera de mi pantalón y cuando ella lo oyó me miró. Extendí mi mando hacia ella y se colocó sobre mí. La agarré entre mis brazos y noté como los latidos de su corazón chocaban con fuerza contra su pecho.
La miré a los ojos viendo cómo me gritaban por más. La pegué a mí y si ni quiera yo fui capaz de evitar soltar un gemido. Sus ojos se incendiaron al instante y los míos destellearon. Me lancé a su boca de nuevo saboreando hasta la última parte de ella.
Comenzó a moverse sobre mí lentamente, atormentándome esa vez ella a mí. Mis músculos se tensaron y notaba como mis ojos brillaban cada vez con más fuerza. Cerré los ojos y eché la cabeza hacia atrás concentrándome en ella, solo en ella. La humedad de nuestra piel empezó a mezclarse. Su sudor ardiendo con el mío frio haciendo la combinación perfecta.
La besé de nuevo, agarrándola desde la parte baja de la espalda y con la otra mano sostuve su rostro. Ese escalofrío me recorrió de nuevo. La sensación que me indicaba que estaba a punto de explotar y sabía que Madison se sentía igual. Puso sus brazos alrededor de mi cuello y la estreché contra mi pecho mientras ella seguía jadeando sobre mis labios llevándome al extremo.
— Te quiero... — susurré con la voz entrecortada sobre sus labios —. Te quiero Madison — repetí dejando ver de nuevo mis ojos.
Me miró a los ojos, traspasándome con sus iris de fuego. No supe descifrar su expresión, había mezcla de demasiadas emociones en ese momento. Vi el atisbo de una sonrisa en el borde de sus labios. Las comisuras de sus labios se curvaron sin detener sus jadeos y el final de sus ojos se elevaron.
Sus labios encontraron de nuevo los míos y me devoró con más hambre que nunca. La pegué contra mí una última vez haciendo que dejara un jadeo sobre la piel de mi cuello. Me dejé caer exhausto hacia atrás dejando que ella descansara sobre mi pecho.
Nuestras respiraciones seguían aceleradas rompiendo el silencio de la habitación y lo único que me paso por la cabeza fue que no había respondido. Puede que fuera precipitado, demasiado. Seguramente la había asustado.
Metí mis manos entre su cabello, acariciando su cabeza despacio hasta que sentí como se quedó dormida abrazada a mí. No tenía sentido que le diera vueltas. La tenía a ella, ahí conmigo y no tenía que llenarme la cabeza con dudas. No esa noche que podía tenerla entre mis brazos de nuevo.
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