CAPÍTULO 3: A PRUEBA
Madison
No descansé como habría querido por un mal sueño. Hubiera sido un poco más entretenido si al menos cambiara, pero siempre era la misma pesadilla. Revivía la noche de la muerte de mis padres y era como en todos esos sueños en los que quieres actuar, pero algo te lo impide. En ese momento despertarse era lo peor y lo mejor a la vez. Si no despertaba les tenía junto a mí un poco más y si lo hacía no podía saber si había otro final posible, pero a esas alturas eso ya no importaba.
Salí de la habitación, dispuesta a enfrentarme ese día. Sabía que sería mejor porque ya había pasado la vergüenza de ser la nueva el día anterior. Lo malo era que no podría ocultar por mucho más tiempo que era familia de Ashton y cuando eso se supiera, daría mucho más de que hablar.
Sobretodo si Lena seguía tan sobreprotectora conmigo. Sentía que iba a aparecer un día en clase sin avisar para llevarme el almuerzo.
— Buenos días Madison.
Me sobresalté al verla nada más entrar a la cocina. Tenía una taza humeante entre las manos y una sonrisa como de costumbre.
«¿Me estaba esperando?».
— Buenos días — dije después de recuperar el aliento.
— ¿Cómo te ves para el segundo día de clase?
— Bien — reconocí, sentándome en la silla —, el día de ayer no fue tan malo.
— ¿Te preguntó alguien por tu apellido? — preguntó un poco preocupada.
Me quedé dudosa unos segundos por no saber que decirla. No quería mentirla, pero ya lo había hecho el día anterior asique no podía cambiarlo.
— No — acabé decidiendo —. Bueno, yo no quise dar muchos detalles. Al menos por ahora.
— No quiero que te sientas mal por esto. La gente siempre va hablar de alguien sin importar el motivo.
— Lo sé, supongo que estoy acostumbrada — suspiré —. Cuando esté preparada hablaré de ello — le aseguré.
— Hay cosas para las que se necesita tiempo, no te preocupes.
Esa frase hacía referencia a muchas cosas. Al porqué ella ocultaba su infertilidad y al porqué yo ocultaba su apellido frente a los demás. Ambas teníamos miedo de las criticas porque no serían fáciles de hacer frente.
— ¿Ashton ya se ha ido? — pregunté de forma ingenua comenzando a comer.
— Sí, se suele ir antes todos los días a ver a su novia.
«¿Cómo?».
— ¿Su novia? — mi expresión se volvió dudosa, pero fue por recordar que supuestamente iba al lago Covell.
Si iba a ver a su novia, ¿por qué mentirme con una excusa tan absurda como la del lago?
— Sí, se llama Harper. Va al instituto Axtell también — confirmó algo extrañada al ver mi reacción.
Recordé ese nombre del día anterior en clase cuando pasaron lista, pero seguía sin tener sentido la historia del paseo mañanero que Ashton me contó.
«¿Para qué se va a levantar antes para verla si van al mismo instituto y a las mismas clases?».
— Si, sí, pero no preguntaba por eso. Es que me parecía raro que se levantara tan pronto para ver a alguien.
— El amor — se encogió de hombros con una sonrisa —. Harper es una chica muy buena. Su familia es muy conocida aquí porque su padre es el alcalde.
Al parecer a Lena le gustaba Harper, pero en ese momento no lograba ponerle cara, pero si recordé que probablemente fuese la chica que vi el primer día detrás de la mesa de Ashton en clase.
Acabé con la última tostada que quedaba en mi plato y me despedí de Lena para marcharme a clase. Pensé que tal vez ese sería el momento en el que Lena se sinceraría conmigo sobre la adopción de Ashton y su infertilidad, pero no lo fue. Ashton estaba en lo cierto al decir que Lena no me contaría nada. Seguramente ni ella habría asumido la situación.
En menos de quince minutos llegué al instituto y me tocó de nuevo rebuscar las clases en el horario si no quería acabar en el aula que no era. Abrí la mochila para buscarlo, pero no tuve éxito. Dejé la mochila sobre el suelo para buscar mejor cuando sentí una mano sobre mi hombro que me asustó.
— ¿Necesitas ayuda? — preguntó Ashton con una risa al ver mi reacción.
— Eh...si bueno, estaba buscando el horario, pero creo que lo he perdido. De nuevo — dije soltando un suspiro por lo desastre que era.
— ¿De nuevo?
— Si... una chica me lo dio ayer en la salida por que se me había caído.
— Entonces será mejor que yo sea tu guía, al menos yo no me pierdo — bromeó.
— No quiero molestar — dije levantándome del suelo.
— No lo haces.
— De verdad que no hace falta — insistí.
— ¿Cómo vas a encontrar las clases entonces sin el horario?
La otra opción era preguntar a alguna otra persona dentro del instituto y esa idea me gustaba aún menos.
Solté un pequeño suspiro y accedí.
— Esta bien.
Comenzamos a andar y dejé que me guiara por el pasillo. La gente seguía mirándonos, cuchicheaban unos con otros y eso me ponía de los nervios pero solo yo parecía notarlo. Ashton seguía cambiando con las manos en los bolsillos, dándole vueltas a algo.
— Debí haberte ayudado ayer, seguro que no te resultó fácil encontrar las clases — dijo finalmente.
— No tiene importancia — le recordé —. No estabas obligado a ayudarme.
— ¿Crees que ahora lo estoy? — elevó una ceja.
— Espero que no — respondí con sinceridad.
Hubiera sido violento que solo quisiera ayudarme porque el día anterior no lo hizo.
— Te va a costar aprenderte el horario, no te voy a mentir. Llevo aquí cuatro años y aún confundo la clase de química con la de historia.
Su comentario me hizo soltar una risa porque me veía en la misma situación durante el resto del año.
— Espero que no me pase igual. No quiero tener que depender de alguien que me tenga que estar ayudando siempre — dije mientras miraba los letreros de las puertas tratando de aprenderme así las clases.
— Bueno no me importaría — se encogió de hombros y se detuvo frente a una puerta.
Solo quería ser amable conmigo, pero yo no era el tipo de persona que buscaba ayuda para cada inconveniente que tenía.
Desvié mi mirada al observar que alguien detrás de Ashton miraba en nuestra dirección. Estaba al fondo del pasillo, pero podía distinguir que tenía la mirada puesta en nosotros. Ashton vio que mis ojos se desplazaron y giró su cabeza en la misma dirección.
— ¿Quién es? — pregunté al ver que nos miraba fijamente.
Observé la duda en sus ojos durante unos segundos, pero respondió.
— Es Harper, mi novia — levantó la mano para saludarla y todo tuvo menos sentido para mí.
«¿No debía haber venido con ella?».
Tenía el pelo largo y rizado en un castaño claro. Piel blanca con una mirada intensa cuyos ojos parecían ser azules. Nos observaba con detenimiento mientras una chica frente a ella seguía hablándola, pero seguramente ya no la estaba escuchando. Según Lena tendrían que haber venido juntos a clase, pero cuando había llegado, Ashton estaba solo en la entrada.
«Entonces, ¿a cuál de las dos ha mentido?».
— ¿Sabe lo de la adopción? ¿Por eso nos mira así? — pregunté dudosa por su expresión.
Negó con la cabeza.
— Te dije que no diría nada.
— Es un tema que nos involucra a ambos — le recordé.
Parecía que le estaba dando permiso para ello, pero la verdad era que no era necesario que tuviera que decirle esas palabras. Una parte de mi quería creer que le contaría mi pequeño secreto a gente de confianza ya que aunque no quisiera, se acabaría descubriendo la verdad.
— La decisión es totalmente tuya — repitió de nuevo aproximándose más a mi para que nadie pudiera oírle —. Y lo mejor que podemos hacer ahora si no quieres que la gente se entere es no hablar a escondidas por los pasillos. Creo que hablamos más en el instituto que en casa.
— Bueno, la gente puede creer que somos amigos.
— Yo no hablo nunca con la gente nueva — respondió tranquilo, encogiéndose de hombros.
— Eso suena un poco superficial — puse una mueca en desacuerdo con sus palabras.
— Soy reservado — me corrigió —. Con el tiempo aprendes a no confiar en cualquiera.
Sabía que tenía razón por que yo vivía con el miedo al engaño por parte de los que me rodeaban. No supe que más añadir cuando el timbre sonó y ambos entramos.
La clase estaba medio vacía todavía y ni el profesor había llegado aún. Vi a Nancy en una de las mesas y mientras decidía si debía sentarme con ella o no, Ashton se fue a otra mesa.
Para no parecer un bicho raro no debía sentarme sola en la última fila. Puede que Nancy me viniera mejor de lo que pensaba.
— Hola Nancy — me senté y la dediqué una sonrisa amable.
Era el momento de actuar como una chica normal y amigable de nuevo.
— ¡Hola! — exclamó al verme — ¿Qué tal estás?
— ¿Lo dices por lo de ayer? — pregunté al entender rápido la razón de su pregunta.
Asintió.
— Por experiencia te digo que hoy será mejor — me mostró una sonrisa alentadora y comenzó a sacar sus libros.
Hubiera sido cierto si no fuera porque si descubrían que mi apellido legal era Allen todo volvería al inicio. La clase comenzó a llenarse de gente y entre ellos estaba Harper. Me echó una mirada que no supe descifrar mientras me repasaba de arriba a abajo y se sentó junto a Ashton.
Las clases seguían siendo igual de lentas que siempre, pero hablar con Nancy las hacía más amenas.
En el tiempo de recreo decidimos ir a la cafetería y comer juntas. Nos sentamos en una mesa vacía y no pude evitar examinar la gran sala de nuevo y mi recorrido acabó en la mesa de Ashton. Todas las caras me sonaban de haberlas visto en clase. Era un grupo de dos chicas y tres chicos contando a Ashton. La más cercana a Ashton era Harper y al otro lado se encontraba Alex. Parecían estar manteniendo una conversación fluida entre risas.
A su lado, otro chico con la misma apariencia deportiva de Alex, pero parecía ser más alto. Su piel era blanca y sus ojos azules y claros. Tenía el cabello rubio y en ese momento despeinado, como si hubiera sudado. Su apariencia y actitud me dio a pensar que era el que tenía los humos más altos del grupo por cómo actuaba cuando la gente se acercaba a hablar con él.
La chica de su lado apenas parecía que les estuviera prestando atención. Tenía los ojos sobre ella misma mirándose en un espejo que había sacado de su bolso. Al verla de más cerca reconocí sus rasgos. Era la chica que había estado esa mañana con Harper antes de la primera hora. Su piel negra era cálida y tenía una mirada felina con unos potentes ojos negros al igual que su pelo trenzado que alcanzaba su cintura.
A Ashton se le veía cómodo entre risas con ellos, pero algo en mi me hacía dudar bastante que los cuatro fueran tan cercanos para él. En los grupos siempre está en el que confías y el resto son simplemente amigos con los que te diviertes o con los que finges hacerlo en algunas ocasiones. Al menos así lo veía yo. No daría mi confianza a tantas personas. Por experiencia sabía que nada dura para siempre y que hay gente que no se merecía mi confianza desde el principio.
Realmente la primera impresión que tenemos de los demás es la que más perdura. Por eso yo acababa cayéndole mal a todo el mundo. Mi imagen no invitaba a nadie a hablar conmigo, menos a Nancy. Le debí de llamar la atención en algo que aún no comprendía como para que quisiera estar sentada conmigo. Tal vez estaba incluso más sola que yo ya que no la había visto hablar aún con mucha más gente y si lo había hecho era por temas de clase.
— ¿Pasa algo? — preguntó al ver que no quitaba la vista de aquella mesa —. No has parado de mirar esa mesa desde que hemos llegado.
— Perdona.
— ¿Los conoces? — preguntó extrañada.
— Más o menos — no era una respuesta concisa pero no quería dar más detalles—. Y ¿tú?
— No mucho, solo sé que suelen sentarse juntos en el recreo. La verdad es que menos Ashton los demás si hablan con más gente, pero al final siempre se juntan solo ellos.
No sabía que Ashton pudiera llegar a ser tan reservado como decía ser, pero por experiencia sabía que era mejor ser así con los demás.
— ¿Sabes si Alex juega a algún deporte en el instituto?
— En el equipo de hockey sobre hielo — me confirmó — y el chico de su lado es el capitán, Connor Adams.
— Parece ser bastante popular — dije cuando un grupo de chicos se acercaron a saludarle.
Tenía madera de capitán, su actitud le precedía y apenas le había observado por cinco minutos.
— Dicen que ya tiene un pie en el equipo de la universidad para el año que viene asique yo creo que procura tener una buena imagen.
— ¿Y las dos chicas?
— Son Harper y Alissa — soltó un suspiro —. Es como si se creyeran las reinas del lugar.
— En el mal sentido supongo — dije echando una mirada de nuevo a su mesa.
— Sí, Alissa es una víbora — dijo señalándola con la cabeza—, solo te hará daño si te acercas demasiado a Connor. Tienen un rollo extraño desde hace tiempo.
Sabía que era una metáfora, pero en mi cabeza lo imaginé como tal. Con unos colmillos kilométricos y con la velocidad suficiente como para paralizarte en segundos. Si era tan letal como Nancy decía, ella no sería alguien de confianza para Ashton.
— ¿Y Harper?
— Antes era como Alissa o incluso peor. Por la manera en la que es Ashton no me le imaginaba saliendo con alguien como Harper.
— ¿A qué te refieres con que antes era como Alissa?
— Cambio, sin más — dijo encogida de hombros como si le sorprendiera —. Ahora los que se dedican a molestar a la gente son Alissa y Connor. Ellas se siguen llevando bien, pero al menos ya no comparten ese gusto por fastidiar a los demás.
No supe a que se refería cuando dijo "por la manera en la que es Ashton" porque hasta el momento no sabía mucho de él. Nancy parecía saber demasiado de ellos como para solo ser compañeros de clase. Seguramente en el pasado hubiera tenido relación con alguno de ellos y por cómo me los describía, habría sido mala.
La campana de final de recreo retumbó en el interior del comedor y la sala se empezó a vaciar. Me dirige con Nancy a la siguiente clase y teniendo esos nuevos rostros en mi mente me percaté de que compartía casi todas las clases con ellos. Intercambié alguna que otra mirada con Ashton entre los pasillos en las que parecía que intentaba descifrar mi estado mi ánimo.
Por mi cabeza seguía circulando la decisión sobre mi cambio de apellido y parecía que él lo podía ver de forma clara en mí rostro. Por muchas más vueltas que le diera ya estaba hecho y solo me quedaba esperar que Lena y Stephen se lo tomaran de buenas maneras y me dejaran explicarles el motivo por el cual lo había hecho.
Solo de pensarlo me parecía ridículo que tuviera que defender las razones por las que quería conservan mi autentico nombre. En vez de ser pillada tal vez la mejor opción era sincerarme ya que no tenía nada de lo que estar avergonzada, nada que fuera necesario esconder. Barajeé la idea durante el resto de las clases y me convencí de que era lo mejor que podía hacer.
El timbre de la última hora llegó antes de lo que pensaba y honestamente había atendido mínimamente a las clases, pero me juré a mí misma prestar atención en las próximas. En la salida del instituto la gente se amontonaba en grupos alrededor del aparcamiento como si no quisieran marcharse, aunque yo tampoco estaba segura de si quería llegar a casa. Había decidido contarles la verdad a Lena y Stephen, pero tenía que buscar las palabras que iba a usar. A medio camino unos pasos comenzaron a seguir los míos a grandes zancadas haciendo que me detuviera y girara mi cabeza.
— A ese ritmo no vas a llegar ni mañana — la voz de Ashton sonaba chistosa mientras se incorporaba a mi lado.
— Es algo extraño que vayas andando detrás de mí.
— Te recuerdo que vivimos en la misma casa.
— Pero no por eso tienes que ir detrás como si me fueras siguiendo.
— No quería que nadie nos viera ir juntos. Al menos mientras sigamos teniendo este secreto entre manos — confesó.
Parecía que se tomaba mi decisión bastante en serio y que realmente quería ayudarme.
— No lo tendrás que seguir haciendo por mucho tiempo — frunció el ceño al no entender el motivo de mis palabras —. He decidido contarle la verdad a Lena y a Stephen, no creo que cambiar mi apellido sea algo de lo que estar avergonzada. Lo que no tenía que haber hecho era mentirles asique...voy a intentar arreglarlo.
Parecía sorprendido y no supe identificar si era en el buen sentido o el malo.
— Me parece bien.
Me quedé pensativa unos segundos.
— Eso me dijiste también cuando cambié mi apellido — le recordé.
— Porque en su momento también me parecía bien, me explicaste tus motivos y no creo que yo sea la persona indicada para cuestionar las decisiones de los demás — sus palabras parecían sinceras. Incluso sin conocerme se fiaba más de mí que yo misma.
— Gracias... — fue lo primero que pasó por mi cabeza—. Sé que no nos conocemos mucho y me siento como una intrusa en tu casa, pero aun así quieres ayudarme con cada decisión que tomo, aunque sea mala.
Asomó una sonrisa, complacido por mi respuesta.
— Creo que la gente como tú necesita apoyo de vez en cuando.
— ¿Gente como yo?
— Se reconocer a alguien especial cuando lo veo.
No se equivocaba al creer que era especial, pero seguramente no teníamos el mismo significado en mente. Tal vez él fuera la primera persona que pensaba que era especial y no diferente, pero faltaba el factor sorpresa, no sabía nada sobre mi secreto.
— Seguramente seas el único — dije con franqueza.
Pasaron unos segundos en silencio en los que ninguno de los dos añadimos nada, pero no me sentí incomoda y supe que él tampoco.
— ¿Quieres que esté contigo cuando hables con ellos? — preguntó decidido.
Negué ligeramente con la cabeza.
— Tal vez sea mejor si lo hago sola, no quiero que sepan que me has estado encubriendo.
Asintió con la cabeza entendiendo mis razones una vez más. Llegamos a la entrada y traté de calmar mis nervios ya que el momento había llegado. Entramos y dejamos en el perchero nuestros abrigos mientras esperamos a que alguien apareciera en la entrada.
— ¿Lena? — preguntó finalmente Ashton al no ver a nadie.
No hubo respuesta y aquello me resultó extraño, pero en cambio Ashton parecía tranquilo.
— ¿No está?
No me había fijado hasta que di una vuelta para buscar con la mirada si realmente había alguien y una nota amarilla estaba pegada sobre la puerta de la entrada. Ashton acercó su mano y la despegó para leerla.
— Turno doble en el hospital, vuelve esta noche — dijo tras leerla y la arrugó para tirarla a la basura —. Siempre deja notas si tiene que marcharse rápido, aunque la casa estuviera en llamas ella dejaría una nota — comentó de forma graciosa pero esa frase hizo que unas imágenes que creía enterradas regresaran a mi cabeza — ¿Ocurre algo? — preguntó al ver que me quedé callada.
Sentía que mi rostro había cambiado su expresión drásticamente, pero era demasiado largo y complicado como para explicarlo.
— No, nada — mentí tratando de que no se notara demasiado.
No parecía convencido con mi respuesta, pero lo dejó correr al notar que no quería hablar.
— ¿Qué te apetece comer? — preguntó acercándose a la nevera.
— No tengo mucha hambre.
— Oh venga, tendrás que comer — abrió la nevera y comenzó a buscar algo para poder preparar.
— No me gusta que me hagan la comida — dije al ver que se disponía a prepararla.
— Ni a mí que me la preparen, pero viviendo con Lena es complicado. No me molesta hacerla por una vez — se ofreció.
— Entonces deberíamos hacerla entre los dos — sugerí acercándome a la nevera.
No se opuso a mi idea por lo que comenzamos a preparar la comida entre los dos.
— ¿Te gusta la pasta? — preguntó tras encontrar un paquete en el armario.
— Si, es de mis comidas favoritas.
Probablemente esa era la primera respuesta verdadera que daba a alguien en mucho tiempo por muy insignificante que fuera. Cogí una olla para poner el agua a calentar mientras Ashton buscaba más ingredientes de la nevera. Al cabo de unos minutos el agua comenzó a bullir desprendiendo vapor. Cogí la bolsa de pasta y eché lo que me pareció la cantidad justa para nosotros dos. El ruido de un teléfono nos sobresaltó a ambos y al girarme para ver de dónde provenía volqué con el codo la olla haciendo que parte del agua se derramara por mi brazo.
— Joder... — mascullé al verme la ropa empapada.
Ashton se hizo un paso hacia atrás cuando el agua salpicó al caer al suelo.
— ¡Dios Madison! — exclamó con los ojos como platos — ¡Tú brazo! — volvió a exclamar agitado.
«Mierda».
¿Quieres conocer una parte de mi "no tan pequeño" secreto?
El calor no me afectaba.
Yo era el fuego personificado. Lo sentía dentro de mí y al igual que me hacía insensible al calor también se escapaba de mi cuerpo si no lo controlaba. Eso ocurría el noventa por ciento de las veces. Cuando el fuego se descontrolaba comenzaban los incendios sin explicación y con ello mi cambio de casa de acogida.
Era algo que nunca supe explicar, pero simplemente me ocurría. Si me cabreaba, si perdía los nervios... el fuego surgía de mi interior, tomaba el control por mí y nunca acababa bien.
Y en ese momento ni si quiera esa agua a cien grados cayendo por mi brazo me hacía daño. Era agua caliente, bueno realmente estaba hirviendo y apenas me había inmutado. Tenía que aparentar que me estaba doliendo y no era buena actuando. Avancé con rapidez hacía el lavabo y giré la llave del grifo haciendo que el agua fría cayera sobre mi brazo.
— Estoy bien — dije fingiendo tener dolor, aunque la sensación del agua fría sí que me molestaba —. Se me pasará ahora.
— Madison se te ha quemado casi todo el brazo — se llevó las manos a la cabeza al no saber cómo actuar.
— De verdad Ashton, no estaba tan caliente — trate de hacerle creer que no era para tanto ya que cuando secara mi brazo, no tendría nada.
— Espera, voy a por una pomada de Lena. Te ayudará para la quemadura — dijo y salió corriendo de la cocina.
Cerré la llave de agua. Mi brazo estaba perfectamente como era de esperar. Ashton iba a ver que mi piel estaría bien y se preguntaría por qué. No podía provocarme una quemadura, era imposible porque el calor no me afectaba. Tenía que pensar y rápido.
Ashton no tardaría en bajar.
La peor idea que pudo pasar por mi mente llegó a mí un segundo después. Era una completa locura e iba a ser doloroso, pero no podía dejar que supiera mi secreto. No ahora que todo parecía que podría ir bien en esa ciudad.
No me lo pensé más veces. Abrí rápidamente el congelador y busqué una bolsa con hielos y escogí uno de los trozos más grandes. Agarré el bote de sal y esparcí un poco por parte de mi brazo. Si lo hubiera pensado más no lo hubiera hecho por lo que cogí el hielo y presione unos segundos sobre mi piel. La reacción química al juntar el hielo y la sal haría que la temperatura bajara drásticamente y así si tendría una quemadura.
La zona comenzó a enrojecerse con rapidez. Era una de las sensaciones más dolorosas que había experimentado, pero tenía que hacerlo. Me deshice del hielo restante en la basura y volví a introducir mi brazo bajo el agua del grifo para eliminar el rastro de la sal sobre mi piel. Entonces oí de nuevo los pasos de Ashton bajando a toda prisa los escalones. En ese momento sí que me iba hacer falta alguna crema para el dolor.
— ¿La tienes? — pregunté tratando de no alarmarme por la quemazón que sentía.
— Si, saca el brazo — me pidió mientras abría un paquete de gasas. Saqué mi brazo de debajo del agua y soltó un suspiro al ver la quemadura del brazo —. Te va a doler un poco...
Nunca había sentido como era la sensación que provocaba una quemadura. No era debido al calor, pero seguramente era más dolorosa causada por frío por cómo me la había hecho. Parte de la piel superficial se había levantado. Me había pasado con la presión del hielo y estaba bastante sensible. No pude evitar mostrar una mueca de dolor al sentir el tacto de la gasa.
— Soy un poco desastre...
— Yo puedo ser peor, créeme — me mostró una sonrisa tratando que me sintiera mejor.
Cuando usó la pomada sentí como mi piel se calmaba y después me ayudó a vendarlo.
— Gracias, de verdad — dije ajustando la venda.
— Agradéceselo a arsenal de medicamentos de Lena — dijo tratando de quitarse el mérito.
Le mostré una pequeña sonrisa y me bajé la manga de la sudadera de nuevo. Tenía que tener más cuidado porque a la próxima vez podrían pillarme y no podía llenarme el cuerpo de quemaduras a base de sal y hielo cada vez que ocurriera algo así.
— ¿Qué te parece si mejor pedimos algo de comer? — sugirió con media sonrisa.
— Si, mejor — solté en un suspiro al ver la que se había liado — ¿era tu teléfono el que sonaba?
— Creo que sí, luego lo miro — dijo sin darle importancia y cogió la fregona para limpiar el suelo.
Le ayudé a recoger todo el estropicio y llamamos al restaurante más cercano para que nos trajera la comida. En lo que terminábamos de recoger el repartidor llegó a la puerta y decidimos comer en el salón para estar más cómodos en el sofá.
— Perdona otra vez por lo de antes — dije mientras nos poníamos a comer.
— No tiene importancia, yo también me he quemado muchas veces.
— ¿Enserio?
Se pensó su respuesta unos segundos.
— No — soltó una risa —. Solo quería hacerte sentir mejor.
Fruncí al ceño de forma burlona.
— ¿Nunca? — pregunte sorprendida.
— Nunca — reconoció —. Hay que estar loco para acercarse demasiado el fuego, ¿no crees?
No respondí. No supe cómo porque tenía razón.
Comenzamos a comer y para mi sorpresa Ashton era más de lo que aparentaba. Era un chico normal, todo lo contrario, a mí. Hablaba de su día a día relajado y notaba como estaba cómodo conmigo al compartirlo. Iba a formar parte de su vida al igual que la de Lena y Stephen asique lo que más necesitaba era que todos estuviéramos cómodos. No quería tener que salir huyendo de allí.
Estábamos a punto de terminar la comida cuando unos pasos se comenzaron a escuchar en la entrada, aproximándose a la puerta.
— Es muy pronto para que venga Lena — dijo Ashton extrañado mirando hacia la puerta.
— Puede ser Stephen, ¿no?
Negó.
— Hubiéramos oído el coche.
El sonido del timbre retumbó por la casa. Fuera quien fuera si había llamado al timbre era porque no tenía llave. Ashton y yo intercambiamos una mirada de inquietud. No esperábamos a nadie.
— ¿Ashton? — era una voz de mujer, pero no la conocía.
Ashton se estremeció.
— ¿Quién es? — pregunté al ver su reacción.
— Harper — susurró llevándose las manos a la cabeza.
Sentí un escalofrió cuando pronunció su nombre. Ashton comenzó a ponerse nervioso y acabó contagiándome los nervios.
— ¿Sigue sin saberlo? — dije bajando el tono de voz.
— Claro que no se lo he contado, te lo dije.
El timbre volvió a sonar con más insistencia. Teníamos el tiempo en contra nuestra ya que, si no la abríamos la puerta, Harper empezaría a sospechar que algo ocurría.
— Tienes que contárselo — fue la única solución que se me ocurrió en el momento.
— ¿Ahora? — preguntó desconcertado ante mi idea.
— ¿Qué hago si no?, ¿me escondo bajo el sofá? — hice notar la ironía en mis palabras.
El teléfono de Ashton sonó de nuevo en la entrada. Estaba en su abrigo colgado del perchero.
— Ashton estoy escuchando tu teléfono — Harper no se daba por vencida y sabía que no se iba a ir al haber escuchado el teléfono de Ashton.
— ¡Voy, un momento! — contestó Ashton finalmente y de dirigió a mí de nuevo, hablando en un susurró—. Escóndete tras el sofá.
— ¿Qué?, ¡era ironía! — exclamé todo lo bajo que pude al ver que me cogió del brazo y tiró de mí.
— Ya lo sé, pero tengo que abrir ya — dijo acelerado —. Ahora subo con ella para que puedas subir a tu habitación, dame dos minutos.
Accedí ya que no había más opciones. Me agaché detrás del sofá renegando y Ashton se apresuró a abrir la puerta. Sabía que la elección de no decirle nada a nadie era mía, pero tener que esconderme ya me parecía absurdo. Tenía que contar la verdad cuanto antes, no podía estar escondiéndome cada vez que alguien viniera a casa.
— ¿Qué hacías? — le preguntó ella mientras oía como entraba en casa.
— Estaba recogiendo arriba. No te había oído, lo siento.
Oí la puerta cerrarse y recé porque Ashton pudiera contenerla para que no fuera al salón. Que me encontrara tirada en el suelo sería lo más vergonzoso que podría pasar y no sería nada bueno para Ashton. Estaba poniendo su propia relación en peligro porque cuando la verdad saliera a la luz, Harper le reclamaría demasiadas respuestas.
— ¿Estás solo?
— Si, mis padres están trabajando.
— ¿Y esa comida?
— De Lena y mía, pero ella se ha ido hace un rato — carraspeó la garganta — ¿por qué has venido? No te esperaba.
No me hacía falta verle para notar lo incómodo que estaba.
— Te he llamado hace un rato y no me lo habías cogido, por eso he venido.
Asique ella había sido la culpable de que me hubiera tenido que hacer una quemadura que lo más probable era que me dejara marca de por vida.
— Ah sí...perdona.
— Entonces, ¿estamos los dos solos? — volvió a preguntar.
— Si, puedes subir a arriba. Tengo que recoger esto, no tardo.
— Nos podemos quedar aquí abajo mejor — dijo e hizo una pausa —. Si estamos solos nadie nos va a interrumpir.
«¿Interrumpir?».
Sus pasos se acercaron hacía el salón y yo sentía que estaba al borde de un ataque cardiaco. De repente cesaron al igual que sus voces haciendo que sintiera hasta mi propio corazón latir con nerviosismo. Llevé mis manos hacia mi boca para evitar hacer ningún ruido.
Después, unos sonidos extraños rompieron el silencio.
Me llevó unos segundos darme cuenta de que se estaban besando y quise que el sofá me engullera. Sus pisadas volvieron a aproximarse. Desde el suelo pude ver parte del pelo de Harper que estaba apoyándose en el respaldo del sofá. Mi expresión era una mezcla de tensión y sobre todo pánico porque si Harper giraba su cabeza me vería tirada en el suelo.
Notaba mi calor empezando a rasgándome desde dentro para salir. Los nervios que tenía me estaban sobrepasando, pero no tenía manera de frenarlo.
«¿Van a enrollarse aquí mismo?»
Ashton bajó la vista y me miró de forma fugaz. Sabía que no podría controlar la situación por mucho más tiempo si no la sacaba de allí.
— Hace muchísimo calor aquí abajo, ¿tienes la calefacción puesta? — jadeó ella.
Si ella era capaz de notar mi calor entonces era a mí a quien se le estaba yendo la situación de las manos.
— Eh... si — dudó —. Vamos arriba mejor — le pidió Ashton en un tono casi de súplica mientras tiraba de ella.
— Está bien — accedió a regañadientes.
Recorrieron los escalones con velocidad y poco después oí una puerta cerrándose con fuerza. Exhalé una bocanada de aire y me incorporé para quedarme sentada. Estaba agitada como si hubiera corrido una maratón. Si me hubiera pillado ahí no sé qué hubiera sido de mi o de ella porque seguro que yo habría estallado al verme acorralada.
Me sentía mal por lo que también le estaba haciendo pasar a Ashton. Él era quien me estaba encubriendo en todos los sentidos. Iba a ser el que más explicaciones iba a tener que dar, pero eso iba a acabar en ese mismo día. En cuanto Lena y Stephen llegaran.
Me levanté despacio del suelo y me asomé a la escalera para comprobar que la puerta de Ashton seguía cerrada. No podía recoger la comida de la mesa ya que cuando Harper se fuera se daría cuenta asique subí a hurtadillas a mi habitación. No quise escuchar nada cuando pasé por la puerta de Ashton, pero me podía imaginar lo que estaban haciendo sin ni si quiera tener que escucharlos.
Cerré la puerta de mi habitación lo más suave que pude y solo me quedó esperar a que Harper se fuera para poder salir, pero hasta entonces tenía que permanecer encerrada en mi propia habitación. El ruido seguía siendo incómodo incluso estando yo sola. Parecía que les tenía al lado.
Transcurrió casi una hora en la que de tanto esperar acabé rindiéndome al cansancio que sentía. Un chirrido a mis pies me sobresaltó sacándome de mi sueño. Era demasiado ligero como para despertarme de forma normal, pero estaba alerta. La puerta se estaba abriendo y tras ella se asomó Ashton con una toalla de baño puesta en su cintura. Llevaba los rizos mojados cayéndole sobre el rostro y el agua recorriendo su torso.
Entonces me fije en que no estaba tan delgado como aparentaba con la ropa puesta. Sus brazos estaban definidos. Los músculos de su pecho y su abdomen se marcaban ligeramente hasta que el rastro se perdía en la v de su vientre. Me obligué a dejar de mirar y busqué algo que decir antes de que se diera cuenta de que le estaba observando con lupa.
— ¿Se ha ido? — fue lo primero que me salió preguntar. Volví a acordarme de lo que seguramente habían estado haciendo y que por eso Ashton se había tenido que meter a la ducha. Sentía que la sangre volvía a mis mejillas y se ponían coloradas de nuevo.
Asintió y entró a la habitación.
— Perdona, no quería despertarte — se sentó en la cama mirando en mi dirección.
— Por lo que tienes que disculparte es por haberme metido detrás del sofá — bromeé, aunque en el momento le hubiera metido una patada por ello.
Soltó una ligera risa.
— También por eso. No se me ocurrió nada mejor.
— ¿No ha sospechado nada?
— No — me miró dudoso y carraspeó la garganta —. Y... ¿has oído algo?
No podía verme la cara, pero seguro que estaba todavía más roja.
— ¿De qué? — traté hacerle creer que no había escuchado nada. No quería que él también se sintiera incómodo.
Respiró hondo sin saber que contestar.
— Nada, olvídalo — sacudió la cabeza y mostró una media sonrisa.
— Creo que me voy a ir a dar una vuelta, necesito un poco de aire — dije saliendo de la cama.
— ¿Quieres que te acompañe?
— No, prefiero ir sola — respondí con una mueca. No quería que Ashton pensara que me molestaba, pero había veces en las que me gustaba estar sola.
Me levanté de la cama, pero Ashton me agarró de la muñeca deteniéndome.
— ¿Te sigue doliendo? — bajó la mirada hacia el vendaje del brazo.
— No tanto como antes, en un par de días se curará.
Parecía más preocupado de lo que debería estar ya que no era algo tan importante, al menos para mí. Abandoné la habitación y él salió detrás de mí para dirigirse a la suya. Tras bajar la escalera la puerta de Ashton se cerró. Me aseguré de tener mi llave y salí por la puerta.
Me situé en la acera de la calle eligiendo esa vez ir en dirección contraria al instituto. El sol seguía siendo visible dando una falsa sensación de calidez porque no haría más de diez grados. Los cruces de las calles me fueron llevando hasta una zona más abierta en la que encontré un gran recinto vallado, pero estaba cerrado. De repente, oí unos pasos acercarse a mí y giré sobre mis pies preparando mi peor cara de enfado esperando ver a Ashton frente a mí.
— ¿Madison?
— ¿Nancy?
— ¿Estás bien? — preguntó al ver la expresión que tenía en la cara.
— Si, sí — solté un suspiro tratando de relajarme y tuve que reírme por la situación—. Lo siento, creía que eras otra persona.
— Tenías cara de querer matar a alguien — dijo con el ceño algo fruncido y después se rio conmigo — ¿A quién esperabas?
— Es una larga historia...— dije intentando evitar responder — ¿Vives por esta zona?
— Si, en la calle de al lado. En una de las últimas casas antes de llegar al parque — dijo señalando la valla.
— ¿El del lago Covell? — pregunté con curiosidad.
— Si, ¿lo conoces?
— No, solo había pasado por aquí a dar una vuelta y me he fijado en que estaba cerrado.
— Te encantaría, en verano el lago es increíble pero ahora en invierno prohíben la entrada.
— ¿Está cerrado todo el invierno? — pregunté extrañada.
— Si, hasta abril más o menos. El lago entero se congela, y la gente solía ponerse a patinar y hubo más de un accidente...por eso decidieron cerrar el parque entero.
«Entonces, ¿dónde se supone que va Ashton todas las mañanas?».
No tenía sentido que me hubiera soltado una excusa así. Él sabría que me acabaría enterando de que llevaba meses cerrado. Me quedé unos segundos callada con mil preguntas rondando mi cabeza.
— Es una lástima — dije saliendo de mis pensamientos.
— Ya...y ¿tú?, ¿vives por esta zona también? — preguntó curiosa —. No había visto ninguna casa en venta.
«¿Ahora que se supone que tengo que decir?».
No iba a ser un secreto eternamente asique qué mejor que decírselo.
— Si bueno, es que la casa en la que estoy no ha sido comprada ahora. Vivo con los Allen — le aclaré.
Me miró con un gesto extraño, al parecer algo no le encajaba.
— ¿Entonces vives con Ashton Allen?
— Sí pero no somos parientes si es lo que estás pensando. Sería lo más lógico ya que vivo en su casa, pero no — dije negando ligeramente con la cabeza—. Soy la hija adoptiva de los Allen.
Su expresión era de asombro y no de incomprensión como me esperaba. Pero si acerté al saber que Nancy no sabría que responder.
— No tenía ni idea — reconoció un poco avergonzada.
— Tampoco he hablado con mucha gente desde que llegué y sigo teniendo mi apellido asique aún no lo sabrá nadie.
— Siento si te ha molestado esto...tener que decírmelo.
— Sabía que no iba a ser un secreto por mucho tiempo y además no me incomoda que la gente lo sepa — dije de forma sincera al ver que su rostro tenía una expresión de arrepentimiento.
— Yo los conocí hace dos años en los torneos de verano que se celebran aquí. Son una familia agradable.
— Si, la verdad es que lo son — hice una pausa pensando si podía afirmar aquello tan pronto —. Debería volver ya. Prometí no llegar tarde.
— Si, yo también.
— Te acompaño.
Su casa no estaba lejos del parque como me había dicho. En apenas unos minutos estábamos frente a su puerta. Su urbanización era de las últimas antes de llegar al lago y las casas de esa zona parecían tener más terreno y ser más grandes.
— Gracias por acompañarme — dijo mientras sacaba sus llaves con una sonrisa —. Te veo mañana en clase.
— Hasta mañana — le respondí con una pequeña sonrisa.
Se dirigió a la puerta y yo me marché siguiendo la calle hasta llegar a casa.
Al saberlo Nancy, ya era una persona menos a la que tener que darle una explicación. Tocaba el turno de Lena y Stephen.
Por la hora que era ya debían haber llegado a casa. Entré por la puerta y escuché cuchicheos dentro de la cocina. Fuera quien fuera no sabía que había llegado asique cerré la puerta más fuerte de lo normal para que supieran que estaba allí.
— ¿Madison? — oí la voz quebrada de Lena proveniente de la cocina.
— ¿Lena?, ¿estás bien? — dije acercándome a paso ligero a la cocina encontrando a Stephen en el la puerta.
— Si, está bien — espetó.
— La he oído. Eso no ha sonado a que estuviera bien.
— Lo está — volvió a repetir sin moverse de la entrada.
— Estoy bien Madison — la voz de Lena aún sonaba quebradiza desde la cocina.
— Deberías subir a tu cuarto a cambiarte, ahora — dijo Stephen sin inmutarse —. La cena estará lista en poco.
Solté un bufido de impotencia. No entendía que estaba pasando y encima Stephen me estaba apartando de ello. ¿Cuál era la verdadera razón de que me hubieran adoptado? Al final Ashton tendría razón y Stephen no era bueno para Lena.
Tragué saliva intentando arrastrar mis palabras y el fuego por mi garganta y no ponerme más nerviosa. Estaba empezando a notar el calor subirme por el cuello y eso no era buena señal. Cerré los ojos por un segundo y me fui por la escalera directa a mi habitación. Cerré la puerta con un portazo que no pude controlar y recé por calmarme. Sentía demasiada impotencia porque Stephen se creyera que yo era imbécil y no sabía que pasaba algo con Lena y simplemente el quisiera omitirlo.
Podía sentir mis ojos comenzar a brillar. Cuando estaba a punto de perder el control de la situación mis ojos desprendían un color ámbar intenso que no era capaz de controlar. Eran el aviso de que no tenía mucho tiempo para calmarme. Me permitían ver la temperatura de mi alrededor y yo era siempre naranja más brillante y todo lo de mi alrededor un azul oscuro y frío.
Seguía dando vueltas a mi habitación, pero por más que lo intentaba, seguía pensando en lo que había ocurrido y no me ayudaba a tranquilizarme. Me acerqué a la ventana y la abrí de par en par. Necesitaba respirar aire fresco.
— ¿Madison? — reconocí la voz de Ashton tras la puerta. No respondí, estaba consiguiendo relajarme y su presencia no iba ayudarme. Comenzó a llamar a la puerta con insistencia. — Madison, abre — su tono era de preocupación.
No podía dejarle entrar en se momento. Vería mis ojos y sobre todo me arriesgaba mucho a hacerle daño.
— Estoy bien Ashton — respondí con seguridad—, solo necesito estar sola.
— No voy a irme hasta que abras.
Pasaron unos minutos y el ardor había disminuido. Dejé de notar el calor hasta que se deshizo y desapareció en mis manos al igual que la intensidad del color de mis ojos que ya había cesado. Me quedé asomada a la ventana notando el aire frio en mi rostro. Aunque lo detestaba, en esas ocasiones hacía que me neutralizara.
Ya estaba fuera de peligro asique decidí acercarme a la puerta. Apoyé la cabeza sobre ella para escuchar a través, pero no se oía nada. Ashton ya se habría ido.
Abrí la puerta despacio y le encontré sentado frente a la puerta con las rodillas pegadas a la altura de su pecho.
— Sigues aquí — dije en lo que sonaba como un tono de pregunta.
— Te he dicho que no me iba a ir — me observó mientras se levantaba —. ¿Qué ha pasado? — susurró para evitar que nos oyeran.
— Ha sido Stephen — dije soltando mi respiración con el mismo volumen de voz que él.
Ashton se llevó las manos despacio a la cabeza peinando su cabello hacia atrás.
— Te dije que no era lo que aparentaba. Pero créeme, no hay nada que se pueda hacer con él.
— Algo le está pasando a Lena.
— Lena no te va a contar nada, nunca lo hace. Siempre aparenta estar bien porque no quiere que nadie se preocupe por ella.
«Vaya, me suena». Pensé.
Sabía que no me incumbía, pero Stephen me había puesto realmente nerviosa y no aguantaría otro tira y afloja con él. Tal vez la próxima vez explotaría.
— Pues entonces tendrá que ser Stephen quien me lo cuente — me precipité con mis palabras, pero al decirlo me pareció lo más sensato.
— Si haces eso, solo le darás más problemas a Lena.
— ¿Más problemas? ¿Después de todo lo que hemos hablado sigues pensando eso? — le fulminé con la mirada, decepcionada — ¿¡Hay algo que yo haga que no le ocasione problemas a Lena!? — acabé gritándole volviendo a incendiar mis nervios.
— Sabes que no me refería a eso Madison — dijo echando un paso hacia atrás por mi grito.
— Se exactamente a que te refieres Ashton — le golpeé con mi hombro al pasar por su lado y bajé las escaleras sin detenerme.
Lena y Stephen estaban en la cocina como si nada hubiera pasado. Stephen tenía esa odiosa sonrisa suya en la cara y Lena tenía la sonrisa más falsa que hubiera visto jamás.
Salí por la puerta sin ni si quiera coger el abrigo, sin darles tiempo a procesar lo que estaba ocurriendo porque si me quedaba, inundaría la casa en llamas.
— ¡Madison, vuelve por favor! — Ashton me siguió, pero mis pasos eran más rápidos.
Sentí como el frío me abofeteaba en la cara nada más pisar la calle, pero no podía detenerme. Aligeré el paso y acabé corriendo para que me perdiera de vista. No podría aguantar esa situación un segundo más. Necesitaba entender que estaba pasando.
Primero llegué a la familia Allen y creía que deberían tener miedo de mí, pero al final sería yo la que tendría que tener cuidado con ellos. Aunque Ashton había mostrado su lado bueno conmigo pensaba que yo era un problema constante para Lena, pero ¿y si el verdadero problema era Stephen? Había algo que me faltaba por saber.
La noche y el frío fueron cayendo sobre mi haciendo mucho más difícil saber hacia dónde estaba yendo, pero no podía volver hasta que hubiera aclarado todo en mi cabeza. Tal vez debería marcharme. Fue lo más sensato que pasó por mi cabeza en ese momento. Podría hablar con Helen y decirle que había cualquier tipo de problema y salir de ahí pero no podía hacerme eso a mí misma. Se suponía que solo tenía que vivir en esa casa y hacer como siempre hacía, apenas hablar con nadie. Aunque esas veces las cosas tampoco acabaron de diferente forma.
Estaba exhausta. Tanto mental como físicamente. La temperatura era insoportable y aunque no sabía cuántos grados hacía, sabía que casi estaban por debajo de cero por el vaho que salía de mi boca. El aire gélido pasaba por mi nariz haciendo que doliera hasta el simple hecho de respirar. Sentía como me dolían las rodillas a cada paso que daba, el frío me estaba calando hasta los huesos.
Continúe andando y llegué a un cruce de carreteras. Estaría a más de diez calles de distancia de casa por todo el rato que llevaba andando. Había perdido la noción del tiempo. Con la noche sobre mi comenzaron a caer gruesos copos de nieve sumándose a un fuerte viento que cada vez me helaba más. No supe cuánto tiempo llevaba así, pero estaba empezando a temblar.
No sabía dónde estaba, ni como volver y los oídos me pitaban, sabía que estaba a punto de desmallarme. Un estruendo se originó a mis espaldas, pero no supe que fue. Distinguí unas luces entre la caída de la nieve por lo que podría haber sido un coche y arrollarme, pero tuve la suerte o la desgracia de que no lo fue. Las luces seguían acercándose y cuando las tuve frente a mí, no pude sostenerme más y caí de rodillas.
— ¡No! ¡Madison! — era una voz que no alcancé a reconocer. A los segundos de caer al suelo sentí unos brazos sujetarme con fuerza evitando que terminara mi caída — ¡Está aquí! — volvió a gritar haciendo que su voz retumbara dentro de mi cabeza —. Madison por favor, abre los ojos — su voz temblaba y seguía siendo irreconocible para mí —. No puedo ayudarte, esto es culpa mía...
Aún me quedaba un poco de consciencia e intenté abrir los ojos. Ashton era quien me sostenía. La escena se llenó de luces en mitad de la oscuridad resultando ser más personas que acompañaban a Ashton, pero no distinguía quienes. Acabé cediendo por la fuerza que el agotamiento ejercía sobre mí y cerré los ojos sumergiéndome en la oscuridad.
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