CAPÍTULO 28: ESTHER

Madison

Me giré sobre la cama, notando como la herida tiraba sobre mi piel obligándome a detenerme. Solté un quejido. La luz de la lámpara de techo llegó a mis ojos, pero la oscuridad volvió de nuevo cuando una figura borrosa se puso sobre mi tapándola.

Lena.

Me levanté sobresaltada y mi instinto fue apartarme de ella, pero no había mucho espacio que pudiera recorrer.

— Tranquila, tranquila — dijo ella preocupada —. ¿Era una pesadilla?

«Siempre despierto en una», pensé.

Lena intentó tocarme, pero me aparté, aunque fuera demasiado obvio que no me quería acercar a ella.

— Si... eso era — apreté los párpados, molesta por la luz — ¿Qué haces aquí?

— La hora. Llegas tarde. Pensaba que ya te habías marchado.

Miré el reloj de la mesilla y marcaba las nueve. Tenía que haber llegado hacía una hora.

— Joder... — mascullé llevándome la mano a la cabeza. Tenía ganas de vomitar —. Ya me voy.

— Ayer viniste tarde, ¿verdad? — Lena se apoyó en la puerta dejándome espacio para que me pudiera levantar de la cama.

«Ya lo sabe, ¿para qué pregunta?»

— Si... lo siento — tenía que aparentar una relación normal con ella, pero cada día la conocía menos.

Saqué la ropa rápidamente y miré a Lena, dándole a entender que necesitaba que me dejara a solas para vestirme.

— Te he preparado un zumo. Te esperamos abajo.

Cerró la puerta y oí sus pasos irse por el pasillo.

¿Te esperamos?

No sabía si eso podía ser bueno, pero viniendo de Lena, después de todo lo que iba descubriendo día a día de ella sabía que no lo era.

Me vestí con una sudadera ancha para que me rozara lo menos posible la piel y unos pantalones rectos cómodos. La herida había supurado sangre de nuevo a través del apósito, pero ya no tenía tiempo de cambiarla. Lo que tenía que procurar era estar tranquila porque si no, no se cerraría.

Bajé las escaleras y a través de las ventanas vi el día nublado y como una fuerte lluvia estaba cayendo. Pasé por la cocina, casi sin querer detenerme, pero tampoco podía marcharme sin decir nada. Si todo se basaba en mentiras, había que seguir mintiendo.

Stephen estaba dentro, apoyado en la encima frente a la mesa. Lena puso el vaso del zumo sobre la mesa para mí y le dio otro a Stephen dejándoselo en la mano.

— Tómatelo y te vas. No puedes ir sin desayunar y menos con la que está cayendo.

Lena parecía que tenía prisa también. Eran las nueve asique no tardaría en irse. El que me sorprendía que estuviera era Stephen.

Ella salió de la cocina y antes de que cogiera el vaso, Stephen me lo cambió dándome el suyo en su lugar y el mío lo derramó por el fregadero.

Fruncí el ceño y me indicó con la cabeza que me lo bebiera. No supe por qué, pero no le contradije y me lo tomé casi de un trago.

«¿Qué contenía el otro vaso?»

— Madison y yo ya nos vamos. Voy a llevarla al instituto.

Le miré, frunciendo el ceño en señal de no entender nada.

— Mejor. Yo me voy ya al trabajo.

— ¿Vas a ver a Ashton? — tuve que preguntarle a Lena antes de salir. No quería que se acercara a él, pero no podía evitarlo.

— Sí, quiero hacerle más pruebas — Se giró hacía Stephen — ¿Ya está detenido el chico?

— Lo tiene el inspector Kang.

— ¿Qué chico? — le pregunté directamente a Stephen.

— El que le hizo esto a Ashton — respondió Lena con rabia. Era mejor actriz de lo que creía demostrando que estaba preocupada por los demás, aunque no fuera así.

¿Estaban hablando de Connor? Si lo tenía Yeon... solo podía ser él ¿Se lo había entregado a la policía? Si nosotros teníamos gente infiltrada en todos los lados... no me quería imaginar los que tenía que haber en la comisaria. Desde gente con poderes hasta asesinos que estarían esperando como leones hambrientos a que Connor traspasara sus puertas para poner sus zarpas sobre él y por lo tanto sobre mí también.

No respondí, pero intenté que se me notara... ¿Contenta? Contenta porque Ashton hubiera tenido su venganza, pero ya me había encargado yo haciendo que el mal cayera sobre mí también. Esa cicatriz en mi vientre me lo iba a recordar siempre.

¿Qué harían los asesinos cuando tuvieran a Connor? Esperaba no tener que saberlo si ese era su final... no tener que experimentar su dolor ni una vez más.

Cogimos los abrigos y Stephen y yo salimos por la puerta de atrás. Nos montamos en su coche y me puse en el asiento del copiloto, viendo mientras salíamos como Lena nos observaba tras la cortina de una de las ventanas delanteras.

En cuanto salimos de la vista de Lena, sentí que mis músculos se relajaban, como si hubiera estado en tensión sin saberlo. En cambio, en compañía de Stephen me sentía diferente. Seguía siendo un asesino, ¿qué había cambiado para mí?

— ¿Vas a decirme que está pasando? — le pregunté al ver que no decía nada. Solo apretaba el volante entre sus manos.

— Nada que no supieras anoche, tienes que seguir teniendo cuidado.

— ¿De quién? ¿De Lena?

Stephen me miró y después volvió a poner los ojos sobre la carretera, dudando de que respuesta darme.

— No puedes saber más de lo que te conté anoche.

— No me contaste nada. Solo me enseñaste esto.

Agarré su mano izquierda para ver su cicatriz de nuevo y él la apartó volviendo a ponerla en el volante.

— Si quieres que confié en ti vas a tener que darme algo más — él suspiró y observó con cautela las calles por las que pasábamos — ¿No puedo fiarme de Lena? — insistí.

Me miró de nuevo.

— No.

— ¿Y por qué de ti sí?

— Porque conozco a tu madre.

Sus palabras eran seguras, pero ¿eso podía ser porque dijera la verdad? ¿O era por que seguía siendo un excelente actor?

— Asique es cierto. Está viva.

Miró a su alrededor, como si alguien le estuviera observando y después asintió.

— Sí.

Aquello fue como un jarrón de agua fría.

¿Por que no había vuelto a por mí?

— No puedo fiarme de ti por eso. Ni si quiera sé qué clase de persona es mi madre. Ya no. Tengo demasiadas lagunas como para poder estar segura de si ella es buena o mala.

— Ninguno lo somos ya Madison.

Se hizo el silencio de nuevo entre nosotros. Me faltaba una pieza clave y debía ser yo la que hablara.

— ¿Lo sabes?

Era una pregunta confusa. Nada clara prácticamente, pero si estaba en lo cierto, él sabría a que me refería.

Me miró, como si ya no importara estar atento a la carretera. No quería hablar, pero su mirada me estaba diciendo algo.

Casi parecía estar debatiendo consigo mismo que responder.

— Sí — se limitó a responder y volvió la vista al frente.

Me tensé, intentando que no lo notara.

— ¿Desde cuándo?

— Desde el primer día.

Tragué saliva. Él estaba relajado, casi como si se estuviera quitando un peso de los hombros y me lo estuviera echando a mi por encima.

— Entonces, ¿qué hago aquí Stephen? — me atreví a preguntar, sin saber si quería oír la respuesta —. En esta ciudad, en esta casa con vosotros.

— No fue una coincidencia que acabaras aquí.

Lo estaba confesando y sus palabras me estaban ahogando. El fuego me estaba advirtiendo de que tenía que salir de ahí.

— Para el coche — le ordené.

— Tranquilízate Madison — tenía un tono de voz sereno que para nada me calmó —. No es lo que crees.

— Te he dicho que pares el coche.

— No soy quien crees — dijo corrigiéndose.

Me daba igual esa respuesta. Necesitaba aire y no quería parar el coche.

— Para el co...

Frenó, tan bruscamente que ambos nos pegamos al respaldo del asiento.

— Es una tapadera Madison — estaba agitado por darme esa respuesta —. Lena, yo, los asesinos, todo — se giró hacia mí —. ¿Crees que quiero ser un asesino? ¿Matar por dinero sin importar quien sea el encargo? Estar ahí metido es lo único que nos mantiene con vida a todos. Creen que estoy de su lado y así debe seguir.

— ¿Cómo voy a creerte? — yo también estaba agitada, notando mi corazón palpitándome en la garganta.

Necesitaba que Stephen me lo contara todo.

— El motivo de que estés aquí es tu madre. Ella te quería aquí, vigilada por mí.

— ¿Por qué tú? ¿De que la conoces?

Frunció la boca. No quería decírmelo.

Un coche detrás nuestra pitó con insistencia y Stephen arrancó de nuevo.

— ¿Está aquí? ¿En Sioux falls? — continué preguntando.

Stephen negó con la cabeza.

— No hace falta que esté aquí. Sería un objetivo.

— ¿Tuyo?

— No Madison... yo no quiero esto. No quiero seguir haciendo esto, pero si rompo una norma me pondrán un arma en la cabeza y ni si quiera me daría tiempo a pedir ayuda.

— Pero te controlan. No puedes decidir qué encargos te mandan — dije afirmándolo —. Lo que no entiendo son las conversaciones que tienes con Lena... Como aparentas tener el poder frente a los demás y cuando estás a solas con ella te acobardas.

Agachó la mirada unos instantes y volvió a mirar a la carretera.

— Estoy infiltrado, tu deberías saber bien que es eso — no respondí y continuó —. Se que ya no tengo que vigilar a Ashton gracias a ti.

Me tensé. Sabía que Ashton estaba vigilado. ¿Debería preocuparme por que lo supiera?

— ¿Enserio te preocupa?

Stephen frenó de nuevo. Habíamos llegado a la entrada del instituto y la lluvia seguía cayendo sobre nosotros con más fuerza aún.

— Si te tengo que responder a eso es que no has entendido nada de lo que te he explicado.

Suspiré. No iba a decirme más y no sabia como encajar lo que me había contado.

¿Debía creérmelo?

No era un asesino, al menos no quería serlo. Estaba infiltrado, ayudando a mi madre a protegerme mientras tenia que matar a inocentes a la vez.

¿Qué sentido tenía eso?

Tenia más preguntas que Stephen no me iba a responder. Al ver que no me movía, le quitó el seguro a mi puerta. 

Me estaba echando del coche.

Cogí la mochila para ponérmela al hombro y me bajé con la capucha puesta, pero no cerré la puerta.

— ¿Qué hay del Crawford's? — subí el tono de mi voz por el ruido de la lluvia.

Stephen debía conocer lo que ocurría ahí y él mismo había cerrado el trato con el supuesto propietario que les vendió el terreno para edificar nuevas viviendas.

— Detener la demolición está en tu mano. Yo no puedo involucrarme. Sería demasiado obvio.

— Solo dime quien fue.

— A quien buscas se llama Marcus. Él nos vendió la propiedad.

Apreté los párpados un instante, ¿cómo no habíamos pensado en él? Podría haberle dado las gracias pero no lo hice. Aún no me fiaba de él. Agarré la puerta para cerrarla, pero entonces me detuvo.

— Nunca tendrías que haber puesto un pie en Sioux falls, Madison. Ahora eres parte del problema y de la solución a la vez y eso puede ser muy peligroso.

Medité sus palabras. No era una amenaza si no un aviso. Un aviso que ya daba igual porque no iba a marcharme de la ciudad. Ya no podía. Por Ashton, Alex, Alissa y Nancy.

— Tengo demasiado que perder si me voy.

— Esa es la misma razón por la que yo no he podido irme de esta ciudad.

Su teléfono empezó a sonar y la llamada saltó en la pantalla del coche. Shanon le estaba llamando.

No dijo nada más. Yo tampoco quería preguntar.

Cerré la puerta del coche y corrí hasta el porche. Me quité la capucha encharcada de agua y entré dentro del edificio dejando un camino de agua a mi paso. No había nadie. Ya era la hora del recreo y todos estarían en la cafetería, sobre todo por como llovía.

Me crucé con varias personas que salían tarde de clase. Todas me miraban sorprendidas y extrañadas a la vez, pero eso a mí sí que no me sorprendía. Siempre era su atracción favorita. Había estado metida en todos los problemas que existían desde que llegué, y recordaban mi rostro en medio de aquellos conflictos.

Debía encontrar al resto y contarles lo que me había dicho Stephen. Al menos el que había vendido el Crawford's era Marcus, alguien que podíamos esperar. No podría soportar otra traición.

Estaba claro que Lena era peor que Stephen. El mataba por encargo y tenía remordimientos sobre ello. A veces las tapaderas no eran tan sencillas de seguir. Lena llevaba semanas sin mostrar emociones reales estando a solas con Stephen. Por el día era un rayo de sol y por la noche la tormenta que nos acechaba a todos.

Entré por la puerta de la cafetería chocándome con una persona que salía. Iba a toda velocidad y casi me tiró al suelo, pero se detuvo al verme.

— Joder Madison, ¿dónde estabas? Tu teléfono no daba señal.

Era Alissa.

— Me he quedado dormida — dije rápidamente al ver lo alterada que estaba.

— Ya pensaba que...

— Estoy bien — le corté.

No dijo nada más y me hizo una señal con la cabeza para que entrara con ella a la cafetería y la seguí. Desde los ventanales se veía como la lluvia se había convertido en una tormenta con algunos rayos cayendo entre las nubes. Los estruendos se oían hasta dentro de la cafetería.

— Tengo que contaros varias cosas.

— Yo también... y no te va a gustar.

Fruncí el ceño y ella se detuvo frente a una mesa. Cuando miré, Alex y Nancy estaban sentados, pero había alguien más. Alguien que no quería ver. Su pelo estaba despeinado como de costumbre y tenía la mirada de un cachorro herido bajo sus ojos azules.

Connor.

Me detuve al cruzar su mirada cansada y busqué una explicación en Alissa. Me pidió que me sentara con un gesto, pero no lo hice.

— ¿Qué está pasando aquí?

— Siéntate Madison — me pidió de nuevo Alissa.

Me acerqué a ella sobre la mesa, bajando mi tono de voz, aunque en ese momento quería gritar.

— ¿Qué hace él aquí? — repetí de nuevo con los dientes apretados.

— Mi padre lo ha arreglado. Ya no le sigue nadie. Ha hecho como si no hubiera pasado nada — respondió Alex.

— ¿Qué no ha pasado nada? — dije con clara ironía.

— ¿Qué te crees que a mí me hace gracia? — respondió él —. Era la única manera de que a ti tampoco te pasara nada.

— Seguimos en el mismo sitio porque le estamos protegiendo a pesar de lo que ha hecho. Va a seguir utilizándonos para conseguir lo que sea — le clavaba puñales a Connor con mi mirada, pero no se inmutaba —. La gente vio lo que le hizo a Ashton y como huyó después. No lo dejaran pasar.

— Para todos fue el dorsal cinco — Alissa respondió en un suspiro —. No recuerda nada, pero nadie va a creerle.

— ¿Le habéis echado el muerto a ese chico?

Ninguno respondió. Estaba claro que así había sido. Ese era el chico que había detenido la policía.

— He jurado seguir el código — respondió Connor al ver que no decía nada más.

— Para mí el código no es nada — le aclaré —. Y tú palabra menos.

Cualquiera podía jurar en falso y Connor no era alguien en quien pudiéramos confiar tan fácilmente.

— Os dije que no le iba a hacer gracia — Alissa se cruzó de brazos reclinándose sobre su silla.

— Yo creo que podéis usar esto a vuestro favor — intervino Nancy —. Los asesinos creen que él está de su lado. Si él tiene contacto con ellos podréis descubrir quienes son lo que os atacan. Quienes son los buenos y los malos entre nosotros.

Nancy había tenido una buena idea, lo mejor que teníamos desde hacía tiempo. Si él nos estaba utilizando yo haría lo mismo con él. Connor tendría que hacer de infiltrado para nosotros. Si Stephen no me contaba lo que ocurría ahí dentro Connor lo haría.

— Esta bien — me senté en la silla quedando frente a Connor —. Consíguenos algo que valga la pena y me creeré que de verdad quieres estar de este bando.

Connor accedió.

Quería contarles todo lo que había hablado con Stephen, pero no iba a hacerlo delante de Connor. Me levanté a por algo de comer y le pedí a Nancy que me acompañara. Hacía demasiado tiempo que no estaba con ella a solas.

— Tienes mejor aspecto del que me esperaba después de lo que me contaron ayer...

— Ya... — solté una risa en un suspiro —. Estaré mejor en un par de días... Me alegro de que tu estés bien.

— Es gracias a ti. Se que siempre has pensado en mí para que nada me salpique, aunque haya insistido en quedarme.

— Eres la única cordura que nos queda aquí... sin ti no sabría diferenciar lo real de lo que no lo es.

— ¿A qué te refieres?

— Eres mi única y verdadera amiga Nancy. Así lo elegimos al conocernos. Sin poderes de por medio... Solo tú y yo.

Mis palabras le hicieron sonreír.

— Creía que te llevabas bien con Alissa.

— Lo hago... me llevo bien con ella, puedo compartir muchas cosas, pero todo es basado en los poderes... siempre los poderes. Contigo es diferente, nuestra amistad es única para mí. Eres real Nancy y te agradezco que sigas aquí conmigo, con todos nosotros.

— Eres mi amiga Madison. No me voy a ir.

Sonreí. Daba igual las veces que hubiera llegado a fallarla. Era como Helen, bondadosa y leal y veía lo mejor de la gente. Incluso de mí.

— No he podido saber mucho más de la relación de tu madre con Stephen, pero él no es quien creíamos. Está de nuestro lado.

— ¿Estás segura?

— Tengo que fiarme de lo que me ha dicho y me ha encajado. Tu madre está a salvo con él.

Nancy respiró aliviada y me agradeció que hubiera descubierto algo más al respecto. Realmente la que no agradaba a su madre era yo, no Stephen. Su radar no la fallaba en cuanto a detectar lo malo a su alrededor.

Cogimos la comida y fuimos hacia la mesa. Algo a mi lado izquierdo me llamó la atención mientras pasábamos entre las mesas, pero me fije en que no era algo si no alguien. Aquella chica de nuevo con la cara metida en su libro. Llevaba bastante sin verla y esa noche pasada no había estado en el Crawford's.

Aún teníamos una conversación pendiente, pero por el momento no quería que los demás me vieran hablar con ella. Se preocuparían y primero tenía que saber qué fue lo que me enseñó. Esa visión de Ashton... tendido sobre el suelo desangrándose. ¿Ya habíamos esquivado ese mal o se haría realidad? Tenía que pillarla a solas para preguntárselo.

No tocamos muchos temas sobre la mesa. Pensaba que era la única que no estaba cómoda del todo con la presencia de Connor, pero a los demás les costaba fiarse. El código cada vez tenía menos valor para nosotros. Conocíamos a Connor e iba a ser casi imposible cambiar nuestra opinión sobre él. Ver como ocupaba la silla de Ashton me encendía asique apenas le miré durante todo el almuerzo.

El timbre sonó y traté de localizar a la chica de nuevo, estaba saliendo por la puerta de atrás para ir al otro aulario. En un descuido del resto, me escabullí y la seguí. No era de nuestro curso asique tenía clases en aulas distintas a las nuestras.

Ella no miró atrás, pero sabía que la estaba siguiendo por mucha gente más que estuviera yendo en su dirección. Se lo note por como andaba. Tratando de mantener la calma, pero estaba rígida como un palo. No tenía que tener miedo de mí. No la haría nada. Solo quería una respuesta.

Entró al edificio y poco después entré yo. Miré a mi alrededor y había desaparecido de mi vista. Observé los libros que la gente llevaba en sus brazos, pero ninguno era el de ella. Ninguno era ella.

— ¿Me estabas siguiendo?

Me giré encontrándola a mis espaldas. Estaba apretando su libro contra su pecho y evitando mi mirada a toda costa.

— Puede — respondí relajada, intentando no asustarla porque ya estaba bastante tensa —. ¿Cómo te llamas?

— Es...Esther — dijo colocándose las gafas sobre el puente de la nariz.

— Yo Madison, pero seguro que eso ya lo sabes.

Asintió.

— ¿Qué quieres?

— Quería hablar contigo.

— ¿Por qué conmigo?

— Quisiste dejar bastante claro que eras una de nosotros. No haces otra cosa que pasearte con ese libro.

Me miró mostrando desconfianza y después habló.

— ¿Qué quieres? — repitió.

— Una respuesta.

— ¿Una respuesta?

Me acerqué a ella para hablar más bajo. No quería que nadie oyera nada.

— Sabes a que me refiero. Solo quiero saber qué es lo que vi cuando me miraste a los ojos en el Crawford's.

Ella bajó la mirada, evitando tener contacto visual conmigo. Parecía que tenía miedo de hablar conmigo, pero no por mí. Había algo más.

Miró a ambos lados del pasillo haciendo que yo hiciera lo mismo, pero no vi a nadie.

¿Había alguien ahí que la obligaba a mantenerse callada?

— No sé de qué hablas, lo siento. No puedo ayudarte.

Pasó por mi lado para marcharse, pero ya no podía dejar la conversación ahí. Estaba claro que algo pasaba.

— ¿De quién tienes miedo?

No respondió.

— Puedo protegerte.

— No, no puedes.

— ¿Por qué?

— Porque tampoco vas a poder protegerle a él.

Me detuve y noté las lágrimas queriendo salir de mis ojos al instante de recordar esas imágenes. Mi ropa ensangrentada, Ashton tirado sobre el suelo sobre un charco de sangre, sin apenas respirar, muriendo.

— Entonces... va a ocurrir — dije afirmándolo, rota por dentro.

Se arrepintió de haberme dicho aquello, pero necesitaba saberlo.

— Dime como lo evito — casi le rogué con el tono de mi voz.

Ella negó con la cabeza.

— No se puede — susurró.

—Entonces... por qué... — las lágrimas comenzaron a caer por mis mejillas—. ¿Por qué me lo enseñaste? — le recriminé — ¿Va a morir y no hay una manera de cambiarlo?

— Lo siento Madison...

— ¿Cuándo será?

— No lo sé — respondió con sinceridad, apenada —. En un futuro cercano, pero no puedo saber con exactitud cuando.

— Dime al menos quien es, quien va a hacerle eso.

Se encogió de hombro mirando al suelo de nuevo.

— Se lo mismo que tu viste... esa es la única parte que he podido ver a través de ti. Lo que sí puedo decirte es que ese es el fruto de tus actos. Alguna elección que has tomado va a llevarle a él a eso...

— ¿Cómo puedo saber que elección es?

— Seguramente ya lo sepas, pero aún no lo has asumido — se acercó a mi despacio con la intención de tocar mi brazo como si fuera a reconfortarme, pero me aparté, sabía que mi piel ardía —. Este rumbo está fijado hasta que tú misma lo cambies. La mayoría de veces sabemos que lo que estamos haciendo está mal y tememos las consecuencias. Yo solo te he mostrado el resultado, solo tú sabes que acciones le llevarán a ese final.

Cogí una bocanada de aire, pero mis pulmones no parecían llenarse. El fuego me estaba consumiendo por dentro una vez más y no tenía a Ashton a mi lado para ayudarme. Para apaciguar las llamas con su simple tacto y la calma de sus ojos confirmándome que todo saldría bien. El único recuerdo de su mirada que venía a mí era la de esa visión que cada vez parecía más real en mi cabeza. Sus ojos sin vida, sin brillo, sin emoción visible.

Me aparté de Esther en cuanto mis ojos estallaron en luz y ella retrocedió unos pasos más. Ella veía el futuro asique sabía lo que iba a pasar si me acercaba. No quería hacerla daño asique me marché sin decir nada más.

Salí del edificio con las lágrimas en los ojos cegándome, pero llevaba ciega más tiempo. Daba igual lo que hiciera. Todo lo que estuviera intentando cambiar iba a acabar de la misma forma. No nos salvaríamos. Ashton tenía la diana colgada y no había manera de quitársela. ¿Enserio no se podía cambiar el futuro? Ni siquiera sabía cuándo ocurriría, pero sería pronto y eso me estrujaba más el corazón. No sabía si sería durante el día, durante la noche ni dónde. No había estado antes en ese lugar, pero descubriría donde sería de la peor manera posible.

No conseguía calmarme. Era imposible que lo consiguiera sin Ashton. Me había acostumbrado a que él fuera mi salvavidas y estaba a la deriva, a punto de ahogarme.

La lluvia estaba cayendo sobre mí, pero no me importaba. De alguna manera se sentía como si estuviera apagando el fuego en mi interior, enterrándolo hasta la próxima vez que perdiera el control. Rompí en lágrimas que la lluvia arrastraba como si fueran suyas, la presión del pecho no se iba ni se iría hasta que no diera con el responsable que iba a hacerle eso a Ashton. No podía rendirme. Tenía ventaja. Podía impedir su muerte sin importar lo que creyera Esther. El futuro siempre podía cambiar y yo iba a demostrarlo.

¿Debía contárselo al resto?

Entrarían en histeria y Alissa seguramente no creería que pudiera ocurrir algo así. Se fiaría de la protección que tiene Ashton, pero estaba claro que eso no iba a servir. Ni si quiera mi propia protección si no encontraba la decisión que iba a llevar a Ashton a ese final.

Cuando me sentí calmada, me resguardé de la lluvia, aunque mi ropa ya estaba totalmente empapada. Tendría que haber entrado a las siguientes clases, pero el curso ya no era algo que me preocupara especialmente. Si no quería que los demás se preguntaran donde había estado debía decírselo, pero me que vieran así no iba a ayudar. Mi ropa totalmente mojada y mis ojos hinchados en lágrimas darían lugar a demasiadas preguntas que como siempre no sabría responder.

Entre al edificio principal, buscando entre los trabajadores del instituto alguien que me pudiera ser de ayuda. Tenía los rostros de todas aquellas personas con las que hablé en el Crawford's grabados en mi mente. Solo debía encontrar a unos de ellos. Los conserjes no despertaron mi atención. No los había visto en el Crawford's. Algunos de limpieza pasaron y tampoco me paré con ellos.

En mitad de un pasillo un hombre estaba subido a una escalera cambiando una bombilla que parpadeaba. Pelo y barba blanca era lo único que vi hasta que la bombilla brilló de nuevo e iluminó su cara. Le conocía. Fue el primero que se levantó en el Crawford's junto con su esposa apoyando nuestra causa.

Me acerqué a él y al verme, bajó la mirada, mostrándose relajado pero desconcertado a la vez porque me hubiera acercado a él. Fuera de Crawford's debíamos tener el menor contacto posible con la gente que conocíamos allí abajo. En una situación normal no tendría por qué conocer a una persona de mantenimiento del instituto, pero compartíamos demasiado como para que no fuera así.

— Necesito pedirte un favor.

— Aguántame esto — me dio la bombilla que había cambiado y noté como aún seguía caliente.

— Es importante — insistí.

Sabía que tenía que seguir su papel, pero necesitaba hablar con él.

Ajustó la bombilla y aseguró la base al techó con el destornillador sin prestarme casi atención. No tenía tiempo para aquello.

— Dile a Alissa Jonhson que he tenido que irme. Que no vaya a buscarme — no parecía tener interés en lo que le estaba diciendo, pero iba a hacerlo cuando escuchara todo lo que tenía que decir —. Y Marcus anda cerca. Es él el que ha vendido la propiedad del Crawford's

Paró de apretar los tornillos y me miró, tenso, pero no sorprendido. Seguramente él sabría qué clase de persona era Marcus.

— Esta bien.

— Házselo saber a ella. Se que se le ocurrirá algo para detenerlo.

Alissa era fuerte en todos los sentidos y podría ingeniárselas contra Marcus, pero yo no me veía fuerte físicamente y menos aun mentalmente. Mis pensamientos no estarían a salvo al lado de alguien como Marcus. Podía leer las mentes de las personas con claridad sin dejar que interfirieran unas con otras. Habría trabajado en ello al igual que yo intentaba hacer con el fuego sin éxito. Si podía evitarle, sería lo mejor.

No sabía si hacía bien, pero necesitaba ir a ver a Ashton.

Fui directa al hospital intentando cubrirme con la sudadera. Me mojé, pero no tenía otra alternativa mejor ni más rápida. Al final solo había pasado por una clase. Esperaba que ningún profesor llamara a Stephen o peor aún a Lena. Stephen estaba obsesionado con que no debía meterme en líos y Lena me metería ella misma en uno si se enteraba. Después de haber hablado con Stephen me encajaron muchas cosas.

Puede que desde un principio hubiera estado protegiéndome y por eso se alteraba tanto cuando había problemas en el instituto por si se enteraba Lena. No le importaba lo que le pudiera pasar a ella como yo creía. El problema lo hubiera tenido yo y no había pensado en esa opción hasta ese momento. Eso solo me hacía pensar en lo verdaderamente peligrosa que podía ser Lena.

¿Sería tan mala como sospechaba?

Stephen no confiaba en ella. Yo no debía hacerlo tampoco y Ashton tenía que enterarse de todo. Él quería seguir viendo a Lena como alguien bueno, pero no podía dejar que fuera así. Ashton también tenía que tener cuidado sobre todo con el presagio que le perseguía... No podía contarle eso, aún no. No arreglaría nada diciéndoselo.

¿Quién podría asegurarme que Lena no tendría nada que ver con su muerte? ¿Y si la confianza que había depositado en ella hasta el momento era la causa de lo que le ocurriría a Ashton? Esa idea solo hizo que me forzara a correr más rápido para llegar al hospital. Él seguía confiando en ella y esa confianza podía matarle.

Ashton seguía siendo vulnerable dentro de esas paredes. Si mis suposiciones eran ciertas ese era el territorio de Lena y Ashton estaba dentro, siguiendo el plan de Lena a la perfección.

Cuando llegué nadie estaba fuera fumando como era costumbre y las puertas estaban cerradas por la lluvia. Eran automáticas asiqué en cuanto me acerqué se abrieron. Dentro estaba todo en silencio y dos sanitarios estaban tras el mostrador. Que todo estuviera tan relajado podría ser bueno tratándose de un hospital. Ningún accidente por el momento, pero eso no impidió que me pararan.

— Disculpe, ¿a dónde va?

— Vengo a ver a un paciente de la tercera planta.

La mujer me miró de arriba abajo.

— ¿Nombre?

— Ashton, Ashton Allen.

— El suyo. no el del paciente.

— Nancy Green — mentí.

Miró el listado en el ordenador entrecerrando los ojos y después señaló la pantalla con su dedo. No debía de ver nada y tampoco llevaba gafas puestas. Tenía la marca en el puente de la nariz de que las solía usar.

— Si, tercera planta, pero sigue bastante sedado. No creo ni que pueda hablar con él.

— ¿Todavía?

— Tenia muchos dolores.

— No importa. Solo quiero verle.

La mujer dudó unos instantes, pero me hizo un gesto con la cabeza para que pasara.

— Está en la habitación setenta y tres — respondió entregándome una tablilla para rellenar con mi nombre.

Era el listado de personas que habían pasado por el hospital esa semana. Ningún nombre se repetía menos uno.

Harper Campbell.

Seguí la línea de su nombre y acababa en la habitación setenta y tres. La de Ashton. Llevaba apenas un día en el hospital y Harper había ido a verle tres veces. Firmé como Nancy Green y le devolví la tablilla rápidamente. Continué el camino al ascensor. Aunque solo había conseguido pasar por la puerta sin sorpresas puede que Lena estuviera arriba en la habitación de Ashton o peor aún Harper.

Entré al ascensor y cuando las puertas se cerraron me giré hacia el espejo. Tenía un aspecto horrible. Estaba completamente empapada y mi pelo estaba enredado. Además, tenía unas ojeras oscuras y profundas que parecían cubrir toda mi cara. Toda esa situación me estaba consumiendo y no había manera de ocultarlo.

El dolor de cabeza provocado por la resaca había disminuido al menos y la herida no me había estado molestando más de lo que esperaba, pero si Ashton me veía así no iba a haber mucho que pudiera ocultar. Si estaba sedado puede que ni se percatara de mi aspecto realmente. En cuanto lo pensé hasta el reflejo del espejo me devolvió un "no" como respuesta. Se veía a kilómetros lo que cargaba a las espaldas.

Llegué a la planta alta, de nuevo nadie por los pasillos. Antes de avanzar más fui al baño. Me lavé la cara con agua fría, pero eso solo me hizo verme más pálida. Me recogí el pelo en una coleta intentando que no se viera tan mal, pero no sirvió. Se me veía más la cara y con ello las ojeras. Me solté el pelo de nuevo y dejé a un lado la idea de que porque me intentara arreglar un poco Ashton no notaría que algo iba mal. Con él no podía ocultarlo, al igual que pasaba con Helen. Siempre notaba cuando estaba mal.

En el silencio del baño comencé a oír unas voces cuchichear fuera. Las reconocí rápidamente.

Lena y Harper.

¿Qué narices hacían ellas dos juntas? ¿Ver a Ashton? Hasta Harper era lo suficientemente inteligente como para haberse dado cuenta de que Ashton no quería verla más, pero de nuevo, seguía con su mentira. Para todos ella seguía saliendo con Ashton. No soportaba la idea de que ella estuviera de nuevo cerca de él y menos hablando con Lena.

Me acerqué a la puerta intentando escuchar detenidamente lo que decían. Debian estar cerca de la puerta del baño porque, aunque hablaran bajo, podía llegar a entenderlas.

— ¿Tiene que quedarse tanto tiempo?

— Lamentablemente sí. Yo soy la primera que quiere que salga, pero aquí estará bien.

— Mientras que Madison no se acerque...

— No ha venido a verle.

— Todavía — enfatizó Harper —. Eso si no se ha colado sin que nadie lo sepa.

— Está siendo muy lista. Alguien la está ayudando.

— ¿A ella? ¿quién la ayudaría?

— La que era amiga tuya antes, Alissa. Pasa mucho tiempo con ella.

— Alissa no ayudaría a nadie. Siempre ha ido por libre.

— Tendremos que esperar a ver que nos cuenta él. Se ha podido acercar bastante a ella y no desconfiará.

Esperé a que dijeran un nombre, pero no fue así. Se referían a una tercera persona como él. Alguien que tenía mi confianza. ¿Estaban hablando de Stephen? No sabía que opinar de él, pero aún no me fiaba. Hubiera sido estúpida si lo hubiera hecho sin poder comprobar si todo lo que me había dicho era cierto. No podía saber si realmente estaba infiltrado, si nos protegía y tampoco si verdaderamente conocía a mi madre.

Las voces se fueron y salí del baño. Si me quedaba dentro dándole vueltas a lo que había oído inundaría el baño en llamas. Harper hablaba con Lena con total normalidad sobre mí. Diciendo que no querían que estuviera cerca de Ashton como si yo fuera un mal para él... Eso no quería tener sentido en mi cabeza por mucho que en el fondo supiera que era cierto.

Fui a su habitación, encontrando dentro su cama oculta por una larga cortina y la figura de su cuerpo tras ella. No había nadie más o eso parecía. Alissa me dijo que los de nivel cuatro estaban con él. Siendo invisibles podían estar siempre presentes en la sala y ver quien quería entrar allí y para qué.

No me hizo usar mis ojos para comprobarlo porque a los pocos segundos, un hombre rapado de mediana edad apareció sobre el sillón que había al fondo de la habitación y se levantó.

— Gracias por quedarte aquí a vigilarle — fue lo primero que le dije, era lo mínimo que le debía.

— ¿Si no nos cuidamos entre nosotros quien lo haría? — dijo a modo de "de nada" —. Soy Ben.

— Madison — respondí sabiendo que él ya lo sabía.

— ¿Sois amigos?

Esa pregunta podía dar lugar a demasiados problemas. Solo había una que le pudiera dar a ese hombre.

— Es mi tapadera — dije tratando de mantenerle la mirada para que no notara lo mal mentirosa que era —. Su familia me adoptó y vivimos juntos.

Ashton no podía importante más allá del código, al menos no a ojos del resto.

El hombre pareció convencido por mi respuesta e hizo un gesto de aceptación con la cabeza.

— ¿Sabes que quería la chica que ha entrado? — pregunté, cambiando el tema de la conversación.

— Solo ha intentado hablar con él, pero sigue muy sedado. Controlamos la cantidad que le ponen, pero si le bajamos la dosis se darían cuenta.

— ¿Qué hay de Lena? La enfermera.

— Rara vez se despega de él, lleva aquí toda la mañana.

El hombre se hizo a un lado y bordee la cortina para acercarme a la cama. Ashton estaba tumbado con los ojos cerrados y su respiración relajada. Estaba conectado a una máquina que medía sus pulsaciones y controlaba su respiración bajo una mascarilla. Los vendajes seguían sobre su cuerpo, pero tenía mejor aspecto. Puede que al fin y al cabo no le viniera mal ese poco de paz. Debía recuperarse.

— ¿Nos puedes dejar un momento?

Las ganas de llorar me querían romper en la garganta, pero mi voz salió dura y decidida. Nada de sentimientos. Como si no me doliera hasta al respirar por ver a Ashton así.

El hombre asintió y salió de la habitación.

Prendí mis ojos, asombrándome hasta yo misma de la facilidad con la que lo conseguía después de todo el descontrol que siempre me llevaba de la mano. Observé la habitación para comprobar que no hubiera nadie más. Solo vi gente en las salas cercanas y a Ben esperando fuera con los brazos cruzados, como un guarda de seguridad.

Me senté sobre la orilla de la cama y al estar tan cerca de él fue como si todo lo malo hubiera desaparecido y nada pudiera hacernos daño, aunque no fuera cierto. Cogí su mano, aunque eso tampoco hizo que se despertara. Sabía que no iba a escucharme, pero sentía la necesidad de hablar con él.

— Se que no puedes oírme, estas demasiado sedado para eso, pero no importa... Solo quería estar aquí contigo y asegurarme de que estabas bien... todo lo bien que se puede estar — cogí aire como si por primera vez me costara hablar con Ashton, tenía mucho que me estaba guardando y las palabras se atascaban en mi garganta —. Parece que hace mucho que no hablamos... pudiendo estar a solas, en verdad lo echo de menos... Como era todo antes de bajar al Crawford's. Odio tener que estar vigilando nuestras espaldas por si nos ven hablando... o si se fijan en cómo nos miramos. No deberíamos de arrepentirnos... ni tener que pedir perdón por ello. No me arrepiento de nada Ashton. De todo lo malo que he tenido y que tendré que pasar para que podamos estar juntos.

Comencé a acariciar sus nudillos uno a uno y en el silencio de la habitación algo se empezó a romper en mi interior. No era el fuego, era la pérdida inminente que se acercaba a nosotros y se iba a llevar a Ashton consigo. Verle tendido sobre esa cama, tan débil y desprotegido me dolía demasiado.

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