CAPÍTULO 27: GARRET
Madison
La mirada de todos cayó en mi nada más entrar. Dejaron de hablar y me observaron con atención, expectantes de todo lo que tuviera que decirles. Era la mensajera esa noche. La que les tenía que resolver las incógnitas cuando ni yo misma había resuelto las mías.
Garret apareció a mi lado y me guio con la cabeza para que le siguiera hasta la barra. Me apreté el vientre con una mano sin que se notara mucho y con la otra me ayudé a subir a la barra para que todos me vieran desde ahí.
Respiré hondo pasando mi mirada de unos a otros reconociendo algunos rostros entre ellos. Eran gente corriente de Sioux falls que habían sido repudiados por la parte de la sociedad que conocía la verdad y para el resto éramos presas constantemente. Nuestra suerte iba a cambiar.
— He venido para contaros la verdad — tomé aire —. Tenemos al enemigo cada vez más cerca. Durante un tiempo sé que Sioux falls fue un lugar tranquilo en el que gente como nosotros podía vivir en paz con el resto de personas, pero eso es pasado. Tenemos que unir fuerzas porque nos están atrapando por estar solos. Por no confiar los unos en los otros y en cambio confiar en las personas equivocadas. Son más fuertes porque van juntos, planean como engañarnos y se esconden entre nosotros. Esperan el momento perfecto para atacar y eso no ha cambiado. Ahora son más astutos. Son nuestro mejor amigo sentados junto a nosotros planeando una muerte lenta y dolorosa. Nuestro familiar que tanto queremos que por odio nos traicionaría por menos de lo que vale un dólar — observé las expresiones de sus rostros buscando una respuesta que me dijera que iban a cooperar —. Tenemos que ser más listos que ellos y trabajar en equipo. Observándolos al detalle como hacen ellos con nosotros para poder dar el primer paso.
— Esto no va a así — un hombre barbudo al fondo se levantó —. Nosotros no vamos a por nadie. Vivimos en paz entre la gente. No debemos comenzar una guerra que no podremos acabar.
No tenía intención de mostrarlo, pero la ocasión lo requería.
— Esta es la paz que podemos tener con ellos — me levanté mi jersey mostrándoles mi herida recién cosida, enrojecida e inflamada.
Técnicamente me la había hecho yo misma, pero habíamos hecho un trato con Connor. Si decía que alguien con poderes había estado trabajando con los asesinos, no le aceptarían. Puede que ni Connor finalmente quisiera pertenecer a ese grupo. No se lo merecía, pero yo tampoco era una santa. Una promesa esa una promesa. Un nombre a cambio de protección.
— Nos están atrapando poco a poco y en unas semanas no quedara nadie para ocupar estas sillas. La guerra ha llegado y no podemos mirar hacía un lado. Formamos parte de ella queramos o no. Solo nos queda luchar para salir con vida.
Se hizo el silencio. Aquel hombre me observo con detenimiento, reflexionando mis palabras.
— ¿Cómo podemos estar seguros de que van a por todos nosotros? La única que parece tener problemas eres tú.
— Hoy ha sido ella — Garret se acercó a mí en la barra y elevó el tono de voz, llamando la atención de todos hacia él —. Mañana puedes ser tú, tu mujer o tus hijos. No hay tregua para nadie. Les da igual nuestra edad o de donde vengamos, solo quieren quitarnos de medio como si no fuésemos nada, como si no importáramos.
El hombre agachó la mirada observando a la mujer de su lado. La agarró de la mano y vi una alianza brillar sobre su dedo anular, debía ser su esposa. Ella asintió con la cabeza mirándole y después se levantó.
— Perdimos a nuestra hija a manos de esos hombres hace más de un año en Delaware. Pensamos que aquí dejaríamos eso atrás pero el mal está en todas partes. La guerra aún no ha terminado para nosotros. Estamos contigo.
— Y nosotros — dijeron otro grupo de personas levantándose de sus sillas.
— Nosotros también — dijeron los más cercanos a mí.
A ellos les siguieron el resto hasta que todos los presentes en esa sala estaban de pie.
Muchos tenían algo que vengar y muchos otros algo por lo que aún luchar. Eso les daba fuerza para unirse entre ellos y jurarse lealtad por el código que todos conocíamos. Era hora de tomarse enserio esas palabras.
Me sentía eufórica por haber conseguido que todas esas personas olvidaran sus diferencias y recordaran lo que nos unía de verdad. La vida que teníamos fuera de esas paredes era despiadada, no había merced para nadie hasta que no dejaran de ir a por nosotros.
Me bajé de la barra y todos comenzaron a recibirme, presentándose con sus nombres. Muchos eran conocidos para mí. Los había visto cerca de casa, paseando sus mascotas, en el colegio dejando a sus hijos e incluso trabajando en el pueblo. Aunque ver esos rostros no me preparó para el siguiente en la fila. No me había percatado de su presencia hasta que la tuve delante de mí.
— Me ha gustado su discurso Srta. Harris.
Llevaba su cabello perfectamente peinado como siempre. Cortado por encima de sus hombros creando ondas doradas. Sus ojos negros por primera vez no me miraban con rabia. Estaba relajada, incluso contenta de verme ahí.
— Sra. Kelly.
— Puedes llamarme Roselyn — dijo de forma agradable —. Por lo que veo no solo sueltas tu potencial en mis clases.
Tragué saliva. Que hiciera de mi amiga después de todo era extraño para mí, pero yo misma acababa de pedirles cordialidad y confianza entre ellos. No podía demostrar menos.
— Supongo que siempre he tenido carácter — respondí sin saber muy bien que decir.
— Me ocuparé de que haya una solución para esto — puso una mano en mi hombro y sentí un escalofrío sobre mi piel, pero no me aparté para que ella no lo notara —, pero debes saber que no será fácil.
— Se que todo aquí tiene un precio.
— La desobediencia tiene un precio mayor Madison. Pero puede que sea la hora de levantar la cabeza.
Apartó la mano de mi hombro complacida y después dio pasó al siguiente para que viniera a hablar conmigo.
Me quedé algo ida pensando en la interacción con la Sra. Kelly, pero no era más que otra persona de las de allí abajo. Tenía que dejar de sentir nauseas cada vez que estaba cerca de ella.
Terminé de hablar con todos y hubo una persona que esperaba encontrarme, pero no fue así. Aquella chica de la cafetería que también había visto en el Crawford's anteriormente. No estaba y no tenía pinta de que fuera a aparecer por la hora que era. Había pasado la media noche.
Después de hablar con todos entendí un poco más que nos unía a todos. Como pensaba muchos lucharían para combatir una pérdida de un ser querido a manos de los asesinos. Otros temían que ese fuera su final también e iban a luchar antes de que le arrebataran a alguien de su lado. Podríamos perder la vida en el intento, pero ese era nuestro final también si no dábamos un paso al frente.
Podría haberme marchado, pero sentía que todo estaba mejor allí. No tenía ningún otro lugar en el que sentirme protegida si Ashton no estaba. Alissa estaba vigilándole, en casa Lena y Stephen, Alex junto a su padre interrogando a Connor y Nancy... a salvo en su casa asique tampoco debía ir allí.
Fui de nuevo a la barra y me senté despacio sobre el taburete. La herida me estaba dando problemas. Tampoco había tomado nada de medicación para remediarlo y comenzaba a dolerme con más intensidad.
— Gracias por apoyarme — le dije a Garret en cuanto se giró hacia mí.
Llevaba su largo cabello en un moño como la primera vez que le vi y se había dejado un poco de barba lo que le hacía parecer algo más mayor. Las luces cálidas colgando del techo hacían su piel dorada y sus ojos se veían más intensos.
— Podría soltarte la frase del código, pero no va mucho conmigo — mostró una sonrisa y no pude evitar hacerlo también.
— Espero que ellos sí que se lo tomen en serio — mire al resto de personas de reojo, intentando creer que esa unión funcionaria.
Noté un pinchazo en la herida. Debía ser Connor. No me daba tregua ni estando en la otra punta de la ciudad.
— No tiene buena pinta — respondió Garret al ver mi mueca de dolor.
— Se me pasará. Ya he tenido encontronazos con los asesinos.
— Tengo un remedio natural bastante bueno — cogió una botella de whiskey de la estantería y la puso sobre la barra delante de mí —. Es el que no llegaste a probar por que acabó en la chaqueta de Alissa.
Él soltó una pequeña risa y tuve que reírme al acordarme de aquello. Sentí una punzada en la herida por ello y me detuve aunque sabía que eso también le dolería a Connor y eso si que no me importaba.
— ¿Me quitará el dolor?
— Con menos de media botella no sentirás ni las pestañas — dijo a modo de broma.
Me reí y acepté tomar una copa. Si podía quitarme algo de dolor no me iba a venir mal.
Me sirvió una copa del whiskey solo con hielo. Lo acerqué a mis labios notando el frío de la bebida y tomé un trago. Tenía un sabor ahumado, pero no notaba esa sensación de ardor en la garganta asique tomé un trago más sin esfuerzo. Cuando quité el vaso de mi boca había acabado con el whiskey.
Garret se quedó asombrado.
— A ese paso no sentirás nada, en serio — soltó una risa — ¿Otra?
Asentí con media sonrisa. Puede que eso ayudara. No sentir por un rato puede que no estuviera mal.
Me sirvió la copa y antes de que la llevara a la boca se acercó a mi sobre la barra y susurró.
— Ahora en serio, ¿cómo te lo hiciste?
Fruncí el ceño y bebí para no responder, pero para Garret algo no encajaba. ¿Por qué creía que había otra historia detrás? Creía que había sido bastante convincente.
Vio que no respondía y continuó hablando.
— Cualquiera que se haya enfrentado a los asesinos sabe que no actúan así. No te herirían con un cuchillo o algo similar, lo suyo son los fármacos. No se arriesgan a una pelea cuerpo a cuerpo con nosotros.
Me había pillado. No había caído en ese detalle que estaba claro que Garret si podía conocer. No era la única que alguna vez se había enfrentado a los asesinos.
— Si que fue una pelea — le afirmé —. Pero no era un asesino como tal, o eso creo...
— ¿Quién tendría narices entonces de meterse contigo? — preguntó como si no hubiera respuesta a ello.
— No todos nos tienen miedo Garret.
— No se me ocurre alguien que no... — dejó de hablar y me miró, entrecerrando los ojos como si sospechara la respuesta —. A no ser que lo que tú le hagas no le afecte.
Era el mismo poder que el de Garret asique era difícil que no diera en el clavo, pero no esperaba que realmente lo hiciera.
— No quiero que nadie de aquí se entere. Aunque sea un traidor es...
— Uno de los nuestros — dijo terminando mi frase.
Asentí en un suspiro y me llevé el vaso de nuevo a la boca. El sabor me gustaba y no sentir ardor al tragarlo hacía que me lo pudiera beber como si fuera agua.
— No puedo pedirle al resto que confíen en los suyos si yo misma no lo hago.
— Aquí siempre hay traidores Madison, aunque no queramos creerlo. Ni yo mismo he querido creerlo nunca — se quedó observando la barra unos instantes y continuó —. En un comienzo, Marcus era mi amigo. Éramos inseparables hasta que diferentes oportunidades se pusieron delante suya y los demás dejamos de tener valor para él.
Echó un vistazo a ambos lados y metió la mano bajo la barra, buscando algo. Después saco una fotografía rayada casi al completo y con los bordes rotos.
En ella salían Alissa, Garret y otro chico más.
— Alissa no siempre ha sido así de antipática — frunció una sonrisa, como si le doliera que así fuera —. Cambió por él. Cuando supimos que nos traicionó... Todo aquí abajo cambió. Sabíamos que se había ido con los asesinos pero no supimos cuál sería su siguiente movimiento.
Observé la fotografía. Alissa estaba al lado izquierdo y Garret al derecho. En medio había un chico con la cara rayada. No se le podía distinguir.
Alissa lo abrazaba desde un costado, con una gran sonrisa y Garret tenía puesto su brazo sobre su hombro.
Jamás había visto a Alissa sonreír así. Era una sonrisa de verdad.
— Ellos... ¿eran amigos?
Garret negó despacio con la cabeza.
— Alissa le quería.
Me quedé observando la fotografía de nuevo. La Alissa que veía ahí de pie, sonriendo y abrazada a Marcus ya no existía. Él se encargó de destruirla.
— Ahora lo entiendo — me dije casi más para mí misma.
— Se estresa con facilidad, ¿verdad? Todo la saca de quicio y todo la cabrea.
Asentí, tan despacio como lo había hecho él.
— Empezó así hace meses... Después de que ocurriera... y un día ya no volvió por aquí. No he sabido nada de ella hasta que me llamo hace dos días, llorando porque sabía a ciencia cierta que Marcus era el culpable de la muerte de toda su familia.
Se me encogió el corazón solo de imaginármelo. Yo no confiaba en nadie y Alissa tampoco lo hacía. Por eso se ponía tan nerviosa con el secreto que guardaba con Ashton. Si se enteraban, Marcus podría hacer lo mismo con nosotros. A esa ecuación se habían sumado Alex y Nancy. Alissa estaba cabreada porque tenía miedo. Tenía miedo de que nos atraparan de la misma manera que a su familia.
— Yo... No sabía nada... — me lleve el vaso de nuevo a la boca. Seguía bebiendo para detener la pena en mi pecho. No era la solución, pero lo necesitaba.
Garret guardó la foto de nuevo bajo la barra y me miró.
— Alissa no te iba a contar la historia, pero creo que para entenderla a ella necesitabas que yo te la contara.
— Tiene miedo — solté —. De que ocurra de nuevo.
— ¿Tú no lo tendrías?
— No puedo permitirme tener miedo — trague saliva notando un regusto amargo —. Si flaqueo... es cuando ellos tienen una oportunidad de haceros daño. Ya me ha pasado una vez y no volverá a ocurrir. Esta vez seré yo la que ataque y ellos los que tendrán miedo.
No sabia si era el whiskey el que hablaba o yo, pero pronunciar esas palabras en voz alta me sabía demasiado bien.
— ¿Podrás confiar en todos ellos? — echó un vistazo a la sala.
Todos habían prometido cooperar pero sabia que eso no significaba que no nos fueran a dejar en en el último momento por un salida mejor.
— Tu mismo dijiste que podíamos confiar — le recordé.
Él puso una mueca triste.
— Hasta cierto punto Madison. Lo bueno es pasar del bando malo al bueno. Aunque eso no signifique no pueda ocurrir al revés, como hizo Marcus.
— En donde nos estamos metiendo ya no se puede saber quiénes van a ser los buenos — sentía que el alcohol estaba haciendo efecto. No solo por el dolor de mi herida desvaneciéndose si no porque estaba relajada, como adormilada y sentía que podía contarle la verdad a Garret a pesar de apenas conocerle —. Nunca he querido admitirlo, pero sé que soy capaz de matar si la situación lo requiere. Me quedo en blanco para no pensar en nada más. El fuego sale de mí y hasta que no se sacia no desaparece. Se que si me toca matar por alguien a quien quiero, no lo dudaría ni un segundo.
— Eso te hace más fuerte que cualquiera de aquí Madison. Muchos pueden decir que matarían por los suyos, pero, ¿lo harían realmente?
— Es complicado... hay alguien a quien no pudo proteger por mucho que quiera...
— ¿A quién? — preguntó intrigado.
«Ashton» dije para mí misma.
No lo había podido hacer en el partido y cada día iba a ser más difícil acercarme a él si no quería romper una de las primeras normas: nada de contacto entre los poderes del segundo nivel.
Por el momento ser su hermana era nuestra tapadera, pero cuando aquello pasara, no podría casi ni mirarle.
El alcohol me estaba volviendo más sensible y echar de menos a Ashton no ayudaba. Era cierto que el alcohol te hacía no sentir. A mi alrededor no había nada que pudiera preocuparme, pero mi interior era un caos. Tenía a Helen clavada en el pecho, a mis padres, a Ashton... Todos los que alguna vez me habían importado y habían sufrido por el fuego.
Antes de que me decidiera a responder a Garret, un chico con pelo rapado se sentó a mi lado y le pidió una copa.
Mi teléfono sonó en mi bolsillo. Mensaje de Lena.
"¿Dónde estás Madison? No te he visto en todo el día".
"Estoy con unos amigos, no tardaré en volver. Puedes irte a dormir".
Lena parecía preocuparse, pero como siempre solo quería mantenerme controlada. Guardé el teléfono de nuevo y noté como aquel chico había girado su cara hacia mí.
— Nunca había visto a una de fuego. No se os suele ver por aquí.
Me giré hacia él y parecía amigable. Sus ojos avellana y su sonrisa invitaban a responder a sus palabras, pero probablemente era solo por todo el whiskey que me había bebido.
— No solía venir mucho — me acabé el vaso y le pedí a Garret con la mirada que lo rellenara de nuevo.
Había perdido la cuenta de cuanto había bebido.
— Hacía mucho tiempo que nos hacía falta alguien como tú. Los de segundo nivel somos los que deberíamos tomar el mando aquí.
Fruncí el ceño y al instante me mostró sus ojos. Cambiaron de castaños a verde. Eran esmeralda, intensos y podía decir que, hasta cautivadores, pero de nuevo solo era el efecto del alcohol. Intenté recordar que poder correspondía a ese color y si era del segundo nivel solo podía ser uno: Tierra.
El fuego era poderoso, pero ¿crear terremotos con una mínima pérdida de control? No podría con ello.
— Me llamo Luther Haslet — extendió su mano hacia mí y correspondí el saludo sin saber que se iba a llevar mi mano hasta sus labios para dejar un beso en mi dorso —. Madison, ¿verdad?
Garret se tensó tras la barra y yo no pude ocultar la molestia en mi expresión por su gesto, pero aun así respondí.
— Madison Allen — aparté la mano de él y volví a mi copa.
No solía presentarme de esa manera, pero ya no me importaba llevar el apellido Allen porque era lo poco que podía compartir con Ashton ante los demás.
— ¿Me dejas invitarte a una copa? Me hacen falta unas cuantas para cogerte el ritmo.
Luther bromeó. Estaba siendo amable, pero en ese momento para mí era molesto. El whiskey estaba haciéndome cada vez más efecto y sentía la pena crecer en mi interior. ¿Esa era la sensación que a todo el mundo le gustaba al beber? Puede que no hubiera bebido suficiente o que ya me hubiera pasado de copas.
— Oye Luther... perdona, pero ahora mismo no estoy de humor. No tardaré en irme.
Me balanceé sobre el taburete y Luther llegó a atraparme del brazo antes de que me cayera al suelo.
— No creo que puedas irte así a ninguna parte — dijo mostrándose preocupado.
Apreté los ojos tratando de mantener el equilibrio y negué con la cabeza.
— Estoy bien, estoy bien — me giré hacia Garret y suspiré —. Debería irme... he bebido demasiado y no debería estar así en la situación que estamos.
Ashton estaba en el hospital, Alissa guardándole las espaldas, Alex interrogando a Connor y, ¿que estaba haciendo yo? Estar bebiendo hasta ponerme como una cuba en el Crawford's.
— Espérate a que todos se vayan y te acompaño — me pidió Garret.
— Sabes que no necesito guardaespaldas.
— Vives a más de veinte minutos andando de aquí y no puedes mantenerte en pie Madison — me recordó, pero a cabezona no me ganaba nadie nunca. Quería marcharme sola. Necesitaba pensar un rato.
— Tengo clase mañana debería de irme ya — insistí. Me giré para irme, pero recordé que no había pagado nada de lo que había bebido —. Perdona no he pagado nada de esto.
Hurgué en mis bolsillos, pero no encontré nada de dinero. No me había dado cuenta de que no era ni mi propia ropa. Era de Alissa. Solo llevaba las llaves y el teléfono.
— Madison... — Garret me llamó, pero ni si quiera le escuché. Seguía buscando el dinero en los pantalones —. Madison — repitió de nuevo y agarró mis manos sobre la barra para que le prestara atención. Me miró a los ojos fijamente y habló en un tono de voz relajado —. No hay que pagar nada. Vete a casa y ten cuidado por favor.
— Vale... Gracias — susurré llevándome una mano a la cara para frotarme los ojos.
Había sido un día demasiado largo y aún me quedaba el camino a casa.
Salí del Crawford's y el aire frío me golpeó en la cara al instante. La temperatura había bajado aún más desde que había entrado. Miré mi reloj y conseguí ver que era casi la una de la madrugada. No me quedaban muchas horas para levantarme y pintaba a que no iba a dormir bien.
Me abracé a mí misma y caminé por la calle, con la cabeza metida en mis pensamientos sin sacar nada en claro. Me sentía vacía, aunque hubiéramos avanzado ese día. La verdad cada vez me destrozaba más.
Todos en el Crawford's iban a cooperar, pero puede que a lo que nos fuéramos a enfrentar no nos gustara, ¿sería mi madre? ¿Lena y Stephen? Sabía que Stephen formaba parte de ello, pero no era capaz de imaginármele sosteniendo un arma. Siendo tan despiadado como para inyectar un fármaco a alguien para matarlo y que pudiera dormir por las noches con la conciencia tranquila.
La calle estaba desierta. Ni si quiera las luces estaban encendidas en el tramo del puente. Solo se oía el bufido del viento revolviendo los árboles y el rugido del agua bajo mis pies.
Respiré hondo, llenando mis pulmones de ese aire húmedo que me rodeaba. Me apoyé sobre el puente, llevando mi mirada a la luna llena y al reflejo que creaba sobre el agua, viendo como fluía salvaje y libremente sin que nadie la detuviera.
«Ojalá poder ser así», pensé.
Tan fuerte y resbaladizo que nadie pudiera atraparme.
Noté la ira brotar en mí por no poder ser capaz de decidir quien quería ser, hasta donde quería llegar ni que quería conseguir. Siempre estaba limitada por algo o por alguien. Era demasiado sensible y los sentimientos me nublaban. Tenía piedad con los que no la tenían por mí. ¿Ese era el camino que quería tomar? Ser siempre la débil o alguien a quien los demás respetaran. Alguien a quien temieran.
Luther creía que los de segundo nivel debíamos tomar el mando, pero ¿a cambio de qué precio? Nunca había sido una líder, aunque esa noche algo había cambiado. Había despertado un sentimiento en todas aquellas personas y eso era lo que hacía un líder.
Empecé a oír ruido al otro lado del puente, donde comenzaba la llanura del parque. Intenté agudizar mi visión, pero seguía teniendo el whiskey en cada rincón de mi cuerpo y me costaba hasta mantenerme en pie.
De repente unos brazos me atraparon y me tiraron al suelo poniéndome boca arriba. Me revolví sin ni si quiera mirar de quien se trataba y saqué el fuego al exterior. Yo misma decidí hacerlo y el fuego me obedeció mostrando a la vez mis ojos. Fuera quien fuera no podía ser alguien bueno.
Grité por instinto y esa persona me tapo la boca con una de sus manos mientras mantenía su agarre sobre mi cuerpo con la otra.
Reconocí el rostro. Su barba, su pelo castaño recogido en un moño, pero sus ojos... ya no eran verdes, se volvieron naranjas, brillando con la misma intensidad que los míos. Respiré con pesadez y cerré los ojos un instante para después comprobar que era real lo que veía.
Se trataba de Garret.
Garret vio que ya no iba a gritar y separó su mano de mi boca para llevarse su dedo índice a los labios indicándome que debía mantenerme en silencio, pero... ¿Por qué?
Guio su mirada entre las rendijas del puente observando la llanura del parque e hice lo mismo. A lo lejos, había un grupo de hombres vestidos de negro, todos encapuchados menos uno. Estaba lejos, pero su forma de caminar era conocida para mí. Se giró y pude ver su rostro con claridad por la luz de la luna.
Stephen.
Era él, sin ninguna duda y eso hizo que mi corazón fuera a mil por hora. Me estaba ahogando hasta con mi propia respiración.
— ¿Qué significa esto? — le pregunté a Garret sabiendo que sentía mi pulso a toda velocidad bajo el agarre de mi muñeca.
— Están de caza esta noche.
Tragué saliva, intentando centrarme a pesar de que el alcohol en sangre no me permitía hacerlo. El grupo de hombres comenzó a moverse adentrándose en el pueblo y entonces Garret me agarró para ayudarme a levantarme del suelo. Apreté mi herida con mi mano notando que estaba sangrando de nuevo, pero no dije nada.
— Perdona por haber llegado así. Sabía que había muchas posibilidades de que te los encontraras ahora y no quería...
— Que me pasara nada — dije terminado su frase. Era cierto que no me podía mantener casi ni en pie asique no podía culparle. Yo también me hubiera preocupado.
Miré sus ojos de nuevo, viendo ese calor ardiente que desprendían. Era extraño ver esos ojos en otra persona que no fuera yo. Hasta el momento no había conocido a alguien más como yo, pero Garret no lo era al cien por cien.
— ¿Has cogido mi poder? — le pregunté al no saber cómo había podido hacerlo.
— Lo he duplicado. No quería que me quemaras cuando te tocara.
— ¿Pero cuando has...? — Lo pensé por un instante y recordé como había agarrado mis manos antes de que me marchara —. Antes de irme, ¿verdad?
Asintió sintiendo culpa por ello, pero eso no me enfadó.
— Lo siento, sé que no debo usar mi poder...
— No voy a decírselo a nadie. No importa. — le aseguré para que estuviera tranquilo.
Se quedó mirándome y suavizó su expresión mostrándose más relajado.
— Te acompaño a casa.
Accedí y comenzamos a andar en dirección a casa, pero ese destino era de todo menos mi casa. Ya no. Y más aún después de haber visto a Stephen en plena acción.
— ¿Sabes a dónde van?
— Han debido de tener algún chivatazo de alguien saltándose alguna norma. Solo así tienen acceso directo a nosotros.
— ¿Eso que quiere decir?
— Esto es más complejo de lo que parece... Los asesinos pueden matar a cualquiera que se cruce en su camino, pero la mayoría son encargos. Gente que se quiere quitar de en medio a otros... Pueden ser los Saith quienes se lo encarguen, alguien con poderes como ocurrió con el hermano de Alissa... o un asesino que se tome la justicia por su cuenta. Lo único que necesitas es pagar lo que te pidan.
— ¿Por qué le hicieron eso al hermano de Alissa entonces? ¿Quién querría quitárselo de en medio?
— No era tan bueno como todos creían... Se dedicaba a torturar a la gente con su poder, para sacarles información y luego venderla.
— ¿A los Saith?
Negó.
— Por eso le mandaron matar. Puedes torturar si los Saith te lo mandan, pero ese no fue su caso. Lo hacía a sus espaldas y tuvo que pagarlo... él y casi toda su familia menos Alissa. Ya te sabes la historia.
— ¿Por qué a ella no la mataron?
— Como recordatorio — respondió, con los puños ligeramente apretados —. Los que dejan vivos son un recordatorio de lo que ocurre si no sigues las reglas.
— ¿Entonces los asesinos trabajan para los Saith? — pregunté confusa intentando atar los cabos.
— Se podría decir que sí... Todos vivimos con el miedo constante de hacer algo que no debamos porque eso puede resultar en que los asesinos toquen tu puerta una noche. Los Saith no se manchan las manos directamente. Dejan que otros lo hagan por ellos.
Por eso La Sra. Kelly me dijo que la desobediencia tenía un precio mayor. No solo nos estábamos enfrentándonos a los asesinos, sino que estábamos desobedeciendo las órdenes directas de los Saith.
— ¿Pero si los asesinos odian a las personas con poderes como pueden trabajar con los Saith?
— Porque los tienen sosteniéndose de una soga como a nosotros. No te enfrentarías a uno de ellos. Ni si quiera al de tu misma categoría.
— Esto es muy confuso para mí... — Suspiré. No sabía si era por el alcohol, pero algo no quería encajar en mi cabeza —. A mí me estuvieron persiguiendo... No tiene sentido que ahora me dejen en paz.
— Entonces algo hiciste o algo sabias Madison. Pero si te han dejado en paz han debido de cambiar de parecer y eso puede ser hasta peor. Eso es que te necesitan para algo.
Tomé una bocanada de aire al darme cuenta de que eso tenía sentido. Dominic me quería muerta, aquel hombre de la estación de autobuses de Kansas nos estaba esperando a Alissa y a mí y después en Sioux falls no volvimos a ver a otro asesino. Nadie volvió a molestarnos hasta que apareció Connor, pero solo quería nuestra protección. Lo que le esperaba con los asesinos era mil veces peor pero no solo era por ellos, los saith estaban detrás, eso era lo que Connor temía. Ellos eran los que iban a dar la orden de matarle.
Algo dentro de mí me decía que incluso mi madre podría ser la que diera la orden.
Ya no estaba segura de quien estaba protegiéndome tras ellos, ¿Podría ser en serio mi madre? ¿Qué papel jugaba Stephen en todo aquello?
— No me prestaría a nada de lo que ellos necesitaran... no después de todo lo que han causado.
— Te obligarían Madison... y acabamos de declararles la guerra. No solo a ellos si no a los Saith.
—Todas estas normas no son justas... ninguna de ellas. Que nos prohíban la libertad teniéndonos como animales para después tener las narices de elegir quien debe morir... Esto no puede seguir así.
La norma que decía que poderes se podían usar y cuáles no, quienes valíamos más y quienes menos... La norma que me mantenía alejada de Ashton.
Garret se llevó la mano a la barbilla y se acarició la piel mostrando una sonrisa. Eso me hizo detenerme frente a él al no entender su gesto.
— ¿Qué ocurre?
— Tienes tus objetivos claros Madison. Así cualquiera te seguiría, aunque el final fuera la muerte.
— Soy una adolescente con poderes ocultos y que tiene serios problemas de autocontrol — solté una risa por lo real que eran esas palabras y agaché la cabeza dándome cuenta de lo que aquello significaba —. Nadie me seguiría a ningún lado.
— Yo lo haría — Garret se acercó a mí y levantó mi mentón con su mano para que le mirara directamente a los ojos —. Luther no se equivocaba al decir que necesitábamos a alguien como tú.
Hubiera querido creerme sus palabras, pero Garret solo estaba siendo amable conmigo. Era buen chico y quería hacerme sentir bien, pero hacía tiempo que no me tragaba esas mentiras sobre lo maravillosa que era. Quería oír que era un desastre, un caos hecho persona. Esa era la realidad.
— Soy una cerilla sobre un charco de gasolina Garret. Si te acercas demasiado puedes salir ardiendo.
No lo decía a modo de amenaza si no como aviso. Mi poco control tenía un límite escaso y arrasaría con todo a mi paso. No debía mantenerse cerca mía.
— Ahora no puedes hacer que le tenga miedo al fuego — sacó sus ojos de nuevo y la intensidad de su mirada me debilitó.
Dentro de los suyos había algo diferente de los míos. Eran fascinantes. Veía poder en esos iris anaranjados, casi creándose las llamaradas en ellos, pero me di cuenta de que era el reflejo de los míos.
No supe cuando se habían activado ni por qué hasta que Garret se aproximó más a mí y posó su mano bajo mi mandíbula, acariciando con su pulgar mi mejilla. Aquello me dio un escalofrío recordándome al tacto de Ashton. Como posaba sus manos sobre mis mejillas de la misma manera, pero su tacto era más frio. Siempre más frío.
Garret buscó en mis ojos una respuesta y bajó la mirada a mis labios que despedían vaho por el frío. Cada vez se estaba acercando más, pero no me alejé.. Me estaba recordando a Ashton, era la última dosis que necesitaba esa noche de tormento. Parpadeé y cuando abrí los ojos, Ashton estaba delante de mí, sonriéndome sin quitar la vista de mis ojos.
— Estoy aquí, no me iré de tu lado Madison — susurró.
Sus manos siguieron acariciando mis mejillas mientras su tacto se volvía más frio. Agachó su cabeza acercándose a mí. Cerré los ojos y entonces me besó. Para mí Garret no estaba delante de mí si no Ashton. Echarle de menos y el efecto con el alcohol no había dado buenos resultados.
Me atrajo más hacia él, pero me aparté en cuanto me di cuenta de lo que estaba ocurriendo. Le miré y no vi a Ashton de nuevo.
¿Qué estaba haciendo?
— No puedo hacer esto Garret — di varios pasos hacia atrás, alejándome de él.
Sus ojos anaranjados habían desaparecido volviendo a un verde suave. Su respiración se volvió pesada.
— Lo siento, no quería...
— No. Es culpa mía — dije cortándole —. Es complicado — dije más para mí misma que para él.
Volvía a cagarla. Ahora había besado a Garret mientras Ashton...estaba en el hospital recuperándose de los golpes de Connor. Intenté quitarme la imagen de Garret de mi mente, pero seguía delante de mí, mirándome con arrepentimiento.
— Tengo que irme Garret... lo siento — le di la espalda y me marché a paso rápido. Sabía que Garret ya no iba a seguirme. No después de haberle rechazado.
Terminé el recorrido hasta casa negándome a creer lo que había pasado. En cuanto llegué subí a hurtadillas tratando de hacer el menor ruido posible. La puerta de la habitación de Lena y Stephen estaba entreabierta. No pude contenerme y me asomé comprobando que como me esperaba Lena si estaba, pero Stephen no. Volvería con las manos manchadas de sangre y con la conciencia tranquila.
¿Hacía eso cada noche? Y lo más importante ¿Lena lo sabía? Era imposible que no lo supiera. Que Stephen se marchara cada noche no era algo que pudiera pasar desapercibido si dormían en la misma cama.
Cerré la puerta de nuevo para no despertar a Lena y un ruido surgió en la planta baja. Me paralicé y miré hacia abajo a través de la barandilla. Alguien estaba entrando en casa.
Tenía llave asique solo podía ser una persona.
En cuanto lo vi entrar me agaché ocultándome tras la esquina de la escalera. Dejó sus llaves en la entrada en un suspiro y se crujió el cuello en dos movimientos. Se descalzó y se quitó la máscara negra de la cara.
Stephen.
Su teléfono comenzó a sonar y lo cogió en menos de un segundo.
— Te he dicho que ni se te ocurriera llamarme — soltó con brusquedad en un susurro.
La voz al otro lado respondió, pero era imposible saber de quien se trataba. Ni si quiera si era un hombre o una mujer.
— No, no sé si ha llegado aún. La he estado dejando espacio como me pediste. Se que así es la única manera de que no se marche de nuevo — la otra persona contestó de nuevo y Stephen apretó los dientes al hablar —. Me da igual lo que tengas que hacer, no dejaré que ella sea mi próximo encargo asique ya puedes mantenerla alejada de todos los problemas — Suspiró —. Ya no confía en mí. No creo que nunca lo haya hecho asique no me escuchará. Solo confía en ti.
¿De quién estaba hablando? Fue lo único que me paré a preguntarme. Stephen estaba cabreado, pero también sonaba... ¿Triste? ¿Triste por quién? Alguien era su posible siguiente encargo y se negaba a ello, pero ¿de quién se trataba?
Lo que más me intrigaba era saber quién era la voz del otro lado del teléfono. Una persona que pudiera mandar sobre Stephen como si fuera un títere... un peón más. Hubiera sido demasiado bueno para ser verdad. Que después de todo Stephen sí que estuviera protegiéndome.
Ya no quería esconderme. Si quería saber que ocurría tenía que sacárselo directamente a Stephen. Me puse en pie apretando mi herida de nuevo intentando que doliera menos y me decidí a plantarle cara a Stephen de una vez.
— ¿Trabajando hasta tarde? — pregunté cruzando mis manos sobre la barandilla.
Stephen colgó el teléfono al instante dejando a la otra persona con la palabra en la boca. Me miró, nada nervioso o eso quiso aparentar ya que sabía perfectamente que había escuchado la conversación.
— Problemas con el bufete.
— ¿Y lo que llevas puesto? — quería que dejara de aparentar que todo estaba bien como hacía siempre. Como si los problemas nunca entraran en esa casa. Ya no podía ser así.
— Deberías irte a dormir. Es bastante tarde.
Suspiré cabreada y comencé a bajar las escaleras de nuevo.
— ¿Vas vestido de agente especial y crees que me voy a ir a dormir sin más? Te he visto en la calle con ese grupo de hombres — Me paré frente a él —. No sé qué es lo que estás planeando, pero no te va a salir bien.
Stephen vio que sabía de que hablaba. Podía ser un movimiento inteligente pero también corría el riesgo de exponerme a mi misma.
— ¿Planeando? ¿Crees que esto está siendo planeado ahora? Está hecho Madison yo no hago las normas.
— Pero sí las sigues — le rebatí —. Como un simple títere.
—¿Eso crees que soy? ¿Un títere?
— No lo creo, lo sé. Pensaba que eras más listo, pero dejas que los demás decidan por ti. La única persona con la que tenía que tener cuidado desde que llegué eras tú Stephen. Siempre fuiste tú.
Stephen levantó la cabeza, mirándome con tensión en su mirada.
— Estoy jugándome el cuello por ti. No te atrevas a decirme que soy el malo en esto.
— ¿Por mí? — dije a punto de echarme a reír notando mi sangre hervir — ¿Qué has hecho? Puede que tenga pérdidas de memoria porque no recuerdo que hayas hecho nada más a aparte de controlarme — Saqué el teléfono del bolsillo y se lo mostré. Lo tiré con fuerza al suelo y esté se rompió en pedazos —. Toma tu maldito teléfono. Si quieres tenerme vigilada vas a tener que hacerlo mejor.
— ¿Stephen?
La voz de Lena sonó arriba de las escaleras y Stephen tiró de mi hacia el salón. Me colocó contra la pared agarrándome por ambos brazos y habló con la mandíbula apretada.
— Deja de meterte en líos Madison. Solo te pido eso.
— ¿De qué lado estás?
Stephen no respondió. Dudó con la mirada temblorosa y cerró los ojos. Contuve el aliento. ¿Qué me iba a mostrar? Abrió los ojos y respiré de nuevo al ver que seguían intactos, sin cambios de color. Puso la palma de su mano delante de mí, dejando ver una cicatriz a lo largo de esta. No era una cicatriz normal. Estaba en un sitio específico que ya había visto antes. Era como la de mi madre.
— ¿Stephen? — preguntó Lena de nuevo.
— Ya voy Lena — respondió Stephen en voz alta soltándome. Me miró por última vez y salió del salón dirección a las escaleras —. Ya estoy aquí cariño.
— Esta vez te ha llevado más tiempo — respondió ella en tono seco —. ¿Dónde está?
— La he visto calle abajo, no tardará en llegar.
— Date prisa. Que no te vea así o saldrá corriendo antes de tiempo.
— Si, Lena.
Stephen obedeció, como hacía un siervo con su amo. Con temor de que algo malo le ocurriera. Subió a la habitación y cerró la puerta. La manera en la que Lena le hablaba me ponía los pelos de punta. No por sus palabras. Era por su tono. Por cómo era capaz de controlarle con una simple frase como si él tuviera miedo de ella.
Esa cicatriz... Stephen sabía que mostrándomela despertaría algo en mí. Si era lo que creía... Stephen era más listo de lo que parecía solo que estaba aparentando no tener control sobre la situación y ser un peón, pero puede que fuera el rey de la partida.
Tomé aire y me apreté la herida al notar que sangraba más y estaba goteando sobre el suelo. Salí del salón y subí los escalones con el mayor sigilo que pude para que la madera no crujiera bajo mis pies.
Me metí al baño y tapé la herida con una apósito. Tanto movimiento había hecho que se abriera, aunque los puntos no se habían caído. Necesitaba reposo, pero el único que iba a tener eran esas escasas cinco horas antes de que me tuviera que levantar.
Me enfrentaría a Stephen de nuevo.
Necesitaba respuestas y él me las iba a dar.
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