CAPÍTULO 22: ÚLTIMA NOCHE
Madison
— ¿Alex? — preguntó Ashton buscándole con la mirada.
Alex se acercó a mí y me tocó de nuevo haciéndome visible ante Ashton al igual que a sí mismo.
Ashton me vio y se lanzó hacia mí rápidamente. No dijo nada. No hacía falta. Le abracé con fuerza. La espera de esas últimas horas se me había hecho más larga que las tres semanas que me fui de Sioux Falls. Realmente creía que no podría verle de nuevo, pero ahí estaba. Delante de mí rodeándome con sus brazos.
— Está resuelto.
Saqué el teléfono para para mostrárselo y al verlo suspiró aliviado.
— Gracias Alex.
Ashton se acercó y le dio un fuerte abrazo. Alex nos había salvado. Entonces me giré y vi que Nancy estaba sentada en el sofá, observando la escena con una media sonrisa. Me acerqué a ella y se levantó al instante. No sabía cómo actuar, pero Nancy siempre lo hacía todo más fácil. Esperaba que tuviera miedo de mi pero no fue así. El final de sus ojos se elevó cuando me tuvo de frente y pude ver como eso significaba que estaba contenta por mucho que todo estuviera pintado de negro.
Quería hacer algo desde hacía semanas y no me contuve. Estaba fuera de peligro. La abracé y se sintió como si nada entre nosotras hubiera cambiado, aunque fuera todo lo contario.
— ¿Cómo estás? — preguntó preocupada observándome de arriba abajo.
— Bien — dije con sinceridad. Todo parecía ir un poco mejor estando todos juntos.
Llevé mi mirada hacia Ashton y Alex. Necesitaba que me apoyaran en ese momento. Me senté junto a Nancy y en el sofá de al lado se sentaron ellos. Me froté las manos sin saber bien como empezar, pero Nancy ya había visto lo peor. Lo que pudiera contarle no podía ser peor para ella.
— Antes de nada, tienes que saber que nadie puede saber que te hemos contado esto. Estamos en una situación complicada y podrías estar en peligro por ello — le expliqué.
Ella asintió, totalmente callada prestándome atención.
— Lo que no te contaba era lo que has visto hoy el baño. Aún existen un par de incógnitas para mí también sobre esto. No entiendo ni cómo ni porqué, pero supongo que soy diferente... somos diferentes — me corregí y miré a Ashton y a Alex. Ambos estaban relajados, esperando a escuchar cómo me iba a explicar —. Soy capaz de controlar el fuego hasta cierto punto... últimamente tengo más dominio sobre ello, pero en el momento en el que nos conocimos no era capaz de controlarlo ni lo más mínimo.
— ¿Controlarlo cómo? — preguntó confusa.
Debía enseñárselo. Había estado manteniéndolo bajo control cuando yo misma le dejaba salir y en el ese momento no había ningún estimulo que me pudiera hacer estallar.
Cerré los ojos unos instantes concentrándome en dejarle al fuego el espacio mínimo para mostrarse. Al abrirlos, mi visión cambio enseñando mis verdaderos ojos una vez más. Sentí la mano de Ashton en mi hombro y supe que todo iba a ir bien. Nancy seguía sin asustarse. Quería entender con todas sus fuerzas de que iba todo aquello.
Extendí mis manos con las palmas mirando al techo. Apreté mis puños, relajada y concentrada sintiendo como la temperatura subía dentro de ellos.
— Lo estás haciendo muy bien — susurró Ashton manteniendo su mano sobre mi hombro.
Abrí los puños y las llamas surgieron sobre la piel de ambas de mis manos. El calor se sintió rápido, pero Nancy seguía sin alejarse. Lo observó, asombrada y con la boca medio abierta mientras veía en sus ojos las llamas reflejadas y su piel iluminada.
— Puedo crear fuego y sentirlo por todo mi cuerpo. Es como si viniera de mi interior e intentara explotarme para salir — dije y esperé a ver su reacción. Seguía observándome con detenimiento. Extinguí las llamas de mis manos ahogándolas dentro de mis puños y detuve el brillo de mis ojos —. El problema está cuando hay alguien cerca. El día que me viste salir del baño después de Alissa me había cabreado con ella y por eso no pude controlar mis ojos. Los viste y no supe que explicación darte. Y lo siento. Se que solo querías ayudarme y ser mi amiga.
— Ahora entiendo que no lo hicieras... ni yo misma sabría como contar esto. ¿Y vosotros... también sois capaces de hacer cosas así?
Asintieron.
— Mi elemento es el hielo — respondió Ashton enseñándole sus ojos. No tenían nada que ver con los míos, tenían toda la calma y el sosiego que a mí me faltaba, pero eso no era una novedad —. Puedo controlarlo al igual que hace Madison con el fuego.
Estiró sus brazos delante de ella y una capa de hielo comenzó a cubrirlos. En el ambiente se hizo visible una capa de aire más densa, a causa de la diferencia de temperatura de su cuerpo con el resto de la habitación.
— Yo puedo hacerme invisible — continuó Alex tras carraspear su garganta. Tampoco sabía que palabras exactas usar —. No es que tenga el riesgo de hacerle daño a nadie, pero si no lo controlo puedo desaparecer delante de la gente sin querer.
— ¿Cómo son tus ojos? — preguntó ella con curiosidad.
Sabía que Alex no quería mostrárselos. Creía que sus ojos eran terroríficos, pero yo no pensaba que justamente eso fuera a espantar a Nancy o a hacerla cambiar de parecer respecto a él.
— No querrías verlos — le advirtió —. Los que somos capaces de ocultarnos a los ojos del resto reflejamos la nada en nuestros propios ojos.
— No me voy a asustar después de todo lo que me acabáis de enseñar — le aseguró ella intentando que cambiara de parecer.
Alex dudó y nos miró a Ashton y a mí. Ambos asentimos con la cabeza para que lo hiciera. Llegados a ese punto era absurdo no mostrarnos tal y como éramos. Nancy era posiblemente la única persona en el planeta que no iba a juzgarnos por quienes éramos.
Nancy le mantuvo la mirada y le mostro una pequeña sonrisa. Alex cedió. Cerró los parpados e instantes después los abrió dejando ver como sus ojos se habían vuelto totalmente blancos.
Vi como Nancy le buscaba la mirada, extrañada por no ver nada más que vacío en ellos.
— ¿Puedes verme? — se atrevió a preguntar.
Alex asintió.
— Está hecho para que sea el resto el que no pueda verme — dijo y acto seguido desapareció delante de nosotros.
— Siendo invisible tú no puedes verle ni oírle, pero él si puede mover objetos a tu alrededor y hacerlos invisibles al igual que a otras personas — le explicó Ashton y después Alex apareció ante nosotros desvaneciendo sus ojos a la vez.
Parecía que Nancy intentaba procesarlo, pero no sería fácil. Apenas yo entendía lo que me rodeaba y supuestamente había nacido con ello en mi interior. Aun así, después de haber visto de lo que éramos capaces los tres, no puso ni una mala cara. Estaba relajada y le enseñó una sonrisa a Alex, dándole a entender que no veía nada malo en sus ojos y Alex sonrió también, complacido por que ese fuera el resultado.
— Vale y... — se paró a pensar en más preguntas — ¿Qué hay de Alissa?
— Controla la electricidad, pero ya no tendrás que preocuparte de ella. No la dejaré que se acerque a ti — dije llevando una mano a su hombro.
— ¿Cómo estás de una pieza después lo que te hizo?
— Apenas lo sentí — le aseguré —. El fuego es mil veces peor. Supongo que su electricidad solo era una mínima parte de lo que llego a soportar yo.
Nancy agachó la cabeza, sintiéndose mal porque esa fuera mi respuesta, pero era la verdad, por una vez era la verdad. Sentí la electricidad recorrer cada parte de mi cuerpo, pero eso fue lo único que hizo. El fuego explotaba dentro de mis venas cada vez que tenía la oportunidad y me iba rompiendo centímetro a centímetro asique no se podían comparar en lo que cada uno me hacía sentir.
Supe que eso le sorprendió a Alissa, pero incluso ella me explicó en aquella nota que ella estaba un nivel por debajo del mío. Esa era la explicación lógica a porqué no me había quedado tiesa después de tocarla.
— ¿Por qué te marchaste? — preguntó finalmente, con ojos tristes.
Respiré hondo y supe que ya no tenía por qué mentirla, ya no.
— Me marché por miedo a que os ocurriera algo. Descubrí que hay gente que trata de hacernos daño. A gente como nosotros por nuestros poderes. En ese momento yo no sabía nada sobre los poderes del resto. Creía que estaba sola y decidí irme para que os dejaran a todos en paz. Alissa me encontró y me advirtió de que el final sería peor si no volvía y por eso estoy aquí. Pensaba que manteniéndome lejos de todos vosotros os protegía, pero los casos de sobredosis existían también en Kansas. No era solo en Sioux falls.
— Entonces... ¿Las sobredosis tienen que ver con gente como vosotros? — dijo en un suspiro como si estuviera intentando que aquello tuviera sentido en su cabeza.
— Sí. Nos buscan a nosotros, pero ahora...puede que estés expuesta a cosas peores y lo siento — dije en un suspiro mayor al suyo.
— Me cuesta un poco entender todo esto yo... no sé qué hacer para ayudar.
— Lo que deberías hacer es marcharte, aunque ahora sepas todo esto sabemos que no se lo dirás a nadie. Estarás mejor lejos de aquí.
— ¿Cómo voy a irme? — dijo molesta —. Ahora se la verdad. Se todo lo que hiciste por mí, para protegerme. No puedo irme sin más.
— No me debes nada Nancy. Al contrario, te lo debo yo a ti y por eso tienes que irte. No puedo dejar que algo de esto te salpique. Nosotros ya estamos metidos hasta el cuello, pero tú no tienes porqué involucrarte.
— Sabes que no voy a hacerlo — repitió manteniéndose firme a su respuesta —. Entiendo que esto es difícil. Incluso yo que no tengo ninguna de esas habilidades lo veo, pero, ¿por qué huir iba a ser la solución? Quiero estar aquí con vosotros, lo digo enserio.
Aparté la mirada, pensando en porqué tenía que ser tan complicado alejarla ahora. Sabía la verdad y se iba a agarrar a eso para no dejarnos atrás.
— Deberías pensarlo Nancy — intervino Ashton, ayudándome —. Madison tiene razón. Esto es muy serio y no me quiero imaginar qué pasaría si alguien se entera de que te hemos involucrado. La gente sin poderes no puede saber que existimos.
Alex no añadió nada. Podía ver en su mirada que no quería que Nancy se fuera. Si se quedaba estaba en peligro, pero si se iba sería un hueco más en nuestro pecho. Ambas opciones eran malas.
— Nadie tiene porque enterarse — insistió ella —. Yo no voy a decirlo, lo sabéis.
— Claro que lo sabemos, pero estamos hablando de tu vida Nancy. No voy a jugar con eso. Hay ciertas normas que estamos sobrepasando con esto y no sé qué haría si te pasara algo por mi culpa — le dije con sinceridad. No quería ni pensar en un final así.
— Pero, ¿qué normas? ¿quién puede decidir sobre vosotros? — inquirió ella.
— Tenemos líderes como los humanos — le aclaré —. Son más fuertes que nosotros y a partir de mañana saldremos a la luz para conseguir su ayuda. Tendrán el control de casi todo lo que hagamos y tenemos que pagar un precio a cambio.
— ¿Qué se supone que habéis hecho mal vosotros? — preguntó confusa.
Suspiré.
No quería reconocer de nuevo que querer a Ashton a mi lado nos estaba llevando a todos directos a la horca.
— Madison y yo no podemos estar juntos por que nuestros poderes son demasiado fuertes. Eso puede provocan el caos si estamos mínimamente cerca asique a partir de mañana... no podremos dejar que nos vean juntos.
Nancy puso la mirada perdida como si algo más hubiera encajado en su cabeza por la respuesta de Ashton.
— ¿Tampoco pueden estar juntos una persona con poderes y una persona... corriente?
— Mientras que el otro no lo sepa si porque no se salta ninguna norma. Muchos lo hacen como tapadera, pero lo dudo. Se acabaría sabiendo el secreto y puede que sea incluso peor que lo que estamos haciendo Madison y yo.
Nancy apartó la mirada mostrándose triste, pero no supe porque esa opción la había afectado. Ashton también se dio cuenta y trató de encontrar la respuesta en Alex. La culpa se reflejaba en sus ojos y cuando miró a Nancy de nuevo lo entendí.
— Joder... — me llevé las manos a la cara y oí como Ashton suspiraba a mi lado.
Había estado más ciega de lo que creía. Alex miraba a Nancy de la misma manera en la que miraba yo a Ashton. Eran más que amigos. Por eso Alex estuvo tan cabreado cuando volví. Que yo me fuera, le había alejado de Nancy. Él no quería que ella se marchara. No la iba a echar de menos como a una amiga. Quería que estuviera allí, tanto como yo quería permanecer junto a Ashton.
— No puedes decirme nada por esto — le dejó claro Alex a Ashton con total seriedad.
— Claro que no puedo decirte nada, ¿crees que soy el más indicado para dar ejemplo sobre lo que hay que hacer y lo que no?
No dije nada. No sabía que decir porque Alex tenía toda la razón. Nosotros estábamos rompiendo la primera norma de todas y no teníamos remordimientos por ello. Ellos no tendrían por qué tenerlos tampoco, pero no podía evitar pensar que la más frágil de todos era Nancy.
— Siento esto Nancy, no quería estropearlo todo... — Alex se pasó una mano por el pelo. Estaba agobiado, buscando una salida y yo debía dársela.
— No puedes venir mañana — dije rápidamente —. No puedes exponerte a que la hagan daño.
No iba a dejar que a él también le tuvieran entre la espada y la pared usando a Nancy para hacerle daño.
— No os voy a dejar de lado. Estuvimos de acuerdo en ir todos.
— ¿Dejarías de verla? — le pregunté sabiendo que la respuesta era un no.
Alex apartó la mirada, como si estuviera cabreado, pero consigo mismo.
Ni si quiera yo estaba dispuesta a dejar de estar con Ashton, no era una opción que me planteara si quiera. Asumiría las consecuencias al igual que él, pero Alex no podía tomar esa decisión por Nancy si ella no conocía el castigo.
— No habléis como si yo no estuviera delante — intervino Nancy —. No puedes obligarme a irme Madison.
— Lo sé y ojalá cambiaras de opinión. Tampoco quiero que te vayas — acabe admitiendo, siendo egoísta una vez más.
Lo había visto todo sobre nosotros y aun así iba a quedarse. Que Alissa hubiera estado a punto de matarla no la importaba. Que yo pudiera crear fuego entre mis manos con solo cabrearme no la echaba para atrás. Ashton podría ser capaz de helarle la sangre si se lo propusiera y eso ni si quiera la espantaba. Acababa de ver los verdaderos ojos de Alex y tampoco se había inmutado. Estaba luchando por quedarse y ninguno se lo íbamos a poder impedir.
— Tenemos que irnos, mi padre no tardará en llegar — nos avisó Alex tras mirar su reloj, seguía evitando mirarnos—. Os llevo. Tengo la camioneta fuera.
Nos levantamos y salimos por la puerta en dirección al garaje. Alex apretó el botón del mando y una camioneta negra se hizo visible bajo la puerta metálica. Al acercarme vi como en el lateral tenía escrita la palabra "POLICIA DE SIOUX FALLS" en letras mayúsculas pintadas en blanco.
— ¿Es de tu padre? — dije sabiendo que era obvio. No estaba muy convencida de subirme al coche de su padre después de lo ocurrido tanto en el juicio como el día que me detuvo en el instituto.
— Se lo que estás pensando, podemos usarlo — respondió Alex como si me hubiera leído la mente.
Durante el camino fuimos en silencio, probablemente atormentándonos cada uno con lo nuestro. Supe que Ashton no dejaba de pensar en lo que pasaría al día siguiente. Si entrar en ese bar era poner el pie directo en la trampa o si realmente nos iba servir de algo. Alex no paraba de mirar a Nancy desde el espejo retrovisor, pero ella tenía la mirada perdida en la ventana. Yo solo quería decirle que lo sentía, por haberla arrastrado a mi vida de aquella manera.
Llegamos a nuestra calle y Alex paró la camioneta unas casas más atrás de la nuestra.
— Vendré a por vosotros mañana — avisó echándome una ojeada por el retrovisor — ¿Sabemos dónde es el sitio?
— Sí, Alissa me explicó cómo es. Podré encontrarlo.
— ¿La avisarás? — preguntó Alex girándose del todo hacia mí.
Negué con la cabeza.
— No después de lo que ha querido hacerle a Nancy — le garanticé.
El primer peligro que tenía que eliminar de su camino era cualquier persona que quisiera hacerla daño, aunque no podría cumplirlo del todo porque eso me incluía a mí también.
Ashton se bajó del coche y antes de hacerlo yo agarré el brazo de Nancy llamando su atención. Se giró, con los ojos llorosos y me abrazó con uno de sus brazos manteniendo el otro sobre el asiento.
— ¿Tenéis que ir mañana? — me preguntó en un susurro.
— Necesitamos respuestas, espero que valga la pena — dije intentando que no se me contagiaran sus lágrimas.
Me separé de ella y retiré una de sus lágrimas que comenzaba a caer por su mejilla.
— Pase lo que pase estaremos contigo — le aseguré.
Ella asintió con media sonrisa intentando no derramar más lágrimas, pero lo que quedaba de día iba a ser extraño para ella. Me bajé del coche y Ashton y yo nos quedamos de pie observando como continuaban el recorrido por la calle. Sabía que Alex iba a cuidar de ella. Tendrían mucho de lo que hablar, pero al menos Nancy ya conocía lo principal.
— ¿Te preocupa Nancy? — preguntó Ashton observando mi expresión mientras caminábamos hacia casa.
Estaba claro que se me veía en la cara la lucha interna que estaba teniendo por ver qué era lo mejor para ella. Ya no sabía distinguir cual era la opción correcta. No podía decidirlo por ella. Sabía la verdad y no se iba a apartar y menos teniendo en cuenta que Alex era importante para ella.
— Va a acabar mal — comencé a decir notando un nudo en la garganta —. No sé si será el haber involucrado a Nancy en esto o que sé que Stephen acabará sabiendo lo que somos... es una sensación extraña que me revuelve el estómago.
Entramos en casa y sentí una liberación al ver que no había nadie. Todo estaba apagado y en calma. Al cerrar la puerta, vimos una nota pegada en ella.
— Lena no vendrá hasta la madrugada — dijo Ashton tras alcanzarla.
— Estará ocupada intoxicando a sus pacientes — una parte de mi quería creer que era mentira, pero cada día creía más en que así era.
— Puede que entonces tengamos que aprovechar lo que tenemos ahora. Tal vez mañana no nos separe salir a la luz si no algo peor. Yo tampoco he parado de preocuparme por todo y por todos y siento que no he disfrutado lo único bueno que han tenido estos días. Tú — dijo retomando la conversación.
Le sonreí. Siempre me veía como lo bueno en su día a día. Conseguía cambiar la perspectiva de todo lo malo cada vez que hablaba de mi con esa necesidad de tenerme cerca. Habíamos estado tan centrados en todo lo que nos rodeaba que no nos habíamos fijado en que nos teníamos el uno al otro.
Me apoyé sobre la puerta, sintiendo que estábamos a un paso de la derrota, pero aún no lo quería asumir. No sabiendo que aún le tenía junto a mí.
Ashton se acercó a mí acortando un poco más el espacio que nos separaba. Subí mi mirada hacia sus ojos viendo como estaban sumergiéndose en los míos y sus pupilas agrandándose poco a poco.
— Si esta va a ser nuestra última noche juntos, no quiero separarme de ti — susurró de forma suave, apenas rompiendo el silencio que nos rodeaba.
Agarró mis manos para acariciar mis nudillos consiguiendo relajarme con su tacto y borrarme todas aquellas malas ideas. Si algo salía mal, lucharíamos hasta el final por cambiarlo. Por estar juntos de nuevo.
— Yo tampoco — respondí en un susurró.
Continué mirándole. Sin ser capaz de hacer otra cosa que no fuera centrarme en el color rosado de sus labios, en las pecas que alcanzaban desde sus mejillas hasta su nariz y en cómo sus pupilas dilatadas me tenían atrapada.
— Me encanta cuando me miras así — susurró con una sonrisa analizando mi mirada.
— No se mirarte de otra forma — reconocí perdiéndome más en sus ojos.
Subió sus manos hasta mi rostro, sabiendo que eso me derretía como el hielo bajo el sol. Hacía que cambiaran las tornas entre nosotros y yo pasara a ser el frío y él el calor que me manejaba por completo. Decidía cuando comenzar a derretirme y no podía esperar más a ello. Quería derretirme en sus manos.
Me lancé a sus labios y él me respondió el beso, presionándome contra sus labios al instante. Su boca seguía teniendo ese aroma tan fresco de las otras veces. Nada había cambiado. Quería tocarle con la misma facilidad que lo hacia él conmigo, pero el miedo a hacerle daño siempre estaba presente en mí. Quería poder acariciarle sin que nada pasara, pero no me sentía dueña de mi cuerpo. No le toqué, bajé los brazos mientras sus manos sostenían mi rostro y sus labios se mantenían sobre los míos.
— Madison — susurró pronunciando las palabras directamente sobre mi boca.
— Dime — susurré.
— No te contengas, no conmigo.
Su voz tenía un tono de súplica tan intenso que me deshizo en cuestión de segundos. Como la primera vez, me atreví a tocar su nuca primero comprobando que tenía el fuego bajo control. Sonrió y me pegó más a él al ver que me sentía segura. Aunque sabía que probablemente ni con mis manos en llamas Ashton se apartaría.
Deslicé mis manos hasta que las introduje en su pelo. Una de las suyas bajó por mi mejilla pasando por mi cuello mientras erizaba todo mi vello a su paso. Su tacto frio estaba consiguiendo derretirme y prenderme fuego a la vez y él lo sabía. Sabía perfectamente el efecto que provocaba en mí y como yo no iba a luchar contra ello.
Su mano continuó bajando hasta que la posó detrás de mí, agarrando mi cintura con fuerza para pegarme más a él. Su boca me besaba con necesidad, haciendo que sintiera que la última vez que pudimos estar así de juntos fue demasiado tiempo atrás. Todo él intentaba acortar una distancia que apenas se podía medir ya. Yo también quería. Quería acortar más el espacio que nos separaba.
Necesitaba más.
Cuando quise darme cuenta estábamos pisando el suelo de la cocina. La parte baja de mi espalda tocó la encimera y en un pequeño impulso Ashton me levantó y me subió a ella. Se colocó entre mis piernas y sin ni si quiera procesarlo se me escapó un pequeño gemido sobre su boca. Atrapó mi labio inferior como respuesta y la mía fue gemir de nuevo.
Los besos subieron de intensidad al igual que la temperatura. Por primera vez en mucho tiempo tenía calor. Era un calor que provenía de mi interior y que se me estaba pegando a cada parte de mi cuerpo. Él lo estaba notando. Era evidente. No era un calor que pudiera quemarle, pero si continuábamos así me iba a acabar quemando a mí.
De repente su tacto se tornó más frío y pensé que era por mí. Estaba en un punto en el que podía empezar a arder. Cuando abrí los ojos, los suyos brillaban y me seguían comiendo con la misma intensidad de antes. Puede que incluso más porque sus pupilas estaban agrandándose, recorriéndome de arriba abajo.
— Madison... — susurró de nuevo con el aliento entrecortado.
No sabía qué me iba a pedir, pero si lo hacía con el mismo tono de antes no iba a poder decirle que no. No había ni unos centímetros de distancia entre nuestros rostros. Cada vez que las palabras salían de sus labios casi podía saborearlos de nuevo.
— ¿Qué ocurre? — dije casi sin reconocer mi voz. Era más grave que de costumbre y las palabras parecían atascarse en mi garganta.
Mis hombros empezaron a subir y a bajar a la espera de su respuesta. Sus labios estaban a escasos milímetros de los míos y se los humedeció antes de hablar.
— No creo que pueda mantener mi promesa — soltó rozando mis labios una vez más —. No quiero mantenerme alejado de ti. Me mata solo pensarlo.
Esa realidad no me golpeó en la manera en la que debería de haberlo hecho. Yo nunca había querido separarme de él. Ni si quiera cuando fui consciente de que para sobrevivir debía hacerlo. Nunca fui de seguir las reglas y menos en ese momento. Cuando se trataba de él, era débil.
— No lo hagamos. No te alejes Ashton — esa vez la que tenía el tono de súplica en su voz era yo.
Me rodeó con sus brazos y rozando sus labios con los míos, habló.
— Si todas las malas decisiones llevan a algún lugar y esta es una de ellas... no me podría gustar más a donde me está llevando Madison.
Asumir las consecuencias juntos parecía hacerlo más fácil. En ese momento lo era. Teniéndole frente a mí, sin querer separarme de él me di cuenta. Si algún día no le tenía conmigo, iba a doler como no me había dolido nada antes.
Volvió a besarme mientras sus manos tiraban de mi para levantarme de la encimera. Me colocó entre sus caderas y me aferré a él. Posó las manos bajo mis muslos para sujetarme y comenzó a caminar hacia las escaleras.
Una vez arriba presionó el manillar de la puerta de su habitación y la empujó con la espalda para entrar. Me dejó sobre la cama, sin separarse de mi ni un centímetro. Seguía besándome como si quisiera sacar hasta el último ápice de mi. Cada beso me dejaba con más ganas del siguiente y ese, de otro más.
Sus manos buscaron un hueco entre mi blusa y empezaron a deslizarse por la piel de mi estómago. Su tacto frío me provocó un escalofrío que recorrió toda mi espalda. Él lo notó y sonrió sobre mi boca.
El ambiente era cálido, casi abrasador, pero se trataba solo de mí. Estaba en llamas y por una vez no era en el sentido literal de la palabra.
Agarré su rostro entre mis manos, besando sus labios infinidad de veces. Comenzó a desabrochar los botones de mi blusa. Sus nudillos rozaban mi piel en cada movimiento y mi piel reaccionaba como una brasa cada vez que ocurría. Él también lo notaba. Estaba a punto de arder.
Mis jadeos aumentaban con cada botón que desabrochaba, siendo como una tortura al ver que aún quedaba uno tras el anterior. La necesidad se reflejó también en sus ojos y gruño sobre mis labios. La incontable fila de botones se hizo interminable y acabó arrancando los últimos de un tirón abriendo la blusa por completo.
Recorrió la piel de mi torso con su mano. De arriba abajo observando con deleite la reacción de mi piel a él. Se me erizaba el vello de todo el cuerpo con su simple roce y pude ver en sus ojos como adoraba que esa fuera mi respuesta. Ni si quiera me hacía falta hablar cuando se trataba de él.
Tiró al suelo la blusa y se incorporó para deshacerse de su camiseta. Su torso se movía con rapidez, tenía la respiración acelerada y las pupilas más dilatadas que jamás hubiera visto. Se acercó a mí de nuevo para ir directamente a mi cuello dejando besos húmedos. Cada uno de ellos me mataba un poco más y no me veía capaz de rogarle por más. Si hubiera abierto la boca habría salido puro fuego de ella.
Continuó bajando por mi clavícula hasta llegar a mi torso y detenerse después en mi cintura baja. Me quitó los pantalones casi sin esfuerzo y ya me sentía al borde del precipicio. Esa vez quería saltar sin ni si quiera saber si llevaba paracaídas.
Se recostó sobre mí y sin dejar espacio entre nuestras bocas desabroché su pantalón. Sacó una sonrisa por aquello, pero no era una sonrisa que hubiera visto antes. Estaba nervioso e inquieto. Me comía con los ojos y yo solo deseaba que lo hiciera de verdad. No quería que parara.
Alcanzó la mesa de su izquierda y sacó algo de un cajón. No me hizo falta verlo para saber que era. Iba a ocurrir y no me imaginaba algo que deseara más en ese momento que a él.
— ¿Estás segura de esto?
Asentí. Lo estaba. De lo que dudaba era de mí, de mi capacidad para mantener el fuego a raya.
— ¿Crees que podré controlarlo?
El miedo se notaba demasiado en mi voz.
— No hay fuerza que me pueda hacer querer irme de esta habitación Madison — me besó de nuevo, arrastrando ese miedo con sus labios —. El fuego no será una de ellas.
Asentí, queriendo creerme sus palabras porque necesitaba que fuera cierto. Quería poder controlarlo.
Llevó la mano a mi ropa interior y comenzó a bajarla lentamente convirtiéndolo en una tortura peor que los botones de la blusa. La deslizó por mis muslos hasta hacer que saliera de mis piernas. Después subió la mano por una de ellas, acariciando mi piel hasta que se detuvo en mis caderas. Bajó la vista por unos segundos y ahí fue cuando me di cuenta. Estaba totalmente expuesta a sus ojos.
Sus iris saltaron en destellos y sus pupilas seguían tan dilatadas que casi se iban a apoderar de todo el color de sus ojos. Se relamió los labios observándome una vez más, dejando pequeños besos alrededor de la piel de mi torso. Subió por mi cuello hasta que se detuvo bajo mi mandíbula.
— Madison... — susurró una tercera vez, pero había algo diferente en su voz. Era más grave y se había dado cuenta de lo que provocaba en mí que pronunciara mi nombre de esa manera. Con esa súplica y ese deseo que me dejaban a su total merced. Gimoteé a modo de respuesta. No había mucho más que pudiera decir —. Esto no puede ser el mal camino. No puede ser que lo sea si lo deseo tanto Madison... te deseo tanto que no puede ser malo. No esto. No tú. No nosotros.
Volvió a mis labios y no fui capaz de darle una respuesta. Yo tampoco quería creer que estábamos haciendo algo mal. No podía ser así.
Me pegó más a su cuerpo eliminando la última capa de aire que nos separaba. Se centró en mis ojos, comprobando que todo fuera bien. Nunca antes me había sentido mejor. En ese instante se creó una conexión entre nosotros que no sabía que necesitaba hasta ese momento. Era totalmente diferente a lo que alguna vez hubiera experimentado.
El fuego parecía surgir en ambos, pero no era el fuego real. Era lo que nos hacíamos sentir el uno al otro. Algo intenso e inexplicable. Pasó de mis labios a mi cuello de nuevo mientras agarraba mis caderas con una de sus manos y con la otra buscó las mías entre las sábanas.
Estaba a su total merced y nunca me había sentido tan bien siendo totalmente vulnerable ante alguien. El calor subió y por un instante tuve miedo de que el fuego saliera. Aparté las manos de él, pero no quiso que lo hiciera.
— Tócame, sé que no vas a hacerme daño — me pidió con la voz contenida en un jadeo.
Me pegó de nuevo a él y no pude contener un gemido. Volvió a mi boca, mordiendo mis labios entre cada beso llevándome al extremo. Puse mis manos sobre su espalda, recorriéndola de arriba abajo mientras notaba las gotas de sudor bajar por su pecho mezclándose con la humedad de mi piel.
Su pelo caía sobre su frente cubriendo parte de su cara, pero no ocultaban la expresión de su rostro. Estaba concentrado en mi totalmente como si no existiera nada más y para mí no existía nada más que él. No podía contenerme más. Quería sentir el máximo de él. Esa adrenalina activó mis ojos al sentir que había llegado al límite del precipicio y estaba a un paso de saltar.
Y salté.
Sus ojos se iluminaron al igual que los míos y todas las sensaciones se acentuaron. El roce de sus labios, el contacto con su piel, su respiración mezclada con la mía. Todo llegó al extremo y él conmigo. La habitación de llenó de jadeos, pero lo único que conseguía oír con claridad eran los latidos de mi corazón golpeando contra mi pecho sin descanso. También escuché los suyos a medida que se acercó de nuevo para dejar un último beso en mis labios.
Se tumbó junto a mí y me acercó a él mientras nuestras respiraciones trataban de volver a la normalidad. Pegada a su pecho, el latido de su corazón se sincronizó con el mío. Poco a poco su respiración se fue relajando y me di cuenta de que se estaba quedando dormido.
Estaba en paz y quería alargar ese momento al máximo. Observé cada parte de su rostro intentando grabar los detalles en mi mente una vez más. Sus incontables pecas, sus pómulos marcados, su fina nariz y sus labios entreabiertos.
Ashton tenía razón.
Si aquello era una mala decisión, no había mejor manera de cometerla que con él.
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