CAPÍTULO 14: FUEGO Y HIELO

Madison

El motor del del autobús dejó de vibrar bajo mis pies haciendo que me despertara. Tenía un dolor de cabeza bastante fuerte, pero no podíamos quedarnos ahí eternamente. El sol había bajado totalmente dejándonos con la iluminación de un par de farolas tenues y la Luna que se ocultaba tras la estación.

— Alissa, ya hemos llegado — dije intentando despertarla —. Vámonos.

Alissa se despertó al momento asintiendo a mis palabras. Nos levantamos y comprobamos que ya no había pasajeros, solo quedábamos nosotras y el conductor que estaba esperando en tensión a que bajáramos. En cuanto pusimos los pies en la acera el conductor arrancó de nuevo y lo perdimos de vista al final de la estación.

— ¿A cuánto está tu casa de aquí? — preguntó mientras echaba un vistazo a nuestro alrededor para comprobar que no había nadie.

— Quince minutos.

— Vamos — dijo antes de comenzar a correr.

Sentía una adrenalina en mi cuerpo que no estaba relacionada con el fuego. Tenía miedo, pero estaba eufórica por llegar a casa. Era la primera vez en semanas que tenía esperanzas de que algo cambiara. Iba a ver a Ashton. Por fin iba a verle y podría explicarme. La situación sería un poco mejor cuando estuviera a su lado. Podría protegerle. A él y a todos.

Alissa se paró unas manzanas antes de llegar a casa haciendo que también me detuviera.

— Espera, ¿a dónde vas? — dije intentando pararla al ver que se dirigía a una de las casas de esa calle.

— Yo también tengo cosas que resolver — retrocedió unos pasos y se acercó a mi —. Nos vemos mañana en clase. Tenemos que mantener la normalidad.

— No sé si podré volver a la normalidad mañana y hacer como si nada hubiera pasado...

— Tienes que hacerlo, solo así protegerás a los que te importan.

Vi a Alissa marcharse y desaparecer tras la puerta de aquella casa y continué mi camino a toda prisa pensando en cómo conseguiría volver a la normalidad después de contarle toda la verdad a Ashton.

Al llegar, las luces estaban completamente apagadas. El corazón me rompía el pecho con más fuerza a cada paso que me acercaba a la entrada. Estaba rozando con la punta de los dedos lo que llevaba ansiando desde el mismo instante que puse mis pies fuera de esa casa.

Volver.

Me acerqué a la puerta esperando que estuviera cerrada pero el manillar se abrió cuando lo presioné. No eran horas como para que la puerta estuviera abierta y aquello saltó mis alarmas. No quise hacer ningún ruido por si hubiera alguien realmente dentro, aunque eso significara que llegaba demasiado tarde.

El interior estaba intacto, con ese olor dulce al suavizante que Lena usaba. Nada fuera de lo normal. Inspeccioné el salón aún sin encender las luces y todo estaba perfectamente colocado. Lo único fuera de lo normal era que el televisor estaba encendido y a bajo volumen, pero nadie estaba en el salón.

— ¿Entonces que hace la puerta abierta? — dije para mí misma en un susurro.

— Lena la deja abierta todas las noches — respondió una voz familiar desde la oscuridad de la cocina.

— ¿Ashton? —pregunté sintiendo mi corazón golpear con fuerza.

— La deja abierta por si volvías. Yo le dije que era una pérdida de tiempo — continuó la voz mientras se acercaba más y pude ver el rostro de Ashton salir de entre las sombras.

Tenía una expresión neutra, casi de enfado. Sostenía un vaso de cristal entre sus manos al que le daba vueltas sin apartar la mirada de él.

— Tengo que hablar contigo — dije acercándome a él.

Retrocedió y sentí un pequeño desgarro en el pecho por esa respuesta, aunque no era nada que no esperara.

— No tenemos nada que hablar — dijo impasible sin si quiera mantenerme la mirada.

— Es importante — insistí.

Me aproximé un poco más distinguiendo sus facciones con mayor claridad y observé que tenía varios cortes y un moratón en su pómulo derecho.

— ¿Ashton que te ha pasado? — dije intentando acercarme más, pero seguía sin permitírmelo.

— No hagas eso — apartó la mirada de mí de nuevo.

— ¿Hacer el qué?

— Hacer como que te importa.

— Si que me importas.

— ¿Por eso te largaste?

Ashton estaba dolido, pero sobre todo cabreado. Sus palabras eran cortantes como cuchillos y me lo merecía. Les había dejado sin explicaciones.

— Tenía que hacerlo, solo hubiera empeo...

— Empeorado las cosas, ¿no? — dijo acabando mi frase —. Si, lo sé. Lo leí en tu estúpida carta.

— Me dijiste que querías explicarte. Yo quiero hacer lo mismo por favor.

— Ya has tenido muchas oportunidades para explicarte y no aprovechaste ninguna.

— Pero... — dije comenzando a sentir las lágrimas salir — dijiste que me necesitabas.

— Eso fue hace más de veinte días y veo que el sentimiento no era mutuo — avanzó sus pasos y pasó por mi lado dirigiéndose al salón.

— Ashton por favor — le pedí con la voz a punto de romper en lágrimas—. Me fui porque creía que todos estabais en peligro por mi culpa. No quería irme y ahora sé que tenía que estar aquí si no quería que nadie os hiciera nada malo. Ahora puedo explicártelo.

— Deja de contarme historias Madison.

— No son historias Ashton — comencé a a llorar al ver que no me creía ni tenía intención de hacerlo.

— Suena a que te fuiste por ti misma como siempre. No estabas a gusto y decidiste marcharte. Punto y final. Asique ya puedes marcharte nuevo.

Ashton dejó el vaso sobre la mesa y cogió el mando con brusquedad para apagar la televisión, pero se detuvo. Vi como observaba la pantalla y al ver su reacción supe lo qué estaban retransmitiendo. Era el canal de las noticias.

"Buenas noches, les informa Katherine Walker desde la NBC. Nos encontramos en Kansas, donde ha tenido lugar un fatídico suceso en el centro de protección de menores Mrs. White. Hoy por la tarde un incendió ha consumido la planta baja del edificio. A estas horas los bomberos han conseguido extinguir las llamas y la policía está investigando la causa del incendio, pero todo apunta a un cortocircuito en la antigua instalación eléctrica del edificio. No se ha tenido que lamentar ninguna muerte por parte de los menores que residían en el centro ya que la estructura ha aguantado lo suficiente para que los bomberos pudieran sacarlos sanos y salvos. Por desgracia no se ha encontrado a la actual dueña del centro Helen White por lo que la policía sospecha que ha podido ser víctima del incendio. Les mantendremos informados".

Me rompí de nuevo viendo la cara de Helen en el televisor. No la habían encontrado y nunca lo harían porque había pasado a convertirse en polvo. Ashton giró su cabeza en mi dirección, viendo de forma clara mi apariencia por la luz que despedía la televisión. Las cenizas seguían adheridas a mí y probablemente entre ellas también estaban los últimos restos de Helen. El color negruzco de mi piel le avisó de que yo había estado allí cuando el incendió ocurrió.

La expresión en su rostro era indescifrable. Me daba miedo lo que pasara por su cabeza en ese momento por si creía que yo fui la que provoco el fuego ya que, aunque así era, esa no fue la causa de la muerte de Helen. Había mucho más por detrás de lo que él creía.

— ¿Helen a muerto? — preguntó con la voz temblorosa.

— La han asesinado — dije entre sollozos enterrando mi rostro entre mis manos —. Es lo que intentaba decirte. Bajé la guardia y ella pagó el precio.

Me dolía el pecho, era un dolor que ya había experimentado una vez y que creía que no volvería. Fue como la muerte de mis padres y había acabado de igual manera, con ella convertida en cenizas. El fuego estaba rompiéndome para salir una vez más y no iba a permitirle tomar el control.

Me aparté de Ashton y subí las escaleras intentando evitar un mal mayor. No quería herirle y el calor ya me estaba rasgando desde dentro deseando hacerse paso hasta la luz.

— Madison, ¡espera!

Ashton me alcanzó a mitad de la escalera. Me agarró del brazo y en un intento de que no se abrasara le agarré de la muñeca para apartar su mano, pero no cambié el resultado. El calor fluyó por mi piel rápidamente. Pude sentir como se extendía de mi piel a la suya quemándola bajo mis dedos.

Ashton retrocedió y cayó por los escalones hasta el suelo. Observé mis manos por un instante contemplando el calor ardiente que desprendían. Mis ojos se habían despertado mostrando su brillo haciéndome ver todo a mi alrededor en aquella escala de colores fríos. Bajé los escalones a toda velocidad y me puse a su lado. Estaba boca abajo retorciéndose sobre el suelo, pero no podía tocarle. No podía volver a tocarle mientras mis manos siguieran al rojo vivo.

— Dios mío Ashton, lo siento, lo siento, lo siento — dije conteniéndome a tocarle sin posibilidad de detener las lágrimas —. Por favor dime algo — le pedí desesperada al ver que no contestaba.

— Lo siento... — susurró con la voz jadeante.

— ¿Qué? — pregunté desconcertada en un hilo de voz.

Intenté ver su rostro. Vería mis ojos, pero ya no me importaba. Le había hecho daño y necesitaba saber si estaba bien, aunque sabía que no lo estaba.

Ashton se giró y vi como su piel se tornó oscura y fría ante mis ojos, como si no hubiera ningún rastro de calor en él menos en su muñeca que estaba enrojecida y tenía la marca de cada uno de mis dedos alrededor. Levantó la mirada del suelo, anclando sus ojos a los míos de manera temblorosa.

Me quedé bloqueada.

Sus ojos habían cambiado completamente. Mostraban una luz fuerte en el azul más bello y cegador que había visto jamás. Me quedé sin palabras. Sin ser capaz de apartar la vista de sus ojos, pero era de esperar. Siempre había adorado sus ojos y esa vez no era una excepción.

— Lo siento — volvió a repetir con la voz temblorosa como si estuviera a punto de llorar dirigiendo su mirada hacia mi brazo.

Seguí su mirada hasta mi brazo y vi unas marcas en él.

No tenía sentido, ¿qué era eso?

Parecían marcas de dedos, fijándose de forma violácea sobre mi piel, pero ni si quiera sentía dolor en esa zona. Volví a mirarle y por la culpabilidad de su mirada comprendí que era. Había sido él. Esa marca era suya y ni si quiera sabía cómo había ocurrido.

— No lo he sentido — dije con sinceridad al notar el tono de su voz —. Probablemente yo te he hecho más daño — dirige la mirada a su muñeca queriendo tocarle, pero aún era muy pronto, mis ojos seguían activos.

— Llevo mucho sin sentir nada, me duelen más los moratones de la cara — parecía que lo decía en broma, pero algo en el tono de su voz me decía que era verdad, aunque me resultaba imposible que no le doliera lo más mínimo.

Ashton cerró los parpados con fuerza dejando escapar un par de lágrimas más. Respiró hondo como si tratara de relajarse y a los pocos segundos abrió los ojos dejando el brillo atrás. Me hubiera gustado poder hacer lo mismo y así deshacerme del fuego, pero no podía. Me observó con detenimiento bajo un silencio casi completo en el que solo se oía el bajo volumen del televisor de fondo. Acercó su mano a mi, pero no le dejé llegar a rozarme.

— No puedo controlarlo — le dije en un susurro con la voz rota —. No deberías tocarme.

— Respira hondo — me pidió acercándose a mí de nuevo, sin tener el más mínimo miedo de mí. Como si no le importara el hecho de que acabara de hacerle daño.

Llené mis pulmones de aire frío y el fuego se fue marchando poco a poco, pero mis ojos siempre eran los últimos en apagarse. Seguía viéndole en una paleta de azules profundos y oscuros que me confirmaba que no era como el resto de personas, pero yo tampoco lo era.

No podía sobrepasar el límite, pero necesitaba tenerle cerca y comprender que estaba ocurriendo. Vio que mis ojos se apagaron y entonces acercó sus manos a mis mejillas para arrastrar las lágrimas impregnadas en polvo.

— Ahora todo tiene sentido... — susurró acariciando mis mejillas —. Perdóname por ser un capullo...

— Hiciste lo que tenías que hacer — susurré de igual manera, sin ser capaz de apartar la vista de él. Había ansiado demasiado el momento de volver a verle —. Tenía miedo de haber llegado demasiado tarde.

— Estoy bien, ahora estoy bien — reconoció calmado, indagando aún más en mis ojos como si tratara de ver más allá de ellos.

Quería entender que era él exactamente, pero no era lo importante en ese momento. Para mi seguía siendo Ashton y por cómo me miraba esperaba que yo para él siguiera siendo Madison. La misma Madison con mil problemas y ninguna solución, pero esa noche Ashton cambió un factor de la ecuación. La x que no conseguía despejar. Me había obsesionado con que la gente supiera la verdad sobre mi cuando ni si quiera era consciente de todo lo que me rodeaba. Y el primer paso estaba ahí, en conocer toda la verdad para saber cómo hacerle frente.

— ¿Quién te ha hecho esto? — pregunté con la voz quebrada refiriéndome a todos los cortes y al moratón de su mejilla.

— Fue Connor... me peleé con él porque no paraba de provocarme hablando de ti y... no quería hacerle daño asique solo podía dejarme pegar. Puedo contenerme bastante, pero tengo un límite y él estuvo a punto de pasarlo... — bajó sus manos de mi rostro hasta mi brazo rozando ligeramente la marca que habían dejado sus dedos.

— Si no me hubiera marchado nada de esto habría pasado... han sido semanas perdidas creyendo que os protegía a todos y solo iba dejando migas de pan para que me encontraran y llegaran a vosotros también...

Ashton repasó mi expresión en silencio y después habló en un susurro.

— ¿Quién te está siguiendo?

Antes de ser capaz de responder. Una puerta chirrió en la planta superior alterando mi pulso de nuevo. Habíamos hecho demasiado ruido como para que alguien nos oyera.

— ¿Ashton? ¿Qué haces despierto a estas horas? ¿Con quién estás? — la voz somnolienta de Lena surgió de la planta de arriba aún en la oscuridad.

Ashton me ayudó a levantarme y nos paramos de pie esperando la entrada de Lena. No quería ver su reacción porque seguramente me echaría de su casa y no tendría oportunidad de explicarme, pero tenía que hablar con ella y enfrentarme a lo que tuviera que decirme.

— ¿Madison? — dijo frotándose los ojos como si creyera que aún seguía dormida, aunque era comprensible, se suponía que no iba a volver jamás.

— Hola Lena — respondí haciéndola ver que no eran alucinaciones suyas.

— Por dios, pensaba que no te volveríamos a ver — se aproximó a nosotros y retrocedí instintivamente — ¿Qué te ha pasado? ¿Qué es todo este polvo?

Ashton me agarró del brazo y me puso detrás de él como si quisiera protegerme de ella, pero sabía que era al revés y que lo hacía para evitar que la tocara. Quería protegerme de mis misma evitando más estímulos de los necesarios.

— Está muy cansada, debería irse a dormir — respondió Ashton.

— No Ashton, tengo que darla una explicación — no podía esperar que me dejara quedarme esa noche y al día siguiente aparentar que no había pasado nada como hacíamos siempre.

Ashton me miró a los ojos y yo asentí para confirmarle que estaba bien. Necesitaba afrontar las consecuencias de haberme marchado. No podía darle la respuesta verdadera a Lena, pero si sabía que era lo que ella quería oír.

— Me fui porque no estaba a gusto aquí — mentí, pero por alguna parte tenía que empezar —. No quería que nadie se preocupara por mí asique decidí marcharme de vuelta con... con la Sra. White — respiré hondo intentando no romper en lágrimas de nuevo —. En el orfanato estaba bien, pero acabé echando de menos este lugar asique decidí volver... Pero no fue antes de que el orfanato saliera ardiendo... por eso voy cubierta de cenizas, vengo directa de allí. Siento lo que he hecho y que hayáis estado preocupados por mi todo el tiempo.

— ¿Están todos bien? — preguntó Lena llevándose las manos a la boca.

— Si, los niños están bien. Os habría avisado de que venía, pero perdí el teléfono en el incendio...

Al terminar mis palabras otra figura apareció al inició de las escaleras poniéndose detrás de Lena. Era Stephen, con una mueca que no estaba acostumbrada a ver en él. Había estado escuchando y parecía relajado y convencido por mis palabras. Lena estaba conmovida pero no me lo merecía. Estar en un incendio no te hace la víctima si tú misma lo has provocado.

Stephen respiró hondo y bajó unos escalones más acercándose a mí. Ashton tensó los brazos a medida que él se acercaba y supe que en ese momento me mantenía detrás de él por miedo a Stephen. La relación entre ellos no había cambiado lo más mínimo.

— Bueno, entonces creo que volvemos a ser una familia de cuatro — dijo sin tener que aparentar que estaba relajado. Realmente lo estaba y no había necesitado levantar los puños al aire cabreado.

No me creía que fueran a ser tan indulgentes conmigo, pero nada en el comportamiento de ellos dos seguía un patrón. Lena estaba enviándome una gran sonrisa desde la escalera, contenta por que estuviera de vuelta y parecía que eso también hacía feliz a Stephen. Puede que la relación entre ellos si hubiera cambiado y eso mejoraría las cosas para todos de ese momento en adelante.

— Gracias — dije teniendo la necesidad de agradecérselo ya que poca gente podía aguantar mi comportamiento y ellos no estaban obligados a ello.

— Tendremos que firmar los papeles de nuevo entonces — dijo Lena acercándose a nosotros también.

— No creo que eso haga falta ya... todo se habrá quemado, no quedará ningún registro mío. De todas formas, solo es válido hasta que tenga los dieciocho... ya no tenéis obligación de acogerme si no queréis — les recordé.

— ¿Cuándo cumples los dieciocho? — me preguntó Ashton.

Miré el reloj de la entrada y vi que quedaba apenas una hora para las doce en punto.

— En una hora — le respondí curvando una pequeña sonrisa.

— Claro que te quedarás con nosotros Madison, esta también es tu casa — Lena no podía ocultar su entusiasmo por mi vuelta y de verdad lo agradecía. A pesar de fallarles seguían con los brazos abiertos.

Como Helen solía hacer.

— Será mejor que todos nos vayamos a dormir — sugirió Stephen mientras pasaba su brazo por los hombros de Lena estrechándola contra él.

Ashton apagó el televisor evitando que saliera alguna otra información del incendio, pero sabía que mañana estaría en todos los periódicos y televisiones del país. Un incendio que podría haber matado a más de cien niños no iba a pasar desapercibido para las cadenas de televisión y más cuando se descubriera que la directora había muerto en él.

Lena y Stephen subieron juntos a la habitación y nosotros les seguimos. El lenguaje corporal que tenían entre ellos era diferente. Ya no se evitaban ni se alejaban el uno del otro y puede que eso fuera bueno, aunque me extrañara verlo. Se metieron en su habitación y yo me paré en el pasillo con Ashton, aun sintiendo como sus ojos me atravesaban.

— Voy a darme una ducha — dije parándome frente a la puerta.

— Claro, te espero en la habitación.

— Necesito algo de ropa para dormir. Todo lo tenía allí...

— Ahora te llevo algo — respondió con una sonrisa.

Saqué otra sonrisa, sintiendo que nos veíamos de diferente manera el uno al otro, pero seguíamos siendo los mismos. Necesitaba que eso no cambiara. Que nos siguiéramos viendo de la misma manera. Esas semanas me habían servido para darme cuenta de todo lo que le echaba de menos y ese sentimiento no había cambiado. Solo se había hecho más intenso por la espera.

Me metí en el baño y tiré la ropa al cubo de la basura directamente. Probablemente no podría usarla de nuevo ni lavándola mil veces y tampoco quería que me recordara ese día al ponérmela de nuevo.

El agua me cayó sobre la zona violácea de mi brazo y fue entonces cuando noté molestia. La piel estaba totalmente irritada pero no era nada que no pudiera soportar. El roce con el agua solo hacía que estuviera más sensible y la sensación fuera más notable. Mirarla me ocasionaba una sensación extraña. Por alguna razón sentía felicidad, era la prueba de que no estaba sola. La prueba de que Ashton estaba conmigo y compartíamos más en común de lo que alguna vez hubiéramos llegado a pensar.

Salí de la ducha y un conjunto de prendas estaba colocado sobre el lavabo. Tenían un tacto suave y cálido y el dulce perfume de Ashton en ellas. Tras vestirme salí al pasillo y fui a su puerta. La abrí despacio encontrándole dentro mirando por la ventana y apoyado sobre el escritorio. Su piel se volvió aún más pálida pero resplandeciente con el reflejo de la Luna sobre él. Al oírme entrar se giró. Parecía nervioso, pero a la vez calmado. Como si ya no tuviera preocupaciones y a mí me ocurría lo mismo. Quería respuestas, pero también debía darlas y ambos estábamos nerviosos por ello.

— ¿Te encuentras mejor?

— Si, estoy más relajada — dije acercándome a él mientras abría sus brazos para rodearme —. Estoy mejor — susurré.

Ashton respiró hondo estrechándome contra él y por primera vez en mucho tiempo me sentí en casa de nuevo. Sintiéndome protegida como si él fuera a librarme de todos los males. Todo cambiaba a mejor junto a él.

— Tengo que vendarte el brazo — susurró deshaciendo sus brazos.

— Estoy bien, eres tú quien debería curárselo.

— ¿También me vas a debatir esto? — preguntó con risa suave y al ver que no cedía continuó —. Lo haremos los dos, ¿vale?

— Esta bien — accedí.

Cogió unas vendas y pomadas y caminó hasta la cama indicándome que me sentara junto a él.

— Supongo que no tendrás ganas de hablar... es bastante tarde y habrás tenido un día complicado... — dijo comenzando a desenrollar la venda.

— Por eso necesito hablar contigo, ahora. No quiero esperar a mañana.

Levantó la cabeza y asintió. Cogió mi brazo y comenzó a curarlo, pero apenas sentía dolor cuando lo rozaba. Seguía viendo la culpabilidad en su rostro, pero no era más responsable que yo.

— ¿Me contarás porque te marchaste? — levantó la mirada y con ojos tristes habló —. Creí que... creí que hice algo mal.

Negué de inmediato.

— No hiciste nada mal, nada.

— No supe que creer Madison, yo...

— Fue por algo que encontré en el hospital — solté. Ashton me observó con detenimiento, ansioso porque continuara —. Lo que te contó Nancy fue cierto. Fui con ella el día antes de irme, necesitaba respuestas sobre los casos de sobredosis y encontré algo peor a lo que me esperaba. Ella no te dijo más porque no se lo conté ni a ella. No pude.

— ¿Qué viste? — agarró mis manos sobre las sábanas, esperando oír lo peor de mi boca.

— Bajé hasta la morgue con la intención de ver los archivos de los últimos casos, pero encontré otra cosa antes... — tomé aire intentando evitar que las imágenes de Logan entraran en mi cabeza, pero era imposible —. Un cuerpo, de un chico de nuestra edad. Todo era normal hasta que levanté sus parpados y... brillaban, pero no como los tuyos ni como los míos. Eran... amarillos, muy cegadores e intensos y al mirarle ocurrió algo muy extraño... fue como si me hubiera mostrado la forma en la que murió, lo vi en sus ojos fue... desgarrador... Lo viví en primera persona, como si yo fuera él. Un grupo de hombre lo atacan a él y a su familia y todos acababan muertos...

— Espera... ¿cómo viste eso? ¿Tienes algún poder de clarividencia?

— No, no que yo sepa... aunque todo es bastante confuso para mi... Solo sé que me vi reflejada en él. Sabía que eso nos iba a ocurrir a todos si me encontraban y entré en pánico... No quería que eso ocurriera Ashton... y lo único que vi claro de hacer era marcharme... yo no quería... no sabes lo que me dolió irme, pero si respondía a vuestras llamadas no hubiera sido capaz de mantenerme alejada... Luego mataron a Helen y supe que daba igual la distancia a la que estuviera de vosotros. Era más peligroso que estuviera lejos.

— Hiciste bien Madison, querías protegernos... yo no sé qué habría hecho en tu lugar.

— Tu no habrías huido... sé que nunca lo harías. Hubieras encontrado otra manera de solucionarlo, cosa que por el miedo yo no hice — reconocí.

— Te habría llevado conmigo. Puede que no hubiera solucionado nada, pero estaríamos juntos — respondió con media sonrisa.

Agradecí sus palabras sin poder ocultar una sonrisa.

— Deja que lo haga yo — dije cogiendo la venda cuando terminó conmigo.

Desenrollé un trozó largo de venda y comencé a vendar su brazo.

— ¿Me creerías si te dijera que en el fondo lo sabía?

Desvíe la mirada de su brazo a sus ojos y su mirada había cambiado. Estaba centrado en mí, observándome con detenimiento.

— Al parecer más gente de la que yo pensaba lo sabía asique no me resultaría imposible de creer...

— Lo sospeché desde que llegaste, pero sabía que no eras como yo. ¿Recuerdas la noche que discutimos y te marchaste...? Sobreviviste a esa noche cuando te encontré, pero no fue gracias a mí. Estaba muy nervioso y la temperatura bajó a unos treinta bajo cero a mi alrededor. Creía que te había matado o que habrías entrado en coma como mínimo, pero por la mañana estabas perfectamente en el hospital.

Recordé esa noche, como el frío me iba calando a medida que me alejaba y nunca llegué a entender por qué me afectó de esa manera.

— ¿Por eso te sentías culpable?

— Podría haberte matado Madison — dijo con la mandíbula tensa de nuevo, cabreado consigo mismo.

— El frío me afecta más de lo normal, pero me recupero rápido. No me hubiera pasado nada.

— Luego... cuando estuvimos cocinando te quemaste con el agua y eso desarmó todas mis teorías. Le di mil vueltas, pero nunca llegué a estar seguro. Solo tenía indicios porque no sabía qué tipo de poder podía ser.

— Quise ocultarlo... entré en pánico cuando me cayó el agua porque sabía que no me iba a quemar asiqué cuando subiste...utilicé un hielo y sal y me pasé bastante presionando.

— Bastante — respondió observando mi brazo con una mueca. No fue de mis mejores ideas.

Observé la marca antigua que tenia de esa quemadura de hielo y tenía el mismo color que la de esa noche como si tuvieran el mismo origen.

— ¿Entonces ese es tú poder? ¿Controlar el frío? — pregunté intentando destapar las incógnitas.

Si así era, éramos iguales de la manera más diferente que podía existir. Si su control era el hielo era como estar en el punto de partida de nuevo. Dos fuerzas enfrentadas y una de ellas era más fuerte, el fuego.

— ¿Cómo? — preguntó confundido — ¿No sabes que poder es?

Le miré sin entender que respuesta esperaba de mí.

— ¿Cómo iba a saberlo? No me lo habías dicho.

— Pero... mis ojos, son azules — dijo como si fuera obvio.

— No te entiendo — reconocí confusa.

— ¿No sabes reconocer los poderes por los colores de los iris?

— Nunca había conocido a nadie más con poderes a parte de a mí misma. Yo siempre había creído que era la única hasta hace unas semanas y solo he visto ojos amarillos como los del chico de la morgue y bueno... los tuyos, pero no sabía que eso tenía relación con los poderes.

Ashton se quedó callado analizándome esta vez él a mí. Intentando entender mi respuesta, ya que parecía no encajarle.

— Entonces es por eso...

— ¿El qué?

— Por eso te han estado siguiendo a ti. Te habrán estado vigilando y si alguien ha visto tus poderes eso les ha hecho ponerte de objetivo. Sea quien sea, te buscaba porque creía que estabas sola.

— Ya no nos tendremos que preocupar de ellos... estaban dentro del orfanato cuando yo... — trate de continuar la frase, de hacerme responsable de mis actos, pero las palabras me ardían en la garganta —. Cuando todo ardió.

Ashton posó sus ojos sobre mí de nuevo, indicándome con una suave mirada que no estaba sola. Ya no.

— Ya no tendrás que hacer esto sola — dijo cogiendo mis manos —. Nunca.

Respiré hondo, notando que ya no me costaba llenar de aire mis pulmones. Sentía que podía usarlos al cien por cien. Nada me hacía presión sobre el pecho.

— Siempre me ha costado mucho fiarme de la gente... se que lo notaste desde que llegué aquí, se que todos lo notasteis, pero... quiero fiarme de ti Ashton. Siento que puedo hacerlo. Necesito que me digas si lo que creo es real.

Ashton acarició mis nudillos despacio, reflexionando mis palabras y entreabrió los labios después.

— Entonces puedo demostrártelo. Puedes confiar en mí Madison, te demostraré que puedes.

Apretó mis manos con fuerza y yo me aferré a las suyas. Necesitaba creerle. Necesitaba que fuera verdad.

— Tengo más miedo de lo que os pueda pasar a vosotros que a mí misma... — reconocí.

— Yo tendría más miedo por los que intenten acercarse a nosotros — dijo con franqueza, creyendo firmemente que éramos una unión que no se podría separar.

Sonreí, mostrándole que estaba de acuerdo con sus palabras.

— Ahora no me podrás negar que eres especial — continuó diciendo con una sonrisa.

— No sé si esa es la palabra...

— Recuerda que no todo lo diferente es malo, no por eso tu dejas de ser especial.

— Entonces... supongo que los dos los somos.

Si él creía que yo era especial él también lo era por siempre ser capaz de ver lo mejor en mí. Eso no había cambiado y me encantaba que fuera así. Que nunca cambiara la forma en la que nos veíamos el uno al otro era todo lo que podía pedir.

— Ya van a ser las doce — dijo tras mirar el reloj de pared a pocos minutos de marcar la medianoche —. Siento no tener un regalo para ti.

— No quiero ningún regalo, nunca me ha gustado que la gente se gaste dinero en mí.

Hizo una pausa, en la que pareció estar pensando en que responderme.

— ¿Y si fuera algo que no cueste dinero?

— Entonces... — dije pensándolo un instante —. Supongo que no me podría negar.

— Vale... cierra los ojos.

Fruncí el ceño.

— ¿Otra vez con eso? — le dije en forma de broma al recordar la vez en la que tuve que tener los ojos cerrados para que me vendara el tobillo.

— Bueno en ese momento no podías verlo... ahora ya sabes cómo te curé el esguince.

Recordé esa noche y la sensación que noté sobre mi piel. Nunca me había gustado el frío, eso no era una novedad, pero esa sensación era diferente. Era un frio suave y constante. Ya había sentido su tacto en ese momento y ni si quiera había sido consciente de ello. Formé una pequeña sonrisa en mis labios al recordarlo y accedí cerrando los ojos.

La habitación se llenó de un silencio agradable en el que lo más sonoro eran sus movimientos sobre las sábanas al acercarse más a mí. Estaba nervioso, no sabía cómo, pero podía sentirlo incluso con los ojos cerrados. Oía su respiración profunda y sentía su aliento gélido que llegaba hasta mi rostro con un leve aroma mentolado.

— ¿Estás relajada? — preguntó cerca de mi.

— Eso intento... pero me pone nerviosa no ver a mi alrededor.

Eso era cierto, pero lo que estaba provocando que me martilleara el corazón dentro del pecho con tanta fuerza era la cercanía con la que le sentía.

Ashton soltó una risa por mis palabras y comenzó a acariciar mi brazo haciendo que me estremeciera por no esperármelo. Su tacto seguía frio y bajo su mano mi piel reaccionaba, subiendo la temperatura al paso de sus dedos y erizando mi bello a la vez. Todos mis sentidos estaban totalmente bloqueados menos el tacto. Mi piel estaba expectante por seguir el recorrido que sus dedos hacían por ella.

Se acercó más a mí, haciendo su frío más perceptible. Subió su mano por mi brazo llegando a la zona de la clavícula dejando un camino de brasas en mi piel. No sabía que era lo que pretendía, pero no quería que parara. Mi pulso se estaba acelerando por su tacto, pero no sabía explicar de qué manera exacta. Él me alteraba de todas las formas posibles y mi cuerpo estaba respondiendo a ello.

— Tranquila — susurró a escasos centímetros de mi mientras seguía su recorrido por mi cuello, acariciándome con tanta delicadez que parecía de cristal, pero la gracia estaba en que era todo lo contrario —. Puedo oír hasta tus latidos — soltó con una pequeña risa.

Tragué saliva, sintiéndome totalmente a su merced, pero no me importaba que así fuera.

— No creo que pueda tranquilizarme — le aseguré con los ojos aún cerrados.

— ¿Te sientes segura?

— ¿Ahora? — fue lo que me salió preguntar. Tenía la mente demasiado nublada como para pensar con claridad.

Casi como si le estuviera viendo supe que había asentido con la cabeza con los ojos clavados en mí. Podía sentirlos, atravesándome hasta teniendo los párpados cerrados.

— Aquí, conmigo — me aclaró.

— Sí — dije y asentí lentamente, tratando de saber a cuanta distancia estaba de mi porque cada vez que hablaba, su aliento chocaba con más rapidez contra mi rostro.

— ¿Confías en mí? — preguntó con cierto tono de duda.

— Totalmente — le aseguré manteniendo mis ojos cerrados —. Siempre lo he hecho — dije un susurro.

Retiró uno de los mechones de cabello que me caían de la frente colocándolo tras mi oreja. Su tacto era helado y nunca me había gustado tanto esa sensación gélida como en ese momento. Bajó su mano hasta mi mandíbula, acariciándola con delicadeza hasta posar después ambas manos sobre mis mejillas. Sentí su nariz rozar la mía y fue ahí cuando pude jurar que me estalló algo por dentro.

— Feliz cumpleaños Madison — susurró por última vez sobre mi boca para después besarme.

Presionó sus labios contra mí con suavidad esperando una respuesta. No me aparté. Sentí mi corazón estallar al no ser capaz de bombear toda la sangre que me recorría en ese momento a toda velocidad. Quise tocarle, pegarle a mí y rogarle que jamás se separara, pero era demasiado arriesgado tocarle con mis manos.

No quería detener ese beso y no lo hice. Por una vez me deje llevar sin pensar en que ocurriría después porque el momento valía mil veces más. Sus labios eran tan delicados que consiguieron mantener a raya el calor haciendo que olvidara por completo su existencia.

Estaba tan sumergida en él que el fuego no tuvo oportunidad de hacerse ver. Me atreví a llevar mis manos a la parte de atrás de su cuello. Necesitaba tocarle. El pulso me temblaba con la duda de si debía seguir por ese camino. Él lo notó, pero no tuvo miedo.

Su piel se iba erizando a medida que mis dedos subían por su nuca a pesar de que mis manos estaban calientes, como una brasa que comenzaba a arder.

Noté como formó una sonrisa sobre mi boca y no pude evitar sonreír también deseando que ese momento no finalizara.

— No va a pasar nada Madison — susurró al ver mi miedo —. Yo no tengo miedo, no de ti.

Asentí, sin dejar de recibir sus besos y sin dejar de responder a ellos. Estaba siguiendo mi ritmo, para que estuviera segura de que todo estaba bajo mi control. Él tenía mayor control de su poder. Lo sabía.

Los besos se fueron ralentizando hasta que fueron un puro saboreo del uno y el otro. Su boca tenía un aroma fresco que se mezclaba con el ardiente de la mía y si hubiera sido posible que expulsara fuego por la boca, habría visto las llamaradas al colisionar con su aliento gélido.

— No te vayas nunca, por favor — me pidió aún sobre mis labios.

Algo me desgarraba al oír ese tono de súplica en su voz.

— No lo haré — afirmé sosteniendo su rostro con cuidado entre mis manos.

Ashton volvió a juntar su boca con la mía y me recostó sobre la cama. Continuó besando mis labios de una forma tan suave y agradable que me costaba creer que fuera verdad, y si lo era. Los sentimientos que tuve entremezclados en el estómago nunca habían sido falsos.

Él me había echado de menos y se había agarrado al odio para apartar el dolor, pero me quería ahí con él. Esa conexión que sentía entre los dos iba más allá. Después, se separó de mi pero solo lo suficiente para tumbarse a mi lado. Me atrajo hacia su pecho abrazándome con fuerza hasta quedarnos ambos dormido poco después.

Entonces entre sus brazos lo entendí.

Me había desarmado completamente y fue la primera vez que sin mis capas de protección, me sentí más protegida que nunca.

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