CAPÍTULO 11: LOGAN
Madison
Nancy siguió paralizada hasta que la agarré de la mano. Su pies se habían quedado clavados al suelo asique tiré de ella ligeramente para salir.
Realmente no sabía cuánto tiempo nos llevaría la visita al hospital o si volvería a casa después de lo que pudiéramos encontrar allí. Dadas las circunstancias me esperaba cualquier cosa y debía estar preparada.
Recordaba el camino de vuelta que hicimos del hospital a casa la noche que pasé en urgencias asique solo tenía que reconstruir la ruta al revés.
— Vamos, debemos darnos prisa antes de que a Stephen o a Lena se les ocurra llamar a tu madre para comprobar si estamos allí — dije acelerando el paso.
— Ni si quiera se si mi madre está en casa — reconoció —. Es lo primero que se me ha ocurrido decir.
— Esperemos que esté donde esté no hable con Stephen.
— ¿No te parece cada vez más lógico lo que estuvimos hablando? Hasta Stephen parece ocultar algo. Bueno, ocultarlo no porque no es muy discreto con sus preguntas.
— La verdad es que si... algo ocurre y creo que todos están relacionados.
— ¿Qué todos?
— Sharon, Stephen e incluso Lena. Están todos demasiado raros...
— Espero que en el hospital esté lo que estemos buscando.
— Cuando lo veamos sabremos que es — le aseguré —. Encontraremos una relación entre todo esto.
— ¿Y qué hay de Ashton?
Oír su nombre era como una punzada que se iba haciendo más dolorosa a cada segundo, pero eso debía hacerlo por él. Saber que ocurría y con suerte poder frenarlo.
— Necesita tiempo. Espero resolver esta situación para cuando esté de vuelta y que con suerte la gente no recuerde lo que ha ocurrido hoy.
Nancy frunció una sonrisa, como si también quisiera creer lo mismo.
— Lo arreglaremos — coincidió.
— La parte mala de eso es que te estoy metiendo a ti también.
— Sabes que lo hago porque quiero — hizo una pausa sacando una pequeña sonrisa —. Además, le debía una por el favor que me hizo al llamar a mi madre. Así estaríamos en paz.
Compartí una sonrisa con ella porque sabía que era una excusa absurda. Nancy realmente quería que viera que estaba ahí para ayudarme y no debí de alegrarme tanto como lo hice.
Ya no había vuelta atrás.
Éramos amigas.
Llegamos al final de la calle divisando el hospital. Todo estaba demasiado tranquilo fuera, aunque habría que ver por dentro. Apenas había un par de médicos fumando a las puertas mientras compartían unas risas.
Varias ambulancias aparcadas en el aparcamiento nos separaban de ellos para que no nos llegaran a ver, pero seguramente no podríamos entrar como si nada. Necesitaríamos un motivo creíble si nos veían recorrer a nuestras anchas los pasillos del hospital.
— Deberíamos esperar. Seguro que no tardan en entrar.
Apenas terminé la frase, uno de los médicos volvió a sacar otro cigarrillo animando al otro a hacer lo mismo.
— Tiene pinta de que se van a quedar ahí toda la tarde — terminó por decir Nancy.
Miré a nuestro alrededor intentando encontrar otra manera de entrar, pero lo más seguro era que todas las entradas estuvieran vigiladas con cámaras. Observé las ambulancias que teníamos delante y tuve una idea.
Una malísima idea que nos podía ayudar a entrar.
— Espera, tengo una idea — le indiqué con la cabeza que me siguiera a la parte trasera de una de las ambulancias.
Abrí las puertas y me subí dentro intentando no hacer ruido.
— ¿Qué quieres hacer?
— La única manera de entrar sin que nos estén siguiendo es hacerse pasar por auxiliares.
— No tenemos pinta de auxiliares — dijo señalándonos.
— Yo no pero tu sí. Pareces más adulta que yo.
Nancy tenía el pelo cortado en media melena y ese día se lo había alisado. Llevaba también algo de maquillaje y eso le sumaba un par de años más que yo. Yo tenía el pelo enredado la mayor parte del tiempo y añadiendo mi cara lavada reflejaba claramente que tenia diecisiete.
Cogí un traje oscuro con unas franjas amarillas y se lo di. Era obvio que, si se fijaban mucho, no aparentábamos más de diecisiete años, pero con ese uniforme Nancy no llamaría tanto la atención de la gente.
— Sabes que no se lo van a tragar — dudó.
— Hay auxiliares jóvenes — dije decidida —. Si te pones esto nadie va a sospechar que no eres un auxiliar.
— ¿Y tú como vas a entrar?
— Con este uniforme solo hay un motivo para entrar dentro de un hospital — me giré dirigiendo mi mirada a una bolsa negra para cadáveres.
— ¿Quieres hacerte pasar por un muerto? — dijo más horrorizada que sorprendida.
«¿Qué puede salir mal?».
— Aquí no mirará nadie y podrás meterte hasta la morgue del hospital. Los archivos que estamos buscando están almacenados en las plantas bajas, para estar más protegidos.
Quería ignorar el hecho de que a mis padres se los llevaron en un par de bolsas de ese tipo, al menos lo que quedaba de ellos.
Quería que esa idea fuera de las ultimas que necesitáramos, pero no tenía más opciones en mi cabeza. Si entrabamos sin más nos pararía toda la seguridad del hospital preguntando que queríamos y dos enfermeras tendrían que tener su identificación cosa que no teníamos, pero un equipo de emergencias no tendría problema en pasar.
Los cambios de enfermeros y médicos estaban más controlados en el hospital, pero Nancy podría ser una trabajadora nueva que venía a dejar otro cadáver tras un accidente. Era un trabajo que cambiaba mucho de personal, no todo el mundo tenía estómago para ocuparse de ello y la gente tampoco tendría agallas de parar a un sanitario con un cuerpo.
— ¿Estás segura de ello?
Era lógico que Nancy no estuviera convencida porque hasta yo dudaba de mi propia idea, pero debíamos entrar.
Asentí.
— Sí, no te preocupes.
Sabía que estaba preocupada porque algo se torciera, pero ya había decidido que ella no iba a cargar con nada de culpa. Ya encontraría la manera de salir de allí.
Nos metimos dentro de la ambulancia y cerramos las puertas para evitar que nadie nos viera asaltándola. Mientras ayudaba a Nancy a ponerse el pesado traje traté de concentrarme en lo que tendría que hacer una vez que estuviéramos dentro. Encontrar la sala de archivos lo antes posible y sobre todo evitar que nadie nos viera después de que yo saliera de una bolsa para cadáveres. Me subí a la camilla metiéndome dentro del saco. La única parte buena era que el fuerte olor químico a plástico me indicó que no hubo nadie dentro antes que yo.
— Espero que estés segura de esto — volvió a repetirme antes de cerrar la bolsa.
— No es de mis mejores ideas, pero saldrá bien — dije tratando de convencerla.
Las manos de Nancy dudaban temblorosas mientras se acercaban a la cremallera de la bolsa. Tome una bocanada de aire mientras veía la cremallera acercarse a mi cabeza encerrándome por completo. Todo se volvió negro, pero no me dio tanto temor como esperaba. Era obvio que esas bolsas estaban hechas para que nada de luz entrara. Nadie de dentro tendría nada que ver.
Traté de no moverme, cosa complicada para mí. Relajé mi respiración lo más posible para aprovechar todo el aire que pudiera hasta que Nancy abriera la bolsa de nuevo. La oí suspirar fuertemente al mismo tiempo que las ruedas comenzaron a rodar por el pavimento del aparcamiento.
Tenía plena confianza en que Nancy haría todo lo posible para conseguir que entráramos asique solo tenía que permanecer inmóvil y rezar porque no le pusieran ninguna pega al entrar.
— Perdona, ¿a dónde vas con eso? — una voz grave se acercó a nosotras haciéndome oler un intenso olor a tabaco más fuerte que los propios químicos de la bolsa.
— A la morgue — respondió Nancy de forma concisa.
— No hemos recibido ningún aviso en el hospital — otra voz más suave, pero con un tono engreído se unió a la conversación.
— Iba al hospital de la ciudad, pero me han derivado a este por cercanía — la voz de Nancy seguía siendo firme al igual que su decisión de entrar. La camilla se movió unos centímetros más, pero se detuvo de nuevo de forma brusca al chocar con algo.
— Tenemos que mirar que llevas antes de entrar.
El aroma a tabaco era cada vez más fuerte haciendo que dejara de respirar. Sabía que se estaba acercando para abrir la bolsa, pero no podía hacer nada para evitarlo.
La bolsa se hundió a la altura de mi cabeza por la presión de su mano al agarrar la cremallera. Unos ligeros rallos de luz aparecieron de la parte superior de la bolsa haciéndome desear que de verdad estuviera muerta, nos iban a descubrir y ni si quiera habíamos llegado a entrar.
— Yo que usted no haría eso, ha sufrido un accidente de tráfico, la mayor parte del cuerpo está desfigurado — les advirtió Nancy haciendo que dejara de bajar la cremallera. La cerró de nuevo y yo seguía conteniendo mi respiración —. Tengo prisa, los familiares querrán la autopsia cuanto antes — volvió a repartirles.
Las ruedas volvieron a estar en movimiento avisándome de que les habíamos pasado de largo. Nancy volvió a suspirar, esa vez aliviada y yo respiré con normalidad de nuevo. Creía que lo más difícil estaría dentro del hospital, pero si no hubiera sido por Nancy, no hubiéramos entrado.
Muchas voces a mi alrededor se mezclaban, pero notaba la tranquilidad en ellas. Todo lo contrario que a lo que me había descrito Lena en el hospital. La situación debía ser más alarmante, pero nadie más paró a Nancy hasta que oí el pitido de un ascensor frente a nosotras.
— Vamos bien — me susurró Nancy intentando de darme un poco de luz sobre la situación.
El fuerte olor de dentro de la bolsa comenzaba a marearme. Necesitaba salir de ahí lo antes posible. Sentía mis articulaciones totalmente rígidas y apenas llevaba diez minutos dentro.
— Buenas tardes, ¿a qué planta va? — esta vez unas pisadas con tacones acompañadas de una voz suave se pusieron junto a mí.
— La morgue, planta baja— respondió Nancy.
La cabina del ascensor comenzó a descender dándome la esperanza de que estábamos a punto de encontrar las pruebas que necesitábamos. La cabina se detuvo y las puertas se abrieron. Estaba demasiado ansiosa por salir, pero debía mantenerme quieta unos segundos más.
— Ya me ocupo yo, puede subir de nuevo.
Me zarandearon de un lado a otro, como si la otra mujer estuviera cogiendo la camilla.
— Debo dejarlo yo, no se preocupe.
Otro par de manos me agarraron de nuevo. Era Nancy, negándose a soltarme.
— Esta planta está restringida, lo siento — insistió la voz de nuevo.
La camilla se movió con brusquedad una vez más. Oí el pitido del ascensor de nuevo junto con el sonido de esos tacones y supe que ya no estaba en las manos de Nancy.
Estaba con esa mujer y Nancy subiendo a la planta principal.
Aquella mujer me movía con velocidad y sin ninguna delicadeza, cosa obvia. Seguramente lo más preocupante viniera unos minutos despues, pero ya no había opción de salir del saco y huir.
La mujer recorrió lo que se me hicieron infinititos pasillos desorientándome más de lo que estaba. Pasó varias puertas con fuerza empujándolas con la camilla hasta que se detuvo. Contuve la respiración de nuevo al no sentir un alma a mi alrededor, ya sabía dónde estaba. Si hacia cualquier ruido todo el plan no habría servido de nada.
Ya sabía que vendría en ese momento. Tal vez abriría la bolsa y me vería, intacta y respirando y puede que la que acabara muerta de un infarto fuera ella. Todos los ruidos que provocaba a mi alrededor hacían que mi oído se agudizara aún más. Sus tacones recorrían las baldosas, avisándome cada vez que se acercaba y se alejaba.
Jamás había tenido una sensación así. Conocía el miedo, pero no ese pánico que me estaba subiendo desde la parte baja del estómago. El no poder ver lo que me rodeaba me estaba nublando totalmente. Era imposible diferenciar la oscuridad de tener los ojos cerrados con la de tenerlos abiertos, era la misma.
Los sonidos vibraban llegando a distorsionarse y mi olfato no toleraba más el fuerte olor químico que no dejaba de respirar.
Unas puertas cerca de mi chocaron entre si dando paso a unas nuevas pisadas, fuertes y firmes, caminando directas hacia mí. No aguantaba más el no ser capaz de ver que ocurría a mi alrededor. Me concentré todo lo que pude para utilizar mis ojos y así percibir las figuras de mi alrededor. Dentro de la inmensa oscuridad donde me encontraba, sería imposible que vieran mis ojos arder.
Comencé a ver todo a mi alrededor en tonos fríos y cálidos. Dos figuras calientes se encontraban casi sobre mi mientras que el resto era de un tono azulado.
— ¿Ya te han dejado otro paquete? — comentó de forma graciosa una voz ronca y masculina.
Demasiado humor negro para referirse a un muerto de cuerpo presente. Se me estaba metiendo en la cabeza que ya era un cuerpo inerte porque me sentía como tal después de llevar más de media hora en esa bolsa. Puede que incluso llevara más tiempo.
— Y este viene sin instrucciones — bromeó —. La mujer que lo iba a bajar no traía ningún documento.
— Entonces déjalo aquí, que se ocupen los del turno de noche.
— Sabes que no puedo.
— Venga, tengo un plan mejor para los dos.
«¿Realmente están discutiendo que hacer conmigo?».
Lo único que sabía era que como no pudiera salir pronto me acabaría dando un ataque dentro de esa bolsa. El aire cada vez escaseaba más y notaba como mis piernas comenzaban a dormirse.
— ¿Qué plan?
— Cualquiera es mejor que estar todo el día rodeado de muertos, ¿no crees? El siguiente que venga que busque el papeleo de este — el hombre dio un golpe a la camilla sobre la que estaba haciendo que el ruido del metal retumbara dentro de mi cabeza.
— Bueno, mi turno acaba en media hora, supongo que no pasa nada por salir un poco antes.
«Menos mal que los pacientes no se pueden quejar porque más de uno les habría pateado el culo a ambos».
No volvieron a moverme ni a acercarse a mí. El choque de unas llaves junto con sus risas fue lo último que escuché antes de que salieran por la puerta.
Ya podía moverme, pero no sabía cómo. Tenía la mayor parte del cuerpo adormecido y el hecho de seguir en la oscuridad no me ayudaba. Trate de subir mis brazos hasta mi cabeza para alcanzar el principio de la cremallera. Estaba totalmente cerrada y lógicamente no podía abrirse desde dentro.
Entré en pánico más pronto de lo que solía hacerlo porque si no conseguía salir me quedaría toda la noche encerrada y me quedaría sin oxígeno en poco tiempo. Nancy no iba a poder bajar a ayudarme. Ya estaría fuera esperando una señal de mi parte para saber si estaba bien.
Palpé el interior de la bolsa consiguiendo astillarme algunas uñas tras intentar inútilmente salir.
¿Qué opciones me quedaban?
La única que no quería usar, pero no me quedaba otra alternativa. Como siempre me encontraba entre la espada y la pared.
Lo único que tenía era mi poder.
El saco estaría formado mayormente de plástico y podría deshacerlo entre mis manos. Nunca lo había hecho adrede, consciente de querer hacerlo y puede que no saliera bien.
¿Podía tratar de tener el control y comenzar a dominar yo al fuego en vez de él a mí?
Mi mente estaba demasiado nublada como para elegir la opción correcta, solo tenía esa. Era usar mi fuego o morir asfixiada en esa bolsa. Puse las manos sobre el material sin saber exactamente que debía hacer. Tal vez dejarme llevar por la angustia que sentía porque eso sería lo que más rápido me iba a permitir salir.
Me forcé a pensar en que ocurriría si no salía de ahí. Moriría de la peor manera posible y mi cuerpo quedaría allí para ser abierto en canal tratando de encontrar una explicación a mi muerte. Sería una manera demasiado estúpida de morir y no podía permitir que todo acabara así.
El miedo me subía por el cuello transformándose en calor. Mi piel comenzaba a arder con rapidez hasta llegar a la palma de mis manos. El interior de la bolsa se iluminó de un tono rojizo seguido de unas intensas llamas que deshicieron el plástico entre mis dedos.
Parpadeé varias veces y los rayos cegadores de un fluorescente llegaron a mí.
Me incorporé rápidamente, jadeando. Respiré una bocanada de aire que por una vez agradecí que fuera frío. Mis manos seguían ardiendo y mis ojos estaban completamente descontrolados.
No quedaba ni un alma en esa habitación, al menos ninguna viva. Inspiré y espiré varias veces para conseguir calmarme, pero estaba tragando más humo que otra cosa. Saqué mis piernas de lo que quedaba de ese saco y bajé de la camilla.
Tuve demasiada confianza en que mis piernas me sujetarían, pero no lo hicieron y caí de rodillas al suelo. Tenía las piernas algo adormecidas aún asique no había sido buena idea bajarme tan rápido.
El golpe resonó en la sala y me froté las rodillas al instante. El dolor duró de forma tan intensa apenas unos segundos, pero eso no fue lo peor.
El humo que se había formado llenó la habitación y activó la alarma de incendios. El ruido era ensordecedor. Demasiado fuerte como para que no apareciera nadie.
«¿¡Algo más puede salir mal!?», me grité a mí misma.
No tardaría mucho en venir alguien y si por lo menos tenía suerte no serían los dos que estuvieron cuando llegué. Cogí los restos de la bolsa y los metí dentro del horno crematorio.
Los pasos me avisaron de que ya se acercaba alguien asiqué me oculté tras una gran plataforma metálica. Casi me caigo al suelo de nuevo al ver que encima de ella había un cuerpo cubierto con una sábana blanca.
— ¿Otra vez esta maldita alarma? — otra voz que no conocía se hizo paso dentro de la sala —. Algún imbécil se ha puesto a fumar de nuevo. De verdad que paciencia.
Un poco de humo seguía revoloteando por la sala por lo que a ese tipo le encajó perfectamente esa opción. Entonces no le tomaría mucho tiempo apagar el detector y marcharse.
A los pocos segundos el ruido de la alarma cesó y oí el de sus pisadas. Fue en la dirección contraria a la que me esperaba, se acercaban hacia mi lentamente.
Sentí mi sangre congelarse como si eso fuera posible, pero lo único que ocurrió fue que mis ojos se pusieron a alerta.
— Espero que no sea cosa tuya, hasta muerto serias capaz de dar problemas — su voz se oía casi sobre mí —, pero no te preocupes, los de tu especie dejareis de ponernos las cosas difíciles. Dentro de poco no quedareis ninguno.
«¿Está hablando con el muerto?».
Tragué saliva como si algo en mi me dijera que tenía que tener miedo de sus palabras. Ese tono de desprecio en su voz era escalofriante.
¿A qué se refería con los de su especie?
En ese momento tenía la necesidad de salir corriendo, pero no era a lo que había ido. El hombre se marchó despreocupado por la puerta, dejándome el estómago revuelto sin saber si era por sus palabras o por el fuerte olor a algo descomponiéndose en esa sala.
Me levanté del suelo comprobando que ya se había largado. No podía perder más tiempo. Tenía que comenzar a buscar respuestas y confiaba en que en esa sala podrían estar. Tal vez más cerca de lo que creía.
Algo me decía que ese cuerpo que estaba ante mí era lo que buscaba.
¿Podría haber sido un paciente afectado?
Fuera como fuera ese médico le odiaba incluso muerto y no tenía la apariencia de ser una persona que pudieras llegar a odiar.
Su piel negra estaba totalmente fría pero aparentemente perfecta. No veía ninguna lesión. El único detalle era que había perdido el color en sus labios lo que me hacía preguntarme que le habría llevado a estar sobre esa mesa metálica.
Me llamaba demasiado la atención como para no saber nada más de él. Si no hacía ruido nadie más aparecería y contaba con que Nancy estaba fuera de peligro. Entre los utensilios de la mesa contigua había una tablilla. El informe del análisis post mortem.
Se llamaba Logan y tenía veintidós años. Continué leyendo lo poco que podía entender de aquel informe. Demasiadas palabras técnicas que no me aclaraban que le había ocurrido hasta que contemplé una que era familiar para mí.
"Sobredosis por analgésicos opioides: oxicodona".
¿Era de verdad una sobredosis provocada por él mismo o había sido una víctima más?
Me quedé pensativa observando su rostro mientras las palabras del último médico volvían a mí.
"Pero no te preocupes, los de tu especie dejareis de ponernos las cosas difíciles. Dentro de poco no quedareis ninguno."
¿Podría referirse a lo que estaba pensando? ¿Y si no era un chico normal? ¿Y si esa era la clave?
En ese caso la pregunta sí era qué teníamos en común, pero solo él y yo. Aunque no tenía ninguna manera de estar completamente segura de que mi teoría era cierta.
Por más que le observara y me fijara en cada uno de sus detalles nada me llamaba la atención. Su aspecto era todo lo normal que podía ser teniendo que cuenta que estaba muerto. No me podía ni imaginar que hubiera sido una mala persona, que hubiera hecho cosas horribles como yo.
¿Por qué le querrían muerto? ¿Sería realmente peligroso?
Sabía que no debía tentar más a la suerte estando en esa sala, pero no podía marcharme sin la respuesta. Me aproximé más a él teniendo una corazonada. Acerqué mis manos lentamente a él y alcé sus párpados con mis dedos.
Me llevé las manos a la boca, más sorprendida que asustada. Sus iris irradiaban energía, como los míos. Eran como el sol, con un brillo dorado casi cegador. No podía apartar la vista de ellos, me sentía demasiado atraída como si me hipnotizaran.
Entré en una especie de trance en el que cientos de imágenes pasaron por mi cabeza. Todas entremezcladas sin relación ninguna aparente. Veía gente que no conocía hasta que un rostro fue familiar. Era Logan, reflejado en un espejo mostrándome que lo que estaba viendo era a través de sus ojos.
Se encontraba junto a sus seres queridos, todos felices y unidos pero esa paz duró poco. En la habitación irrumpieron un grupo de hombres totalmente enmascarados y con protecciones sobre unos trajes pesados. No supe que querían hasta que fueron directos a por mí. Querían llegar hasta él, y por ello le hacían daño al resto de su familia también. Logan se resistía, intentando ayudarles inútilmente cuando sin esperarlo le pusieron una inyección bajo el cuello.
Sabía que no era real, pero casi podía notar la fría punta de la aguja perforándome la piel.
"— Debiste usar una dosis más alta la primera vez" — dijo uno de los hombres, apuntándole con una pistola por si se levantaba.
— Esta servirá — respondió otro hombre que no alcancé a ver. Tenia a Logan cogido del cuello, presionando la jeringuilla contra su piel".
La visión de Logan empezó a fallar, pero, aun así, no se rindió. Bajó la vista a sus manos, de las que procedía una fuerte corriente con una potente luz. Posó sus manos sobre el suelo que le rodeaba en un último intento de conseguir salvarse. Aquella luz de sus palmas se transformó en una corriente eléctrica, que llegó uno a uno dejándolos inmóviles en el suelo. Al levantar su cabeza vio de forma borrosa que no solo había detenido a aquellos hombres, también había matado a su familia.
Volví a tener control sobre mi visión al instante. Mi respiración se aceleró mientras unía los indicios.
¿Qué acababa de ver?
Podía ser una locura, pero de alguna manera Logan me había mostrado sus últimos momentos de vida. Las personas que lo habían llevado a estar sobre esa mesa sabían que tenían que ir a por él primero y desarmarle con esa inyección. Conocían su poder y de lo que era capaz pero no pudieron llevárselo antes de que los matara a todos.
Las opciones eran que se llevaran a su familia o que el mismo los matara y no había podido contener su poder.
Algo en el interior de mi cabeza hizo clic.
La pieza fundamental de todo acababa de encajar.
Las sobredosis no eran casos aislados, estaban buscando a gente como él.
Gente como yo.
Iban buscando uno a uno hasta dar con uno y después eliminarlo. Las ganas de romper a llorar eran incontrolables, pero el dolor que sentía era mayor.
Me veía reflejada en él.
Unos poderes ocultos en una apariencia totalmente normal, ¿Por qué me sorprendía tanto? Probablemente nunca hubiera llegado a imaginar que existiera alguien como yo. Lo tenía frente a mí, pálido, rígido y sin vida.
¿Era eso lo que me esperaba?
Intenté tragar saliva, pero no pude. Tenía la garganta seca como si hubiera comido arena. La cabeza empezó a darme vueltas, nublándome hasta que me pude centrar en una cosa.
Lena.
Stephen.
Ashton.
Nancy.
Alex.
Si alguien estaba intentando dar conmigo, las primeras personas a por las que irían también serian ellos. Irían uno por uno hasta tenerme a mí.
¿Cómo podía estar segura de que Lena no tenía conocimiento de eso?
Ella trabajaba en ese hospital, pero confiar en que no sabía lo que realmente ocurría ahí abajo. Si era una simple enfermera tal vez no la dejarían acceder a esa zona del hospital.
¿Me estaba engañando a mí misma solo para creer que ella no tenía nada que ver?
Posiblemente sí. Todos estábamos bajo algo más grande y yo ya estaba dentro sin si quiera saberlo. Se había convertido en algo personal.
Logan era la única persona que había "conocido" que tenía poderes y estaba muerto. Ni si quiera había podido hablar con él, pero me había mostrado lo más importante.
No me daba miedo lo que pudieran hacerme, pero me revolvía las entrañas pensar que pudieran hacerles daño a ellos por mi culpa.
Ahí me di cuenta de lo realmente perdida que estaba.
Antes de llegar a Sioux falls no quise atarme a nadie, pero ahí estaba, pensando en todos ellos. Pensando que mataría a cualquiera que intentara hacerles daño a través de mí.
«Mierda, Nancy», pensé.
Estaría dentro o en los alrededores del hospital y estaba en peligro. Si me pillaban allí abajo se acabaría todo. Me vería obligada a usar el fuego y quién sabe cómo podría acabar.
Yo sí que lo sabía y no quería que Nancy presenciara algo así. Tampoco me perdonaría si la llegara a hacer daño.
Dejé el informe en su lugar y me apresuré para salir de la sala. El reloj en lo alto de la entrada del ascensor marcaba más de las nueve de la noche, había estado más de dos horas ahí dentro. Nancy debía estar histérica, me había bajado en una bolsa para cadáveres y llevaba horas sin saber de mí.
La mejor opción era utilizar unas escaleras para subir y no arriesgarme a salir por la puerta principal. Me adentré en las escaleras y subí varias plantas hasta que una de ellas me resultó familiar. Era la planta en la que estuve ingresada. Sabia llegar a la salida desde ahí.
Al ser tan tarde había pocos médicos y enfermeros por el pasillo. Estaban lejos asique caminé tranquila como si quisiera aparentar que no había pasado nada.
Al avanzar, tuve un Déjà vu. Ese lugar era como el corredor que vi en mi pesadilla sin unas paredes tan siniestras, pero con la misma sensación helada. Incluso unos pasos sonaban detrás de mí y no supe si deseaba que fuera aquel espectro invisible o un sanitario.
— ¿Qué estás haciendo aquí?
Giré sobre mis talones comprobando que era un sanitario con bastantes malos humos. Su voz ronca me resultaba bastante familiar. Era el hombre que había estado en la morgue hablando pestes del cuerpo inerte de Logan. Al encontrarme con sus ojos algo se retorció y pudrió en mi estómago dejándome un sabor amargo en la boca. Seguramente era la bilis que se me estaba subiendo a la boca. Sus ojos desprendían un odio que no había visto antes y me estaba causando náuseas.
— Nada, ya me iba.
— Me temo que no puedes estar paseándose por el hospital como si nada, ¿de dónde vienes? — preguntó con una ceja levantada.
— Estaba buscando a una persona — mentí.
Se cruzó de brazos, mostrándose más serio de lo que ya estaba.
— ¿A quién?
Dude unos segundos. No me iba a dejar marchar hasta que le diera una respuesta y seguramente si me inventaba el nombre de un paciente iría a comprobarlo.
— A mí — la suave voz de Nancy apareció detrás de mí para incorporarse a mi lado —. Había venido a por unas pruebas médicas. Ya nos vamos.
Nancy le mostró una sonrisa cálida al sanitario y traté de hacer lo mismo esperando que eso nos facilitara el poder salir. Parecía que los músculos de su cara de relajaban, pero esa aversión en sus ojos no se iba, como si formara parte de él. No dijo una palabra más y simplemente se marchó del pasillo sin mirarnos de nuevo.
Solté un suspiro, agarré la mano de Nancy intentando no hacer aún ningún gesto que nos delatara y salimos de ese maldito hospital.
La noche había caído sobre nosotras y por primera vez en semanas el cielo estaba completamente despejado mostrando las estrellas de forma clara. Las temperaturas habían bajado drásticamente, pero no sentía que me afectara como de costumbre.
Seguía sumergida en Logan y en lo que había ocurrido allí abajo.
— Dios, estaba muy preocupada — Nancy abrió sus brazos y me rodeó con fuerza —. Creía que te había ocurrido algo, no sabía cómo escabullirme para poder bajar.
— Lo siento, tenía que haber tardado menos...
— Pensaba que te habrían metido en el horno crematorio o algo por el estilo... — deshizo el abrazo despacio y suspiró agitando la cabeza como si quisiera quitarse esa idea de la mente.
«Hubiera sido gracioso verlos intentarlo», pensé de forma sarcástica.
Seguramente así hubiera podido escapar antes y no estar perdiendo el tiempo tratando de esconderme.
— Al rato de bajar ya me dejaron en paz, no llegaron a abrir la bolsa.
— ¿Entonces como saliste?
Me quedé mirándola unos segundos, dudosa.
— La cremallera seguía un poco abierta, pude bajarla — dije intentando sonar segura de ello.
— Menos mal — interpreté en la sonrisa relajada de su rostro que estaba contenta por que estuviera de una pieza — ¿Has descubierto algo?
¿Que debía decirle?
«Sí, he descubierto que el motivo por el que están drogando y ahora matando a gente soy yo porque resulta que tengo unos poderes ocultos de los que no te había hablado. Ah y probablemente tú también estés en peligro por el simple hecho de estar aquí conmigo».
Sabía que las mentiras no me habían llevado a ningún sitio bueno, pero en ese caso la verdad tampoco me ayudaría. No podía contarle todo en ese instante y no esperar que se volviera loca.
— Poca cosa la verdad. No he encontrado la sala de archivos. Solo vi a un chico en la morgue y ya sabes... no pudo decirme mucho.
Dentro de lo cabe, no era mentira del todo.
— Oh... entiendo — hizo una pausa —. Entonces seguimos como estábamos... Te has arriesgado por nada...
— No ha sido por nada. Sabemos que tenemos que tener cuidado y protegernos los unos a los otros. Habrá que confiar en la palabra de Lena y ser pacientes... hablaremos con Ashton y Alex cuando los veamos.
Por desgracia ya me rondaba por la cabeza la solución a la protección de todos y no quería tener que llegar a ello.
Comenzamos a andar para volver a nuestras casas y a cada paso el rostro de Nancy se tornaba más triste, pero no sabía que decir para ayudarla. Era como si ella estuviera a ciegas y solo yo pudiera aportar luz a sus preguntas. Era la lucha interminable por lo que merecía saber y lo que yo no podía decirle.
Llegamos a la puerta de su casa y ambas nos detuvimos. Las luces del interior estaban apagadas pero las del porche seguían encendidas.
— No te pongas mal. Hemos hecho todo lo que hemos podido — le recordé.
— Lo sé... solo quiero... no quiero que ocurra nada más — hizo una pausa reflexionando sus próximas palabras — Creo que ya hemos tenido suficiente.
— Todo irá a mejor.
Volvió a sacar por última vez su sonrisa después de abrazarme. Su fuerza hizo que lo sintiera como una despedida, cálida para ella y demasiado fría para mí.
— Toma tu sudadera, casi se me olvida — dijo comenzando a quitársela.
— No, quédatela. Tengo muchas.
— Bueno, no tardaré mucho en devolvértela — sonrió —. Nos vemos mañana.
— Nos vemos — asentí.
La vi marcharse hacia el porche hasta que entró y cerró la puerta. Me quedé pensativa unos segundos mientras observaba la fachada frente a mí y como al poco, una luz de la planta superior se encendía.
La vi de forma difusa tras las cortinas de su habitación y decidí marcharme también, lamentando una nostalgia en mi pecho que salía antes de tiempo.
No nos volveríamos a ver.
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