Queen Chloé.

La ráfaga de viento la envolvía en aquella melancólica noche oscura. Su pálida y agrietada piel estaba cubierta por una pequeña y cálida manta rosa que, en su niñez, su madre le había obsequiado.

De nuevo se encontraba sola, en medio de la nada. Ella tenía todo lo que la mayoría desearía tener: dinero, fama, sirvientes, belleza, y más. Pobres tontos, pensaba, si tan sólo supieran que todo eso no trae la felicidad, eso es algo que no se puede comprar.

Una lágrima traviesa se resbaló por una de sus mejillas. Le dolía, le dolía no tener a nadie a su lado. Su madre ya no estaba y su padre se la pasaba trabajando todo el día.

El alcalde solía dejarla sola desde bebé, realmente nunca habían tenido una relación tan estrecha de padre e hija como se mostraba a través de los medios. Pero ya estaba acostumbrada, el señor Bourgeois llegaba a diario con un nuevo presente para ella, se lo entregaba y volvía a retirarse. Estaba consciente de que la amaba y se preocupaba por ella, sin embargo le hubiese gustado convivir más con él.

Después de un tiempo fuera, en su balcón, decidió ingresar nuevamente a su habitación. Tantos recuerdos cruzaron por su mente cuando accidentalmente tiró un papel el cual contenía un lindo y muy colorido dibujo que había hecho junto a su madre siendo apenas una pequeña y dulce niña de cinco años de edad. Marie, su progenitora, era una amante del arte y poseía una habilidad única e inigualable a la hora de tener que trazar sus dibujos. La diminuta Chloé siempre había querido ser como ella.

Al pasar de los años, la pequeña abejita, como le decía su familia, se enteró de una tragedia que la marcaría de por vida; su madre había muerto a causa de un maldito alcohólico que iba manejando ebrio por las calles de París. Desde ese momento, la niña decidió alejarse de todos sus conocidos a excepción de Adrien, el hijo de los mejores amigos de su padre, con quién podía contar siempre. En él había encontrado un refugio.

Lástima que después de un tiempo su único amigo, aparte de Sabrina, le sería arrebatado por sus estúpidos compañeros de clase: Alya, Nino y la odiosa de Marinette. ¿Por qué se había alejado de ella por personas que apenas conocía? Marie, su madre, nunca hubiera hecho eso, si su madre se hubiese enterado, su madre...

Su madre estaba muerta.

Bourgeois soltó una ligera risita mientras negaba con la cabeza, debía hacerse la idea de que no la volvería a ver, al menos no en esta vida.

Siempre amó a su mamá y jamás dejaría de hacerlo, de eso estaba segura.

Guardó el preciado dibujo con sumo cuidado en un cajón y se aproximó a su cama, se sentó en ésta y amarró su largo cabello rubio en un chongo. Ya era tarde, pasaban de las cuatro de la madrugada pero no era novedad que anduviera despierta a esas horas, después de todo, era muy común que las pesadillas no le permitieran dormir tranquila.

Al día siguiente, la rubia optó por abrigarse con una larga capucha negra para salir a dar un paseo en aquella helada mañana. Uno de sus lugares favoritos era el panteón. Casi nadie encontraba agradable un lugar como ese pero ella amaba asistir ahí cada que podía, pues le encantaba estar rodeada de árboles y flores que emanaban un aroma delicioso. También el silencio le brindaba paz y le servía como inspiración para poner en práctica su talento oculto; la escritura.

Se sentó debajo de un manzano, no sin antes probar una de las rojas y jugosas manzanas que tanto adoraba, y comenzó a sacar sus cuadernos de la pequeña mochila.

Al cabo de un rato, fijó su mirada en la nada y después empezó a escribir. Un poema a la muerte, por si se lo preguntaban.
Todo a su alrededor se tornó borroso y una sensación de asfixio creció en ella, cerró su libreta y escondió su cabeza detrás de sus piernas. Había escrito demasiado...

La muerte era algo a lo que ella siempre le había temido, a la muerte y la soledad.

Mientras tanto, unos ojos turquesas la miraban atentos, sorprendidos. El chico jamás creyó que vería a la abeja reina, como él la apodaba, llorando sola, y mucho menos encontrarla en un panteón. Guardó sus lápices y su cuaderno y se dirigió a la salida, pero un molesto pesar lo detuvo, volvió a observar a la chica rubia. "No puedo creer que vaya a hacer esto". Dijo entre dientes, mirando al cielo. Suspiró profundamente y corrió hacia su compañera.

-¿E-estás bien? ¿Necesitas algo?-Asustada, la oji azul alzó su rostro para toparse con un pelirrojo nervioso. Ella limpió rápidamente sus lágrimas y se levantó en seguida. No podía mostrarse débil, no quería mostrarse débil.

-Por supuesto que me encuentro bien, y no, no necesito nada-. Contestó con indiferencia, tratando de alejarse lo más rápido posible. Pero su plan falló, la mochila de la joven estaba abierta y todas sus pertenencias cayeron a la tierra, más fue la imagen de dos mujeres rubias y jóvenes la que llamó por completo la atención del pelirrojo-. Mierda-. Susurró Chloé al ver sus cosas regadas. Ella se agachó para recogerlas y su contrario no dudó en ayudarle. Al tratar de tomar la foto, una mano se interpuso en su camino.

-¿Quiénes son ellas?- el pelirrojo alzó su rostro en dirección a la rubia y se le quedó viendo, esperando ansioso por alguna respuesta.

-Nadie importante-. Apenas y articuló, tragando saliva mientras recibía el objeto, suplicando internamente por no llorar, no obstante, sus rojizos ojos la delataban.

-¿Entonces por qué conservas una foto de personas que "no son importantes" en tan buen estado?- Preguntó Nathanaël, haciendo comillas con los dedos índices de sus manos y riendo-. ¿Quiénes son Chloé?- repitió.

-Son mi madre y la Sra. Agreste, ¿feliz?- Respondió de mala gana, señalándolas respectivamente.

-Woah, te pareces a tu madre, son muy bellas-. Chloé ocultó disimuladamente un ligero sonrojo provocado por el reciente comentario del chico. Nadie la había llamado así. De pronto, él abrió sus ojos cual platos extendidos ¡¿Qué acababa de decirle?!- Ah... Yo... ¿Tú-tú qué hacías aquí? ¿No deberías estar en tu lujoso hotel o en el salón de belleza?- Trató de cambiar de tema.

-No. Este es... Un lindo lugar-. Respondió a secas. ¿Era en serio? ¿Él creía que ella no tenía nada más importante que hacer? Ella hacía más que eso-. Ahora déjame en paz y vete.

-No me iré. A mi también me agrada estar en lugares como este, me inspiran para crear arte-. El de cabello rojizo avanzó hasta una lápida y se sentó en ella-. ¿A ti por qué te gusta?

-Eso no te incumbe-. Ella quería terminar de una vez por todas con aquella conversación. Estaba fastidiada, detestaba que interrumpieran su único momento del día en el cual podía sacar sus problemas. Volvió a recargarse en árbol en el que estaba hace algunos minutos y desvió la vista hacia las flores.

-¡Oh, vamos! ¿No piensas responderme? ¡No te imaginas la cantidad de veces que he tratado de acercarme a ti y tú no me lo permites! ¿Por qué tratas de alejar a todos de ti Chloé? ¿A caso te crees más importante que los demás?- Y eso fue lo que acabó con su paciencia. La de orbes azules regresó su fulminante mirada al chico. ¿Cómo se atrevía?

-Yo...¡Yo no me creo más importante que los demás Kurtzberg!-Exclamó la chica llena de coraje, con los puños cerrados y unas ganas tremendas de golpearlo.

-¡¿ENTONCES POR QUÉ HACES MENOS A TODOS, BOURGEOIS?!- ¿Qué no se creía más importante? Por favor, él no creería eso. Le causaba gracia al pelirrojo el intento de su contraría por ocultar algo que todos ya sabían.

-¡PORQUE TENGO MIEDO DE QUE SE APROVECHEN DE MÍ Y MI SUFRIMIENTO OTRA VEZ!- Ambos se quedaron callados por algunos segundos. ¿A qué se refería con eso? Se preguntaba el artista. Ella dejó escapar una gota de agua salada, no debió haber dicho eso. Continuó hablando ya más tranquila-. Tengo miedo de que me hieran, Nathanaël.

-¿Miedo? ¿A salir herida tú?- Debía ser una broma, pensaba el chico, pero ella lo había dicho de la manera más sincera posible, no podría estar mintiendo.

-No tienes idea lo duro que puede ser que te estén golpeando e insultando las personas que alguna vez llamaste "amigos" por no tener madre-. Dijo la chica, riendo falsamente mientras lloraba y negaba con la cabeza-. Ella murió cuando yo tenía cinco años, la única persona con la que me sentía a salvo me abandonó demasiado pronto. Y los primeros cuatro años sin ella fueron demasiado duros con los constantes comentarios y puñetazos que recibí en la primaria. ¿Sabes lo horrible que puede ser eso para una niña de ocho años?- El pelirrojo sintió como su corazón se estrujaba con esas palabras. Aún no podía creer que ella pasará por todo eso. La molesta y cruel Chloé pasando por situaciones como esas era algo que nunca imaginó-. Las únicas personas con las que contaba eran Sabrina, Adrien y su madre, claro, antes de que ella también desapareciera-. La chica limpió con rudeza una gota de agua que recorría su mejilla-. Prácticamente estaba sola. Nunca les dije nada a mis "amigos" pero hubo un día en el que ya no soporté sus malos tratos y tuve que aprender a ser fuerte. Ellos son los culpables de la persona que soy ahora, ¡ellos!- Sus labios temblaban de rabia al igual que todo su cuerpo, y su rostro estaba rojo por el enojo-. ¿Sabes? No entiendo ni por qué te lo digo a ti. Alguien como tú no comprendería nada.

-Yo...-El chico carraspeó un poco y tragó saliva-. Yo lo lamento, no creí...

-No hables más-. Él se vio obligado a callar por ella-. Sólo prométeme que no se lo dirás a nadie-. El muchacho negó varias veces-. Bien.

-¿Y por qué haces lo mismo que ellos?- preguntó en un hilo de voz-. ¿Por qué eres así con Sabrina, con Marinette, con...- Ella lo volteó a ver y sonrió.

-Trato de protegerme cabeza de tomate, ¿que no es obvio?- Respondió, limpiando las demás marcas de lágrimas de su rostro-. Y en cuanto a ellas...-Bourgeois soltó un suspiro, cubriendo su rostro con la palma de sus manos-. Sabrina es mi única amiga, sé que no la trato como se lo merece pero sólo tengo miedo de perderla. Y Marinette...- La chica dirigió sus brazos por detrás de su cabeza y continuó-. Marinette siempre ha obtenido todo lo que yo deseo: una familia bonita, respeto, atención, amigos, amor y, ahora a Adrien, a mi pequeño Adriboo.

El pelirrojo notó dolor en las últimas palabras y se acercó a ella, levantó su mentón y le obligó a mirarlo a los ojos-. ¿Por qué no dejar ir a Adrien? Claro está que él y Marinette son felices juntos. Ya sabes lo que dicen: si lo amas, déjalo ir-. Chloé comenzó a reír por el comentario del chico, dejándolo confundido.

-No, Nathanaël, no. Creo que estás confundido. Yo no amo a Adrien, al menos no de esa manera. Él es un hermano para mí-. Kurtzberg no esperaba esa respuesta. ¿Cómo que no lo amaba? O sea que mintió todo este tiempo. Él encarcó una ceja e inclinó su cabeza a un lado. En serio que no comprendía-. Sólo quería que esas niñas se alejaran de él para que no lo arrebataran de mi lado y así pudiese protegerlo. Traté de hacer lo mismo con Marinette porque ella no lo comprendía, no sabía nada sobre él, sobre el verdadero Adrien, pero ya veo que de buenas a primeras comenzaron a volverse más cercanos y él también se enamoró de ella. Y aunque me cueste admitirlo, la panadera es... buena para él-. Enunció con trabajos.

El celular de la rubia sonó y fue a contestar. Al regresar se veía algo molesta. Debía aparecer en otra de las tontas entrevistas que le hacían a su padre. No entendía para qué la querían ahí si nadie la tomaría en cuenta. Tomó velozmente sus cosas y se alejó.

-¡Nuestra plática no ha terminado!- Gritó el de mirada turquesa cuando ella ya iba lejos-. ¡Nos vemos mañana abeja reina!- Ella volteó a verlo y le hizo una seña con el dedo de en medio. Detestaba ese apodo.

[...]

Al día siguiente, Chloé se encontraba caminando por el panteón esperando la llegada del chico. Veía desesperadamente el reloj, ¿por qué tardaba tanto? ella pronto debía irse. No tenía todo el tiempo de su compañero como para estarlo esperando. Aunque bien sabía que pudo haberse ido desde hace tiempo pero ni ella misma entendía el por qué aún aguardaba por su aparición.

Por consiguiente desató su cabello, dejándolo libre y la merced del viento. Muy pocas veces acostumbraba a tenerlo así. Después cerró sus ojos y se dejó llevar por el sonido de la brisa.

Diciembre no era uno de sus meses favoritos, más que al invierno, ella se sentía perteneciente a los días verdes y templados de la joven primavera.

Una voz la sacó de sus pensamientos, inmediatamente supo de quien se trataba. Volteo hacia atrás para toparse con un Nathanaël jadeante y sudado que apenas y podía mantenerse de pie.

-¿Por qué tardaste tanto?- Demandó ligeramente cruzada de brazos y viendo sus uñas-. Tengo mejores cosas que hacer.

-Discúlpeme su majestad, olvidé cargar mi celular y mi alarma no sonó-. declaró el joven, observando a la doncella de reojo y con una sonrisa traviesa. Le gustaba hacerla enojar, su gesto le resultaba extrañamente gracioso y tierno-. ¿Y si tenías que hacer cosas mejores qué haces aquí?

La muchacha prefirió no contestarle. Se le hacía molesta la índole del pelirrojo-. ¿Para qué querías hablar conmigo? -Interrogó.

-Únicamente quiero comprobar que tu belleza no es sólo una máscara-. Afirmó él, y aunque al principio ella no lo entendió, aquellas palabras provocaron una impresión nueva y extraña dentro de ella. Aparte, era verdad, el día pasado Chloé había logrado intrigar al muchacho y desde ese momento él deseaba saber más sobre ella, quería conocerla.

A partir de aquel momento los días fueron avanzando muy deprisa, días en que los jóvenes iban conociéndose en aquel agradable lugar que tenían en común, en un lugar que les brindaba paz interior, un lugar en el que poco a poco iría floreciendo un nuevo amor.

Al correr del tiempo, se volvieron amigos. Era indescriptible lo que cada uno de ellos padecía al estar junto al otro. Por su parte, la rubia se sentía comprendida y protegida cada vez que lo veía. Sentía una inmensa tranquilidad a su lado. Y él, él solamente reconocía cada vez más lo maravillosa que ella era.

Una de las gélidas noches oscuras de enero, ambos se encontraban sentados en una de las bancas verdes que había en el parque, admirando pacíficamente el glorioso cielo estrellado que tenían sobre ellos y deleitándose del perfecto y tranquilizante sonido que emitía el agua de la pequeña fuente. Pero lo que más les gustaba era que tenían la compañía del otro.

A posteriori, el pelirrojo dejó de observar la luna y las estrellas para así poder mirar lo que para él era una verdadera obra de arte. La chica rubia no tardó en darse cuenta de ello y giró su cabeza hacia su acompañante, entonces fue ahí donde sus almas se conectaron por medio de aquellos mágicos ojos que cargaban, fue ahí donde todo lo que estaba a su alrededor dejo de existir.

Azules y profundos como la noche, llenos de vida y esperanza.

Turquesas y transparentes como el agua, serenos y vivaces.

Sus respiraciones se fueron mezclando y a medida que cerraban los ojos, sus bocas se acercaron con lentitud hasta sellarse en un refinado beso lleno de elegancia y suavidad. Un beso exquisito y delicado que, para los chicos, era más que perfecto. Chloé sentía un revoltijo de emociones en la boca de su estómago y no sabía qué pensar. Nathanaël expresaba en aquel baile que tenían sus tiernos labios el amor que sentía por ella.

Luego de dar fin a ese majestuoso momento, Bourgeois se levantó de prisa con el fin de huir de ahí, sin embargo una mano la detuvo con firmeza. Ella lo volteó a ver asustada y él únicamente le dedicó una sonrisa y le dijo: "Confía en mí, puedes estar segura". Nuevamente tomó asiento. Los dos entrelazaron sus manos y devolvieron su mirada al esplendido cielo.

Ella lo amaba, pero temía ser herida por él.

Él la amaba, y estaba dispuesto a reconciliar la violencia y a expulsar los demonios de su corazón.


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Hola mis pequeños akumas, espero que les haya gustado este shot de 2790 palabras. Me tomó cuatro días hacerlo.

Me inspiré principalmente en algunas cosas sobre mi vida y la de mis primos. También en dos canciones cuyos nombres no recuerdo. :'v

Quiero dedicarle esta historia a Dany, una de mis amigas de la escuela la cual ama esta pareja y lleva pidiéndome que escribiera algo sobre ellos, al igual que me gustaría dedicárselo a una de mis escritoras favoritas, o sea se -JAZVAL- , pues sé que Chloé es su personaje favorito de la serie.

E

n serio espero que te haya gustado Jaz, no soy tan buena escribiendo como tú pero bueno, disfruté escribirlo. xD

Voten y Comenten.

¡Nos leemos!

M. Ale García.

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