Capítulo Uno: Noctum
"Tic, tac, tic, tac"
Suena el péndulo del reloj que cuelga contra la pared detrás de ella. Tic, tac, tic, tac, y el irritable golpeteo choca y rebota, sin cesar, contra las paredes color morado oscuro del comedor, las cuales están decoradas por candelabros de plata y obsidiana, las encargadas de iluminar y traer algo de calidez dentro de la fría y oscura habitación; como también destacar los altos y orgullosos porta retratos que cuelgan en ellas y cuentan historias silenciosas en el óleo de sus tapices.
Las ventanas sueltan siseantes silbidos a causa del poderoso viento que sopla afuera del castillo; y una fuerte llovizna que es capaz de lanzar tejados, llena el aire de humedad; pero ella no teme, pues sabe que la madera y la piedra que se utilizó para construir su hogar, fueron elegidos meticulosamente para aguantar hasta los vendavales más monstruosos y típicos del clima de su tierra: Noctum.
Su reino. Su soberanía. Su hogar.
Del cual nunca ha salido, porque jamás había sentido la necesidad de conocer lo que había más allá de sus fronteras, más allá en donde acaba la lluvia, la nieve, y las nubes; y empieza el sol cegador con sus cálidos vientos. No obstante, tal vez aquello, pronto iba a acabar... El destino se oye, y se acercó a ella, con pasos ligeros y un ademán apurado por la pausa en ellos. Llegó hasta ella, en forma de carta, sobre una bandeja de plata que una de sus sirvientas traía en una mano con elegancia.
—Señora — le saludó educadamente, al mismo tiempo, que le acercaba la carta — Una invitación ha llegado de Lady Josum, súbdita de uno de los seis reinos.
Sus oscuros y fríos ojos, como un pozo sin suelo, dejaron de lado, de mala gana, el almuerzo que tenía en su mesa; la cual constaba de pollo asado y arroz con salsa roja. Odiaba con el alma dejar de comer una de sus delicias favoritas, pero la curiosidad era aún más fuerte que el odio. La joven lanzó un imperceptible suspiro de fatiga, y en silencio, dejó los cubiertos de plata sobre la mesa, para aceptar la carta que era colocada en su mano por la muchacha. ¿Invitación? Quién podría tener las agallas para invitar a una reina apática, a sabiendas de lo que cometía con mal genio.
Volvió a coger el cuchillo de la mesa, y con ayuda de esta, abrió la carta fácilmente. Sus delgados dedos con uñas pintadas en color azul, extrajeron de su interior un papel color crema, escrito con caligrafía cursiva pero con mala ortografía.
Mi estimada Majestuocidad:
Reina, valeroza y respetable, del cuarto territorio de nuestro mundo; nombrado "Noctum". Es para mi, un plaser dirigirme a su eccelencia, para hacerle llegar mi entusiasta invitación:
Está usted, cordialmente invitada, a mi humilde morada, en los límites del Reino Dacortum, para celebrar un gran banquete, que se realisara con todo el pueblo, para las reforsar y renobar las buenas relaciones entre los súbditos de ambos reinos. Sepa también, que es libre de invitar a quien sea en mi fiesta, no será molestia en lo más mínimo.
Finalisando mi respetuosa carta, espero anelante y con esperansa, verla mañana en mi palacio. Su presencia, imponente y zolenne, seria del agrado de muchos de nosotros. Sin más preángulo, me despido de usted, su eccelencia.
Su fiel súbdita, de tierras lejanas, Lady Josun.
— Dioses míos, — La Reina soltó una exhalación, una mezcla entre la burla y la lástima — Al menos ha escrito bien su nombre, al final.
—¿Tan mal ha estado la carta? — Su mucama preguntó en tono divertido.
—Supongo que pudo haber sido peor. Pudo haberme hablado con superioridad. — Contestó, dejando a un lado la carta, sin más miramientos, para seguir con su exquisita comida. —Llámalas, necesito hablar con ellas. —Ordenó sin nombrarlas, pues la mucama sabía bien de quienes se trataba.
Con una leve inclinación de cabeza en pos de reverencia, le dio la espalda a su reina y se encaminó hacia la puerta para ir a buscarlas; dejando a solas a la joven soberana, con sus velas titilantes en su lucha con las penumbras; comiendo y disfrutando aún del pollo cocinado por sus mejores cocineros. Entre bocado y bocado, inició a meditar, y por primera vez en su vida, una idea empezó a formarse dentro de su mente hambrienta de curiosidad.
Cuando hubo terminado de dar un sorbo de su copa de vino, las puertas del comedor, gigantescas y pesadas; volvieron a abrirse a sus espaldas mediante los guardias para dejar pasar a dos de sus mejores y más competentes escoltas, en el comedor. Más que sus centinelas, eran lo más cercano a "amigas" que tenía la reina solitaria. Pero eso ella jamás lo admitiría enfrente de ellas o en voz alta.
Las personas perdían el respeto hacia alguien, al momento en que sabían del poder que poseían sobre uno. Una vez que te familiarizas con una persona, este se sentía con el derecho de opinar o hablar sobre lo que no debe sin la autorización.
—¿Qué opinan de esto? — Preguntó ella, sabiendo que ya estaban detrás de su espalda, esperando; le pasó a una la carta escrita con poca gracia, y segundos después escuchó sus risas jocosas ante tal barbarie en una pobre hoja de papel.
—Al parecer, aquellas lejanas tierras no tienen buenos maestros. O escasean en su totalidad, sin embargo, hay que felicitar el empeño que le ha puesto a su adorno. — se mofó Linel, dejando tirada la carta en la mesa, de esa forma tan grosera que a su Reina le irritaba. — Supongo que no nos has llamado, para ir a eliminar su pobre existencia. Lo cual sería lo más sabio; alguien con semejante ortografía, no puede seguir suelto por ahí, viviendo con tanta indiferencia y tranquilidad; se consideraría traición a los Dioses de la sabiduría.
—No le haga caso, majestad — Nahomy, le contradice, con mayor respeto y suavidad en su tono serio y frío, como era normal entre los habitantes de estas heladas tierras. — ¿Piensa asistir a su castillo?
—Por eso les he llamado, quisiera escuchar la opinión de terceros. Los pros y contras que esto conllevaría. —La Reina declara, poniéndose en pie, para girar hacia ellas y cruzarse de brazos. Su corona hecha de obsidianas sin tanta extravagancia, brilla con el reflejo de las velas y dando la ilusión de que parecían almas atrapadas en su superficie—Es lejos, y desconocido...
—Usted y nosotras sabemos, mi señora — inició, la susodicha, — que ya ha decidido que hacer con respecto a la invitación. Después de todo, nunca le interesa oírnos, no sé por qué siempre lo pide si jamás escucha, ni considera la opinión de otros.
—Te equivocas, siempre me interesa oír las palabras que provengan de las bocas de otros. — Devuelve su majestad, sentándose en el borde de la mesa con una gigantesca sonrisa santurrona. — Es absolutamente divertido oírlos, y ver sus incrédulos rostros llenarse de indignación, cuando hago exactamente lo contrario.
Linel fue la primera en poner los ojos en blanco, aunque se había prometido antes de entrar, en no hacerlo. No obstante, no pudo contenerse. Se ajustó la manga de su guante de cuero, para intentar distraerse, y sus ojos bajaron hasta sus botas de cuero negro que la protegían del frío y el barro de las tierras donde vivía. Igual que su compañera, ambas vestían ropas caras y resistentes, de cuero y acero para la armadura sobre sus pechos, abdomen y rodillas.
Observó a su reina de reojo, darles la espalda una vez más, distraídamente, notó que su cabello ligeramente ondulado había crecido más allá de su espalda hasta rozar el comienzo de su cintura estrecha, sin embargo, desde su barbilla cincelada y blanquecina que contrarrestaba con su pelo azabache, estaban algunos mechones recortados en capas desiguales que se curvaban en las puntas. Se preguntó qué cosa loca estaría pensando dentro de esa cabeza tan descabellada pero brillante.
—Necesito conocer más a mi gente, saber lo que piensan, lo que quieren y lo que buscan para poder reforzar y llenar de prosperidad mi reino.
—Su reino ya está prosperando, mi reina... — inició Nahomy, pero esta la interrumpió al instante:
—Lo hace, pero no lo necesario, ni lo suficientemente rápido o mucho; aún hay reinos que superan mi poder — su voz va bajando, a medida que continúa, haciéndoles difícil entenderla pues el viento de afuera era tan potente que hasta los retratos parecían temblar de frío—. Necesito algo, no sé lo que es, pero tal vez, acercándome a ellos podré averiguarlo, o al menos intuirlo.
—Como le dije al principio, usted ya lo tenía decidido—, sonríe Nahomy, alzando ligeramente las cejas divertida y acariciando distraídamente, el mango de una de sus espadas que colgaban de la cinturilla de su pantalón— Su carroza estará lista, mañana por la mañana, será un largo viaje de cinco horas. Duerma temprano, mi señora.
Aún de espaldas, su majestad puso mala cara ante lo último. Odiaba dormir temprano, y odiaba despertar temprano. Tal vez aún tenía tiempo de cambiar de opinión... No... Maldición, debía hacerlo. ¿Cuánto más iba a evitar conocer a los otros? Se dijo tratando de animarse, agarrando su copa favorita una vez más, la cual estaba tallada en madera y plata, y decorada manual y especialmente, con un cráneo y dedos huesudos que sujetaban la copa.
Era hora, de pisar nuevo terreno y oler nuevos aires que no sean los húmedos y fríos de su tierra.
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(4 horas después)
Las tierras frías, húmedas y oscuras quedaron atrás luego de un par de horas, aunque su reina no supo en qué momento exactamente, pues en la mayoría de viaje; se había quedado totalmente dormida en el asiento acolchado de su carroza. Los único que sabía es que de la nada, una sensación calurosa, sofocante y sudorosa empezó a obstruir su sueño, y hacerle imposible volver a dormir en paz; obligándole a levantarse y mirar con odio el asiento vacío delante de ella.
De su espalda corría un chorro de sudor, se enderezó mejor en su asiento, y su mano enfundada en cuero oscuro, le pareció horrorosamente asfixiante cuando inició a sentir el cambio de la temperatura, sin embargo, decidió dejarlo puesto por las bacterias que pudiera contraer en tierras desconocidas. Movió un poco la cortina de la carroza para ver el paisaje. Se encontraba en medio de una especie de paraíso tropical.
Por donde quiera que mirara, podía ver árboles, arbustos y animalillos de todos los colores imaginables. Había flores y frutos, mamíferos y reptiles, todos conviven en completa armonía y paz. Era como si la primavera se hubiera instalado en esas tierras, por siempre y para siempre, con ese ambiente todo mágico, cálido y hospitalario. Completamente horrible si le preguntaban.
Un caballo, grande y de buena postura, se colocó a lado de su ventana, relinchando alegre y enérgico por salir corriendo. Su jinete, no era nadie más que Nahomy, cabalgaba con gracia y viró su rostro hacia ella con una sonrisa en su rostro, al parecer el calor la estaba llenando de vida y vigor.
—¿Sabe, mi señora? — comenzó, con la voz agitada por el andar del caballo. — Estamos a punto de entrar en el pueblo, y a pocos metros más, nos cruzaremos con el famoso castillo de la reina de Dacortum. Dicen, que su reino es uno de los más prósperos que van alcanzando la gloria de los grandes.
—¿La Reina de Da-cor-tum? —repitió ella, frunciendo el ceño por la extrañeza del nombre, y tratando de recordar cómo se llamaba su soberana. — Desconozco su nombre.
—Se hace llamar "Kinn" — sonrió la jinete, mirándola desde el rabillo de sus ojos mientras atendía el camino y los alrededores como su compañera, por posibles ladrones o atacantes inesperados. No sería sorpresa, ya que llevaban a una de las entidades más importantes de este mundo después de todo. —Kinn, soberana de las tierras del amor, Dacortum.
Una ceja sarcástica, se elevó en el rostro de su majestad de Noctum. "Pero qué nombre más cursi y ridículo", pensó, a la par que subía una de sus piernas y la descansaba sobre la otra elegantemente. De pronto se encontró así misma meditabunda, recordando todo lo que sabía y podía, sobre los libros y diarios en donde hablaban de tal reina pomposa.
Ella era nueva, apenas reinaba desde hacía más de un año, pero en el tiempo en que lo había hecho, había logrado poner a su reino, en el mapa junto con los seis grandes, y gozar poco a poco, de una modesta fama. No obstante, no estaba a su altura aún. Había escuchado que su ejército era el más débil de todos los reinos, y sus súbditos eran de un número muy inferior al de los otros (incluyéndose). Era importante, pero no lo suficiente, ¿una reina? Aunque, sonaba interesante conocerla...
Tal vez podría sacarle algún secreto que le había ayudado a prosperar, bajo mañas o simple voz dulzón.
—Dile al conductor que se detenga un momento —Ordenó, repentinamente entusiasmada por algún motivo, — y luego llama al mensajero, que espere a lado de mi puerta. Enviará una carta lo más pronto posible a sus dominios.
Dicho esto, cerró la cortina nuevamente de un tirón, y después, sacó de un cofre tallado en madera; papel, pluma y tinta con el cual escribir un mensaje. Acto seguido, agarró una tabla de aserrín, para ayudarla a escribir lo más elegante posible. Su ortografía podría ser perfecta, impecable y objeto de envidia, sin embargo, nadie podía decir lo mismo de su caligrafía; la cual se asemejaba, como si un montón de hormigas con tinta en las patas, hubieran empezado a bailar y correr sobre su hoja.
Reina de Dacortum:
¿No quisiera ser parte de una fiesta? La invito, a asistir al palacio de Lady Josum en los límites de sus tierras, para convivir y conocer más a sus súbditos. Usted decide.
Atentamente, Amer, soberana de Noctum, el reino de las sombras.
❤~ ~ ~❤~ ~ ~❤
Un millón de velas aromáticas están estratégicamente distribuidas a lo largo del salón favorito de la reina de Dacortum. No hay ningún otro tipo de iluminación, el sol no llega a alumbrar esta parte del palacio. No hay ventanas, y solo existe una puerta, que una vez que se cierra, no vuelve a abrirse hasta que la reina así lo desee. A menos que... pase algo extremadamente importante.
Algo de vida o muerte.
En medio de ese lugar misterioso, enmarcada con todas las pequeñas llamas y esencias, una chica se encuentra sentada en el suelo, en posición india y con los ojos cerrados: meditando. Gran parte de la piel de su cuerpo se encuentra completamente descubierta, sus brazos, su abdomen, sus piernas... Solo un par de lugares estratégicamente seleccionados, tienen el resguardo de una ligera y semitransparente seda blanca. Su cabello largo se mueve, flotando alrededor, a pesar de que no hay ninguna brisa de viento que pueda entrar al lugar.
Pero alguien toca a la puerta, interrumpiendo la meditación de la reina. Durante los primeros golpes, ella se mantiene con los ojos cerrados. Pero con el tercero, sus parpados empiezan a abrirse lentamente, hasta que se despeja por completo, y se da cuenta de que, sea lo que sea, debe ser jodidamente importante.
Levanta una de sus manos, y bajo un sencillo movimiento de mano, hace que todas las velas se apaguen, y la puerta se abra, con un perturbador y tétrico chirrido. Era maravilloso el poder que alcanzaba luego de la meditación en su habitación especial, y era una lástima también, que ese poder fuera efímero, y se agotara rudimentariamente tan pronto como sus pies descalzos salían del lugar.
Kinn caminó, en medio de la oscuridad, con paso lento, pero seguro, sin miedo alguno, hasta que llegó a la estancia iluminada por el sol. El líder de la guardia real la esperaba allí, perfectamente uniformado con una armadura de plata, en su cintura, su espada yacía enfundada, pero la reina sabía que era tan extremadamente filosa que cualquier posible enemigo, debía suplicar, si osaba molestar a ese hombre.
Carlos, hizo una reverencia y se disculpó por haber interrumpido tan importante momento, pero la bella reina se limitó a quitarle importancia con un sencillo movimiento de su mano. Ahora, cuando la luz iluminaba por completo su cuerpo, se podía apreciar también, que todos los dedos de sus manos llevaban un anillo distinto, de oro. En medio de sus pechos, una pequeña estrella de plata estaba incrustada adornando la zona descubierta, y más abajo, en su obligo, un pendiente de oro blanco brillaba y distribuía cadenas a lo largo de su cintura, y vientre bajo.
— ¿Qué sucede?— preguntó Kinn, con voz suave y dulce— ¿Alguna crisis importante?
—Ha llegado una carta, mi señora— Carlos vuelve a inclinarse (quizá tenía cierto grado de importancia, que el hombre era al menos veinte centímetros más alto que la reina) — Es urgente...
— ¿Es en serio?— esta vez, el tono de la reina deja de ser dulce— ¿Interrumpes mi meditación para darme una tonta carta?
—Es un mensaje importante, su excelencia— Carlos rueda los ojos y se encoje de hombros, gesto que no le agrada a la reina, pero que ya está acostumbrada a recibir, por parte de él.
—¿Qué clase de mensaje puede ser más importante que mi meditación?
— Este. — Contesta él, rotundamente— Viene desde la frontera, majestad. Pertenece a la reina de Noctum.
Esta vez, los ojos de Kinn se entrecierran, con curiosidad. Una de sus manos sube gentilmente hasta su barbilla, y su cadera, cubierta en seda, se mueve y sobresale suavemente, al cambiar todo el peso de su cuerpo a una de sus piernas. Una sonrisa se dibuja sobre sus labios rosados.
— ¿La reina de Noctum? — Pregunta, a pesar de que no espera respuesta, extiende su mano, para que Carlos le entregue la carta, y es lo que el hombre hace— ¿Cuál era su nombre?
—La reina Amer— contestá él, y luego hay un breve espacio de silencio, en el cual ella abre el sobre, lo huele, solo para saber si está aromatizado (lo cual no está), y leer el diminuto texto. La sonrisa en sus labios crece, pero Carlos sabe que no es por felicidad, ni siquiera por cortesía. Es una sonrisa traviesa... Una sonrisa a la cual había que tenerle mucho cuidado.
— ¿Te gustan las fiestas?— pregunta ella, regresándole la carta y riendo abiertamente— ¡Nathasha!— llama, con voz más fuerte, y de inmediato una de sus damas de compañía aparece corriendo— Trae papel, y una pluma.... Mi favorita. Y tinta rosa, por favor. — ríe de nuevo— Sería una completa falta de respeto por mi parte no contestar tan hermosa carta.
—Aquí está, señora— Nathasha se apresura y le trae todo lo que pidió, lo coloca en una de las mesas reales y la reina empieza a escribir, con caligrafía estilizada y perfecta.
Será todo un honor. Nos vemos allá.
Fue todo lo que escribió, envolvió la nota en un sobre, y luego tomó uno de sus perfumes más caros, hecho con rosas negras, cuyos botones habían florecido en una noche de luna llena, particularmente llena de estrellas. Aromatizó el papel, y envió a Carlos a adelantarse, para entregar su respuesta a la reina de Noctum. Quería que todo el mundo estuviera notificado, de que estaría presente en el lugar. No le gustaban las sorpresas.
Una vez que el líder de la guardia real se fue, Kinn llamó nuevamente a Natasha.
—Prepara mi mejor vestido— le ordena suavemente— Y ponte algo lindo también, vienes conmigo.
—Sí, señora— devuelve Natasha, pero luego duda— ¿El blanco, majestad?
—No... — ella aparta el cabello de su rostro y sonríe aún más abiertamente— El rojo.
Cuando su dama de compañía se ha alejado, ella sigue hablando, en un susurro, para sí misma.
—Creo... creo que esto va a ser divertido.
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Reparto:
isXoul
NahomyCampuzano
NatashaRodriguez314
CG-11-EA
AmerKinn: No olvides votar y comentar si te está gustado la historia, y quieres más de esta intrigante historia. ¡Nos vemos!
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