Capítulo Dos: La fiesta

“¿Por qué demonios vine?” es la pregunta que se repite una y otra vez en su mente, en el momento en que sus botas de cuero con tacón, habían pisado los primeros escalones del castillo de Lady Josum. Súbdita de tierras lejanas, una mujer tan irritante y desagradable como lo era su forma de escribir. Amer nunca había sido una persona sociable, y los tres años de completo aislamiento en su castillo eran pruebas vivientes de ello, por lo que aguantar a la anfitriona, estaba siendo una tortura.

La fiesta se celebra en la sala del castillo, todos los altos ventanales están abiertos y una ligera brisa de verano mueve las cortinas de color granate. La mayoría de las personas se encontraban cerca de estas, para recibir algo de brisa fresca, la otra parte estaban charlando animosamente mientras bebían vino, y su majestad la reina, estaba contenta y serena; cerca de los bocaditos, descansando por fin de los incesantes saludos y adulaciones que había recibido por parte de los demás plebeyos que la habían reconocido.

No era como que fuese muy difícil de identificar. La tez blanca, los ojos oscuros cual obsidiana y el pelo azabache eran una prueba irrefutable, al señalar de dónde provenían; por supuesto, de las oscuras y frías calles de Noctum, donde el sol se dejaba ver rara vez, en medio de las nubes, y la nieve era un abrigo suave y confortable para los enormes bloques de hielo cuando era invierno.

Este lugar, por lo tanto, se sentía absurdamente demasiado lejano de su hogar. Si bien es cierto, no era tan espantoso como cuando pasaron por los alrededores de Dacortum (donde todo el aire cálido y las esencias primaverales le habían causado un estado y sentimiento horrible de náuseas), aquí, habían demasiadas personas, que intentaban, con todas sus fuerzas, convertirse en amigos íntimos, los unos de los otros. No respetaban el espacio personal, y varias veces se había abstenido a golpear a uno que a otro, cuando se ponía intenso.

Si había una sola razón, por la cual Amer no estaba ahora mismo en medio de los brazos de un montón de gente desconocida, era porque, a pesar de que podía ver el brillo de ilusión y admiración hacia ella (y probablemente hacia su corona) en muchos de los ojos de las personas que caminaban cerca de su majestad; el aura oscura que la rodeaba, los mantenía lo suficientemente alejados, y cautelosos; todo el rostro de Amer gritaba:

“Aléjate, o sufre las consecuencias”. Así es, bastante amigable estaba siendo, aún así, intentaban acercarse con cuidado, midiendo el terreno antes de  dar pasos demasiado apresurados.

—¿Qué tal lo está pasando en la fiesta, reina de las tierras de las sombras? — le preguntó una voz divertida a sus espaldas, la cual reconoció inmediatamente. —¿Un buen banquete?

—La carne está deliciosa —responde con una sonrisa de medio lado, dejando un pedazo de pollo en la bandeja, para girarse y darle cara a la señorita del castillo. La mujer delante de ella era casi tan alta como Amer, con vestido escotado y joyas exageradamente abundantes colgando de su cuello y orejas. — Debe de pagarle muy bien a su cocinero, existen muy pocos que logran satisfacer mis exigencias.

—Me alegra tanto, majestad — contesta la mujer, riendo tontamente mientras saca un abanico, el cual mueve para hacerse viento con supuesta elegancia, y decía supuesta porque había algo en sus movimientos y en ella misma, que a Amer le resultaba muy vulgar. — Espera a que se lo cuente, ¡el hombre explotará en alegría!

—Ah, vaya, hombres explotando por mí, ¿feliz cumpleaños para mí?— sonrió algo incómoda, y cambió de tema rápidamente mientras Josum seguía riendo por su chiste algo torpe — Es una fiesta muy bien organizada, ¿fue usted quien lo arregló todo?

—Oh, la mayor parte — Sonríe Lady Josum, efusiva por el halago recibido, por lo que automáticamente, permitió que Amer pudiera identificar su mayor punto de debilidad: la adulación. — He estado pensando y planeando esta fiesta desde hace muchos meses, mi señora, —cuenta, mientras con un gesto le indica que camine a su lado; con un sentimiento interno de contrariedad, Amer no hace más que seguirle y se despide tristemente de los platos de carne asada que pronto dejan atrás — Quería un lugar en donde todas las grandes influencias de los seis reinos se reunieran, para compartir felicidad y fortalecer las relaciones de amistad.

—¡Oh!, eso es muy interesante— respondió al final, alzando ligeramente las cejas, tratando de mostrar algo de sorpresa, el vestido color azul ceñido a su cintura, caía en cascada y por unos centímetros casi rozaba el suelo. Si estuviera en sus aposentos, se habría colocado también una capa sobre los hombros, que estilizaría aún más su porte, y remarcaría la grandeza de su linaje, sin embargo, el palacio de Lady Josum, se encontraba en medio de una zona tropical; y hacía un calor del mismísimo demonio a esas horas del día.

— Quiero seguir creando este tipo de reuniones en el futuro. Formar un grupo de personas pertenecientes a todo el mundo, de cada reino o pequeño pueblo, ¡todos serán bienvenidos! Porque quiero convertir este castillo… — sus ojos brillaban de inspiración y emoción al hablar, y muy en lo profundo de esos ojos marrones, Amer pudo divisar algo más: avaricia — ... en un refugio,  donde podamos abrir nuestros corazones. Mostrarnos tal cual somos, apoyarnos, y buscar la prosperidad para nuestros pueblos desamparados. 

—Eso suena como un cuento de Hadas muy infantil, — susurró la joven en tono bajo, aún así, pareció no haber sido lo suficientemente despacio, porque enseguida, Lady Josum preguntó intrigada y con un ligero fruncir de cejas:

—Disculpe, ¿dijo algo, majestad?

—Ah, decía que… Espero que mis acompañantes se estén relajando también en su fiesta — improvisó velozmente, felicitándose así misma con palmaditas en la espalda por tan rápida escapatoria.

Justo entonces, una pueblerina acompañada de un apuesto caballero, pasaron delante de ellas para solo darle a la reina de Noctum, una ligera reverencia llena de respeto y veneración. Amer les sonrió, por primera vez con sinceridad a la joven pareja, y después, volvió su atención hacia la dueña de la casa quién seguía hablando.

—¡Oh! Por favor, no se preocupe, reina Amer — sintió sus ojos desbordarse por el estupor—  ¿puedo llamarte Amer no es así? — No, definitivamente no puedes llamarme Amer, ¿qué te pasa, loca? Fue lo que pensó automáticamente la susodicha, sintiendo una gran indignación y una tremenda falta de respeto; no obstante, apenas y le dejó abrir los labios antes de que ella continuara con su diatriba parlanchina — ¡Gracias! Ellos están disfrutando de la velada también, mis guardias son bastante entretenidos. Oh, a lo que iba, es que solo un par de elegidos podrán asistir a mis fiestas. Será exclusivo, y único, ¡y te necesito de mi lado!

Todo ese tuteo y destuteo a cada rato la mareaba mucho. “Habla tan mal, como escribe”, se dio cuenta la reina, pero su bajo intelecto, no era lo que le importaba ahora.

—¿A mí? ¿Por qué me necesitarías a mí? — preguntó ella, la curiosidad había desviado la indignación por la pronunciación en demasiada confianza de su nombre, y ahora volvía a mirarla atentamente esperando por sus siguientes palabras. —No comprendo…

—Oh, amiga… — Amer tuvo que contener sus repentinos impulsos asesinos porque en verdad quería saber lo que ella diría — ¡Todos te aman!

—¿Lo hacen? — su cara fue una obra maestra que denotaba la incredulidad y el horror; era la primera vez que oía aquella palabra con tanta soltura — Es decir, la gente podría sentir respeto… eh, admiración y… no lo sé, demás cosas de sentimientos pero, ¿amarme?

—¡Ah, pero claro que ellos lo hacen! ¡La adoran! ¡Ellos seguirían a su reina aunque eso significara la destrucción de su reino! ¡Si usted decide que todos se incrusten una daga en el pecho…!

—Okay, wow, detente — la interrumpió Amer, alzando una mano llena de argollas hechas de obsidiana que rodeaban sus dedos, sus ojos ya de por sí grandes, ahora estaban más abiertos por la confusión, sus labios se abrieron y cerraron antes de que dijera — Estás exagerando…

—Solo necesito que traigas más gente, mi reina — Josum le pidió, con los dientes brillando en una sonrisa demasiado grande para su rostro — ¡Invitalos! ¡Llámalos aquí! ¡Debemos crecer, ser los mejores y los exclusivos salvadores de los desamparados! Aquellos que no tienen un hogar.

A medida que iban caminando por el salón, para llegar a un par de metros de distancia de un grupo de personas bien vestidas y con acentos raros para ella. Amer fue ensimismándose cada vez más dentro de sus propios pensamientos. Había venido aquí para salir de su encierro después de todo, ¿no había venido, acaso, para hacerse conocer aún más y descubrir qué tanto alcance tenía su poder? ¿Aún en las afueras de sus tierras?

—Solo mire, majestad. Mire a su alrededor — la voz de Josum fue baja, persuasiva y convincente, mientras le hacía ver a su alrededor lo que ella quería que viera — Vea cómo la observan con veneración, como esos ojos sólo están sobre ti… esperando, expectantes a lo que usted pida o desee…

“Mi reina de Noctum, ¡sea bienvenida!”.

“Excelencia, ¡he oído de sus hazañas! ¡Es asombrosa”.

“Señora, majestad, ¡soy una gran fan de su persona”. “Majestad, majestad” todos ellos la llamaban, su nombre era pronunciado aquí y allá con cariño y júbilo.

Tenía que admitirlo, ser el centro de atención, movía un poco su ego y su autoestima. Sí, podía decírselo así misma con honestidad, que todas aquellas miradas puestas sobre ella, la hacían sentir poderosa como nunca pensó sentirse. Normalmente le incomodaban este tipo de pensamientos, la hacían sentirse despreciable, pero justo ahora, desde lo más profundo de su corazón, en donde nadie nunca, jamás, podría acceder… Ella solo quería ser querida.

Ella solo quería conocer cuán importante era para ellos.

Ella solo quería saber qué tanto harían o dirían por ella.

Ella solo, solo quería sentirse el centro del universo por solo un moment…

Los sueños de Amer que se rompieron, se oyeron, como el chirrido de las puertas del castillo abriéndose en ese instante, delante de ellos. Así se escuchó. Todos sus asquerosos y apenas descubiertos sueños, destruidos, en un ¡puf! Segundos. Nanosegundos. La ironía del destino le hizo sonreír, y chirriar, de rabia contenida, los dientes dentro de sus labios sellados.

Porque ella misma había provocado la destrucción de esos sueños anhelantes y secretos. Ella misma, por un simple acto de curiosidad y egocentrismo del pasado. ELLA, causó esto, sus propias acciones sin premeditación. Allí estaba, la reina de Dacortum, tierras de… de… de a quién putas le importa ese lugar de mierda, y sucio, la reina de la cursilería y extravagancia; robándose todas esas miradas, que solo unos  segundos antes le pertenecían sólo a ella. Y eso, ella lo odió. Lo odió. Desde el fondo de su alma. Pero más que nada...

La odió a ella.


Decir que el vestido de la reina de Dacortum estaba confeccionado con tela en color rojo, era completamente una exageración. Eso… No podía considerarse tela… a duras penas podía considerarse un vestido. Era, por el contrario, una especie de unión de sedas y cadenas de oro, que estaban estratégicamente unidas entre sí, para cubrir los lugares adecuados, y dejar al aire libre los lugares que, en caso de mostrarse, se desataría un escándalo en todos los alrededores.

Kinn lo había planeado de este modo, desde un inicio. Ella era la reina de las tierras del amor, aquel lugar al cual las parejas de enamorados acudían para concebir matrimonio, un paraíso pacífico y neutral, donde cualquiera podía encontrar refugio y protección, y cuando se decía cualquiera… era cualquiera. No importaban los pecados que hubieses cometido en el pasado, si estabas dispuesto a redimirte, Dacortum te ofrecería una mano amiga, apoyo, asesoría, comida, cariño y agua caliente para consentir a tu cuerpo.

Ella era conocida por ser amable con todo el mundo, y como tal, era propio de las personas acercarse demasiado a ella, más de lo que normalmente sería permitido. Por lo tanto, había tenido que idear un modo en el cual las personas sintieran cierto grado de incomodidad, que les hiciera mantener un poco el espacio personal. Mostrar más piel de la necesaria, había sido una solución para dos problemas a la vez, el primero, antes mencionado, y el segundo, el clima cálido de su tierra.

Por otro lado, ni siquiera ella misma podía negar que le gustaba el aspecto que la piel suave de sus piernas y abdomen desnudos, daba cada vez que se reflejaba en algún espejo. Le gustaban también las miradas, esas que se atrevían a observar todo lo que quisieran, pero que temían acercarse, y jamás se arriesgarían siquiera a intentar tocarla.

Tan pronto como la carroza blanca se detuvo, ella se puso en pie y la puerta se abrió, en silencio. La mano fiel de Carlos le ayudó a bajar con cuidado, para luego hacer lo mismo con Nathasha, y otras dos doncellas más, a quienes había decidido traer, solo por si acaso. Su cabello largo se balanceó, debido a la brisa fresca, y su mejor sonrisa amable se instaló en su rostro, preparándose para ingresar a la fiesta.

—Voy a anunciarla, majestad— dijo Carlos, al tiempo que se adelantaba un poco para entrar antes que ella.

—No es necesario, cariño— dijo ella, deteniéndolo de inmediato— Disfruta de la fiesta, no creo que necesite de tus servicios por un largo rato. Lo mismo va para ustedes, niñas— continuó, volteando hacia las doncellas— Son personas decentes, está bien. Tengo un buen presentimiento acerca de hoy.

Con paso decidido, caminó hacia el lugar en el cual un par de hombres resguardaban las puertas del castillo. Ambos estaban dormidos, con baba cayéndoles de la boca, y una bomba de moco inflándose en sus narices… “Adorable” pensó la reina sarcásticamente, justo antes de carraspear y con un par de golpecitos de sus tacones contra el suelo, despertarlos.

Ambos hombres dieron un salto, aún estaban medio dormidos cuando ella les dijo:

—¿Necesitan ver mi invitación, mi nombre o…?

—¡Majestad de Dacortum! — sus ojos casi se les salieron, a él y al otro guardia de la impresión, rápidamente se pusieron de pie y firmes y luego no sabían si hacer una reverencia o ponerse de rodillas ante ella —¡Es un honor tenerla frente a nosotros! 

—Aww, gracias — se enterneció, colocando una mano sobre su corazón — ¿Dejarán pasar a esta dulce muchacha a la fiesta, chicos?

—¡Oh! DIOS, si, perdón, nosotros, sí… — atolondrados y apurados, uno de ellos agarró la manija de la puerta, la giró y con un chirrido la empujó para abrir. — Disfrute de la fiesta, su alteza.

—Gracias — pronunció con seguridad, y luego susurró más para sí misma con ojos llenos de picardía— Eso haré, claro que sí. 

Tan pronto como estuvo dentro, pudo reconocer unos cuantos rostros familiares. A pesar de que ella no era demasiado propensa a salir de su castillo, sí que venían muchas personas, todos los días a pedirle favores. Ella no los culpaba, muchos de los soberanos de otros reinos, no se daban el tiempo de hablar con sus propios súbditos. Para estas alturas, gran parte de ellos se sentían solos, abandonados, vulnerables. Y a Kinn, nada le costaba dirigirles unas cuantas palabras amables. Para ella, era un placer dar un poco de amor al prójimo cada vez que pudiera.

El mundo estaba lleno de gente hermosa, esperando a ser encontrada.

—¡Hey Gerald!— okay, tenía que admitir que la aparición repentina del rostro del chico, frente a ella, fue un poco perturbadora— ¿Cómo estás? ¿Y tu nueva hermosa esposa?

—Perfectamente bien, majestad— dijo el hombre regordete— El que usted pronunciara nuestra unión es el mejor augurio de todos. Estoy seguro de que los dioses nos permitirán vivir muchos años juntos, y todo gracias a usted. Es usted maravillosa, ¿sabe? Asombrosa.

—¡Cuanto me alegro de su felicidad! — dijo ella, realmente sintiéndolo, pero en cuanto pudo, caminó unos cuantos pasos lejos de él. No estaba aquí para ser adulada, estaba aquí porque la curiosidad había sido más fuerte que la prudencia.

— ¡Majestad! — no se había alejado, siquiera lo suficiente, antes de que otra chica que conocía, Mibia, apareciera frente a ella, haciendo una reverencia casi hasta el suelo. Kinn se las arregló para sonreírle con dulzura— Quiero agradecerle, majestad— continuó la chica— He estado hablando con mi amiga sobre lo que conversamos y creo que… creo que la situación al fin está yendo hacia una buena dirección… Creo que aceptará mis sentimientos.

—¡Oh! Eso es muy bueno, chica— dijo, sorprendiéndose ligeramente, porque a decir verdad no esperaba que sus consejos realmente dieran resultado— Recuerda cuidar su corazón… y también el tuyo.

Y así, en medio de conversaciones, saludos y agradecimientos que ella no quería ni sentía merecer, la reina de Dacortum pudo ingresar y movilizarse en medio de toda la gente, hasta llegar a un lugar, cerca del medio del salón. De acuerdo, más le valía empezar a buscar su verdadero objetivo de la noche, o de lo contrario todo esto sería una verdadera pérdida de tiempo. Además, esto de la adulación no era sano para ella. Le gustaba demasiado, y le asustaba, tanto como si fuera opio, o algo por el estilo.

Entonces, como si el destino la hubiera guiado, hasta el lugar en el que debía estar, en el momento indicado, levantó la mirada, y la encontró. Lo supo de inmediato, tan pronto como la vio. Cabello negro, cejas marcadas y profundas que se dibujaban sobre sus ojos, dándoles tanta profundidad como a la noche misma. Su vestido en azul marino, se entallaba a su cuerpo, y la abrigaba con delicadeza, pero con demasiada calidez, haciéndole saber de inmediato que estaba confeccionado para usarse en otro tipo de parajes, menos cálidos.

La reina de Noctum. La mujer que había escrito aquella carta, invitándole a unirse a este banquete. Aquella que debería estar acercándose a ella, y ofreciéndole la bienvenida como una verdadera amiga, o al menos como una persona hospitalaria que quería conocerla. Sin embargo, por el contrario, en el rostro de la reina de las sombras, se mostraba una expresión seria, agria, osca. Una expresión que la examinaba y la juzgaba en silencio.

Tal vez, había llegado en un momento inoportuno.

— ¡Mi Lady Kinn!— una chica, que se encontraba al lado de la reina Amer y a la cual la reina de Dacortum no había prestado, hasta el momento, la más mínima atención, exclamó, tan ruidosa y sorpresivamente que hizo que unas cuantas personas se voltearan a mirar la escena— ¡Se encuentra usted aquí! En mi pequeña y humilde morada. Sea bienvenida, y siéntase como en casa. 

Y entonces se acercó, (dejando olvidada a la joven de tierras frías) con toda la confianza del mundo, como si la conociera de toda la vida; la rodeó en un abrazo, que Kinn no deseaba, ni esperaba, pero al cual no pudo negarse; y después de la sorpresa inicial, decidió, por el bien de su salud mental, regresar con una sonrisa en el rostro.

—Me siento muy bienvenida, gracias — le respondió, con un ligero tinte de sarcasmo, (uno que pocos lograrían captar) llevando sus penetrantes ojos castaños, hacia la única persona de la sala que había logrado despertar su curiosidad.

Mientras la expresión de ella, sombría y asesina, aumentaba con creces. Cada vez con más frialdad.


¡Hey, chicos! No olvides comentar y votar para que podamos saber sí te está gustando esta nueva historia, (nuestro nuevo experimento) y agregarla en tu biblioteca si aún no lo has hecho 💔. 

Cabe recalcar también, que los personajes, a pesar de estar inspirados en nosotras mismas. Son una exageración, un alter ego, o una dramatización de lo que realmente somos. Esto no quiere decir que  creamos que somos reinas y deben venerarnos; es solo para nuestra diversión y la suya. ¡Feliz año nuevo! Y pronto estaremos publicando instituto en esta semana. Bye,  — A.R

Reparto:

NatashaRodriguez314
CG-11-EA

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