Capítulo 28

-----------------------------------------

¿Cuánto es el peso de una vida?

En palabras sencillas,

Nada.

Somos instantes.

Instantes tan frágiles como una hoja de papel.

Un cristal a punto de romper.

-----------------------------------------

Alius: Una sustancia, una piedra, una gema apenas conocida, brillante, y capaz de aumentar las capacidades de las personas que la consuman hasta un nivel sobrehumano, creída extinta hace muchos años.

¿Qué harías si, por solo un instante, la peor batalla de tu vida se volviera a repetir?

Y en versión mejorada.

¿Cuál es la cura ante el mal que vuelve a surgir entre las cenizas?

Al igual que un ave fénix, que busca devorarte y despedazarte poco a poco con sus garras, sin importar todas las súplicas y gritos que puedas dar para que te suelte y deje vivir así sea un día más; da exactamente igual, ya que todo es en vano.

—Ichi...—Susurró Mamoru, viendo como una de sus antiguas pesadillas volvía a encarnar. Su peli-azul, ojos almendra, su alma gemela volvía a parecer tan distante e irreconocible como hace años.

Sus manos sudaban, su cuerpo estaba tenso.

¿Por qué?

¿Por qué ahora?

¿Por qué él?

En mi mente, solo una palabra: Poder.

No hay nada importante además de eso.

Mi vista está nublada, apenas puedo percibir lo real de las cosas; tal vez todo esto es un sueño, ¿O una pesadilla? No lo sé realmente, pero es algo que hace que mi cuerpo se sienta tan liviano que apenas lo percibo.

¿Estoy vivo?

¿Estoy sintiendo?

Sí, siento.

Algo ferviente pasa a través de mis venas, concentrándose en el centro de mi pecho.

Quema.

Arde.

Y al mismo tiempo se siente... Glorioso.

Exitante.

Es una sensación conocida, algo vagamente familiar.

Estoy en la cima.

Sí... Vuelvo a ser fuerte.

—¡Kazemaru!

Mis oídos resuenan y un fuerte dolor de cabeza comienza a retumbar, joder, qué sonido tan molesto e irritante. Volteo hacia el lugar proveniente de aquel grito, chasqueando la lengua, sintiendo un extraño líquido bajar de mi nariz, color carmesí, gotas de sangre que limpio rápidamente con el pulgar.

Allí está, en frente de mí; Endo Mamoru.

Dime, ¿Una vez más vas a mirarme con tristeza? ¿A compadecerte de mí? ¿Una vez más voy a sentir cómo me miras desde arriba, mientras yo no hago más que revolcarme en la tierra, suplicando por ser más fuerte?

¿Una vez más repetiremos la historia de cuando éramos niños estúpidos jugando al fútbol contra un equipo "extraterrestre"?

—Vamos Kazemaru, debemos seguir entrenando, así lograremos volvernos más fuertes... Por favor, Kazemaru, confía en mis palabras.

Aún recuerdo esa estúpida conversación, ambos sentados en la acera, posterior al accidente de Fubuki hace más de diez años, luego de un enfrentamiento contra Hiroto, o mejor dicho, Grand. Estabas tan enfocado en querer ganar esa absurda batalla que no parecía tener fin, que no importaba cuánto intentaran detenerte. Siempre haz sido igual de terco y obstinado.

Recuerdo tus manos, llenas de heridas y rasguños, muchas veces hinchadas y de un latente color rojo, cosas que yo luego trataba de curar, cuando nadie nos veía, cuando caía la noche y el cielo se cubría de estrellas... Maldición, ¿Por qué lo hacías? ¿Por qué no podías simplemente descansar? Daba exactamente igual todas las veces que te pidiera que tuvieras cuidado, daba igual cuántas veces te regañara luego de darme cuenta que nunca volvías a la hora que correspondía por estar golpeando ese neumático, daba igual exactamente todo, siempre entrenabas hasta dejar tus manos llenas de heridas, casi destrozadas... Todo con tal de ser fuerte.

Hacías de todo, porque evolucionabas.

Tu poder aumentaba...

¿Pero y yo?

Yo era el que estúpidamente trataba de seguirte el paso, siendo que no era más que un cobarde, débil, que al darse cuenta que su desempeño no mejoraba, abandonó toda esperanza.

Aún lo recuerdas, ¿Verdad?

¿Aún recuerdas mis absurdas palabras? ¿Mi pedido desesperado de auxilio? ¿Mi grito de bandera blanca?

—Lo siento Endou, pero creo que yo...
No puedo ser tan fuerte como tú.

Nunca fui fuerte, nunca pude hacerlo.

Aún retumban en mi cabeza todos los pensamientos que pasaban por mi mente en ese momento, "¿Por qué estás haciendo esto?" "¿Por qué te esfuerzas tanto en una batalla perdida?" "Por favor, deja de dar lástima, el futbol no es para ti" "Hiciste mal en abandonar el atletismo por este deporte que demanda mucha más fuerza, mucho más de lo que tienes y puedes dar".

"Das asco".

Río ante lo último.

Sí, lo daba.

Por un momento, todas esas voces en mi cabeza dejan de tener protagonismo, escucho el sonido de hojas en el piso crujiendo, volteando automáticamente hacia el causante, cabello castaño y ojos escarlata; mis sentidos están mucho más alerta de lo normal, puedo sentirlo todo.

—Siente lástima, Kazemaru-san...—Susurra Shindou una vez a mi lado, posicionando una de sus manos sobre mi hombro izquierdo.—Siente lástima por ti.

Mi mirada se transforma en una mezcla entre confusión e ira, arrugando el entrecejo mientras observo por unos segundos más a Takuto.

"Siente lástima por ti".

Volteo hacia Mamoru esta vez, sus ojos están abiertos de par en par, con los labios ligeramente separados y sus cejas levantadas, ¿Preocupado?

¿Por qué?

¿Una falsa fachada?

Un momento...

Intento articular alguna palabra, mas mi garganta se cierra. Todo comienza a darme vueltas, con nauseas que vienen y van; no me siento bien, ¿Estoy sintiendo? ¿Qué estoy sintiendo? ¿Qué es esta especie de pesadilla? ¿Por qué estoy haciendo todo esto?

¿Mamoru?

¿Ranmaru?

¿Qué está pasando?

Un dolor insoportable comienza a atacar mi cabeza, llevo rápidamente la palma de mi mano hacia mis cabellos, despejando el mechón que tapa mi ojo izquierdo, jalando sus hebras con algo de fuerza.

Mi respiración aumenta, mi pecho sube y baja con brutalidad, todo se vuelve borroso.

Siento gotas de sudor bajando por mi frente.

Caigo a causa del dolor, que poco a poco se extiende por todo mi cuerpo, impactando de lleno mis rodillas, aunque no distingo el golpe, no es lo esencial en estos momentos. Noto mis piernas temblando, todos mis músculos han comenzado a contraerse.

Escucho voces distorsionadas, gritando mi nombre, ¿Es Mamoru? No logro distinguirlo bien, no sé qué está pasando, todo duele, todo es tenso, mis músculos se tensan, todo arde.

La respiración me falla, el aire es nada, no puedo tomarlo, se escapa, todo comienza a desvanecerse y no puedo hacer nada, no puedo respirar, ¿Voy a morir? Si no lo soluciono rápido ya no habrá vuelta atrás, mierda, no quiero morir, no quiero que acabe aquí, necesito salvarlos, necesito volver con Kirino, con Endou, con mi familia, basta, quiero que pare, por favor, necesito pare, ¡Necesito que-

—Hey.

Por un corto momento de tiempo el reloj deja de funcionar.

Siento una presión latente y fuerte sobre mi hombro.

Con las pupilas contraídas levanto un poco la vista, hasta toparme con la figura a mi lado, Shindou; cruzamos miradas, es fuerte, determinante...

Y calmado.

Observo sus orbes iluminarse de una brillante luz morada, proveniente del centro de su pecho. Él sonríe, su sonrisa es cálida, no deja de mirarme. Aprieta su agarre una vez más, con mayor fuerza; en el momento en que lo hace, vuelvo a sentir la adrenalina apoderarse de todo mi cuerpo, centrándose en el punto de origen.

Todo aquel dolor y pánico que sentí hace apenas un momento de repente se vuelve nada.

Todo se vuelve claro. Es cierto, por eso estoy aquí.

Ya no hay dolor.

Sólo poder.

—Obsérvalo bien.—Susurra, colocándose de cuclillas para quedar a la altura de mi oreja.—¿Puedes ver como se ríe de ti?—Mis ojos se vuelven a centrar en Mamoru, tiene la misma expresión de antes.—¿O acaso no ves... Lo mismo que yo? Aquello que está frente a tus ojos... ¿No eres capaz de verlo, Kazemaru-san?

Cierro los párpados por un corto periodo de tiempo, no lo entiendo, ¿Qué quieres decir, Shindou?

Vuelvo a abrirlos.

Frunzo el ceño, ahí está...

Su expresión ha cambiado... Ahí está, frente a mí, puedo ver la compasión en sus ojos, como me mira con falsa tristeza.

Vamos Endou, sé que quieres reírte, sé que quieres partirte a carcajadas viendo como me revuelco en el piso rogando por alcanzar un nivel digno de reconocimiento.

No volverá a pasar.

No esta noche, hijo de puta.

Un bando dividido.

Las cosas de la nada se habían puesto peores de lo que nunca previeron. De un momento para otro, todo su plan se vio arruinado.

¿En realidad pensaban que todo acabaría con una simple charla?

¿En verdad pensaron que Takuto se dejaría atrapar así de fácil?

Pero qué ingenuidad.

Las mejillas de Shindou cosquillearon, soltando una extrema carcajada al cielo. Sabía lo que estaba a punto de venir, sabía lo que seguía, y cómo terminaría todo su plan maestro.

Absolutamente todo había salido tal cual lo había planeado.

¿Es que acaso olvidaron el gran estratega que era?

El estratega de los Dioses.

El Dios del campo.

Se acercó a paso lento hacia donde se encontraban Kirino y los demás, dando una mirada rápida hacia donde estaba el tipo que Fudo minutos antes había atacado, aguantando soltar una carcajada con superioridad; si Akio hubiera atacado en serio, entonces Yuuto ya estaría a segundos de morir desangrado, tiñendo la tierra bajo él de un exquisito color carmesí. Ese solo había sido una pequeña prueba de poder, una pequeña y mínima advertencia.

—Te dije que era mejor que aceptaras mi propuesta, ¿No es así, Ranmaru?—Sonrió con firmeza, malicia, acercándose al menor peli-rosa. Aquellos ojos cyan no paraban de temblar, abiertos de la impresión al ver esa figura que por meses le había acogido en casa, aquella figura con la que formaba su familia. Takuto le tomó desde el cuello de su camisa, levantándolo poco a poco, sin necesidad de hacer un mínimo esfuerzo; su interior brillaba, y con eso, su fuerza aumentaba.—Tal vez esto te recuerde tu lugar...

Solo dos segundos fueron suficientes, el castaño cerró su mano en forma de puño, dando de lleno en la mejilla izquierda del de tez clara, provocando que éste cayera al piso de inmediato.

Se aproximó nuevamente, con la idea de patearle en el estómago, sin embargo, antes de poder lograrlo, Kariya corrió en su dirección dispuesto a golpearlo, estaba enojado, y no era para menos.

Lástima que Shindou fue más rápido, y pudo esquivar el golpe con facilidad.

—Jo...—Takuto levantó el mentón, demostrando superioridad.—Creo que deben enseñarle modales a este pequeño gato.—Colocó una mano en el hombro de Masaki, ejerciendo presión hacia abajo con fuerza, obligándolo a ceder y arrodillarse.—¿Acaso no recibiste una buena educación, Kariya-kun?—Una pequeña risa.—Creo que es momento de corregir eso.

Antes de que el peli-aqua pudiera moverse para contraatacar, el hijo de padres empresarios hizo un chasquido con sus dedos; en un abrir y cerrar de ojos se vieron dos sombras pasar, tan rápidas que nadie habría podido detenerlos si así lo hubieran intentado.

Masaki sintió una fuerte presión en cada uno de sus brazos, estaba siendo sostenido y arrastrado hacia fuera del campo de batalla, lejos de Takuto, y lejos de Ranmaru.

Intentó moverse, sin fijarse en quiénes eran los molestos que impedían su escape, sin embargo, el agarre era demasiado, y moverse tan solo un centímetro hacía que las figuras le presionaran aún más, un dolor casi insoportable y que seguramente le dejaría marcas para después.

Bueno, si es que vivían para contarlo, claro.

—¡Suéltenme, maldita sea!—Gritaba y forcejeaba con todas sus fuerzas, mas parecían no escucharle, como dos estatuas clavadas en la tierra, encargadas meramente de imposibilitar su escape.—¡Que me suelten, maldició-—Un fuerte dolor en su mejilla hizo que sus suplicas quedaran en el aire, cortándose inmediatamente. Una bofetada.

—Silencio.—Los ojos de Masaki se abrieron de par en par, reconocía esa voz. Levantó la vista con cuidado, no quería comprobarlo.—Vocabulario.

—La curiosidad mata al gato... No bebas agua que no veas, ni firmes cartas que no leas.

Allí estaban, frente a él.

—Mamá... Papá...

Sus dos figuras paternas, Midorikawa del lado izquierdo, Hiroto del derecho; el golpe en su mejilla había venido de parte de este último, lo sabía porque había podido reconocer ligeramente su aroma al momento del impacto. En cuanto a Ryuuji, le estaba advirtiendo que si continuaba con eso, las cosas podrían acabar muy mal, que no se metiera en la lucha de Kirino y que se mantuviera a salvo.

A pesar de todo intentaban protegerlo, y por ello se esmeraban tanto en tomar sus muñecas para que no escapara... Sabía leer entrelíneas, su padre también le había golpeado para que dejara de gritar y Takuto no se metiera con él y lo moliera a patadas o algo peor.

Pero sinceramente, aquello le hervía la sangre.

—¿De verdad se van a quedar aquí haciendo nada?—Comenzó a murmurar, era todo lo que podía hacer, sabía en cuanto a fuerza él estaba perdido.—¿De verdad sólo se quedarán mirando, viendo como todos los demás se destruyen entre sí?... ¡¿Para qué mierda quisieron ayudarle desde un principio entonces?! ¡¿Para qué mierda se involucraron?! ¡¿Para qué mierda hicieron que confiara en ustedes y en que todo acabaría bien?!

—Guarda silencio, Masaki.—Interfirió nuevamente su padre.

—¡Silencio y una mierda! ¡No me cansaré de gritar! ¡No me cansaré de gritar porque ahora están haciendo lo mismo que las personas que me abandonaron cuando era un niño en ese orfanato! ¡¿CÓMO QUIEREN QUE DEJE DE GRITAR SI NOS ESTÁN TRAICIONANDO?! ¡¿CÓMO QUIEREN QUE DEJE DE GRITAR SI ME ESTÁN ABANDONANDO?!

—¡Suficiente!—Esta vez no hubo ningún ruido sordo haciendo callar a Kariya producto de la desesperación; el peli-aqua pudo ver la palma abierta de su madre sobre sí, a centímetros de su cara, en conjunto con sus ojos agudizados y llenos de ira, sin embargo, cuando el menor entrecerró los ojos resignado a la espera del golpe, quien hacía de madre para él pareció reaccionar, aproximándolo e inclinándose para abrazarlo en un fuerte agarre apretado.—No quiero hacerte daño, Masaki, pero...—Posicionó su rostro sobre el hombro del más bajo, escondiéndose en este.—No es algo que podamos controlar...

Sus orbes se abrieron, en una extraña mezcla entre confusión y sorpresa. Tenía que ser sincero, no entendía nada de la situación que estaba viviendo. En tan solo unos minutos había sido retenido por sus padres, golpeado por uno de ellos y ahora sentía las lágrimas de su madre bajar, inundando su hombro izquierdo.

"En cada cuerpo es diferente, y hay que saber controlarlo."

—No los entiendo...—Murmuró lleno de miedo, comenzando a temblar sin poder manejarlo. Levantó la vista, su padre seguía parado a un lado de él, con su mirada fija en el campo de batalla y de brazos cruzados, le había soltado cuando Midorikawa le abrazó.—Papá...—Susurró para sí, sin embargo el mayor pudo oírlo, bajando la vista hacia Kariya; un pequeño escalofrío pasó por todo el cuerpo de éste, la típica mirada de su padre, cálida y tranquila, ya no estaba ahí.

En aquellos orbes color jade no había brillo, no era más que una gema opaca, afilada.

Y llena de desprecio.

Volviendo con nuestro protagonista peli-rosa, sus ojos no hacían más que temblar, sufriendo de un desequilibrio dentro de su mente. Una parte de él quería aproximarse a Kazemaru, a la figura que se había vuelto tan cercana durante todo el tiempo en que su mundo parecía un infierno; la otra, le pedía salir corriendo lo más lejos que pudiera, refugiándose detrás de Endou o cualquier otra persona.

Tenía miedo.

Y no hay nada peor que el miedo cuando la batalla se desata entre el corazón y la razón.

—Kirino...—Sintió una pequeña presión sobre su hombro, volteando con cuidado. Era Mamoru, quien llevaba la cabeza baja; todo su aura era diferente.—Mantente al margen, no te acerques a Kazemaru.—El más pequeño tomó aire, sin embargo, antes de poder hacer cualquier objeción, el castaño interrumpió.—No habrá discusión.

Pronunció débilmente un "pero", tan despacio que nadie logró oírlo.

¿Y ahora qué?

Volteó hacia atrás, observando por el rabillo de su ojo a Kidou, quién se hallaba sin su camisa; la habían utilizado para detener la hemorragia de la herida proporcionada por su pareja.

Era impresionante. Aquel chico de cabellos castaños y orbes esmeralda le había apuñalado como si realmente nunca se hubieran conocido, y él no hiciera más que odiarle.

¿En qué problema los había metido a todos?

El plan original había sido simple, solo debía charlar con Shindou, y antes de que este escapara, lograrían atraparlo y que confesara todo el crimen de su madre.

Pero había fallado.

Una vez más, Shindou estaba ganando.

¿Es que acaso esta pesadilla no terminaría nunca?

Goenji le hizo unas señas para que se acercara, quedando Endo en frente de todos, protegiendo el grupo ante cualquier movimiento de aquel Dios de la batuta.

—Tenemos que cambiar los planes, esto se salió de control.—Comenzó hablando el peli-crema.—Luchar no es una opción, ellos nos superan en fuerza, no podemos atacarles si se alimentan de esa maldita piedra.

Fue entonces, que Mamoru se acercó; había estado escuchando la conversación, al fin y al cabo se hallaba solo a unos cuantos pasos de distancia.

—Entonces la solución es simple.—Dijo sonriente y animado, vamos, su característica personalidad de niño no había desaparecido, ser entusiasta era su mayor cualidad.

Los mayores le miraron extrañado, al igual que Kirino, a pesar del tiempo, nunca se acostumbraría a lo impredecible que era Endo.

—Sabes que no podemos hacer como cuando éramos adolescentes y vencerlos en un partido de futbol con "el poder de la amistad".—Interrumpió Shuuya, con un ligero tono sarcástico al final de la frase. La cara de confusión de Ranmaru ya no podía ser más grande.

Ojos marrones y el chico de googles cruzaron miradas, la mente estratega de este último comenzó a tratar de descifrar en qué cosas estaba pensando una vez más el moreno de bandana anaranjada.

Entonces lo entendió.

—...—Sus labios dibujaron una sonrisa, incrédulo de lo fácil que sonaba en su cabeza lo que estaría a punto de decir. Se levantó con cuidado, tomando aire luego.—Entonces quieres hacer eso.—Comentó, posicionándose al lado derecho de Endo.—Bien, no hay más opción. Supongo que confío en ti.

Shuuya estuvo a punto de interrumpir, ya harto del lenguaje en clave que estaban teniendo los dos castaños, sin embargo, antes de que le diera tiempo para decir cualquier cosa, Kidou se adelantó, colocando una mano sobre el hombro de Mamoru.

—Estamos en tus manos. Vamos a quitarles esas piedras, capitán.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top