Capítulo 15
Se levantó algo desorientado, los finos rayos de sol se colaban por su ventana impactándole de lleno en la cara. Joder, debió de haber cerrado las cortinas la noche anterior.
Llevó una de sus manos hacia su frente, la cabeza había comenzado a dolerle un poco, aunque no demasiado, una molestia que probablemente pasaría a lo largo del día.
El cuerpo le pesaba, sintiendo cada músculo tenso cada vez que se movía, tal vez sin darse cuenta se había sobreexijido demás durante el entrenamiento y ahora éstas eran las consecuencias, quién sabe.
Abrió la puerta de su habitación con la idea de ir a lavarse la cara y despejarse un poco, sin embargo, el aroma a tostadas y algo dulce desde la cocina hizo que su camino se desviara, encontrándose con su madre de espaldas preparando, lo que parecía ser, pancakes.
— Buenos días mamá. — Le saludó acercándose a la mujer de cabellos rosas.
— Ranmaru, ya despertaste. — Depositó un suave beso en la mejilla de su hijo. — ¿Dormiste bien? — El oji-cyan asintió. — Me alegro, anda a sentarte a la mesa, yo en un momento te alcanzo.
Acató a las órdenes de su madre, sin embargo, antes de llegar a la sala del comedor, el timbre de su casa comenzó a sonar, desviando su camino una vez más, esta vez hasta la puerta de la entrada.
— ¿Kariya? — Dijo para sí mismo antes de abrir. ¿Qué hacia ese enano en su casa? — ¿Qué haces aquí? — Preguntó una vez tomó el pomo de la puerta, dejando pasar al peli-aqua.
— Moo, Kirino-sempai, esa no es forma de tratar a tu invitado, ¿No lo crees? — Se abrió paso, yendo directamente hacia la cocina. — Buenos días señora Kirino, lamento llegar tarde, mamá no dejaba de hacerme preguntas sobre a dónde iría tan temprano.
— No te preocupes Kariya-kun, — Sonrió. — Creo que debí avisarle a ellos que estabas invitado para venir a nuestra casa.
— ¿Cómo? ¿Tú lo invitaste? — Intervino el peli-rosa, ¿Por qué él no estaba enterado de toda esta información?
— Claro, es parte de la familia. — La cara de Ranmaru era todo un poema, no entendía nada de lo que estaba pasando. — Ranmaru, no me mires así, quiero ser una buena suegra. — Se volteó a ver al oji-ámbar. — De verdad estoy muy feliz de que al fin hayan decidido hacerse novios.
— ¡¿Qué Kariya y yo somos qué?! — "¿Y esto cuándo pasó?" Se preguntaba el peli-rosa, era imposible todo lo que estaba pasando en ese momento, no, él y Kariya no podían ser novios, ellos se odiaban, se molestaban a diario, además, Ranmaru era novio de Shindou, ¿No?
— ¿Ya no lo recuerdas, Sempai? — El peli-aqua se acercó al de mayor altura, con una clara preocupación en su rostro. — Luego de que encerraran a Shindou en la cárcel por maltrato, el juez lo declaró culpable después de darle la evidencia sobre tu caso, lue-
— ¿Tú hiciste qué? — Sus bellos ojos color cyan se abrieron de golpe, no, aquello no podía estar pasando, esa no era una solución, solo traería más y más problemas, ahora incluso la vida de aquel enano podría correr peligro. — N-No, eso no es cierto, no puede estar pasando, no pue-
Su frase se vio interrumpida por un fuerte grito femenino proveniente de la cocina, su cuerpo se tensó por un par de segundos, yendo en aquella dirección, dejando a Masaki en el comedor.
Estando ya casi por llegar, se escuchó un disparo.
— ¿Mam-... ¡Mamá! — Completamente en shock y sin saber si lo que estaba viendo en ese momento era real, se aproximó al cuerpo que yacía en el piso.
Allí se encontraba su madre, sus ojos sin vida, opacos, con un gran charco de sangre debajo de su cabeza el cual parecía crecer cada vez más, producto de un orificio en la parte derecha de ésta.
Un orificio de bala.
— Mamá, ¡Mamá, por favor, responde! — Sintió las lágrimas comenzar a asomarse por sus orbes, un poco más tarde éstas mismas se deslizaban por sus mejillas. — ¡Mamá!
— Te dije que nadie debía enterarse, ¿No es así? — Susurraron en su oreja, un escalofrío le recorrió el cuerpo, volteando a ver de quién se trataba. Tenía miedo, claro que reconocía aquella voz. — Todo trae consecuencias...
— Shindou... P-Pero qué hiciste, ¡Yo no le dije nada! — El oji-carmesí le miró con lástima, una falsa lástima hacia el que, se suponía, había sido su mejor amigo y después novio.
— Ya sé que tú no lo hiciste, no hubieras sido capaz. — Rió. — Oh, eso me recuerda...
El castaño abandonó la habitación a paso lento, sin mayor preocupación, dejando a Kirino en la cocina con el cuerpo de su difunta madre en brazos.
La mente del peli-rosa tardó en reaccionar, la escena que acababa de presenciar era demasiado fuerte para él, sin embargo, apenas pudo atar los cabos sueltos se dirigió lo más rápido que pudo en dirección a Takuto, ya sabía a quién éste estaba buscando, sabía cuál sería su segunda víctima.
Su interior rogaba que por favor Kariya hubiera salido de la casa en busca de ayuda al escuchar el estruendo, o que hubiera huido, daba igual, solo rogaba porque el menor no se encontrara aún en su casa.
No quería tener que presenciar una muerte más.
— ¿Dónde estás, estúpida rata? — El castaño iba pasando cerca de los muebles, golpeándolos con arma en mano.
— Soy un gato, músico de cuarta. — Masaki salió por detrás del sofá, a las espaldas del castaño, cosa que aprovecharía para poder agarrarlo del cuello e inmovilizarlo.
Lástima que Takuto fue más rápido.
Antes de que el oji-ámbar pudiera siquiera tocar a Shindou, este se volteó y jaló del gatillo.
Segundo cuerpo al piso.
— ¡Masaki! — Ranmaru corrió en su dirección, el menor tosia sangre a medida que su piel palidecía rápidamente, la bala había impactado en su pecho. — Masaki, Masaki mírame, por favor, estarás bien, ¿Sí? Tranquilo, estarás bien. — Escuchó una risa detrás de sí, la sangre le hirvió. — ¡¿Puedo saber qué mierda te pasa, Shindou?!
— ¿A mí? — Se aproximó hacia el peli-rosa, arrodillándose para quedar a la altura. — Ranmaru, tú sabías que esto pasaría... Aquí el único culpable eres tú. — Señaló con su dedo índice, tocando el pecho del oji-cyan.
— Kirino-sempai... — El menor hablaba en susurros, con las pocas fuerzas que le quedaban. — ¿Tú... Tú me mataste?
— ¿Q-Qué? — Sus ojos se abrieron de la impresión, aquello no podía ser posible, él no era el culpable, ¿O sí?
— Tú nos mataste... — Una tos mucho más fuerte que las anteriores le atacó, manchando sus ropas con sangre, la respiración se le dificultaba, sus ojos se fueron a blanco.
— Masaki. — Tomó al menor de las mejillas, tratando de que reaccionara. — ¡Masaki! ¡Masaki despierta!
— Ya es tarde, Kirino... — El oji-carmesí susurró en la oreja del peli-rosa. — Ya no puedes hacer nada... ¿Estás feliz ahora? ¿Esto era lo que querías lograr?
— No... No, yo no quería esto, yo no hice nada, ¡Estás mintiendo, maldita sea! — Su respiración se descontroló, su cabeza y pulso eran un completo caos. — ¡Fuiste tú, tú los mataste!
— Claro, yo lo hice. — Sonrió. — Pero nada de esto hubiera pasado si ese día no hubieras tratado de quitarte la vida, de no ser por ti, todo seguiría igual que antes, estaríamos juntos, y tanto tu madre como Kariya estarían vivos... Dime, Kirino, ¿Qué se siente ser un asesino?
— ¡Cállate! — Jaló sus cabellos con desesperación. — Yo no, ¡Yo no hice nada, maldición! — Cerró los ojos con fuerza.
Todo se fue a negro.
Despertó.
Una fina capa de sudor le cubría, sentía su corazón latir a mil por hora y su respiración frenética, miró hacia todos lados, desorientado, estaba todo oscuro.
Reconoció un cuerpo a su lado, en la cama que había cerca de él, ahí fue cuando lo recordó; se encontraba en la habitación de Kariya, en la casa de los padres de éste.
Suspiró, todo había sido un mal sueño.
Pero... ¿Y si se volvía realidad?
¿Y si Takuto volvía a atacar? ¿Y si esta vez iba por Kariya? Era algo que no podía permitírselo, no pondría una vida más en riesgo.
Por su mente solo pasaba una alternativa: debía alejarse. Debía dejar todo atrás, volver con Shindou no era una opción, pero quedarse con Masaki y ponerle en peligro tampoco.
Levantó las mantas y sábanas que le cubrían, tratando de hacer el menor ruido posible para no despertar al más bajo, dispuesto a abandonar la habitación.
Tomó entre sus brazos la ropa que traía puesta el día anterior, ya que el oji-ámbar le había prestado una pijama para que durmiera más cómodo, sin embargo, no podría llevársela si planeaba irse del lugar.
Estaba a punto de salir por la puerta, en dirección al baño de la casa para poder cambiar sus prendas con mayor facilidad, cuando de repente sintió como alguien le jalaba del brazo.
— Kirino-sempai. — Masaki frunció el ceño, casi regañándolo. — ¿Qué hacías?
— K-Kariya, yo, esto... — Ninguna excusa barata pasaba por su cabeza, vamos, tenía la ropa entre manos, tampoco es que pudiera inventar mucho. — Iba al baño, lo siento si te desperté.
— Sempai, eres un asco cuando mientes. — Atrajo al mayor contra su cuerpo, éste bajó la mirada. — Dijiste que no te irías de nuevo... — Susurró.
— ¡Lo sé! Es solo que, bueno, y-yo... — Su voz se quebró, se sentía culpable, culpable por romper su promesa, y al mismo tiempo con temor a que algo malo sucediera, tal como en su sueño.
Su estabilidad emocional últimamente no estaba de lo mejor, en especial ese día, habían sucedido demasiadas cosas para solo una noche, y ahora sentía que ante el más mínimo movimiento se rompería, igual a una hoja de papel o una figura de porcelana.
Con cuidado, el oji-ámbar retiró las prendas que reposaban entre las manos del peli-rosa, éste no opuso resistencia, dejándose controlar completamente por el más bajo.
Dejó las cosas en el suelo, y sin decir ninguna palabra, rodeó a Ranmaru con sus brazos, de forma delicada, sintiendo cómo éste se sobresaltaba en un principio, para después relajar el cuerpo y corresponder ante el gesto. Su cabeza reposó en el hombro del peli-aqua, quién poco a poco comenzaba a pasar su mano a través de sus cabellos, relajándolo casi al instante.
— ¿Tuviste un mal sueño? — Preguntó con un tono de voz calmado, dulce y bajo, no sabía cómo pero de alguna forma había aprendido a controlar las situaciones poco a poco. Sintió al peli-rosa asentir. — Ven conmigo... — Tomó a Ranmaru de las manos, conduciéndole hasta su propia cama, no dejaría que el mayor estuviera solo, al menos no por ahora.
Se recostó a su lado, arropando ambos cuerpos con las mantas. Mentiría si dijera que aquella cercanía no le ponía nervioso, porque ciertamente su corazón iba acelerado y las manos le sudaban.
Pero... Valía la pena.
Sí, quería estar con él, quería protegerlo.
Volvió a abrazar al oji-cyan, atrayéndolo hacia su cuerpo, éste, sin pensárselo demasiado y casi en un acto instintivo, se acomodó en el pecho de Masaki, era agradable, su aroma le hacía sentir calma.
— No quiero que mueras... — Susurró Ranmaru, las palabras habían salido de su boca sin él darse cuenta, aún así, no mentía, la idea de repetir la escena de aquel sueño, pero esta vez en la vida real, le aterraba.
— Pero qué dices, Sempai. — Una leve sonrisa se dibujó en su rostro. — Nadie va a matarme, no podrán conmigo, mamá dice que la mala hierba nunca muere. — Escuchó a Kirino reír. — Solo fue una pesadilla, y es normal, haz vivido muchas cosas, pero... No dejes que los demás controlen tus propias desiciones... No dejes que te culpen de cosas que jamás haz hecho.
Siguió acariciando los finos cabellos de Ranmaru, sin oír ninguna respuesta de su parte, supuso que el mayor ya se había quedado dormido, y en un par de pestañeos él también lo hizo, adentrándose al mundo de los sueños.
[...]
Los ruidos provenientes desde fuera de su habitación comenzaron a despertarle, en cualquier momento su madre entraría por la puerta para decirles que fueran a desayunar y luego a prepararse para dar inicio a todo el trámite que tendrían con el cuerpo de la madre de Kirino.
Se acomodó en el colchón, dando una media vuelta y así quedar mirando hacia la pared. Abrazó lo que le pareció ser una almohada, bastante más grande que las que poseía la verdad, pero en ese momento poco y nada le importó, el calor que emanaba aquella almohada hacia que no quisiera desprenderse de ella, acomodando su cuerpo lo más cercano posible.
Los pasos de alguien aproximándose le alertaron, mas aquello no impidió que siguiera en su misión de aún no querer despertar, al contrario, cerró los ojos con mayor fuerza, levantarse nunca sería una tarea fácil para él.
— Masak- — Reconoció la voz de su madre al instante, pero, ¿Por qué se callaba? Un destello de luz iluminó el cuarto, algo parecido a un flash de celular. — ¡Hiroto, ven aquí! ¡Llegó el momento de darle la charla a Masaki!
El recién nombrado se incorporó de golpe, ¿Qué estaba pasando con su mamá ahora? Le miró con el ceño fruncido, Midorikawa estaba con una mano en la boca y soltaba falsas lágrimas de... ¿Orgullo? Sí, eso parecía. Al poco tiempo (más bien a los segundos) llegó también su padre, quien le miró con una ceja levantada y media sonrisa.
— ¿Pero qué les pasa hoy? — El peli-aqua no entendía nada, rodó los ojos y se acomodó con la idea de volver a dormir, ahí fue cuando se dio cuenta de un bulto a su lado, lo que él antes creía que se trataba de esa gran y cómoda almohada, y que ahora se percataba de que se trataba de nada más y nada menos que de Ranmaru. Absolutamente todos los colores se le subieron a la cara, avergonzado. Volteó hacia sus padres, éstos seguían con la misma expresión que antes. — ¡N-No es lo que parece! ¡Están malinterpretado todo!
— ¿Vas a negarme que durmieron juntos? — Preguntó con picardía el peli-verde.
— ¡Nosotros no-, digo, sí, sí dormimos juntos, pero no de esa manera, joder!
En eso, Masaki sintió algo moverse a su lado, Kirino estaba despertando, llevó una mano hacia su ojo izquierdo, rascándolo suavemente, se le veía adormilado aún, y un pequeño bostezo escapó de sus labios.
Las mejillas del oji-ámbar se tiñeron una vez más de carmesí ante la escena.
Ranmaru miró al menor por unos segundos, sin enterarse de nada, abrazó el torso de Kariya y se acomodó en su pecho, quedándose dormido una vez más.
— O-Oye. — A pesar de los llamados de Kariya hacia su Sempai, no recibió respuesta, escuchando la risa de Midorikawa desde el marco de la puerta. — Tienes el sueño muy pesado... — Murmuró.
— Suerte con eso. — Habló Hiroto. — Vayan a comer después, el desayuno casi está listo.
— Solo espero que hayan usado protección... — Susurró Ryuuji, en un tono lo suficientemente alto como para que su hijo y todos los presentes fueran capaces de oírlo.
— ¡Que nosotros no hicimos esas cosas, maldición! — Gruñó, el oji-negro y oji-jade abandonaron la habitación luego de eso. Masaki observó a Kirino, y sin saber cómo, su mano acabó entre los cabellos del oji-cyan, acariciándolos con delicadeza, se le había hecho costumbre eso últimamente, las finas hebras de su Sempai le relajaban. — ¿Qué voy a hacer contigo?
[...]
En el comedor de la casa se encontraban los padres de Kariya, Fuusuke, Endo y Haruya, estos últimos dos estaban sentados en una esquina, dándose la espalda y con los brazos cruzados, habían sido castigados por ponerse a jugar con las sartenes de la cocina y casi quemar el lugar al intentar calentar agua (no pregunten cómo).
— Endo, ¿Cómo está Kazemaru? — Preguntó la reina de hielo, recordando todo el desmadre que se había montado la noche anterior.
— Hasta cuando me levanté él seguía durmiendo. — Se cruzó de brazos con un leve puchero. — Ni siquiera me dio los buenos días.
— ¿Cómo iba a darte los buenos días si estaba durmiendo? — Atacó Nagumo. — Subnormal.
— Tulipán.
— Retrasado.
— Al menos mi país sí ganó el torneo internacional ¿Qué tienes que decir en tu defensa, coreano de segunda? — Mamoru y Haruya planeaban seguir con su discusión de niños, sin embargo, un (para nada) suave golpe de parte de la reina de hielo se los impidió. El moreno se llevó las manos a la cabeza, quejándose, hasta que vio a su ángel de la guarda entrar a la sala. — ¡Ichi! — Se abalanzó sobre el peli-azul. — ¿Cómo estás?
— Buenos días. — Llevó una mano a su frente, tenía resaca. — Quiero morir. — Se sentó en la primera silla que encontró y se dejó desplomar en la mesa, de cara contra ésta.
Todos a excepción del oji-avellana rieron ante la escena, la verdad es que Kazemaru sí se veía bastante mal, como un zombie que había vuelto a la vida.
Y por eso mis niños, díganle no a las drogas y al alcohol.
Minutos después se escucharon otros pasos aproximándose al lugar, eran Kirino y Kariya, ya se habían levantado, este último traía de la mano a un adormilado peli-rosa quien luchaba por no quedarse dormido mientras caminaba.
— Buenos días, Kariya, Kirino. — Saludó el castaño, con cierta ternura en sus ojos, de cierta forma le recordaban a él y su esposo.
— ¿Kirino? — Ichirouta levantó la cabeza de golpe, mala idea, un mareo intenso le invadió, Mamoru tuvo que sostenerle de los hombros para no caer.
— B-Buenos días, Kazemaru-san... — Ranmaru desvió la mirada, estaba avergonzado por la situación. — E-Esto... — No supo qué decir, aunque de igual forma, las palabras sobraron, antes de poder inventarse alguna disculpa por lo sucedido con su desaparición, sintió los brazos del mayor rodeándole.
— Qué bueno que volviste. — Susurró Kazemaru cerca de su oreja, un par de gotas cayeron por sus mejillas, lágrimas de felicidad al poder recuperar a aquel pequeño que se había vuelto tan importante en su vida.
Era su hijo, adoptivo, pero le quería como si en verdad hubiera tenido la oportunidad de engendrarlo dentro de su cuerpo.
Bien, basta de momentos en familia, demasiados momentos cursis en la historia.
[...]
La tarde pasó rápido, por suerte para el peli-azul su rasaca fue disminuyendo a lo largo del día, Midorikawa le había ofrecido un par de pastillas y al parecer habían logrado hacer efecto.
Ya eran cerca de las cuatro de la tarde, Ranmaru le relató sobre el encuentro con su madre al peli-azul y Fuusuke posteriormente le había explicado el plan que tenían para demostrar la culpabilidad de Shindou.
Estaban todos reunidos en la sala de estar, increíblemente en silencio, paz, pero como la calma no puede durar mucho, el timbre de la casa resonó, Haruya se adelantó a abrir, ya sabía de quién se trataba.
— ¡Hola chiqui! — Abrazó al recién llegado, dejándolo pasar. — Vegeta. — Saludó entre regañadientes y con el ceño fruncido.
— Es un gusto volver a verte a ti también. — Se abrió paso dentro de la casa. Antes de que Nagumo cerrara la puerta, le alertó. — Espera, falta alguien más.
— ¿Alguien más? — Volteó a mirar hacia afuera, su sangre se congeló y sus ojos se abrieron a más no poder. — ¡EPA, yo solo llamé a una pulga, no a las dos!
— ¡Pues te jodes! — Habló esta vez el causante de sus desgracias: un peli-naranja de tez clara y ojos grisáceos. — ¡No vuelvo a dejar a mi hermanito solo en manos de ese cuerpoespín!
— Oh, así que tú también lo odias por embarazar a Shirou. — Murmuró, luego llevó una mano a su barbilla, pensante. — Bien. — Estrechó las manos con Atsuya. — Desde ahora somos un equipo, pelusa.
— Vuelve a llamarme pelusa y no vives para contarlo.
— Atsu, Haruya-nii, — Shirou se cruzó de brazos. — Supongo que no están discutiendo, ¿Verdad? — Un aura escalofriante rodeó al peli-plata al pronunciar la última palabra, daba miedo, ya no era el tierno Shirou de siempre.
— ¡Claro que no! ¡Para nada, para nada! — Hablaron al mismo tiempo.
— Bien. — El mayor de los Fubuki sonrió y su faceta se relajó, volviendo a ser el mismo de antes. — Hola a todos. — Saludó adentrándose a la sala.
— Hola Shirou. — Kazemaru y Ryuuji se adelantaron a abrazar al peli-plata.
— ¿Cómo está ese pequeño? — Ryuuji se inclinó hasta quedar a la altura del vientre del oji-gris, un vientre algo pronunciado, mas no demasiado, lo suficiente como para poder verse a simple viste sin llegar a exagerar.
— Papá, — Susurró Masaki llamando la atención de Hiroto. — ¿Por qué mamá le habla al estómago de Fubuki-san?
— Oh, bueno, verás... — El nerviosismo comenzó a invadir levemente el cuerpo del oji-jade, no estaba preparado para esa pregunta. — Fubuki-kun está esperando un hijo de Goenji.
— ¡¿QUÉ?! — El grito de Masaki resonó por toda la habitación. — ¡P-Pero si los dos son- — Las palabras no le salían de la boca, era demasiada la impresión. — ¡¿Y eso cómo carajos pasó?!
— Déjame te explico. — Se adelantó Mamoru. — Cuando un abejito quiere mucho a una abejita, le regala su semill- — Antes de que pudiera continuar con su discurso Ryuuji le lanzó una lámpara en la cabeza.
— ¡No le metas cosas en la cabeza a mi niño! — Bufó. — Masaki. — Se acercó al peli-aqua. — Eso te lo explicaremos tu padre y yo cuando sea el momento, ¿Sí? Tú no le hagas caso, la mayoría de sus neuronas están muertas, no lo escuches. — Rodeó al menor entre sus brazos. — Además, ellos están aquí por otra razón, no para darte lecciones de vida.
— Cierto. — Rió Shirou, volteándose hacia Nagumo. — Haruya-nii, ¿Para qué nos necesitabas?
— ... — Suspiró pesado, acercándose a Shuuya. — Necesito llevarme bien por una vez contigo, no significa que no te odie y desee matarte cada vez que te veo, pero por hoy necesito que seamos... — Desvió la mirada con el ceño fruncido. — Socios.
— ¿Dices necesitar mi ayuda? — Sonrió con picardía. — ¿El gran Haruya Nagumo necesita mi ayuda?
— ¡Te lo pido por las buenas o por las malas, tú eliges estúpido Sayayin! — Apretó los puños, la relación que llevaba con Goenji no era precisamente la mejor, ¡Le había quitado la inocencia a su niño! ¡Le había dejado preñado al pobre!
— Está bien, está bien. — Ahogó una carcajada con fuerza. — Dime, ¿Para qué soy bueno?
— Necesitamos que robes los archivos forenses del hospital donde trabaja tu padre. — Shuuya comenzó a toser, se había ahogado con su propia saliva ante lo que acababa de escuchar. — ¡Oye, pero no te me mueras ahora! Eres el único que puede hacerlo, al ser familia el robo no es tan grave.
— ¿Se supone que eso lo hace ver mejor? — Preguntó el rubio tratando de retomar la compostura.
— Por favor, Goenji-san... — Intervino Ranmaru. — Necesitamos la información sobre la muerte de mi madre. — Desvió la mirada.
— ... — Se mantuvo pensativo por unos cuántos minutos, a ver, tampoco es que la relación con su padre fuera de lo mejor, así que mucho no le afectaba, pero eso de arriesgarse a ser descubierto no iba con él. — ¿De quién fue el plan? — Haruya y Mamoru levantaron las manos. — Por qué no me sorprende. — Acarició su entrecejo. — Está bien, acepto, pero lo haremos a mi manera, no pienso arriesgarme a pena de cárcel por robar material confidencial.
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