Capítulo 1

- ¿Quieres explicarme qué hacías con él de nuevo?

- Solo estaba corrigiéndole algo de su defensa, Shindou, no era nada más que eso, por favor créeme.

- ¿Acaso te crees que soy tonto? ¡Responde Ranmaru!

- ¿Pero qué dices Takuto? ¡Te estoy la verdad!

Mi mejilla izquierda ardió después de eso... Una vez más me habías golpeado... Pero, está bien, fue mi culpa por levantarte la voz sabiendo que eso a ti no te gusta... Siempre es mi culpa.

¿Cómo comenzó todo esto? A veces yo también me lo pregunto... Fuimos mejores amigos desde que tengo memoria, tú eras el típico niño caprichoso de familia adinerada con un montón de amigos, y yo... Bueno, yo era yo, un chico normal, algo apartado, siempre fui solitario, creo que mi apariencia ayudaba a que no se me acercaran, siempre me confundían con alguna niña y al momento de enterarse de que en realidad era un niño, dejaban de juntarse conmigo.

Pero entonces apareciste tú, nos habían sentado juntos en la clase de historia, yo mirando hacia la ventana, perdido en mis pensamientos, como siempre, y tú al lado del pasillo, tan correcto, tan... Perfecto.

Me preguntaste cuál era mi nombre, y yo en un murmullo te respondí. Tenía miedo, no quería seguir con la plática porque estaba negado a hacer nuevas amistades, ya me había rendido a ello, sin embargo, tú continuaste en tu labor de querer saber más sobre mí.

"¿Quieres ser mi nuevo amigo?" Me preguntaste, yo quedé perplejo, no podía creer que fuese a mí a quién le estuviesen preguntando eso. Torpemente respondí algo como "¿Amigos?" A lo que tú volviste a decir "¡Sí, seremos mejores amigos desde ahora, Ranmaru!" Y desde entonces jamás nos separamos, almorzábamos, hacíamos los proyectos de la escuela, todo juntos, incluso me ayudabas a estudiar para los exámenes, debo admitir que tu paciencia era increíble, nunca se me han dado bien las matemáticas, podía pasar una tarde entera tratando de entender una simple ecuación sin ningún resultado, pero entonces llegabas tú y me explicabas como si tuviésemos todo el tiempo del mundo.

Con el pasar de los años, nuestra relación fue fortaleciéndose, yo sabía todo de ti y tú sabías todo de mí, nos apoyábamos el uno al otro.

Por azares del destino pasé una noche en tu casa, nada planeado, solo se me hizo tarde para volver luego de estar horas entrenando para el equipo de futbol de nuestra escuela.

En un principio me habían dejado una habitación aparte, una de las cuántas que tiene tu mansión para los invitados, pero antes de ir a dormir me invitaste a la sala de piano que conectaba con tu cuarto. Yo acepté encantado, me era increíble el escucharte tocar, podías replicar las más bellas melodías que jamás había escuchado sin necesidad de ver las partituras, incluso sin necesidad de mirar las teclas del piano, lo hacías con los ojos cerrados, era algo natural en ti, algo admirable. El caso fue que luego de estar cerca de media hora embobado escuchándote con el instrumento, en un momento cerré mis ojos, estaba exausto, sentí tus brazos abrazándome y solté un "No dejes de tocar, quiero escuchar más de tu piano", no me hiciste caso, y entre el cansancio y el olor a tu perfume caí en un profundo sueño.

Desperté a las horas después, estaba lloviendo y uno que otro trueno caía de vez en cuando. Me sobresalté un poco al sentir un bulto a mi lado, eras tú, fue entonces cuando me dí cuenta de que estábamos compartiendo la misma cama.

Traté de irme en dirección al cuarto que me habían asignado, mas cuando estaba a punto de salir de entre las sábanas, un trueno mucho más fuerte que los otros resonó en toda la habitación. Sonará infantil, pero me asusté, ahogué un grito mientras cubría mis oídos con las palmas de mis manos y escondía mi rostro entre mis rodillas.

Segundos después me rodeaste con tus brazos, susurrando cosas como que todo estaría bien, que no había porqué temer y que tú estabas conmigo. Lograste calmarme con esas palabras tan simples...

Me quedé mirando hacia tus orbes color escarlata mientras limpiabas delicadamente los rastros de lágrimas caídas por mis mejillas, lo hacías con la misma delicadeza a como cuando pasabas los dedos por las teclas del piano, tocando una bella melodía.

Nuestras miradas se conectaron, mi estómago sintió algo extraño, y...

Me besaste.

Se sintió tan mágico, tan especial, por una vez en la vida me sentí querido por alguien que no fuera mi madre. No quería que terminara, quería quedarme entre tus brazos para siempre, estar contigo hasta que mi respiración se detuviera y mi corazón dejara de latir.

Sí, estaba enamorado. Estábamos enamorados el uno del otro, y esa misma noche a la luz de las estrellas me preguntaste si quería ser tu novio.

Evidentemente respondí que sí.

Los primeros en enterarse de mi parte fueron Hayami, Ichino y Aoyama, queríamos mantenerlo en secreto en un principio, pero creo que nuestra cercanía era demasiado obvia y con el paso de los días todo el equipo ya estaba enterado.

Y con eso... Llegó nuestra primera pelea.

Fuimos a tu casa después del entrenamiento, como siempre hacíamos, pero esta vez podía notar que algo era diferente, no me tomaste la mano en todo el camino y cuando quise sacar un tema de conversación me respondiste de la forma más cortante que escuché jamás.

Me preocupé, porque no quería perderte, no quería perder lo único que tenía.

En mi cabeza comenzaron a aparecer preguntas como "¿Habré hecho algo mal?" "¿Hice algo que le molestara?" "¿Tal vez... No es feliz conmigo?" Trataba de ignorarlas y pensar en otras cosas, pero la baja autoestima que siempre he llevado me jugaban en contra.

No quería estar solo de nuevo.

Una vez entramos en tu casa, me armé de valor para preguntarte.

- Esto... Shindou, ¿Te ocurre algo? Estuviste un poco raro hoy.

- No me pasa nada. Debe ser tu imaginación.

- ¿Estás seguro? Sabes que puedes contarme lo que sea, somos novios al fin y al cabo, quiero ayudarte.

Entonces explotaste.

- ¡Joder Kirino! ¡Es que justo ese es el problema! ¡Que te esmeraste tanto con el "somos novios" que ahora todo el equipo lo sabe! ¡Acordamos mantenerlo en secreto, maldición! ¿¡Qué crees que dirán mis padres cuando se enteren?!

- S-Shindou... Yo no... No quise que esto pasara, no sabía que aún no le contabas a tus padres...

- ¡Es que nunca sabes nada, Ranmaru, ese es tu problema!

Eso me dolió como si me hubiesen clavado mil cuchillos en el alma. ¿Pero sabes que fue lo que más me dolió? Que a pesar de todo, tenías razón.

"Nunca sabes nada".

Me gustaría decir que esa fue nuestra única pelea, pero lamentablemente, desde aquel incidente todo fue en ascenso...

La celebración de nuestro 4to mes de novios llegó de la mano con el primer golpe.

Eran épocas de exámenes, nuestra relación era un secreto a voces, estábamos estresados por todo lo del V sector que cada vez nos ponía las cosas más difíciles.

Algo en mí me decía que ese día sería distinto, y me sorprendí para bien cuando te vi entrar por el aula con un pequeño sobre en mano, el cual dijiste que era un regalo para mí.

- ¿Iremos a pasar el fin de semana a la cabaña de playa de tus padres, en serio?

- Claro que es en serio, bobo. Les pedí que me la prestaran para tomarnos un descanso de la vida estudiantil.

- ¡Muchas gracias, Takuto!

Me sobresalté al ver como abrías tus ojos de par en par.

¿Lo había dicho?

Mierda.

Sí, lo había dicho.

Te llamé por tu nombre estando en la escuela. Sudé frío al instante, no nos teníamos permitido llamarnos por otra cosa que no fuese el apellido cuando estábamos en el instituto, según tú porque ya habíamos levantado demasiadas sospechas acerca de nuestro noviazgo y en cualquier momento tus padres podrían enterarse.

Te vi apretar los puños, pero lentamente soltaste un suspiro y te relajaste, yo hice lo mismo.

El día pasó e hicimos nuestras maletas para la aventura que se nos avecinaba. Estaba tan emocionado, me mandaste un mensaje diciendo que en cinco minutos pasarías por mí. Tomé todas mis cosas y fui a despedirme de mi madre, la única familia que tengo y la única que sabía sobre mi noviazgo contigo.

- Hijo, cuídate mucho, ¿Sí?

- Que sí mamá, no tienes porqué preocuparte, además estaré con Shindou.

- Lo sé, Ranmaru, en parte eso me deja más tranquila, él es un buen chico.

"Él es un buen chico."

Me quedé pensando en ello cuando tomé el pomo de la puerta para salir, por alguna razón aquella frase me quedó dando vueltas en la cabeza. Y como siempre ocurría, me quedé perdido en mis pensamientos.

El sonido desesperado del timbre me despertó. Miré el reloj, tenía que haber salido hace dos minutos.

Mierda, lo hice de nuevo.

Salí lo más rápido que pude, encontrándome contigo apenas abrí la puerta, tenías el ceño fruncido. "Mi culpa" pensé.

Una vez que llegamos a la cabaña, fuimos a la alcoba matrimonial que compartiríamos para dejar nuestras cosas, el ambiente ya se había relajado un poco y eso era agradable.

Cenamos y fuimos a recorrer la playa, según tú el cielo se veía hermoso por la noche, mucho más que en la ciudad.

Tenías razón.

Yo estaba maravillado, el cielo estrellado era bellísimo, sentir la arena bajo mis pies y la suave brisa que nos rodeaba creaban un espectáculo más que mágico.

- Ranmaru, pareces un niño.

- ¡Mira lo que puedo hacer, Takuto!

Estaba a punto de hacer una voltereta, pero una ola que no vi venir arruinó mis planes, dejándome empalado mientras tú reías tratando de ayudarme.

- Será mejor que volvamos a la cabaña, no quiero que pegues un resfriado.

- ¡Pero no tengo frío, estoy bien!

- Ranmaru, vamos, no podrás volver a salir si te enfermas.

- Sí...

Antes de entrar me sequé lo más que pude para no dejar el piso mojado, tú te me adelantaste para prepararme un baño caliente, apesar de que insistí en que no era necesario.

Me adentré en la tina cuando me avisaste que ya estaba todo listo, mi cabello estaba lleno de arena, era muy díficil de limpiar, entonces llegaste y comenzaste a lavarlo por mí. Se sentía tan bien, tan relajante...

Sí, "Él es un buen chico"...

Salí de la bañera con tu ayuda, el agua caliente me había relajado demasiado, apenas me podía el cuerpo, no tenía fuerzas para valerme por mí mismo.

Me acosté y con la mano derecha quise apagar la luz de noche que estaba en la mesa de madera, a un lado de la cama. La luz me molestaba... Pero... Mis movimientos no eran muy precisos que digamos... Yo... Yo tenía sueño... Y... Sin querer tiré la lámpara al piso, se rompió en mil pedazos, ¡Yo no quería hacerlo, lo juro! Traté de recoger todo antes de que llegaras a la habitación, tú estabas afuera porque tus padres te habían llamado para preguntar sobre el viaje, y para no molestarme con el ruido decidiste que era mejor ir a hablar al patio, ¡Lo habías hecho por mí y ahora por mí te meterías en problemas, maldición!

- ¿Ranmaru?

- S-Shindou, lo siento, esto no... Yo no quería, fue un accidente.

Apretaste los puños nuevamente, igual como en la escuela, suspiraste, y diste media vuelta para salir de la habitación.

- Takuto, perdóname, de verdad que no quise, no fue mi intención-

- ¡Es que nunca es tu intención, Kirino! ¡Siempre es lo mismo, maldita sea! ¡Primero lo de la escuela, después que te retrasas para salir, joder! ¡Si te digo que en cinco minutos voy por ti, es para que cuando llegue ya estés esperándome en la puerta! ¡¿Y ahora me sales con esto?!

Quise tomar tu brazo para que no te fueras, quería abrazarte, pero... Al momento de tocarte no fue un abrazo lo que recibí... Fue un puñetazo... Aún recuerdo el miedo que me produjo verte a los ojos después de lo que acababas de hacer... Ese no era el Shindou del que me había enamorado... Parecías alguien totalmente diferente, otra persona...

Esa noche no volviste a la cabaña... Te habías ido por mi culpa... Te alejé...

Y me quedé solo de nuevo.

Llámenme cobarde, pero esa sensación de soledad, de incertidumbre, sin saber si ibas a regresar... Simplemente pudo conmigo.

Estaba desesperado, no respondías a mis llamadas, ni mensajes, no tenía idea de dónde estabas, me sentí basura, abandonado...

Recuerdo haber visto la hora en el reloj de mi celular, iban a dar las 3:15 am, mi cerebro ya no funcionaba como debía, no estaba pensando bien, mis ojos estaban hinchados y la cabeza me dolía... Entonces agarré uno de los trozos de cerámica que aún quedaban en el piso después de haber roto la lámpara...

Ese fue mi primer intento.

Lo primero que vi al abrir los ojos fue el techo blanco del hospital, estabas a mi lado, sentado en un pequeño banco mientras me sostenías la mano.

Me alegré, habías vuelto, habías vuelto por mí.

- Shindou...

- ¡Kirino! Dios, no vuelvas a hacerme esto, por favor.

- L-Lo siento... Yo... Me sentía mal y... Y no sé, simplemente pasó, yo... Fui un estúpido, por favor perdóname...

Me arrullaste entre tus brazos, yo entre sollozos y lágrimas no paraba de pedirte perdón... Por suerte no había sido nada sumamente grave, me contaste que estuve inconsciente por cerca de cinco horas, pero que por suerte el corte en mi muñeca no había tocado ninguna vena importante, por lo que me dieron el alta al final del día. Me dijiste también que habías decidido no llamar a mi madre ni a tus padres, que no valía la pena alertarlos por algo que al final no había pasado a mayores, yo estuve de acuerdo, no quería causarle más problemas a mamá.

Pero las peleas continuaron... Y cada vez se volvieron más fuertes.

Recuerdo que en una de las cuántas discusiones me dijiste algo así como "Ni siquiera sabes cómo matarte", eso me dolió, pero lo que más me dolió fue darme cuenta de que tenías razón...

El segundo intento apenas lo recuerdo, estaba muy drogado esa vez, tú estabas preocupado por mí así que me acompañaste a una cita con un psiquiatra, quien me recetó unas pastillas que no recuerdo cómo se llamaban, nunca pude pronunciar su nombre, Aripri algo, no lo sé. El tema fue que cuando comencé a tomarlas, me di cuenta que mi cuerpo se sentía más liviano, somnoliento, era difícil mantener la concentración con ellas pero al mismo tiempo se sentía bien.

Creo que ese día nos habían entregado el resultado del examen de inglés, y aunque estudiamos juntos, a mí me había ido muy mal, a diferencia tuya que sacaste un sobresaliente.

Me llevaste a por un helado para intentar animarme, la verdad es que mi ánimo estaba por el suelo, y en eso que yo no sabía ni dónde estaba parado, te besé.

Te besé en pleno centro comercial.

Lo peor no fue eso, lo peor fue que un amigo de tus padres nos vio, tú lo reconociste y me apartaste como si fuese un extraño, gritando que qué me pasaba, que si acaso estaba loco, que si no me daba cuenta de que ambos éramos chicos.

Mis ojos se llenaron de lágrimas y corrí, corrí lo más rápido que pude, todo lo que mis piernas me permitieron, hasta que llegué a la torre de metal de la ciudad.

Escalé hasta llegar a la cima, recordé tus palabras.

"Ni siquiera sabes cómo matarte".

Y me dejé caer.

Pero la escena volvió a repetirse, otra vez me desperté en la sala blanca del hospital, solo que esta vez ya no estabas a mi lado sosteniendo mi mano. Esta vez tu expresión era diferente, me mirabas con odio, decepcionado, y no te culpo, yo también me hubiese mirado así si pudiera.

El doctor me dijo que habían tenido que hacerme una intervención quirúrgica de urgencia, porque me había golpeado muy fuerte la cabeza causando que parte de ésta se abriera, no lo sé, nunca he entendido el idioma de los médicos.

Una vez más mi madre no se enteró, supongo que el dinero compra todo, hasta el silencio. Estuve sin poder jugar al fútbol ni hacer actividades demasiado fuertes por alrededor de un mes, cosa que nadie notó, ya que coincidió con las vacaciones de verano de la escuela, y Shindou le dijo a mamá que me llevaría de sorpresa a la cabaña de sus padres una vez más, que no se preocupara y que volveríamos dentro de cinco semanas.

Dicho y hecho, así fue.

Solo que cada vez las palabras dolían menos, y los puños se volvían más presentes.

"Él es un buen chico".

No lo sé mamá, no sé si es un buen chico...

Pero no quiero estar solo... No de nuevo.

Él me golpea, me maltrata, pero... Está bien, es mi culpa por hacerlo enfadar siempre.

Tal vez tengas razón, dicen que los padres siempre la tienen.

"Él es un buen chico".

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