Capítulo 6; hazme tuyo.

Mikey no era muy dado a las festividades, de hecho, hacía años no tenía encuentros o celebraciones con amigos. Desde que se mudó con su hermano, la vida parecía más lenta y solitaria. Había olvidado lo que era divertirse o tener una charla casual, por eso se sentía fuera de lugar en el cumpleaños de Seishu.

—¿No deberías estar al lado de Michi? —preguntó Inupi, ofreciéndole una copa.

Mikey levantó la mano y negó el ofrecimiento, pues no tenía ganas de tomar alcohol si luego iba a conducir.

—Estoy al lado de Takemicchi —respondió, sin quitarle la vista al mencionado. No le importaba que el chico estuviera rodeado de sus amigos, ni siquiera le importaba que se estuviera riendo con otros o lo hubiera dejado solo la mitad del tiempo.

Takemichi había cambiado mucho, lucía más abierto y extrovertido, tenía un aura más afable y divertida, mientras charlaba con sus compañeros de trabajo, o cuando lo abrazaban muy casualmente. Mikey no le daba tantas vueltas al asunto, estaba muy cómodo en el sofá donde estaba sentado con apenas una bebida en lata con sabor a manzana.

—Planeaba ir al taller pronto, ¿cómo está Draken? —Inupi continuó, ignorando el obvio desinterés de Mikey.

—No deberías ir —dijo sin consideración—, ahora tienes un buen trabajo y no tienes que ensuciarte las manos.

Inupi soltó una pequeña risa y dijo con confianza:

—Draken sigue siendo mi gran amigo, entonces, ¿no te molestará que le diga sobre Takemichi y tú?

—No veo que eso te importe —Mikey estaba empezando a molestarse con el idiota entrometido—, ¿no deberías estar al lado de tu esposo? Creo que es más importante que intentar chismear de mi vida privada —masculló, siguiéndole su absurdo juego.

Inupi se encogió de hombros y se alejó de él, dejándolo por fin solo y muy amargado. Eso era suficiente para llamar la atención de Takemichi, quien al notar su cara malhumorada, dejó de reír, y de beber, para acercarse y apoyarse en el reposabrazos en el que Mikey estaba reclinado.

—¿Quieres venir conmigo? Te presentaré a mis compañeros de trabajo, son geniales —la invitación abierta vino precedida de una sonrisa y el toque sutil de una mano en el hombro de Mikey.

—No quiero, deberías seguir divirtiéndote, aunque no tomes mucho, de por sí, ya estás un poco borracho.

—¿Yo? —inquirió Takemichi, señalando a sí mismo. Hubiera sido gracioso, si no se viera indignado—, no estoy ebrio, son ideas tuyas —se inclinó lo suficiente para que su cabeza quedara sobre la de Mikey—. Anda, ven a divertirte.

—No —la respuesta definitiva.

Takemichi se separó de él y soltó un largo suspiro.

—¿No quieres estar aquí? ¿Te aburres?

—No es eso —respondió, apartando la mirada del rostro de Takemichi—, me he divertido mucho hoy.

—Bien. —su compañero se quedó callado unos segundos y luego agregó—: vayamos a casa, me iré a despedir de mis amigos.

—Entonces te espero fuera, no tardes.

Mikey no se quedó a ver la melosa despedida de Takemichi, suficiente fue verlo coquetear con cualquiera, y no era como si le importara. Salió del lugar y se dirigió a su motocicleta, sin muchos más ánimos que con los que llegó. Takemichi llegó minutos después, diciendo que estaba listo.

El camino al apartamento de Takemichi era silencioso. Su compañero se encargó de mantenerlo cerca y tocarlo por todos lados, ya sea por el alcohol, o no, pero era como un cachorrito que necesitaba atención. Seguía sin disgustarle su actitud, aunque los sentimientos contradictorios que lo embargaban no eran nada agradables. Odiaba mucho sentirse inseguro de sí mismo y de la gente que lo rodeaba.

—Ten cuidado al subir los escalones —dijo Mikey, rodeando la cintura de Takemichi con ambos brazos, para evitar que se tambaleara.

—No es la primera vez que llego ebrio a casa, no me voy a caer —Tras decir eso, se tropezó con sus propios pies y casi se va de lleno al suelo, menos mal que Mikey lo sostuvo a tiempo. Pudo agradecer con una sonrisa avergonzada.

—Por supuesto, Takemicchi, tienes todo bajo control —se burló Mikey.

—Es que me pones tonto.

—Yo no hago nada, solo te estoy ayudando a subir las escaleras y deberías callarte.

—No me quiero callar. Me haces sentir como un idiota —dijo Takemichi, sonando muy dolido por un instante. Era casi como el adolescente de hace años.

Mikey no podía estar seguro, porque Takemichi volvió a ser el de siempre segundos después. Incluso bromeó el resto del camino, hasta que se detuvieron frente a la puerta del apartamento. El ebrio sacó las llaves del bolsillo y trató insistentemente de abrir la puerta, pues quería demostrar que estaba bien.

Por supuesto.

—¿Ves? Puedo perfectamente con todo —habló Takemichi con alegría, cuando consiguió empujar la puerta sin caerse.

—¡Felicidades! Ahora ve a descansar —Mikey extendió la mano y empujó a Takemichi dentro.

—¿Qué? —preguntó el chico, extrañado—, ¿no vas a entrar?

—No lo creo, estás ebrio. Y odio cuidar a los borrachos, muchas gracias.

Takemichi parpadeó varias veces, luciendo perdido unos segundos y luego, resignado, le sonrió.

—Hazme el último favor, llévame a la cama. Tienes razón, estoy demasiado ebrio para caminar.

—Eres como un niño, Takemicchi —dijo Mikey, aceptando a regañadientes. No quería que Takemichi se tropezara y sufriera una contusión, sería absolutamente su culpa. Entró al apartamento y sintió cuando Takemichi cerró la puerta.

A pesar de que todo estaba oscuro, su compañero supo exactamente a donde ir. La tensa y cuidadosa travesía a la habitación terminó muy pronto.

—Ya estás sano y salvo, ahora sí me voy. Trata de no hacer nada tonto.

—Mikey —Cerró la puerta de la habitación antes de que Mikey tuviera la oportunidad de irse—, quédate conmigo esta noche.

Mikey abrió la boca para replicar, sin embargo, las manos de Takemichi fueron más rápidas y lo tomaron de los hombros para atraerlo hacía un beso descuidado y ansioso. La boca del chico sabía mucho a alcohol y caramelos que seguramente comió en la fiesta. Mikey se perdió en el sabor de Takemichi y en la forma en la que lo acercaba por más, era un tipo débil ante ese tipo de atenciones, como si jamás en la vida hubiera besado antes. Permitió que la lengua de Takemichi jugara en la comisura de sus labios y luego se apropiara de su boca, como si fuera suya, para hacer su voluntad.

Por su cabeza pasó el hecho de que Takemichi estaba ebrio y él se estaba aprovechando de ello, sin embargo, desechó cualquier idea cuando las manos del chico enjaularon su trasero y lo levantaron hasta que las piernas de Mikey estuvieron alrededor de su cintura. El ambiente se tornó eléctrico y sofocante como nunca antes.

—Mikey, sigues siendo tan receptivo como en el pasado, ¿cierto? —preguntó Takemichi, ajustando el agarre en las nalgas de Mikey para mecerse sobre él y hacerle saber cuán duro estaba por su culpa.

Mikey estaba perdiendo toda lucidez, alentado por los provocativos movimientos de su compañero. Su cuerpo reconocía los toques de Takemichi, sabía muy bien que le pertenecía.

—Por ti, solo tú puedes hacerme sentir de esta manera —confesó.

Takemichi lo llevó con torpeza a la cama y se tumbó sobre él, metiéndose en medio de sus piernas. Lo volvió a besar con insistencia, robándole el aliento y la vida entera con cada roce. Mikey se había calentado muy rápido y había dejado de lado cualquier cosa de la fiesta, centrado solamente en la actitud tempestiva de Takemichi. Soltó un suspiró entre el beso cuando una mano se coló bajo su camisa y acarició su piel desnuda hasta los pezones, tan sensibles y duros, por la forma en la que los dedos de Takemichi los retorcían y los jalaban a voluntad. Iba a morir de placer.

—Te encanta que te toque, quieres que te folle. —No era una pregunta, Takemichi estaba seguro de cada palabra que salía de su boca caliente y juguetona, mientras descendía por la clavícula y abusaba del cuello de Mikey entre mordiscos y chupetones.

—Quiero que lo hagas, Takemicchi, por favor —suplicó, necesitado de besos, de caricias y el pene de Takemichi. Llevó sus manos a los cabellos de su compañero, anclándose en ellos como si fueran salvavidas. Estaba cayendo como un demente y no había algo que menguara la caída.

—Te voy a follar, Mikey, no te quedarán ganas de hacerlo con alguien más —repitió Takemichi y esta vez, sonó como si quisiera convencerse a sí mismo que era buena idea volver a retomar los viejos hábitos.

Seguido, la sesión de besos se volvió más intensa y provocativa, las manos en el cuerpo de Mikey lo pellizcaban, lo apretaban y despertaban toda la excitación que estaba dentro de su ser. Llegó el momento de desnudarse y nada les impidió quitarse las primeras prendas, pero no duraban lejos el uno del otro, se besaban, volvían a tocarse y frotarse entre sí. La mente de Mikey se liberó de cualquier pensamiento intrusivo y solo estaba lleno de gozo y devoción, porque solo Takemichi podía ser tan brusco y delicado a la misma vez.

Y lo iba a disfrutar hasta el último momento, sin embargo, cuando las manos de Takemichi estaban por bajarle el pantalón, se detuvieron por completo. Extrañado, Mikey levantó la cabeza y casi gritó cuando el chico se desplomó sobre su pecho, inerte y con la respiración pausada.

¡Debía ser una jodida broma!—¿Takemicchi? —preguntó, tomando las mejillas de Takemichi para hacerlo reaccionar. De la boca de su compañero solo salió un resoplido y luego, la absoluta calma de nuevo. Mikey estaba con los ojos bien abiertos y muy, pero muy caliente, ¿qué iba a hacer ahora?

¡Feliz años nuevo!  Espero que el 2023 venga lleno de grandes cosas. 

Besitos y gracias por todo. Un nuevo año que empezamos con Mitake.

PD: Take el mata pasiones.

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