Capítulo 4; viejos tiempos.
Estaba y no estaba prestando atención al parloteo de su hermana. Ella hablaba de algo relacionado a Draken, pero como estaba en su propio mundo apenas entendía los balbuceos. Soltó un largo suspiro y apoyó el codo en el reposabrazos del sofá, con su cabeza cayendo perezosamente al costado.
Emma debió darse cuenta de su lamentable estado, porque lo empujó suavemente y por obligación, tuvo que levantar la cabeza y parpadear, mientras sonreía con una disculpa.
—¿En qué tanto piensas? —preguntó su hermana—, desde que llegaste de esa empresa estás en las nubes, ¿te fue mal en la reunión?
—No pienso en nada y no me fue mal —respondió cauteloso, aunque la situación era distinta, mucho. Si bien no le fue mal, todavía de recordar lo que ocurrió, le ponía la piel de gallina.
…
Un par de horas atrás, Mikey había seguido a Takemichi al apartamento. Aunque por fuera se veía un poco destartalado y sucio, por dentro era amplio y muy acogedor, hasta calentito. El orden no era cinco estrellas, sin embargo, todo era muy simple y agradable, alrededor olía mucho a Takemichi y la canela, seguro por algún aromatizante.
—¿Quieres algo de beber? —preguntó Takemichi, mientras dejaba sus cosas en la mesa—, puedo preparar té, y hay bebidas en el refrigerador. Puedes elegir lo que quieras.
Mikey escudriñó el apartamento y se asomó por el pasillo hacia la única habitación y el baño del fondo, la cocina conectaba con la sala y una pequeña ventana que daba vista al callejón del lateral. Takemichi vivía en un buen lugar a pesar del exterior.
—Estoy bien así, Takemicchi, en realidad, ni siquiera sé porque te seguí —dijo, parado a la mitad, sin saber si seguir adelante o simplemente irse.
Takemichi debió ver a través de él, porque le dedicó una sonrisa encantadora y se dejó caer en el sofá, palmeando el espacio vacío para Mikey, quien solo tragó saliva y posteriormente avanzó hasta quedar al lado del chico.
—¿Estás seguro que no sabes por qué estás aquí? —Takemichi parecía muy divertido con la débil actitud de Mikey.
—¿Curiosidad? —Inquirió, siguiéndole un poco el juego—, ¿qué quieres, Takemicchi? Estoy seguro que no solo deseas que tome un poco de té, ¿o me equivoco?
Takemichi abrió y cerró su boca, luciendo desencajado por primera vez en todo el rato, y luego soltó una carcajada que acompañó con una pose segura, y el cuerpo reclinado tan cerca del suyo que podía sentir el rico calor que emanaba de él.
—No quiero nada que no quieras, Mikey-kun.
Oh, no, Takemichi estaba jugando muy sucio. Ni siquiera se quejó cuando los labios de Takemichi se estamparon sobre los suyos, tomándolo de manera feroz y con insistencia. A duras penas tuvo tiempo de procesar donde estaba, y por supuesto, con quien estaba, lejos estaba de importarle. La boca de Takemichi seguía siendo tan dulce y suave, pero mucho más imponente y fría. Mikey jadeó, cosa que aprovechó el chico para meter su lengua hasta el fondo y llevarse cada gramo de su poca cordura.
Mikey seguía siendo débil.
¿Takemichi siempre fue así? ¡Cielos! No podría haber recordado ni en qué año estaban si se lo preguntaban.
Lentamente quedó envuelto en una deliciosa bruma de placer, y Mikey no era capaz de quedarse quieto, menos cuando sus manos recorrían el torso de Takemichi y se deslizaban hasta sus caderas, hasta sostenerlo y acercarlo tanto como pudiera. Por otro lado, Takemichi lo empujó al respaldo del sofá y no dejó de besarlo hasta que finalmente, respirar se volvió una necesidad.
Takemichi seguía sonriendo y no dejaba de mirarlo con picardía, sabiendo que se había salido con la suya.
—¿Ves? Sabes perfectamente todo lo que quieres, Mikey.
Mikey le devolvió la mirada, un poco perdida y excitada, y no esperó a que Takemichi volviera a hablar, simplemente lo tomó de la nuca y lo arrastró cada vez más cerca por otro beso, mucho más intempestivo y voraz; ansioso y torpe. Sus labios chocaban y sus lenguas se encontraban en cada roce, al mismo tiempo que Mikey trataba de encajar con el cuerpo de Takemichi en el pequeño sofá, sus piernas estaban a ras con las caderas del chico y con ligeros movimientos, trató de menguar la excitación del momento.
Takemichi llevó una mano a la pretina del pantalón de Mikey y sin más, lo desabotonó y lo bajó hasta la altura de sus rodillas, cuando todavía estaban tratando de encontrar la mejor postura. Mikey estaba quedando indefenso por ese trato, pero lejos de molestarlo, disfrutaba cuando Takemichi tomaba el control de la situación, era jodidamente caliente.
Lo demás, estaba en sus recuerdos como una mancha oscura. En medio de todo el placer y la imagen erótica de Takemichi, Mikey apenas podía hilar la forma en la que Takemichi le abrió las piernas y se inclinó hacia él, lo suficiente para arrastrar la lengua a lo largo de su pene. Mikey había sentido la tensión en cada músculo, pero se disipó tan pronto como el chico empezó a lamerlo y chuparlo como si fuera un delicioso caramelo, y la mirada que le daba de vez en cuando, entre divertida y complacida, no hacía más que enloquecerlo. Hubo unos cuantos empujones hasta que finalmente quedó flácido en el sofá.
Mikey no sabía cómo se las arregló para salir del apartamento de Takemichi sin tener una conversación decente, porque bueno, seguía repitiéndose que estaba pasando entre los dos.
No recordaba haber tenido jamás un encuentro tan placentero.
…
Sacudió la cabeza y volvió al presente, mientras la mirada de Emma era de pura preocupación. Se odió por ponerla de esa forma.
—¿Seguro que estás bien? —Su hermana colocó una mano en su frente y tanteó su temperatura.
—Lo estoy, lo único que necesito es descansar. —La apartó con cuidado y se levantó del sofá, brindando la mejor sonrisa que podía en un momento como ese.
Emma insistió un poco más, pero Mikey caminó hasta la habitación y la despidió con un beso en la frente. Cuando pudo quedar a solas, se lanzó a la cama, deseando con todas sus fuerzas que lo ocurrido no fuera solo producto de su imaginación y que, aunque fuera pequeño, tuviera un poco de oportunidad con Takemichi, porque ese encuentro le hizo volver a considerar lo que ya sabía: jamás había olvidado al chico.
Suspiró y se abrazó a la almohada, con una sonrisa solo comparable con la vez que su hermano mayor le regaló su motocicleta. Estaba tan feliz como esa vez. Y esta vez haría las cosas bien, solo faltaba que Takemichi lo quisiera.
Buenas tardes.
¿Qué tal todo?
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