The first, my last, my everything...
"No hay más uniones legítimas que las que están gobernadas por una verdadera pasión."
Stendhal
................
Llevamos casi once horas de vuelo desde que despegamos de Santiago de Chile y estoy que me subo por las paredes, bueno quien dice paredes dice fuselaje del avión...Nunca se me había hecho tan largo un vuelo. La idea era llegar a Madrid y mañana tranquilamente coger el primer vuelo a Chicago que sale al medio día, pero estoy tan ansiosa por ver a Matt, que creo que en cuanto llegue a casa haré las maletas y hoy mismo intentaré coger un vuelo.
Se supone que aterrizamos a las seis de la mañana hora española, así que en principio debería tener tiempo de sobra para organizarlo todo y coger ese vuelo a las doce.
Los vuelos de regreso a Madrid suelen ser bastante duros. Casi toda la noche en vela, llegas a casa hecha un trapo y con una necesidad imperiosa de desmayarte literalmente en la cama y no levantarte hasta que te duela el cuerpo de tanto dormir. Así que si hago la locura que tengo pensada hacer, debería por lo menos intentar dormir en el vuelo o voy a llegar a Chicago destrozada. Pero merece la pena...
- Joder Anna, por mucho que recorras el pasillo de arriba a abajo, no vamos a llegar antes ni vas a hacer que el vuelo se te haga más corto. Como mucho conseguirás desgastar un poquito la moqueta - me dice Paco muerto de risa - Creo que deberías tranquilizarte, me estás empezando a poner nervioso. Apenas queda una hora para llegar a Madrid, siéntate y desayuna.
- ¿Tanto se me nota? - le pregunto.
- ¿El qué? ¿Qué estás nerviosa? Naaaaaa - me contesta Paco mientras sonríe.
- No creo que pueda comer nada, tengo el estómago cerrado.
- Te voy a preparar una tila doble a ver si te ayuda.
- ¿Te estás burlando de mí?
- No me atrevería - dice sonriendo - ¿Por qué estás tan nerviosa?
- ¿Tú qué crees?
- Escucha Anna, la idea es disfrutar de todo esto que te está pasando. Es algo bueno tesoro y parece que estuvieses yendo al matadero...
- No es eso Paco. Tengo muchísimas ganas de verle y de estar con él, pero me abruma todo lo que estoy sintiendo, eso es todo. Tengo que aprender a manejarlo, pero tengo la sensación de que si paro para hacerlo, para pensar en todo esto, me voy a volver a asustar y seguramente la voy a cagar.
- No te estoy diciendo que pares y mucho menos que pienses, te estoy diciendo que lo disfrutes. Ve, disfruta, tiratelo todas las veces que puedas y luego ya veremos...
- ¡Paco!
-¿Qué? ¿Ahora te vas a asustar por mi forma de hablar? Además no pretenderás que me crea que vas a estar una semana metida en su casa y solo vais a hablar. Por cierto...¿Cómo la tiene?
- ¡Paco!
- ¡¿Qué?! No te creas que te he perdonado por no haberme contado nada de lo que pasó en Chicago. Ésa te la guardo, que lo sepas. Ni un mísero detalle...es de buen cristiano darle agua al sediento.
- Necesitas un novio...
- No. Necesito otra cosa, pero si te digo exactamente lo que necesito te vas a escandalizar...Lo que necesito es un buen rabo...
- ¡Paco!
- Ya estamos...Un buen pene ¿Mejor?
- Sólo te diré que mide uno noventa aproximadamente, que calzará un 46 más o menos y que aunque nunca me he creído lo de que el tamaño es proporcional a la altura y a la talla del zapato, en este caso si podemos aplicar esa teoría...
- ¡Qué calladito te lo tenías cabrona! Qué envidia me das y no es de la sana precisamente...
No puedo evitar reírme. Paco tiene esa virtud, la de conseguir que sólo veas la parte más divertida de las cosas.
- ¿Le has comentado a Matt el cambio de planes?
- Todavía no. Tenía pensado ponerle un mensaje en cuanto lleguemos.
- Hazlo y me cuentas. Si quieres te acerco yo al aeropuerto.
- Gracias cielo.
En ese momento avisan de que comenzamos nuestro descenso hacia el aeropuerto de Madrid y el comandante se despide de los pasajeros dándoles las gracias una vez más por elegir volar con nosotros. Recogemos todo y comprobamos que la cabina del avión está asegurada y todos están sentados y con los cinturones de seguridad abrochados.
Me siento en mi transportín y repaso las últimas conversaciones con Matt. De algún modo y sin haberlo discutido, los dos asumimos que me quedaría en su casa y aunque dudé de si sería lo más adecuado y así se lo hice saber, no quiso ni oír hablar de que me quedase en un hotel. La verdad es que aunque me asusta que pasemos las veinticuatro horas del día juntos, también es lo que más me apetece.
- ¿Están tardando hoy más en desembarcar los pasajeros o sólo me lo parece a mí? - le pregunto a Paco desesperada ya por la lentitud con la que está saliendo la gente del avión.
- Eres tú - me contesta sonriendo.
Vuelvo a mirar a Paco cuando veo que un par de chicas se dirigen en ese momento al baño con un neceser ¿En serio? pienso. Por Dios...han tenido más de doce horas para ir al baño a retocarse y eligen este momento para hacerlo. Decido respirar hondo porque si no lo hago soy capaz de ir y aporrear la puerta para que se den prisa. Paco me mira con cara de sorpresa. Es verdad que suelo tener mucha paciencia, en este trabajo es esencial tenerla, pero hoy me está costando horrores. Casi quince minutos después sale una de las chicas y al darse cuenta de que todo el mundo se ha bajado del avión y que son las últimas, nos mira con vergüenza y nos pide disculpas mientras llama a la puerta del otro baño y le pide a su amiga que se dé prisa.
Por fin se baja la última pasajera y podemos irnos. Recogemos las maletas y nos vamos a casa. Al llegar nos encontramos a Cata que se acaba de levantar y desayunamos los tres juntos. Se marcha a Bogotá en unas horas. Me termino mi segundo café descafeinado, por supuesto, no necesito ningún estímulo más, y me voy a mi habitación a preparar la maleta.
Nunca tengo problemas a la hora de hacer maletas por trabajo, sin embargo cuando me toca preparar el equipaje para un viaje de placer nunca sé que demonios meter y siempre se me olvida algo. Algo tan básico como calcetines o ropa interior...
- ¡Cataaaaaaaa!
- ¡Annaaaaaaaa! Estoy justo aquí al lado cielo. No necesitas gritar tanto - me dice riéndose - ¿Qué necesitas?
- ¿Me ayudas con la maleta? Mira a ver si se me olvida algo por favor - le ruego.
- ¿Ropa interior?
- Sí.
- ¿Calcetines?
- Sí, pesada.
- ¡Oye! Qué no es a mí a quien se le olvidan las cosas más básicas y luego tiene que salir corriendo a comprar braguitas en cualquier sitio...
- Eso pasó una vez... - digo muerta de vergüenza.
- Ajá... - me contesta mientras sigue revisando mi maleta.
- Parece que no se te olvida nada - dice pensativa mirando mi equipaje. De repente parece recordar algo y me mira con los ojos muy abiertos - ¡Condones! ¡Muchos condones!
- ¡Cata! - mi cara parece un tomate maduro, aunque no puedo evitar reírme.
- No seas mojigata cielo. Tengo varias cajas en mi habitación, ahora te traigo una - sale corriendo y vuelve con dos cajas de preservativos en las manos.
- ¿Estás de coña, Cata? ¿Cuarenta y ocho condones? - y ya sí que no puedo evitar soltar una carcajada. No sé si son los nervios o la sonrisa de oreja a oreja de Cata pero las dos acabamos tiradas en mi cama muertas de risa.
- ¿Qué me he perdido? - pregunta Paco que nos mira con cara de sorpresa desde la puerta de mi habitación.
- Cata, que tiene demasiada fe en mi resistencia física - y vuelvo a reírme.
- ¿Eh? - pregunta Paco cada vez más sorprendido.
- Me ha metido dos cajas de veinticuatro condones en la maleta para una semana.
- Si los usas todos, vas a tener que darte de baja cuando vuelvas por agotamiento y porque probablemente no puedas moverte y mucho menos andar - me dice Paco sonríendo.
Se tumba con nosotros en la cama y nos quedamos un rato los tres juntos sin hablar demasiado.
- ¿Sigues nerviosa? - me pregunta Paco.
- Sí - reconozco - aunque le puse un mensaje a Matt cuando estábamos de camino a casa para preguntarle si le parecía bien que llegase un día antes y estaba aún más entusiasmado que yo, así que estoy más tranquila.
- Tesoro, relájate y aprovecha los días que estés allí. Hay un dicho que dice "Ayer es historia, mañana es un misterio, pero el hoy es un regalo. Por eso se llama presente" - me dice Paco con cara de circunstancias.
- ¿En serio Paco? ¿Una cita de Kung fu Panda? - y otra vez tengo que sujetarme la tripa cuando estallo en carcajadas y las lágrimas se deslizan por mis mejillas sin descanso. Cata tampoco puede evitarlo y también empieza a reírse sin control.
- Mierda...¿Has visto la película? - me pregunta.
Asiento como puedo sin dejar de reírme.
- Bueno, si no la hubieses visto, hubiese quedado de puta madre.
- Tenéis toda la razón maestro Oogway.
- ¿Te la sabes de memoria? - me pregunta.
- Yo tengo dos sobrinos - le digo sonriendo - ¿Cuál es tu excusa?
- Que es divertida y muy profunda - me dice sonriendo de lado y levantando los hombros a modo de disculpa - Tesoro, prepárate que nos vamos en un ratito.
Una hora después, ya arreglada y con todo listo, salimos por la puerta de casa. Llegamos al aeropuerto y Paco se despide de mí con un fuerte abrazo.
- Disfruta "pequeña" - me separó de él y le miro con cara de sorpresa - Cata me ha contado alguna cosilla - me dice sonriendo - no te enfades. Cuando vuelvas a Madrid, quiero detalles de todo, esta vez no valen excusas. Parece un buen hombre cariño, y tú te mereces a alguien así, asi que aprovecha - le vuelvo a abrazar y me despido con la promesa de contarle hasta el último detalle cuando vuelva.
Paso todos los controles de seguridad y me dirijo hacia la puerta de embarque. Todavía hay tiempo y decido darme una vuelta por las tiendas de la terminal. Cojo un par de revistas para el viaje y me siento a esperar. Parece que el vuelo va bastante lleno y yo estoy en la lista de espera, a ver si hay suerte y no me quedo en tierra. El siguiente vuelo no sale hasta por la tarde y no me apetece nada tener que esperar tantas horas en el aeropuerto.
Por fin estoy sentada en el avión. Al final han sobrado plazas y todos los que estábamos en stand by hemos embarcado sin problemas. Parece que la niebla que se ha apoderado de Madrid esta mañana ha provocado tantos retrasos, que la mayoría de los vuelos que tenían que aterrizar lo están haciendo tarde y muchos pasajeros han perdido sus enlaces, incluidos los que volaban a Chicago. Cierran puertas y nos movemos. Despegamos en hora y sin problemas. Afortunadamente me ha tocado un asiento de ventanilla y puedo recostarme y cerrar un poquito los ojos...sólo un ratito...estoy agotada.
Abro poco a poco los ojos, apenas hay luz y me cuesta ubicarme. Estoy muy cómoda y vuelvo a cerrar lentamente los ojos, hasta que me doy cuenta que me he quedado dormida encima del hombro del pasajero de al lado. Pego un bote y miro al señor trajeado que me mira con una sonrisa. Oh Dios mío...espero no haber roncado. Qué vergüenza...
- Lo siento mucho - le digo - estaba tan cansada que no me he dado cuenta de que me dormía encima de usted - como si eso justificase el haberle babeado lo que parece un carísimo traje hecho a medida.
- No te preocupes. Parecías estar tan a gusto que no quería despertarte - me sonríe.
- Gracias - le digo. Y soy incapaz de mirarle a los ojos, aunque si que miro de reojo su chaqueta para asegurarme de que no le he dejado un rastro de babas en la manga. No, parece que no...
Miro mi reloj y me doy cuenta de que llevo más de cuatro horas durmiendo. Me he perdido la comida y estoy muerta de hambre. Aprovechando que mi vecino se ha levantado, me dirijo hacia la parte de atrás del avión a por unos frutos secos y algo de beber, estoy famélica. Saludo a mis compañeras que me entregan una bandeja.
- No queríamos despertarte, así que te hemos guardado un plato de pasta por si te apetecía más tarde - me dice una de ellas.
- ¡Muchísimas gracias!
Decido sentarme con ellas y comer allí. Me da vergüenza volver a mi asiento y no quiero molestar más al pobre hombre que va sentado a mi lado.
- ¿Vas a Chicago de vacaciones? - me pregunta una de mis compañeras.
- Sí, voy unos días a ver a un amigo.
- ¡Qué bien! Qué suerte...me encanta Chicago.
- A mi también - le digo. Y ahora si cabe me gusta todavía un poquito más, pienso.
Vuelvo a mi asiento con un café en la mano, dispuesta a enfrentarme a esta situación con la mayor dignidad posible. Mi compañero de sueños ya ha vuelto a su asiento, así que le pido disculpas y se levanta para dejarme pasar. Al final charlamos un rato y ya no me siento tan incómoda. Mi vecino resulta ser un señor muy simpático y agradable. Me cuenta que viaja todas las semanas a Chicago por trabajo y que después de tantos años, se ha convertido en su segundo hogar. Madre mia, seguro que tiene más horas de vuelo que yo... Le queda poco para jubilarse y está pensando irse a vivir allí. Creo que una maestra española de la que me habla continuamnete, afincada por allí, tiene algo que ver. Sin saber bien cómo, acabo contándole yo también la razón por la que viajo a Chicago y me desea mucha suerte con todo. Las horas pasan volando, nunca mejor dicho, y después de que nos sirvan la merienda, me doy cuenta de que ya casi estamos llegando.
Los nervios se vuelven a apoderar de mí. Decido hacer una última visita al lavabo para retocarme y despedirme de la tripulación. Intentaré salir lo más rápido que pueda del avión y así evitar la cola que se forma en inmigración. No he facturado la maleta, así que por lo menos me ahorro la espera en la cinta de equipajes.
Ya estamos rodando hacia nuestra posición de parking y la tripulación nos avisa que debemos esperar a que el avión esté totalmente parado para levantarnos, pero como quien oye llover, ni puñetero caso. A veces pienso que podríamos decir cualquier barbaridad por megafonía y nadie se daría cuenta.
- Algún día - me dice mi vecino sonriendo - el piloto va a pegar un frenazo, y esto va a ser como en esas figuras gigantes de dominó. Van a ir cayendo unos encima de otros. Un pequeño frenazo y.... - me dice mientras gesticula con las manos.
No puedo evitar reírme. Creo que todos los que nos dedicamos a esto, hemos tenido ese pensamiento alguna vez.
Bajamos del avión y mi compañero de fatigas se despide de mí con un fuerte apretón de manos deseándome otra vez mucha suerte. No tardo mucho en pasar el control de pasaportes y avanzo rápidamente hacia la salida. Estoy tan nerviosa que el proverbial revoloteo de mariposas en el estómago se ha convertido en algo parecido a una estampida de toros. Se me acelera tanto la respiración que tengo miedo de empezar a hiperventilar. Respiro hondo y sigo avanzando hacia las puertas correderas de cristal. Hay muchísima gente y mientras avanzo, intento controlar mis nervios. Miro a mi alrededor y no veo a Matt, aunque con tanta gente es difícil ver algo. Sigo avanzando un poco para alejarme de la multitud, ya que entre los carteles de bienvenida, los carteles de los chóferes que esperan a sus clientes y todos aquellos que intentan ser los primeros en vislumbrar a sus seres queridos, estoy un pelin aturdida.
Alguien me sujeta suavemente por la cintura acariciando la piel de mi cadera que está al descubierto y un escalofrío me recorre de pies a cabeza. En lugar de asustarme, una sensación de alivio me inunda y no necesito girarme para saber que es él. Es como si mi piel reconociese el tacto de sus manos, como si todo mi cuerpo estuviese en completa sintonia con el suyo. Se acerca a mí y apoya su frente en mi cabeza, su torso en mi espalda. Respiro hondo... Puedo notar cada músculo de su pecho rozar cada terminación nerviosa de mi columna. Su respiración se acelera imitando a la mía. Tiemblo...
- Bienvenida pequeña...
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top