Selva
"No podrás descubrir nuevos océanos si no tienes el coraje para perder de vista la costa."
Anónimo
.................
El helicóptero aterriza en mitad de la nada, en una pequeña explanada a las afueras de un poblado. Dos de mis hombres se quedarán haciendo guardia. Según mis informes, los habitantes del poblado no son simpatizantes de la guerrilla que apoya incondicionalmente a los narcos, pero es mejor no arriesgar. Solo tenemos a nuestro favor el elemento sorpresa. Sín él, estamos perdidos.
Nuestro embajador ha hecho creer a los secuestradores que el gobierno norteamericano está de acuerdo con el intercambio de prisioneros y eso nos ha dado un poco más de tiempo para sacar a las rehenes de aquí. Contamos con la discreción del gobierno local, no quieren un conflicto diplomático con Estados Unidos. Son pocos hombres los que están al corriente de la misión, quieren evitar filtraciones y no saben de quién pueden fiarse.
A partir de aquí tendremos que ir caminando. Nos quedan por delante dos horas hasta llegar al punto donde tienen retenidas a las chicas.
La selva es un puto infierno de verde espesura y suelo traicionero. Con los petates y el armamento es difícil abrirse paso a través de la arboleda. Caminamos sín descanso, cuanto antes lleguemos, antes saldremos de aquí.
Casi dos horas después, el GPS nos avisa de que nos estamos aproximando a nuestro destino. Les hago un gesto con el puño a mis compañeros para que se detengan, tenemos que inspeccionar la zona. Les susurro a dos de mis hombres que vengan conmigo.
A través de los prismáticos veo unas cuantas casas de construcción bastante precaria y medio derruidas y a varios hombres que charlan tranquilamente mientras fuman y beben. Son cinco hombres los que están vigilando sin contar con los que puedan estar dentro con las prisioneras. Según la información de la que disponemos, debería haber un total de diez hombres vigilando a las rehenes. Les pido a mis hombres que esperen, tengo que acercarme un poco más. Consigo aproximarme a las cabañas dando un rodeo para evitar que me vean. Me asomo a una de las ventanas de la única cabaña que parece habitada... y entonces las veo.
Las cinco están tiradas en el suelo. Tienen los ojos vendados y las manos y los piés atados. Están prácticamente desnudas y con heridas a lo largo de todo el cuerpo. Es descorazonador...
Ningún hombre las escolta dentro de la cabaña y eso me preocupa. Me faltan cinco hombres por contabilizar y no sé donde demonios están.
Vuelvo hacia el lugar donde me esperan mis hombres y les hago señas para que volvamos con el resto. Tengo que pensar con calma. El plan inicial no va a funcionar. Si entramos ahora a por las chicas y no matamos a todos, podrían seguirnos y complicar mucho la misión. Podrían alertar a Torres y eso es lo último que necesitamos. Además, juegan con ventaja al conocer el terreno mucho mejor que nosotros. Si nos persiguiesen, nos atraparían rápidamente sin duda alguna.
Nos reunimos con el resto del equipo y les expongo la situación. Todos están de acuerdo en que hay que actuar con precaución. Enciendo la radio y me pongo en contacto con los hombres que se han quedado de guardia cerca del poblado y les pido que indaguen e intenten averiguar si los locales saben algo de los hombres que faltan. He visto agua y víveres en la cabaña, había fruta y pan. En algún sitio han tenido que conseguirlos.
Mientras esperamos, decido hablar con mi enlace en Washington. Necesitamos más tiempo para sacar a las chicas sanas y salvas de aquí. Cojo el teléfono por satélite y hago la llamada. Intentarán retrasar lo máximo posible el intercambio, pero no va a ser fácil.
Suena la radio y nos informan de que los cinco hombres que faltan están en una taberna del poblado. La buena noticia es que están borrachos como cubas. Les pido a mis hombres que los vigilen y que bajo ningún concepto les dejen salir del poblado. Si lo intentan, les doy órdenes de que disparen a matar, pero evitando dañar a ningún civil. Van a necesitar apoyo, así que les informo de que dos hombres más van en camino. Johnson y Martin tardarán otras dos horas en llegar a su posición.
Quedamos ocho.
Con esos cinco hombres ya controlados, decidimos entrar a por las chicas. Es importante que seamos silenciosos y estemos sincronizados. Tenemos que abatir a todos a la vez para evitar que intenten matar a las chicas o herirlas de algún modo.
Nos aseguramos de que los M40 están cargados y silenciados. Con algo de suerte abatiremos a estos cabrones y saldremos de aquí sín más contratiempos.
Cinco de mis hombres ya están en posición y listos para disparar cuando dé la orden. Otros dos hombres y yo rodeamos las cabañas para entrar a por las rehenes en cuanto los secuestradores estén muertos. Levanto el brazo y doy la orden. Cinco disparos. Cinco hombres abatidos. Entramos en la cabaña.
Lo primero que hago es hablar con las chicas. Les digo quienes somos y les pido que estén tranquilas, hemos venido para llevarlas a casa. Me acerco y una a una las voy desatando y les voy quitando las vendas de los ojos. Parecen drogadas, aunque están conscientes y responden a mis preguntas. Les explico rápidamente la situación y las levantamos del suelo. Vamos a tener que llevarlas en brazos, no se tienen en pié.
Uno de mis hombres sale de la cabaña para asegurarse que que todo está despejado. Le seguimos los demás con las chicas y dos soldados en la retaguardia.
Llamo a Johnson y le informo de que tenemos a las prisioneras. Vamos de camino. En cuanto lleguen al poblado, les ordeno que maten a los otros cinco guerrilleros. También aviso al piloto de que esté listo.
Nos ponemos en marcha lentamente.
Cargando con todo nuestro equipo y con las chicas, vamos a tardar bastante más de lo esperado. Apenas pueden andar.
De repente oigo un disparo y noto un fuerte impacto en la espalda. El dolor es insoportable. Caigo al suelo e intento proteger a la chica con mi cuerpo. Antes de que pueda reaccionar disparando mi arma, uno de mis hombres me informa de que todo está despejado.
Uno de los guerrilleros seguía vivo y al cabrón le ha dado tiempo de disparar una última bala agujereandome el hombro. Me cago en la puta... joder.
Uno de mis hombres me hace un torniquete e intenta parar la hemorragia como puede.
- ¿Puede andar Capitán? - me pregunta.
Puedo, pero alguien va a tener que llevar a la chica, pienso. Cojo mi fusil y me levanto.
Comenzamos a andar y el dolor es horrible. Tenemos que parar varias veces porque cada vez me cuesta más avanzar.
- Vamos Capitán - me dice uno de mis hombres - ya casi estamos.
Soy consciente de que alguien avisa por radio al piloto de que estamos llegando y oigo a lo lejos el ruido de las hélices poniéndose en marcha.
Un último esfuerzo, ya casi estamos. Nos subimos en el helicóptero y la oscuridad me invade.
- Capitán... Capitán O'Connor ¿Me oye Capitán? Vamos señor. Hora de despertarse.
Intento abrir los ojos pero no lo consigo. No responden.
- Vamos Capitán. Intente abrir los ojos.
Poco a poco consigo que mi cuerpo empiece a responder. Puedo mover las manos y los piés, y poco a poco consigo abrir los ojos. Una luz blanca me ciega momentáneamente. Vuelvo a cerrar los ojos. Es doloroso. La luz me quema.
- Sé que es molesto Capitán, pero tiene que hacerlo. Abra los ojos.
Otra vez esa voz...
Vuelvo a abrir los ojos y parece que esta vez no duele tanto. Empiezo a ser consciente de lo que me rodea. Estoy en un hospital.
¿Pero que coño...?
No sé que cojones hago aquí.
- Buenos días Capitán.
Me giro hacia donde viene la voz y un dolor insoportable me atraviesa la espalda de lado a lado.
- Despacio Capitán. Hace poco que salió del quirofano, la herida todavía está tierna.
Es un doctor el que me habla. O por lo menos lo parece. Lleva una bata blanca, eso seguro.
- Soy el doctor Stevens y está usted en una de nuestras bases militares fuera de Estados Unidos. Su estado era crítico y no podía volar a casa ¿Recuerda algo de lo que le pasó?
Poco a poco voy recordando. La selva... las rehenes... la misión.
- Sí señor. Lo recuerdo todo ¿Sabe algo de mis compañeros? - le pregunto.
No quiero preguntarle por las chicas ni indagar demasiado. No sé que es lo que sabe y lo que no.
- Todos están bien y en casa. En cuanto a usted Capitán, tuvimos que intervenirle de urgencia. La operación ha sido todo un éxito soldado. Hemos conseguido extraer la bala que tenía alojada cerca del hombro, y la herida está cicatrizando bien. Si todo continúa así, podrá volver a casa en un par de semanas y continuar allí con la recuperación. Pero mucho me temo que le espera una larga temporada de baja, Capitán.
Son buenas noticias. Dos semanas y podré volver a casa.
Le pido un teléfono seguro al médico y decido llamar a mi enlace.
Me informa de que la misión ha sido todo un éxito y que las chicas ya están en casa con sus familias. Es todo un alivio saber que por lo menos ha merecido la pena todo el esfuerzo.
Vini, vidi, vinci... Senador.
Las dos semanas se me hacen eternas. Apenas me dejan moverme y tengo una enfermera de guardia las veinticuatro horas del día por si se me ocurre desobedecer las órdenes... joder. No me dejan ni a sol ni a sombra. Varias enfermeras se van turnando para vigilarme. No puedo ni mear tranquilo...
Por fin llega el día de mi traslado. Estoy más que listo para volver a casa.
He hablado con Taylor e irá directamente al hospital. Aún sigue de baja y se quedará unos días haciéndome compañía. Estará esperándome cuando llegue. Todavía me quedan varios días de hospitalización y de fisioterapia en Washington antes de que pueda volar a casa. Creo que ni en mis peores momentos había echado tanto de menos mi cama y sobre todo mi baño...
Necesito descansar y recuperarme. Cada vez me cuesta más reponerme de una misión. Todo lo que antes me encantaba de este trabajo, empieza a afectarme cada día más. Treinta y cuatro años recién cumplidos y diez de servicio, empiezan a pasar factura... me hago viejo.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top