Confesiones
"Cuanto consuelo encontraríamos si contarámos nuestros secretos."
John Churton Collins
.......................................
Salimos del hotel cogidos de la mano y nos dirijimos hacia la Avenida Michigan, una de las arterias principales de la ciudad.
Hay bastante gente paseando por la calle y eso me sorprende. Al ser día 1 pensé que seríamos los únicos insensatos despiertos a estas horas.
Andamos por la avenida hasta que nos desviamos por una pequeña calle repleta de restaurantes. La mayoría de ellos están cerrados ya que todavía es temprano. Seguimos andando y llegamos a una hermosa plaza rodeada de jardines y pintorescos cafés. Nunca había estado por aquí antes y es extraño porque todavía estamos cerca del hotel y yo me he recorrido toda esta zona a pié .
Aunque hace muchísimo frío la mayoría de la gente está sentada en las terrazas al amparo de grandes estufas con forma de setas gigantes. Algunos todavía van vestidos de gala, intentando templar el cuerpo con un café bien caliente...
- ¿Café y tostadas entonces? - me pregunta Matt - todavía estás a tiempo de cambiar de opinión - me dice.
Veo en la otra punta de la plaza, una pequeña cafetería pintada de verde y blanco que me llama la atención. Con nuestras manos todavía enlazadas, le arrastro hacia allí.
Tiene un gran escaparate repleto de deliciosos dulces de todos los colores y de todos los sabores.
- Aquí - le digo.
- De acuerdo pequeña. Aquí entonces.
Empujo la puerta y un suave tintineo nos da la bienvenida. El calor nos recibe junto al delicioso aroma del café y de los dulces.
Tiro de Matt y le llevo hacia una pequeña mesa situada al lado de la ventana.
El local es pequeño y acogedor y me siento muy a gusto. Un hormigeo recorre mis manos al entrar en calor.
Matt se sienta justo en frente de mí y me pregunta que me apetece tomar.
- Creo que un café latte y uno de esos deliciosos pasteles de crema que he visto al entrar - le contesto excitada señalando el escaparate de la pastelería. Sé que debo parecer una niña pequeña en una tienda de caramelos, pero es que cuando se trata de dulces, no tengo remedio...
- Creo que acabo de descubrir uno de tus puntos débiles - dice Matt sonriendo - el azúcar - y por la cara que pone, parece que le haya tocado el premio gordo de la lotería y yo no puedo evitar reírme.
- Tienes que reírte más a menudo - me dice - estás preciosa cuando lo haces.
Se levanta y se acerca al mostrador. No puedo evitar mirarle mientras espera que le atiendan. Es uno de los hombres más impresionantes que he conocido en mi vida y no es solo por su aspecto físico, que también, sería tonta si dijese lo contrario, es por la fuerza que desprende al moverse y al hablar. Un aura de seguridad le envuelve y hace que me sienta protegida, y aunque estoy asustada por todo lo que me hace sentir, algo dentro de mí me dice que confíe, que nada malo me va a pasar mientras esté a su lado.
Veo como varias mujeres que están sentadas en una de las mesas le miran y cuchichean. Sí, definitivamente no soy la única fémina a la que le afectan sus encantos.
No puedo evitar sonreír y preguntarme si él es consciente de las miradas femeninas que atrae. No es solo su apariencia, es algo más...
Me quedo embobada mirándole y justo en ese momento se gira y me ve observándole. Es hermoso. Levanta las cejas como preguntándome si ocurre algo. Niego con la cabeza y sonrío. Me devuelve la sonrisa y yo no puedo evitar hundirme un poquito más en ese inmenso mar de sensaciones que acabo de descubrir al lado de Matt.
Se acerca a la mesa con nuestros desayunos en una bandeja.
Dos cafés y dos pasteles de crema.
- He pedido un pastel para mí también- me dice - no soy muy de dulces, pero al ver la cara que has puesto cuando los has visto, quiero saber porqué son tan especiales.
No puedo evitar reírme.
- Pongo la misma cara independientemente del dulce que vea...me gustan todos - digo riéndome todavía - si no tienes cuidado engordarás mucho, muchísimo a mi lado.
Él también se ríe y yo no puedo evitar acercar mi mano a su cara y acariciarle la mejilla. Parece que a mí también me cuesta no tocarle cuando está cerca. Deja de sonreír y me mira con una intensidad que me corta la respiración. Me asusto y justo cuando voy a retirar la mano, pone la suya encima y entrelaza sus dedos con los míos.
- No por favor. No la quites. Me gusta que me toques. Yo apenas puedo pensar en otra cosa que no sea tocarte a ti - cierra los ojos con nuestros dedos todavía enlazados en su mejilla.
Sigue con los ojos cerrados y suspira.
- Supongo que debería soltarte para que puedas desayunar - me dice.
Abre los ojos y me mira. Su tacto tiene el poder de tranquilizarme y excitarme a la vez y ya no estoy tan segura de querer que me suelte. Estoy metida en un buen lío...
- Puedo comer con la mano izquierda - sonrío.
- No. Está bien. Es solo que me ha gustado mucho que por una vez hayas sido tú la que haya iniciado el contacto. Nada más - me suelta la mano y empezamos a desayunar.
- Bueno. Pues quid pro quo. Tú sabes una de mis debilidades, así que me tienes que decir una de las tuyas - le digo.
- Creo que tú serías una de mis debilidades - me dice guiñandome un ojo - pero antes de que te asustes por culpa de mis palabras, te diré que otro de mis pequeños secretos es mi pasión por la horchata.
¿Perdona? ¿Horchata? ¿Ha dicho horchata? Estoy en Chicago, en una cita con un Navy Seal de los Estados Unidos de América que siente debilidad por...¿la horchata?
Y no puedo evitar reírme a carcajada limpia.
Se me saltan las lágrimas y no puedo parar de reír.
- Perdona Matt...perdona - intento respirar hondo para controlar el ataque de risa, pero es inútil. Simplemente todo ésto es demasiado surrealista.
Recuerdo que me contó algo acerca de que la mujer que le había criado era Valenciana y poco a poco lo de la horchata va cobrando sentido.
Pero sigue siendo surrealista.
Se reclina hacia atrás con los brazos cruzados sobre el pecho y una sonrisa enorme en la cara.
- ¿Qué es lo que te hace tanta gracia? - me pregunta.
- Perdona. No me estoy riendo de ti - contesto.
- Creo que un poco sí - me dice.
- De verdad que no. Es solo que no esperaba que me confesases tu pasión por la horchata. Es todo un poquito surrealista si lo piensas bien ¿No te parece?
- Sí. Supongo que sí - me dice - La mujer que nos crió a mí y a mis hermanos, es Valenciana y le encanta la horchata. Por aquél entonces era imposible encontrarla en Chicago, pero María descubrió un pequeño comercio que importaba productos españoles y les convenció para que la trajeran, y a partir de entonces siempre había botellas de horchata bien fría en la nevera. Siempre que puedo compro algunas botellas. Creo que más que la horchata en si, son los recuerdos que evoca su sabor.
Un halo de melancolía le envuelve y yo temo preguntar más acerca de su pasado. Decido cambiar de tema.
- Vale. Una pregunta fácil ¿Cuántos años tienes? Y no vale pedirme que lo adivine, porque tendré miedo a equivocarme y acabaré diciendo algo tan absurdo como que aparentas diecinueve- le digo.
Me mira levantando la ceja y yo me quiero morir. Imposible. No tiene diecinueve años ni de coña...Nadie es Capitán a los diecinueve y aunque está estupendo, no es un crio. Ve mi cara de angustia y no aguanta la risa mucho rato...
- Tengo treinta y cuatro años - me dice - pero parece que estoy un poco hecho polvo ¿No?
- Para nada, eres un bombón - respondo y acto seguido me tapo la boca abriendo los ojos como platos. Upssss...
- Un bombón ¿Eh? Vaya. Gracias. Conociendo tu afición por el dulce, llamarme bombón es todo un piropo - Y ahora es él que no puede evitar reírse.
Y yo me muero de la vergüenza...Cierro los ojos y agacho la cabeza...ains.
No dice nada y decido levantar poquito a poco la cabeza. Todavía sonríe aunque disimula bebiendo café y comiéndose el pastel.
Corramos un tupido velo...
- Mencionaste que tenías hermanos ¿verdad? - le pregunto. Cambio de tema...cambio de tema...
- Sí. Tengo dos hermanos. Brian es el mayor y Angelica la pequeña. Los dos trabajan juntos en la empresa familiar.
- ¿Te llevas bien con ellos? - pregunto. Siempre me sorprende cuando la gente me cuenta que no se lleva bien con sus hermanos o con sus padres, yo no sé qué haría sín mi familia.
- Sí. Somos muy diferentes pero nos llevamos muy bien. Por culpa de mi trabajo no les veo todo lo que me gustaría, pero siempre que puedo vuelvo a Chicago para estar con ellos ¿Tú tienes hermanos, verdad? Me hablaste de un hermano mayor...
- Javier. Sí, también nos llevamos muy bien. Es un poco sobreprotector, pero está casado con Isabel que le mantiene a raya todo lo que puede - no puedo evitar sonreír al acordarme de ellos - tienen dos hijos maravillosos que hacen conmigo lo que quieren.
- Yo también tengo dos sobrinos - me dice Matt - que también se aprovechan de lo mucho que les quiero - sonríe - ¿Tus padres? - me pregunta.
- Mi padre es policía nacional retirado. Hace poco que se jubiló y está que se sube por las paredes - no puedo evitar reírme al pensar en todos los proyectos que ha empezado y que no ha terminado - Ha probado con la carpintería, con la jardinería, con clases de cocina...pero nada. Dice que todo le aburre. Así que mi madre está desesperada. Dice que es como un niño pequeño, todo el día detrás de ella diciendo que se aburre. Yo intento tranquilizarla, le digo que necesita un tiempo de adaptación, que ya se le pasará. Pero no sabe que hacer con él. Me está ayudando mucho con la rehabilitación de la casa que tengo en la sierra, y eso de momento le mantiene ocupado y fuera de casa - sonrío - ¿Los tuyos?
Otra vez ese halo de melancolía le envuelve y temo haber metido la pata...
- Mi madre falleció hace muchos años. Yo tenía diez años cuando ocurrió pero guardo algunos recuerdos maravillosos de ella. Era una mujer muy hermosa y por lo que mi padre nos contaba muy alegre y nos quería con locura. Lo que sí recuerdo es el día que María llegó a casa. Me pareció un ángel.
- ¿Sigues en contacto con ella? - le pregunto.
- Claro. Fue como una madre para nosotros y además sigue trabajando como ama de llaves en casa de mi padre.
- ¿Y tu padre? ¿Tienes buena relación con él?
- Ya no. Solíamos estar muy unidos, pero de unos años para acá, no nos hablamos - me dice con pesar.
- ¿Y eso?
Cierra los ojos y cuando pienso que ya no va a decir nada más sobre el tema, comienza a hablar.
- Muchos motivos me llevaron a alistarme en la armada. Algunos eran los correctos y otros no lo eran tanto. Cuando terminé la universidad, mi padre esperaba que trabajase con él y con mi hermano Brian, pero yo no estaba seguro de querer hacerlo. Un poco por rebeldía y un poco por cabezonería, decidí alistarme. Varios amigos hablamos de unirnos a la armada, pero al final los únicos que lo hicimos fuimos Steve y yo. Eramos amigos desde que tengo uso de razón y lo hacíamos todo juntos. Él tampoco sabía muy bien hacia donde dirigir sus pasos al terminar sus estudios y la armada le pareció tan buena opción como cualquier otra cuando se lo sugerí. Era huérfano de padre y madre y solo tenía una hermana, Chloe. Los tres eramos una piña y con el tiempo, Chloe y yo empezamos a salir. La quería con locura. Era una chica tímida y muy sensible, demasiado. A mí padre nunca le gustó esa relación, pensaba que Chloe era débil y que yo necesitaba a alguien con más carácter a mi lado. Nunca le hizo sentirse ni acogida ni bienvenida en casa. Aunque yo nunca le dí demasiada importancia, pensé que no le afectaban demasiado los desplantes de mi padre, pero me equivocaba. En una misión fuera del país, sufrimos una emboscada y aunque a mí me hirieron de gravedad, Steve falleció - parece que le cuesta continuar hablando y yo le cojo de la mano para darle animos - Estuve en coma mucho tiempo, meses, y cuando volví a casa me enteré de que Chloe se había suicidado - veo un terrible sufrimiento en su mirada - Cuando le dieron la noticia del fallecimiento de Steve, acudió a mi padre. No sabía nada de mí y temió que yo también hubiese fallecido o estuviese herido. Mi padre no sólo no la ayudó si no que aprovechó ese momento de debilidad para convencerla de que no era la mujer adecuada para mí. Otra mujer le hubiese mandado a la mierda y me hubiese esperado, pero el carácter de Chloe la llevó a desesperarse y sintiéndose abandonada por todos...se suicidó. Siempre había sido una mujer influenciable, y mi padre aprovechó esa debilidad a su favor. Cuando volví meses después a Chicago y me enteré de lo sucedido, salí de casa y desde entonces no he vuelto a hablar con mi padre. Con el tiempo y algo de ayuda por parte de mis hermanos, me he dado cuenta de que mi padre no tuvo la culpa de lo que ocurrió. No tuvo la culpa del suicidio de Chloe aunque sus actos si precipitaron los acontecimientos. Y eso no se lo puedo perdonar. Sé que lo último que él se esperaba es que Chloe decidiese acabar con su vida, pero fue lo que ocurrió y una parte de mí sigue sín poder perdonarle. Estoy enfadado con él, pero también lo estoy conmigo mismo por no haber sido capaz de demostrarle lo mucho que la quería. Si lo hubiese hecho, no hubiese creído que estaba sola y no hubiese creído las mentiras de mi padre...
No sé que decir, no tengo palabras . Acaricio su mano esperando que me mire y de alguna manera poder transmitirle cuanto lo siento. Cierra los ojos y suspira.
- Lo siento - me dice - se supone que tengo que hacer que esta cita sea algo tan inolvidable que cuando regreses a España no puedas pensar en otra cosa que no sea en mí - me dice con una sonrisa, aunque todavía puedo ver una profunda tristeza en sus ojos.
- Se supone que esta cita era para conocernos mejor, y eso es lo que estamos haciendo - le sonrío mientras sigo acariciandole la mano.
- Eso es lo que te dije, pero siempre he tenido un plan oculto - me dice y puedo ver otra vez ésa chispa en su mirada - mis intenciones como ves no son tan nobles. Tenía pensado hacer que te enamorases locamente y perdidamente de mí - me dice mientras sonríe.
Algo muy dentro de mí me dice que no está bromeando del todo. Que sí le gustaría que hubiese algo más entre nosotros que una simple cita. Otra vez me invade esa sensación de vértigo. Dios mío, donde me estoy metiendo...
Carraspeo para intentar aliviar la sensación de miedo que se me ha instalado en la boca del estómago. Ésto es solamente una cita, unas horas. No puede ser nada más. No es posible.
- Matt...
- Anna - me interrumpe - ¿De qué tienes miedo? Me gustas. Me gustas muchísimo y sé que es recíproco ¿Vas a dejar pasar esta oportunidad? Desde lo de Chloe ni siquiera me había vuelto a plantear estar con alguien de la manera que quiero estar contigo. Sé que apenas nos conocemos, pero hay algo en ti que me atrae irremediablemente y quiero descubrir a donde nos lleva.
- No puedo Matt...no puedo. Ni siquiera sé como funcionaría ésto. Vivimos a miles de kilómetros el uno del otro ¿Cómo lo haríamos? Tendríamos una relación a distancia, nos veríamos cada vez que yo viniese a Chicago ¿Por vacaciones?...no puedo Matt.
La tristeza me invade por completo al darme cuenta de la verdad que encierran mis palabras. Ésto es imposible, está abocado al fracaso antes de tan siquiera empezar.
- Iríamos paso a paso, día a día Anna - me dice.
- Matt, no es solo la distancia. Hay otras cosas...
- ¿Qué cosas? - me pregunta.
- Tu trabajo... - le digo. Sé que no estoy siendo justa pero no puedo evitarlo. Crecí viendo sufrir a mi madre por culpa del trabajo de mi padre y aún así me enamoré de Carlos y me tocó a mí sufrir las noches en vela y los sobresaltos cada vez que sonaba el teléfono y él estaba de servicio. Aún sigo padeciendo por culpa de mi hermano que lejos de estar satisfecho con pertenecer al cuerpo de Policía nacional, decidió entrar en los Geos para mi desgracia y la de mi cuñada, que hace años que no es capaz de dormir una noche del tirón cuando él está fuera. Cuando ocurrió lo de Carlos, me prometí a mi misma que no habría más uniformes en mi vida. No volvería a pasar por lo que pasé con Carlos. El miedo constante, la incertidumbre, el dolor...
- Anna...
- No puedo volver a pasar por todo eso otra vez Matt. Llevo toda mi vida rodeada de uniformes. Mi padre, mi hermano, Carlos...Llevo toda mi vida padeciendo la incertidumbre de si volverán vivos a casa. Cuando ocurrió lo de Carlos me prometí a mi misma que me mantendría alejada de todo eso. Casi acaba conmigo. Mi padre ya está jubilado, pero sigo pasándolo mal por culpa de mi hermano. Y sí, sé que mi actitud es egoísta, pero no puedo evitarlo. Ellos eligieron vivir su vida de acuerdo a unos principios, pero desgraciadamente esa elección nos ha arrastrado a todos los demás.
- Pequeña...
- Lo siento Matt. Pero no puedo. Ésto - le digo señalandonos a los dos - sería aún más complicado por culpa de la distancia. No sé exactamente lo que implica ser un Seal, pero entiendo que correis muchos riesgos y os pasáis más de media vida fuera de casa arriesgandolo todo con cada paso que dais. No quiero adelantar acontecimientos, sé que incluso si nos diésemos una oportunidad, ésto podría no funcionar por mil motivos que nada tienen que ver con tu profesión, pero me aterra volver a pasar por todo eso.
Me sujeta la cara con las dos manos y me mira a los ojos mientras acaricia suavemente mis mejillas.
- No te puedo prometer que siempre estaré a salvo pequeña, pero es que nadie puede prometerte eso. Pero lo que sí te puedo asegurar es que haré que merezca la pena. Haré que te sientas segura el tiempo que estemos juntos, haré que cada segundo a mi lado compense todos los momentos que estemos separados.
Coloco mis manos sobre las suyas e intento recuperar el ritmo de los latidos de mi corazón que brinca desbocado. Necesito pensar en todo ésto, no puedo darle una respuesta ahora. Hace un segundo creía estar segura de que ésto no me convenía, pero ya no lo estoy tanto.
- Tengo un vuelo a Nueva York a mediados de mes - le digo - Si estuvieses por aquí, quizás podrías venir a verme y podríamos ver que pasa Matt. Necesito tiempo para pensar en todo ésto y necesito espacio. Estar tan cerca de ti no me deja pensar con claridad - ésto último lo digo casi para mi misma. Su cercanía me descoloca y no puedo pensar.
- De acuerdo pequeña. Entonces nos veremos en Nueva York y volveremos a hablar de todo ésto. Es una cita - me dice guiñandome un ojo - Todavía no hemos terminado la primera y ya he conseguido una segunda cita. Te dije que era irresistible - Sé que está intentando aliviar la tensión y yo se lo agradezco - Disfrutemos del día de hoy ¿Quieres?
Sonrío y esta vez soy yo la que le guiña un ojo. Inspiro profundamente antes de contestar...
- Quiero.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top