Capítulo 6: Cuenta las estrellas conmigo
—¡Venus! —el grito agudo de una voz femenina llegó a los oídos de la víctima apenas puso un pie en el salón.
De la nada salió corriendo una chica con el pelo teñido de un lila muy claro y rasgos asiáticos marcados. Le dio un gran abrazo de oso a Venus, a la que le costó un poco sopesar el peso de su amiga.
—Ryo, hola —saludó Venus.
Ryo había sido la primera chica que le había hablado a Venus desde el primer día de clases. Como un torbellino de color e ingenio, Ryoko Hayashi había entrado en la vida de Venus para poner un poco de diversidad en sus días. Gracias a ella, también había podido conocer a otros dos chicos, quienes aún no habían llegado al salón de clases.
—¡Pensé que no ibas a venir! —le gritó Ryo, saltando de arriba abajo como un conejo con un subidón de azúcar.
—¿De qué hablas? Somos las primeras en el salón —contestó Venus.
—Sí, lo sé. —Ryo inclinó la cabeza e hizo un mohín—. Pero me aburro. Sin Caleb y Dylan esto es muy simplón —resopló—. ¿Uh? ¿Quién es él?
Blake saludó con un movimiento de mano y Ryo soltó un chillido de emoción. Tomó a Venus del brazo y la atrajo con una fuerza descomunal para una chica de la contextura de Ryoko.
—El modelo me ha saludado, ¡me ha saludado! Creo que me voy a morir de la emoción —susurró Ryo.
—Cálmate. Él se llama Blake, es un estudiante de intercambio y va a entrar a la carrera de literatura con nosotras —explicó Venus, zafándose del agarre de su amiga.
Ryo lo escaneó de arriba abajo. Caminó alrededor de él, pinchándolo en algunas partes de su abdomen y brazos.
—¿De dónde eres? ¿Noruega? ¿Suiza?
—Eh...
—¡Eso no importa! —intervino Venus—. Lo que importa es que debemos integrarlo al grupo, ¿te parece bien?
Ryo dio saltitos en su puesto, aplaudiendo.
—¡Claro! Ven conmigo —le dijo a Blake, tomándolo de la mano y guiándolo por las hileras de sillas hasta una esquina. Dejó a Blake sentado al lado de la pared y luego se dio la vuelta para ver a Venus—. Tú siéntate al lado de él, seguro se sentirá más cómodo contigo cerca.
Venus envidiaba la energía de su nueva amiga, apenas y se conocían por dos semanas y ya la trataba como si llevaran toda la vida juntas. Pasaron varios minutos y por la puerta comenzaron a entrar los alumnos de la clase, hablando entre ellos y tomando asiento. Ryo soltó un chillido bien agudo cuando por la puerta aparecieron dos chicos hablando entre ellos y salió disparada a su encuentro, tal y como lo había hecho con Venus.
—Jamás había visto una persona con tanta energía —le susurró Blake.
—Tú no has visto a muchas personas —le contestó de vuelta Venus.
—Cierto.
Ryoko llegó con los dos chicos detrás de ella, uno de ellos era de piel morena y cabello rizado y el otro era de tez blanca con pecas y en pelo rojo como el fuego.
—Blake, ellos son Dylan. —El chico pelirrojo saludó con la cabeza—. Y Caleb. —El moreno saludó con una sonrisa un movimiento de mano—. Ellos son excelentes personas, vas a ver que te van a agradar mucho.
Venus y Blake devolvieron el saludo.
—Un gusto en conocerlos —contestó el chico, sonriendo de vuelta.
—¡Ah! Juro que cuando haces eso me dan ganas de pedirte matrimonio —exclamó Ryoko, aleteando sus pestañas—. Obvio no va a pasar, respeto tu relación con Venus, solo te admiraré desde la distancia.
—Ryo, Blake y yo no... —las palabras de Venus fueron interrumpidas por los pasos del profesor, que estaba entrando al salón con un libro debajo del brazo.
Un silencio sepulcral se posó en el aula, todos los estudiantes procedieron a tomar asiento y a sacar sus cuadernos para poder anotar lo que fuera que el profesor dictara en esa clase.
Venus había dotado a Blake con lo que todo estudiante universitario debería tener: una mochila, una libreta tan grande como para anotar lo que se dictaba en siete clases, una cartuchera donde le había empacado lo esencial como lápices, resaltadores, un sacapuntas y un borrador, y por último... le había cedido el viejo celular de Ares. Sea como sea, Venus iba a camuflar a Blake como un alguien normal.
El profesor era un hombre joven, de unos treinta años. Vestía como un adolescente y se expresaba igual. Era delgado, lucía una barba de varios días y llevaba el pelo en un mohicano. Comenzó a hablar sobre lo que iban a ver en la clase de Narrativa Rusa, habló del programa a lo largo del semestre y echó unos cuantos chistes de querer morirse porque se habían acabado las vacaciones. Los alumnos reían con sus palabras, a excepción de Blake, quien no podía creer que una persona ya no deseara vivir solo porque debía dar clases. El chico estuvo a punto de alzar la mano para preguntarle al profesor su necesidad de matarse, pero Venus se dio cuenta a tiempo y le puso su mano encima, deteniendo la acción de él.
—¿Qué vas a preguntar? —le susurró.
—Quiero saber por qué se quiere suicidar —contestó de vuelta Blake.
—¡Está bromeando! Es obvio que no quiere morir —respondió la chica.
—No sé, Venus, las amenazas de muerte deben ser tomadas en serio.
Ella no le contestó, la clase había empezado y Venus adoraba hasta ahora el tema del que estaban hablando. Anotaba con furia todo lo que podía retener del discurso del profesor, asombrada con lo increíble que era estudiar literatura.
La clase pasó de forma amena, todos los estudiantes estaban inmersos en distintas actividades: anotar lo que el profesor decía, navegando en sus celulares, garabateando cosas, haciendo trabajos para otras clases... de vez en cuando uno que otro participaba en lo que preguntaba el profesor, incluida Venus, quien ya había leído con anterioridad la biografía de Antón Chéjov. Durante las dos horas, nadie hizo más que estar concentrados reteniendo toda la información posible.
El reloj marcó las doce y media de la mañana, dando por finalizada la clase. El profesor despidió a todos los alumnos y les recordó que para la clase del miércoles debían leer "La dama del perrito" y "Apuntes del subsuelo" para comentarlos en clase.
—¡Bueno! —Ryo saltó en frente de Venus y Blake cuando estaban a punto de abandonar el aula de clases—. ¡¿Vamos a almorzar?! ¡Todos juntos! —exclamó, saltando de arriba abajo mientras lograba agarrar a Caleb y a Dylan de las mangas de sus camisas—. Por favor —estiró las "O" en modo de súplica—. Sé que ninguno de ustedes tiene clase ahorita. ¡Blake! —la brusquedad con la que dijo su nombre provocó que el chico soltara un pequeño respingo en su puesto—. Tú quieres conocernos a todos, ¿verdad?, ¿verdad?
La hiperactividad que su amiga destellaba era increíble, Venus no hubiera pensado que una persona fuera así al menos que conviviera con ella. Ryoko tenía la energía para iluminar toda una ciudad.
Venus se encogió de hombros.
—Claro, vamos —le contestó a Ryo.
—¡Le preguntaba a él!
—Claro, vamos —repitió como un robot Blake. Aunque Ryoko era diez centímetros más alta que Venus, Blake las seguía viendo como humanas pequeñitas.
—Ustedes dos deben amarse mucho —les dijo Ryo, dándoles una sonrisa—. Dicen lo mismo y todo.
—Blake y yo no... —comenzó a decir Venus, pero fue interrumpida una vez más, está vez por su amiga.
—¡Dylan!, ¡Caleb! —exclamó, atrayendo la atención de los dos amigos—. ¿Qué quieres comer? Ustedes deciden hoy, Venus y yo decidimos la semana pasada.
—No lo sé. —Caleb se encogió de hombros—. No tengo mucha hambre —explicó, desanimado.
—¿Por qué no vamos a la cafetería central? Yo sé que comer a los alrededores es mejor, pero no tengo mucho dinero en este momento —propuso Dylan, rascándose el cuello con vergüenza.
Todos estuvieron de acuerdo con la propuesta, al fin y al cabo, eso significaba caminar menos y gastar menos dinero (y para Venus, que debía pagar por ella y por Blake era, en cierta manera, un alivio). Caminaron a través del campo con total soltura, su universidad era grande, pero no era confusa. Los pasillos eran tan grandes como para albergar una multitud de estudiantes que a esas horas salían a almorzar. Había una gran zona verde en varias partes de la universidad, dándole un aire más fresco.
Al llegar a la cafetería, el grupo de amigos se vio envuelto en el bullicio de miles de conversaciones, las cuales formaban una tolerante melodía que era acompañada con el ruido de cubiertos. Se formaron en el extremo de fila, no era tan larga y avanzaba con gran agilidad. Muy pronto todos tuvieron en sus manos su almuerzo, buscaron una mesa donde pudieran sentarse todos y encontraron cinco puestos seguidos en un extremo de la gran barra que había para que los estudiantes se sentaran a comer.
Descolgaron sus mochilas y almorzaron con tranquilidad, acostumbrándose al barullo que existía en la cafetería. La comida solo era interrumpida por las preguntas que le hacía Ryo a Blake, quien se limitaba a contestar tan ambiguo como podía. Todos parecían emocionados por conocer al nuevo compañero de Venus, excepto Caleb, que removía la comida en su plato con desgano, casi como si lo que tuviera en frente estuviera hecho de tierra.
—Entonces, Blake, ¿tenías novia allá en Suiza? Porque estoy segura de que eres de Suiza, a mí no me engañas, ¿eh? —preguntó Ryo, cuando salieron de la cafetería. Él no le contestó, no hacía falta, solo eran necesarios unos segundos de silencio para que Ryoko siguiera hablando sola, contestándose a sí misma las preguntas. Como lo había hecho por los anteriores cuarenta y cinco minutos—. Olvídalo, ya sé por tu silencio que no quieres hablar de ella. Estoy segura de que fue una perra contigo y te rompió el corazón, ¿verdad? Pobrecito, alguien como tú no merece que lo traten así. —Ryo abrazó a Blake y ahí fue cuando Venus supo que debía intervenir.
—Ryo, basta, lo estás atosigando —dijo Venus, jalando un poco a su amiga para que soltara a Blake.
Ryoko hizo un puchero.
—Está bien —dijo, alejándose del chico—, pero si Venus no logra devolverte la esperanza en el amor, búscame —propuso, pasando su mano por un brazo de Blake.
—¡Ryo! —la regañó Venus, viendo cómo el rostro pálido de Blake se teñía de un rosa fuerte.
—¡Está bien!, ¡está bien! Ya no digo nada —soltó un suspiro de fastidio—. Tú sí te casas conmigo, ¿cierto, Dylan?
—¿¡Qué!? —soltó el chico, dando un paso atrás—. ¿Por qué yo y no Caleb? —preguntó, entre indignado y divertido.
Iban entrando a una de las zonas verdes de la universidad. Los estudiantes caminaban de regreso a sus clases o algunos apenas y salían a almorzar. Aunque todavía quedaba tiempo para que Venus fuera a su siguiente clase, se podía ver cómo cada vez había menos personas en el campus. Ryo se adelantó unos pasitos en el césped y puso un dedo en el pecho de Dylan, a modo de regaño.
—No seas tonto, es obvio que Caleb está... —la voz de ella se fue desvaneciendo, al darse cuenta de que casi revela un secreto que le habían confiado a ella y solo a ella. Se le quedaron viendo esperando una continuación. Ryoko entró en pánico, un poquito, no tenía ni idea de cómo salvar la situación. Desvió su mirada a Caleb, que negaba con la cabeza de manera sutil, rogándole con los ojos que no dijera nada.
—Caleb está... —Venus habló, si algo le pasaba a su nuevo amigo tenía que saberlo. Ryo la miró como si la presencia de ella fuera aterradora—. ¿Estás bien? —Su amiga asintió—. Bueno, no importa. Me quiero quedar aquí para descansar un rato.
Venus se tumbó en el césped, usando su mochila como almohada. Blake se acostó de medio lado, junto a ella, mirándola cerrar los ojos ante la calidez del sol en su rostro. Ryo se llevó una mano al pecho, segura que ellos dos eran los novios más lindos que había visto. Dylan y Caleb imitaron a Venus, nada les iba a impedir disfrutar de un gran día de sol.
El calor del verano estaba comenzando a desaparecer, siendo reemplazado por el viento refrescante del otoño. Aún quedaban varias semanas de calor, pero eso no impedía que se sintiera el anhelo del otoño.
—¿Venus?
La voz de Blake provocó que la chica abriera los ojos y se girara para verlo de frente, se apoyó en su brazo izquierdo y quedó cara a cara con su nuevo compañero.
—¿Sí?
—Hay un chico que te está mirando. —Venus se puso en guardia ante las palabras de él.
—¿Qué? —preguntó.
—Hay un chico mirándote —repitió Blake—. Es alto, de pelo negro... mira hacia acá como si te conociera.
Venus se giró con brusquedad para encontrarse con la mirada de unos ojos ámbar veteados de verde. Unos ojos que conocía muy bien y tenía impresos a fuego en el alma. Sus manos comenzaron a temblar un poco, el estómago se le revolvió y de repente sintió muchísimas ganas de vomitar. Contuvo sus lágrimas, orgullosa, al ver cómo la atención del chico era captada por una mujer de piel morena y pelo castaño, mucho más delgada que Venus y con rostro de serpiente trepadora. El chico y ella se sostuvieron la mirada unos segundos más, para que Venus la apartara con asco.
Su reacción no había pasado desapercibida para ninguno de sus amigos, en especial para cierto chico de piel pálida y ojos del color de la plata, quien la tomó por los hombros para ayudarla a mantenerse recta, pues parecía que Venus en cualquier momento se iba a desmayar. De una u otra forma, Blake le estaba cogiendo cariño a su pequeña humana, tan chiquita y frágil, tan testaruda y berrinchuda... verla así de descompuesta puso en marcha un mecanismo dentro del chico, un mecanismo oxidado que comenzó a andar muy, muy lento.
Venus dejó de pensar en todo lo que la rodeaba y se concentró en el hombre que la miraba en ese momento. Había llegado a su vida de improvisto y aun así había sido la persona que más la había apoyado en toda su vida. Parecía raro e irreal, pero Blake no dudaba un segundo en darle el confort que ella necesitaba, sin decir nada, sin juzgarla, solo dejándola llorar para luego acariciarla con ternura. Ella le sonrió, agradecida por su manera de estar con ella cuando le salía a resurgir su parte sensible.
Ryoko se aclaró la garganta.
—¿Quién es él? —preguntó Caleb con un deje de ira en la voz.
Venus miró a sus amigos de hito en hito antes de contestar.
—Es mi exnovio.
***
Salió de su última clase con Blake caminando a su lado. Se sentía como si tuviera una gran nube gris encima de su cabeza, Venus estaba apagada y de un humor tan anímico que le costaba creer cómo había sobrevivido a sus dos últimas clases.
Se había separado de sus amigos una vez faltaron diez para las dos, todos tenían clases distintas, excepto por Ryo y Dylan que debían ver un seminario de literatura medieval juntos.
El celular de Venus comenzó a sonar, mostrándole en pantalla que tenía una llamada de Ryoko.
—¿Sí? —dijo apenas contestó.
—¡Venus! —La chica tuvo que alejar el aparato de su oreja para que el grito de Ryo no le perforara el tímpano—. ¿Dónde andas? ¿Sigues con Blake? Por favor dime qué sigues con él, quiero verlo una última vez hoy.
Venus puso los ojos en blanco, al parecer Lena iba a tener competencia.
—Vamos saliendo, necesito comprar algunas cosas en Burleight Street y de ahí voy a mi casa... y sí —hizo una pausa—, Blake viene conmigo.
—¡SÍÍÍ! —De nuevo, Venus tuvo que apartar su celular—. Espérame en la salida, tengo que decirte algo. Es importante.
—Okay, aquí estaremos —contestó Venus—. No te demores.
—No lo haré, ¡ya nos vemos! —Ryoko colgó la llamada.
Venus se dejó caer en una de las bancas que quedaban fuera de su universidad y esperó a su amiga, Blake la imitó, sabiendo que debían esperar a alguien. Había escuchado la mitad de la conversación que acababa de tener Venus. Una agitada Ryo llegó corriendo al cabo de unos minutos y luego de otros, llegó Dylan, quien al parecer venía detrás de la chica.
Ryo estaba emocionada, tenía los ojos brillantes y parecía que se había tomado un six pack de bebidas energizantes.
—Dylan... —Venus decidió irse por la persona más sensata de los dos—. ¿Qué le pasa a Ryoko?
El muchacho la miró sereno, como si nada en el mundo pudiera perturbarlo.
—Hemos conseguido invitaciones para una fiesta este viernes, al parecer los de último semestre de literatura se van a graduar y quieren tener una gran despedida con los de la facultad. Hicieron pasar la información y bueno, obvio nosotros estamos invitados —respondió, metiéndose las manos en los bolsillos delanteros de su pantalón.
—¡Tenemos que ir! —exclamó Ryoko—. ¡Por favor, por favor, por favor! Así te distraes de lo horrendo de la vida y te diviertes un poco. Te veo un poco azul, ¡no te deprimas por un pendejo que no supo valorarte!
Venus observó primero a su amiga y luego a su amigo. Ambos tenían una actitud diferente con respecto a la fiesta, pero se les notaba que estaban de igual manera emocionados.
—Bien, vamos —dijo al final Venus.
—¡Blake también viene! —se adelantó Ryo a cualquier negativa del chico.
—Me encantaría —contestó este, sonriéndole a Ryoko. Ella soltó un chillido de la emoción.
—¡Entonces que así sea! Nos vemos mañana, que pasen una linda tarde —se despidió la chica. Tomó a Dylan de la mano y se despidió con la otra de Venus y Blake—. Dylan me va a acompañar a elegir la ropa perfecta, adiós.
Venus vio una combinación de cabello rojo con cabello lila alejarse de ella. Ryo dando pequeños saltitos y Dylan a su lado, observándola con más paciencia que un monje budista. Blake se puso primero de pie.
—Tal vez deberíamos hacer lo mismo —propuso—. Tú dijiste que íbamos a comprarme un nuevo guardarropa, ¿por qué no aprovechamos la oportunidad y te compras algo para ti también?
La propuesta sorprendió a Venus, no creía que él fuera a acordarse ni a interesarse por lo que ella fuera o no fuera a usar.
—¿No te molestaría? —preguntó, tanteando el terreno con cuidado. La última vez que fue de compras con un hombre había sido con su exnovio... y no había terminado muy bien.
—¡Para nada! Me ha llamado la atención, tu amiga Ryoko se veía muy emocionada —contestó Blake.
—Ella se emociona por todo —contraatacó Venus, cruzándose de brazos.
—Puede que sea verdad, pero eso no significa que tú no deberías compartir su emoción. —Blake le tendió su mano para ayudarla a levantarse de la banca—. ¿Vamos?
—Vamos.
Caminaron por todo el centro de la ciudad, entrando a diferentes locales de ropa y midiéndose varias prendas de vestir. Venus había decidido concentrarse en Blake, al fin y al cabo, el pobre no podía andar por ahí vistiendo la ropa de su hermano o de su padre, obviando el hecho de que muy pocas de las cosas que tenían esos dos hombres le servían a Blake. Buscaron pantalones, zapatos, ropa interior (que Venus insistió mucho en comprar por "el bien de su salud mental"), camisas, pijamas... todo lo que pudiera necesitar. Se estaban divirtiendo tanto que no se dieron cuenta de que la luz del día comenzaba a ser cada vez más tenue.
—Está comenzando a oscurecer —le dijo Blake al salir de una última tienda en la cual Venus le había comprado por impulso una camisa estampada de dinosaurios. Ella tuvo que explicarle con rapidez qué eran esos animales y su paso por la Tierra. Después de eso, a Blake le había encantado su nueva camisa.
—Lo sé —contestó Venus, haciendo equilibro con las bolsas de las compras. Tanto ella como él las estaban cargando.
—Falta comprarte lo que vas a usar —le recordó el chico. Ella se encogió de hombros.
—Lo que use no importa —le contestó de vuelta.
—Yo creo que sí —dijo Blake—. Vamos a una tienda, solo una. Sí nada te gusta entonces te dejo tranquila, ¿de acuerdo?
Venus gruñó por lo bajo, no podía resistirse a una petición tan amable.
—Bien, pero solo UNA tienda. Nada más. Punto. Finito —respondió, caminando al local de ropa femenina más cercano.
No puede estar pasándome esto a mí, fue el pensamiento que primero se le vino a la cabeza. Ahí, colgado lánguido y frío, se encontraba el vestido negro más lindo que sus ojos de mortal habían visto. Blake notó la dirección de su mirada enseguida.
—Pruébatelo. —Más que una sugerencia, había parecido una orden. Una orden que Venus no pensaba desobedecer.
Se llevó el vestido a los probadores y quedó encantada con lo que veía: era un vestido que le llegaba a medio muslo, con finos tirantes negros que se le posaban perezosos en sus hombros. Tenía un escote en línea recta que resaltaba el poco busto que tenía. El vestido resaltaba cada pequeña curva de su cuerpo. Estúpido Blake, ¿sabes lo difícil que es para una chica encontrar algo que le guste... y yo lo consigo en la primera y única tienda que íbamos a entrar? No sé si me traes suerte o desgracia, regañaba en su mente Venus al chico, quien no tenía idea que era el blanco de los pensamientos de ella. Sin decir una palabra, salió del probador y pagó el vestido.
No iba a doblegar su orgullo ante un hombre y...
—Te gustó mucho, ¿no es así? —se jactó Blake, mirando como la pequeña humana pasaba a su lado como un torbellino indignado, con el mentón levantado y la mirada al frente.
...nada que Blake dijera iba a provocar que ella aceptara que él había tenido razón al insistir con que se comprara algo...
—No te vi, pero estoy seguro de que te verás hermosa —siguió diciendo el chico, caminando detrás de Venus, que aún no lo miraba y aún tenía el mentón levantado un poco, como símbolo de orgullo.
...aunque se tuviera que mantener callada hasta el día de su muerte, porque Venus Grimoldi no aceptaba tan fácil una derrota, además...
—Verás que encontrarás un hombre que sepa apreciar el tipo de mujer que eres, Venus. Aunque a veces te pongas de mimada. —Blake le pasó una mano por los hombros, era obvio que iba a alcanzarla, dos pasos de la chica equivalían a uno de él.
...argh, maldita sea.
—Gracias por insistir en que comprara algo para mí —masculló.
—¿Huh? No te escuché —mintió el chico.
—Gracias por insistir en que comprara algún vestido —repitió Venus, esta vez un poco más alto—. Tenías razón. —Venus sintió un piquete en el corazón, odiaba perder.
—No es nada, con tal de verte bien, insistiré siempre que pueda —le contestó el chico.
Venus lo empujó un poco con su cadera, en modo de juego.
—Tú eres un caso perdido —reflexionó—. Vámonos ya para la casa, Skylar ha de tener hambre.
Apenas llegaron a la comodidad de su hogar, Blake caminó a la cocina para ocuparse de la alimentación de la gatita y Venus subió a su cuarto para ponerse su adorado pijama de unicornios. La chica estaba recostada contra el alféizar de la ventana, perdida en sus pensamientos, cuando sintió que la cama se hundía a su lado por el peso de algo. Giró su cabeza y se encontró con Blake, que la miraban con una ternura la cual Venus solo había distinguido en la mirada de otra persona: su hermano.
—¿Pasa algo? —preguntó esta, rompiendo el silencio que se posó entre ambos.
—No, nada. —Blake miró afuera a través del cristal—. Solo vine a pensar contigo un rato, ¿te molesta?
Venus negó con la cabeza.
—Para nada —confesó. Vio cómo Blake posaba su mirada en el exterior. Después de unos segundos se atrevió a seguir hablando—. ¿En qué piensas? —Venus se mordió el labio, temerosa de haber sido muy imprudente.
Blake ni se inmutó ante la pregunta de la chica.
—Pienso en ti, en lo buena que has sido conmigo estos días —le contestó—. Pienso que tus amigos son humanos interesantes y que me gusta pasar tiempo con ellos, incluso con Lena. —Blake soltó una pequeña risa, Venus sonrió un poco—. Además... pienso que el cielo es más lindo de noche. Así puedo distinguir las estrellas que hay allá afuera y puedo imaginar que alguien en casa las está viendo y pensando en mí. Veo el universo tal y como es, aunque no veo mi hogar, pienso que es un privilegio darle un vistazo a otra parte de la galaxia, ¿no crees?
Venus trago saliva, la boca se le había secado después de escuchar a Blake desahogarse.
—Supongo que tienes razón —fue lo único que pudo decir.
—Por ahora solo quiero acompañarte a tus clases y ayudarte con lo que necesites. Prometo portarme bien y respetar tu espacio personal —dijo Blake.
—¡Por fin! —exclamó Venus soltando una carcajada.
—Una cosa más —agregó Blake, parándose de la cama y yendo hasta la salida del cuarto—. Cuando vayamos a la fiesta voy a entrar contigo de la mano, Ryoko piensa que somos pareja y no deberíamos decepcionarla, al menos no por ahora.
—¿Qué? ¡Estás loco! —protestó Venus.
—Puede que sí, puede que no, pero sería una experiencia interesante. Descansa, Venus. —Blake apagó la luz del cuarto y cerró la puerta detrás de sí, privando a la chica de poder seguir protestando.
Igual es una simple fiesta, pensó Venus acomodándose en sus sábanas, ¿qué podría pasar?
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