12| Vestidos de la época medieval.
Mini maratón 1/2
Capítulo 12: Vestidos de la época medieval.
20 de marzo, 2017.
Cubro mis labios con las manos mientras bostezo. Estoy segura que las ojeras son muy perceptibles en mi piel blanca a pesar de que hoy por la mañana intenté cubrirlas con corrector y un poco de maquillaje. Y es que para ser sincera no soy muy buena maquillándome, así sea lo más básico de lo básico, siempre suelo dejarme algunas zonas con parches y cuando voy a comprar, escojo bases que son mucho más claras que mi tono de piel.
Siento que voy caminando como zombi y ya ni siquiera me importan las miradas de los transeúntes, que, a decir verdad, siento que se ven igual o peor que yo. Justo ahora solo quiero llegar a casa y lanzarme hacia la cama para dormir, pero sé que eso no será posible porque la próxima semana son los primeros exámenes semestrales y por lo tanto debo repasar todo lo poco que hemos visto para sacar buenas calificaciones.
Mientras camino voy haciendo recuento de todas las cosas que tengo que hacer. Gracias al cielo, logramos terminar la tarea de historia y que de hecho solo teníamos dos días para hacerla y entregarla, ni siquiera sé porque Suki dijo que teníamos tres pero bueno. Sé que fue hecha a toda prisa, pero espero salgamos bien porque como dice Lely: «Las cosas hechas a ultima hora siempre son las mejores»
No es que esté de acuerdo con ello, pero dada la situación, supongo que debo adaptarme a su lema de vida.
—Ya llegué —Anuncio cerrando con suavidad la puerta. Un leve olor a salsa de tomate me llega a las fosas nasales e intuyo que mi padre ha preparado espaguetis o algún tipo de pasta que no hace más que revolverme el estómago.
—¿Qué tal la escuela? —Pregunta mi padre cuando me ve asomarme en la cocina. Tiene un delantal puesto y se encuentra acomodando la mesa.
—Horrible —musito jalando una de las sillas para poder acomodar mi trasero en ella—. Es semana de exámenes y me siento fatal.
—¡Oh, Rizzia! No debiste alargar tus horas de asesorías, siento que es más presión para ti.
Coloco mi cabeza sobre la mesa, con la vista fija en la pared.
—Papá —murmuro contra la mesa—. Ni siquiera sé por qué sigo yendo.
—¿No aprendes nada? ¿Te cambiamos de Academia? —La preocupación tiñe su voz y eso me sienta aún más mal.
No es que no aprenda, es solo que no le veo el sentido. Sin embargo, si solo con decirle esas frases ya está preocupado no quiero ni imaginarme como se lo tomará si le digo lo que realmente sucede.
—No es eso —Miento—, es solo que con ello mi cansancio aumenta cada vez más.
Emite una risa ligera y giro mi cabeza para poder ver como coloca un plato de espaguetis frente a mí.
—Vamos, cariño. Ve a lavarte las manos, come y luego estudia —Su mano acaricia mi cabello—. Verás que todo ese esfuerzo muy pronto valdrá la pena —Inspira profundo y añade con cierta melancolía—: Así no terminarás como yo.
Intento sonreír, aunque me sienta un poco descolocada por sus palabras, y me pongo en pie para ir hacia el lavabo.
En ocasiones creo que mi padre aun se siente como un inútil por no aportar a la economía de la casa como solía hacerlo antes de que yo naciera. Él tenía una empresa distribuidora de plantas, flores y abono agrícola. Había muchas subsidiarias bajo su cargo y realmente era un negocio que le generaba bastantes ingresos, el problema surgió después de mi nacimiento. Mi madre ya trabajaba en la televisora donde aun labora, pero justo después de su período de maternidad le ofrecieron un ascenso. Y he aquí la encrucijada a la que se enfrentaron mis padres: yo.
Alguien necesitaba hacerse cargo de mí, aún era una bebé por lo tanto requería de muchos cuidados por lo que en un principio decidieron contratar a una niñera, pero digamos que eso desencadenó una serie de problemas que al final solo se resolvió con mi padre abandonando todo para hacerse cargo de mí y no impedir que mamá siguiera avanzando a nivel profesional.
Así que, de pasar a tener una enorme distribuidora, hoy en día solo cuenta con un pequeño vivero en el centro de la ciudad. Si genera ingresos, pero no los suficientemente altos como los que aporta mi madre, cosa que le da decepción y por ello decide proclamarse como desempleado, aunque no lo esté realmente.
La cena trascurre con normalidad, o al menos un intento de ello ya que los espaguetis no son mi comida favorita y prácticamente tengo que comerlos obligada, mantenemos una conversación amena entre los dos hasta que finalizamos y yo me voy hacia mi habitación mientras mi padre se queda en el salón doblando ropa.
Una vez me he cambiado de ropa, me siento frente al escritorio y saco de mi bolsón la agenda donde reviso todo lo que aún tengo pendiente de hacer en las actividades. La tarea de OPV está resaltada en color amarillo, lo que me lleva a pensar que tenemos que empezar a investigar antes de que se nos haga tarde.
Dejo eso a un lado y saco el cuaderno de historia junto con el libro para empezar a repasar los temas que hemos visto en clase. Sin darme cuenta el tiempo pasa con rapidez y son los sonidos de alguien tocando la puerta de mi habitación que logran desconcentrarme.
—¿Sí? —pregunto fijando mi vista en el reloj que ya marca la una de la madrugada.
¿En qué momento me concentré tanto hasta llegar a este punto?
El carraspeo de mi madre demandando atención hace que de un respingo y me gire hacia la puerta. Creo que acaba de venir del trabajo pues aún sigue con maquillaje y su traje puesto.
—¿Haces tareas? —El repiqueo de sus tacones se hace notar cuando camina adentrándose en mi habitación hasta sentarse en el bordillo de mi cama.
—Estudio —respondo dejando un lápiz entre las páginas en las que me he quedado leyendo—. La próxima semana son los exámenes.
—Oh, está bien no tomaré mucho de tu tiempo —murmura repasándome con la mirada de pies a cabeza y automáticamente adopto una postura recta, pues sé que le molesta verme estudiando con la postura incorrecta. Parece ser que se percata de mi gesto pues una sonrisa de aprobación se vislumbra en su rostro—. La próxima semana habrá una fiesta de inauguración en la empresa por un nuevo proyecto en el que estaré participando.
—¡Eso es genial, madre!
—Sí, bueno —Se encoge de hombros restándole importancia—. Espero que con ello pueda escalar más alto, pero ese no es el caso —carraspea—. Ese día llegarán personas importantes, desde patrocinadores hasta directivos de la junta general de la televisora y otros personajes que pueden ser de ayuda para que puedas entrar al mundo de las comunicaciones o bien para poder realizar una pasantía en la empresa.
La sonrisa que mantenía en mi rostro por la noticia de mamá flaquea cuando escucho sus ultimas palabras. ¡Por favor! Ni siquiera he terminado mi último año de educación media.
—Mamá —Intento encontrar las palabras para poder huir de esto—. ¿No crees que puedo descuidar mis estudios si voy?...
—Es el viernes —Me interrumpe—. Ese día estarás libre de exámenes. Ya cancelé tu tutoría en la academia y si tienes algún compromiso en el colegio pásalo a otro día. Además, esto es en beneficio para tu vida académica y profesional.
Poco a poco voy sintiendo como la desesperación comienza a hacerse presente y por acto reflejo mis uñas van directo hacia mi boca. Mamá sigue dando argumentos del por qué este festejo puede ser una oportunidad para mí, pero yo me desconecto totalmente de todo, sus palabras solo son una especie de bullicio en mi cabeza porque parece ser que mi cerebro solo permite mi agonía interna.
Ni siquiera soy consciente de que solo asiento con mi cabeza como si fuera un robot programado cuando realmente no le estoy prestando atención, mi cuerpo está ahí pero mi mente en otro lado. Siento como que si con sus palabras se me obstruyese la respiración y todo lo que quisiera decirle es imposible que salga de mi boca.
—Y no te preocupes por la vestimenta, ya la ordené y puedes pasar a retirarla el fin de semana —Alcanzo a distinguir sus palabras sacándome de mi letargo.
Asiento porque no tengo más remedio y como la conversación, o más bien monologo por su parte, ya ha acabado no le queda más que ponerse en pie para salir de mi habitación. Sin embargo, antes de salir se detiene y se voltea hacia mí.
—Recuerda que no quiero notas menores a nueve, Rizzia.
Esa es la señal de que no importa si me desvelo por estudiar, pues solo de esta manera obtendré buenos resultados.
—Sí, madre. —Consigo hablar.
—Buena chica —Esboza una sonrisa para luego salir por completo dejando la puerta a medio cerrar.
Suelto un suspiro y guío mi vista hacia mis uñas, o mejor dicho lo poco que quedan de ellas. Toda el área alrededor está roja y aunque algunas personas muerden sus uñas o más bien sus cutículas hasta el punto de desangrarse, no es mi caso. Sin embargo, eso no quita que sea consciente de que podré tener una cara bonita pero mis manos dejan mucho que desear, así que, como mi madre vea esta aberración de la naturaleza pegará el grito al cielo y me regañará por no cuidar más de mi aspecto.
Con pesar, me levanto para cerrar la puerta por completo y me quedo parada en el centro de mi habitación viendo entre el escritorio, mi cama y el reloj que a este paso está a punto de marcar las dos de la mañana.
Ni siquiera lo pienso tanto antes de lanzarme hacia la cama. Mañana será otro día y podré estudiar todo lo que hoy no he hecho. Con ese pensamiento cierro mis ojos tratando de conciliar y aprovechar las pocas horas de sueño que me quedan.
25 de marzo, 2017.
La semana ha pasado volando y con ello mis ojeras han incrementado a tal punto que creo serán necesarias muchas cremas y mascarillas para conseguir aminorarlas. Todos estos días he estado durmiendo solo tres horas y, de hecho, suspendí las asesorías con Asher para tener más tiempo de estudiar y poder tener buenos resultados la próxima semana.
Finalmente ha dejado de nevar y ya se siente ese aire a primavera. Los árboles de cerezo ya están floreciendo y es un paisaje precioso el que se visualiza en el parque central de la ciudad debido a que entre las flores que van surgiendo de diferentes arboles hay nieve blanca que ha quedado sobre ellos y aún no se ha derretido por completo.
Pero aun así todavía se siente una brisa un poco helada.
El móvil vibrando en el bolsillo de mi jean hace que me despabile y cuando veo la pantalla se trata de mi mamá.
—¿Sí?
—Ya estoy en la tienda —Y por el tono de su voz, sé que tengo que darme prisa antes de que se impaciente.
—Ya casi estoy ahí —digo empezando a correr.
—No tardes —Es su respuesta—. Ya sabes lo que pienso de la impuntualidad.
—Sí, mamá —respondo, pero ya es tarde pues ella ya ha colgado.
Para ser sábado hoy hay más personas de lo usual en las calles, bueno, eso a comparación de los otros fines de semana en los que he salido y la población parecía haber disminuido en las calles de la ciudad.
Entre empujones voy abriéndome paso en la multitud para poder llegar a la tienda de ropa. Supuestamente solo pasaría a recogerla, pero a mi madre de repente se le metió la idea de que era mejor que fuera conmigo para asegurarse de que no tuviera imperfecciones. Solo es cuestión minutos para que empiece a jadear del cansancio y el pensamiento de que debo hacer ejercicio me vuelve por enésima vez.
Pero como siempre, solo lo pienso más no lo hago.
Al cabo de unos cinco minutos he llegado a la tienda y tengo que quitarme la bufanda porque siento que me estoy ahogando del calor, además de secarme el sudor con un pañuelo antes de entrar a la tienda porque como mi mamá me vea así creo que no viviré para contarlo.
Doy un profundo suspiro antes de abrir la puerta. La campanilla anuncia mi entrada y una chica se acerca hacia mí, guiándome hacia el probador donde se encuentra mi madre sentada.
—Perdón por la tardanza —musito agachando la mirada.
Mi madre está con sus brazos cruzados y solo se limita a asentir con la cabeza mientras que la chica que me trajo me indica el vestidor donde se encuentra colgado en un perchero un largo vestido de tirantes color vino.
—Puede probárselo aquí —Me indica entrando al vestidor para sacar el vestido de la bolsa de plástico. Una vez hecho, entro sin rechistar y ella cierra la cortina dejándome solo a mí frente al espejo y con el vestido en la mano.
—Si necesitas ayuda con el cierre, me avisas —murmura la chica a lo que yo solo le respondo con un «vale».
No es un vestido complicado de poner y parece estar hecho a mi medida. Tiene un escote en forma de corazón y la tela se acopla perfectamente a mi silueta, remarca mi cintura y cae suelto hasta mis pies. Gracias al cielo puedo subir con éxito el cierre y antes de correr la cortina me veo en el espejo.
Nada mal.
Abro la cortina y la dependiente me brinda una sonrisa.
—Se le ve muy bien, señorita.
Alzo levemente mis labios y desvío la mirada hacia mi mamá quién pide que gire para verlo con más precisión.
—Has engordado un poco —murmura cuando me coloco de lado—. Se nota un poco en el área del estómago.
—Tenemos fajas y corsé que pueden ayudar con eso —Ofrece la chica y yo me mantengo en silencio pensando ¿corsé? ¿es enserio? ¿En qué época estamos, en la medieval?
Me giro nuevamente hacia el espejo y miro hacia mi estómago, casi sintiéndome como Bella Swan viendo con incredulidad esa parte.
Yo no me veo gorda.
Sigo siendo la misma.
—Creo que es por la comida del almuerzo —Ladeo mi cabeza y no es hasta escuchar la respuesta de mi madre que me muerdo la lengua por haber dicho semejante bobada.
—Podríamos omitir una comida el día del evento para que no se te vea así.
—Es una buena opción —añade la dependienta y yo me giro a verle engrandeciendo mis ojos.
¡¿Por qué le da cuerda a esa descabellada idea?! ¿Es más, cómo puedo no comer un tiempo? ¡Hará que me desmaye! Además, yo no veo la pancita que ellas dicen que tengo.
» ¿Se queda con ese diseño? Porque tenemos más que le pueden interesar —Sigue hablando la chica tomando uno de color negro que es de dos piezas. La camisa es siempre de tirantes, casi similar a un crop top transparente con una camisa por dentro con un escote de corazón y la falda es suelta con una abertura que deja a entrever la pierna derecha.
Parece como si ese vestido me está llamando y dice «ven, pruébame»
Lo tomo entre mis manos mirándolo con ilusión, y me giro hacia mi madre con la esperanza de que pueda llevarme ese, pero ella en cambio saca su tarjeta y se la da a la dependienta con una sonrisa que me indica que mejor me deshaga de todas las ilusiones porque eso no será posible.
—Nos llevaremos el que ya habíamos predispuesto —Dice encaminándose hacia la caja y dejándome con las palabras en la boca—. Cámbiate, Rizzia —Alza su voz cuando ya está un poco alejada.
Suelto un suspiro y otra mujer llega hacia donde estoy ofreciendo su ayuda para bajarme el cierre. Entro al vestidor, no sin antes colocar el vestido de dos piezas sobre una silla para luego comenzar a desvestirme con ayuda de ella. Una vez vestida con mi ropa normal, tomo el vestido rojo entre mis manos y miro con melancolía el de color negro.
No es que no me guste, pero si vamos a cuestión de preferencias me quedaría mil veces con el segundo.
Repentinamente me siento frustrada y molesta.
Sé que esto es absurdo y ridículo, pero parece ser que las lágrimas no lo entienden pues desean salir y yo tengo que parpadear varias veces en un intento de disiparlas.
¿Por qué siento que no puedo decidir nada con lo que respecta a mi vida?
¿Por qué alguien más debe hacerlo aun cuando yo puedo tomar mis propias decisiones?
¿Por qué hasta ahora voy dándome cuenta de ello?
🌼--------------🌼-------------🌼
¡Hola chiquis!👁👄👁
¡Por fin he vueltoooooo!🤧🤧
Finalmente estoy de vacaciones así que ahora compensaré todos estos sábados que se quedaron sin capítulo 🤧 empezando por hoy con este mini maratón que les he preparado.
Espero les guste y mil gracias por todo su apoyo, paciencia y sus comentarios💛
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