01|Pañales y una mancha de café.
Capítulo uno: Pañales y una mancha de café.
08 de febrero, 2017.
—¡Asher, el bebé está llorando! —grito apresurándome a sacar los pañales de la bolsa.
—¡Ya voy! ¡Ya voy! —exclama tomando el bebé entre sus brazos dándole leves palmaditas en la espalda en un amago de calmarlo—. Ya, ya, hijo mío, ya no llores que me harás llorar a mi —canturrea meciéndose de un lado a otro.
—Ponlo en la mesa —demando—. Hay que cambiarle el pañal.
El chico de cabellera negra como el ébano frente a mi asiente y con un extremo cuidado se incorpora levemente para dejar a la criatura donde le he dicho.
— ¡Con cuidado! —grito, azorada, cuando veo como su frágil cuello se va hacia un lado sin control alguno.
—¡Aaaah! Tranquilo, tranquilo, no pasó nada —Suelta un suspiro cuando por fin el bebé está acostado en la mesa—. Por cierto, ¿sabes cambiar pañales?
Siento como la sangre se acumula en mi rostro debido a la furia y esbozo una falsa sonrisa.
—Somos sus padres, Asher —mascullo entre dientes—. Por supuesto que tenemos que saber.
Con una sonrisa nerviosa en su rostro se limita a alzar sus manos y se coloca detrás de mi viendo por encima de mi hombro como empiezo a cambiarle el pañal a la criatura llorona.
He de decir que estoy agradecida con el de arriba por aquel que inventó los pañales desechables, porque lo pondría hasta un niño y además no requiere tanta complicación como uno de tela.
—¡Listo! —La satisfacción es más que evidente en mi rostro y creo que para el bebé también pues su llanto ahora es reemplazado por una sonrosa risa—. Ven acá —murmuro tomándolo entre mis brazos con el temor recorriendo mi cuerpo ya que se siente tan pequeño y frágil que tengo miedo de dejarlo caer.
—¡Oh, qué linda criatura! —dice un señor medio calvo, con un bigote en su rostro y una sonrisa burlesca—. ¿Cuál es su nombre?
Siento como toda la sangre abandona mi cuerpo y me giro con una disimulada preocupación hacia Asher quien se encoge de hombros sorprendido también.
Genial, somos sus padres, pero no sabemos su nombre.
El señor calvo nos mira expectante a la respuesta y junto con Asher cruzamos miradas.
Por favor, que no diga nada.
—Marta —digo.
—Juan —responde al mismo tiempo.
Las risas se escuchan a nuestro alrededor y yo le miro con molestia. ¿Pero qué está haciendo? Asher se remueve incómodo dándome una mala mirada que, por supuesto no tardo en devolvérsela, pero aun así intento comunicarme con él por medio de nuestra vista.
Algo así como la telepatía y pues espero que esto funcione pues da un asentimiento y soltando un suspiro decimos.
—Juan.
—Marta.
No hace falta que diga quien dijo Marta, ¿verdad?
—¡Suficiente! —exclama el calvo, alias nuestro profesor de orientación para la vida quien nos quita el muñeco chillón de las manos y los sostiene por el pie mientras nos señala con su dedo—. La peor actuación que he visto, ¿cómo no pueden acordar el nombre de su bebé? Es lo primero que deberían de haber hecho.
—Solo nos dio tres minutos para prepararnos —me quejo.
—Lo suficiente para hablar de ello —es su respuesta y luego mira a Asher quien retrocede asustado—. Y usted señor Kane cómo es posible que no le ayude a su esposa a cambiar el pañal de su hijo, es su deber como esposo ayudarle en estas simples tareas.
—¡¿Esposos?! —gritamos al unísono causando que seamos el hazme reír de todo el salón.
—Suficiente, regresen a sus asientos.
—Gracias por hacerme pasar el ridículo —mascullo dirigiéndole la peor de mis miradas a Asher cuando pasa a mi lado. Ni siquiera presto atención a lo que me responde, sino que llego a mi pupitre sentándome con resignación y ocultando mi rostro con el cabello para evitar las miradas y risas burlonas de mis compañeros
Y no, no somos esposos gracias a Dios. Solo somos estudiantes de secundaria que por alguna extraña razón que aún no entiendo, cursamos una materia en la cual todavía proceso el porqué tenemos que ver videos de partos y hacer un minidrama improvisado del cuido y trato de un bebé.
—Vamos, Rizzia. Anímate, estuvo genial —ríe entre dientes la chica de ojos rasgados frente a mí, que responde al nombre de Mitsuki.
—Odio a Asher por haberme escogido como su pareja —Restriego mi cabello frustrada—. ¿Por qué me escogió si hay más chicas con las que pudo hacer el ejemplo?
—Por favor —bufa la asiática—. Te hemos venido diciendo desde hace mucho que parece que le gustas —cuchichea—. Esta es la oportunidad perfecta para llamar tu atención e impresionarte.
—Creo que en lugar de llamar su atención más bien la espantó —ríe Lely, la tercer miembro de mi grupo de amigas que está sentada a mi lado.
—Tu siempre apoyándome —finjo secar una lágrima imaginaria para luego lanzarle un beso.
—Compartimos la misma neurona, que esperabas.
—¡Ese grupito de atrás! —Nuestra conversación se ve interrumpida por el llamado de atención del profesor, de pronto todo el mundo guarda silencio, deja de hacer lo que estaban haciendo y dirigen su mirada hacia nosotras como si fuéramos lo mas maravilloso del salón de clases. Siento como mis mejillas van adquiriendo el color del tomate y no nos queda más remedio que recobrar la compostura ante su tono autoritario—. Las veo una vez más interrumpiendo la clase y las separo —nos señala entrecerrando sus ojos.
Las tres asentimos con la vergüenza reflejada en nuestro rostro y el vuelve a enfocar la atención de los demás en la nueva pareja del frente con el bebé.
Las chicas sueltan unas ligeras risillas y yo mejor apoyo la cabeza en la mesa ocultándola entre mis brazos. Si hay algo que siempre trato de evitar es ser el centro de atención porque siempre termino como payaso de circo haciendo el ridículo.
Ya lo he hecho dos veces en el mismo lugar y casi que en el mismo tiempo, así que solo espero que haya sido suficiente para el destino y me deje disfrutar el día en paz.
—¡Esposa mía! —canturrea Asher corriendo hacia mí. El flequillo en su frente se mueve hacia atrás por el viento dejando ver sus destacables ojos grises que me miran con una emoción que me hacen querer salir corriendo de acá.
Lely a mi lado suelta una risa y varias miradas se posan en mi cuando el chico pelinegro llega hasta donde me encuentro jadeando un poco y con una enorme sonrisa en su rostro.
—Deja de llamarme así —me quejo poniéndome en pie viendo ligeramente hacia atrás para sacudirme la falda—. Es incómodo.
Conozco a Asher desde el primer año de secundaria, es un chico que cumple con los estándares de belleza y del tipo ideal de muchas chicas, sumándole a que es jugador de baloncesto por lo cual es crush de muchas estudiantes de por acá. Y aunque posee un aura carismática que lo hace llevarse bien con todo el mundo, creería que su único defecto son sus notas que dejan mucho que desear.
No me llevo mal con él, pero tampoco tenemos una amistad sólida. Más allá de unas palabras casuales como «hola» es lo único que soltábamos el uno al otro, y es por ello que me sorprendió un poco el que me hubiera escogido a mi cuando el profesor pidió que escogiera su compañera ideal para fingir el papel de madre. Aunque mis amigas últimamente me decían que él me observaba más de lo normal pero aun lo pongo en duda.
—¿Por qué? —inquiere caminando a mi derecha—. Suena divertido, además tenemos un hijo por supuesto que tenemos que ser esposos.
—Pido el divorcio —Llego hasta las rejas de la terraza del segundo piso, y apoyo mis brazos mirando hacia abajo donde se encuentran algunos chicos corriendo y en su mayoría leyendo o comiendo. Mientras que Lely se sienta sobre el piso y consigue meter sus piernas por las rejas dejando al aire sus pies.
—¡Hey! Pero ni siquiera te has tomado el tiempo para conocernos.
Me giro a verle.
—¿Debería?
Asher asiente con emoción.
—De esa manera verás que soy un padre muy responsable y un esposo por el cual muchas morirían.
¡Oh! Genial, aquí va su arrogancia. Creo que olvidé ese pequeño detalle.
—Ni siquiera sabes el nombre de tu hijo —le reprocho sacudiendo mi cabeza—. Desde ahí empezamos mal.
—¡Oye! Eso es muy diferente porque...
—¡Rizzia! —interrumpe Mitsuki corriendo hacia nosotras con vasos de café en su mano.
—Por aquí —agito la mano para que nos vea. La japonesa sonríe y apresura el paso hasta que por fin llega hacia dónde estamos y nos tiende un vaso a cada una.
—Me costó conseguirlo —Da una profunda respiración—, pero todo sea para no dormirnos en historia.
Si hay algo que puede animarte siempre que te encuentres de un humor desfavorable es el café. Cierro los ojos degustando el sabor cuando el líquido se desliza por mi garganta y no puedo evitar soltar un sonido de placer causando que las chicas rían y cuando abro mis ojos veo los de Asher mirarme con fijeza y concentración.
—¿Todo bien? —carraspeo, incómoda ante su mirada.
«Te hemos venido diciendo desde hace mucho que parece que le gustas», las palabras de Mitsuki resuenan en mi mente y yo sacudo mi cabeza. No, no puede ser eso.
—Uh, perdón —Remueve su cabello desviando su vista hacia el piso—. Es solo que... —Muerde su labio con un nerviosismo que intenta ocultar desesperado— ¡El café! —exclama aplaudiendo con sus manos—. Ver tu café me ha dado antojos, ¿te importaría darme un sorbo? —Extiende su mano queriendo tomar mi vaso y yo inmediatamente lo alejo.
El chico ríe y mis amigas también al ver como esto parece el baile de las manos pues no importa en qué dirección mueva mi mano porque ahí va la de él también.
—¡Basta! —pego un gritito cuando el se acerca más hacia mi en un intento de arrebatarme el dichoso café de mis manos inquietas. Veo como chasquea su lengua y cuando alzo mi brazo con el café lo más alto que puedo, incluso poniéndome de puntillas, él da un leve salto tocando con la punta de los dedos el vaso causando que resbale de mis manos.
Todo parece suceder en cámara lenta.
Miro horrorizada como el café vuela por los aires hasta alcanzar su punto cero y regresar al suelo debido a la gravedad. Pero lo peor de todo y lo que me hace quedarme estupefacta y enmudecida es que el café no cae al piso, sino que, sobre un chico mojando por completo su cabello y la chaqueta del uniforme.
Escucho los gritos de mis amigas y los de los estudiantes que han presenciado el hecho. Ni siquiera soy consciente de cuando mis piernas reaccionan pues de un momento a otro ya me encuentro bajando las escaleras a toda prisa para llegar hacia el chico.
—¿Estás bien? —pregunto ofuscada viendo como de su cabello escurren gotas de café y por inercia extiendo mi mano para removerlas con desesperación. ¡Ah, por qué estas cosas solo me pasan a mí!
—Déjalo así —murmura retirando mi mano con delicadeza para luego quitarse la chaqueta del uniforme completamente mojada por el café y observarla con resignación.
—Déjame lavarlo —exclamo tomándola sin su permiso—. Me siento muy apenada por todo esto —admito mordiendo el interior de mi mejilla—, todo es mi culpa, ¡perdón!
—No te preocupes, los accidentes suelen suceder... supongo —Rasca su cuello con una sonrisa tensa en su rostro.
¡Pues claro! ¿Qué esperaba? ¿Qué sonriera de felicidad?
Nuestros ojos hacen contacto y su mirada me estremece al punto de que olvido como respirar. Porque el café le ha caído a Kian Dankworth, el chico becado por el cual mi cerebro siente cierta atracción al suyo porque si lo describimos en términos un poco clichés, es considerado como el nerd de mi clase, pero no el típico nerd tímido, sino uno que a pesar de que no suele hablar mucho, solo su mirada y su postura consigue intimidarte además de que goza de una buena apariencia que consigue que muchas chicas caigan redonditas por él.
En pocas palabras, un nerd sexy.
Y que mejor manera que llamar su atención lanzándole café encima.
Solo pido una cosa ¡Trágame tierra!
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