Capítulo 17
Bellatrix estuvo a punto de lanzarse a su cuello, pero se contuvo. Estaba desarmada y él era más fuerte: tenía todas las de perder. Apretó los puños para contener la ira (sin conseguirlo) e intentó calmarse (sin conseguirlo tampoco). Empezó a maquinar a toda velocidad cómo podía revertir la situación. De todas las personas que en ese siglo o en cualquier otro podía haberse encontrado, esa opción no solo era la peor: también parecía tan imposible que ni se lo planteó. Casi hubiese preferido que Voldemort la hubiese pillado en la cama con la muggle.
-¿Qué diablos haces aquí? –le espetó con rabia.
-Creo que esa pregunta debería hacértela yo –respondió él burlón-. Desde que tengo uso de razón, siempre que sucede algo malo o extraño es culpa tuya.
-Oh, bueno, eso tampoco es decir mucho, considerando que nunca llegaste a tener uso de razón.
El recién llegado profirió una sonora carcajada.
-Tengo que reconocer, Bella, que si algo bueno tienes es ese amargo sentido del humor; un reflejo de tu vida, probablemente.
-¿A eso has venido? ¿A estrechar lazos? Creí que había quedado claro que no me interesaba cuando te maté...
-¡No me mataste! –protestó él- ¡Caí al velo porque estaba ahí! De no ser por eso te habría ganado.
-¡Ja! –rió la bruja - Siempre fuiste peor mago que yo, cometiste el error de burlarte y te alcancé con el hechizo. Si hubiese sido un avada, habrías muerto. Lo que pasa es que decidí torturarte más... Aunque ni para eso vales, te moriste tú solo.
Se miraban con una rabia y un odio que encontraba su espejo perfecto en los iris del otro. Al poco, Sirius logró calmarse y recuperó su mirada burlona.
-Parece que han cambiado las tornas, ¿no? –comentó jugueteando con la varita de la bruja mientras ella apretaba los dientes- Ya sabes lo que dicen: el que mata el último, mata mejor.
-¿Vas a matarme a sangre fría? ¿Vas a matar a una pobre mujer sin darle opción a defenderse? –preguntó ella con fingida inocencia- Sí, te pega actuar así. Yo te gané en un duelo justo, pero tú eres más rastrero y cobarde.
El animago acusó el golpe. Deseaba matarla estrangulándola con sus propias manos, ni varita ni dagas. Pero de nuevo, calmó a su parte más animal. Se encogió de hombros y respondió que no merecía justicia, debía acabar con ella por el bien del mundo. Ella soltó una sonora carcajada (muy parecida a las de él) mezcla de burla y desprecio.
-Además, estaré ayudando a la Historia –continuó Sirius-. Tú no perteneces a este tiempo, si te mato no habrá consecuencias. Solo que no volverás a tu siglo. Tampoco te espera nadie así que...
-¿Y cómo piensas volver tú?
-La verdad, me la trae al pairo –respondió él-. Asumí mi muerte, no tengo problema. Y menos ahora que el universo me ha dado el regalo que siempre deseé: acabar con mi primita favorita.
-Ah, bueno, entonces adelante, ¡mátame! –exclamó ella elevando el tono- Será divertido que te quedes atrapado eternamente en un bucle espacio-temporal. Perderás la última hebra de cordura que te queda, desearás haberte podrido en Azkaban.
-Podré asumirlo: tendré la imagen de tu cadáver para alegrarme en los momentos tristes. Y la de tu patético Voldemort, es evidente que si estás en este siglo es porque estás ejecutando alguna misión para él. ¿Qué se le ha perdido en el mundo muggle del siglo XIX? ¿La verdad sobre su pobre estatus de sangre, tal vez?
Bellatrix no cedió a la provocación. Claro que le afectaba que hablaran mal de su Señor (aunque estuviera en esa situación por su culpa), pero no podía cometer otro error. Iba a morir a manos de su más odiado familiar gracias a Voldemort. Así que simplemente sonrió y respondió con lentitud y firmeza en la voz:
-Te encantaría saberlo, ¿verdad? Te mueres de curiosidad por saber qué hago aquí, cómo he llegado, cómo planeo volver a mi tiempo...
Si era así, él no lo iba a confesar. Con tono displicente respondió:
-Tampoco es que mi vida vaya a empeorar por...
-¡Oh! ¿Y sabes qué más sé? –le interrumpió ella con falso entusiasmo- ¡Sé lo que le pasó a tu amado bebé Potter después de que murieras! ¿Sabes que intentó cruciarme pero le...?
Sirius la apuntó con rabia. Ella supo que había tocado hueso y soltó una carcajada cruel. Él exclamó: "¡CRUCIO!". Bellatrix sintió dolor, pero ni se inmutó. Empezó a reírse como no se había reído en la vida. No solo por darse cuenta de que era la primera vez que su primo usaba esa maldición; sino por verlo cometer el mismo error que su ahijado.
-¡Necesitas desearlo! –le explicó entre carcajadas- ¡Tienes que querer realmente disfrutar con el dolor! Simplemente la ira y el afán justiciero no me provocarán daño.
Sirius la miró con odio dispuesto a repetir. Claro que sabía cómo funcionaba esa maldición, pero él era buena persona. Además no estaba seguro de haberlo ejecutado mal: era probable que lo hubiese hecho correctamente pero con menos fuerza que Voldemort. Bellatrix estaría tan acostumbrada a los castigos de su Maestro que nadie más lograría hacerla sentir dolor. Sin embargo, él estaba dispuesto a intentarlo: su moralidad y su bondad morían con aquella mujer. Al darse cuenta de sus intenciones, la morena comentó con entusiasmo: "¡Venga, inténtalo otra vez, pero ahora deséalo de verdad!". Hizo un gesto como alentándolo a torturarla. Eso le frenó.
-¿Qué pasa, Bella? ¿Ahora te interesa enseñarme magia o crees que así me vas a dar pena y te voy a perdonar tu patética vida?
-De hecho, estaba haciendo ruido y tiempo para...
Sirius no escuchó terminar la frase. Sintió un agudo dolor en la cabeza y cayó al suelo perdiendo la consciencia de inmediato.
-Siento el retraso, cielo, estaba cerrando y he tenido que despachar a los últimos clientes cuando te he oído gritar –se disculpó Nellie cerrando la puerta.
-No te preocupes, has llegado justo a tiempo -respondió Bellatrix besándola con gratitud.
Su primo conocía los maleficios protectores de los Black y los hábitos paranoides de Bellatrix, sabía cómo burlarlos. Con lo que no había contado era con que por primera vez tuviese una aliada (una aliada muy capaz, nada que ver con el inútil de Lucius o de su marido). Habían perdido la cuenta de la de veces que se habían ayudado mutuamente a deshacerse de visitas incómodas: policías, aurores, Sweeney y ahora Sirius. Los techos de esa casa eran demasiado finos como para discutir sin que se escuchara.
Mientras recuperaba sus armas y le quitaba también las suyas, Bellatrix le explicó a su novia la situación. A Nellie pocas cosas le sorprendían desde que presenció la existencia de la magia... Escrutó el rostro del hombre que ahora yacía en el suelo y exclamó:
-¡Es el que salía en el otro cartel! ¿Te acuerdas que te conté que no era solo el tuyo, también había otro 'Se busca' con un hombre? Pues era él. Pero también parecía mucho más sucio y estropeao, ahora está bueno.
La mortífaga le dirigió una mirada asesina por alabar el atractivo de su primo. Pero tuvo que reconocer que tenía razón: pese a las décadas de desidia (y posterior muerte) Sirius conservaba su proverbial belleza salvaje. La melena oscura y despeinada cubría casi por completo su rostro, también pálido y ojeroso. De cerca se apreciaba -igual que en Bellatrix- que Azkaban seguía patente en la tirantez de su piel y en su aspecto cansado. Pero, del mismo modo que ella, conservaba el aire aristocrático y la elegancia de sus rasgos. En su ropa –la misma con la que murió- y su figura enjuta se adivinaba que llevaba varios días malviviendo en la calle.
-¿Cómo ha llegao hasta aquí? –preguntó Nellie estudiándolo con curiosidad.
-No lo sé –reconoció la morena-. Pero con lo que me cuentas del cartel, supongo que es lo mismo que con el mío: la forma de la Magia de regular el curso de la Historia y de castigarme por asesinar a alguien. Es un muerto, un fantasma de mi pasado. No tiene un futuro al que volver, así que las reglas no se le aplican igual que a mí.
-La magia es muy retorcida... -comentó Nellie- ¿Le matamos?
-Aún no. Quiero saber cómo ha llegado aquí y cómo me ha encontrado. ¡Y qué demonios! Podemos preguntarle incluso qué hay después de la vida.
-Igual se ha reencarnao en una vida pasada o algo así –elucubró la muggle.
-No, he hablado con él: es el mismo gilipollas de siempre.
Lo levitó hasta una silla y lo inmovilizó con diez maleficios diferentes. Una vez la había pillado por sorpresa, pero gracias a su eterna arrogancia se había permitido el lujo de no matarla de inmediato. Ese había sido su error. No iba a tener una segunda oportunidad. Cuando estuvo segura de que ni un tornado lo movería de ahí, le examinó el golpe sangrante de la cabeza.
-¡Por Circe, qué fuerza tienes, un poco más y lo matas!
-Habría sido romántico que nos hubiésemos cargao las dos al mismo tío... -comentó Nellie sonriente- Es que no sabes lo dura que va la picadora de carne... Y también tuve que hacer músculo en los brazos para descuartizar cadáveres, no es sencillo.
-No me pongas cachonda –le recriminó la bruja-, guarda esas historias para cuando estemos en la cama.
La pastelera sonrió y le pidió que limpiara su rodillo de amasar, lo necesitaba para sus empanadas. Con un scourgify quedó impoluto. Seguidamente y de mala gana, sanó la herida de su primo: no podía permitirse que le manchara la tienda o que muriera desangrado antes de darles la información. Una vez quedó satisfecha, pregunto como si nada: "¿Cenamos?". Nellie la miró frunciendo el ceño.
-Tengo hambre y este no se va a mover.
A la pastelera le pareció un buen plan. Bajaron a su tienda y disfrutaron de la cena con total tranquilidad. Después, Bellatrix cogió una botella de ginebra y le preguntó a su novia si quería presenciar el interrogatorio. Nellie aseguró que por supuesto. Volvieron a su piso y a la muggle se le escapó un grito: el prisionero había huido. En su lugar, había un perro negro descomunal –casi del tamaño de un oso- revolviéndose entre las ataduras.
-Ah sí, no te lo he contado –comentó Bellatrix-, el imbécil este puede transformarse en perro. Lo cual le será útil para perseguirse el rabo, pero no para liberarse de esto.
-¿Tú puedes? –inquirió la muggle.
-No, invertí ese tiempo en estudiar legilimancia y oclumancia. Es menos vistoso pero más útil.
No se molestó en revertir el estado de su primo. Cuanto más se retorciera, más se apretarían las ataduras y finalmente moriría asfixiado. Él también se dio cuenta. Así que volvió a su forma humana. Su sonrisa burlona había mutado en una mueca de rencor descarnado. Con calma, Bellatrix se sirvió un vaso de ginebra y le ofreció otro a Nellie. El animago abrió los ojos con auténtico deseo. Lo que más quería en su vida era Harry, pero justo después en su lista de afectos estaba el alcohol. Decidió ignorar las torturas psicológicas de su prima y observó a la mujer que la acompañaba. Eran inquietantemente parecidas.
-Bueno, bueno, mi traidor favorito... Quiero saber cómo has llegado aquí y qué pasó cuando nos diste la alegría de morirte. ¿Cómo prefieres hacerlo? ¿Me lo cuentas, te hago tragar veritaserum o me meto en tu mente y aprovecho para trastornarte del todo?
El animago decidió ignorarla y centrarse en la castaña, debía ser una bruja de ese siglo. Seguro que Bellatrix la tenía bajo imperio o la mantenía a raya con alguna amenaza; la mortífaga no hacía amigos, solo rehenes.
-Mi prima está chalada, siempre lo ha estado, no se lo tengas en cuenta –murmuró mirando a la pastelera-. Te prometo que si me ayudas, te libro de ella.
-Es muggle, aunque quisiera no podría – le indicó Bellatrix.
Sirius la miró como si se hubiera convertido en un unicornio. Aunque fuese bajo tortura y amenazas, ¿¡Bellatrix Lestrange estaba conviviendo con una muggle!? Igual aquello no era el pasado sino un universo paralelo... Daba igual, ya lo averiguaría. De momento parecía que la pastelera le miraba con interés.
-Escucha, no sé si te está amenazando... Supongo que no, pareces feliz. Es una maldición, ¿sabes? Se llama imperio y hace que...
-Hace que controles la voluntad de alguien por completo –le interrumpió Nellie-. ¡No me explique las cosas como si fuese tonta!
-Vale, ¿qué relación...? –empezó Sirius ya del todo confuso.
-Las preguntas las hago yo, chucho, y me estoy cansando. Así que prepárate para tenerme dentro de tu cabeza, ¡por fin comprobaremos si hay algo ahí dentro!
Al instante sintió la presencia de su prima en su mente. Y la sintió porque ella quiso que así fuera. En ese estado de nervios, angustia y rabia le era imposible concentrarse para expulsarla. Preferiría morir que que Bellatrix viese lo que había por ahí. Así que con rabia le espetó que si le dejaba en paz, se lo contaba. Intentó exigirle que a cambio ella le revelara su parte, pero Bellatrix respondió que le regalaría una muerte sin dolor. Era el mejor trato que iba a conseguir, así que...
-Sinceramente no sé qué tritones hago aquí. Aparecí hace unos días a la entrada del Ministerio de Magia. Dos años en blanco, nada, sin existir: muerto. Y de repente aparezco en otro siglo. En cuanto me di cuenta de que era un viaje temporal, recordé que es vital no alterar la Historia. Así que me refugié en la zona muggle, aquí nadie me reconocerá...
Bellatrix asintió con cierta rabia al ver que era inteligente y pensaban igual. Él continuó:
-Estaba en el centro cuando vi nuestros carteles. Ni un segundo dudé que esto sería culpa de mi trastornada prima. Seguro que Voldemort te ha mandado con cualquier excusa estúpida para librarse de ti y...
Se interrumpió de golpe y ahogó un aullido. Sintió un dolor insoportable por todo el cuerpo, el ataque más intenso que jamás había experimentado.
-Así es como se hace –le espetó su prima- y si no eres más amable, así será como mueras. ¿Cómo me has encontrado?
Tras unos segundos de miradas furiosas, de mala gana le explicó que había visto a Nellie destruyendo sus carteles. La siguió en su forma perruna y llegó hasta Fleet Street. Vio el negocio de "Madame Lenoir" y sospechó quién se pondría su venerado apellido en francés. Después comprobó que había maleficios protectores. Eran los que sus padres les enseñaban de jóvenes. Imposibles de burlar, así que la única posibilidad era actuar rápido. Esperó el momento oportuno durante varios días hasta poder desarmarla con rapidez.
-¿Eso es todo? ¿Nada más? –preguntó la bruja a la que no se le ocurrían nuevas preguntas.
Él asintió con desinterés.
-Bueno, entonces ya está –sentenció ella-, hora de tu muerte. Otra vez.
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